El camino desde el Burgo á la Coruña es de lo mas delicioso, pues aparte la agradable vista del mar, forman un risueño paisage las graciosas aldeas y casas de campo que se ven esparcidas por una y otra parte. Déjase atrás el estanque de Cidama, el lindísimo aunque pequeño valle de Palavea, el Portazgo, el monte de Iris, la aldea de Monelos y el populoso barrio de Santa Lucía.
La Coruña está situada al estremo N. O. de nuestra península Ibérica, y en el vértice que forman la costa de Cantabria y la de Galicia, ocupando una estrecha lengua de tierra ó sea istmo que une con la tierra firme una península que tendrá como media legua de longitud, y en cuyo estremo se alza el famoso y antiquísimo faro conocido con el nombre de Torre de Hércules. Divídese la Coruña en dos partes, que forman dos poblaciones no solamente separadas, sino que presentan á primera vista un tipo enteramente contrario. La parte antigua llamada la Ciudad, tiene calles tortuosas y angostas, abunda en iglesias y conventos, y sus silenciosos barrios están habitados por las autoridades, el clero y la nobleza, cuyas casas blasonadas remontan su origen á lejanos tiempos. La Ciudad Nueva ó Pescadería, que ocupa el istmo de la península de que antes hablamos, presenta el aspecto de una verdadera población moderna. Sus hermosas calles rectas y anchas formadas por casas de varios pisos con reducidas habitaciones, se ven constantemente cruzadas por cerredores, agentes de comercio, marinos de diversos paises y comerciantes de todas categorías. En este barrio casi todas las casas son tiendas ó almacenes de mercaderías, y en él están situados los teatros, los cafés, los gabinetes de lectura, la aduana, el tribunal de comercio y las habitaciones de los cónsules estrangeros. Inútil es decir que el viagero que guste de reposo y del trato fino de la culta sociedad, debe preferir en la Coruña las casas de «la Ciudad» y huir de la Pescadería, donde no oirá hablar eternamente mas que de facturas, de letras de cambio, del cacao, del azúcar, y de la entrada y salida de buques en el puerto.
Ambas partes de la Coruña tenian sus respectivas fortificaciones que las separaban enteramente una de otra, y que acababan de completar la ilusión de dos ciudades diferentes; mas en 18541 cuando entró en los pueblos la manía de derribar sus ciudadelas y fortalezas, los coruñeses decretaron la demolición de las murallas que separaban la Ciudad de la Pescadería so pretesto de que podian dañar á esta última y empezaron á realizarla; pero suspendida después la operación por mandato del gobierno, presenta hoy aquella parte un aspecto repugnante, cegados los fosos con los escombros, y la muralla llena de brechas. La consideración de la Coruña como plaza fuerte, data al menos del reinado de Enrique III, en que consta se edificaron la mayor parte de las fortalezas de la Ciudad Vieja, que fueron luego reparadas por Carlos V; pero cuando se trató de poner esta plaza y su importante puerto en estado respetable de defensa, fué en 1702, dando principio á las obras un ingeniero francés llamado Reinaud que continuaron después varios españoles. Constan las defensas de la Coruña, de varias cortinas y baluartes según el sistema moderno de fortificación, cubiertos de razonable número de piezas, y de los castillos de San Diego, Santa Cruz y San Anton que defienden la hermosa y concurrida bahía. El último fuerte que hemos nombrado esta pintorescamente situado sobre una roca aislada en el mar, y es capaz de veinte y tres cañones. Habia desde muy antiguos tiempos en esta isleta una pequeña ermita dedicada á San Anton, que se conserva, y sus primeras fortificaciones datan del siglo XVI aunque fué casi del todo reconstruido en el reinado de Cárlos III. Esta fortaleza, ademas de su importancia militar y bella posición, es memorable por haber servido de prisión á varios parsonages, entre otros don Melchor Macanáz, ministro de Felipe V, don Antonio Villaroel, famoso partidario del archiduque Cárlos en las guerras de sucesión, etc., etc. Ademas de los castillos referidos hay otras obras esteriores que aumentan las defensas de la plaza.
Entre la Ciudad y la Pescadería está la plaza o mas bien un gran campo llamado de la Leña o de la Horca, porque era el lugar destinado a las ejecuciones. Aqui murieron en el suplicio por opiniones contrarias víctimas de nuestras discordias civiles el general Porlier en 1815, y el barón de Sant–Joani en 1822. En el citado barrio de la Pescadería esta la plaza de la verdura y la de comestibles, donde se celebran los mercados semanales; en la Ciudad hay otra plaza llamada de la Harina, de bastante estension pero de figura irregular, y en ella esta el palacio de la Audiencia, las oficinas civiles y militares, y la casa de ayuntamiento, hoy demolida para reedificarse: las demás plazas ó plazuelas son insignificantes.
Los templos de la Coruña no corresponden tampoco ni por su mérito arquitectónico ni por su grandeza á la importancia de la población; solo la colegiata de Santa María del Campo y la iglesia parroquial de Santiago, nos parecen dignos de recomendarse por su antigüedad y por sus recuerdos históricos. También se visita el palacio, el hospital, la cárcel, el presidio correccional, el teatro construido de nueva planta, aunque sin concluir la decoración exterior los cuarteles y la célebre torre de Hercules que, por sus recuerdos y nombradía exige que nos detengamos en ella un momento.
