lunes, enero 28, 2008

Viage ilustrado (Pág. 155)

Durante el tiempo que pasó desde Pedro Vischer hasta el fin del siglo XVIII, á duras penas contó Alemania algunos escultores. El único de ellos que conquisto una gran reputacion, y que la merecía, fué Mateo Collin, tirolés. Adornó con esculturas muy notables el sepulcro del archiduque Maximiliano, en Salzburgo. Las obras destinadas á adornar los grandes palacios que entonces construian los príncipes alemanes, eran todas concebidas en el mal gusto de la escuela italiana de los siglos XVII ó XVIII, y aventajaban en mal estilo á sus modelos, sin tener por otra parte esa apariencia de grandeza que nunca perdió el arte italiano, ni aun en la época de su decadencia. Puede afirmarse con seguridad que entonces habia llegado la escultura en Alemania al último grado de la mediania, cuando los escritos de Rafael Mengs, de Lessing, y sobre todo los de Winckelmann, vinieron á levantarla de este estado de abatimiento. Las obras de este último escritor, que esplicaban con inspiracion la estatuaria de la antigüedad, prepararon una revolucion en el arte. Cánova, bajo la influencia de Winckelmann, fué el primero que volvió al estudio de los monumentos antiguos; Thorwaldsen, que le siguió, dio mas grandeza al estudio de la escultura. El ejemplo de estos dos maestros, uno italiano y otro danés, dió valor á los artistas alemanes para entrar en una nueva senda, y el éxito correspondió bien pronto á sus esfuerzos. Dannecker, el mas célebre escultor despues de Thorwaldsen, hizo su hermosa estátua de Cristo; Ohmacht adornó la iglesia de Santo Tomás de Strasburgo con sus esculturas, é hizo renacer la escultura en madera y en marfil; Schadow, Rauch y Tieck, llegaron á ser los gefes de la escuela de Berlin, de donde han salido y salen aun hombres formados por sus preceptos y por sus ejemplos á dar una espresion verdadera y profunda á los diferentes asuntos que tratan. La Baviera, á su vez, ha producido á Eberbardt, que ha adornado con preciosas estátuas la iglesia de Todos los Santos de Munich, á Wagner, autor del friso del Walhalla, donde se ve representada la historia de los antiguos germanos, con gran riqueza de invencion y de estilo; por último, á Schwanthaler, el mas jóven de los escultores, que hizo su estreno con obras llenas de grandeza, de gracia y de invencion. En sus frisos y bajos relieves, que representan la historia de Baco, ó algunas escenas sacadas de Pindaro, Hesiodo y Homero, se ha elevado hasta la altura de la epopeya griega. Pero en general se manifiesta tambien en la escultura la tendencia espiritualista que se nota en la pintura, desde la regeneracion que obró en ella Winckelmann, y que tuvo orígen en las teorías literarias de la época; la belleza de la forma fué tambien sacrificada al pensamiento y á la verdad de la espresion. Sin embargo, tambien alli comienza á sentirse la reaccion, y si llegase á contrabalancear la gran preocupacion de la idea, alcanzaría sin duda el arte aleman un alto grado de pefeccion.
A un aleman llamado Francon de Colonia, que vivia en el siglo XI ó XII, debe la música moderna sus primeros progresos. Desarrolló, si es que no lo inventó, los principios de la música medida, y dió signos á la division musical. Tenemos de él un tratado titulado: El arte del canto acompasado (Ars cantus mensurabilis).
Sus preceptos abrieron para Europa la era de la música. Marchetti, de Pádua, italiano, y Juan de Muris, francés, los aplicaron sucesivamente, los ampliaron, fijaron la teoría del compas, y comenzaron a establecer la ciencia de la armonía. Despues de él, Francia y Flandes pagaron su tributo al progreso de las artes, y fué grande este progreso, porque en el siglo XIV y XV estos dos paises, y Flandes señaladamente, llenaron de maestros la misma Italia, donde parece innata la música. Solo en Alemania permaneció estacionaria despues de Francon dc Colonia, y su limitaba á los cantos sencillos, pero espresivos, de sus cantores de amor (minnesaenger), y de sus maestros cantores (meistersaenger), poetas y músicos á la vez; los primeros en la época aristocrática y galante de la caballería, los segundos en la época de las ciudades libres. Por lo que respecta á la música sagrada y al contrapunto, en los cuates residía entonces toda la ciencia musical, en nada contribuyó la Alemania á su desarrollo. «Entre nosotros, dice Kiesewetler, no se encuentra ni aun la armonía hasta fines del siglo XV. El canto popular, introducido muy pronto en muchas diócesis de Alemania y de Bohemia, era como el coralo romano, todo unísono. No se tiene noticia alguna acerca de las escuelas alemanas que hubiesen enseñado la música figurada; y algunos de los maestros, como Gerónimo de Moravia y Juan Godendag, maestro de Franchino Gaffurio, suponiendo que este fuese aleman, no adquirieron sus conocimientos mas que en los monasterios estrangeros donde habían vivido (1).» Sin embargo, á fines del siglo XV fué maestro de capilla en Florencia el aleman Enrique Isaac. Puso en música para tres voces algunos poemas compuestos por Lorenzo de Médicis, y fué reputado por el primer compositor de música profana; Mahu fué el único que se le aproximó algo en este último género. Bernardo el Aleman, organista en San Marcos, en Venecia, añadió por la misma época las pedales al órgano, invencion que, segun Burney, hace mucho honor á los alemanes organistas, puesto que se presto á combinaciones de armonía y á producir algunos efectos superiores á los que podia dar de si el juego de las manos (2).
Por lo demas, si la ciencia de la música estaba por aquel tiempo poco floreciente en Alemania, era grande el número de instrumentos. Los mas usados eran: la espineta, el clavicordio, dos clases de instrumentos de teclado, el órgano de iglesia, el clave, el órgano portátil, el manocordio, el rabel ó violín de tres cuerdas, y la viola digamba, la vieja, el laud, el harpa, la dulzaina, la corneta, el caramillo, varias clases de flautas, entre las cuales se distingue la flauta travesera ó flauta alemana, trompas de diferentes clases, como las trompas de gamuza, las trompas corvas, y por último, trompetas y tambores. Conrado Paulmann, el Ciego, era el primer profesor de la época; tocaba con maestría casi todos los instrumentos, y fué el inventor del pentágrama del laud.
El siglo XVI vió aparecer en Alemania muchos teóricos que estendieron los preceptos que Franchino Gaffurio acababa de emitir en Italia en su Tratado de la armonía, y en sus lecciones sobre la música. Los mas estimados fueron Calvisio, Finek, Andrés Ornithoparchus, que publicó el Micrólogo, Reischius y En­rique Lorit, llamado Glareano, de Glaris, su ciudad natal, poeta, filósofo, matemático, historiador, geógrafo y teólogo. Escribió una obra musical que tituló

(1) Historia de la música moderna, p. 44.
(2) Burney: Historia general de la música , tomo III, página 247.

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