martes, julio 31, 2007

Viage ilustrado (Pág. 28)

no conocian limites; y si bien su calidad de estrange­ro le incapacitaba para usurpar el trono, trataba de contraer alianza con la familia reinante á fin de poder asegurar su dominacion.
Biren sin embargo era incapaz de resistir él solo el peso de los negocios. Munich, valiente general del ejército ruso, el cual sostenia á Biren, y habia presta­do ademas señalados servicios, solicita el titulo de ge­neralisimo de los ejércitos de mar y tierra. La negati­va de Biren despierta los celos de Munich que de amigo se convierte en rival; y buscando un apoyo en los padres del emperador, les propone romper el humillante yugo que les abrumaba con su peso.
Ligados por un mismo interés, pueden tener con­fianza mútuamente, y sin descanso comienzan a obrar encargándose Munich de las últimas disposiciones.
Preparado asi todo solo falta el golpe y se da este con el mayor acierto apoderándose de Biren en el lecho donde reposaba con su muger. Defiéndese como un leon, pero cede al fin al mayor número, y le llevan á un cuerpo de guardia con las manos atadas y una mordaza, y le arrojan por piedad un capote de solda­do para cubrir su desnudez.
Encerrado en un castillo, es procesado y condena­do á muerte; pero la princesa Ana de Brunswick le concede la vida y se le destierra perpétuamente á Siberia.
Munich habia triunfado venciendo á su enemigo; y no satisfecho con esto su venganza, traza en diseño la casa en que habia de ser encerrado Biren, para que no pudiera escaparse. Mas por una de esas lecciones que da la Providencia, esta fortaleza servirá un dia de pri­sion al mismo Munich.
Declarada regente la duquesa de Brunswick, es su marido el generalísimo de las tropas, y queda burlada asi la ambicion del que habia hecho la revolucion por la negativa de este título. Es colocado sin embargo á la cabeza de los negocios públicos, y en este puesto solo aspira al poder absoluto. La arrogancia de sus ma­neras, y esa dureza de quien está mas acostumbrado á gobernar un ejército que una nacion, fueron las pri­meras causas de su ruina; que viéndose desposeido poco á poco de sus mayores poderes, dimite la administracion de la guerra de que estaba solamente en­cargado, y vase á habitar un palacio vecino de la residencia imperial.
La reina estaba condenada á ser de continuo el ju­guete de ambiciosos favoritos: á Munich sucedió Ostermann, que dominaba al duque de Brunswick; y á la duquesa, Galowkin que poseia su ilimitada confianza. Entre ambos favoritos existia una rivalidad implacable; sostenida por la funesta conducta que observaban los duques, distraidos con sus respectivos amantes. De modo que, si la administracion de Biren habia sido odiosa y perjudicial al imperio, la regencia desempeñada por los padres del emperador, no solo carecia de fuerza y autoridad, sino que mirando sin interés los negocios del Estado, hacian perdiese las ventajas que obtuvo en los reinados de Pedro y Catalina.
En 1741 es declarada la guerra á la Suecia; pero los resultados de esta declaracion no merecen ocupar á la historia; asi como las rivalidades que se suscita­ron en la córte, que ocasionaron intrigas miserables, y una conspiracion que hizo ascender al trono á Isa­bel Petrowna, hija del gran Pedro.
Estaba un dia Isabel en su tocador, cuando se pre­sentó Mr. L’Estocq, cirujano francés y colocando sobre una carta una corona y una rueda, lo presenta todo á la futura emperatriz y la dice: «No hay medio, señora: ó la una es para vos, ó la otra para mí.» Entonc­es se decide Isabel; y como contaba con muchos amantes en el regimiento de guardias de Preobajensky, les interesa por su causa, y con 60 hombres se dirige al palacio imperial, sorprende á los duques en el lecho sin darles tiempo para vestirse, se apodera de ellos, y son conducidos á una prision de estado, y luego espatriados de la Rusia. El jóven emperador dormia y se le respetó su sueño.
Asombra indudablemente esta continuada rapidez de conspiraciones, ocasionadas siempre por despreciables favoritos sin poseer otra cualidad que la ambicion y la audacia.
Fácilmente ascendió Isabel al trono; mas no á gobernar, sino á ser gobernada.
Poseyendo un temperamento inflamable, ardiente, lejos de distinguirse por la delicadeza de sus costumbres, se deja arrastrar por sus caprichos amorosos que recaian comunmente en los hombres de la mas baja sociedad. Aborrecia el matrimonio por reservarse el derecho de satisfacer á su gusto sus numerosos caprichos: en esto pensaba al menos con alguna moralidad.
El primer cuidado de su gobierno fué colmar de beneficios á los que la habían elevado. Simples soldados recibieron títulos de nobleza; y el oro y las condecoraciones fueron prodigadas con generosidad. Asi sancionaba el funesto precedente de la insurreccion, y estimulaba á proseguirlas.
Munich, Ostermann y otros son condenados al su­plicio por instigacion de la soldadesca triunfante: en el patíbulo reciben el perdon que aplauden los mismos que les condenaron. Pero son desterrados con una multitud de poderosos estrangeros, y huye con estos la civilizacion que empezó á introducir Pedro. De este modo destruia la hija la obra del padre.
Encerrado el jóven Ivan en una prision de estado, deja Isabel de ocuparse del reino por hacerlo de su vida licenciosa, siendo el verdadero soberano Pedro Schouvaloff, primo del amante de la emperatriz. Ejerce en breve tan prodigiosa influencia, que se le llama Pedro III, como sí en efecto reinara.
Abierto como se ha visto el palenque de las cons­piraciones, tramóse nuevamente una para derribar á Isabel, en la cual tomó una gran parte el embajador de Austria. Pero fué descubierta, y la principal víc­tima en quien se ejerció la mas terrible venganza fué la bellísima Lapoukin, á quien no solamente se con­denó á sufrir los golpes del knout, sino á cortársela la lengua.
Triste el reinado de Isabel, solo dejó el glorioso recuerdo de algunas victorias, mas no debidas á la emperatriz, que deploraba la sangre que se vertió y odiaba la guerra, sino al valiente y entendido canci­ller Betuscheff, que sacó al ejercito ruso de la postracion en que se hallaba. Tenia la conviccion y repetia continuamente que: «El estado natural de la Rusia era la guerra: su gobierno interior, añadía, sus progresos en la cívilizacion, su comercio, todo debia ser subordinado al objeto de reinar á fuera por el terror. No hubiera sido contada en el número de las potencias si no hubiese tenido 100,000 soldados, siempre prontos á invadir la Europa.»
Triste pensamiento, que debe estudiarse en nuestros días.
Enemigo de la guerra era tambien el principe á

lunes, julio 30, 2007

Viage ilustrado (Pág. 27)

mismos territorios en que domina; ¿pero pueden hacer valer su sagrado derecho para emanciparse de sus señores? ¿Puede la Polonia, por si sola, conquistar si independencia? Creemos que no, desgraciadamente. Y la Rusia está bien interesada en que no se despren­da de su corona imperial esta rica piedra de que se ha apoderado para aumentar su grandeza.
Nadie mas dignamente que Catalina podia reemplazar á Pedro, porque ella continuaria en la grande obra emprendida por su esposo, y á la cual no ha­bian sido indiferentes sus consejos.
En los pueblos sometidos al despotismo, parten generalmente las reformas del palacio; él impulsa al movimiento que siguen los súbditos. Si en estos se abriga alguna idea de libertad, y está socavada la obediencia, la revolucion es el resultado. La mision entonces de un buen monarca es anticiparse á los de­seos de su pueblo, si son justos, ó precaver las fatales consecuencias que podrian originar, si no lo fueran, y les opusieran una resistencia imprudente.
Pedro queria prosiguiera su obra, y por eso hizo emperatriz á Catalina, con el fin de que si le sobrevivia mejorara lo hecho por su esposo.
Catalina era graciosa, de bonita fisonomia, y de muy buen sentido. Alegre siempre, se confundia su jovialidad con esa viveza de imaginacion que la han atribuido en tan alto grado algunos escritores. Estas circunstancias que la adornaban, imprimieron á su corto reinado, que solo duró dos años, cierto carácter de dulzura, que contrastaba notablemente con el largo y feroz de su esposo.
Ella modificó el bárbaro rigor de las leyes criminales; aminoró los insoportables impuestos que desesperaban á las clases pobres, y velando tambien por las provincias recientemente conquistadas, envia á ellas gobernadores que las traten con la suavidad que no se habia acostumbrado hasta entonces.
No se distinguió en efecto su reinado con ningun hecho glorioso de armas; poco afecta á la guerra, deseaba permanecer en paz con sus vecinos; asi que en vez de ganar batallas, se procuró el afecto de las córtes estrangeras, y en hacer alianzas, concluyendo con los gabinetes de Viena, Berlin y Madrid, un tratado contra la Francia, la Dinamarca y la Inglaterra.
Cumplia apenas treinta y ocho anos, cuando la ar­rebata la muerte. En su testamento confiere la corona al hijo de Alejo, á quien algunos acusaban de haber sido causa de su fin. No podia darse mejor mentís á tales imposturas cuando le preferia sus hijas.
Estableciese un consejo de estado hasta la mayo­ría del joven emperador, compuesto de Ana, Isabel, el duque de Holtein, Mentzikof y cinco senadores, todos los cuales habian recibido sábios consejos para la conservación del imperio y del órden.
El reinado Catalina fué un intérvalo de descanso para la trabajada Rusia, conmovida toda por el czar. Necesitábale para arraigar las reformas introducidas; para asegurar sus nuevas é importantes adquisiciones, y para continuar su engrandecimiento.
La historia de Rusia se señala ahora con uno de esos horribles espectáculos que han afligido á la humanidad. Ambiciones, ingratitudes, suplicios, vicios y crímenes por todas partes, y sumido el pueblo en un marasmo, del que le sacó Catalina II, la grande Catalina, que se apodera del trono haciendo asesinar á su marido, ó consintiéndolo al menos.
A la muerte de Catalina I, Mentzikof, en cuyas manos estaba el poder, reunia una ambicion desmesurada á la mas insaciable codicia. Bajo el reinado de Pedro, las exacciones de este favorito habian sublevado los clamores del pueblo, aunque el senado le habia condenado a muerte, triunfa de sus acusadores, gracias á la amistad que le concedia el czar. Pierde luego el favor de éste; pero vuelve á adquirirle en el reinado de Catalina, y a tanto se eleva su ambicion, que aspira á la corona imperial enlazando á su familia con la de los czares. Este propósito le hizo aumentar sus escesos y su crueldad; y como soberano señor de la Rusia sacrificó á una gran parte de la nobleza, que por oponérsele, fué diezmada. Los suplicios se reproducian diariamente, y hubiera terminado con todos sus enemigos si estos no se anticiparan á ganar el afecto de Pedro II Alejowitch, que derribó al favorito ministro de la cumbre del poder relegándolo á la Siberia pobre y desnudo de títulos y honores.
Supo, sin embargo, Mentzikof hacerse mas grande siendo pobre que opulento, pues privándose de las co­sas mas necesarias ahorró lo bastante como para erigir un templo donde se entregó completamente á Dios, ha­llando en las oraciones religiosas la dulce paz del al­ma que le habia negado su inmensa grandeza.
Pedro II disfrutó bien poco del trono y de la vida, que dejó uno otra á los quince años de su edad, su­cediéndole Ana Ivanowna, que acepta la corona que la proponen á la par de una especie de constitucion que habian formado los grandes señores y dignidades del imperio para poner algunos limites al despotismo imperial. Acuerdo inútil en un pueblo que desconocia sus propios derechos. Asi se vio en breve destruida esta obra y entronizado Biren, favorito de Ana, que desplegó una crueldad inusitada.
El verdadero soberano de la Rusia era Biren, este ambicioso estrangero cuya entrada en el imperio le fué negada cuando ascendió Ana al trono.
Hecho conde y cargado de honores y condecora­ciones, se le deja el imperio á su discrecion; consigue, aunque á cara costa, ser duque de la Curlandia, y lle­gando así al mas alto grado de la fortuna, se baña gozoso en la sangre de los nobles rusos, haciendo espirar en el suplicio á veinte y cinco mil. En vano la emperatriz Ana implora por las víctimas, le suplica, se arroja á sus pies, él la rechaza impulsado por una rabia feroz. Bastaba haber nacido en Rusia para estar incapacitado de obtener cualquier empleo ó dignidad. «Los rusos, decia, no deben ser gobernados mas que por el látigo y por el hacha.»
Ana, cuyo corazon era nuturalmente bueno, estaba tambien subyugada, y solo podia llorar la desolacion del imperio, cuya corona llevaba tan indignamente.
Para hacer mas crítica la situacion de la Rusia se renuevan las hostilidades con la Puerta, y despues de tres años de una guerra casi infructuosa donde se vió el estado de postracion á que habia llegado el ejército ruso, al que tenian que hacer andar á cañonazos, se firmó en 1739 la paz de Belgrado.
Al año siguiente muere Ana, responsable á los ojos de la posteridad de la sangre con que manchó los diez años de su reinado, ó mas bien del de su amante Biren.
Si grande habia sido el poderío de Biren durante la vida de Ana, no lo fué menos á su muerte. Nombrado regente del Estado durante la minoría de Ivan IV, continúa siendo tan soberano de su pequeño principe, como de la Rusia. Su orgullo, su ambicion y tiranía

domingo, julio 29, 2007

Viage ilustrado (Pág. 26)

