jueves, junio 30, 2011

Viage ilustrado (Pág. 578)

de don Bermudo, hijo de Ordoño III, se alzó con el reino de Galicia en 981, fijó su córte en Santiago. En este mismo año los moros cordobeses, acaudillados por El–Mansur, entraron en la ciudad á viva fuerza, y derribaron uno de los muros del templo; era obispo á la sazón Diego Martínez. Reinando Alfonso V, en 1004, entraron otra vez los moros con su general Mahomad: la ciudad fue incendiada, y las puertas y campanas de la catedral conducidas como trofeo a Cordoba en hombros de los cristianos cautivos, en cuya mezquita mayor sirvieron las últimas de lámparas, hasta que conquistada Córdoba en 1235 por el santo rey don Femando, hizo este esclarecido príncipe volviesen á Compostela en hombros de esclavos moros en justa represalia. En 1088 fueron á residir a Santiago doña Urraca y su esposo Raimundo de Borgoña, los que hicieron donación de la ciudad al templo del Apótol, y en 1098, por concesión del papa Urbano, la silla episcopal Iriense se llamó Compostelana y quedó exenta de la jurisdicción del metropolitano de Braga. En las graves discordias entre la citada doña Urraca (condesa que había sido de Galicia) con su segundo esposo Alfonso I, rey de Aragón, tomaron una parte activa los gallegos, y en especial el obispo de Santiago, llamado don Diego Gelmirez. El infante don Alonso, hijo de doña Urraca, fué proclamado rey de Galicia en esta ciudad, y ungido en la catedral por mano de aquel. Todo esto aconteció desde 1110 á 1115, en cuyos años entró en posesión de la corona de Castilla con el nombre de Alfonso VII. A intercesión de este rey, y por breve de su tío paterno el papa Calisto II, fué en 28 de febrero de 1120 declarada metropolitana la iglesia de Santiago, trasladándose, á ella todos los derechos y prerogativas de la de Mérida, que estaba aun en poder de los sarracenos, titulándose por primer arzobispo de la Sede Compostelana el citado don Diego Gelmirez, el que construyó la catedral que hoy existe en 1118. También concedió el papa que Santiago tuviese varios canónigos con título de cardenales, y uso de mitras. El rey de Leon, Fernando II, hijo del ya nombrado don Alfonso VII, concedió entre otros dones á este célebre templo la mitad del dominio del Burgo del Faro, hoy Coruña, y habiendo muerto en Benavente en 1188, dispuso en su testamento fuese sepultado en él, como se verificó. Igualmente lo fué su hijo Alfonso IX, rey de Leon, al cual le sorprendió la muerte en un pueblo de Galicia, llamado Villanueva de Sarria, en ocasión que venia á visitar el sagrado cuerpo del Apóstol. El día 3 de mayo de 1211 el arzobispo Muñiz, consagró por tercera vez la catedral, estando terminadas del todo las obras que para su reedificación emprendiera en 1118 don Diego Gelmirez, como ya dijimos.
En el siglo XV, Luis XI, rey de Francia, regaló á la catedral unas enormes campanas, y poco después en 1489, los reyes católicos Fernando é Isabel, movidos «por los muchos males, muertes, é fuerzas, é robos, é alborotos, é escándalos, é levantamientos de pueblos, é tomas de las nuestras rentas, é pechos, é derechos, é otros daños y escesos (1)» que ocurrían en Galicia, erigieron una audiencia ó tribunal superior, que castigase con rigor á los malhechores, cuya residencia debía ser la ciudad de Santiago. Los mismos reyes fundaron aqui también un grandioso hospital para hospedar á los peregrinos, é hicieron á la catedral una cuantiosa donación en acción de gracias por la toma de Granada. Otra hizo el célebre Francisco Bizarro por la conquista del Perú. Carlos V abrió en esta ciudad las Cortes el 1° de abril de 1520. El presidente era Hernando de Vega, señor de Grajal, y á pocos dias (el 12 del mismo mes), se trasladaron con el emperador á la Coruña, donde ya hemos hablado de sus importantes resultados. En el reinado de Felipe II y año de 1564, la audiencia de Galicia se trasladó á la Coruña. En nuestros dias volvió a Santiago, y se restituyó á la Coruña por secunda vez. Felipe IV regaló á la catedral una joya llamada el Doblon que consistía en un disco de oro, de dos pies de diámetro, y del grueso conveniente, que tenia grabado en el anverso el busto del rey, y en el reverso las armas reales. El mismo monarca dispuso 25 de julio de 1653, que los reinos de Castilla y Leon hiciesen todos los años una ofrenda al santo Apóstol de 500 ducados, por mano del regidor mas antiguo de Santiago, y la de 1,000 escudos por la del presidente de la real audiencia. Otra ofrenda hizo el mismo Felipe IV á esta célebre basílica de 500 ducados todos los años de jubileo (2), la cual aun subsiste y entrega á la catedral un obispo, como legado del rey, reina y príncipe de Asturias.
Las armas de esta ciudad consisten en un sepulcro de plata en campo azul, y encima una estrella de oro. Es cuna de muchas personas ilustres, entre otros, de Bernaldus, célebre calígrafo del siglo XII, tesorero de la catedral; Fr. Isidoro Valcárcel, escritor; Juan Martinez de Vaamonde, idem; don José Gambino, conocido escultor; don Diego Cernadas, cura de Froime, escritor y poeta; don Ramon Pardiñas, general, etc.
Desde que se descubrió el túmulo de Santiago, se miró como una de las obras mas meritorias y piadosas el ir en romería á visitarlo, y desde luego fué inmensa la concurrencia de peregrinos, asi españoles como de las naciones mas lejanas. En la edad media llegó á ser una manía tan generalizada, como entre los cristianos la de ir á conquistar la Tierra Santa, ó como la de los musulmanes por visitar el sepulcro de Mahoma. Una colina muy cercana á la ciudad que hoy se llama de San Marcos, se denominaba antes Monte del gozo, por el que esperimentaban los romeros al llegar á él, pues desde su cumbre descubrían las torres que ornaban la tumba del apóstol, término de su viage. El camino por donde venían, que corrían por los Pirineos y montes de Asturias, se llamaba Camino francés (por ser muchísimos los peregrinos de esta nación) ó Camino de Santiago. Esta última denominación daban también los romeros á la Via–Lactea (3) pues les guiaba durante la noche. En el tejado de la catedral se ve aun hoy un pilar de piedra llamado «á cruz dos farrapos» donde los peregrinos pobres colgaban como piadoso trofeo, sus destrozadas ropas después de trocarlas por otras nuevas que recibían de los canónicos. Desde la fundación del gran hospital real debido á la munificencia de los reyes


