domingo, junio 29, 2008

Viage ilustrado (Pág. 254)

llo. Las muselinas claras y los organdis, ambas telas escelentes en su clase, se hacen principalmente en Tarara. El valor de la importación de algodones ascendió en 1844 á 104.000,000 de francos, y el de la esportacion de tejidos de esta materia á 108.000,000 y medio.
El arte de hacer medias pasó de Italia á Francia en tiempos de Francisco I; pero hasta el reinado de Luis XIV no se inventó el telar para fabricarlas. Aterrorizado el gremio de calceteros con tal invención, debida á un cerrajero francés, logró sobornar á un ayuda de cámara, quien para desacreditarla hizo un punto en un par de medias que habia recibido de regalo el monarca. Juan Hinder y Lee importaron mas adelante telares mas perfectos; y hoy, en fin, ha llegado este arte á un grado de perfección que parece inmejorable. Téjense en Nimes medias de borra de seda, y se hacen de seda y algodón bordadas y caladas desde los mas ínfimos precios en Ganges, Samina, Vigan, París, Tours, Lyon y Montpeller. El centro principal de la fabricación de medias de algodón es Troyes, donde se cuentan diez mil telares, y hay 12,000 personas empleadas en esta industria. En Picardía se fabrican á diversos precios medias de lana, que se esportan á Italia. Hay otros muchos puntos donde se tejen medias.
La industria lanera se halla bastante atrasada en Francia á pesar de las repetidas introducciones de ovejas y merinos de España que se han hecho en aquel pais por concesiones de nuestros monarcas, y especialmente por mandato de Napoleón. Sin embargo, la fabricación de paños se ha perfeccionado sobremanera. Esta industria adelantó mucho en tiempo de Sully y floreció todavía mas en el de Colbert, quien en 1665 llamó al holandés Ban Robais para que fundase y dirigiese en Abbeville fábricas de paños finos á estilo de su pais. Las principales ciudades donde se fabrican en el dia paños, son Elbeuf, Sedan, Louviers, Beauvais, Amiens, Abbeville, Nancy, Lodeve, Calabria, Montauban, Chatenuroue y Romorantin. Solo en Elbeuf hay cinco mil telares, de los cuales mas de la mitad sirven para la fabricación de paños de moda que también se hacen en Louviers y Sedan. Amiens produce moquetas, terciopelos de lana, panas y alepines. En Rombaix, Tourcoing, Rúan, Mulhouse, Reims y Amiens se fabrican escelentes telas con lanas de Holanda, España é Inglaterra y otras para muebles, ocupándose en esta industria solo en la primera población 40,000 personas. El valor total de estos tejidos se eleva á 180.000,000 de francos. Las fábricas de París tienen una superioridad incontestable en la confección de telas mezcladas de lana, seda y algodon. Reims es el centro de la fabricación de telas de chalecos. En 1844 la esportacion de tejidos de lana ascendió á 104.000,000 de francos.
En punto á chales, no tendría rival la Francia, si poseyese buenas lanas. La invención de los llamados cachemires es debida á los fabricantes franceses Renouard, Bellange y Bolin, que tuvieron la idea de emplear en la fabricación de chales la borra ó pelo de las telas de sombreros, cuya flexibilidad se prestaba á este uso.
En la fabricación de tapices no puede competir la Francia con Inglaterra y la Bélgica á causa de la inferioridad de sus lanas.
La cordelería ocupa en Francia un gran número de personas; pero no ha hecho muchos adelantos. Fabricanse también muchas telas de cáñamo. Las de lino son muy variadas. En Lisieux se hace muy bonita mantelería. La fabricación de lienzos es muy importante en Lille, á causa del gran número de trabajadores que en ella se ocupan. La importación de lino y cáñamo se valua en unos 30.000,000 de francos, y la de telas de lo mismo en 18 á 20.000,000. El valor de la esportacion de estas telas sube á 38.000,000, y el de la esportacion de telas finas para vestir á 15.000,000. Las principales fábricas de batistas se hallan establecidas en Valenciennes, Bapaume, Cambray y San Quintin, y solo la esportacion de estos bellos tejidos importa 8.000,000 de francos.
Fabrícanse en Francia, muy buenos tules, cuyo nombre viene de Tulle, ciudad francesa en que se inventaron. Calcúlase que hay en esta nación mil quinientos telares de tul que ocupan á 3,000 hombres, y 1,500 mugeres. En Calais se hacen tules de blondas, en Lila bordados finos, y en San Quintin bordados comunes. En Nimes se fabrican tules de seda aterciospelados. Finalmente, en Lyon hay doscientos telares de tul bobiné, y se fabrican gran número de guantes de tul.
Los encages principiaron á hacerse cn Franeia en 1666, en cuyo año hizo Colbert que fuesen de Venecia treinta oficiales de este arte. Hoy se fabrican en Alenzon, Valenciennes, Dieppe, Nancy, Artois y algunos otros puntos. En Normandia se dedican las mugeres á la elaboración de los encages. Hácense ahora muchos de algodón. Ignórase la época de la introducción de las telas pintadas en Francia, y solo se sabe que Carlos VI hizo un regalo á Bajazet de varias telas que se imprimian en Reims. Las primeras fábricas de indianas se establecieron en París, Sevres, Orange, Marsella y Nantes, y á principios del siglo XVIII se fundaron varias fábricas de impresión en Darnetal, Deville y algunos otros puntos. En 1801 Oberkampi inventó la máquina de cilindro para imprimir los tejidos, y desde entonces ha hecho esta industria grandes progresos. La Alsacia y Ruan se llevan la palma en este concepto. En 1838 se pintaron solo en veinte y ocho establecimientos 540,000 piezas de varias clases de telas, 55,000 de muselinas finas, 25,000 de muselinas de lana y 60,000 de telas encarnadas.
La cristalería es un ramo de industria bastante floreciente en Francia. La fábrica de Racarat produce anualmente dos millones de cristales, y ocupa de 900 á 1,000 personas. La de Choisy―le―roy (Sena), produce cristales blancos, labrados y de colores, y ha llegado á imitar los cristales afiligranados de Venecia. Hay otras muchas fábricas que abastecen á toda la nación y producen ademas para esportar por valor de 20.000,000 de francos. Fabricánse también escelentes lunas, con especialidad en el establecimiento de Saint―Gobain, que produce 62,000 metros cuadrados de ellas.
La loza ordinaria no se importó en Francia hasta el sigla XlV, y en la misma nación no se principió á fabricar la loza fina hasta últimos del pasado siglo. La fabricación de pipas de ésta materia ocupa en Saint―Omer á 600 ó 700 hombres. La industria de la porcelana es moderna, y no hubiera llegado á la perfección que tiene, á pesar de los muchos esperimentos que hicieron los físicos y químicos en el siglo pasado, á no haberse descubierto casualmente el kaolín en Saint―Irieix. La fábrica de Sevres, fundada por edic―

viernes, junio 27, 2008

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Fabricación de la porcelana

y otra materia, y Nimes y Marsella lo son por los pianos. La industria de la seda es una de las primeras de Francia, y sumamente antigua en esta nación. Francisco I estableció una gran fábrica en el palacio de Fontainebleau, y bajo su reinado se principió á trabajar la seda con gran actividad en Lyon, Saint—Etienne y Tours. En tiempo de Enrique III se plantaron gran número de moreras, y su sucesor en este nombre mandó que se plantasen á lo largo de los caminos reales: en el dia se calcula que hay unos quince millones de estos árboles, y que los gusanos que alimentan producen anualmente 876,016 kilogramos de seda. Las principales fabricas de tejidos de esta materia se hallan en Lyon, Nimes, Aviñon, Saint—Etienne, Saint—Chamond y Tours. En Lyon hay actualmente sobre cincuenta mil telares: cada oficial ó gefe de taller posee de dos á seis telares, y con ellos trabaja por cuenta del fabricante, con cuya estremada diseminación del trabajo se ha formado una concurrencia activa que ha producido una gran baja en los precios de las telas. En Nimes se fabrican tafetanes, medias de seda, telas de seda y algodón, gasas y crespones. Aviñon produce tafetanes, rasos, levantinas, etc. Casi toda la cintería de seda se fabrica en los departamentos del Ródano y de Loira. Finalmente, la Francia esporta tejidos de seda é hiladillo por valor de 140.000,000 de francos, importa seda por valor de 61.000,000, y esporta por unos 7.000,000.

Las blondas francesas se fabrican principalmente en el departamento de Calvados y en Chantilly. Esta industria ocupa á 100,000 personas.

La fabricación de hilos y tejidos de algodón solo se remonta en Francia hasta fines del siglo XVII. En 1668 se importaron de Levante por la vía de Marsella 450,000 libras de algodón en rama y 1.430,000 libras hilado; un siglo después, en 1765, se estableció en Amiens la primera fábrica de terciopelo de algodon y en 1787 importaba ya la Francia 4.466,000 kilogramos de tela de esta materia. Sin embargo, en la esposicion de 1802 solo se presentó una pieza de muselina, y hasta se dudó que hubiese sido hecha en Francia. Desde entonces tomó esta industria tanto incremento, que en 1834 se empleaba en la fabricación 28.000,000 de kilogramos de algodón, y en1844 se llegó á necesitar 58.000,000. La Alsacia, los departamentos del Norte, del Aisne y de la Normandía son los principales centros de esta industria, que aunque muy inferior por mucho tiempo á la inglesa, ha llegado á igualarla en muchos artículos. Fabrícanse las indianas en gran número de departamentos, siendo las mejores las del Sena Inferior. El percal y la muselina se hacen en Abbeville, Picardía, Essone y Alsacia. En Ruan se trabajan gran cantidad de cotonadas que llevan el nombre de aquella ciudad, y solo en ella y en el pais de Caux hay mas de quinientos fabricantes. La fabricación de tejidos fuertes para colchones ha tomado últimamente en Flers (Orne) un gran desarro—