Al divisar tan horrible espectáculo se conduele la em­peratriz con un lenguaje mas bien desdeñoso que compasivo, de la corrupcion de los cortesanos. La hermana de Moëns fué condenada á recibir once golpes de knout: interésase Catalina por ella; la recon­viene Pedro por su ingratitud, y enfureciéndose cada vez mas rompe una luna de Venecia y esclama: «Ya ves como no es necesario mas que un golpe de mi mano para que vuelva este cristal al polvo de que ha salido. ―Habeis roto, le contesta la emperatriz, lo que constituía el adorno de vuestro palacio: ¿creeis que será más hermoso?»
Esta sencilla constestacion le apacigua; y en lu­gar de once se permutan en cinco los golpes que debia recibir la hermana de Moëns; y como siempre ha hecho el despotismo recaer la venganza hasta en los hijos de sus víctimas, los de esta infeliz madre son enviados al ejército de Persia como simples soldados.
La vida de Catalina estuvo en peligro. Pedro, que tanto se dejaba llevar de sus violentos arrebatos, qui­so mas de una vez atentar contra la existencia de su esposa. Arrepentíase luego y lo sentia.
Pasábale otro tanto despues de ejercer aquellos accesos de bárbara crueldad á que se entregaba y han ensangrentado las bellas páginas de su glorioso reina­do. Asi se le oia esclamar muchas veces: He sabido civilizar al imperio, y no me he civilizado á mi mismo.
Aunque muchos escritores nos presentan á Pedro con un corazon feroz y salvage debe concedérseles tanto crédito como al apologista Voltaire. Al contra­rio, la ternura del alma de Pedro le llevó al sepulcro. Herido en lo mas intimo de sus afecciones ó creyendo al menos que lo estaba, fue socavando el dolor su vi­da. Aquella alma que no se doblegaba ante los mayores peligros, empezó á abatirse por la infidelidad ver­dadera o supuesta de Catalina. La amaba con pasion, con delirio, y aquel hombre á quien tantas glorias habían halagado, se creia con sobrado derecho á ser feliz con aquel amor que dulcificaba su genio, refina­ba sus costumbres y constituia su felicidad.
Abismado en su desgracia, faltóle el genio para soportarla; esto podia hacer creer que carecia de él, y justificar el dicho del ciudadano de Ginebra, el ilus­tre rival de Voltaire: «Pedro, decia, tiene genio imi­tativo; pero no el verdadero genio que crea y lo hace todo de la nada. »
En fin, á las cuatro de la mañana del 8 de febre­ro de 1724, y sosteniéndole su hija Ana, es acometi­do de un ataque de paralísis, y exhala su último sus­piro sin poder pronunciar mas que las palabras entre­gad todo…
Asi acabó la vida de Pedro el Grande; del funda­dor del ejército y de la marina rusa; de San Petersburgo; el que introdujo las ciencias, las artes y la im­prenta; el que cambió el nombre de esclavos por el de súbditos; el que destruyó las rudas y arraigadas preocupaciones del pueblo; los abusos hasta del clero; el que ensanchó prodigiosamente los límites del imperio, el que asentó los cimientos de la civilizacion rusa, y el que hizo, en fin, que tomara este colo­so del Norte un asiento en el congreso europeo.
Pedro, pues, debe ser juzgado segun su época, y conforme al estado en que se hallaba la Rusia.
Ya veremos si las semillas sembradas por Pedro dieron los frutos que eran de esperar, ó si fueron arrojadas en un terreno tan estéril como ingrato.
Los que han negado las previsiones de Pedro han podido conocer su error á la vista de posteriores su­cesos. ¿Quién dejará de conceder un gran talento po­lítico al que prescribe á sus sucesores: que se haga todo lo posible para dar á los rusos las formas y cos­tumbres europeas?
—Sostenerse constantemente en pie de guerra.
—Estenderse por todos los medios posibles hacia el mar Negro y el Báltico.
—Comprometer á la casa de Austria á arrojar á los turcos de Europa; y con pretesto de sostener a un ejército permanente, establecer almacenes y astilleros en el mar Negro y adelantarse hasta Constantinopla.
—Estar muy unido á la Inglaterra que favoreceria los adelantos de la marina rusa y la ayudaría á dominar en el Báltico y en el Euxino.
—Persuadirse que el comercio de la India es el del mundo, y que el que le tiene en su mano es due­ño de la Europa.
—Mezclarse en las cuestiones de esta misma Euro­pa, y sobre todo en las de la Alemania.
—Fomentar los celos de la Inglaterra, de la Dinamarca, del Brandeburgo contra la Suecia, y la anar­quía en Polonia, hasta que una ú otra se vean subyugadas.
—Sacar partido del sentimiento religioso de los griegos cismáticos diseminados por la Hungría, la Tur­quía y la Polonia Meridional.
—E irritar entre sí á las córtes de Francia y Viena, y aprovecharse de su mútua debilidad para ganarlo todo...
Examínense los resultados que han tenido estas ideas; la situacion actual de la Rusia, y se comprenderá su importancia.
La Rusia á ha ganado desde Pedro el Grande hasta nuestros dias:

1.º Varias provincias arrebatadas por él á la Turquía a lo largo del mar Negro hasta el Danubio y Pruth que comprenden 1.902,000 habitantes dividido en cinco gobiernos.
2.º Los paises de los antiguos mongoles, tártaros y cosacos, que forman tres gobiernos con 3.289,000 almas.
3.º En Asia una porcion de la Armenia; la Georgia, arrebatada á la Persia en 1801 y 1.813, ademas de las provincias al Oeste del mar Caspio. En el Kour y el Aras, el Este de aquel mar, el territorio que se estiende hasta el golfo de Balkan; orillas del Aras, los kanatos de Grivan y Nakchitchevan, cedidos por el tratado de 1817: en todo 15.000,000 de almas.
4.º La Livonia, la Curlandia, la Estonia, la Finlandia.
5.º Cuando la primera particion de la Polonia, 1772, la Rusia obtuvo los Palatinados, reunidos despues bajo el nombre de Rusia blanca.
6.º La segunda y tercera particion de la Polonia le dieron las provincias de que se componen los gobiernos de Minsk, Kiev, Podolia, Wolhynia, y Grodno, con mas de 5,000,000 de habitantes.
7.º El ducado de Varsovia , erigido en reino en 18l5 , con un simulacro de nacionalidad y constitucion que ha desaparecido desde 1832.
Todo lo cual forma un total de 310,281 millas cuadradas, y 24.871,000 habitantes.
¿Qué nacion en el mundo ha obtenido en tan poco tiempo tan prodigioso aumento conservándolo?
Verdad es que abriga eternos enemigos en estos

sábado, julio 28, 2007

Viage ilustrado (Pág. 25)

todos los nobles desde la edad de trece á treinta años, bajo la pena de ser despojados de sus bienes.
El brillante ejército que iba formando conseguía diariamente nuevas victorias, que fueron celebradas ostentosamente entrando en San Petersburgo donde se le dispensaron todos los honores del triunfo, participando de ellos Pedro, no como czar, sino como contra-almirante. Es nombrado entonces vice-almirante, y al darse á conocer á su pueblo, les alienta al traba­jo y á la obediencia, y á que secunden sus empresas para que llegase á ser un dia la Rusia lo que fué la Grecia en las artes y ciencias.
Cárlos XII muere por este tiempo; y el baron de Gœrt ministro del rey de Suecia, sube al patíbulo en Stokolmo, por haberse descubierto una gran revolucion europea que tramaba con Alberoni, ministro á la sazon del rey de España don Felipe V.
En medio de estas satisfacciones, le atormentaba la idea del estado en que se hallaba su hijo Alejo, tenido de su primera muger, y heredero por conse­cuencia del trono. Sin el genio del padre, pasaba una vida ociosa y abyecta y se mostraba enemigo de cuan­to reformaba el czar.
Este, que queria dejar encomendada la corona á quien fuera digno de llevarla y de continuar la felici­dad del imperio, veia con profundo dolor las tendencias de su lujo. Le escribe una carta tan digna de un monarca ilustrado, como de un tierno padre, y des­pués de varias contestaciones, apta Alejo por encer­rarse en un convento; pero se escapa á Nápoles, vuelve al fin á su pais, donde le esperan los brazos de un padre; y en último resultado se reproducen en Ru­sia las mismas escenas que en España, en el reinado de Felipe II. Alejo, como don Cárlos de Austria, es procesado por órden de su padre y uno y otro prín­cipe mueren en la cama, sin poderse afirmar si en­venenados ó sucumbiendo á lo crítico de su situacion.
Eudoxia, madre de Alejo, fué exhonerada; y todos los que pasaban por amigos ó complices del prín­cipe, fueron al suplicio. El intervalo que habian tenido las escenas de crueldad se interrumpió, y derramóse sangre en abundancia. Y como si Pedro no tu­viera bastantes motivos de exasperacion, vino a au­mentarla la muerte de algunos hijos que Catalina le hábia dado, cuyas pérdidas le sumergieron en sus acostumbradas y horribles convulsiones que le dura­ron tres dias.
Como si tratara de reparar sus crueldades con be­néficas acciones, empieza a ocuparse en la continuacion de sus proyectos.
Establece en toda la Rusia la unidad de pesos y medidas: crea una casa de espósitos, otra de huérfanos y un hospicio para los indigentes: establece una policia municipal é ingresa en ella como lo habia he­cho en el ejército: castiga la blasfemia, aun en los beodos, y ya usando de humanidad, ya de rigor, trastorna completamente el imperio, ora tolerando á los fanáticos, á los que conoce no debe dar mártires, ora desarraigando las mas rudas costumbres, las mas bárbaras preocupaciones, y ora en fin despertando en los rusos el amor á las artes y ciencias, y el entusiasmo por la gloria.
Nuevas pretensiones le hacen tomar las armas; llama á sus soldados sus plenipotenciarios; consigue una paz ventajosa; queda dueño de la Livonia, de la Estonia, de la Ingria, y de la mayor parte de la Finlandia y de la Camelia, y posee en fin, seguros Puertos en el Báltico.
Entonces el senado y el clero le conceden los titulos de Grande y de Padre de la patria, y la marina le da el título de almirante. Al llegar á tan alto grado de poderío, hace Pedro le presten juramento en calidad de gefe supremo del colegio eclesiástico.
Suplícanle nombre un patriarca, y cansado de la insistencia, se levanta un día lleno de furor en medio del sínodo y esclama designándose á si mismo: ved vuestro patriarca. A estas palabras enmudece de terror aquella reunion de tan altas é influyentes dig­nidades.
En medio de todo esto no descuidaba el ejército, convencido de su utilidad: crea una milicia de la no­bleza; y á fin de dar consíderacion á las demas carreras administrativas, asimila todo empleo civil á un grado militar, haciéndolo estensivo á la instruccion pública; de tal suerte que, un profesor siguiendo la posicion que ocupaba en una universidad, tenía su grado que correspondía en el ejército al de capitan o coronel.
Los años de 1722 y 23 se señalan con nuevas y gloriosas adquisiciones para la Rusia que tiene ya puertos en el Caspio.
Al ver Pedro que nadie mas dignamente que Ca­talina podría sucederle, publica un decreto en que se dirigia á todos los súbditos de su estado, y recordán­dales el uso constante y perpétuo establecido en to­dos los reinos de la cristiandad, segun el cual podían los soberanos, coronar á sus esposas, presentando el ejemplo de Cenobia, de Lupicina, esposa del empe­rador Justiniano, de Martina que lo era de Heraclio, y de otras, les habla de los peligros que había arrostrado en favor de la patria durante la guerra de veinte y un años consecutivos, y en los cuales, Catalina, su muy querida esposa, le había dispensado inmensos socorros de todo género, acompañándole voluntariamente y sirviéndole con sus consejos, no obstante la debilidad de su sexo, muy particularmente en la batalla contra los turcos en la ribera del Pruth, donde el ejército ruso estaba reducido á 22,000 hombres, cuan­do el enemigo constaba de 270,000. Por estas causas, dice, y «en virtud del poder que Dios nos ha dado, hemos resuelto honrar á nuestra esposa con la corona imperial en reconocimiento de todos sus tra­bajos.»
La coronacion de Catalina, fué seguida de las fies­tas mas espléndidas, que duraron seis semanas.
A poco se celebra tambien la union de su hija Ana con el duque de Holstein.
La paz venia á coronar tantas satisfacciones, que prometían una dichosa vejez que compensara al czar una vida llena de tanta gloria; pero nuevos sentimien­tos acibararon sus momentos de envidiable fortuna.
Cree le es infiel la que tornada de tan bajo estado había sido elevada á tanta altura, y esto solo le basta para considerarse el mas desgraciado de los hombres.
Pero digna fué de loor su conducta; pues si bien decapitó á Moëns de la Croix, que inspiraba sus celos, lo hizo, ó lo demostró así al menos, por haber vendido el favor de la emperatriz.
Ninguna prueba legal habla que demostrara la acusacion hecha á Catalina. Pedro, sin embargo, apela á la naturaleza, ese elocuente lenguaje de Dios, y paseando Pedro con Catalina la lleva por el sitio donde estaba clavada la cabeza de pretendido amante.

