martes, julio 17, 2007

Viage ilustrado (Pág. 22)

mendado al príncipe Romanodowski, al boyardo Strechnef, y al general Gordon que tenia el mando de las tropas que formaban la guarnicion de Moscou.
Pedro en Saardam, en nada se diferenciaba de los demas obreros, entre quienes se confundia, participando de sus vicios y virtudes. Conocido por el nombre de Maestro Pedro, se le veia trabajar con in­fatigable constancia, siendo tal su actividad, que apro­vechaba las horas de descanso en tornar lecciones de los mas célebres anatomistas, físicos y cirujanos.
Consideraba que nada debia haber estraño para el czar de un imperio, y todo lo queria comprender; pues necesitando la Rusia una reforma radical, se pro­puso introducirla despues de tener un conocimiento práctico de todos los ramos del saber humano. Y no le satisfacia adquirir simples nociones en los ramos que aprendia; llegaba á practicarlos; y viósele mas de una vez sacar los dientes ó muelas á algunos de sus com­pañeros de taller que acudian á su ciencia con la satisfaccion de verla bien practicada.
Asi que Pedro adquiere una ciencia ó un arte, envia á Rusia á los profesores mas distinguidos para que las enseñen, y las introduce de este modo en el im­perio.
Los cuidados de artista no le impiden atender á los negocios políticos, y desde la humilde casuca de Saardam, dispone armamentos, arregla negociaciones, y no desaprovecha la menor ocasion que pueda utilizar en beneficio del Estado contrayendo alianzas con los vecinos.
Hecho un escelente constructor de navios, pasa á Inglaterra, donde estudia con atencion las manufactu­ras, las canteras, los arsenales, y continúa ejecutando por sí mismo lo que ve hacer á los demas, convencido de que sin la práctica suele ser inútil la teoría. Posee la aritmética, las matemáticas, y le sirve esto para in­troducir los números en las oficinas de Rusia, que se valian hasta entonces de bolas; á tal estremo llegaba la ignorancia. Introduce tambien el tabaco, prohibido antes, y vende á una compañía inglesa su mono­polio por 15,000 libras esterlinas, que las emplea en útiles adquisiciones.
Imbuido en la civilizacion inglesa, se embarca pa­ra Holanda, con objeto de visitar la Alemania y la Italia: pero sucesos graves exigen su presencia en Moscou, á cuya córte se dirige despues de diez y sie­te meses de ausencia.
Habíanse insurreccionado los strelices y marchado sobre la capital; y aunque fueron derrotados por Gor­don, esperimentaron crueles castigos, escediéndose Pedro de una manera horrible en derramar la sangre hasta por su propia mano, de los desgraciados venci­dos, y mezclando estas escenas de carnicería con in­sultantes orgías. Embriagado en deseos de venganza, derriba él mismo en un banquete tantas cabezas como vasos de vino se hace servir, llegando unas y otros á veinte. No satisfecho aun, inmola una gran parte de la nobleza, y los cadáveres de algunos de estos y de los strelices son colgados alrededor del convento don­de moraba Sofia, suspendiendo á tres de ellos delante de la ventana de la habitacion de su hermana, tenien­do uno clavado en la mano un cartel en que invitaba á Sofia á que tomara el poder. Insulto atroz que aña­día á la venganza.
Una insurreccion en Azof es causa de nuevas vic­timas y de dobles crueldades. Vencedor siempre en estas revueltas, quiere asegurar completamente la tranquilidad del imperio para dedicarse á establecer las reformas proyectadas; y no contento con los strelices, disuelve esta milicia que tan ruidoso papel habia desempeñado. Repudia tambien á su esposa Eu­doxia, y queda desembarazado de cuanto le disgus­taba.
Las tradiciones de los pueblos, sus costumbres, se erigen en leyes tan religiosamente respetadas que pocos pueblos han sufrido su destruccion. Pedro se pro­pone empezar por tan peligroso camino; y prohibe las barbas y las ropas talares, que era lo que constituia la nacionalidad de los rusos.
Esta providencia de Pedro no puede considerarse como un prurito de mandar. En su propósito de introducir las industrias y las artes, veia un inconveniente en los ropajes largos, que embarazaban la libertad de los movimientos. Prescribe, pues, para cada clase social un trago á la europea: resístense á adop­tarlo, y establece entonces impuesto sobre la bar­ba y los trages que se proponia estinguir: de este modo hace pagar la vanidad, y opone asi á la inflexibilidad de la edad, su avaricia.
Para los rusos comenzaba el año en setiembre, y conociendo Pedro la necesidad de uniformar su calendario con el de los pueblos civilizados, adopta el de estos.
Las rnugeres, siguiendo las costumbres asiáticas, aran consideradas mas bien como siervas que corno compañeras: y á fin de que ocuparan el puesto que les concede la Europa civilizada, establece Pedro so­ciedades, á las que obligaba á asistir á los maridos con sus mugeres, y prescribía los saludos y las atenciones que se las debian, imponiendo penas á los con­traventores.
Sus reformas se estienden á la religion y al clero. Modera el fanatismo, y reune á su corona el patriarcado, nombrando un sínodo que recibia sus ordenes: de suerte que Pedro es el gefe de los soldados, de los funcionarios públicos y del clero: era, pues, ver­dadero soberano.
A la par que se sucedían unas á otras tan estraor­dinarias reformas en el interior, pensaba en el esterior. El poseer un puerto en el Báltico, era un deseo que se preponia realizar. Al efecto declara la guerra a la Suecia, que tenia á la sazon por soberano á Cárlos XII, reciente sucesor de Gustavo Vasa.
Ningun enemigo mas digno de Pedro que el nove­lesco Cárlos, que acudiendo solicito á medir sus armas con los rusos, triunfa gloriosamente de ellos ostentándose victorioso en Narva.
Solo diez y siete años tenia entonces Cárlos XII, y con 8,000 hombres habia derrotado á 32,000; enri­queciéndose con sus despojos, poniendo en consterna­cion al imperio, y dándole ocasion de mostrarse noble y grande con los prisioneros.
No desanima á Pedro este revés tan funesto: orde­na alistamientos, funde las campanas para hacer cañones que reemplazasen á los perdidos; consigue subsi­dios del solo aliado que le resta, Augusto, rey de Po­lonia, pero que no contaba con su pueblo enemigo del ruso: hace construir una flota, reunir dinero, y en fin, como si se hallara en el peligro mas inminente se le ve conmovido alterar á todo el imperio, para preparar la venganza del desastre sufrido. Y corno si Pedro tuvie­ra el presentimiento de la victoria, se apresta nuevamente al combate, y al año de la pérdida de Narva, triunfa de los suecos, esclamando Pedro: «¡Gracias á

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