sábado, abril 30, 2011

Viage ilustrado (Pág. 556)



Catedral de Oviedo


cada uno contiene una urna sepulcral donde están encerrados los restos de cada rey y de su respectiva esposa. En el suelo se ve una gran tumba formada de dos piedras toscas, y que tiene de altura como dos pies. Este es, según se dice, el sepulcro de Alfonso el Casto, el cual tal vez por justa veneración no fué renovado ni movido como los demás. A este panteón le da entrada una verja de hierro, y hay ademas otra puerta tapiada, por la que venían en otro tiempo las comunidades de los cercanos monasterios de San Vicente y San Pelayo, todos los dias á orar sobre el sepulcro del rey Casto, considerado en Asturias como santo. Sobre dicha puerta se ve el largo epitafio siguiente:
En este real panteón yacen los cuerpos de los señores reyes y reinas siguientes: El señor rey don FruelaI1 de este nombre, hijo del señor rey don Alonso el Católico, I de este nombre, quien pobló á esta ciudad, y trasladó esta santa iglesia al sitio que hoy tiene. El señor rey don Bermudo, llamado el Diácono, sobrino del señor rey don Fruela. El señor rey don Alfonso el Casto, hijo de dicho señor rey don Fruela, quien fundó esta real capilla para su real sepulcro y de sus progenitores. El señor rey don Ramiro I de este nombre, hijo del señor rey don Bermudo. El señor rey don Ordoño I de este nombre, hijo de dicho señor rey don Ramiro. El señor rey don Alfonso el Magno III de este nombre, hijo del dicho señor rey don Ordoño. El señor rey don Garcia I, hijo del señor rey don Alfonso el Magno. La señora reina doña Geloira, muger del señor rey don Bermudo. La señora reina doña Urraca, muger del señor rey don Ramiro I, y otros muchos cuerpos de señores príncipes é infantas. Reedificóse el año de 1712. Reinando la magestad católica del señor rey don Phelipe V de este nombre.
Del mismo gusto churrigueresco que la capilla del rey Casto es la de Santa Eulalia de Mérida, patrona de Asturias, cuyas cenizas traídas de aquella ciudad por el rey don Silo, están guardadas en un elegante altar, que en forma de sepulcro ocupa el centro de la capilla. La antigua iglesia de San Miguel, hoy también unida á la catedral, es una de sus preciosidades. Consta de dos pisos: el inferior está cubierto de una fortísima bóveda, y se sube al superior llamado la Cámara santa, por una ancha escalera que arranca desde el crucero de la catedral. La Cámara santa es una bellísima iglesita bizantina (que se cree era la capilla real) de 25 pies de largo y 16 de ancho, y cuja bóveda con varías y delicadas labores, está apoyada en los muros, pero finge sostenerse por seis columnas de diversos mármoles, en las que están entalladas doce figuras, dos en cada una, que representan los doce apóstoles. El pavimento es muy estraño, y consiste en una especie de mosaico de distintas piedras embutidas en argamasa durísima. La capillita que está á la cabecera, tiene el mismo ancho con 18 pies de fondo, pero es mas baja, como en todas las iglesias del siglo IX, y que se conservan en Asturias y Galicia. Esta iglesia ó capilla es bastante oscura, pues no recibe mas luz que por una estrecha ventana que hay al testero. En el centro de la pieza está colocada y sirve de altar, la famosa arca de madera incorruptible, traída de Jerusalen á Cartagena y Toledo, y de aquí a Asturias, por el metropolitano Urbano, cuando la irrupción agarena. Permaneció enterrada en una cueva del Monte Sacro, cerca de Oviedo, hasta la fundación de la catedral; y en el reinado de Alfonso VI, fué abierta con toda solemnidad, y sacadas de ella parte de las muchas reliquias que contenia, y que hoy se ven en la Cámara santa. El arca está cubierta de planchas de plata que tienen esculpidas multitud de figuras, y una inscripción votiva. Muchísimas son las reliquias que se conservan en esta capilla, entre otras debemos recordar una sandalia de San Pedro, un trozo de la vara de Moisés, un pedazo del Santo Sudario, una de las ánforas de las bodas de Cana, los cuerpos de los mártires Eulogio y Leocricia, traídos de Córdoba por Alfonso el Magno, etc. etc. Pero lo que mas nos llamó la atención fueron las dos famosas cruces de la Victoria y de los Angeles que se custodian allí. La primera, que como ya dijimos, es de madera de roble, sirvió de enseña á don Pelayo; fué depositada en la ermita de Santa Cruz de Cangas, revestida de oro y piedras preciosas, en el castillo de Gauzon por Alfonso el Magno, y donada por éste á la catedral; es magnífica y sirve de guión al cabildo en las grandes solemnidades. La de los Angeles es mas bella aun; sus labores son delicadísimas, y también está cubierta de piedras preciosas. El gusto de sus adornos parece arábigo, y es muy posible que los dos ángeles peregrinos de que las crónicas hablan, fuesen dos diestros plateros moros de Córdoba. Ademas de lo referido, se ven en la Cámara santa los retratos de don Pelayo, Fruela, Alfonso el Casto y Alfonso el VI. Todos los dias por mañana y tarde, suben dos canónigos á abrir esta devota capilla y mostrar las reliquias