miércoles, julio 18, 2007

Viage ilustrado (Págs. 23-24)


La azarosa vida del ejemplar ha hecho que falten las páginas 23 y 24.

martes, julio 17, 2007

Viage ilustrado (Pág. 22)

mendado al príncipe Romanodowski, al boyardo Strechnef, y al general Gordon que tenia el mando de las tropas que formaban la guarnicion de Moscou.
Pedro en Saardam, en nada se diferenciaba de los demas obreros, entre quienes se confundia, participando de sus vicios y virtudes. Conocido por el nombre de Maestro Pedro, se le veia trabajar con in­fatigable constancia, siendo tal su actividad, que apro­vechaba las horas de descanso en tornar lecciones de los mas célebres anatomistas, físicos y cirujanos.
Consideraba que nada debia haber estraño para el czar de un imperio, y todo lo queria comprender; pues necesitando la Rusia una reforma radical, se pro­puso introducirla despues de tener un conocimiento práctico de todos los ramos del saber humano. Y no le satisfacia adquirir simples nociones en los ramos que aprendia; llegaba á practicarlos; y viósele mas de una vez sacar los dientes ó muelas á algunos de sus com­pañeros de taller que acudian á su ciencia con la satisfaccion de verla bien practicada.
Asi que Pedro adquiere una ciencia ó un arte, envia á Rusia á los profesores mas distinguidos para que las enseñen, y las introduce de este modo en el im­perio.
Los cuidados de artista no le impiden atender á los negocios políticos, y desde la humilde casuca de Saardam, dispone armamentos, arregla negociaciones, y no desaprovecha la menor ocasion que pueda utilizar en beneficio del Estado contrayendo alianzas con los vecinos.
Hecho un escelente constructor de navios, pasa á Inglaterra, donde estudia con atencion las manufactu­ras, las canteras, los arsenales, y continúa ejecutando por sí mismo lo que ve hacer á los demas, convencido de que sin la práctica suele ser inútil la teoría. Posee la aritmética, las matemáticas, y le sirve esto para in­troducir los números en las oficinas de Rusia, que se valian hasta entonces de bolas; á tal estremo llegaba la ignorancia. Introduce tambien el tabaco, prohibido antes, y vende á una compañía inglesa su mono­polio por 15,000 libras esterlinas, que las emplea en útiles adquisiciones.
Imbuido en la civilizacion inglesa, se embarca pa­ra Holanda, con objeto de visitar la Alemania y la Italia: pero sucesos graves exigen su presencia en Moscou, á cuya córte se dirige despues de diez y sie­te meses de ausencia.
Habíanse insurreccionado los strelices y marchado sobre la capital; y aunque fueron derrotados por Gor­don, esperimentaron crueles castigos, escediéndose Pedro de una manera horrible en derramar la sangre hasta por su propia mano, de los desgraciados venci­dos, y mezclando estas escenas de carnicería con in­sultantes orgías. Embriagado en deseos de venganza, derriba él mismo en un banquete tantas cabezas como vasos de vino se hace servir, llegando unas y otros á veinte. No satisfecho aun, inmola una gran parte de la nobleza, y los cadáveres de algunos de estos y de los strelices son colgados alrededor del convento don­de moraba Sofia, suspendiendo á tres de ellos delante de la ventana de la habitacion de su hermana, tenien­do uno clavado en la mano un cartel en que invitaba á Sofia á que tomara el poder. Insulto atroz que aña­día á la venganza.
Una insurreccion en Azof es causa de nuevas vic­timas y de dobles crueldades. Vencedor siempre en estas revueltas, quiere asegurar completamente la tranquilidad del imperio para dedicarse á establecer las reformas proyectadas; y no contento con los strelices, disuelve esta milicia que tan ruidoso papel habia desempeñado. Repudia tambien á su esposa Eu­doxia, y queda desembarazado de cuanto le disgus­taba.
Las tradiciones de los pueblos, sus costumbres, se erigen en leyes tan religiosamente respetadas que pocos pueblos han sufrido su destruccion. Pedro se pro­pone empezar por tan peligroso camino; y prohibe las barbas y las ropas talares, que era lo que constituia la nacionalidad de los rusos.
Esta providencia de Pedro no puede considerarse como un prurito de mandar. En su propósito de introducir las industrias y las artes, veia un inconveniente en los ropajes largos, que embarazaban la libertad de los movimientos. Prescribe, pues, para cada clase social un trago á la europea: resístense á adop­tarlo, y establece entonces impuesto sobre la bar­ba y los trages que se proponia estinguir: de este modo hace pagar la vanidad, y opone asi á la inflexibilidad de la edad, su avaricia.
Para los rusos comenzaba el año en setiembre, y conociendo Pedro la necesidad de uniformar su calendario con el de los pueblos civilizados, adopta el de estos.
Las rnugeres, siguiendo las costumbres asiáticas, aran consideradas mas bien como siervas que corno compañeras: y á fin de que ocuparan el puesto que les concede la Europa civilizada, establece Pedro so­ciedades, á las que obligaba á asistir á los maridos con sus mugeres, y prescribía los saludos y las atenciones que se las debian, imponiendo penas á los con­traventores.
Sus reformas se estienden á la religion y al clero. Modera el fanatismo, y reune á su corona el patriarcado, nombrando un sínodo que recibia sus ordenes: de suerte que Pedro es el gefe de los soldados, de los funcionarios públicos y del clero: era, pues, ver­dadero soberano.
A la par que se sucedían unas á otras tan estraor­dinarias reformas en el interior, pensaba en el esterior. El poseer un puerto en el Báltico, era un deseo que se preponia realizar. Al efecto declara la guerra a la Suecia, que tenia á la sazon por soberano á Cárlos XII, reciente sucesor de Gustavo Vasa.
Ningun enemigo mas digno de Pedro que el nove­lesco Cárlos, que acudiendo solicito á medir sus armas con los rusos, triunfa gloriosamente de ellos ostentándose victorioso en Narva.
Solo diez y siete años tenia entonces Cárlos XII, y con 8,000 hombres habia derrotado á 32,000; enri­queciéndose con sus despojos, poniendo en consterna­cion al imperio, y dándole ocasion de mostrarse noble y grande con los prisioneros.
No desanima á Pedro este revés tan funesto: orde­na alistamientos, funde las campanas para hacer cañones que reemplazasen á los perdidos; consigue subsi­dios del solo aliado que le resta, Augusto, rey de Po­lonia, pero que no contaba con su pueblo enemigo del ruso: hace construir una flota, reunir dinero, y en fin, como si se hallara en el peligro mas inminente se le ve conmovido alterar á todo el imperio, para preparar la venganza del desastre sufrido. Y corno si Pedro tuvie­ra el presentimiento de la victoria, se apresta nuevamente al combate, y al año de la pérdida de Narva, triunfa de los suecos, esclamando Pedro: «¡Gracias á

jueves, julio 12, 2007

Viage ilustrado (Pág. 21)

Le interesaba tenerle sumido en la mas crasa ignorancia y abandonarle á los escesos de una juventud pervertida. Pero su propio genio es superior á todo, y triunfa, asi corno sabe triunfar de cuanto le repugnaba.
El mismo que de niño temblaba de pavor al pasar el puente de un arroyo, se espone luego al embate de las olas en una frágil barquilla, solo por vencer su miedo. Conociendo la importancia de la marina, se arraigar este pensamiento en su imaginacion, y no le domina otro deseo que el poder rivalizar por mar con otras naciones. Nombra almirante á su amigo Le Fort, y aunque no tiene buques que poner á sus ór­denes, sabe que los tendrá, porque quiere tenerlos, y esto le basta.
Su ejército carece de instruccion, sobre todo, de aquella instruccion práctica que forma los buenos sol­dados. Al efecto prepara un simulacro; pero queriendo ver la verdadera imágen de la guerra, hace construir un fuerte, le da defensores, prepara á otros el ataque, y esto, que parece simulacro, es una formal accion, en la cual hay muertos y heridos; siéndolo considerablemente Le Fort, que mandaba las fuerzas. Estos eran en efecto juegos sangrientos, pero aguerrian á los soldados.
En 1695 va Pedro á la guerra contra el turco, en clase de voluntario; pelea, pero son vencidos los ru­sos por la traicion del aleman Jacob, oficial de artille­ría, y se retira el ejército. Muere en este intermedio Ivan, aplica Pedro sus rentas para armar una espedicion que rescate el honor do las armas rusas, empieza á formar contra los turcos una flota de nueve buques, bien coronados de cañones, con su correspondiente ejército; y á fin de atender á tantos gastos como eran necesarios, exige que los principales señores y los mas ricos negociantes contribuyesen al efecto. Cree tambien que los bienes eclesiásticos deben servir para la causa comun; y obliga al patriarca, á los obispos y á los archimandritas, á contribuir á este esfuerzo que se hacia para el honor de la patria y beneficio del cristianismo.
Preparado todo, se embarca Pedro en uno de los navios como capitan de marina. Encuentran cerrada la entrada del puerto; pero se vencen todos los obstáculos, y merced á la acertada direccion del sitio, encomendada á Le Fort y al inglés Gordon, se rinde Azof.
Pedro se propone solemnizar este triunfo de una manera que entusiasma á los pueblos, y dispone la en­trada de los vencedores en Moscou, como la de las legiones de Pompeyo en Roma. Asi lo ejecuta, y él mismo contribuye á las aclamaciones, no ocupando otro lugar que el de capitan de navio, formando en clase de tal el cortejo de sus generales que le precedian. A fin de que nada faltara á este triunfo, y de se trasmitiera, fabricó la primera medalla que se hizo en Rusia. En el anverso se lee: Pedro I, empe­rador de Moscovia, siempre augusto. En el reverso, Azof, con estas palabras: Vencedor por el fuego y por las aguas.
La esperiencia enseña á Pedro que tenia mucho que aprender para elevar á su nacion á la altura de los demas pueblos del continente, cuya superioridad en todo era evidente. Comprendiendo que solo él po­dría trasmitir á su nacion los adelantos de las demas y que, para aprenderlos él no le bastaba solo saber­los, sino estudiarlos, y en el terreno, se decide á via­jar; pero no como soberano, que se veria privado á descender á los detalles de las cosas, sino como obre­ro, para poder penetrar en los arsenales y talleres, trabajar en ellos y aprender asi para saber enseñar. Preocupado con esta idea, no descansa hasta ponerla en ejecucion.
Al mismo tiempo reparte si sus jóvenes compañeros en diversos paises a adquirir conocimientos de todo género.
Dispuesto ya su viage, prepara Pedro una emba­jada á Holanda, y él se confunde entre la comitiva. Despues de recibir algunas humillaciones de los sue­cos en Livonia, llegan á Amsterdan, le visita Pedro y se hace inscribir en Saardam, como simple carpintero.
El gobierno, en tanto, del imperio le dejo enco—


