miércoles, julio 29, 2009

Viage ilustrado (Pág. 412)

Plaza del Pópolo


Plaza Colonna.- Columna de Antonino Pio

torchas visitamos esta oscura é histórica prisión, en cuyo fondo hay un manantial de agua que nos dijeron apareció alli milagrosamente, y que sirvió para que bautizase San Pedro a los carceleros que le guardaban en la cárcel, y que habia convertido á la fé de Jesucristo.
»Cerca del Capitolio se encuentra la famosa roca Tarpeya, que cuesta gran trabajo ver hoy dia por la elevación que ha adquirido el suelo en el trascurso del tiempo.
»A la espalda del Capitolio desde las ventanas mismas del Senado, se ve el Foro romano, ese museo gigantesco del imperio del mundo que presenta la profunda humillación histórica de un gran pueblo.
Hoy se ven reunidas carretas y rebaños en el mismo lugar donde los ciudadanos de la antigua Roma se reunían á dar leyes al mundo, y se oyen mugir los bueyes de Sabina., en el mismo sitio en que resonaba la poderosa voz de Cicerón; asi es que el Foro romano se llama hoy Foro bacíno ó Foro boario, vendiéndose á pública subasta los animales, en el punto mismo donde se vendian en otro tiempo los tronos del Asia.
»Allí se ven aun las tres bellas columnas del templo de Júpiter Tonante, erigido por Augusto después; de la guerra de España por haber escapado al doble peligro de la tempestad y del rayo.

lunes, julio 27, 2009

Viage ilustrado (Pág. 411)