viernes, abril 29, 2011

Viage ilustrado (Pág. 555)

tro. Los riosNora y Nalon corren muy cerca de la ciudad, y se reúnen como á media legua de distancia. La parte antigua, la Cité, conserva aun en muy buen estado los muros de que la rodeó Alfonso el Magno en 901, y el castillo edificado al mismo tiempo, lleva hoy el antiguo nombre de Fortaleza, y está destinado á cárcel pública. En uno de sus ángulos subsiste bien conservada una lápida del tiempo de la fundación, en la que se ve esculpida la cruz de la Victoria, entre el alpha y omega, insignia de Alfonso el Magno, y armas actuales de Asturias, y una inscripción latina que dice asi en castellano.


Pon, Señor, en estas casas el signo de la salud, y no permitas entre en ellas el ángel prevaricador.


Las calles son regulares y vienen, en su mayor parte, á terminar á la plaza de la Constitución; uno de los frentes de esta lo ocupan enteramente las casas consistoriales, que son grandiosas, y otro el suntuoso templo de San Isidoro, que perteneció á los jesuítas (1). Las calles son bastante limpias y bien empedradas, y las casas particulares, aunque antiguas en su mayor parte, espaciosas, cómodas, de buena construcción y de aspecto señorial. Entre estas, son magníficas y merecen el nombre de palacios, las del marqués de Campo Sagrado, las del conde de Nava, la de Heredia, la del duque del Parque, en que está situada la fábrica de armas, etc., etc. El trato social en Oviedo es muy fino y en nada desmerece al de la alta sociedad de Madrid, y los jóvenes de ambos sexos visten con elegancia y lujo: tiene la ciudad escelentes paseos; el principal el de Chamberi, con plazuelas y cómodos asientos de piedra, frondosos árboles y bellas vistas, el de la Tendería y el del Campo de los Reyes, por donde pasa el camino real que va á Gijon. Al terminar este hay un sencillo, pero elegante monumento de mármol, dedicado á la memoria del ilustre Jovellanos, y en el que se \e su escudo de armas, el de Asturias y el de España. El acueducto de que hicimos mención es de piedra de sillería, tiene cuarenta y un arcos sobre elegantes pilares y conduce el agua desde el manantial de Gitoria en la falda del monte Naranco. Fué construido por el arquitecto Juan de Cerecedo y reedificado por el asturiano Gonzalo de la Barcena que le dio mas elevación. Se acabó esta fábrica en l549 y costó 17,600 ducados. Cerca del acueducto está el hospicio, grande y magnífico edificio, uno de los primeros de su género en España, fué trazado y dirigido por don Pedro Menendez en 1766, y la capilla y su elegante cúpula, construidas por los planos que al efecto remitió don Ventura Rodriguez en 1768. La cúpula tiene cincuenta pies de diámetro y ciento de altura, y la capilla que muestra por el esterior la figura de un octógono, y en el interior la de un círculo, está decorada según el orden dórico. Del mismo arquitecto Menendez son la torre y pórtico de Santo Domingo, con columnas, arcos é impostas, de los órdenes dórico y jónico. Hizo el mismo artista varias obras en la universidad para la biblioteca, y en el hospicio para aumentar las fábricas de hilaza de lino.
El edificio rey de esta ciudad de palacios y monumentos es la catedral, que merece un lugar distinguido entre las mejores de España. Tiene la forma de una cruz latina, y consta de tres naves y de una porción de capillas laterales. Pertenece al género gótico-germano, y está enriquecida profusamenle con multitud de ornatos delicadísimos, en especial la torre, que parece de encage, que es la mas bella del reino, pues aventaja en altura y delicadeza de sus cresterías y trepados á los famosos chapiteles de Burgos. Para su fábrica concedió el rey don Juan I, el privilegio de escepcion de tributos para diez canteros de los que se ocupasen en la obra. Antes de comenzar la torre, y á mediados del siglo XIV, se trabajaba ya en el lindísimo claustro, obra maestra del género gótico, y para lo que habia donado Alfonso XI la suma de 24,000 maravedís en una peregrinación que hizo á Oviedo. Al actual templo se dio principio en tiempo del rey don Juan I, siendo