Casa de Pedro el Grande en Saardam

martes, julio 10, 2007

Viage ilustrado (Pág. 20)

Pedro el Grande
bien defendido por sus jóvenes soldados, los boyardos y la mayor parte de la nobleza. El triunfo era ya del príncipe: encierra á Sofía en un convento, destierra á Gallitzin é impone algunos castigos á los strelices, cuya milicia le iba ya disgustando.
Entonces Pedro reina solo con su hermano Ivan; que muere á poco, 1696.
Cuentan algunos historiadores que en la insurreccion de los strelices para apoderarse del gobierno, en la cual fué decapitado su gefe el príncipe Khavuskoi y su hijo, les acobardó de tal modo estas ejecuciones, á las que se aumentaron otras, que se presentaron con cuerdas y otros instrumentos de suplicio para sufrir el castigo que les dieran. Condenados á diezmarles, resultaron tres mil setecientos, que recibieron los auxi­lios espirituales y se prepararon á morir. «Despídense de sus familias, se dirigen al convento con la cuerda en el cuello y de dos en dos llevando el tajo y un ter­cero el hacha. Llegados al punto, pusieron en él los tajos, en los que apoyaron sus cabezas, y de esta ma­nera esperaron tres horas. Contentáronse los czares con hacer ejecutar á treinta y perdonar á los demas.»
Estas particularidades están omitidas en algunas historias: las creemos verosímiles y por eso las esponemos, sirviendo al mismo tiempo para demostrar el esceso á que llegaba la sumision de los vasallos. Pero tanta como era esta sumision, era estraordinario el fu­ror de aquellos siervos cuando se rebelaban; pues no parecia sino que trataban de vengar en un dia la humillacion de tantos años, y ejercer en pocas horas mas poder que el soberano en todo su reinado.
Los strelices, que habian tenido en sus manos la corona y se veian ahora diezmados, sufrían en silencio su derrota; pero no se dieron por vencidos. Fueron poderosos y creyeron volver á serlo; pero no contaban con que el czar de Rusia era Pedro.
Dueño Pedro el Grande á la edad de diez y siete años del mas colosal imperio de la Europa, iba él solo acompañado únicamente de su genio á variar el as­pecto social, político, religioso, administrativo, mili­tar y comercial de los mas vastos y heterogéneos pai­ses, y de los mas rudos y abyectos habitantes. Poquí­simos ejemplos presenta la historia de tales casos, y teniendo en cuenta muy notables circunstancias, po­demos decir que ninguno.
El interés, el asombro, la admiración, todas esas sublimes emociones que conmueven el alma, escitan los hechos de Pedro. Grandes hasta la sublimidad, novelescos hasta parecer fabulosos, se asemejan mas bien á concepciones de una imaginacion fantástica, que á hechos históricos. Pedro el Grande pasa mejor por el héroe de una novela que por el personage de la historia. Todo es en él romancesco, hasta su matrimo­nio con Catalina, que es tambien la personificacion de la heroina de un romance: esa jóven, pobre, misera­ble, huérfana, viuda de un simple soldado, y que as­ciende desde prisionera al trono, para proseguir la inmortal empresa de Pedro, y para salvarle, y á la Rusia, presenta el tipo de las grandezas que atesora el pueblo en sus masas.
Cuantos nos han trasmitido el retrato de Pedro I nos le presentan de elevada estatura, bien formado, movimientos desembarazados, un temperamento ro­busto, y unas facciones espresivas, haciéndolas sim­páticas las nobles miradas de sus inquietos ojos. Su viva imaginacion alentada por un talento natural, hubiera brillado doblemente á haber recibido otra educacion que la que se propuso darle la princesa (Faltan algunas letras)

domingo, julio 08, 2007

Viage ilustrado (Pág. 19)

nombrado á Pedro czar de Rusia, y tiene lugar una de las sublevaciones que mas sangre han hecho derra­mar en Moscou.
Sofia, émula de Pedro, interesa en contra de su hermano á los strelices, les da listas de los que debian ser degollados, les reparte dinero, les alienta contra Pedro y los Nariskin; y esta milicia desordenada, que habia sido hasta entonces el principal sosten del impe­rio, se entrega á los mas punibles escesos; penetra en el Kremlin; no les detiene la presencia del soberano, cuyos vestidos manchan con la sangre de los parientes que le rodean; corren á las iglesias, inmolan al pie de los mismos altares á los que persiguen, y en medio de su ciego furor asesinan á uno de sus señores mas que­ridos, por no detenerse á reconocerle, y tomándole por uno de los incluidos en la fatal lista.
Inauditos fueron los horrores que se cometieron y los suplicios que se ejecutaron, acabando tan terríble insurreccion por proclamar soberanos á los dos prínci­pes Ivan y Pedro, y asociándoles á su hermana Sofía en calidad de coregente. Triunfante asi, sanciona los atentados de que fué causa y da á los asesinos los bie­nes que confisca á los proscriptos.
Jóvenes Pedro é Ivan, que aunque de quince a diez y seis años éste, estaba enfermo, era Sofía la verdadera soberana de la Rusia. A fin de prolongar mas su mando y que no recayera en Pedro á la muer­te de su hermano, le dió una esposa con la esperanza de que de tal matrimonio nacería un príncipe tan en­fermizo como su padre.
Los strelices, que por su número y por sus hechos eran ya una milicia temible, llegaron á constituir un poder en el Estado, poder tanto mas influyente cuanto que tenia las armas y representaba la fuerza. Cono­ciendo su posicion, trató de hacerla prevalecer. Revistióse por consecuencia de esa audacia y orgullo que engendra el predominio, cuando se adquiere por la violencia y nada mas natural que quien empezó por ser contemplado y llegó á dar la ley, terminara por avasallarlo todo y dominar imponiendo su soberana voluntad. Asi que Sofía, que era el verdadero czar de Rusia, no representaba para los strelices sino una hechura de ellos, un papel que la habían conferido, y podian retirárselo cuando les conviniera ó les agradara. Empiezan por abrogarse atribuciones que no les competian. Se crean una policía especial, y Sofía y su ministro Gallitzin les temen en vez de hacerles frente. A tal estremo se prostituye el soberano que adquiere el poder por tan reprobados medios. Todo se lo debía á los strelices, y tenía, pues, que tratarlos como á señores, á no haber dispuesto de mayores fuerzas para imponerles.
Ya trataran los strelices de abrogarse el poder, ó ya fuese una trama de la misma Sofía y su ministro, es lo cierto que un pasquin colocado sobre la puerta principal del palacio denunciaba una conspiracion dis­puesta por el general de aquella milicia y su hijo, encaminada á asesinar á la familia imperial, al patriarca y á otros personages de la córte. Refúgianse los seña­lados en el convento de la Trinidad, bien resguarda­dos, llaman á él á Khavauskoi á su hijo, y por lo supuesto en el pasquín se les condena á morir. A estas ejecuciones siguieron otras, y todo se apaciguó. Ahora bien, no parece verosímil que existiera la conspiración, pues siendo así, no se hubieran presentado, ó mas bien entregádose á discrecion á sus enemigos, ó (Faltan algunas letras) victimas porque nada mas natural que las reemplazaran. Sofía no tenia fuerzas que oponer á los strelices, y se valió de la astucia. Era preciso romper la espada que la habia ayudado á triunfar, por si ser­via algun día para vencerla. En esto Sofía obraba co­mo todos los usurpadores.
Terminadas así por el pronto las turbulencias interiores, continuo el imperio en su marcha progresiva, y consiguiendo estraordinarios beneficios con sus ve­cinos. Sigue engrandeciéndose, y el 6 de mayo de 1686 se firma una alianza ofensiva y defensiva entre las córtes de Moscou, Viena, Varsovia y la república de Venecia.
Los tártaros, implacables enemigos de los rusos, intentan en vano adquirir ventajas en una nueva cam­paña y tienen que retirarse.
Tratan de estender las reaciones europeas, y se envia un ministro á Francia; pero ya sea porque no fuese recibido por esta nacion, ó ya porque no se avi­niesen las ásperas costumbres rusas con el refinamien­to de la elegante córte de Luis XIV, no dió ningun resultado esta embajada.
Crecia en tanto Pedro, y su carácter y sus dispo­siciones empezaron á llamar la atencion de Sofía y de Gallitzin.
A fin de imposibilitarle físicamente, le rodearon de jóvenes libertinos, que no dejarían de arrastrar en sus escesos al príncipe, que contando entonces pocos años, tendrían para él mas atractivo los placeres que los sérios pensamientos del gobierno. Asi hubiera sucedido con cualquiera que careciese del genio de Pe­dro; pero éste, cuya imaginacion no se satisfacía solo con dar goces á los sentidos, se imbuía en los conocimientos de sus compañeros, estrangeros la mayor parte, y aprendía de este modo lo que hubiera igno­rado mucho tiempo en Rusia. Así, aquellas compañías que le daban para enervarle, sirvieron para engrandecerle; pues el verdadero genio sabe elevarse aun en lo mas abyecto de la sociedad.
Entre los jóvenes que rodeaban á Pedro se distin­guía el genovés Francisco Jacobo Le Fort, que habien­do recorrido casi toda la Europa, adquirió interesan­tes conocimientos y ese gusto por la civilizacion que inculcó en el jóven príncipe, á quien halagaba todo lo nuevo. Empieza á apasionarse por la carrera militar y hace que todos sus compañeros usen uniforme igual al de los alemanes, y él mismo los ejercita en el ma­nejo de las armas. Organizado este pequeño cuerpo, prescinde el príncipe de su posicion, y queriendo deberlo todo á sus méritos, se alista de simple tambor. Véase aquí caracterizado el genio de Pedro, llamado despues el Grande con justicia. Antes de mandar quiere saber obedecer. Y á esta idea, que sabe llevar á cabo con tanta constancia, debe Pedro los dias mas gloriosos de su vida y la regeneracion de su imperio.
Auméntase el número de los jóvenes que le ro­dean; llegan á formar dos regimientos, y Pedro, abandonado á sus juegos, que sabe convertirlos en imponentes, empieza á conocer su posicion y á ver indignado que la regente Sofía y Gallitzin gobernaban como únicos soberanos de la Rusia. Pretende echarla un dia de la iglesia, á donde habia acudido ataviada con las insignias imperiales; pero se ve obligado á retirarse. Sofía se vale entonces de los strelices; acuden estos á apoderarse de Pedro, mas habiéndole puesto su madre en salvo, fracasa el Proyecto de Sofía y ve el peligro en que se halla. Suplica al patriarca vaya al convento de la Trinidad, donde se hallaba Pedro,