martes, junio 24, 2008

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principios de este siglo á colocar á la Francia en el número de las primeras naciones comerciales é industriales.
Hagamos una concisa descripción del estado de la industria en este pais.
El suelo de la Francia encierra muy pocos metales preciosos. Encuéntrase el oro en las arenas de algunos rios, y solo ha sido esplotado hasta ahora en el Gardette (Isera). La plata y el plomo se encuentran por lo común mezclados, y no hay mas que tres minas de
estos metales en esplotacion que producen un año con otro 850,000 francos. De manganeso hay doce minas que producen unos 16,000 quintales de metal, cuyo valor no pasa de 120,000 francos. El antimonio en estado de sulfuro es muy común, principalmente en los departameptos del Mediodía; mas su estraccion no pasa de unos 12,000 quintales que valen escasamente 150,000 francos. Se ha encontrado el estaño en muy corta cantidad en los departamentos de Morbihan, y del Loira Inferior. El cobre es muy escaso, y solo hay en actividad la mina de Chessy y Sambel que no ha producido arriba de 120,000 quintales. Los minerales pobres y cargados de piritas de hierro, son llevados á Lion, donde se hace uso de ellos como de los minerales de azufre para la fabricación del ácido sulfúrico. No se esplota en Francia el mercurio, aunque se ha encontrado este metal en estado nativo en Montpeller y Peyrat.
Abunda la turba ó carbón de tierra, en les valles, con especialidad en los departamentos de Aisne, Somme, Oise, Seine y Oise, Pas du Calais, Loira Inferior y Norte: cuéntase actualmente en toda Francia dos mil quinientas veinte y siete hornagueras, en las que
trabajan durante unos seis meses cincuenta y nueve mil hombres, y que producen próximamente cinco millones y medio de quintales de carbón. En cuanto á betunes, ciertas esquitas que se encuentran en el departamento de Saone y Loire, sometidas que son á la destilación, producen un aceite mineral que se emplea en la fabricación del gas. Finalmente, las arcillas por su frecuente aplicación á las artes son muy buscadas, y asi es que se ocupan en su estraccion cerca de diez mil hombres, dando un producto de 3.000,000 de francos.
Hay en Francia gran número de canteras de piedra de construcción y calizas. En los departamentos de la Córcega y de Finisterre se encuentran muy bellos granitos, y en los de Loira, Isere, Altos Alpes y Norte escelentes mármoles, pero se importan anualmente de Carrara por valor de mas de medio millón de francos.
Abundan las salinas en el Alto Saona, el Bajo Rhin, el Alto Garona y los Bajos Pirineos, hasta el punto de haber ascendido la producción de sal en 1843 á 15.817,000, quintales. Existen diseminados en todo el pais 750 manantiales de aguas minerales que frecuentan ocho mil personas.
El hierro está esparcido por gran número de puntos de la Francia. En 1842 habia en esplotacion mil novecientas minas de este metal, en las que se ocupaban doce mil hombres, y producían 26.000,000 de quintales de mineral en bruto. Al año siguiente, las herrerías producían 4.226,219 quintales de fundición, y 3.084,430 de forjado. La Francia produce muchas variedades de acero natural. La fabricación de este acero por la refinación inmediata de los minerales solo está en uso en los Pirineos con el auxilio de fraguas á la catalana. Saint Etienne es el centro dé la producción de los aceros fundidos, asi que en este punto hay mas de sesenta fábricas de quincallería, cuyos productos pueden valuarse en 4.500,000 francos. La cerrageria francesa es estimada á causa de la solidez; mas1a de lujo solo se encuentra en París. La cuchillería ha llegado á ser para la Francia un importante objeto de comercio, pues en 1830 esportó 1.000,000 de piezas, y en 1841 5.000,000. Fabrícánse armas por cuenta del gobierno en Klingenthal y en Saint Etiennne, y ademas se hacen anualmente en este último punto treinta mil escopetas y quince mil pares de pistolas. Por fin, la construccion de las máquinas, tan atrasada poco hace, se ha mejorado considerablemente; la esportacion de máquinas Se calcula en unos 6,000,000 de francos, y la importación en 4.000,000.
La calderería es una industria muy antigua en Francia, pero no tuvo importancia hasta después de 1830: la fina se hace casi esclusivamente en París.
La relojería, en otro tiempo muy floreciente en París, sufrió mucho con la concurrencia de los productos de la Suiza, mas la fundacion de la fábrica de Versalles, á la que fueron llamados hábiles artistas estrangeros devolvió á esta industria su antigua importancia. París es en el día uno de los principales centros de fabricación: Rochefort tiene una escuela de relojería, Maccon otra, y en Besanzon y Beancourt se construyen mas de mil relojes por semana. Los relojes públicos y la relojería náutica se fabrican en París, Estrasburgo, Beauvais y en el Jura. A pesar de esto, la importación de los relojes asciende anualmente al valor de 7.000,000 de francos, al paso que la esportacion no pasa de 2.000,000.
La platería y joyería francesas son con razon estimadas. No ha contribuido poco á este resultado la severa vigilancia que se ejerce para que no haya engaños en punto á la materia que se emplea en estas industrias. La joyería de París ocupa el primer rango, y después la de Burdeos y Lion; en la primera de las citadas ciudades hay hasta seiscientas platerías y joyerías en que trababan mil ochocientos artífices plateros y joyeros, quinientos bruñidores, quinientos esmaltadores y cinco mil obreros de diversas especies. El empleo del plaqué se remonta mas allá del reinado de Luis XVI, quien favoreció, este ramo de industria con un pedido de 100,000 libras que se hizo á la fábrica de Pomponne, cerca de Lagny. La fabricación del plaqué se estimaba en 1829, por valor de 8.000,000 de francos, y desde este tiempo se ha aumentado muy poco. La joyería de doublé, similor y piedras falsas ha adquirido particularmente en París mucha importancia. La esportacion de platería y joyería asciende á 7.000,000 de francos. Hace muy pocos años que ha tomado algún incremento la fabricación de bronces.
París es el centro y asiento casi esclusivo de la fabricación de instrumentos de física y óptica. Los de cirugía se hacen en Montpeller, Estrasburgo, y sobre todo en París. Los instrumentos de música son por lo general bastante buenos. Pedro Erard fué el primero que introdujo en París en 1775 la fabricación de los pianos. En Mirecrurt se emplean, setecientos hombres en la construcción de instrumentos de cuerdas y de los órganos de cilindro que sirven para las músicas ambulantes. La fábrica de la Conture (Eure) abastece de instrumentos de viento hechos de madera: Estrasburgo es célebre por la fabricación de instrumentos de cobre; Lyon por la de los instrumentos de una

sábado, junio 21, 2008

Viage ilustrado (Pág. 251)

La costumbre de pintar sobre un fondo escogido de antemano, las personas y los sucesos y de adornar con ricas decoraciones la acción que se pone en escena, se ha hecho una regla necesaria para la novela actual. En tiempo de Víctor Ducange, de Ducray Duménil (1761―1819), de Pigault-Lebrun (1758―1835), no se conocía escasamente mas que un género de novelas; pero en él dia hay la novela de costumbres, la histórica, la íntima y otras intermedias, tales como la marítima, la de capa y espada, etc. En todas ellas se han dado á conocer muchos escritores, á cuyo frente marchan Victor Hugo, Balzac, Alejandro Dumas, Jorge Sand, Alfredo Vigny, Alfonso Karr, Vitel, Merimée, Pablo Koch, Eugenio Sué, habiendo perdido hace poco uno de sus gefes, Federico Soulié.
En punto á crítica, citaremos á Mad. Staël, Benjamint Constant, José Chénier, Geoffroy, Hoffman y Villemain, que ha creado la historia literaria, dándole casi tanta importancia como á la política. El periodismo que hoy lo invade todo y que se ha hecho despótico en crítica, ha embotado las armas de ésta, á fuerza de esgrimirla, y aunque algunos escritores la manejan todavía con acierto, ha perdido mucho de su valor.
Hemos recorrido las diferentes vicisitudes por que ha pasado la literatura francesa. Nacida mucho después que la española, y siguiendo en sus principios los pasos de ésta, se hizo mas tarde original y dictó á su vez la ley. En el dia domina gran parte de los diferentes ramos que abrazan los conocimientos humanos, y somos tributarios de ella en algunos de ellos.
Consideremos ahora á la nacion francesa bajo el punto de vista comercial é industrial. Francia ha sido siempre uno de los estados mas industriosos de Europa. Desde antes de la invasión de los romanos se dedicaban los gaulos,ál comercio y á la agricultura. Conocían la jardinería y empleaban la cebada en la fabricación de una especie de cerveza. Los romanos nos hablan de la belleza de sus carneros y de su habilidad para las salazones. La parte meridional de la Gaula era la mas industriosa y culta, y por el puerto de Marsella se esportaba para Roma mucho trigo.
Los celtas, habían hecho algunos progresos en las artes de lujo: fabricaban colchones de estopa, de lino, que los romanos estrajeron durante largo tiempo del país de los cadurcos antes de saber imitarlo; y otros de recortaduras de paño que venían del país de los lingones. La Gaula se dedicaba al comercio de telas, las unas groseras, de que usaban los soldados romanos, y otras trabajadas con mas cuidado y teñidas de varios colores. Los atrebatas daban su nombre á las mas estimadas.
El laboreo de las minas era familiar á los galos; habia bastantes de hierro y cobre, y los emperadores romanos dictaron multitud de decretos sobre la explotación de todas ellas.
La invasión de los bárbaros y la disolución del imperio hicieron decaer el comercio y la industria. Sin embargo, la agricultura no fué muy abandonada, y se conservaron los grandes caminos abiertos por los romanos. Los reyes Dagoberto y Carlo―Magno establecieron ferias qué acrecentaron el comercio, y por último, con especialidad, hizo construir nuevos caminos, ensanchó sus relaciones con los paises estrangeros, mantuvo amistosas relaciones con el califa de Bagdad para la seguridad del comercio francés; reprimió la piratería y atrajo á su pais fabricantes italianos.
A la muerte de Cárlo―Magno declinó nuevamente la industria francesa, y no volvió á levantarse hasta la época de las cruzadas. A pesar de la invasion de los sarracenos, degeneró menos la agricultura en el Mediodía que en el Norte. En dicha época, los nobles vendieron sus tierras á sus subditos con la esperanza de adquirir en Oriente ricos estados, y estas enajenaciones fueron favorables á la agricultura, asi como también aprovecharon al comercio las nuevas salidas que ofrecieron las cruzadas. Los reyes, para salir de la opresión de los señores feudales, trataron de proteger á la clase llana, con especialidad á los comerciantes é industriales, y organizaron las cofradías y corporaciones para oponer una resistencia mayor a la tiranía de los nobles.
En los siglos XIV y XV sufrió mucho la industria agrícola con la guerra entre Francia é Inglaterra. Por entonces se introdujo en la primera de dichas naciones la morera, y un siglo después el tabaco. A mediados del XV publicó Bernardo Palissy una obra titulada: Medios de hacerse rico, que fué la primera de economía rural que vio la luz en aquel país. Francisco I dictó varias ordenanzas sobre los bosques, y en tiempo de Carlos IX fué llamado el ingeniero holandés Bradley para desecar varios pantanos. Habíanse concedido muchos privilegios á los mineros, sin que por eso la esplotacion de los metales adelantase mucho, y el descubrimiento de la América arruino casi totalmente esta industria.
La industria fabril fué menos estacionaria que la agrícola durante la edad media, y las corporaciones y gremios contribuyeron á desarrollarla. A mediados del siglo XIV, los flamencos fabricaban toda clase de tejidos. En tiempo del rey Juan, los judíos que huían
de Florencia crearon en Francia las letras de cambio: las cuales, si bien no fueron de un uso general hasta el reinado de Luis XI, no dejaron de contribuir al aumento dé las relaciones comerciales, que mas y mas se facilitaron con el establecimiento de postas reales debido á dicho monarca.
En tiempo de Francisco I, la industria de la seda tomó bastante incremento á causa de haberse generalizado el uso de las telas de aquella materia, y sin embargo, se importaban en Francia gran numero de estas telas y muchos paños de España y de Italia.
El comercio se repuso después de las guerras de la liga, principalmente bajo la administración de Colbert, quien fundó las fábricas de tapices de Rovés y dé los gobelinos, la de paños de Abbreville y otras varias. El mismo estableció en las fronteras una linea de aduanas, fomentó la marina y abrió canales que facilitaron las relaciones comerciales de muchas provincias. La revocación del edificio de Nantes detuvo en parte el vuelo que habia tomado la industria, a causa de las emigraciones que tuvieron lugar. Desde la época de la revolución, libre el comercio francés de toda traba pudo tomar un desarrollo superior al que tuvo en tiempo de Colbert, llegando por último á un estado muy floreciente. La protección eficaz que concedió Napoleón á la industria de su país, el gran número de mercados que las relaciones pacíficas de la Francia con otros estados, la han abierto posteriormente, los perfeccionamientos que por medio de la química, la física y la mecánica se han obtenido en multitud de artes industriales; la mejora de los caminos, el establecimiento de los de hierro, la navegación por medio del vapor, todo ha contribuido desde