(1) Palabras de la real cédula de erección de la real audiencia de Galicia, que tenemos á la vista.


(2) Se verifica este siempre que el dia del descubrimiento del cuerpo de Santiago, ó sea 25 de julio, cae domingo. Inútil es decir, que entonces es la época de los grandes funciones de toda clase que tanta concurrencia atraen á esta ciudad.


(3) Aun se conserva este nombre entre el vulgo, no solo en Galicia, sino en muchas poblaciones de España.

domingo, junio 26, 2011

Viage ilustrado (Pág. 577)

inglesas, cuyo general era sir Juan Moore, que aunque ventajosa para estos últimos, perdieron al intrépido Moore,que recibió una herida mortal de una bala de cañon. Habiéndose después embarcado los ingleses, la Coruñna hubo de capitular el 19, y se posesionó el mariscal Soult, aunque por muy pocos dias, pues la evacuó el 22. El renombrado general Porlier, que por liberal habia sido preso en el castillo de San Anton en 1814, poniéndose al frente de las tropas que guarnecían la plaza, proclamó la Constitución el 18 de setiembre de 1815, pero habiendo salido de la Coruña á la cabeza de aquellas, con objeto de generalizar el movimiento, fué abandonado por sus infieles soldados, entrando preso en la Coruña á los cuatro dias de su salida. Poco después murió en el suplicio. En 1820 la Coruña fué la primera ciudad que secundó el grito dado en la isla de Leon, en favor de la Constitución. Sitiada la Coruña por los franceses el 18 de julio de 1823, se defendió con bizarría, aunque inútilmente, pues se vio precisada á capitular el 10 de agosto.
El escudo de armas de esta antigua ciudad, consiste en la torre de Hércules, en campo azul rodeada de seis conchas ó veneras, en alusión al antiguo señorío que tuvo la iglesia de Santiago sobre ella, y al pie de la torre dos huesos cruzados y una calavera coronada, en significación de la fábula de la muerte de Gerion, de que hemos hablado.
Muchos son los hombres ilustres que tuvieron por patria esta ciudad, entre ellos debemos citar á don Francisco Salgado de Somoza, consejero de Castilla, y escritor fecundo, que murió en 1664; don Francisco de Trillo Figueroa, también escritor, que publicó entre otras obras, la Neapolisea, poema heroico del Gran Capitan, y don José Cornide y Saavedra, conocido erudito académico de la historia y escritor.
Al primer golpe de vista, Santiago desagrada por si cielo siempre encapotado, sus edificios ennegrecidos por la lluvia, y sus áridos alrededores; mas después se rectifica aquella primera impresión al recorrer sus magníficos edificios, y al notar el trato finísimo de sus habitantes, lo que no es de estrañar, pues Santiago es la residencia de la principal nobleza de Galicia, y de una juventud ilustrada á causa de su universidad, que se cuenta entre las mejores de España. La historia de esta noble ciudad, que se alza en torno de un sepulcro, no se esconde como otras en épocas remotas y desconocidas, y puede decirse está incrustada, y es la misma que la de su famosa catedral.
Corría el año de 813, y reinaba en Asturias y Galicia el célebre Alonso II, el Casto, cuando varias personas de autoridad acudieron al obispo de Iria–Flavia llamado Teodomiro, á noticiarle un suceso estraño. Era este, que en un monte no muy lejano de la espresada ciudad, se divisaban por la noche resplandores y luminarias estraordinarias y sobrenaturales. Acudió el santo prelado al indicado sitio, y habiéndose asegurado por sus propios ojos de la verdad del prodigio, hizo escavar en un gran montón de tierra, cubierto de malezas, y se encontró allí, el domingo 25 de julio, una especie