sábado, julio 07, 2007

Viage ilustrado (Pág. 18)

herencia á una familia. Abandonados á su triste suer­te ó á su esclavitud, solo se ocupaba de ellos la ley para prohibir se les mutilase ó diese muerte; lo mismo que podria ocuparse ú hoy se ocupa de los rebaños; y aun castigándose mas en el dia la muerte de una bes­tia, segun los códigos actuales, que la de un esclavo ruso segun la legislacion de aquel tiempo, la cual establecia mayor pena por el robo de un caballo, que costaba la pérdida de la mano, que por el asesinato de un hombre, cuya muerte podia solventarse con dinero.
No dejamos de tener en cuenta que la necesidad es la que da el valor á las cosas; siendo asi como aque­llas gentes guerreras solian considerar mas su caballo y su lanza que á sus mismos hijos; pero esto solo de­muestra la ferocidad de las costumbres, y la barbárie de los tiempos; pero ni estos ni aquellos pueden dis­culpar el que se desconozcan los sentimientos mas no­bles de la humanidad, y hasta la religion de que tan fanáticos se mostraban.
Habia entonces un consejo de Estado que se componia del czar, de sesenta y siete boyardos, de cincuenta y siete jueces, y treinta y ocho consejeros.
El ejército era voluntario, en lo cual se procedia con mas equidad que en el dia; pero si no se comple­taba el contingente debian proporcionar hombres los propietarios territoriales. Los 40,000 strelices forma­ban el primer cuerpo: despues habia varios regimien­tos de soldados instruidos á la alemana, con oficiales de la misma nacion; y la nobleza proporcionaba 200,000 hombres de tropas feudales, y una numerosa caballería irregular, los cosacos.
Véase, pues, el núcleo de la fuerza rusa; el ejér­cito y los esclavos; los unos consumían sus años re­gando la tierra con su sudor, los otros enrojeciéndola con su sangre terminaban su vida.
Solo esa servil obediencia, cuya necesidad no sabemos si negar ó conceder, que se había trasmitido como una herencia sagrada, ese sublime respeto á la dignidad real, podia hacer subsistir su poder absolu­to; el mas perenne, sin embargo, que ha tenido hasta nuestros días la sociedad. Si alguna vez se subleva­ban esas masas que tenian la certidumbre de su fuer­za, se les aplazaba arrojándolas como á una jauria hambrienta la cabeza de los ministros, «que servian de esta manera de salvaguardia al príncipe.»
Mas de 5.000,000 de rublos, y los arbitrios sobre las bebidas, y otros objetos de primera necesidad, formaban las rentas reales.
La mayor riqueza del país consistia en las tierras, cuya adquisicion estaba prohibida al clero secular, si bien las poseia inmensas el regular, cuyo número era prodigioso, aumentándose diariamente con los hijos de los sacerdotes, que escluidos de los empleos civiles eran los conventos su refugio.
En medio de estas apariencias de buen gobierno, era demasiado lenta la modificacion de la bárbara ru­deza que existia en las costumbres. La nobleza se ha­llaba cuatro siglos mas atrasada que la del resto de Europa; y como apenas tenia noticia de otra civilizacion que de la de sus vecinos, en vez de atender á la ilustracion de los alemanes, se inclinaba mas á la ostentacion oriental, halagándoles su lujo, del que hacian alarde, mezclándolo en sus bastos trages, que los adornaban de oro, pedrerías y ricas pieles, y engala­naban sus casas de madera con colgaduras de cuero, el cual abundaban en la Siberia, Astrakan y puntos limítrafes.
«Las mugeres de cierta categoría, estaban obliga­das á una servidumbre enteramente asiática; no podian salir sino para ir á la iglesia, ó visitar á sus pa­dres. Su marido era siempre su señor; las maltrataba á su antojo, no como consecuencia de una brutalidad que la misma civilizacion no hubiera podido vencer, sino con consentimiento de la ley, que convertia en un crimen resistirse á los malos tratamientos. Las mugeres del pueblo gozaban de mayor libertad, y con objeto de satisfacer su aficion á los licores, se entrega­ban á un descarado libertinaje. Los estrangeros eran siempre mirados en el país con desprecio y descon­fianza; los boyardos ó dignatarios no se atrevian á tra­tar con ellos sino ocultamente; ademas, los embaja­dores rusos eran tan tercos, y llevaban las pretensio­nes á tal grado, que era muy difícil terminar con ellos un asunto.
«Los caminos estaban infestados de ladrones, y hasta las mismas calles de la capital no estaban seguras. Los envenenamientos eran frecuentes y tan temidos, como tambien los encantos, haciéndose prestar juramentos á todos los que se aproximaban al czar de no poner yerbas maléficas en sus manjares, y oponer­se a que otros las pusiesen.»
Tales eran las costumbres dominantes á mediados del siglo XVII en Rusia; y que tan notable variacion esperimentaron al fin del mismo siglo, como ve­remos. Hemos creído deber dar una ligera idea de ellas, apoyados con la opinion de los mejores historia­dores de aquel imperio; porque solo conociendo lo que habian sido, puede comprenderse lo que vinieron á ser despues.
La historia de esos paises que tan lejanos tenemos y con quienes hemos estado incomunicados hasta fines del siglo XVII, no es posible comprenderla sin un es­tudio detenidísimo, ni esponerla sin no menos detenidas observaciones, que las requiere en verdad su importancia, ya sea por el poder que llegue á ejercer mañana en la Europa, ya por el que ejerce desde el principio del siglo actual; poder que se vió evidente en 1812.
Anhelando Fedor estender la ilustracion en Rusia funda una academia donde se enseñaba la gramática, la retórica, la filosofía y los derechos eclesiástico y civil: da nuevo impulso á las ciencias y a las artes, y empezando todo bajo los mejores auspicios decae pronto y se comunica á todas estas benéficas instituciones la rudeza del carácter ruso; atendiéndose a cierta forma ortodoxa entre aquellos fanáticos por la religion griega oriental. Quitábase á la enseñanza la libertad que la concede el saber, sin salir de sus límites, y muchos escelentes profesores recibieron en las llamas de una hoguera el premio de su talento.
Encargóse luego el tiempo de ir corrigiendo tales absurdos, y la instruccion de los rusos comenzó á ca­minar progresivamente para no detenerse en su carre­ra gloriosa, porque no cuenta dos siglos de existencia; que si son ahora mucho en la vida de los pueblos, no lo eran hasta el día.
Al morir Alejo, deja varios hermanos entre los que se contaban Sofía, Ivan y Pedro. Sin hijos que le hereden, debia recaer la corona en uno de sus her­manos. Afirmase que la legó en su testamento á Ivan, que contaba diez y seis años cuando solo tenía nueve Pedro; pero la incapacidad del primero le inhabilitaba para ejercer el mando. Suscítanse entonces rivalidades, se alteran los ánimos al ver que un (Faltan algunas letras)

jueves, julio 05, 2007

Viage ilustrado (Pág. 17)

cerrarse en un monasterio bajo el nombre de Alejan­dra. Amotínase el pueblo, la ruega en vano que ejerza el poder, se obstina Irene en su negativa, y piden entonces á su hermano: pero Boris rehusa, y accede solo á ser el ministro principal de uno de los príncipes de la casa de Rurick. Reúnense los nobles, se retarda su decision, se aprovechan en tanto los enemigos esterio­res de este intérvalo, y el 17 de febrero, proclaman los estados generales reunidos en Kremlin, á Boris Godounov emperador de Rusia.
Boris, aquel ministro que hace asesinar á Deme­trio para facilitarse el camino al trono, que induce á retirarse á un convento á la czarina, se ve ahora ame­nazado de escomunion por los obispos y el patriarca, por no querer aceptar un poder que antes había ambicionado. ¿Era hipocresía, ó se creía verdaderamente sin fuerzas para sobrellevar el peso que se le imponia? Ningun historiador nos aclara esta duda; pero no cree­mos en lo primero porque fué demasiado obstinada su resistencia, que para hacerla mas fuerte se habia re­tirado á una mansion de religiosos, de la cual le obli­garon á salir, para ir á habitar el Kremlin, donde fué coronado el 20 de setiembre, esclamando en el acto de tan solemne ceremonia: «Job, grande patriarca, tomo á Dios por testigo de que no habrá en mi imperio ni un huérfano ni un pobre,» y enseñando el cuello de su camisa, añadió: «Si, yo daré si es necesario has­ta esta última prenda á mi pueblo.»
Los dos primeros años del reinado de Boris, fue­ron de completa felicidad para la Rusia; pero destier­ra al fin de ellos á los Romanof, y nace de aqui una oposicion que terminó mas adelante por el triunfo de esta familia tan célebre para la Rusia.
Gobernando con prudencia y aun con sabiduría, sin derramar una gota de sangre, poco hubiera in­quietado al imperio la oposicion de los Romanof, á no haber evocado el recuerdo de un príncipe heredero del trono, cuya muerte habia sido dolorosamente sen­tida. Su memoria era aun grata para los rusos, y estos que, como todos los pueblos, son crédulos y afectos siempre á lo que desean, por mas imposible que parezca, en lo cual hay mayor motivo para anhelarlo, vieron esplotada su ignorante credulidad.
Un jóven fraile llamado Otrepiev, segun unos, y Otrepiea segun otros, empezó á decir que pertenecía á la familia de los Rurik, y que habia de reinar sobre Moscou. Al saber Boris estas imprudentes palabras; le mando á un convento donde eran severas las re­glas, pero huye el jóven y se refugia en Polonia.
Las persecuciones que suelen generalmente atraer partidarios y dar celebridad al perseguido, contribu­yeron á la del jóven impostor que penetró en breve en Rusia á la cabeza de un ejército entusiasta, y rodeado de una córte de falsos aduladores. Entusiásmanse los rusos con su presencia; recuerdan las victimas que inmoló Boris por esterminar á los vengadores del ase­sinato del jóven príncipe, y el partido del falso De­metrio se hace poderoso é invencible. En vano apela Boris al recuerdo de los beneficios que dispensaba su buen gobierno: el pueblo sé muestra ingrato á ellos, para vengar una memoria que consideraba sagrada. Con la misma facilidad que besan los pueblos las manos que los castigan, inmolan á sus favorecedores. No parece sino que donde hay pasiones no hay gra­titud.
Abandonado de todos, perdió Boris la corona y (Faltan algunas letras) abril do 1605 de un mal súbito: bendice á su hijo, y exhala su último suspiro vestido de monge.
Para reemplazar á Boris, solo falta al afortunado aventurero ser reconocido por Irene, á quien llamaba su madre; dále esta el dulce nombre de hijo, y ocupa el trono, abandonándose á todos los escesos del mas desenfrenado libertinage, no bastando á contenerle ni el religioso sagrado del claustro de donde arrancaba á los religiosas para satisfacer en ellas la brutalidad de sus sentidos.
Pronto empezaron á divulgarse en el reino las par­ticularidades del asesinato del verdadero Demetrio, y el agente de Boris á quien las torturas del tormento mas espantoso no fueron bastante para hacerle des­mentir las verdades que propalaba, las dió mayor pu­blicidad por odio al nuevo czar; pero conservóle este la vida, y en breve le concedió su favor.
Chousky y los principales boyardos conspiran para derrocar al impostor: amotinan al pueblo, al que guia con el crucifijo en una mano y la espada en la otra; invade el palacio, tiembla el czar, salta del lecho, hu­ye de cámara en cámara, se arroja por una ventana rompiéndose una pierna, invoca en vano la ayuda de sus tropas, se ve negado por Irene que rechaza sea su hijo, se le sentencia entonces a morir, y perece fu­silado permaneciendo su cadáver tres dias sin sepul­tura.
Chousky se hace proclamar emperador; se sus­citan contra él multitud de enemigos, y abandonado de sus tropas y de su familia, se retiro á un convento, donde se hace monge; pasando así su reinado como una sombra, y la Rusia por una de esas crisis que pa­decen por desgracia los pueblos, crisis que parecida á una venganza celeste, deja en pos de su marcha la huella que imprime ese azote mundano que diezma con su pestilencia á la humanidad.
La Rusia iba ya empezando á tener regulares for­mas de gobierno. Hereditaria la corona, se establecía un órden de sucesion, que si bien no era directo, pues podia el emperador reinante designar por sucesor a cualquiera de sus hijos, era preferido el mayor, el cual respetaba las reformas del padre y podia emprenderlas, aunque solo disfrutaran de sus beneficios sus he­rederos.
El czar ejercia una autoridad despótica, y solo en ciertos casos, como cuando declaraba la guerra, con­sultaba, ó mas bien participaba su voluntad al pue­blo, acudiendo a una iglesia donde hacia leer los agra­vios que recibiera del enemigo. De este modo escitaba el patriotismo de las masas á las que preparaba á derramar su sangre, y deponer en las arcas del sobe­rano sus riquezas.
Los boyardos, que constituian la nobleza rusa, se dividían en cuatro grados, y eran generalmente los que ejercían los cargos públicos, y tenían mandos mi­litares. Podían usar espada y poseer tierras, cuya posesion obligaba á ciertos servicios, y gozaban ademas de diferentes privilegios y fueros.
La clase media, la componían los comerciantes y mercaderes escluidos de los empleos. Y la infeliz cla­se productora, los aldeanos, estaban afectos al terru­ño, sin propiedad, y pudiendo ser trasladados por su amo de una tierra á otra; pero no podían arrebatarlos de los campos para destinarlos á otros servicios.
Pero aun habia otra clase mas abyecta, los escla­vos, que, como los de la antigua Roma, se empleaban en toda clase de trabajos , y pertenecian algunos por