jueves, junio 19, 2008

Viage ilustrado (Pág. 250)

No hemos comprendido en esta lista al hombre que fué el primero que trató de hacer conocer en Francia las atravidas concepciones del teatro inglés. Y es porque Ducis (1733―1816) no debe ser acusado de haber contribuido á la debilidad literaria de su época, sino que, por el contrario, fué arrastrado y subyugado por ella. Ducis había desarrollado con el estudio de su modelo predilecto la energía vigorosa, el atrevimiento salvage que sentia en sí mismo, y si la libertad que vive y respira en sus obras no hubiese sido encadenada por el gusto del tiempo, él hubiera sido un gran poeta. Le queda la gloria de haber dado el primer paso en la senda que el teatro debia recorrer y de haberlo dado en la senda mejor. Después de él, Pedro Lebrón, autor de María Estuardo, se dedicó, aunque con timidez y con precaución, al teatro alemán. Estas tentativas poco á poco dieron sus frutos, y la escuela romántica salió victoriosa, sino con un triunfo duradero, al menos por algún tiempo.
No comenzó, sin embargo, la reacción por el teatro, sino por la poesía lírica que tomó de repente un vuelo desconocido. Las elegías de Lamartine, las odas de Víctor Hugo, las fantasías de A. de Musset, las enérgicas sátiras de Barthelemy y Mesy desarrollaron en los poetas nuevas facultades y despertaron en los lectores nueva admiración y nueva simpatía. Apenas se obtuvieron estos resultados, la reacción se aventuró al teatro, los principios espuestos en el prefacio de Cromwel fueron puestos en accion, y el drama reemplazó á la tragedia.
Esta, no obstante, defendía el terreno. Casimiro Delavigne (1794―1844), se colocó en el límite de los dos terrenos, y trató de conciliar á los dos partidos. Alejandro Soumet (1788―1845), procuró obtener un resultado semejante admitiendo ciertas reformas y desechando las otras. Mas tarde, Ponsard, Latour de Saint Ibars, etc., han protestado con sus obras contra las invasiones del drama.
Este no se ha detenido en su marcha, al menos desde hace unos veinte años. Es verdad que despues de haber recibido una fuerte impulsión, gracias á Pinto de Lemercier, se conservó largo tiempo estacionario, no produciendo otra cosa que obras sin enredo y sin originalidad, tales como el Abate de l'Epée, de Bouilly (1763―1840), y piezas de un género falso y bastardo llamadas melodramas, cuyos autores tenian á su cabeza á Víctor Ducange (1783―1833), Guibert de Pixerecourt, etc. Pero esta era la calma que precedía á la tempestad. Por último, Víctor Hugo inauguró el drama en verso sobre las formas de la tragedia, y Alejandro Dumas dio al drama en prosa nuevas proporciones. El melodrama desapareció, y la tragedia no pudo hacerse tolerable en las raras veces que se presentó, sino á fuerza de concesiones á las nuevas exigencias del teatro.
La comedia, menos sujeta á cambios, continuaba su marcha sin agitación aparente, y descendía á su decadencia por una pendiente menos rápida. El talento de Collin de Harleville, la jocosidad de Picard (1769―1828), y el ingenio de Andrieux la habían sostenido á cierta altura, reanimando un resto de calor en el público helado por las frías elucubraciones de Etienne (1778―1845) y de Empis, Duval, Viennet d'Epagny.
De esta triste escuela salió, no obstante, Casimiro Delavigne, que comenzó una nueva era con la Escuela de los viejos, y en los Comediantes, abriendo al mismo tiempo camino á la comedia de intriga y á la comedia de costumbres, dos géneros distintos en los cuales se habían de producir obras notables, gracias á los esfuerzos de Dumas y de Scribe.
Este último nombre nos lleva naturalmente á hablar del vaudeville, en el que ha conquistado una superioridad indisputable. Con Desaugiers (1772―1827), Piis (1755―1832), Bassé (1750―1832), Monnier, Radel Desfontaines (1733―1825), el vaudeville no era otra cosa que una serie de cuadros de costumbres, mas ó menos verdaderos, pero siempre picarescos y burlones. Pero mas tarde, cuando la canción, que tiene con él tantos puntos de contacto, se elevó, gracias á Beranger, á las proporciones líricas, el vaudeville, bajo la pluma de Mr. Scribe, entró en el dominio de la comedia y adquirió cualidades delicadas y graciosas que han procurado conservar los numerosos imitadores de este fecundo modelo.
De la misma manera ocupa Seríbe el primer lugar entre los autores de óperas y de óperas cómicas, y es tal la fecundidad de su rica vena, que lo ha invadido todo, llegando en este género hasta el monopolio. Ha hecho progresar notablemente á la ópera cómica, esplotada sin talento desde Sédaine y Favart, por una porción de autores, entre los cuales son los mas notables Marsollier, Etienne y Mr. E. Dupaty. El público se ha hecho mas exigente y quiere que el libreto presente, al menos, en la parte en prosa, una pieza regular é interesante. Pero está bien lejos de ser de la misma opinión con respecto á las óperas, en las cuales el poema se halla completamente subordinado á la música y al aparato escénico, y se considera como suficientemente bueno si se ofrece al músico y al decorador, circuntancias favorables para ponerla en escena. El aparato escénico ha sido poco después todo lo que se ha exigido al melodrama y á la comedia de magia, género de composiciones destinadas únicamente á divertir la vista, y cuya invención se remonta á una época poco lejana.
En medio de la decadencia de que se acusa sin razón y sin justicia á la literatura del siglo XIX, hay un género, sin embargo, al que es imposible negar la superioridad sobre los que le han precedido. Queremos hablar de la novela. Desde el principio del siglo, esta tendencia á la narración se hizo notar en las obras francesas, sino por la forma y por la naturaleza de ellas, al menos por el número y por el lugar que ocuparon en la literatura. Las mujeres fueron las primeras que recurrieron al desarrollo analítico que permite el ancho campo de la novela, Mad. de Genlis, Mad. de Flahaut―Souza y Mad. de Stael, ocuparon casi sin rivales el terreno novelesco. Esta última escribió también obras de crítica, de historia y de ideologia.
Chateaubriand, con su imaginación brillante y su talento ingenioso y poético, sobresalió en la descripción de las maravillas que ofrece el Nuevo Mundo. Célebre ya por la influencia moral que habia ejercido en el público el Genio del Cristianismo, pudo hacer aceptar el estraño colorido que dio á sus novelas Átala y René. Estos primeros pasos en el romanticismo naciente, tuvieron que sufrir amargas críticas, pero al cabo triunfó la elocuente poesía y la interesante descripción de las pasiones que desplegaba Chateaubriand en sus escritos. Aparecieron después los Natchez y luego los Mártires, demostración dramática de la tesis sostenida en el Genio del Cristianismo.