de caseta ó capilla, dentro de la que habia tres sepulcros de mármol. El del centro era el del apóstol Santiago, y los otros dos de sus santos discípulos Atanasio y Teodoro. Existia desde mucho tiempo en España la tradición de que Santiago vino a predicar el Evangelio, y de que sus restos fueron por sus discípulos conducidos á Galicia. Por eso en esta provincia, aun antes del hallazgo de su sepulcro, consta que se tenia gran devoción a este santo. Teodomiro participó al rey que se hallaba en Oviedo, su feliz descubrimiento, y este, seguido de sus magnates, se dirigió á Galicia á prestar sus reverentes homenages á las reliquias de Santiago. Con su piedad acostumbrada, dispuso el rey Casto se edificase, aunque pobremente (1), una iglesia en aquel mismo sitio, y le donó para su sostenimiento todo el terreno que habia en derredor del sepulcro hasta la distancia de tres millas. Valiéndose también el monarca de su amistad con Carlo–Magno, le rogó influyese con el papa Leon III para que el obispo Iriense trasladase su residencia á aquel santo lugar, lo que se verificó. Dióse al nuevo templo el sobrenombre de Compostela, derivado según unos de Campus-Stellæ, campo de la Estrella, aludiendo á las milagrosas luces que allí se vieron, y según otros de Campus–Apostolus, y á sus inmediaciones se fueron edificando algunas viviendas, primero para los clérigos y dependientes de la iglesia, y después para otros que no lo eran, con las que se formó la ciudad, que al poco tiempo fué la metrópoli de Galicia. En 863, habiendo sido jurado por rey Alfonso III, llamado el Magno, aunque vivia aun su padre Ordoño I, fué enviado á Galicia, y fijó su residencia en Santiago hasta la muerte de aquel. Desde luego hizo derribar la antigua iglesia del Apóstol, que construyó el rey Casto, con objeto de edificar en su lugar otra mas grandiosa y magnífica: terminadas estas obras á principios de 874, despachó Alfonso el Magno, que ya ocupaba el trono de Asturias, dos presbíteros á Roma para solicitar del papa Juan VIII, el permiso de solemnizar con un concilio la consagración del nuevo templo, lo que aquel concedió, verificándose con este objeto una reunion de catorce obispos el año de 876, un lunes 7 de mayo. Dedicaron el altar mayor al Salvador, y otros tres á él contiguos, á San Pedro, San Pablo y San Juan Evangelista. El rey que se hallaba en Santiago con ocasión de estas sagradas ceremonias, hizo una donación á la catedral, en la que estendia á seis millas en rededor del sepulcro del Apóstol, los dominos de la misma que antes no eran sino de tres, y la ofreció una rica cruz de oro y piedras preciosas, copia aunque en pequeña dimension, de la célebre cruz de los Angeles, que se venera en Oviedo. El 7 de mayo de 899, el obispo Sisnando consagró por segunda vez la basílica y poco después cercó de muralla la ciudad, para defenderla de las correrías de los enemigos, en especial de los normandos, que molestaban de continuo las costas de Galicia. El primer domingo de cuaresma de 968 entraron en Santiago, é hicieron grandes destrozos en la catedral.
En otra entrada de estos piratas en 979, quemaron muchas aldeas y castillos, y el prelado Sisnando II, hijo del conde de Galicia, don Mendo, ayo de Alfonso V, fué muerto de una saeta por ellos mismos el 29 de marzo en el pueblo de Fornellos. Por fin, después de dos años de guerra y desolación, el conde que á la sazón era de Galicia Gonzalo Sanchez, acometió á los normandos cerca del mar, hizo en ellos cruel matanza, rescató los muchos cautivos que llevaban, y por último les quemó todas sus naves. Cuan–