adornado ademas de bellísimos mármoles, pinturas, y estucos dorados.
«En esta calle se encuentra también el palacio Ruspoli, cuya planta baja es un inmenso café, el mas frecuentado de Roma, y con frescos pintados por los artistas franceses. También se halla la iglesia de San Lorenzo in Lucina; el palacio Fiano, que fué centro de la revolución por hallarse situado en él el Club llamado Círculo popular, en el que se acordó el movimiento revolucionario del 15 de noviembre, el nombramiento del ministerio que se impuso al papa; y el que constituyéndose en sesión permanente, después que el venerable pontífice abandonó á Roma, gobernó la ciudad eterna mas que el mismo ministerio y que la cámara de sus representantes. Vénse alli el palacio de Torlonia, con famosos frescos de Albano: el palacio Chigi, con cuatro salones adornados de los mas notables cuadros. En el centro se halla la plaza Colonna, en otro tiempo foro de Antonio Pio; en su centro está la columna Antonina, que el senado levantó en honor de Marco Aurelio Antonino por la victoria que consiguió sobre los marcomanos. Nosotros hemos dado vuelta alrededor de esta columna de veinte y ocho pedazos de mármol, en cuyos bajos relieves, que suben en espiral, está representado el milagro de la legion fulminante.
«Detrás está el monte Citorio, formado de los restos del anfiteatro Statilio Stauro, en medio se levanta el obelisco que fué erigido por Psametico I en Heliópolis. Allí se halla la Curia Inocenciana, magnífico palacio, desde cuyo balcón se saca la lotería dos veces al mes.
«El templo de Antonino, con once magníficas columnas: este edificio es hoy la aduana de tierra, en donde los viageros tienen que bajarse para someter sus equipages á la inspección de los aduaneros.
«La iglesia de San Ignacio, una de las mas opulentas de Roma, edificada á costa del cardenal Luis Ludovici, sobrino de Gregorio XV.
«Colegio romano, Observatorio astronómico, Biblioteca, Museo fundado por el famoso Pedro Kircher: estos conventos, como la mayor parte de los de Roma, eran asilos de virtud y foco de las ciencias, encerrando en su seno tantas luces como las academias mas célebres.
»E1 palacio Sciarra, posee una de las mejores colecciones de cuadros.
«La iglesia de San Marcelo, según la tradición, edificada en el mismo punto de la casa de Santa Lucina, famosa dama romana del siglo V.
»La iglesia de Santa María in via lata, según la tradición, era la casa donde San Pablo permaneció al lado del Centurion que lo había conducido á Roma por orden de Festo. De esta iglesia ha sido canónigo supernumerario Pio IX.
«El palacio de Venecia, pertenecía en otro tiempo á la república del mismo nombre; fué edificado en 1468 con piedras del Coliseo y del Foro de Nerva. Carlos VII, rey de Francia, se alojó alli cuando pasó por Roma para la conquista de Nápoles. Es vastísimo
este palacio, y presenta en su esterior el aspecto y la solidez de una fortaleza de la edad media. Ha sido estos últimos tiempos la residencia del embajador de Austria, hasta que en el mes de mayo de 1818 , los revolucionarios hicieron arrancar las armas del Austria, haciéndolas en seguida pedazos. Dentro de este palacio se halla la iglesia de San Marcos.
«Palacio Torlonia, en frente del de Venecia. Juan Torlonia, duque de Braociano, lo ha adornado con cuadros de los mejores pintores de la época, lales como Camucini, Lundi y otros; en él se halla el fammoso grupo de Hércules y Lycas por Canoba.
«Aquí termina la calle del Corso.
«Partiendo hacia la derecha, se encuentra la iglesia de Jesús, templo suntuoso servido por los jesuitas. Tienen estos otra iglesia en otra parte de la ciudad en donde el viento sopla frecuentemente, tanto que hay un cuento entre las gentes del pueblo, según el cual un dia pasando el diablo en compañía del viento, dijo á su compañero, es preciso que entre al instante en la iglesia, aguárdame á la puerta; el diablo entró y el viento aguardaba todavía.
«DEL CAPITOLIO A SAN JUAN DE LETRAN. Desde la iglesia misma de Jesús, se ve el monte del Capitolio. Situado en el lugar donde estuvo en otro tiempo el templo de Júpiter Capitolino, se ve hoy la iglesia de Ara Cœli, dedicada á la Virgen.
»E1 Capitolio moderno, santuario de las artes, está levantado sobre los dibujos de Miguel Ángel, Vénse en él las estátuas colosales de Castor y de Polux, y en medio la estatua ecuestre de Marco Aurelio Antonino, la sola de este género que ha quedado de la antigua Roma. Súbese á él por una grande escalinata construida por Paulo III. Alli está el palacio Senatorial, donde se reúne el ayuntamiento, fundado en 1390 por Bonifacio IX.
»El Museo del Capitolio, enriquecido por Benito XIV, Clemente XIII, Pio VI, Pio VII y Leon XII: en el patio del Museo se halla la estatua del Océano, llamada el Marforio, y varios sarcófagos encontrados en las catacumbas. El Museo contiene varias salas; la de Canope, la de las Inscripciones; la sala de la Urna; la del Vaso, llamada asi por el magnífico que se conserva encontrado cerca de la tumba de Cecilia Metela; la galería llamada de los Emperadores, que contiene bustos de los Césares y de las emperatrices; la sala de los Filósofos; la sala del Fauno; la sala del Gladiador, famosa estátua del soldado gaula muriendo en la arena.
«En el palacio de los Conservadores, se halla la estátua de Julio César, la sola imagen auténtica del mas grande de los romanos, conservada en el mismo sitio en donde fué herido por el puñal de Bruto y los asesinos.
«En una de las salas de este palacio se halla también el Prothometco, instituido por Pio VII, vasto salon donde se reúnen los bustos é imágenes de los grandes artistas, y de los hombres eminentes de Italia.
«Detrás del Capitolio y bajando por una pequeña rampa se encuentra la prisión Mamertina. Su antigüedad data desde Anco Marcio, cuarto rey de Roma la escalera se llamaba Scalæ qemoniœ. Alli fueron encerrados Yugurta, que murió de hambre; alli Cetego, Statilio, Gabino, cómplices de Catilina, que fueron estrangulados por orden de Cicerón; Seyano, muerto por orden de Tiberio, Simon, hijo de Goras, rey de los judíos, preso por Tito; San Pedro y San Pablo, según la tradición, fueron también encerrados en esta prisión. Bajábanse á ella los reos por medio de sogas, tapándose después la entrada con una piedra, como sucede con los pozos, empero ahora para poder bajar á visitarla se ha construido al derredor de la pared una pequeña escalera de caracol. A la luz de las an–

domingo, julio 26, 2009

Viage ilustrado (Pág. 410)