miércoles, julio 04, 2007

Viage ilustrado (Pág. 16)

se le exigian, libertó á la Rusia de sus enemigos y la elevó á un rango brillante, por su poder al menos.
Destruyendo luego las formas republicanas de No­vogorod, cuando se apoderó de ella por derecho de conquista; se afirmaba cada vez mas en su pensa­miento de hacer de la Rusia el poder mas grande de la Europa. Pocos soberanos podian impedirlo, y el único que entonces sobresalia en el continente, el Cé­sar español Cárlos I, se contentaba con escribir al gran maestre de la órden teutónica: No es bueno que la Rusia llegue á ser poderosa, es necesario que la Po­lonia se conserve entera, para el equilibrio de la Eu­ropa.
Ivan IV estendió, es cierto, los limites del imperio, al que agregó la Siberia; pero le hizo perder ese pres­tigio moral que le habian dado sus antecesores. Mas afecto á destruir á sus súbditos que á sus enemigos, llegó á rodearse de seis mil individuos de la primera nobleza, que ligados á él con el mas solemne jura­mento, se ocupaban en hacer ahorcar y empalar sin descanso; enriqueciéndose con los despojos de las vic­timas; y llevando, para añadir el insulto al crimen, colgadas en el arzon de la silla del caballo una cabe­za de perro y una escoba, para indicar que debian morder á los enemigos del czar y barrer el mundo.
Cuentan algunos historiadores que los alemanes y los ingleses solicitaron la alianza de la Rusia, atraidos; por la reputacion que adquirió este imperio bajo el reinado de Ivan; pero sin que nosotros desmintamos este hecho, que damos por supuesto, no basta el para destruir nuestra observacion de lo que amenguó la dignidad de la Rusia bajo el bárbaro reinado de Ivan IV. Seria preciso hacerla consistir en la inmensa poblacion que se conquistaba para concederla; pero ni aun esto sucedia. Los habitantes que se aumentaban con la conquista de nuevos paises, se disminuian con los innumerables asesinatos en masa que se ejecutaban diariamente; con los incendios de grandes poblacio­nes, y las sumersiones en los rios de todos los pobladores de otras.
Una circunstancia favorecia á la Rusia, que habia de ser la base de su futuro engrandecimiento y de su poder actual, y era la servil sumision de los rusos que veneraban en el czar lo mas sagrado que para ellos habia. El imperio en este estado solo necesitaba un gran monarca que podria sin oposicion trasformar la Rusia é introducir cuantas reforma ideara, y este mo­narca lo tuvieron en Pedro I. Y á fin de que fuera mas grande el teatro en que debia inmortalizarse el obrero de Saardan, iban aumentándose los dominios del czar que estendia su poder hasta el circulo polar N. por un lado, hasta el Báltico por otro, ganaba tierra en la Livonia, en la Polonia, en la Moldavia, etc., llegaba al Caspio y se internaba en la India y la China, para no pasar hasta el Nuevo Mundo.
Heredero Fedor I de la corona de su padre Ivan IV, se hallaba imposibilitado de reinar por incapacidad fí­sica y mental. Enviáronle sin embargo diputados para que aceptara el trono, y atendidas sus súplicas asistie­ron al coronamiento del jóven príncipe.
Un consejo de regencia nombrado por su padre y compuesto de cuatro boyardos, admite al fin una es­pecie de preceptor para el czar, (1584) y el tártaro Boris Godounov, próximo pariente de la familia reinante, empuñó las riendas del Estado en nombre del inerte Fedor.
Reconcentrado en él el poder soberano, abusó como era costumbre, y siguió las conocidas huellas de sus antecesores. Sin detenerle ningun género de obstáculos, se arma con el puñal y el veneno, y estermina á sus enemigos del interior al mismo tiempo que impone á los esteriores. Con una ambicion sin límites que oscurecia algunas buenas cualidades que poseia Boris deseaba hacerse dueño absoluto del imperio. Casó al czar con una de sus hermanas, destruyó á la mayor parte de los parientes del príncipe, y llegándole á causar éste recelos, trató de inmolarle; pero prometia tan poca vida el infortunado jóven, que su fin vendria á terminar pronto las inquietudes de Boris.
Demetrio era el heredero del trono, y ganando Boris al gobernador del príncipe, se deciden á envenenarle. Sin valor ó sin ocasion para ello, encargan á otro el asesinato, que se retardó por el presentimiento del crimen que tenia su madre Irene, la cual no se separaba un momento de su hijo. Un instante de descuido bastó para perderle, y para que puesto en manos de Biatafsky y de sus complices fuera degollado. Vengó el pueblo la sangre del príncipe derramando la de algunos de sus asesinos: lo denunció á Fedor, pero supo Boris hacer pasar la muerte de Demetrio como un sui­cidio, y continuó al lado de su hermano Fedor; vién­dose por este tiempo el Estado floreciente, tranquilo y temido de sus enemigos. Solo los infelices habitantes de Ouglitch, donde fué asesinado Demetrio, y donde se vengó su muerte en algunos de sus asesinos se dejó sentir la crueldad de Boris que diezmó la poblacion, pretendiendo sepultar con sus habitantes el secreto del crimen que él habia cometido. No consiguió su objeto: el delito y el nombre de su autor se divulgaron, y la vindicta pública se encargó de castigarlo con la pu­blicidad.
Un crimen conduce siempre á otro: Boris Godou­nov, para conseguir el favor de las masas recurre al un medio maquiavélico, de aquellos que se encuentran pocos ejemplos en la historia; hizo pegar fuego en se­creto á diferentes barrios de Moscou, librando sola­mente el Kremlin y la parte de la ciudad donde se reunían los nobles. Como disponia de todas las rentas del Estado, reconstruyó la mayor parte de las casas y de los edificios que habían devorado las llamas, lo cual le proporcionó las bendiciones del pueblo que le apellidaba su salvador.»
Habia en Boris tal mezcla de vicios y virtudes, de crímenes y de acciones nobles, que es penoso á la historia calificar el carácter de este personage. Su ambicion sin límites merece disculpa al verle emplear un poder que conseguia por medios reprobados, en ha­cer la felicidad de la Rusia. Querido de todos, para lo cual empleaba su talento, se mostraba en estremo sen­sible á las desgracias, y concedia siempre gustoso cuanto le pedian. Jamás se acudia á él en vano para reparar una injusticia ó para demandar misericordia, declarándose ademas protector de los necesitados. Es­to le conquistó el afecto público, y le facilitó la ejecucion de sus grandes pensamientos.
Muere Fedor el 7 de enero de 1598, sin dejar su­cesion, y su viuda, hermana de Boris, como hemos visto, queda encargada del imperio. Mas no agradaba á Boris este legado; y á pesar de que es reconocida Irene, consigue su hermano hacerla renunciar (Faltan algunas letras)


de leche de burra; y si se derramaba una gota en la crin del caballo en que estaba sentado el delegado del khan que la recibia, debia lamerla.

martes, julio 03, 2007

Viage ilustrado (Pág. 15)