(1) Ereisa de pedra con tapeas de terra, como dice un antiquísimo escrito en gallego.

viernes, junio 17, 2011

Viage ilustrado (Pág. 576)



Castillo de San Anton en la Coruña



navios. En 885 se levantó en esta ciudad contra el rey don Alfonso III, llamado el Magno, un magnate de nombre Hermigildo, ayudado de su muger Iberia; pero ambos fueron presos y castigados. Don Bermudo III dio esta ciudad y su faro a la iglesia de Santiago en 1029 y la nombra en la donación Farum Brecanticum. Por este tiempo, poco mas ó menos, los habitantes de la Coruña, huyendo sin duda de las continuadas correrías de los piratas normandos, se trasladaron al pueblo del Burgo, situado muy en lo interior de la ria, y la dejaron enteramente desierta. Volvió á poblarse á fines del siglo XII, mas fué preciso repetidas cédulas de los reyes, para que los vecinos del Burgo deshiciesen los edificios que allí construyeran, y volviesen á vivir á la Coruña. En 1370 los portugueses se apoderaron de esta plaza, mas hubieron de abandonarla, merced á los esfuerzos de Pedro Manrique, adelantado de Castilla, y Pedro Ruiz de Sarmiento, que lo era de Galicia. En la Coruña se embarcó el rey don Pedro el Cruel, cuando huyendo de su hermano, el de Trastamara, pasó á Bayona de Francia, é pedir auxilios á los ingleses. El duque de Lancaster llegó á la Coruña el 26 de junio de 1386, y se hizo dueño de algunas naves que habia en el puerto, mas no de la ciudad que defendió bizarramente su gobernador Fernán Perez de Andrade. La reina doña Juana la Loca, y su esposo Felipe I el Hermoso, desembarcaron en la Coruña en 28 de abril de 1506. Carlos V celebró Córtes en esta ciudad, en las que manifestó marchaba á Alemania á tomar la corona imperial, y solicitó de las mismas los auxilios pecuniarios para los gastos de su viagé, pero los procuradores de Salamanca se opusieron enérgicamente á esta exigencia, y protestaron que ni aun el juramento de fidelidad acostumbrado prestarían al rey, hasta que éste no accediese á la disminución de los tributos y otras peticiones que se le hicieron, lo cual apoyó también un procurador por Toledo. Carlos V, sin escuchar tan justas quejas, se embarcó en la Coruña el 20 de mayo de 1520, y en seguida estalló la guerra de las comunidades que dieron fin con las libertades de Castilla. Felipe II se embarcó también en este puerto el 12 de julio de 1554 cuando iba á Inglaterra á contraer matrimonio con la reina de aquel pais, María la Sanguinaria. En 1563 dispuso este rey que la real audiencia de Galicia, que residía en Santiago, se trasladase á la Coruña, ciudad á la que da en la cédula de traslación el nombre de «fuerza y guarda del reino de Galicia.» El 4 de mayo de 1589, se dejó ver la escuadra inglesa, que á las órdenes del renombrado Francisco Drack, venia de orden de la reina Isabel de Inglaterra á apoderarse de la ciudad de la Coruña. La memoria del sitio que sufrió entonces esta ciudad, y el singular esfuerzo con que se defendió, rechazando después de muchos dias de combate á los enemigos, forma una de sus grandes glorias. A pesar de la brevedad de una obra de esta especie, debemos mencionar aquí la hazaña de una heroica coruñesa en aquel famoso cerco. Apoderados los ingleses del barrio de la Pescadería ó ciudad Nueva, intentaron un furioso asalto contra la ciudad, después de volar una mina que había abierto la brecha. Un alférez inglés que subía el primero por ella con una bandera en la mano, fué muerto por la referida muger, llamada María Fernandez de la Cámara y Pita, y vulgarmente en la Coruña María Pita, viuda de un valiente que murió poco antes defendiendo la plaza. Arrancó la heroína la bandera de las manos del moribundo alférez, é hizo huir á los que le seguían. Felipe II premió este hecho señalado, concediendo á María Pita el grado y sueldo de alférez, y este trasmisible á sus descendientes, que la disfrutaron largo tiempo. El capitan general ó gobenador de Galicia, que defendió la plaza en aquella ocasión, era el marqués de Cerralvo. En 8 de abril de 1691, desembarcó en la Coruña la reina doña María Ana de Austria, que venía á desposarse con Cárlos II. La Coruña fué de las primeras poblaciones que se levantaron contra los franceses en 1818, y en ella se reunió la antigua diputación del reino de Galicia, compuesta de un representante de cada una de su siete ciudades de voto en Córtes, cuya corporación dirigió con el acierto que todos saben, la terrible guerra que Galicia hizo á las huestes de Napoleon. El 16 de enero de 1809, hubo en las mismas puertas de la Coruña, una reñida acción entre las tropas francesas que mandaba el célebre Soult, y las

domingo, junio 12, 2011

Viage ilustrado (Pág. 575)

torre está grabada en una peña la siguiente inscripción romana:




MARTI.
AYG. SACR.
G. SEVIVS.
LVPVS.
AR……TECTVS.
AT……..SIS
LVSITANVS. EX. V.°




Para conservar esta notable escritura, cuando la reparacion de la torre, se encerró la peña que la contiene en una caseta de sillería. En la parte superior de la referida peña, se ve un plano circular con un taladro en el centro, en que estaba afianzada la grande estatua del dios Marte. La historia de la torre de Hércules se remonta á épocas muy remotas é inciertas. Muchos aseguran fué edificada por los fenicios, y otros, con mejores fundamentos, atribuyen la fabricion de este hermoso faro, pues con este objeto fué construida, al emperador Trajano, fundándose no solo en la inscripción referida, sino que también en que ningún escritor antiguo hace mención de tan curioso monumento hasta Paulo Orosio, que escribió á principios del siglo V, atribuyéndose á los sarracenos la destrucción de la escalera esterior que lo circuía, y de la estatua de Marte que estaba encima de la inscripción En las turbulentas épocas de la edad media, este faro se convirtió en fortaleza ó castillo, y pertenecía á los arzobispos de Santiago; llamábase el castillo del Faro ó el castillo Viejo. Apasadas por fin las discordias en que ardia Galicia, fué la torre abandonada, y se desmoronó, no quedando mas que las cuatro paredes Asi permanecía á mediados del siglo XVI en que la visitó Molina, como él mismo nos asegura en su descripción de Galicia. En 1682, fué reparada por el duque de Uceda, capitán general de Galicia, construyéndose dos torrecillas encima de la torre, en las que se colocaron dos faroles. Duró poco esta mejora, pues en el reinado de Carlos III la torre no era mas que una ruina, hasta que fué de nuevo reparada por la junta de Comercio como ya dijimos.
El principal paseo de la Coruña es el llamado de la Reunion, que consiste en una alameda compuesta de tres calles de árboles, con bancos de piedra. El paseo de San Carlos ocupa el antizuo baluarte del mismo nombre, y consiste en un bonito jardín, en cuyo centro hay un elegante sepulcro que contiene los restos del general inglés Sir Juan Moore. El paseo de la Torre es el camino que dirige á esta, dejando á la derecha el cementerio, que es proporcionado á la población, y á la izquierda el parque de San Amaro. Presenta una hermosa vista, pues desde él se domina el gran seno que forma el Océano con los tres puertos del Ferrol, Betanzos y la Coruña. También es un agradable paseo el llamado de Santa Margarita por sus bellas vistas. Se ve también ademas de lo mencionado, las magníficas fábricas de la Pallora, que es de cigarros, y en cuyo edificio grandioso se ocupan 2.407 personas entre empleados y operarias, y la de vidrios, en la que se emplean 30 operarios estrangeros y 120 del país. La Coruña es cabeza de un partido judicial que comprende siete ayuntamientos y sesenta y una feligresías: capital de la provincia civil de su nombre, que es de primera clase, y contiene cien ayuntamientos, de la audiencia territorial de Galicia, de la capitanía general del mismo reino, de la comandancia general de su provincia, del gobierno civil, de un partido de rentas, del cuarto departamento de artillería y de una provincia y partido marítimo que lleva su nombre.
Después de la ligera descripción de la Coruña que acabamos de hacer, daremos á nuestros lectores algunas noticias de la historia de esta notable ciudad. Como en todas las poblaciones de remoto é ignorado orígen, se han relatado muchas fábulas sobre su fundación. La crónica general de España, escrita por Alfonso el Sabio dice: «Ercoles é Gerion lidiaron tres dias que non podían vencer, é en cabo venció Ercoles é cortol la cabeza, é mandó en aquel logar facer una torre muy grande é fizo meter la cabeza de Gerion en el simiento, é mandó poblar y una grand cibdad, é facie escribir los nombres de los omes é de las mugeres que venien poblar; é una que y vino, fué una muger que abie nombre Cruña, é por eso puso asi nombre á la cibdad.» Mas dejando á un lado las ficciones poéticas, hallamos que el verdadero nombre antiguo de la ciudad de que hablamos, fué Brigantium, ó Flavium Brigantium, y el sitio que ocupa pertenecía al país de los artabros ó arrotrevas, de los que dice Estrabon tenian varias ciudades á la orilla del mar, y en rededor de aquel gran seno, á cuyas inmediaciones se alzaba el promontorio Céltico ó Nerio, llamado hoy cabo de Finisterre. Tolomeo, que vivía el año 140 de Cristo es el primer escritor que nombra á Flavium Brigantium, ciudad de la costa septentrional de los gallegos lucenses, y situada en el Puerto Magno. Paulo Orosio, que vivió en el siglo V, dice que en Brigantia, ciudad de Galicia, hay un «altísimo pharo. obra memorable entre las pocas de su clase, que se alza á tal altura, que pueden descubrirse las costas de Britania.» Este es el primero que nombra la torre, como ya dijimos, y no puede menos de atribuirse su creación al emperador español Trajano con el mismo objeto que hoy tiene de servir de guia á las naves. Las inmensas ventajas que para la navegación y la pesca ofrecía la privilegiada situación de este hermoso puerto, llevó allí sin duda á sus primeros pobladores; pobres pescadores, que ejercían su industria en canoas de mimbres cubiertas de pieles, los que, según nos dice Dion Casio, se llenaron de asombro al ver la magnitud y estraña forma de las naves romanas, mandadas por Julio César, que tomaron tierra en este puerto brigantino, y de que se apoderó sin resistencia aquel guerrero célebre. Es de creer que desde esta época se acrecentó la población por los esfuerzos de los romanos que conocieron todas las ventajas que podía sacar la marina del imperio de tan escelente puerto. En cuanto al nombre moderno de Coruña, que aparece por primera vez en un documento de fines del siglo XII, parece no cabe duda en que se deriva de Columna, con que se conocía el faro ó torre de Hércules, y de aquí con fácil adulteración Columna, Crumna, Cruña y Coruña. Desde el desembarco de Julio César no vuelve á mencionarse esta ciudad en la historia, hasta 884, en que según, los cronicones de Sebastian, obispo de Salamanca, y del monge de Silos, una flota de piratas normandos hizo un desembarco primero en Gijon, y luego en el Farum Brigantium, y talaron el pais. El rey don Ramiro I, que á la sazón ocupaba el trono de Asturias, envió contra los corsarios un ejército que los derrotó y obligó é reembarcarse en este mismo puerto de la Coruña con pérdida de setenta

viernes, junio 10, 2011

Viage ilustrado (Pág. 574)