cio, que hizo arrojar un puente sobre el Tiber, Pons Sublicius; sobre esta colina, que es la más elevada de Roma, Jano, rey de los alobroges, construyó una ciudad llamada Antipoli, en la que reinó después Saturno; el Pincio, situado al Norte del monte Quirinal y conocido por la historia antigua de Roma bajo el nombre de Collis hortulanum; el monte Citorio, que propiamente no es una colina formada por la naturaleza sino una grande eminencia producida por las ruinas de un teatro llamado de Atilio Tauro; el monte Testaccio, situado á la estremidad de Roma en la parte izquierda en que el Tiber sale de la ciudad, formado también según dicen, de una multitud de fragmentos de vasos y otros utensilios de tierra alli depositados; y la colina vaticano, que se alza sobre la ribera derecha del Tiber. El nombre de vaticano es una corrupción de la palabra vaticio, oráculo, porque alli se daban en efecto los oráculos en la época en que aquella colina perteneció á los etruscos veyos, á los que se la arrebató Rómulo. Sobre esta colina reposaban en otro tiempo las cenizas de Rómulo, fundador del poderío romano; hoy se venera en ella la tumba de San Pedro, primer gefe de la iglesia católica; en otro tiempo se veia el circo del bárbaro Neron, hoy se admira el palacio del gefe visible del catolicismo; Leon IV reunió esta colina al castillo de Santo Angelo y al monte Janículo por medio de una muralla, á fin de asegurar la basílica de San Pedro de las invasiones de los sarracenos, y esto es tambien uno de los puntos que han fortificado contra la invasión de los franceses los revolucionarios romanos.
»Fuera de la ciudad, al salir por la puerta Salara, se ve el monte Sacro; y fuera de la puerta de San Pedro, el monte Mario. Nosotros vamos á conducir á nuestros lectores breve, clara y metódicamente por todos los cuarteles, por todas las calles de la ciudad, que dividimos en ocho grandes secciones: la 1ª del puente Molle al capitolio; la 2ª del capitolio á San Juan de Letran; la 3ª de San Juan de Letran al Quirinal; la 4ª del Quirinal al mausoleo de Augusto; la 5ª del mausoleo de Augusto al Velabro; la 6ª del Valebro al puente Fabricio; la 7ª del puente Fabricio al puente Elio; y la 8ª del puente Elio al monte Mario.
»Cuando nosotros hayamos recorrido estas grandes secciones, es seguro que no habremos dejado de nombrar ninguno de los monumentos que encierra la ciudad eterna, por el órden mismo que en ella ocupan.
»DEL PUENTE MOLLE AL CAPITOLIO. A dos leguas de la ciudad se halla el Puente Molle, en otro tiempo, puente de Mulvius; existia según Tito Livio, cuando la batalla de matauro, ganada por los romanos sobre Asdrúbal, y es célebre por la victoria de Constantino contra Magencio, la que afirmó el triunfo del cristianismo. Los revolucionarios romanos, han fortificado este puente, cortando uno de sus arcos, empero ha sido tomado por los franceses después de un obstinado combate, el dia 3 de junio del año 1848. Del puente Molle á la ciudad se va por la antigua via Flaminia; se ve el palacio de Julio III, y el arco oscuro, entrándose en Roma por la puerta del Popolo (pueblo); Pio IV la hizo reedificar por Vignola en 1561 sobre los dibujos de Miguel Angel. Las estátuas de San Pedro y San Pablo, del célebre Mocchi, están alli como guardadores de la ciudad santa.