lunes, junio 16, 2008

Viage ilustrado (Pág. 249)

ber: la falta completa de método, de la que resalta como consecuencia natural una confusión que fatiga al lector, y cuyo escollo ha sabido evitar hábilmente Mignet. Algunas veces, por su demasiada honradez, Mr. Tissot peca de sobrado indulgente, y tanto, que llega á ser casi escéptico y tiende á la impunidad de los mas culpables desvíos. En último resultado, el libro de Mr. Tissot, á pesar de sus faltas, es uno de los mejores y mas instructivos, que existen.
Mr. de Lamartine, en su Historia de los girondinos, se ha mantenido en el límite que separa la poesía de la historia, haciendo escursiones según su fantasía por los dominios de la una y los de la otra. Ha compuesto un libro magnífico, si no una obra histórica regular.
Eligiendo para objeto de sus estudios una época del todo contemporánea, y por la misma razón mas difícil de tratar, Luis Blanc, en su Historia de los diez años, ha desentrañado profundamente los efectas de la revolución realizada en 1830, y ha desenvuelto las causas de los trastornos futuros.
Por último, ademas de estos nombres se pueden citar Enrique Martin y T. Lavallée. El primero, en efecto, ha sacado un .gran partido de las primeras fuentes originales y trabajos especiales que se han publicado sobre la historia, de Francia, y la obra del segundo ha obtenido un éxito completo y merecido.
Nos detenemos aquí, porque seria largo é impropio de esta obra el enumerar las obras que se han escrito en estos últimos tiempos. Cúmplenos, sin embargo, decir que si en los escritores franceses de otras edades se encuentra confusión de ideas, parcialidad y pasiones, la ciencia, por fortuna, en los últimos tiempos va perdiendo la mayor parte de estos defectos, alejándose de las exageraciones de las escuelas y de los partidos.
Las otras ciencias cuentan asimismo entre sus adeptos notables, escritores. Malte Brun (1775―1826) ha obrado en Francia una acertada revolución en los estudios geográficos. G. Cuvier (1769―1832) ha fundado una nueva ciencia sobre observaciones nuevas también. Es admirable por la claridad de sus consideraciones, por la habilidad con que las ha sabido concentrar en su obra, y por la luz que ha dado á la anatomía comparada, á la paleontología y á la geología. E. Geoffroy Saint-Hilaire (1772―1844) habia precedido á Cuvier en la carrera brillantemente recorrida por él y cuyas puertas le abrió. Han dejado sucesores, y las clases científicas del Instituto poseen sabios escritores, entre los que es necesario nombrar en primer lugar á Arago y Flourens.
La erudición no ha dejado tampoco de ejercitarse sobre las obras antiguas. Antes ya de 1800, Levesque (1736―1812) habia publicado su notable traducción de Tucídides. Larcher (1726―1812) su traducción de Herodoto, y Guéroult (1745―1821) sus trozos extractados de la Historia natural de Plinio. Dureau de la Malle (1742―1807) publicó sus versiones de Tácito y de Salustio. Dugas Montbel (1776―1834) la mejor traducción de Homero que han poseido los franceses. Mas adelante los trabajos de este género han sido mas numerosos y mas perfectos, á medida que la ciencia filológica ha hecho nuevos progresos. Entre los traductores de nuestros tiempos es preciso citar á Burnoy (1776―1844) que ha traducido á Tácito, Vanderbourg a Horacio, Naudel á Plauto, Artaut á Aristófanes, Sófocles y Eurípides, Barthelemy Saint Hilaire á Aristóteles, Coussin á Platón, Littré á Plinio é Hipócrates, C. Louandre á Tácito y otros.
Entre los mas atrevidos que han trabajado por traducir la poesía dé una lengua á otra, se deben nombrar Delille y Saint―Ange (1747―1810) que tradujo á Ovidio, Pongerville á Lucrecio, Barthelemy á Virgilio, Caussin de Perceval á Apolonio de Rodas.
En ninguna cosa tanto como en la poesía se echa de ver la falta de cualidades enérgicas y de actividad que caracteriza la literatura de la época del imperio. Todos los géneros de la poesía padecieron y se resintieron del movimiento inmenso que se realizaba en Europa y que arrastraba en su torrente las inteligencias mas firmes y las mas fuertes. Pero ninguna cosa perdió tanto como la imaginación, la fuerza de invención, cuya ausencia se advierte, y por eso los géneros de poesía, en los cuales semejantes cualidades son necesarias, son los que sufrieron mayor desventaja. Asi, entre los ensayos épicos que se intentaron, las obras que podemos citar no son obras originales, sino simples imitaciones, como Los poemas galos de Baour―Lormian (1772―1841), Los amores épicos de Parseval de Gradmaison (1759―1814), El Aquiles en Sciros de Lucas de Lancival (1766―1810), etc. La poesía lírica, mas feliz, ha tenido al menos un nombre célebre que trasmitir á la posteridad, y Lebrun-Ecoucchard (1729―1807) con un estudio bastante profundo en la lengua poética, con una armonía bien entendida, con estilo poético adquirido y con ese delirio cuidadosamente trabajado, que se llama desorden, no ha dejado de elevarse á cierta altura. Al lado de la oda, la epístola y la elegía daban un lustre general á los nombres célebres en los otros géneros de poesía, suficiente á mantener la celebridad de Parny y á hacer nacer la de Milleroye (1782―1816). Al mismo tiempo Legouvé (1764―1813) publicaba El mérito de las mugeres, Arnault (1766―1834) y Guenguení (1748—1815) componían sus fábulas; Andrieux (1759―1833) versificaba sus cuentos.
La poesía didáctica y descriptiva continuaba marchando con el mismo brillo por la senda que ella misma había abierto en el siglo precedente. Delille añadia á sus primeros poemas La piedad, La imaginación, Los tres reinos: Cartel (1758―1832), de Fontanes (1761―1821), Chenedollé (1769―1833), Campenon (1775―1843), Lalane (1772―1842), Gudin (1738―1812) describian á cual mejor. Y como si nada estuviera al abrigo de esta manía general, Berchoux (1769―1839), la hizo estensiva á los placeres gastronómicos y celebró en verso lo que habia sido magistralmente enseñado por la prosa amena de Brillat―Savarin (1754―1826).
El teatro, principal dominio de la imaginación, era el que marchaba con mas rápidos pasos á su decadencia y á su ruina. Después de José Chenier y de Lemercier, en quien la originalidad, unas veces sublime y otras ridícula, recordaba la fábula de Faetonte, la escuela trágica imperial no daba otras señales de vida que las de algunos imitadores pesados de los grandes maestros de la escena. Arnault, Raynouard (1761―1836), d'Avrigny (1760―1823) Lucio de Lanciral, Legonvé, Delrieu (1761―1836) Souy (1769―1846) no hicieron otra cosa que marchar sobre las huellas de los poetas que los habían precedido, y sus obras son con muy pocas escepciones el símbolo del fastidio y de la vulgaridad, de los cuales el mismo genio no habia podido librar las regularidades clásicas sino con mucho trabajo. .

sábado, junio 14, 2008

Viage ilustrado (Pág. 248)

Lamartine
hecho, sin embargo, con toda la penetración de la crítica moderna en su obra sobre la geografía histórica de la Francia en la edad media, el estado de las personas y de las tierras de las diferentes clases de la sociedad bajo la dominación de las dos primeras razas, trabajos acabados con la exactitud, con la seguridad y con la paciencia propia de los benedictinos. Mr. de Barante ha conseguido un grande éxito con su Historia de los duques de Borgoña y de la casa de Valois (1364―1477). En efecto, posee esta obra preciosas cualidades, por mas que algunos críticos demasiado suspicaces pretendan probar que no ha hecho otra cosa que una traducción de trozos de antiguos cronicones. Mr. Amadeo Thierry en su Historia de los galos, ha compuesto (como ha dicho un historiador cuyo juicio amistoso ha sido confirmado por el público) una de esas obras de verdadera erudición y de conciencia, en la que los textos quedan agotados y nada dejan que decir sobre la ciencia.
De Sismondi, ilustre ya por su historia de las repúblicas italianas, ha sido juzgado por Mr. Guizot, que tacha la Historia de los franceses de ser incompleta como esposicion crítica de las instituciones del desarrollo político y del gobierno de la Francia, de ser igualmente incompleta bajo el punto de vista de la historia de las ideas, y de dejar entrever algunas veces en la relación de los sucesos pasados la reacción de las opiniones contemporáneas. Pero prescindiendo de estos defectos, Mr. Guizot reconoce que como un estado de las vicisitudes del orden social, relaciones entre sus diferentes clases, formación progresiva de la nación francesa y relación de los sucesos, la obra de Sismondi es sin disputa de las mejores.
Mr. Thiers ha escrito sobre la revolución y sobre el consulado y el imperio, obras que tienen mas de brillantes que de sólidas. Está dominado por el espíritu de parcialidad, al menos en la primera de estas obras, en que presenta la historia detallada, y sobre todo la historia pintoresca de un partido durante la revolución francesa, mas bien que la historia misma de la época. Menos brillante que Mr. Thiers, pero mas correcto, mas juicioso y mas imparcial, Mr. Mignet no ha sabido, sin embargo, evitar enteramente este escollo, es en cierta manera fatalista como monsieur Thiers, y á su ejemplo, aunque con menos frecuencia, se declara contra la clase baja, llegando á tratar hasta con desden al partido popular y á sus gefes.
La historia completa de la revolución francesa por Mr. Tissot es una obra notable concebida por un espíritu verdaderamente nacional, escrita con imparcialidad, aunque con calor y con esa emoción que revela uno de los testigos y tal vez á un actor del gran drama. Pero esta historia tiene un gran defecto, á sa―

jueves, junio 12, 2008

Viage ilustrado (Pág. 247)