El camino desde el Burgo á la Coruña es de lo mas delicioso, pues aparte la agradable vista del mar, forman un risueño paisage las graciosas aldeas y casas de campo que se ven esparcidas por una y otra parte. Déjase atrás el estanque de Cidama, el lindísimo aunque pequeño valle de Palavea, el Portazgo, el monte de Iris, la aldea de Monelos y el populoso barrio de Santa Lucía.
La Coruña está situada al estremo N. O. de nuestra península Ibérica, y en el vértice que forman la costa de Cantabria y la de Galicia, ocupando una estrecha lengua de tierra ó sea istmo que une con la tierra firme una península que tendrá como media legua de longitud, y en cuyo estremo se alza el famoso y antiquísimo faro conocido con el nombre de Torre de Hércules. Divídese la Coruña en dos partes, que forman dos poblaciones no solamente separadas, sino que presentan á primera vista un tipo enteramente contrario. La parte antigua llamada la Ciudad, tiene calles tortuosas y angostas, abunda en iglesias y conventos, y sus silenciosos barrios están habitados por las autoridades, el clero y la nobleza, cuyas casas blasonadas remontan su origen á lejanos tiempos. La Ciudad Nueva ó Pescadería, que ocupa el istmo de la península de que antes hablamos, presenta el aspecto de una verdadera población moderna. Sus hermosas calles rectas y anchas formadas por casas de varios pisos con reducidas habitaciones, se ven constantemente cruzadas por cerredores, agentes de comercio, marinos de diversos paises y comerciantes de todas categorías. En este barrio casi todas las casas son tiendas ó almacenes de mercaderías, y en él están situados los teatros, los cafés, los gabinetes de lectura, la aduana, el tribunal de comercio y las habitaciones de los cónsules estrangeros. Inútil es decir que el viagero que guste de reposo y del trato fino de la culta sociedad, debe preferir en la Coruña las casas de «la Ciudad» y huir de la Pescadería, donde no oirá hablar eternamente mas que de facturas, de letras de cambio, del cacao, del azúcar, y de la entrada y salida de buques en el puerto.
Ambas partes de la Coruña tenian sus respectivas fortificaciones que las separaban enteramente una de otra, y que acababan de completar la ilusión de dos ciudades diferentes; mas en 18541 cuando entró en los pueblos la manía de derribar sus ciudadelas y fortalezas, los coruñeses decretaron la demolición de las murallas que separaban la Ciudad de la Pescadería so pretesto de que podian dañar á esta última y empezaron á realizarla; pero suspendida después la operación por mandato del gobierno, presenta hoy aquella parte un aspecto repugnante, cegados los fosos con los escombros, y la muralla llena de brechas. La consideración de la Coruña como plaza fuerte, data al menos del reinado de Enrique III, en que consta se edificaron la mayor parte de las fortalezas de la Ciudad Vieja, que fueron luego reparadas por Carlos V; pero cuando se trató de poner esta plaza y su importante puerto en estado respetable de defensa, fué en 1702, dando principio á las obras un ingeniero francés llamado Reinaud que continuaron después varios españoles. Constan las defensas de la Coruña, de varias cortinas y baluartes según el sistema moderno de fortificación, cubiertos de razonable número de piezas, y de los castillos de San Diego, Santa Cruz y San Anton que defienden la hermosa y concurrida bahía. El último fuerte que hemos nombrado esta pintorescamente situado sobre una roca aislada en el mar, y es capaz de veinte y tres cañones. Habia desde muy antiguos tiempos en esta isleta una pequeña ermita dedicada á San Anton, que se conserva, y sus primeras fortificaciones datan del siglo XVI aunque fué casi del todo reconstruido en el reinado de Cárlos III. Esta fortaleza, ademas de su importancia militar y bella posición, es memorable por haber servido de prisión á varios parsonages, entre otros don Melchor Macanáz, ministro de Felipe V, don Antonio Villaroel, famoso partidario del archiduque Cárlos en las guerras de sucesión, etc., etc. Ademas de los castillos referidos hay otras obras esteriores que aumentan las defensas de la plaza.
Entre la Ciudad y la Pescadería está la plaza o mas bien un gran campo llamado de la Leña o de la Horca, porque era el lugar destinado a las ejecuciones. Aqui murieron en el suplicio por opiniones contrarias víctimas de nuestras discordias civiles el general Porlier en 1815, y el barón de Sant–Joani en 1822. En el citado barrio de la Pescadería esta la plaza de la verdura y la de comestibles, donde se celebran los mercados semanales; en la Ciudad hay otra plaza llamada de la Harina, de bastante estension pero de figura irregular, y en ella esta el palacio de la Audiencia, las oficinas civiles y militares, y la casa de ayuntamiento, hoy demolida para reedificarse: las demás plazas ó plazuelas son insignificantes.
Los templos de la Coruña no corresponden tampoco ni por su mérito arquitectónico ni por su grandeza á la importancia de la población; solo la colegiata de Santa María del Campo y la iglesia parroquial de Santiago, nos parecen dignos de recomendarse por su antigüedad y por sus recuerdos históricos. También se visita el palacio, el hospital, la cárcel, el presidio correccional, el teatro construido de nueva planta, aunque sin concluir la decoración exterior los cuarteles y la célebre torre de Hercules que, por sus recuerdos y nombradía exige que nos detengamos en ella un momento.
Ocupa este antiquísimo monumento, el estremo de la península en que está situada la cuidad, y se alza sobre la cima de una colina. La elevación es de ochenta y dos pies, y su planta es un cuadrado de treinta y un pies en cada lado. El material que la constituye es un compuesto de piedras de un pie en cuadro y otro tanto de grueso, cal, y guijarros menudos. Tiene tres pisos abovedados del mismo material que las paredes, los que en antiguos tiempo, no se comunicaban. Actualmente este vetusto faro carece del aspecto venerable que le prestaría su remota antigüedad, pues en 1788 fué revestido de piedra de sillería para darle mas solidez, por disposición de la junta de Comercio. En otro tiempo estaba rodeada esta torre de una especie de rampa en espiral por la que se subia á lo alto, en donde había una especie de meseta de piedra destinada á encender una hoguera de noche para que sirviese de guia á las embarcaciones. Esta rampa esterior, que era muy ancha y por la que dicen podia subir un carro de bueyes, se había derribado ya en 1549. En lo alto de la torre está el gran farol con eclipses formados por planchas de hierro, á los que da movimiento un reloj colocado en el centro que obscurece sucesivamente los siete reverberos que se encienden por la noche. Al pie de la

lunes, junio 06, 2011

Viage ilustrado (Pág. 573)