Este, siguiendo el ejemplo de todos, se retiró á la soledad de Alejandrowisky, que rodeó de fosos y mu­rallas, se entregó con fanatismo á las prácticas religiosas, y no admitia en su fortaleza sino á los denun­ciadores, á los cuales seguia siempre el verdugo.
El pueblo ruso, abyecto y sin una idea de su dig­nidad, acataba y bendecia en tanto á su tirano. Trató de abdicar, y las últimas clases de la sociedad, á quienes siempre han halagado los déspotas, levantaron sus gritos al cielo esclamando: «¿Quién podrá defen­dernos en adelante?»
Tambien el clero y los grandes, fuera por temor al pueblo, ó por servilismo, gritaban:
«Que su czar tenia sobre ellos un derecho de vida y de muerte imprescriptible: que les castigase á su placer, pero que el Estado no podia existir sin señor. Que Ivan era su soberano legitimo, aquel que Dios les habia dado, el gefe de la iglesia. Sin él ¿quién conservaria la pureza de la religion? quién salvaría mi­llares de almas de la eterna condenacion?»
Y todos le ofrecen sus cabezas, todos le ruegan, le lloran, y él corre á Moscou á presenciar la humilla­cion de de pueblo.
«Hacia un mes que no se le veia y era imposible reconocerle, dicen los historiadores rusos; grande y robusto su cuerpo; ancho el pecho; altas y encorvadas las espaldas; su cabeza cubierta antes de espesa ca­bellera, estaba calva; los restos raros y salpicados de una barba que poco hacia formaba el adorno de su cara, le desfiguraban; sus ojos estaban apagados, y sus facciones, llenas de una ferocidad espantosa, eran deformes».
«En Moscou, vuelve á aislarse en una fortaleza. Entonces manda que se coja á todos los habitantes de las calles que se aproximaban á su guardia, para inmolarlos.» Consiente en seguir reinando, y lo hace en verdad como señor de vidas y haciendas, dejándose sentir en todas partes el abrumador peso de su omnimoda autoridad.
Sus crueldades ya no conocían limites: se sucedian las muertes con una continuidad espantosa, y de un modo horrible, reproduciéndose los suplicios de los mártires. Ivan mismo empaló á algunas victimas: envenena á su primo Wladimiro y á todos los miembros de su familia; manda fusilar á todas las mugeres que acompañaban á la princesa, despues de haberlas pro­metído la vida; precipitar en los ríos á los habitantes de Torjek, y en fin, al llegar á Novogorod, entre él y su hijo Ivan envían diariamente a la eternidad mas de mil victimas, quedando enteramente despoblada la ciudad en el espacio de seis semanas, segun asegura un historiador.
El mismo refiere que dirigiéndose este Neron ruso á Pokoff, va á visitar á un monge que presenta al mo­narca un pedazo de vianda cruda: dícele el czar que no la come por estar en cuaresma: ¿Y qué? replica el religioso, ¡no comes carne en cuaresma y destrozas á los cristianos y te hartas de la sangre de los rusos!
Esta repuesta atrevida, impone á Ivan y se salva Pokoff; porque no hay tirano que no haya tenido un momento en que creyendo ser justo y humano hicie­ra alarde de esa desdeñosa generosidad con que con­ceden á sus semejantes la vida de que se consideran dueños: compasion insultante, que ofende mas que la muerte.
Los sentimientos religiosos, ó mas bien el fanatis— (Faltan algunas letras) Ivan ostentaba, no le impedian perseguir á los mismos prelados. Carga de cadenas al arzobispo de Novogorod, y le asocia una multilud de pretendidos cómplices, á quienes hace sufrir los tormentos de la tortura, á pesar de ser los hombres mas ilustres de la Rusia. Pero esto era aun poco, Moscou, la gran ciu­dad, se vió inundada en sangre, derramada á torren­tes del modo mas bárbaro é inhumano, llegando á constituirse el mismo Ivan en verdugo, pues marchaba á la cabeza de los ejecutores, y daba el primer golpe con grandes aplausos de una multitud envilecida. Ul­timo grado de depravacion á que puede llegar un pueblo: ¡presenciar y aplaudir como un placentero espectáculo los asesinatos en masa de sus compatriotas!.
Tanta como era su crueldad para sus vasallos, era su cobardía para con sus enemigos los tártaros, ante los que huia sin combatirlos, obteniendo de ellos la paz, merced á las mas humillantes concesiones. Culpando luego á sus súbditos de las invasiones de los estrangeros, vengaba en ellos sus afrentas, y los in­molaba en holocausto de su vergüenza.
Es imposible hallar un mónstruo que reuniera los vicios y los crímenes que Ivan. Inmoral en sus cos­tumbres, no poseia ni aun los afectos que son natura­les para con aquellas mugeres á quienes se ama; y la que hoy servia para sus placeres, era sacrificada ma­ñana, sin que le inspirara su víctima una mirada de compasion. Sediento de la sangre de sus semejantes, no habia para él consideraciones de ninguna especie que le impidiera verterla; pues llegó hasta desconocer los vínculos naturales, los afectos mas sublimes que hay en el mundo, llegó á sacrificar á su mismo hijo, muerto por él á golpes, sin otro delito que solicitar de su padre ponerse al frente de un ejército para comba­tir á los polacos, que amenazaban apoderarse de la Rusia.
El asesinato de su hijo, que falleció en 1582, le causó una desesperacion horrible. Le parecia ver su sombra continuamente, pidiéndole venganza, ver en sus manos una sangre de que no podía desprenderse, y oir en el fondo de su alma depravada el eco acusador de ese Dios á quien tan torpemente invocaba y no comprendía, de esa religion que ultrajaba con tan bárbaro fanatismo.
Pero estos remordimientos no le corrigieron; pro­siguió en su ferocidad, como si tratara con ella de destruir su sensibilidad. Queria embriagarse en crí­menes para no sentirlos, y hasta á la misma esposa de su hijo Fedor, que le asistia en una enfermedad, pre­tendió hacerla víctima de sus brutales pasiones.
Prolongándose por cerca de medio siglo el reinado de este mónstruo, como si la Rusia hubiera tenido que sufrir la venganza de Dios, terminó al fin su vida el 18 de marzo de 1583.
La grande obra de Wladimiro, empezó á destruir­la Ivan IV. Ivan III, monarca que funda la nacionali­dad rusa, que ayuda con su prudente sabiduría á au­mentar la preponderancia del Norte, esta region que se hizo importante con el descubrimiento de la Améri­ca, descendió al sepulcro no solo asegurando la inde­pendencia de la Rusia, sino haciéndola respetar en Viena, en Roma y en todas las córtes poderosas del mundo. Aquel Ivan III negándose á pagar un tributo humillante, y mas aun por las circunstancias que le acompañaban (1), y matando á los embajadores que


(1) Los príncipes de Rusia estaban sujetos á pagar un tributo á la Horda de Oro, que consistía en un vaso lleno

lunes, julio 02, 2007

Viage ilustrado (Pág. 14)

plicarse estos sucesos despertaron en él pensamientos de ambicion: de gefe de ladrones queria hacerse conquistador (lo cual no era entonces... mas que cambiar de nombre): él, que sorprendia antes á los viageros en los caminos, resuelve hacer lo mismo con las poblaciones, y lo consigue con feliz éxito: navega en el Volga, penetra en el mar Caspio, efectua desembarcos tan pronto en un punto como en otro, se enriquece con saqueos diarios, llega á la embocadura del Yaih, hace degollar á un oficial de la mesa del emperador, que trataba de hacerle algunas proposiciones de amnistía, derrota luego un cuerpo de strelices, se apodera de la ciudad de Yatskoii y arroja en un foso in­menso á los habitantes y á la guarnicion, ordenando quemarles á todos. Nuevos refuerzos de cosacos aumentan su audacia, y lleva la desolacion á una parte de la Persia; revuelve sobre Rusia, pero se ve en­vuelto y precisado á capitular, aceptando la condicion que le impusieron de que emplearia su genio militar en obsequio del czar. Sanciona este las promesas hechas en su nombre, y Razin, se retira á vivir entre sus compatriotas, conduciendo consigo sus inmensas riquezas. Escitando con ellas la codicia de sus compatriotas, le hacen ponerse nuevamente á su cabeza, y se apoderan de la ciudad de Tsavitsen, que entregan á las llamas. Marchan tropas rusas á batirle; pero abandonan á su gefe y corren á engrosar las filas del bandido, que entra en Astrakan, merced á la deslealtad de la guarnicion: inmolan á cuantos encuentran, y el mismo Razin, embriagado y furioso, recor­re las calles dando de puñaladas á las mugeres, á los niños, á los ancianos, á cuantas personas puede alcanzar a pesar de su estado beodo, y arroja de lo alto de una torre á un príncipe y á su hijo. Marcha luego á Saranof, cuyas puertas le abren; circula con profusion proclamas incendiarias y se aumentan sus filas prodigiosamente. Sus pensamientos eran de conquistar la Rusia, y se prepara á caer sobre Moscou; pero contaba con tropas indisciplinadas y solo valientes para con los habitantes indefensos y para el saqueo; y al presentarse las tropas del czar fueron batidas las de Racin y derrotadas. Huye á las orillas del Don, es en­tregado á los rusos y entra en Moscou, no como ven­cedor sino como vencido, y para ascender al suplicio en vez de al trono.»
Tal es la historia de la vida de este bandido, que adquirió una celebridad poco envidiable, y tuvo en conmocion á todo el imperio ruso. Nos hemos detenido algun tanto en describirla, porque á mas de ser un episodio interesante, sirve para caracterizar ciertas costumbres y poder conocer mejor los tiempos de que nos vamos ocupando. ¿Cuál seria el estado de moralidad de un pais, cuando un bandido pone en peligro al mismo czar? Pero lo hemos dicho: estaba reconoci­da tal profesion y tolerada; y esto solo puede dar idea de aquella época. Si las armas le hubieran sido pro­picias a Racin, hubiese entrado en Moscou, inmolado al czar, juzgándolo quizá en un consejo, y ocupado su puesto con aplauso de la nobleza y del pueblo. ¡Desgraciadas las naciones que no tienen otro derecho que el de la fuerza!...
Los últimos años del reinado de Alejo pasaron en medio de una paz profunda, aprovechada en beneficio del reino. Murió en 1676, legando á los rusos una compilacion de leyes llamada Oulagenia, que es la reunion de los diversos ukases á decretos promulga­das despues del código de Ivan IV, los cuales mejora.
El reinado de Alejo fué el preludio de una nueva era en que entraba la Rusia y fueron preparando los Romanof. Dos emperadores iban ya de esta dinastía y era palpable la diferencia que existia entre el año de 1613 y el de 1676.
Todos los historiadores, entre los cuales sobresale el francés Levesque, califican de glorioso el reinado de Alejo, y lo fué sin duda. Vióse en él ceder ese bárbaro prurito de sacrificar á los vasallos, gozarse en verter su sangre y no hartarse de atesorar sus riquezas. Alejo castigaba con deportaciones á la Siberia; pero les pasaba alimentos, y los que iban á aquella region á espiar una culpa, volvian ricos, si habian sa­bido emplear su actividad é inteligencia.
La ilustracion, las artes, las ciencias, todos los ramos del saber humano habian recibido un nuevo im­pulso de los Romanof, construyéndose en tiempo de Alejo los dos primeros navíos que tuvo la Rusia y vi­nieron á escitar mas adelante el entusiasmo de Pedro, que contaba cuatro años á la muerte de su padre Alejo.
Fedor ocupa el trono, que ya se habia hecho hereditario, y muere á los cinco años de su reinado y á los veinte y uno de su edad, sucumbiendo á la debilidad de su físico.
Durante su gobierno ejerció el poder sir ministro Gallitzin, que supo humillar la altivez de los turcos protegidos por los tártaros.
A raya el enemigo esterior, se propuso pacificar las enconadas disensiones de la nobleza rusa, que amenazando trastornar la tranquilidad del Estado, se veía imposibilitado el poder de contar con unos súb­ditos, que ocupados solo en rivalidades de familia, no podia reunirlos, ni habia medio de conciliar sus orgu­llosas cuestiones.
Envanecidos los nobles con la antigüedad de su linage, consideraban indigno de su preclara estirpe el estar á las órdenes de otro noble, cayo abuelo hubiera sido inferior al suyo. De aqui nacian cuestiones sin término, que embarazaban y cansaban al tribunal que las decidía. Para evitar esto é impedir tambien las consecuencias que ya empezaban á vislumbrarse sobre ciertos privilegios ó derechos de familia, pidió Fedor III, ó mas bien Gallitzin, que se presentaran los títulos de cada casa, á fin de arreglar exactamente las clases, y cuando los tuvo todos en su poder los entre­gó á las llamas.
Este acto despótico fué un manantial de bienes para la Rusia. Cortadas así de raíz las disensiones, no hubo mas distincion de familias que la que él estableció. Tal resolucion impuso ademas á los nobles, que solo pensaron luego en conquistar el afecto del sobe­rano. Perdió sin duda la historia un tesoro de docu­mentos; pero ganó la tranquilidad del imperio y se abatió el orgullo de una clase que basaba su nobleza en los títulos de sus antepasados, desmintiendo quizá con su conducta la noble procedencia de su preclaro linage.
Imponiendo por el terror á sus vasallos, sabia lisongearlos alguna vez, ora con benéficas leyes ora convocándolos en un congreso donde se contaron tres­cientos treinta y nueve diputados eclesiasticos, nobles, mercaderes y pecheros. Envanecidos todos con esta especie de deferencia que les rendia el soberano, se aprovechó éste de su poder para dominar completa­mente á todas las clases del Estado que se entregaron como victimas en holocausto del tirano.

domingo, julio 01, 2007

Viage ilustrado (Pág. 13)