nica. La jurisprudencia está ligada enteramente con la elocuencia del foro, y forma, por decirlo asi, parte la una de la otra. La tribuna francesa, que había dado ilustres oradores á las asambleas republicanas, ha dado á los tribunales dignos sucesores, y es inútil citar el número de los que en esta carrera se han distinguido.
Muchas de las voces que han defendido en la tribuna los intereses de la Francia, deben su superioridad á la costumbre de usar de la palabra en las luchas judiciales. En efecto, la tribuna política, muda en tiempo del imperio, se volvió á levantar mas tarde, cuando el gobierno constitucional abrió á los oradores esta nueva carrera. Los oradores mas notables han sido Benjamín Constant (1767―1830), Foy (1775―1825), Manuel (1775―1827), Lamarque (1770―1832), y otros varios bien conocidos de todos, que han figurado en los últimos acontecimientos de la nación vecina, entre los cuales descuella Lamartine.
La tribuna política francesa de nuestro tiempo, ha sido muy bien juzgada en los Estudios sobre los oradores parlamentarios, escritos por Mr. de Cormenin, obra maestra de crítica, de análisis, de apreciación y de estilo, que ha grangeado á su autor una reputación inmensa, aunque bajo el seudónimo de Timón, tenia ya adquirida bastante celebridad por sus folletos políticos, heredando la plaza que dejó vacante P. L. Curier (1773―1825) No creemos traspasar los límites del dominio de la elocuencia, citando al elocuente autor de tan ingeniosas sátiras.
En cuanto á la elocuencia sagrada, continúa en decadencia, y Mres. Lacordaire y de Ravignan, luchan en vano contra la indiferencia religiosa tan común en nuestros tiempos.
La historia ha quedado abandonada durante las luchas y los grandes sucesos de la regeneración social francesa, y fué tan estéril bajo el imperio, que no produjo otros trabajos que los de Sainte―Croix (1746—1809), de Daru (1765―1829), de Montlosier (1755―1838) y algunas Memorias, tales como las de Bourrienne (1769―1824), las del duque de Rovigo (1774―1833), del barón Fain (1778―1837), de Gohier, de Fauche―Borel (1762―1829.) En tiempo de la restauración fué todavia menor en esta parte el movimiento literario. La escuela monárquica, queriendo luchar contra los grandes recuerdos evocados por Norvins y Segur, quiso poetizar la edad media olvidada hasta entonces, para dar brillo á la causa de los Borbones con los recuerdos del oriflama. De aquí la Galia poética y el Tristan de Marchangy (1780―1826.)
Pero en medio de las luchas y de las disensiones políticas se habia levantado otra generación científica. Robustecida con sus estudios y con presencia de los sucesos, una nueva escuela trabajaba por marchar hacia un objeto común y por buscar en el origen y en el estudio de las viejas instituciones y de las viejas costumbres francesas la solución de los problemas fundamentales y la base de la historia de Francia. A Guizot y Thierry pertenece la gloria de haber llevado á cabo la revolución histórica del siglo XIX. Dotado de una sensibilidad profunda que se interesa por la vida de un pueblo como por la vida de un hombre, que se hace cargo de todos sus dolores y le sigue con un interés que no fatiga jamás al través de sus destinos, Mr. Thierry ha sabido pintar á los francos con todos los rasgos de su fisonomía enérgica y salvage. En las Cartas sobre la historia de Francia, que es la primera de sus obras, ha reconocido, puesto en su verdadero lugar, las franquicias y libertades del siglo XII. En la Historia de la conquista de Inglaterra por los normandos ha trazado la narración épica de la última y una de las mas importantes conquistas territoriales de la edad media, y siguiendo en sus diversas peripecias la lucha de los vencedores y de los vencidos, ha dado sentido y esplicado los sucesos que habian sido hasta ahora inesplicables en la historia de la Gran Bretaña.
En sus Relaciones de los tiempos merovingianos, ha hecho conocer por la primera vez los reyes y los hombres de la primera raza, los hábitos y costumbres de su vida privada, sus crímenes y su piedad salvage. En todos estos trabajos producidos en medio de padecimientos físicos, Mr. Thierry se ha manifestado constantemente un crítico eminente, cuando necesitaba rectificar y discutir las opiniones emitidas por otros, un erudito infatigable en la investigación de los sucesos, un grande escritor, y sin contradicción, el primer historiador francés de la época.
Mr. Guizot ha tratado la historia de Francia de una manera que recuerda á Montesquieu, no por la forma del estilo, sino por la manera de comprender las instituciones. Lo que mas distingue á Guizot es el espíritu generalizador, la mirada que lo abarca todo á un golpe de vista y que no es otra cosa que la pura abstracción de los hechos reales. Todo lo abraza á la vez, las instituciones y las ideas, la filosofía, el movimiento intelectual, la historia del pueblo, de la iglesia y de la corona. Su análisis, que abraza con facilidad los estremos de todas las cuestiones, es inatacable, á los ojos de la erudición mas minuciosa, y si su teoría del progreso continuo puede disputarse en ciertos puntos, no se le puede negar el mérito de haber constituido para la historia de Francia una filosofía que no se pierde como la de Herder ó de Vico ea una metafísica especulativa, y casi siempre inesplicable, ó bien en teorías que fuerzan el sentido de los sucesos para sostener un sistema anteriormente establecido.
Ademas de estos dos nombres, Thierry y Guizot, aparecen otros también célebres, pero por diverso camino. Mr. de Chateaubriand, que ha cubierto, según la espresion de un escritor que le admira, á pesar de la diferencia de opiniones, el osario de la nobleza y del clero con la magnífica cortina de su palabra. En sus Estudios históricos se ha conservado fiel á sus simpatías monárquicas, pero sin dejar de ser imparcial, y ha sabido disfrazar con acierto por la grandeza de su estilo y de sus ideas, lo que le falta algunas veces para completar el estudio positivo y la esplicacion de los textos.
Daunou (1761―1840) y Fauriel (1780―1845), nos parecen representar las últimas tradiciones del espíritu del siglo XVIII, claro y comprensivo, pero descargado de exageraciones injustas y apoyado sobre la ciencia mas sólida y mas vasta. Mr. Michelet, de amena erudición y de hábil colorido, ha presentado bajo una forma que algunas veces se acerca á la paradoja una gran porción de consideraciones importantes que dan un nuevo giro á un gran número de cuestiones. Michaud (1767―1840), en la Historia de las cruzadas, ha publicado un libro algo pesado quizá, y falto de elevación en algunos pasages, pero digno de aprecio bajo el punto de vista de la erudición positiva. Mr. Gerard, que desgraciadamente para la ciencia ha publicado bien poco hasta el presente, lo ha

martes, junio 10, 2008

Viage ilustrado (Pág. 246)

menzó á introducirse por entonces en Francia. También apareció el vaudeville, composición dramática salpicada de coplas cantadas sobre tonos ó aires conocidos ya.
La elocuencia forense, en el siglo XVIII fué noble y elevada, pero estuvo desprovista de calor y movimiento en boca de d'Aguesseau (1668―1751), y de Cochin (1687―1747.) Gon Gerbier (1725―1788) y Linguet (1736―1794), se hizo vehemente, entusiasta, dramático. En esta escuela se formó la juventud de donde salieron los hombres que figuraron en la revolución francesa.
Mirabeau, Barnave, Mounier, Cazales, Vergniaud, Danton, Robespierre, son bien conocidos y podemos abstenernos de ocuparnos de una elocuencia que para ser bien juzgada requiere mas espacio.
Masillon (1663―1742), habia heredado muchas de las altas cualidades que habían entaltecido á los oradores sagrados antecesores suyos. Pero abusó de su genio de amplificación, y su palabra se enervaba muchas veces. Después de Masillon, la elocuencia sagrada se oscureció, pero aun figuró Bridaine (1701―1767), mas atrevido y pintoresco que verdadero orador.
La elocuencia académica tuvo su representante en el retórico Thomas, que fué premiado seis veces por la academia francesa.
Difícil es trazar la línea que separa el siglo XVIII del siglo XIX. En efecto, hacia el fin del siglo XVIII se habia obrado un cambio en la literatura: una nueva generación de literatos, si no ya una nueva escuela, habia reemplazado á la de Voltaire, Rousseau y sus discípulos, y se distinguía de ella, aunque sus tendencias fuesen las mismas, consintiendo su principal preocupación en su deseo constante de marchar por el camino que habian abierto las huellas de sus predecesores.
Esta nueva era, ya muy entrado el siglo, habia comenzado al mismo tiempo que la gran regeneración social de 1789, en el momento en que á las ideas sucedía la acción. Por esta causa fué muy poco fecunda en resultados notables. Todas las fuerzas intelectuales habian tomado una dirección muy distante de la literatura. ¿Qué se puede exigir en literatura á la época que media entre 1789 y 1814? Muchos hombres políticos, muchos hombres de armas. Pero en cuanto al teatro, en cuanto á la poesía, en cuanto al genio literario, poco se puede esperar. Detrás, de la literatura revolucionaria, literatura mas bien hablada que escrita, y en la que los mas bellos monumentos nacieron en la tribuna, vino la literatura imperial, desprovista de movimiento y de energía, y pobre de entusiasmo y de fuego. Estas dos épocas, separadas por la barrera natural que levanta entre ellas el paso de un siglo á otro, están, sin embargo, enteramente unidas y dependen una de otra. La obra que nos va á servir de guia en este terreno las abraza á las dos, las reúne bajo el mismo punto de vista y las somete á las mismas consideraciones (1). Nosotros, sin embargo, trataremos de no contradecirnos con lo que llevamos dicho, conservando de la mejor manera posible la demarcación cronológica que hemos adoptado.
Por de pronto, los filólogos, los gramáticos, los filósofos, todos los grandes maestros del arte de pensar y de hablar, todos los creadores de la nueva lengua y de la nueva metafísica, nos recuerdan nombres que dejamos citados mas arriba, y por lo mismo es menester elevarnos á Cabanis (1757―1808), Destutt de Tracy (1754―1836), Garat (1749―1833), si hemos de encontrar obras cuya publicación ó al menos sus resultados pertenezcan a este siglo.
Los sucesores de los que hicieron triunfar bajo el directorio la escuela sensualista, poderosa aun bajo el imperio, eran Broussais (1772―1838), Laromigniere (1757―1837), de Gerando (1772―1844), etc.
Desde 1815 su influencia pasa á la escuela teológica ó espiritualista, protegida por la iglesia y adoptada por J. de Maistre (1753―1821), Fraysinous (1763―1842), Mr. De Lamennais, etc.
Por la misma época se constituyó la escuela ecléctica ó espiritualista racional, que débil por mucho tiempo y sin autoridad, llegó por los años de 1828 al mas alto grado de esplendor, y vio en 1830 su triunfo en los hechos y su caida en la opinión. Sus principales adeptos han sido Royer―Collard (1763―1846), Maine de Biran (1766―1824), Berard (1789―1828), Virey, Jeoffroy (1796―1842), Cousin, de Remusat, Damiron, Keratry, Massias, Droz, etc.
Hay ademas un número considerable de filósofos que han vivido en medio de estas influencias, sin someterse á ninguna de ellas y sin que pueda determinarse á qué categoría, á qué escuela pertenecen. Tales son Saint Martin (1771―1832), Ballanche, Buchez, Pedro Lervux, etc,
Entre los numerosos escritores que se disputaban en la época de la reacción revolucionaria la gloriosa misión de formar, de dirigir el espíritu público, Sieyes (1748―1836), es sin disputa ninguna el mas notable por la elevación de sus concepciones. En tres obras, mas importantes por la grandeza del objeto que por su tamaño, da un gran paso en la ciencia de la organización social, al mismo tiempo que descubre un raro talento de escritor. Piensa con erergía, con profundidad, con originalidad, y todas las cualidades de su pensamiento se hallan en su espresion franca y rápida. Las ciencias morales y políticas ilustraron otros nombres, tales como Rœderer (1754―1835), y Dupont de Nemours (1759―1817). En fin, J. B. Say (1767―1832), abrió caminos mas seguros y ensanchó los límites de la ciencia. Dotado de claro y penetrante ingenio, introdujo mejor orden en las teorías del escocés Smith. Después de él, Sismondi (1773―1842) hizo salir la economía política de las apreciaciones puramente materiales. Mientras que Ganilh (1758―1837). Villenueve Bargemont (1771―1829), Dunoyer, Horacio Say de Tocqueville, Duchatel, Blanqui, Rossi, L. Reybaúd, Teodoro Fix, continuaron estudiando y desenvolviendo las teorías económicas en los límites de lo posible. Otros utopistas, tales como Saint Simón (1760―1825), Fourier (1772―1837), y en nuestros dias Considerant, Cantagrel, Proudhon y otros, han trabajado y trabajan incesantemente por nacer fructificar las ideas llamadas humanitarias, socialistas, comunistas que descansan sobre la perfectibilidad indefinida de la criatura humana, y cuya realización parece impracticable ó cuando menos reservada á una época mas ó menos lejana.
La época de que nos ocupamos ha producido las leyes que rigen la sociedad francesa, y por consiguiente, ha sido fecunda en jurisconsultos. Portalis, Merlin de Douai (1754―1838), Carré de Rennes (1777―1832), trabajaron en formular la legislación napoleó―