Iglesia de San Martin de Tiobre

reo (1) había encontrado en su vientre un anillo. San Rosendo reconoció el suyo, y dio gracias á Dios de haberle perdonado.
La situación de Betanzos en la carretera de Madrid á la Coruña sobre una colina circundada por los rios Masdeu y Mendo, y rodeada de otras colinas vestidas de viñedo y arbolado, no puede ser mas amena y vistosa. Tuvo por nombre Brigantium Flavium, y su orígen se pierde en la noche de los tiempos fabulosos, atribuyéndose su fundación por unos á los primeros pobladores de España, por otros á los celtas, y finalmente, por otros (aunque con menos razón) á los romanos, quienes la dieron el dictado de Flavium en tiempo de Domiciano, ó de Flavio Vespasiano, según varios autores. Lo que parece averiguado es que Brigantium era ciudad de los arrotrevas ó artabros, antiguos pueblos que habitaban esta costa y que formaba una misma población ó república con la llamada Coruña, que era su puerto y tenia el mismo nombre, siendo muy común en aquellos tiempos denominarse de su capital como hoy acontece con los barrios de una población. Con el trascurso de los siglos, Betanzos vino á perder su importancia antigua. El rey Enrique IV le concedió por segunda vez el título de ciudad en 1465, merced que en 1480 confirmaron los reyes Católicos añadiéndole grandes privilegios, entre otros, el de voz y voto en Córtes. En el día solo cuenta unos 4,200 habitantes, y es cabeza de un partido judicial de ascenso que comprende diez ayuntamientos, noventa y seis feligresías y novecientas poblaciones. Entre sus edificios, el llamado el Archivo, que esta en la plaza ó campo de la Feria, nos pareció el mas notable. Se construyó en 1763 para custodiar los papeles de las escribanías de la audiencia territorial de Galicia, pero no tuvo efecto esta disposición, y se destinó á cuartel.
En el partido judicial de Betanzos se halla la antigua torre Do Peyto Burdelo, ó sea del Pecho del Burdel, solar de la familia de los Figueroa y teatro de la renombrad hazaña de donde tuvo origen este ilustre apellido que llevan los duques de Feria. Repetiremos aqui, con este motivo, las palabras de Huerta en sus anales de Galicia.
«A un caballero de esta familia de Figueroa llevaron su dama como comprendida en el tributo de las cien doncellas, y para ello fué conducida á una torre que aun permanece no lejos de la ciudad de Betanzos que se llama la torre Do Peyto Burdelo. Aqui la recibieron los moros con las demás compañeras, y su enamorado, convocando otros cuatro hermanos suyos, los salieron al encuentro una legua de aquella torre en un campo lleno de higueras, y acometiéndolos valerosamente, mataron á unos é hirieron á otros y los hicieron huir librando las cautivas. En memoria tomaron por armas cinco hojas de higuera por haber sido cinco hermanos los de la hazaña, y para trofeo de la victoria edificaron alli su casa solar.» Casi todos los nobiliarios que se ocupan de esta familia, añaden que el adoptar la divisa de las hojas de higuera y el apellido de Figueroa, fué por no haberse valido de otras armas para el combate con los moros que de unas ramas que desgajaron de las higueras que alli había.
Muy cerca de Betanzos hay una antigualla notable. Es esta la iglesia que sirve de parroquia á la aldea de San Martin de Tiobre. Dícese en el pais, que este templo señala el lugar donde estuvo edificada la ciudad antiguamente. Su arquitectura bizantina, los dragones de piedra, con que remata (antigua divisa guerrera de los suevos), y la advocación de San Martin á quien la nación sueva profesaba gran afecto desde que se hizo católica, son argumentos de bastante fuerza para adoptar la general creencia de que San Martin de Tiobre debe su origen á aquellos antiguos conquistadores de Galicia. Por lo demás, esta iglesia, si bien muy digna de observarse por el arqueólogo y el viagero, nada tiene de sorprendente, pues es muy semejante á las de Amundi, Villanueva, Abamia y otras que habíamos visto en Asturias, y tal vez todas pertenezcan á una misma época; es decir, al siglo VIII.
Burgo es una pequeña aldea que dista legua y media de la última ciudad nombrada, y que está situada sobre la carretera y á la orilla izquierda del rio Mero, sobre el que hay un mediano puente de doce arcos.

(1) Especie de peces de bastante magnitud de que abunda el rio Eume.

sábado, junio 04, 2011

jueves, junio 02, 2011

Viage ilustrado (Pág. 570)