obispo de Oviedo don Gutierre de Toledo. Este prelado obtuvo del mismo monarca en las Cortes de Segovia de 1383, la merced del condado de Noreña, para sí y sucesores en la sede ovetense, la cual conservan hoy. La catedral de que hablamos ocupa el mismo sitio que la primitiva, fundada por Alfonso el Casto, y construida por su arquitecto Thioda. De esta no se conserva mas que el campanario y la Cámara santa que son de arquitectura bizantina. La capilla mayor se terminó en 1412, y la torre en 1556; pero derribada por un rayo en 1576, fué reparada inmediatamente. Ostenta en su cúspide la cruz de los ángeles, blason como ya dijimos de la catedral y de la ciudad. La antigua basílica de Santa María está hoy unida á la catedral, y forma una de sus capillas. Al presente es conocida con el nombre de Nuestra Señora de Recasto aludiendo á su fundador Alfonso el Casto. Según nuestros cronistas antiguos, tenia esta iglesia cien pies de longitud, estaba dividida en tres naves con seis arcos cada una, tenia tres altares, bóvedas lisas y adornos de mármol traido de las ruinas de Lugo de los Asturos. Reedificada esta célebre iglesia en 1712, en tiempo de Felipe V, por cuenta y dirección del obispo de Oviedo, Fr. Tomás Reluz, se presenta hoy, si bien espaciosa y de altas bóvedas, recargada de adornos churriguerescos de muy mal gusto. Tiene, como la antigua, tres altares, y en el mayor está la imagen de Muestra Señora de las Batallas ó del rey Casto, que éste llevaba consigo en sus espediciones guerreras. Cerca de la puerta se ve el panteón real, reconstruido en la misma época, y con el citado gusto churrigueresco. Ocupa el mismo lugar que el primitivo; pero este estaba fuera i de la iglesia, según el uso de la época, hoy quedó en el recinto interior por haberse aquella aumentado. Su planta es un rectángulo, y su decoración consiste en varias pilastras, cuyos chapiteles, que imitan al orden corintio, sostienen una cornisa que rodea toda la pieza, y una bóveda cruzada de cintas ó fajas al estilo gótico. Entre las pilastras se ven seis nichos formados por pilares que sostienen arcos elípticos y de los que

(1) Fué construida en su mayor parte por Manuel Reguera Gonzalez, natural de Candas, en el siglo XVII.

jueves, abril 28, 2011

Viage ilustrado (Pág. 554)

Por las angélica; manos.
La cruz por armas tomó
Por el milagro acaecido,
La cual continuo llevó
Por bandera y apellido
En las guerras que venció.




...«En los diez y seis años del reinado del rey don Alonso el Casto, tenia este rey muchas piedras preziosas, é mientras que él fazia la iglesia de San Salvador, asignó de fazer una cruz de oro, é engastonarlas en ella; é viniendo un dia de oir misa, yéndose para sus palacios falláronse con él dos ángeles que venían en figura de peregrinos, é les preguntó que omes eran, é ellos le dijeron que eran oreses, é al rey le plugo mucho ó dióles el oro que les bastaría, é muchas daquellas piedras, é casa apartada en que labrasen, é díjoles que fiziesen una cruz muy fermosa, é los ángeles tomaron el oro ó las piedras, é el rey se fué á yantar, é estando en la mesa embió sus mandaderos unos en pos de otros que supiesen que era, é que fazian, é los mandaderos fueron. Quando entraron en la casa á donde habian de estar los oreses, fallaron la cruz fecha, é acabada de muy maravillosa obra, mas non fallaron los oreses, é tan grande era la claridad que salia, que los mandaderos del rey non la pudieron ver ni acatar, é fueron al rey é dijéronle; é el rey luego que lo supo, levantóse de la mesa é fuese para ella, é cuando vido la cruz fecha en aquella claridad tan grande é no vio que los oreses estaban, oró mucho á Nuestro Señor. Entendió que aquella obra non era sinon de Dios, entonces fizo llamar al obispo é la clerezia, é todo el pueblo de la ciudad ó llevaron aquella cruz é tornáronla con loores ó con ayunos muy onradamente al altar de San Salvador, el rey púsola en somo del altar con su mano misma.» Lo que puede asegurarse es que Alfonso el Casto usó como divisa guerrera la figura de esta cruz, pues en sellos suyos se lee:




Angelica Laætum
Cruce sublimatur ovetum
Regis habendo Tronum
Casti Regnum et Patronum.




Otra leyenda de Oviedo se refiere en el reinado de Ordoño I, bastante estraña, y que encontramos relatada como un hecho cierto por gravísimos historiadores. Cuatro esclavos de la catedral de Santiago acusaron ante el rey á su obispo, llamado Ataúlfo, conocido por la santidad de sus costumbres, de haber cometido el enormísimo pecado de sodomía. Indignado el rey don Ordoño, mandó compareciese á su presencia el prelado, el cual acudió a Oviedo inmediatamente, y antes de entrar en el alcazar real celebró misa. Con el trage de pontifical se presentó á Ordoño, y este sin escuchar sus disculpas, mandó soltar contra el obispo un magnífico toro azorado con perros y garrochas. Ataúlfo entonces hizo la señal de la cruz, y se llegó al toro que bajó humildemente su gallarda cabeza, y le presentó sus agudas astas que el obispo le quitó fácilmente, y presentó á los espectadores. Eran estos el rey y los grandes, los que asombrados con tan gran prodigio reconocieron la inocencia de Ataúlfo, y se arrojaron á sus pies en demanda de perdon por haber dado crédito á la calumnia. Los esclavos fueron condenados á la hoguera, y los cuernos del toro colgados de las bóvedas de la catedral de Oviedo en memoria de tan señalado suceso. Ataúlfo no quiso volver á su silla y renunciando su alta dignidad, se retiró á un lugar cerca de Grado, donde vivió y murió santísimamente. De su nombre se dijo aquella aldea Santo Dolfo, y su cuerpo se conserva en su iglesia con la reverencia y culto que se da á los santos.
Habiendo ya hecho una ligera reseña de la historia de la noble ciudad de Oviedo, hablaremos ahora de su estado actual.
Oviedo como capital del principado de Asturias, hoy provincia de su nombre, es cabeza de 72 concejos, (antes se componía el principado de una ciudad, 81 cotos, 61 concejos, 7 jurisdicciones, un condado y 6 lugares) que comprenden la citada ciudad, 56 villas y 3,665 lugares: es cabeza de un partido judicial de término, que comprende 115 parroquias. Hay real audiencia establecida por el rey don Felipe V, en 30 de julio de 1717, cuyos oidores eran antes los únicos jueces letrados que había en todo el principado. Hoy se compone de un regente, siete ministros y un fiscal.
Ha tenido en un tiempo intendencia, comandancia general dependiente de la capitanía general de Valladolid, gefatura política, diputación y consejo provincial (1), contaduría, administración y tesorería de rentas, contaduría de amortización y comisionado de bienes nacionales, administración general de correos, silla episcopal exenta (es decir, que no reconoce otro metropolitano que el papa), que comprende 1,071 pilas bautismales, tribunal eclesiástico ordinario, cabildo compuesto de un obispo, 14 dignidades y 33 canónigos; universidad literaria, fundada por don Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla en 1580, con una escogida biblioteca de 12,000 volúmenes, 400 ó 500 manuscritos, y un bonito gabinete de historia natural; dos seminarios de estudios para escolares pobres, tres cátedras de latinidad, escuela normal, seminario de maestros, cuatro escuelas de primeras letras gratuitas, sociedad económica, y bajo su dirección las cátedras de química y geometría aplicada á las artes, de economía política y escuela de dibujo; tres parroquias, Santa María de la Corte, San Isidoro, y San Tirso, y un anejo; tres conventos de frailes, el real de San Vicente. San Francisco y Santo Domingo, tres de monjas, el real de San Pelayo, la Vega y Santa Clara: cinco hospitales, contando con uno de mulatos; un grande y magnífico hospicio sostenido por una contribución especial que paga la provincia; teatro reedificado últimamente y adornado con bellísimas pintadas por Abrial; dos gabinetes de lectura, sostenidos por sócios, en los que se permite la entrada á todo forastero presentado por uno de aquellos; cárcel para hombres y galera para mugeres; once fuentes públicas que reciben en su mayor parte las aguas de un acueducto; tres cafés con billar, varias posadas y mesones, etc., etc.
La situación de Oviedo es, como ya hemos dicho, bellísima y de las mas vistosas y fértiles del antiguo de Astorias (2) del cual ocupa casi el cen–