»Pasada la puerta se encuentra uno en la plaza del Popolo, magnífica, con inmensos hemiciclos adornados de fuentes y estatuas, en el centro hay un gran obelisco egipcio. Sobre el hemiciclo de la izquierda están los jardines del Pincio; la estatua colosal de Roma, entre el Anio y el Tiber; en el fondo de la plaza hay dos iglesias iguales consagradas á la Virgen; y entre las dos, se abren las tres grandes calles, que van como un triple radio, á recorrer la ciudad, la via Babuino, el Corso y la Strada Pipeta.
»La iglesia de Santa María del Popolo, fundada según la tradición en 1099 para alejar las fantasmas nocturnas atribuidas al cuerpo de Neron, que según Suetonio, habia enterrado en el monte de los Jardines Collis hortorum hoy Pincio.
»Desde esta altura se ve como un magnífico panorama toda Roma, esa capital de Italia y del mundo, esa ciudad en que Dios ha destronado á los Césares, esa metrópoli de los artistas, y en otro tiempo de los héroes y de los mártires. ¡Con cuanto placer desde esta altura se ve la tierra prometida ó no prometida! Este es uno de los puntos importantes, y de que mas pugnan por apoderarse los franceses; Moisés veia desde lo alto del monte Nevó los campos de la Palestina. El monte Pincio es uno de los paseos mas hermosos de Roma.
»La plaza del Popolo era el punto en donde se han reunido durante el pontificado de Pio IX las masas populares que en tropel acudian al Quirinal para felicitarle por la amnistia, por el establecimiento de la milicia nacional, por el de la Consulta de estado, por la Constitución, y donde tambien se reunieron las turbas al dia siguiente del asesinato de su ministro Rossi para ir á atacar al Quirinal, y asentar los cañones que habian saludado la amnistía, contra el palacio del que perdonó. En esta misma plaza, después de la fuga de Roma del pontífice, se proclamó el establecimiento de la república, coronando el magnífico granito de Ramses que se levanta majestuosamente en su centro desde el tiempo de Sisto V, el papa de las grandes empresas, con el gorro frigio, emblema de la libertad. En esta plaza han sido tambien quemados recientemente todos los confesonarios de las iglesias de Roma, muchos de los cuales eran una obra maestra de talla y de escultura.
»Dejemos detrás de nosotros la puerta del Popolo, que adornaron las artes para recibir á Cristina de Suecia, las fuentes de mármol, y el obelisco egipcio que adornan la plaza, y entremos por la calle del Corso.
»Esta calle trazada sobre la antigua via Flaminia, toma su nombre de las carreras de caballos que se tienen en ella desde el reinado de Paulo II; es la mas hermosa, y la mas frecuentada de Roma. Los premios de estas carreras, que se celebran todos los años por el carnaval, son ricas telas de oro, plata y terciopelo, pagadas por los judíos, á quienes Pio IX ha librado de este tributo. Los caballos corren enteramente solos. En aquellos dias en que la sangre del pueblo hierve como lava, se ha visto muchas veces á los romanos hundir la aguzada hoja de sus puñales en sus caballos vencidos.
»En la calle del Corso se encuentran las iglesias de Santa María de Monte-Santo, la de Santa María de los Milagros, la de Jesús y María, la de Santiago de los incurables, la magnífica de San Cárlos, suntuoso edificio construido en 1612 por los lombardos, compuesto de tres naves que dividen pilastras corintias,