Rebervero; tiene cuatro hornos, dos fraguas y un martinete, y está destinado para obrador de las grandes fundiciones. Dejando este campo, y volviendo á entrar en el arsenal, se ve otro edificio de sillería la llamado la Estufa, que sirve para derretir el alquitrán con que se calafatean los buques; hay en él nueve chimeneas. Después la Estufa, y en dirección de la dársena está el gran dique para la carena de los mayores navios, el cual, asi como todas las obras de esté arsenal modelo, está esmeradamente fabricado; contiguo á él hay otro dique menor, y entre los dos la casa de bombas, que contiene dos buenas máquinas de vapor que mueven dos grandes bombas. Estas absorben el agua de los dos diques, en cantidad de ochocientas arrobas por minuto, que arrojan á la dársena, y suelen lardar seis horas en esta operación. En dirigir las máquinas y atizar el fuego se emplean solamente seis hombres, cuando antes eran necesarios para vaciar el agua de los dique seiscientos presidiarios, que tardaban cincuenta horas. El edificio que nos ocupa es uno de los mas notables, pues constando su altura de sesenta y dos pies, tiene treinta y ocho bajo el nivel de la tierra, y estando rodeado del agua del mar por tres partes bástala altura de treinta y cuatro pies, ni una sola gota filtra al interior, tan perfectamente unidos y embetunados están los sillares que componen el pavimento y paredes de esta gran oficina. Detrás de los citados diques está el gran Tinglado, inmenso edificio de mil trescientos cuarenta y ocho pies de longitud, cincuenta y siete de latitud y treinta y seis de altura. Compónese de dos cuerpos; el primero es de silería y consta de quinientos setenta y seis arcos y columnas para sosten de dos azoteas que ocupan todo el frente y la espalda del edificio. El segundo cuerpo es de cal y canto, y está entre las dos azoteas; su objeto es servir de almacén de varios efectos y pertrechos, y el primero lo ocupan los obradores de cureñas, de arboladuras, aserradores y otros objetos. Cercanos al gran tinglado, hay otros algo menores, aunque también bastante estensos, los que sirven para depósitos de efectos de artillería, y el cuartel del presidio, cuyos patios están rodeados de grandes murallas. En el mismo frente que la puerta del dique, por la que entramos para describir las obras referidas, está la nominada del Parque, mediando entre esta y la primera el frondoso y dilatado paseo llamado la Alameda. Después de la citada puerta del Parque, se ven á la izquierda varios cuerpos de guardia, á la derecha un estenso corralón que sirve para obrador de artillería y depósito de municiones, y en el centro una plaza en que hay depositadas muchas anclas, y una cabria, que está á la orilla de la dársena, y sirve para el embarque y desembarque de aquellas. Por un arco que está a la parte del Oeste de la citada plazuela, se pasa á una plaza ocupada en uno de sus frentes por un suntuoso y bello edificio, que tiene su espalda sobre el foso, y al que se da el nombre de Sala de Armas. Es de sillería y de aspecto magnífico y grandioso, de planta rectangular y con dos patios. Consta de dos pisos, y la fachada principal está adornada con columnas dóricas. Al mismo orden arquitectónico pertenecen las pilastras que decoran las dos suntuosas escaleras que dan ingreso á esta hermosa fabrica. El piso bajo, ó sea primer cuerpo, sirve de almacén de depósito para embarcaciones de todos portes. En el segundo cuerpo, ó sea piso principal, está la gran sala de armas, obradores de tejedores y almacenes de cáñamo, y las bohardillas están ocupadas por los talleres para hilar las lonas de que se hacen las velas. En la sala de armas hay espacio para colocar ocho mil cuatrocientos sesenta y cuatro fusiles y pistolas, dos mil novecientos sesenta y cuatro chuzos y lanzas, y once mil novecientas diez y ocho espadas. Esta pieza es muy estensa, y los armeros que la circuyen, están perfectamente dispuestos. A uno y otro lado del edificio de que acabamos de hablar, hay otros dos, que forman con él la plaza, y que tienen pórticos en toda su longitud. Constan igualmente de dos pisos; en el bajo de uno de ellos, hay once almacenes para guardar todos los efectos de un buque cuando se desarma, á excepción de los mástiles y la artillería, y en el piso superior se custodian las velas. El otro edificio, que está al frente de este, contiene en su piso bajo diez y nueve almacenes, cada uno de los que sirve de depósito de todos los enseres de un navio desarmado, y el piso principal servia para rastrillar el cáñamo, para lo que habia ciento diez y nueve rastrillos. A la espalda de este último edificio, hay un tinglado de treinta pies de latitud, que servia para recogerlos aparejos. Aqui acaba por esta parte el arsenal con una magnífica y terrible batería que lo defiende,1a que tiene tres hornillos para bala roja; es capaz de ciento veinte y dos piezas de grueso calibre, y ocupa un frente de dos mil trescientos setenta pies con ochenta varas de espesor. Construida sobre las olas, y á muchas brazas del fondo del mar, no se sabe haya en Europa una obra de este género, que pueda comparársele. Recorriendo esta soberbia batería llamada del Parque, dejamos á la izquierda la Cordelería, que tiene mil trescientos veinte pies de largo y ciento veinte de ancho, y una casa llamada la Estufa (que contiene tres disformes calderas en que se derriten los alquitranes para la jarcia y se fabrica la cuerda–mecha), que está entre la Cordelería, y la gran batería. Bajando desde esta á la dársena, se ve un para–rayos que señala la entrada de un depósito ó almacén de pólvora, construido á prueba de bomba, en el mismo terraplén, y otro mas pequeño para cartuchos. Retrocediendo á la plaza de la sala de Armas, y siguiendo la orilla de la dársena, vimos la magnífica machina, construida en 1825. Es una cabria colosal para arbolar los buques, que tiene de abertura entre sus pies nueve varas, y de elevación cincuenta y una, formando con el plano de la superficie un ángulo de setecientos cincuenta pies. Omitiendo hacer la descripción de otras muchísimas dependencias y edificios de este célebre arsenal, por no prolongar esta narración ya demasiado pesada; diremos solamente, que en él pueden acomodarse escuadras enteras sin dificultud alguna y pueden armarse en todo tiempo un inmenso número de buques sin necesidad de aguardar mareas, para que los mayores navios reciban sus palos, sus anclas, sus cañones y todos sus enseres. Salieron de este magnífico establecimiento (fabricados en él), cuarenta y seis navios, cuarenta fragatas y setenta y cuatro buques de menor porte. En el dia, como recuerdo raquítico de su antiguo esplendor, sostiene trabajosamente setecientos operarios en algunas épocas, y ciento diez y ocho de continuo. Al considerar tan costosas y bellísimas obras, las mas próximas á su ruina, tantos tesoros allí sepultados para crear un establecimiento sin rival en el mundo, y dar como dio á nuestra querida patria el cetro de los mares en épocas no