(1) Uno de los privilegios que conservaba Asturias como recuerdo de sus grandezas, era tener siempre una diputación ó junta general del principado, que eran una especie de cortes provinciales que se reunían cada tres años. La última vez fué en 1833.
(2) Arrojado de Asturias el infante don Alfonso, conde de Gijon, y confiscados todos sus estados en 1383, se segregó de ellos el condado de Noreña, que fué dado al obispo don Gutierre, y habiendo hecho testamento el rey don Juan I, en 1385, dispuso en él, que los estados de Asturias quedasen perpetuamente unidos á la corona , y que su primogénito don Enrique nunca pudiese enagenarlos. En 1388, con motivo de las bodas de don Enrique con doña Catalina de Alencastre, dispuso el rey don Juan I que los novios se llamasen príncipes de Asturias, asi como todos los que en adelante fuesen herederos de la corona de Castilla.

martes, abril 26, 2011

Viage ilustrado (Pág. 553)

sitio, dispuso se edificase en ella otra iglesia dedicada al Salvador. Este es el verdadero principio de la ciudad Oviedo, cuyo nombre se cree derivarse de su situacion central entre los dos rios Ove hoy Eo, y Deva (el de Covadonga) que servian de límites á Asturias por Occidente y Oriente. De aqui pudo decirse Ovedevum y luego por contracción Ovetum. Otros creen que la verdadera etimología del nombre de Oviedo es Jovetanum, con que los romanos llamaban á este término por una ara que en él había consagrada a Júpiter. En 802 Alfonso el Casto fijó en Oviedo la córte de Asturias que hasta entonces estuviera en Pravia, y la ennobleció con silla episcopal, nombrando por su primer obispo á un sacerdote llamado Adulfo, de familia goda. Al mismo tiempo habiendo hecho el piadoso rey derribar la iglesia del Salvador que su padre hiciera edificar, por no parecerle bastante magnífica, se dio principio á la suntuosa catedral, de la que aun subsisten vestigios. El altar mayor fué dedicado al Salvador, y otros doce á los doce apóstoles. Al lado de la catedral fundó el rey otra iglesia pequeña dedicada á San Miguel, que hoy subsiste, y la cual se cree era su capilla particular, pues estaba en el recinto de palacio. Al otro lado de la iglesia del Salvador, erigió don Alfonso otra dedicada á la Virgen de las Batallas, imagen que llevaba á la guerra. Esta fué destinada para panteón real. También fundó el rey Casto en Oviedo las iglesias de San Tirso y la de San Julian á doscientos pasos de su palacio, estas son parroquias en el dia; el monasterio de San Juan de las Dueñas, hoy San Pelayo, á donde se trasladó desde San Juan de Pravia la reina monja doña Adosinda, tia del rey; un palacio real, un acueducto, hospital, baños públicos, y finalmente las murallas y fortificaciones de la ciudad. Hizo Alfonso grandes donaciones á la nueva catedral, entre otras la famosa cruz de los Ángeles de oro y piedras preciosas, despojos del botin ganado á los moros en varias batallas y de la que hablaremos después. En 812 concedió Alfonso el Casto á la ciudad de Oviedo la jurisdicción de ella misma con su plaza junto á la catedral (son palabras del privilegio) y los caños de agua que habia traído hasta alli. El mismo año de la conclusion de la catedral, que se retrasó nada menos que treinta, se verificó en Oviedo un concilio de obispos para consagrarla. En el citado año de 812 los moros hicieron una correría hasta Oviedo y maltrataron la catedral y otros edificios, valiéndose de la ausencia del rey que se hallaba en Galicia y que voló en socorro de su ciudad, en la que restauró los daños causados. En 843 falleció en Oviedo el buen rey Alfonso el Casto y le sucedió el conde Nepociano, usurpando el trono á don Ramiro. Este edificó á media legua de Oviedo en el monte Nauranio dos célebres iglesias que aun permanecen, y se llaman Santa María de Naranco y San Miguel de Lino. Don Ramiro murió en Oviedo en 830 lo mismo