viernes, julio 24, 2009

Viage ilustrado (Pág. 409)

Vista del palacio de los Césares.- Templo de Venus.- Ruinas de la basilica de Constantino

Vista compuesta de varios monumentos de Roma.- Monte Mario

te colinas sobre que estaba fundada la antigua ciudad, y la de otros cinco montecillos ó alturas que se encuentran hoy comprendidas dentro de su recinto. Por medio del conocimiento de estas colinas se orienta uno fácilmente para recorrer los catorce cuarteles en que se halla dividida Roma, la cual según los últimos cuadros estadísticos tiene actualmente una población de 154, 235 almas, comprendiéndose en este número 10,000 judíos, relegados á una parte de la ciudad muy poblada y miserable, situada sobre la ribera izquierda del Tiber y conocida bajo el nombre de Jheto. Este barrio se cerraba todos los dias al anochecer hasta que Pio IX hizo desaparecer para siempre las puertas de hierro que encerraban á los infelices descendientes de Israel.
»Las colinas de la antigua Roma son el monte Palatino, el Capitolino, el Quirinal, el Celio, el Aventino, el Esquilino y el Viminal. Ademas de estas siete colinas de la antigua Roma fueron sucesivamente unidas á la ciudad, el Janículo, en tiempo de Anco Mar–

miércoles, julio 22, 2009

Viage ilustrado (Pág. 408)