(1) M J. Chenier. Tableau historique de la literature francaise.

domingo, junio 08, 2008

Viage ilustrado (Pág. 245)

Voltaire
cibles sentimientos que debían agradarle por contraste. Aparecieron la Nueva Eloisa, Pablo y Virginia, El sofá, Faublas, Manon Lescaut y otras. A Voltaire, que publicó unos cuentos dignos de admiración; á Diderot, en quien la habilidad de escritor hacia olvidar el cinismo á fuerza de elocuencia; á Prevost, á Louvet, á Crebillon, hijo , á Voisenon, que escribió cuentos licenciosos, á Bernardino de Saint―Pierre y á Rousseau debemos añadir otros nombres de novelistas: Marmontel (1723—1799), que dio cuentos morales, Florian (1755―1794), Mad. Cotin y Lesage, que supo sacar tanto partido de la literatura española.
Otros novelistas acudian á la ciencia y á la erudicion, Galland (1646―1715) tomó de los árabes las Mil y una noches, y Barthélemy ostentó su vasto saber en el Viage de Anacarsis.
Junto á estos debemos nombrar á Dacier (1742―1835), traductor de Eliano y Jenofonte; á Bitaubé, que tradujo la Ilíada y la Odisea, y á Tressan, que intentó poner en francés la originalidad de Ariosto.
La crítica dominó el siglo XVIII. En ella se distinguieron Voltaire, Diderot, Grimm y Vauvenargues. Rollin, Le Batteux, Marmontel y La Harpe (1739―1803), escribieron obras sobre la literatura.
Fontenelle y Lamotte―Houdart (1672―1731), se declararon enemigos de la poesía, y el mismo Voltaire decía, que la lengua francesa era rebelde para versos. Sin embargo, hizo sus ensayos de epopeya en la Henriada, y tambien publicó un poema sobre la Ley natural Luis Racine, hijo del trágico, escribió los poemas de La Gracia y La Religión, en los cuales está muy distante de su padre. Asi como la fé religiosa y la filosofía incrédula tuvo sus poetas, también los hubo para las ciencias y las artes. Lemierre (1723―1793) cantó la pintura, Dorat (1734―1780) la declamación, Saint―Lambert (1717―1803) las estaciones, Roucher (1745―1794) los meses, Esménard (1770―1812) la navegación, Fontanes (1761―1821) los vergeles, etc. Delille (1738―1813), traductor de las Geórgicas, comenzaba á marchar solo siguiendo los pasos del guia á quien primero había dado la mano. En 1800 publicó Los Jardines y El Campesino.
En la fábula se ocuparon Florian, Lamotte y el duque de Nivernais; pero no llegó á la altura en que la había dejado La Fontaine. Respecto de los cuentos en verso, nombraremos ademas de Voltaire á Gresset, Pirón y Grécourt. Parny (1753―1814), en su Guerra de los dioses, descubrió originalidad de composición y abundancia de pormenores.
Aparecieron algunas muestras de poesía lírica, pero débiles. J. B. Rousseau fué frio en sus odas; Lomotte fué mas frio todavía; Malfilatre y Gilbert murieron ignorados; Andrés Chenier (1762―1793), dotado de cierta chispa poética, contribuyó con sus versos á la regeneración de la poesía francesa.
El teatro no estuvo abandonado. Voltaire, joven aun, escribió su Edipo, y después dio otras tragedias, cuyos títulos mas notables son: Artemisa, Mariana, Bruto, La muerte de César, Tancredo, Zaida, Alcira, Semíramis, Orestes, Roma salvada, Irene; pero fué muy inferior á Corneille y á Racine.
Crebillon (1674―1762), se distinguió como autor dramático, por su originalidad; fué el primero en comenzar á infringir las reglas establecidas por los demas, escribiendo Catilina en siete actos; pero le faltó el valor en el momento de la prueba, y redujo su obra a las proporciones clásicas. Su obra mas notable fué Radamisto y Cenobia; Voltaire refundió alguna de sus piezas. Entre los demás poetas trágicos nombraremos á Lamotte, Marmontel, La Harpe, Lemiere, La Noue, Lagrange―Chancel, Lefranc de Pompignan, Saurin, De Belloy, que escribió El sitio de Calais y Gabriela de Vergy. María José Chenier se hizo notable en Cárlos IX, Enrique VIII, Cayo Graco, Timoleon, Fenelon y Tiberio.
Voltaire también se ensayó en la comedia, pero fué poco feliz en sus producciones el Indiscreto y Nanina. Regnard continuaba distinguiéndose en los Menecmos y el Legatorio universal. Destouches (1680―1754), quiso seguir los pasos de Moliere, pero quedó muy atrás. Lesage escribió Turcaret; Mariveaux se hizo de moda creando un género distinto en sus comedias tituladas La sorpresa del amor, Las falsas confidencias, Los juegos de amor y fortuna, Pirón publicó una comedia muy notable con el título de la Metromania.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la comedia decayó mucho á pesar de haberse dedicado muchos á ella. Haremos, sin embargo, una escepcion en favor de Beaumarchais (1732―1799), que escribió El barbero de Sevilla, El casamiento de Fígaro y otras comedias donde se notan tendencias á amalgamar lo cómico con lo trágico.
Después de Campistron, que imitó las óperas de Quinault, asi como imitaba las tragedias de Racine, el drama lírico decayó mucho. Fontenelle, Lamotte, Duché, Danchet procuraron en vano darle algún esplendor. Voltaire fué muy flojo en este género, Juan Bautista Rousseau muy nulo, Beaumarchais ridículo, J. J. Rosseau supo someter á la música una obrita recomendable por ciertas cualidades dramáticas ó poéticas, tales como la ingenuidad, la sensibilidad y la gracia. Verdad es que J. J. Rosseau compuso por sí mismo la música de su ópera, y no tuvo, por consiguiente, que discutir con nadie lo que podia convenirle.
Por lo demás, El adivino de aldea podrá considerarse como una transición á la ópera cómica que co―

viernes, junio 06, 2008

Viage ilustrado (Pág. 244)