que su sucesor don Ordoño en 866. El 6 de mayo de ese año, fué proclamado rey en Oviedo con la mayor solemnidad su hijo Alfonso III, llamado el Magno. Después cayó Oviedo en poder del conde de Galicia don Fruela, que se hizo llamar rey, y se alojó en el alcázar real, más á poco fué en él asesinado por los ciudadanos de Oviedo. En 867 fué conducido á esta ciudad y encerrado en un calabozo Eilon, conde ó señor de Alava, y luego sufrieron la misma suerte los cuatro hermanos del rey que se le habían revelado, á quienes se mandó sacar los ojos. Alfonso el Magno miró también con decidida predilección á Oviedo, pues edificó la fortaleza ó castillo, y nuevos muros de la ciudad y catedral en 901. En 873 habia el mismo rey reunido un concilio, en el que se declaró la iglesia de Oviedo por metropolitana, se nombró por arzobispo á Hermenegildo y se decidió que los obispos que tuviesen sus diócesis ocupadas por los moros, sirviesen al de Oviedo de vicarios, señalándoles parroquias para su sustento, por lo que se llamó á Oviedo ciudad de obispos. El mismo Alfonso III reunió córtes en Oviedo en los años de 877 y 901. En 909 habiendo abdicado este gran rey en sus rebeldes hijos, dio el señorío de Oviedo á Fruela, que era el tercero. En tiempo de Ordoño II, hijo también de Alfonso el Magno, se trasladó la córte de Oviedo á Leon, con lo que la primera de estas ciudades fué perdiendo cada dia de su importancia, aunque siempre notable y mirada con aprecio por los monarcas. Don Bermudo el Gotoso hizo trasladar á Oviedo en 984, las reliquias de los santos y los cuerpos de los reyes que yacian en Leon, para librarlos de las profanaciones de los moros que sitiaban dicha ciudad. En 1003 y 1020, reunió córtes en Oviedo el rey don Alfonso V, en las que se reformaron las leyes de los godos. También fué visitada esta ciudad por los reyes Alfonso VI, que hizo donaciones á la catedral, y mandó abrir el arca santa de las reliquias; doña Urraca, Alfonso VII, Alfonso XI, don Pedro el Cruel, don Enrique el Bastardo y otros varios. Larga ó impropia de este lugar seria una detenida historia de todos los sucesos notables que en Oviedo ocurrieron, pero deberemos mencionar una de sus mas grandes y modernas glorias, que es el haber sido la primera ciudad en alzar el grito contra los invasores franceses en el siempre memorable año de 1808. Constituyó su junta provincial, que se convocaba de tres en tres años, en gobierno supremo el 24 de mayo, y declaró solemnemente la guerra á Napoleon, levantando al mismo tiempo un ejército de 18,000 hombres, que se organizó rápidamente, y que dio á la patria repetidos triunfos.
Muchos son los hombres célebres que han nacido en Oviedo, y no siendo del caso mencionarlos todos, solo lo haremos de Alfonso el Casto, Ordoño I, Alfonso el Magno, el infante don Gonzalo, arcediano de esta iglesia; don Pelayo, su obispo, conocido historiador; Andrés Llanes Estrada, arcediano de la misma, poeta é historiador en tiempo de Felipe IV; Luis Fernandez de Oviedo, celebre médico; Gonzalo de Cañas, hermano del duque del Parque, matemático y astrónomo, y don Miguel Jacinto Menendez, y su hermano don Francisco, pintores. Como capital de Asturias y córte un tiempo de sus belicosos reyes, Oviedo es el asiento de la nobleza del principado; pero las familias que tienen su solar dentro de la misma ciudad, son las de Oviedo, Portal, la Plaza, Rúa, Perera, Villamar, y Rivera. También hay varias leyendas que referir de Oviedo: la que figura en primer término, es la de la Cruz de los Angeles, blasón de Alfonso el Casto, de la ciudad y catedral de Oviedo, y mencionada en todas nuestras crónicas nacionales desde el Monge de Silos, escritor del siglo X. El cronista asturiano Tirso de Aviles refiere asi el suceso:


La antigua Oviedo, morada
De los mas reyes cristianos,
Pinta la cruz tan preciada
Que en ella fué fabricada