dos, pero son ancianos y nos preceden en el camino del sepulcro.»
Aqui concluimos las palabras de Mad. Staël, que nuestros lectores habrán recordado con placer, por la pintura viva y exacta que hacen de Roma.
El pueblo de Roma es generalmente atento, aunque digno, y orgulloso, serio, grave, impresionable y vengativo; una cuchillada escapa de la mano de aquel á quien se ofende con mas prontitud que una injuria de su boca: las mugeres de baja condición tienen una gracia y una dignidad admirables, pero lo que es muy notable en un pueblo que ha esperinientado por largo tiempo toda clase de pasiones, es que conocemos un viagero que ha vivido en Roma por espacio de dos ó tres meses, recorriendo todos sus barrios, sin haber visto nunca una imagen obscena en las paredes, y sin haber oido una palabra impura.
La facilidad con que se puede vivir en Roma disminuye mucho el número de los crímenes y especialmente el de los robos. La tierra y la industria enriquecen poco á los romanos, pero alimentados y vestidos á poca costa, apenas tienen necesidad de la tierra ni de la industria. La mendicidad, esta generación de la pobreza, cuyo estado precario en todas parles es el origen ordinario de los robos, no presenta aqui este inconveniente; en esta ciudad tienen los mendigos un modo de vivir seguro, pues todos encuentran en las calles de Roma, gimiendo ó fingiéndose enfermos, gente que les socorra.
Los romanos, y los italianos en general, son muy sobrios, lo cual en ellos es un efecto del clima. La carne les gusta poco; prefieren las yerbas, las frutas, el pescado, y no hacen con verdadero deseo mas que una comida al dia. Después de comer se entregan al sueño, duermen hasta las seis de la tarde, y después no hacen nada, ó si algo hacen, es cosa que equivale á lo mismo. Llega la noche y todos los trabajos se interrumpen, todos los talleres se cierran, hombres, mugeres, niños, todos empiezan en seguida á pasear hasta las tres de la mañana: el paseo mas concurrido es en la calle del Corso, en cuyas aceras hay una conversación muy animada, y á esta ocupación se entregan aun las personas mas graves, basta que llega la hora de dormir. Cada noche es una fiesta pública.
Un escritor contemporáneo ha dado á luz apuntes muy curiosos relativos á la parte monumental de Roma, los cuales no queremos dejar de consignar en la presente obra. El referido escritor y viagero se espresa del siguiente modo:
«Hemos depositado las observaciones que en dos distintas épocas hemos hecho sobre esta ciudad, la cual considerada como el foco de los recuerdos de la historia, y como el centro de todos los radios de lo pasado, exigiría muchísimo tiempo, un gran volumen y la vida entera de un sabio y de un filósofo, mirada solo bajo el aspecto material, es decir, como la reunion de ruinas, de monumentos antiguos y modernos, de templos, de palacios, de villas, de museos, en fin, como una inmensa galería donde se encuentran reunidas en gran número, las obras maestras de la paleta y del cincel. Vamos á pasar rápidamente en revista las riquezas de Roma, y su esposicion bastará á nuestros lectores para formar una idea, que no seria por cierto mas completa aun cuando leyeran cien volúmenes en que detalladamente se esplicasen los restos de esas antiguas ruinas, todos los palacios, lodos los templos paganos, todas las iglesias católicas, todos los foros, todas las columnas, todos los teatros de la ciudad eterna, en que la historia y la religion han aglomerado sus monumentos. Apenas conocerían entonces, como conocerán ahora, la verdadera fisonomía de Roma, apenas estarían iniciados en esta íntima poesía que se respira en ella, y que no se comprende por completo, sino hollando aquel suelo lleno de tantos recuerdos. Solo en Roma es donde pueden descubrirse los misteriosos goces que encierra, cuando marchando á la casualidad, tan pronto por medio de sus anchas calles pobladas de nobles palacios, de sombrías y solemnes fachadas, tan pronto por estrechas callejuelas de que están atravesados los cuarteles indigentes de la ciudad se mezcla uno entre esa población romana, tan variada en su tipo y costumbres; en donde se ven religiosos de todas las órdenes, de todos los colores, soldados de todas armas; altivos y morenos trastiverinos, adornados con el sombrero cónico, y envueltos soberbiamente en su capa en forma de toga; mugeres de todas condiciones, nobles las unas con sus sombreros á la francesa, las otras pintorescas hijas del pueblo, morenas y esbeltas como las Julias y las Cornelias, marcando sus anchas y flexibles caderas que oprimen un corsé de terciopelo encarnado, con las negras trenzas de sus lúbricos cabellos sujetas con grandes alfileres en forma de puñal, y que en mas de una circunstancia en vez de adorno de su hermosura, se ha convertido en instrumento de muerte con su larga y acerada punta.
»En medio del torbellino de esa multitud tan diversa en sus modales, y tan varía en sus vestidos para conocer la poesía vulgar y local de la ciudad, es preciso examinar las largas calles de los cuarteles solitarios y silenciosos, donde se encuentra por intervalos algún mongo blanco ó negro, que se retira á su convento; algunos mendigos vestidos de harapos, hechos para el pincel, y precisamente acurrucados en los escalones del atrio de una iglesia aislada, alguna rústica carreta conducida por un hermoso paisano, de pie sobre el timón, en una actitud sencillamente grandiosa, y que recuerdan naturalmente aquellos heroicos labradores de la joven Roma, arrancados de sus cabañas para ir á batir los volseos y samnitas, triunfar en el Capitolio, y volver á trazar los surcos con su arado!
«Andando por las calles no puede menos de soñarse poéticamente al sonido de mil fuentes que llenan las plazas con los ruidos eternos de sus cascadas. A la estremidad de estas calles desiertas, entre blancas piedras ha crecido abundantemente el césped; se detiene uno delante de una hermosa perspectiva de una casa campestre; ve desarrollarse delante de él una inmensa llanura, en donde se prolongan las eternas líneas de un acueducto, ó se levantan los gigantescos restos de un arco triunfal, ó se ocultan entre la yerba las ruinas de un circo, los vestigios de un campo, las últimas piedras de un túmulo, deteniéndose delante de ellas, interrogando su fecha, y no pudiendo uno responderse á sí mismo; ó bien subido en una de las siete colinas sobre que está fundada Roma y que dominan su recinto, tiende su vista al ponerse el sol, y contempla absorto en medio del concierto de mil campanas, bajo la aureola de occidente, la mas noble de las ciudades que decoran el planeta de los hombres!
»Antes de emprender nuestra escursion por Roma vamos á indicar la posición y forma actual de las sie–