Esto sucedia en 1613, época que señala la historia de Rusia corno el principio de una era de felicidad, que inauguró la dinastía Romanof. Pero no se crea que esta ventura está basada en la ilustracion de los rusos: fanáticos, ignorantes y rudos en sus costumbres, no deponian tan fácilmente estas cualidades que les dis­tinguian. Siervos hasta la abyeccion, solo sabian obe­decer y servir: este era el carácter distintivo de los nobles y los plebeyos, pero tenian, sin embargo sus garantías, que les servian de tanto, como á los habi­tantes del Mediodía y Occidente europeo sirvieron los comunes ó concejos, base de su futura civilizacion ó mas bien de su preponderancia; pues por ellos se formó esa clase media, centro del talento, de la ilustra­cion y de la riqueza que constituye el principal poder de la sociedad moderna.
Miguel Romanof, que asciende al trono, era hijo de Philareto, arzobispo de Rostou y de una religiosa unida por línea femenina á los antiguos soberanos.
Philareto, señor antes poderoso, habia abrazado la vida monástica, obligado á ello por Boris, siguiéndole su esposa, que tomó el velo, como antiguamente se usaba. Siguió ejerciendo algunos cargos de digni­dad en la córte, y al ir de embajador á Polonia, fué preso en este reino, y en el ínterin elegido su hijo çzar de Rusia. Se le cangea entonces, es nombrado patriarca, y es el verdadero soberano bajo el nombre de su lujo.
La eleccion de esposa por los soberanos de Rusia se hacia entonces de un modo singular. Traíanse á la córte las jóvenes mas bellas de las provincias; recibíalas la primera dama de la córte; las hospedaba separadamente; pero comían todas á una mesa. El czar las veia oculto ó disfrazado, y señalaba el dia del matrimonio sin que fuera sabida su eleccion. Llegado aquel, se presentaba con trage de boda la afortunada en quien habia recaido la secreta eleccion, y se distribuian trages á las demas pretendientes, que volvian á sus casas con ellos.
De este modo, dice Voltaire, se casó Miguel Romanof con Eudoxia, hija de un pobre caballero llama­do Streshuev, que cultivaba por sí mismo sus tierras con sus criados, en cuya ocupacion le hallaron los en­viados por el czar con sus presentes para anunciarle que su hija habia ascendido al trono.
Al coronarse con profundo sentimiento de su madre el primero de los Romanof, jura ante sus vasallos proteger la religion, correr un velo sobre todo lo pasado, no hacer nuevas leyes ni cambiar las antiguas, no decidir por sí mismo ningun negocio importante, juzgarlos todos segun las leyes y la forma ordinaria de los procesos, no declarar la guerra ni hacer la paz con sus vecinos de su propia cuenta, y á fin de demostrar su desinterés y evitar disgustos, cedería sus bienes á su familia ó los haría incorporar á los do­minios del Estado.
Esta fórmula de juramento, así como la usada en los documentos públicos de aquella época demuestran la participacion que tenia el pueblo en el gobierno. Es verdad que obedecian todos con servil sumision; pero tambien sabian derribar á sus señores. Preferian mejor los rusos á un tirano que á un infractor de sus leyes, y amaban mejor la estabilidad de sus costumbres públicas, que su propia vida. No se vengaba tan­to la muerte de un individuo como la infraccion de una ley; pues reconociendo en el czar el derecho sobre (Faltan algunas letras) le acataban, y presentaban su cuello al hacha del verdugo, sin atender el reo á su inocencia.
Los primeros años del reinado de Miguel fueron fatales para la Rusia, que acometida por todas parte de enemigos esteriores, apenas gozó de un momento de tranquilidad. Los suecos, los polacos, casi todo sus vecinos invadieron con sus ejércitos el imperio que tuvo que desprenderse de algunas importante poblaciones, renunciar á la posesion de provincias enteras, é ir amenguando su estenso territorio.
Muere en 1615 Miguel dejando tres hijos y seis hijas de su segunda muger, y á Alejo por heredero del trono cuando apenas contaba quince años; tomando por apellido como era costumbre el nombren de si padre, añadiendo la terminacion witch; y por esto se llamaba Alejo Miquelowitch.
Asciende al trono con los mismos juramentos fórmulas que sus antecesores, y poco afecto á los ne­gocios públicos, confia el mando del imperio á un gobernador, que abusando de su posicion sumerge á la Rusia en un abismo de desdichas, que acabando con la paciencia de los rusos, los subleva, y corre en Moscou la sangre de los parientes y de los amigos de ministro. Consérvanle á este la vida por intercesion del czar, y le consienten seguir dominando.
Nuevas turbulencias se suceden en Novogorod donde no se respeta ni al metropolitano Nicon, este historiador de los mas célebres de la Rusia; pero apaciguado un tanto el furor de las masas, imploran la clemencia del mismo Nicon, que la dispensa con reli­giosa caridad.
Para que nada faltara á tantos desórdenes, un nuevo Demetrio, y era el quinto, se presentó en Moscou; pero subió al mismo trono que sus cuatro predecesores, esto es, al suplicio.
Alejo, como si despertara de un indolente sueño, procura reconquistar el ascendiente de las armas ru­sas, convoca en Moscou estados generales, donde se contaba al patriarca, á los gefes del clero, de la no­bleza, á oficiales de su casa y á los principales mer­caderes de Moscou. Participan todos de los sentimien­tos de Alejo; pónese á la cabeza de sus tropas; ábrenle sus puertas multitud de poblaciones; cae en su poder Kief; se apodera de Wilna y de casi toda la Lituania; cede á sus armas la Siberia novogoriana; entra en la Carelia, en la Ingria, en la Livonia, y detiénese solo delante de los muros de Riga, su capital.
Una alteracion verificada en la moneda rusa causó lamentables desgracias. Engañado el pueblo con la variacion que tanto le perjudicaba, acudió á las armas; pero fué vencido y degollado por los strelices; despues de lo cual retiró el czar de la círculacion la moneda falsificada.
Un hecho cuentan los historiadores de Rusia, al que dan alta importancia, por haber ocasionado vivas inquietudes al soberano.
«Stenka-Razin, dicen, cosaco del Don, empezó por ser salteador de caminos. En las costumbres de sus compatriotas era esta una profesion reconocida, autorizada, y á la cual no se aplicaba la menor idea de oprobio ni de deshonor. Tiene la fortuna de apoderarse de un convoy de objetos pertenecientes al em­perador que se dirigía á Astrakan, y este golpe audaz engrandece la reputacion de Razin, al mismo tiempo que aumenta sus recursos; viéndosele en breve de gefe de una gran partida de ladrones, que lleva la desolacion á la parte oriental del imperio.
«Era este hombre audaz y de valor, y al multi—

Viage ilustrado (Pág. 12)

tre el pueblo, y aunque Ivan las apacigua como un padre puede tranquilizar á sus inquietos hijos, los consejos que recibió el monarca del ex–obispo de Ko­lumna, cuando fué de peregrino al monasterio de San Cirilo, le hicieron variar su carácter bondadoso, despertando su orgullo de hombre y czar.
Gobernad vos mismo, le decia, y gobernad solo.
Dad consejos, mas no los recibais.
Mandad siempre y no obedezcais.
No olvideis que el mas modesto de los consejeros de un príncipe acaba por dominarle.
Ivan lo respondió:
«Mi mismo padre no habria podido darme mejor consejo»
Inquieta la imaginacion de Ivan con tan perniciosos avisos, vuelve de su peregrinacion, halla el reino en la tranquila felicidad en que le dejara encomenda­do á Silvestre y á Adaskef, continúa dispensándoles su confianza, y esta dicha que todos disfrutaban, termina con la vida de Anastasia el 7 de agosto de 1561.
La naturaleza de Ivan IV cambia totalmente desde este dia. O el profundo sentimiento de la muerte de su esposa endureció del modo mas horrible su corazon, ó la bondad de aquella reina contenía la vio­lencia de su marido.
No sabemos cual de estas conclusiones admitir. Hay poquísimos ejemplos de que, quien haya poseido un alma generosa, noble, sentimientos de justicia, de humanidad, de religion, se haya entregado despues como una fiera á destrozar con sus mismas manos á sus semejantes, que ni son sus enemigos ni sus émulos.
Pero dejemos aclare la historia estas consideracio­nes: observemos los crueles instintos que tuvo Ivan en su juventud, que cambiaron solo por los sanos consejos de un monge, que los continuaba sosteniendo una muger á quien amaba, y podremos comprender que su crueldad estaba mitigada, mas no habia desaparecido.
Acordándose de las irreligiosas máximas del de Kolumna, rompió el dique de sus mal comprimidas pasiones brutales, comenzando por la muerte de Silvestre y Adaskef, á quienes tanta ventura debian él y el reino. Los parientes del último cayeron tambien bajo el hacha del verdugo. La misma mano de Ivan inmola al príncipe Demetrio.
En la época que hemos recorrido empezó á adquirir la Rusia su importancia europea. Estendió su terri­torio por la Carelia y la Ingria, aseguró la paz con la Suecia, hizo temer á los turcos su enemistad y que desearan otras potencias su alianza. El mismo Papa, que temia el poder musulman, asediaba de continuo al czar para atraerle á la Iglesia latina, y lo hubiera conseguido sin soberanos tan amantes de su independencia, que llegaron á elegir al metropolitano de Moscou patriarca de la Iglesia rusa, por no permanecer mas tiempo bajo la tutela del patriarca de Cons­tantinopla.
«De esta manera, dice Cantú, es como la Rusia se elevaba con la unidad política y la unidad religio­sa, al paso que la Polonia, que carecia de almas, se descomponia. Goudonov se concilió tambien la volun­tad de los nobles disminuyendo la libertad de que go­zaban los campesinos de pasar de una tierra á otra, derecho que obligaba á los señores á tratarlos con mas humanidad, y aquella restriccion hizo cada vez mayor la esclavitud, pues los tiranos encuentran ventaja en tener que habérselas no con poblaciones enteras que puedan rebelarse, sino con un corto número de privi­legiados responsables de la turba servil abandonada á sus caprichos».
Al tratar mas adelante del estado de los siervos en Rusia, se comprenderán mejor las anteriores líneas de ese popular historiador que tan grande estudio ha hecho de las vicisitudes de los pueblos.
La Rusia, sin embargo, se distingue por multitud de particularidades que constituyen su carácter y forman el tipo de esa raza de alma impasible y corazon de hierro.
Las artes y las ciencias florecieron en el reinado de Boris, llamó tambien á sabios y á artistas estrange­ros, alentó á los nobles á que enviaran sus hijos á ins­truirse á Suecia, estendió el comercio haciendo trata­dos con los italianos y los ingleses, fomentó la riqueza del reino, remedió los males con generoso y activo celo, y recibió las bendiciones de sus súbditos que veian en él su verdadero padre.
Las turbulencias que introdujo el fraile Otrepiev empezaron á destruir los beneficios que la paz y el buen gobierno habían ido atrayendo á la Rusia. Guer­ras, pestes, hambre, siendo tal que llegó á venderse carne humana; todo parecia descender sobre el imperio como una venganza celeste para castigar la incon­secuencia é ingratitud de un pueblo que, cual si estuviera mal con su feliz tranquilidad, renunciaba á ella por seguir á los aventureros impostores que lleva­ban en pos de sí la desolacion.
Retrocede la Rusia en la senda de sus adelantos; eleva y depone monarcas; suscítanse los odios de nacion y de familia, corren torrentes de sangre por todas partes, y para tener un titulo mas la celebridad de la familia Romanof, asciende al trono en medio de una situacion tan deplorable.
El genio de un hombre que pasa su oscura vida confundido en las masas del pueblo ha bastado muchas veces para salvar á una nacion, sacándola de su aba­timiento y elevándola al rango de las naciones gran­des. Los servicios de esta clase de ciudadanos, desin­teresados siempre, heróicos y nobles hasta la sublimi­dad, porque reside la nobleza en su corazon, donde no puede gastarse, han sido la base de la grandeza de casi todos los pueblos y lo fueron tambien del engran­decimiento ruso.
Doctrina es infalible que se vale Dios siempre del mas pequeño de sus hijos para demostrar la inmensi­dad de su poderío, para abatir la vanidad del orgullo y para enseñar que sus dones celestiales no los ha puesto absolutamente en los que brillan en la sociedad por sus titules mundanos, su oropel y su fausto, sino que los ha colocado algunas veces con preferencia en el seno de esas humildes clases confundidas en el Océano del mundo, agitándose como sus olas, pero ocultando en medio de ellas dotes brillantes de virtud y de grandeza, como las conchas ocultan sus ricas perlas.
Un simple carnicero, Kasma Minin, hace resonar entusiasmado un grito de guerra en toda la Rusia, é infunde su voz un heróico aliento en el corazon de todos sus abatidos compatriotas. Levántanse los ruso­s como un solo hombre á la voz de este carnicero, y reconquistan su independencia y se salvan. Corren lue­go al monasterio de Kostrama guiados por el valiente Bojarski, y exigen por emperador á Miguel Feodorovitch Jourief ó Miguel Romanof, salido apenas de la infancia y uno de los descendientes de R (Faltan algunas letras)