Rousseau
sentimiento, y Mad. De Maintenon (1635―1719), mas profunda, mas penetrante, mas seria; pero menos interesante y menos variada.
A medida que la sociedad francesa envejecía, el entusiasmo se apagaba, las ideas se hacían positivas y el fondo se sobreponía á las formas. El siglo XVIII fué el siglo de la prosa en Francia. Fecundo en escritores elocuentes, en profundos sabios y en hábiles lógicos, fué estéril en poetas.
Arouet de Voltaire (1694―1778) fué la personificación evidente de la época en que vivió, y la gloria de habérsele considerado como el representante de su siglo, la debió mas bien á su universalidad que á su superioridad en cada uno de los géneros en que se distinguió. De todo habló, todo lo discutió, todo lo conoció; no hay senda literaria por donde no diera algunos pasos.
Abrigaba Voltaire un odio instintivo á lo existente; tenia una inclinación irresistible á burlarse y criticar de todo. La incredulidad burlona que Voltaire oponía á todo lo que él mismo no habia imaginado, tuvo prosélitos y se adornó con el nombre de filosofía, palabra que entonces tomó un sentido especial, designando la hostilidad á lo establecido y la oposición razonada en materia de religión, de moral y de política. En ninguna parte se advierte mejor esta tendencia que en los artículos de la Enciclopedia, en la cual trabajó Voltaire, y á cuyo frente estaban Diderot (1713—1784) y el elocuente matemático d'Alembert (1717―1783). Siguieron la misma escuela Helvecio (1715―1771), Prades (1720―1782), Holbach (1723―1789), Naigeon (1738―1810), Volney (1757―1820), mientras que Condillac (1715―1780), escritor notable por su método y claridad, era reconocido como gefe de la escuela sensualista, y Condorcet (1743―1794), partiendo del mismo principio, cumplía la solemne instauración de la filosofía de la historia, y Vauvenargues (1715―1747) merecia ser llamado el Pascal del siglo XVIII.
Entre los rivales que tuvo Voltaire, el mas ilustre fué J. J. Rousseau (1712―1778). Aquel combate en nombre de la sociedad los abusos: éste ataca la sociedad misma de donde nacen los abusos. Construye una sociedad nueva sobre un plan que él mismo reconoce al fin como imposible, se deja llevar de un falso entusiasmo hacia la vida primitiva, y predica la moral negando el Evangelio; en cuanto á sus creencias, se pronuncia por un justo medio entre la fé y la incredulidad.
El estilo seguía naturalmente el mismo rumbo que las ideas. Sacrificaba la nobleza á la claridad, cortaba en frases cortas el período de Bossuet y Fenelon; se adaptaba maravillosamente á las ideas científicas que se iban desarrollando. Voltaire se ocupaba de todas materias: Rousseau hacia un diccionario de música; d'Alembert era elocuente enseñando matemáticas; Buffon (1707―1788) describía los fenómenos de la creación con estilo armonioso, noble y elevado Reaumur (1689―1757), Hauy (1743―1822), Fourcroy (1755―1809) daban inmensos pasos con sus escritos en el terreno de la física, de la química y de la mineralogía, mientras que Fontenelle en su Pluralidad de los mundos ponia al alcance de los profanos las teorías mas abstractas de la astronomía y cosmogonía. Los gramáticos, tales como Dufresnoy, Olivet y Dumarsais sentaban los principios del arte de hablar, y por otro lado aparecía una ciencia nueva, la economía política, en cuyo ramo figuraron Saint-Pierre, el doctor Quesney, Thurgot y Mirabeau, el padre.
La historia tomaba, si no proporciones nuevas, otra dirección; se empezaban a estudiar las causas y los efectos de las cosas humanas mas bien en sus relaciones entre sí que en la intervención de la Providencia. Voltaire dio su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, El siglo de Luis XIV y la Historia de Carlos XII. Montesquieu (1689―1755) publicó con asombro del público su obra titulada De la grandeza y de la decadencia de los romanos. Su Espíritu de las leyes no causó tanta sensación, pero fué un poderoso instrumento de progreso por las altas miras de política que envolvía.
Freret (1668―1749), Boulainvillers (1658―1722), Dubos (1670―1742) dieron también algunos trabajos históricos.
Mably (1709―1785) se ocupó también de historia, fundando sus teorías en la idea falsa de haber existido igualdad entre los galo―romanos y los francos en los tiempos primitivos.
Raynal (1713―1796) publicó con aceptación una Historia filosófica de las Indias; Henault dio un compendio cronológico de la historia de Francia, y Rulhiere fué á buscar á Rusia y Polonia los materiales para fundar su reputación.
Citaremos también á los historiadores Rollin, Anquetil, Duclos, Brequigny, Gaillard, Linguet, Saint―Fox, etc.; pero ninguno se aproximó tanto á los que hemos mencionado anteriormente como Volney en sus Ruinas, donde se estiende en meditaciones sobre el destino de los grandes imperios.
El siglo XVIII, tan fértil en sucesos y grandes peripecias, no produjo, sin embargo, en Francia muchas Memorias. Citaremos las de Saint―Simón (1675―1755), de Mad. Staal (1693―1750), del mariscal de Berwick (1691―1734), del duque de Noailles (1678―1766), del italiano Casanova (1725―1799) y de madama Roland (1754―1793).
La novela heroica habia muerto; aquella sociedad necesitaba la pintura de pasiones profundas y de apa―

jueves, junio 05, 2008

Viage ilustrado (Pág. 243)

Los autores cómicos franceses contemporáneos de Moliere, palidecen á su lado. Podemos, sin embargo, citar á Raimundo Poisson, Montfleury, Boursault, Brueys y Palaprat.
Se considera como digno sucesor de Moliere á Regnard (1617―1709); pero no tuvo tanto fondo ni tanta filosofía; en Regnard se encuentra lo cómico de los caracteres unidos á intrigas y situaciones que escitan la risa.
Nombraremos algunos autores de poesías ligeras, como Chapelle (1626―1686), Chaulieu (1639―1720), La Fare (1644―1712) y entraremos á hablar de los prosistas.
Lo que Malherbe habia hecho para la lengua poética, lo hizo Guez de Balzac (1594―1655) para la prosa. Fué este escritor paciente, laborioso, hábil, muy cuidadoso del lenguaje, pero poco entusiasta por las ideas. Quiso dar flexibilidad á la lengua francesa y mas armonía, de lo cual resultó que en sus tres obras El Príncipe, Aristipo y El Sócrates cristiano, hubo algo de pompa y á veces de pedantismo. Sucedióle Voiture, que también contribuyó á perfeccionar la prosa francesa.
En 1634, Richelieu fundó la Academia francesa, y pronto sonaron los nombres de Vaugelas, Lamothe le Vayer, Furetiere, Regnier―Desmarais, La Monnie, Richelet, Menage, Bouchours y otros. Dieron lugar á buenos escritos las discusiones sobre el Cid y las disputas teológicas. Mientras que Bossuet defendía la ortodoxia católica en varias obras, y entre otras en la Historia de las variaciones, algunos hombres retirados á la soledad de Port―Royal cultivaban todos los ramos de las ciencias y encargaban á Blas Pascal (1623―1662), que refutase á los doctores de la Sorbona. Aparecieron entonces las famosas Provincinles, los Pensamientos de ese último autor y los escritos de Descartes (1596―1650), considerado por Cousin como uno de los fundadores de la prosa francesa.
Entre los mas fervientes discípulos de Descartes, citaremos á Malebranche (1638―1715), cuyos Entretenimientos metafisicos se consideran como un modelo en su género.
Al lado de los filósofos deben figurar naturalmente los moralistas. La Bruyere (1644―1696), y La Rochefoucauld (1613―1680) que se propusieron instruir á los hombres presentándolos á ellos mismos retratados en sus escritos.
La crítica filosófica é histórica fué representada por Bayle (1616―1706), escritor bastante hábil, pero difuso y trivial.
La elocuencia francesa fué en aquella época muy notable. En el jesuíta Lerigendes (1591―1660) se habia notado algún adelanto, que fué mas sensible en San Francisco de Sales (1567―1622.) Después aparecieron Mascaron (1634―1703), Bossuet, Bourdaloue (1632―1704), Fléchier (1632―1710.)
En Mascaron todavía hay algún resto de mal gusto, la sublimidad de Bossuet asombró: Bourdaloue no fué tan elevado; pero si mas lógico y regular: Fléchier estudiaba mucho el estilo, y aparecía demasiado uniforme, pero se espresaba en lenguaje flexible y armonioso.
Después de estos hombres notables vino Fenelon (1651―1715) que se hizo notable por su candorosa sencillez y por su abundancia en imágenes bíblicas.
La elocuencia forense y parlamentaria no estuvo á la misma altura que la religiosa. Citaremos tan solo los nombres de Lemaistre (1608―1658), Patru (1604―1681), y Pellisson (1624―1693.)
Al frente de las obras históricas que entonces dieron á luz los escritores franceses, colocaremos el Discurso sobre la historia universal, escrito por Bossuet. En esta obra desplegó este autor cierta habilidad para esplicar los hechos por causas providenciales, y descubrió grandes dotes de historiador; pero la escribió con demasiada elevación, si se tiene en cuenta que la destinaba para la enseñanza de la juventud. Hardouin de Perefixe (1605―1670), Mézerai (1610―1683), Juan Laboureur (1623―1675) el padre Daniel (1649―1728), Saint Evremont (1613―1703), Coeffeteau (1534―1623), Godeau (1605―1672), Teodoro Godefroi (1580―1649), el cardenal de Retz (1614―1679), Saint Real (1639―1692), Vertot (1655―1735), fueron los que después de Bossuet se distinguieron mas en el género histórico.
Junto á las graves narraciones de la historia corrían relaciones menos serias, mas personales, mas vivas. Después de haber escrito la Conjuración de Fiesque, el cardenal de Retz escribía sus Memorias, imitando á muchos antecesores suyos, y destinado á ser imitado á su vez. Bassompierre (1579―1616) escribe en la Bastilla la relación de sus embajadas, de sus combates y de sus amores; Mad. de Motteville (1621―1698), Monglat (1610―1675), Gourville (1625―1703), Omer Talón (1595—1652), el mariscal de Villar (1653―1734) mezclan con los acontecimientos políticos los accidentes de su vida privada, Luis XVI sigue el ejemplo dado por Richelieu, escribiendo una especie de testamento político, tan notable por la magostad del estilo como por el alcance de las ideas, mientras que el frío Dangeau lleva hasta el ridículo las minuciosidades de su Diario de la córte, y Tallemand des Réaux pone al descubierto en sus historietas todos los personages de su época. Citemos también las Memorias de Gramont por Hamilton (1646―1720), y la Historia amorosa de las Galias de Buss y Rabutin (1618―1693). Ambas obras pueden considerarse como una transición de la historia á la novela.
La novela caballeresca estaba gastada y comenzó á aparecer en Francia la novela pastoral á imitación de las de Cervantes. Honorato de Urfé (1567―1625) desplegó en la Astrea una exageración de sentimientos y un lujo de descripciones campestres que escitaron entusiasmo. Sus sucesores siguieron el mismo ejemplo, y entonces aparecieron la Clelia y el Artamenes de la señorita de Scuderi (1607―1701), la Alcidiana y la Prolexandra de Gomberville (1600―1647), la Casandra y la Cleopatra de la Calprenéde, muerto en 1663.
Scarron con su Roman comique introdujo la novela de costumbres, y Mad. de La Fayette (1632―1693) escribió la Princesa de Cléveris. Cyrano de Bergerac habia creado la novela satírica con su Viage á la luna, y al lado de él figuró Carlos Perrault (1628―1703), autor de los cuentos de hadas.
Entre los campeones de la antigüedad, ninguno sirvió mejor su causa que Fenelon, el cual hizo la obra maestra titulada Aventuras de Telémaco, que pudiera parecer de mano griega.
Terminaremos la revista de este siglo citando en el género epistolar á dos escritores franceses, cuya celebridad será duradera. Mad. de Sevigné (1627―1696), que reunió la gracia, el ingenio, la viveza de imaginación, á la solidez del juicio y al encanto del

martes, junio 03, 2008

Viage ilustrado (Pág. 242)