domingo, julio 19, 2009

Viage ilustrado (Pág. 407)

cícios corporales están abandonados á la plebe.»
Ya que nos hemos válido de Mad. Stael, como era justo al hablar de Roma, para concluir nuestra visita al Vaticano, tomaremos aun de ella su descripción de la Semana Santa, tan notable, como todo el mundo sabe, en la capital del orbe cristiano.
«Muchas veces se ha hablado, dice, de las ceremonias de la Semana Santa en Roma: todos los estrangeros acuden espresamente durante la cuaresma para disfrutar de este espectáculo; y como la música de la capilla Sixtina y la iluminación de San Pedro son bellezas singulares en su clase, es natural que esciten vivamente la curiosidad; pero las ceremonias propiamente no dejan satisfecha del mismo modo la esperanza. La comida de los doce apóstoles, servida por el papa, sus pies lavados por sus manos, en fin, las diversas prácticas de aquella época solemne, recuerdan las ideas mas tiernas; pero mil circunstancias inevitables perjudican frecuentemente al interés y la dignidad del espectáculo. No todos los que concurren á él guardan igual recogimiento, ni se entregan con igual seriedad á ideas piadosas; ademas que aquellas ceremonias tan repetidas, han llegado á ser una especie de ejercicio maquinal para la mayor parte de los que las ejecutan, y les sacerdotes jóvenes despachan el oficio de las fiestas solemnes con una prontitud y una destreza poco decorosas. Lo vago, lo desconocido, lo misterioso que tanto conviene á la religion, se desvanece absolutamente con la especie de atención que no se puede dejar de poner en el modo con que cada uno desempeña su ministerio. El afan de casi todos por los manjares que se les presentan, y la indiferencia de los otros en las genuflexiones que multiplican, ó en las oraciones que recitan, hacen á veces poco magestuoso el acto.
»Los trages antiguos que todavía usan los eclesiásticos, no vienen bien con el tocado moderno: el obispo griego con su larga barba es el que parece mas respetable. También los usos antiguos, como el de hacer la cortesía al modo de las mugeres, en lugar de saludar conforme lo hacen los hombres ahora, producen una impresión poco grave; por último, el conjunto carece de armonía, y lo antiguo y lo nuevo se mezclan sin cuidado alguno de atraer la imaginación, ni aun de evitar lo que puede distraerla. Ciertamente un culto magestuoso y brillante en las formas esteriores es muy oportuno para llenar el alma de sentimientos elevados; mas es preciso atender á que las ceremonias no se conviertan en espectáculos, en que represente cada cual su papel enfrente del otro, aprendiendo lo que ha de hacerse, en que instante se ha de ejecutar, cuando se ha de orar, acabar de orar, arrodillarse y ponerse en pie; porque la regularidad de las ceremonias de una corte, introducida en un templo, reprime el movimiento libre del corazón, que da únicamente al hombre esperanza de aproximarse á la divinidad.
«Estas observaciones son en lo general bastante conocidas de los estrangeros, pero los romanos por la mayor parte no se cansan de aquellas ceremonias, y cada año encuentran en ellas nuevos placeres. Es un rasgo particular del carácter de los italianos, que su movilidad á ser inconstantes, ni su viveza les precisa á buscar la variedad: en todo son sufridos y perseverantes; su imaginación hermosea cuanto poseen; ocupa su vida, en lugar de hacerla inquieta, lodo lo encuentran mas magnífico, mas noble, mas bello que es en realidad , y asi como en otras partes la vanidad consiste en manifestarse cansado, la de los italianos, ó por mejor decir, el fuego y la viveza que tienen en sí mismos, les hace complacerse en el sentimiento de la admiración.
»El Viernes santo es mucho mas espléndido. En este dia fué Osvaldo, continúa la célebre autora de Corina, á la capilla Sixtina para oir el famoso Miserere alabado en toda Europa; llegó de dia y vió aquellas célebres pinturas de Miguel Angel, que representan el juicio final, con toda la tremenda energía del asunto y del ingenio que le trató. Miguel Ángel se había penetrado de la lectura del Dante, y el pintor como el poeta representa seres mitológicos delante de Jesucristo, pero casi siempre hace que el paganismo sea el mal principio, caracterizando las fábulas paganas con figuras de demonios. Encima de la bóveda de la capilla se ven los profetas y las sibilas llamadas en testimonio por los cristianos; rodéanlas muchos angeles, y toda aquella bóveda por su pintura parece que acerca á nosotros el cielo; empero aquel cielo es opaco y terrible, la luz pasa apenas por entre los vidrios, que derraman en los cuadros mas bien sombras que claridad; las figuras ya tan magestuosas según las pintó Miguel Ángel, se hacen mayores con la oscuridad en que están, y el incienso, cuyo olor es algo funeral, llena el aire de aquel recinto y todas las sensaciones preparan para la mas profunda, la que la música va á producir.
»El Miserere (tened piedad de nosotros) es un salmo compuesto de versos que se cantan alternadamente de muy diversa manera; óyese una música celestial y en seguida el otro verso, recitado, hace un murmullo sordo y casi ronco, como si fuese respuesta de los caracteres duros á los corazones sensibles, ó la realidad de la vida que rechaza, y deshace los deseos de las almas generosas; cuando vuelve aquel coro dulcísimo, se torna á la esperanza; mas al empezar de nuevo el verso, sobrecoge otra vez una sensación de frio, no nacida del terror, sino del desaliento del entusiasmo. Por fin, el último trozo mas noble y mas espresivo todavía, deja en el alma una impresión suave y pura.
»Apáganse las antorchas, y crece la noche; y las figuras de los profetas y de las sibilas se aparecen á manera de fantasmas envueltas en el crepúsculo: reina un silencio profundo: el habla haria un daño insoportable en aquella situación del alma en que todo es íntimo é interior; y al desvanecerse el postrer sonido, se va cada cual paso á paso y callado; todos parece que temen volver á los intereses vulgares del mundo.
»Corina fué detrás de la procesión que caminaba al templo de San Pedro, alumbrado entonces únicamente por una cruz iluminada, aquel signo de dolor resplandeciendo solo en la augusta oscuridad de un edificio inmenso, es la imagen mas hermosa del cristianismo en medio de las tinieblas de la vida. Derramábase sobre las estatuas que adornan las sepulturas, una luz pálida y lejana; y los vivos que se ven en tropel debajo de las bóvedas, parecen pigmeos en comparación de las imágenes de los muertos. Alrededor de la cruz hay un espacio alumbrado por ella donde se postran el papa, vestido de blanco y todos los cardenales, detras de él enfila. Permanecen allí cerca de media hora en el mayor silencio y es imposible que no cause emoción semejante espectáculo; ignórase lo que piden, no se oyen sus secretos gemi–

miércoles, julio 08, 2009

Viage ilustrado (Pág. 406)

una impresión nueva, hermoseaba las facciones de su héroe con sus memorias y con sus cariños; y asi sabia poner en los ojos todos los sentimientos de su corazón.
»El dolor de nuestros templos modernos, en medio de nuestro estado social tan helado y opresivo, es lo mas noble que hay en el hombre, y quien en nuestros dias no hubiese padecido, jamás habría sentido ni pensado. Pero la antigüedad tenia otra cosa mas noble que el valor, el sosiego heroico, el sentimiento del vigor que podía desarrollarse en medio de instituciones generosas. Las estatuas mas bellas de los griegos casi nunca han indicado mas que el reposo; el Laoconte y la Niobe son las únicas que pintan dolores violentos; pero ambas recuerdan la venganza del cielo, y no las pasiones nacidas en el pecho humano. El ser moral tenia una organización tan sana entre los antiguos, el aire circulaba tan libremente en su ancho seno, y el orden político estaba tan acorde con las facultades, que casi no existían, como ahora, almas descontentas; y esta situación, si bien hace descubrir muchas ideas delicadas, no suministra á las artes, y en especial á la escultura, los afectos sencillos, los elementos primitivos de los sentimientos que solo pueden espresarse con el eterno mármol.
«Apenas se hallaba en sus estatuas señal alguna de melancolía: las únicas en que se ven muestras de un alma pensativa y doliente son una cabeza de Apolo en el palacio Justiniani, y otra de Alejandro moribundo; pero ambas pertenecen verosímilmente al tiempo en que estaba sojuzgada la Grecia; por tanto, ya no había aquella valentía, aquella tranquilidad de alma que produgeron entre los antiguos las obras maestras de la escultura y de la poesía compuestas con la misma idea.
»E1 pensamiento, que no encuentra en lo esterior con que alimentarse, se replega sobre sí propio, analiza, trabaja y profundiza los sentimientos interiores; mas carece de aquella fuerza creadora, que supone la felicidad y la plenitud de fuerzas que solo la felicidad puede dar. Hasta los sarcófagos entre los antiguos presentan solo ideas guerreras y risueñas; y en la muchedumbre de los que se hallan en el museo del Vaticano, se ven batallas y juegos representados en los sepulcros con bajos relieves: la memoria de la actividad de la vida era el obsequio mas agradable que en concepto suyo podía hacerse á los muertos; nada disminuía, nada debilitaba las fuerzas, el aliento, la emulación eran el principio de las bellas artes, como lo eran de la política; había lugar para todas las virtudes y para todos los talentos; el vulgo se envanecía de saber admirar y concurrir al culto del genio, aun los mismos á quienes no era dado conquistar sus coronas.
«La religion griega, no era como el cristianismo el consuelo de los desgraciados, la riqueza de los pobres, el porvenir de los moribundos; quería gloria y triunfos, y por decirlo asi, hacía al hombre Dios. En aquel culto perecedero, la misma belleza era un dogma religioso; si los artistas tenían precision de pintar pasiones bajas ó feroces, salvaban á la figura humana de semejante afrenta, agregando á ella, como en los Faunos y en los Centauros, algunas facciones de brutos; y para dar a la belleza su carácter mas elevado, unían alternadamente en las estatuas hombres y mugeres en la Minerva guerrera y en el Apolo Musageto, los hechizos de ambos sexos, la fuerza y la dulzura; la dulzura y la fuerza; mezcla feliz de dos calidades opuestas, sin la cual no fuera perfecta ninguna
«Siguiendo Corina sus reflexiones, detuvo un rato á Osvaldo delante de las estatuas dormidas que están colocadas sobre los sepulcros, mostrando el arte de la escultura en su aspecto mas agradable; hízole advertir que siempre que las estatuas se suponen representando una acción, el movimiento detenido causa una especie de asombro incómodo; pero las estatuas en el sueño, ó solamente en la actitud de un completo descanso, ofrecen una imagen de la tranquilidad cierna, que conviene maravillosamente con el efecto del Mediodía en el hombre. Parece que las bellas artes son allí espectadores pacíficos de la naturaleza, y que el mismo genio que agita el alma en el Norte, es bajo tan hermoso cielo una nueva armonía.
«Osvaldo y Corina pasaron á la sala donde están reunidas las imágenes esculpidas de los animales y reptiles; y la estatua de Tiberio se halla casualmente en medio de aquella corte: esta reunion se ha verificado sin intención, y aquellos mármoles se han formado por sí mismo alrededor de su dueño. Otra sala encierra los monumentos tristes y severos de los egipcios, de aquel pueblo cuyas estatuas son mas parecidas á momias que á hombres, y que con sus instituciones silenciosas, duras y serviles, ha asemejado cuanto podia la vida á la muerte. Los egipcios eran mas diestros en el arte de imitar á los animales que á los hombres; el imperio del alma parece inaccesible para ellos.
«Luego vienen los pórticos del Museo, donde á cada paso se ve una nueva obra maestra: el Apolo, el Laoconte y las Musas están rodeadas de vasos, de aras, y adornos de todas clases; allí se aprende á sentir á Homero y á Sófocles, alli se manifiesta al alma un conocimiento de la antigüedad que jamas en otra parte puede adquirirse: en vano es fiarse de la lectura de la historia para comprender la índole de los pueblos; lo que se ve escita en nosotros muchas mas ideas que lo que se lee, y los objetos esteriores producen una conmoción enérgica, que da al estudio de lo pasado el interés y la vida, que se hallan en la observación de los hombres y de los hechos de nuestros dias.
«En medio de los magníficos pórticos, asilo de lantos prodigios, hay fuentes que jamás cesan de correr, y advierten suavemente las horas que pasaban de la misma manera hace dos mil años, cuando aun existían los autores de aquellas obras perfectas Pero la impresión mas melancólica que se siente en el Museo del Vaticano, es al contemplar las reliquias de las estatuas reunidas en él; el torso de Hércules, cabezas separadas del tronco, un pie de Júpiter que supone una estatua mayor y mas acabada que cuantas conocemos; parece que se ve un campo de batalla, donde el tiempo ha luchado con el genio; y aquellos mármoles mutilados dan fé de sus victorias y de nuestras pérdidas.
«Saliendo del Vaticano, prosigue la ilustre escritora, cuyas palabras tomamos, llevó Corina á Osvaldo delante de los colosos de Monte–Caballo; estas dos estatuas representan, según dicen , á Castor y Polux, cada héroe sujeta con una sola mano un caballo fogoso que se desboca; y aquellas formas colosales, aquella lucha del hombre con los brutos, da, como todas las obras de los antiguos, una idea portentosa del poder físico de la naturaleza humana: pero aquel poder tiene cierta nobleza que ya no se encuentra en nuestro orden social, en que la mayor parte de los ejer–