Juan de Rotrou, Pedro Corneille y Gabriel Gilbert.
En 1629, dió Mairet su Sofonisba, primera tragedia regular y sometida á las tres unidades. Sucedió á esta obra la Mariamnœ de Tristan, y ya en estas obras se comenzaba a advertir la revolución que se preparaba. A las estravagancias se sucedían las situaciones verdaderamente trágicas, y un estilo ampuloso todavía, pero grande, vehemente y sostenido. Poco tiempo después, surgieron los dos poetas dramáticos que se consideran como los padres del teatro francés. Corneille había ya dado muchas comedias ó tragedias medianas, tales como Melito, Clitandro, la Viuda, la Galería del palacio, Medea, etc., Rotrou habia dado veinte piezas, desde 1628 á 1636. Pero estos no eran mas que ensayos. En 1636, el público se entusiasmó oyendo el Cid, verdadera obra maestra que suscitó violentos ataques por parte de Scudery y otros á quienes alentaba Richelieu. Rotrou, lejos de resentirse por la gloria que adquiria su rival, quiso ser su émulo y dió las obras tituladas Saint―Genest, Wenceslao y Cosroes. Corneille, por su parte, cansado de oir que le achacaban la falta de invención, produjo los Horacios, Cinna, Pompeyo, Poliucto, Pompeyo y Rodoguna. Después comenzó á decaer en las tragedias Teodoro, Edipo, Sertorio, Oton, Agesilao, Atila y Surena. Como último esfuerzo de su cansada musa, dió con algún mejor éxito el Heraclio en 1647 y el Nicomedes en 1652.
Aun vivia Corneille cuando ya tenia un sucesor. Juan Racine, que vivió de 1639 á 1699; dió su primera obra en 1664. La Tebaida, ó los Hermanos enemigos y el Alejandro que apareció en 1665, se resentian todavía de la influencia del primer maestro de la escena. Habiendo obtenido un éxito mediano en su Tebaida, Racine comenzó á desplegar en Alejandro un lujo de sentimentalismo heróico que le sentaba mejor y que en él parece bien después de haber parecido mal en su predecesor. Pareció Andrómaca, y este tercer ensayo abrió al nuevo poeta el camino donde debia ilustrarse. Racine, dejando á Corneille la grandeza ideal de los caracteres y la representación de los combates de la voluntad contra la pasión, intentó analizar la marcha y las revoluciones de los sentimientos en el alma humana, y desplegar el curioso espectáculo de aquellos móviles morales que imprimen á las pasiones una marcha tan desordenada en apariencia, tan regular y lógica en realidad. Una vez emprendida esa tarea, Racine la cumplió con singular acierto, y si el primero de los méritos, para el poeta y el escritor, consiste en la ejecución completa de la obra que se ha propuesto llevar á cabo, con senda recta y constante hacia un fin determinado, pocos habrán conquistado como Racine los elogios de la admiración. Se le disputa, sin embargo, la escelencia de la tarea y la buena elección del fin. Consistiendo este método en poner en escena las abstracciones morales en forma de individualidades demasiado completas para ser verdaderas, esa propensión á adornarlo todo, á embellecerlo todo, á dulcificarlo todo, esa persistencia en reemplazar la emoción que resulta de los hechos por el interés que escita la perfecta ejecución de una tarea propuesta, no es lo que el espectador va á buscar al teatro, ni lo que pide al poeta dramático. Ademas, esa perfección misma que se encuentra en la ejecución de la obra y en su concepción, asi en el estilo como en el pensamiento, esa armonía tan igual, esa corrección tan sostenida, tienen sus inconvenientes La poesía no se remonta á los espacios sublimes, sino con la condición de recobrar fuerzas tomando tierra, y la perfección no puede existir uniforme y no interrumpida sino á cierta elevación. Una tragedia de Racine puede compararse á una pradera llana, al color de un cielo puro, y las grandes llanuras no se encuentran en la naturaleza sino á cierta elevación, asi como los cielos azules no brillan sino con luz suave; las grandes montañas se elevan en medio de precipicios, y el relámpago brota de entre las nubes.
Después de Andrómaca, Racine dio diez y ocho tragedias: Británico, Ifigenia en Aulide, Berenice, Bayaceto, Mitrídates, Fedra, Ester, Atalía. En todas ellas conservó siempre las mismas dotes.
Racine tuvo sus detractores. Sabida es de todos la intriga que se organizó contra su Fedra y en favor de la que compuso Pradon; la duquesa de Orleans le tendió también un lazo encargándole que compusiera una Berenice, como á Corneille, y obligando asi á ambos poetas á ponerse en pugna. Racine, con el auxilio de Boileau, triunfó de sus enemigos. La Judit de Boyer, la Medea de Longepierre y el Aspar de Fontenelle, fueron atacados por violentos epígramas. Entre los trágicos cuyo nombre puede citarse, se cuentan también Durger, que dio á Lucrecia y Scevola, Campistron, débil imitador de Racine, y Lafosse, autor del Manlio.
Quinault fué amargamente censurado por Boileau, pero no deja de tener cosas buenas. En lo que mas se distingue es en el género lírico, y sus óperas pueden considerarse como obras maestras en el género. Las mas notables son las Fiestas del Amor y de Baco, Cadmo, Alceste, Teséo, Athys, Perseo, Faetonte, Rolando, el Triunfo de la Paz y sobre todo Armida, representada en 1686.
Hablemos ahora de los poetas que no se sometieron á la escuela de Boileau y que se hicieron notables por su originalidad.
Juan de la Fontaine (1621―1693) comprendió la imitación antigua de otro modo que Ronsard; fué imitador, mas no esclavo; á veces se hizo superior á sus modelos. Escribió fábulas, cuentos, odas, elegías, comodias, paráfrasis y salmos. Desde Perrot de Saint Cloot, autor del romance de la Zorra en el siglo XII, hasta Corrozet. Guéroult y Hégemont que escribieron fábulas en el siglo XVI, ningún hombre había dejado recuerdos tan imperecederos como La Fontaine.
Moliere (J. R. Poquelin, (1622―1673) puede considerarse como el creador de un nuevo género. Rotrou habia hecho comedias antes que Moliere; Corneille también las habia hecho, pero eran comedias de intriga, sin verdad y sin naturalidad. De las obras anteriores á Moliere, á las de este autor, hay una distancia inmensa. El cómico de Moliere no tuvo mas modelos que la naturaleza; fué de observación y no de convención, y supo escitar interés en medio de acciones sencillas. También se ensayó en el género serio y dio una tragi―comedia titulada: Don García de Navarra, y un drama que tituló el Convite de Piedra. Sus principales comedias, muchas de ellas traducidas al español son: La Escuela de los Maridos, (1661) La Escuela de las Mugeres (1662), El Misántropo (1666), El Hipócrita ó Tartufe (1667), El Avaro (1668), Las Mugeres Sabias (1672), El Médico á Palos (1666), El Enfermo Imaginario (1673), El Casamiento por Fuerza (1664).

domingo, junio 01, 2008

Viage ilustrado (Pág. 241)

Fuente monumental erigida á Moliere

Gombauld (1576―1656) y Malleville (1597―1647) adquirieron el uno por sus epigramas y el otro por su soneto de la bella Matinense una verdadera gloria. También se distinguió en los sonetos el poeta Desbarreaux (1602―1673). Los franceses se dividieron en uranistas y jobelinos, con motivo de dos sonetos, el uno de Voiture á Urania, y el otro de Bensarade sobre Job. Asi, mientras las pequeñas composiciones se llevaban la palma, mientras que florecía el genio burlesco, y Scarron (1610―1060) atraía todas las simpatías alrededor de sí, las grandes tentativas abortaban y quedaban reducidas al olvido. Su gloria presente era oscurecida por el tedio que las obras serias llevan consigo; su gloria venidera debía perecer á los tiros de una crítica zumbona, aficionada á versos regulares, pero desconocedora de la verdadera poesía. No se ha esplicado aun de una manera satisfactoria la causa de los débiles frutos que la poesía épica ha producido en Francia. Y no consiste en que este género de poesía no se haya ensayado en ese país, porque en el siglo XVII aparecieron muchas epopeyas, todas malas. Citaremos el Moisés, de Saint―Amand; el Alarico, de Scuderi; el Clodoveo, de Desmarets de Saint—Sorlin; la Farsalia, de Brébeuf; el San Luis, de Lemoyne; y la famosa Doncella de Orleans, de Chapelin. Todos estos poemas fueron condenados á la inmortalidad del ridículo por la pluma de Boileau. Este último (1636―1711), vino á dar, por decirlo asi, estabilidad á la literatura clásica, siguiendo, pero con mas rigor, la escuela de Malherbe y de Réguier.
En cuanto al teatro, después de seguir éste los impulsos del español, comenzaba á entrar en la senda clásica. A Alejandro Hardy siguieron Teófilo Víau (1590―1626), Tristan l´Hermite (1601―1655), Mairet (1601―1686). El cardenal Ríchelíeu se divertía en idear planes de obras dramáticas, y en confiar su ejecución á poetas pagados, cuyos nombres eran Bois Robert, Claudio de l'Estoile, Guillermo Collet,