Ocupa este antiquísimo monumento, el estremo de la península en que está situada la cuidad, y se alza sobre la cima de una colina. La elevación es de ochenta y dos pies, y su planta es un cuadrado de treinta y un pies en cada lado. El material que la constituye es un compuesto de piedras de un pie en cuadro y otro tanto de grueso, cal, y guijarros menudos. Tiene tres pisos abovedados del mismo material que las paredes, los que en antiguos tiempo, no se comunicaban. Actualmente este vetusto faro carece del aspecto venerable que le prestaría su remota antigüedad, pues en 1788 fué revestido de piedra de sillería para darle mas solidez, por disposición de la junta de Comercio. En otro tiempo estaba rodeada esta torre de una especie de rampa en espiral por la que se subia á lo alto, en donde había una especie de meseta de piedra destinada á encender una hoguera de noche para que sirviese de guia á las embarcaciones. Esta rampa esterior, que era muy ancha y por la que dicen podia subir un carro de bueyes, se había derribado ya en 1549. En lo alto de la torre está el gran farol con eclipses formados por planchas de hierro, á los que da movimiento un reloj colocado en el centro que obscurece sucesivamente los siete reverberos que se encienden por la noche. Al pie de la
La Coruña está situada al estremo N. O. de nuestra península Ibérica, y en el vértice que forman la costa de Cantabria y la de Galicia, ocupando una estrecha lengua de tierra ó sea istmo que une con la tierra firme una península que tendrá como media legua de longitud, y en cuyo estremo se alza el famoso y antiquísimo faro conocido con el nombre de Torre de Hércules. Divídese la Coruña en dos partes, que forman dos poblaciones no solamente separadas, sino que presentan á primera vista un tipo enteramente contrario. La parte antigua llamada la Ciudad, tiene calles tortuosas y angostas, abunda en iglesias y conventos, y sus silenciosos barrios están habitados por las autoridades, el clero y la nobleza, cuyas casas blasonadas remontan su origen á lejanos tiempos. La Ciudad Nueva ó Pescadería, que ocupa el istmo de la península de que antes hablamos, presenta el aspecto de una verdadera población moderna. Sus hermosas calles rectas y anchas formadas por casas de varios pisos con reducidas habitaciones, se ven constantemente cruzadas por cerredores, agentes de comercio, marinos de diversos paises y comerciantes de todas categorías. En este barrio casi todas las casas son tiendas ó almacenes de mercaderías, y en él están situados los teatros, los cafés, los gabinetes de lectura, la aduana, el tribunal de comercio y las habitaciones de los cónsules estrangeros. Inútil es decir que el viagero que guste de reposo y del trato fino de la culta sociedad, debe preferir en la Coruña las casas de «la Ciudad» y huir de la Pescadería, donde no oirá hablar eternamente mas que de facturas, de letras de cambio, del cacao, del azúcar, y de la entrada y salida de buques en el puerto.
Ambas partes de la Coruña tenian sus respectivas fortificaciones que las separaban enteramente una de otra, y que acababan de completar la ilusión de dos ciudades diferentes; mas en 18541 cuando entró en los pueblos la manía de derribar sus ciudadelas y fortalezas, los coruñeses decretaron la demolición de las murallas que separaban la Ciudad de la Pescadería so pretesto de que podian dañar á esta última y empezaron á realizarla; pero suspendida después la operación por mandato del gobierno, presenta hoy aquella parte un aspecto repugnante, cegados los fosos con los escombros, y la muralla llena de brechas. La consideración de la Coruña como plaza fuerte, data al menos del reinado de Enrique III, en que consta se edificaron la mayor parte de las fortalezas de la Ciudad Vieja, que fueron luego reparadas por Carlos V; pero cuando se trató de poner esta plaza y su importante puerto en estado respetable de defensa, fué en 1702, dando principio á las obras un ingeniero francés llamado Reinaud que continuaron después varios españoles. Constan las defensas de la Coruña, de varias cortinas y baluartes según el sistema moderno de fortificación, cubiertos de razonable número de piezas, y de los castillos de San Diego, Santa Cruz y San Anton que defienden la hermosa y concurrida bahía. El último fuerte que hemos nombrado esta pintorescamente situado sobre una roca aislada en el mar, y es capaz de veinte y tres cañones. Habia desde muy antiguos tiempos en esta isleta una pequeña ermita dedicada á San Anton, que se conserva, y sus primeras fortificaciones datan del siglo XVI aunque fué casi del todo reconstruido en el reinado de Cárlos III. Esta fortaleza, ademas de su importancia militar y bella posición, es memorable por haber servido de prisión á varios parsonages, entre otros don Melchor Macanáz, ministro de Felipe V, don Antonio Villaroel, famoso partidario del archiduque Cárlos en las guerras de sucesión, etc., etc. Ademas de los castillos referidos hay otras obras esteriores que aumentan las defensas de la plaza.
Entre la Ciudad y la Pescadería está la plaza o mas bien un gran campo llamado de la Leña o de la Horca, porque era el lugar destinado a las ejecuciones. Aqui murieron en el suplicio por opiniones contrarias víctimas de nuestras discordias civiles el general Porlier en 1815, y el barón de Sant–Joani en 1822. En el citado barrio de la Pescadería esta la plaza de la verdura y la de comestibles, donde se celebran los mercados semanales; en la Ciudad hay otra plaza llamada de la Harina, de bastante estension pero de figura irregular, y en ella esta el palacio de la Audiencia, las oficinas civiles y militares, y la casa de ayuntamiento, hoy demolida para reedificarse: las demás plazas ó plazuelas son insignificantes.
Los templos de la Coruña no corresponden tampoco ni por su mérito arquitectónico ni por su grandeza á la importancia de la población; solo la colegiata de Santa María del Campo y la iglesia parroquial de Santiago, nos parecen dignos de recomendarse por su antigüedad y por sus recuerdos históricos. También se visita el palacio, el hospital, la cárcel, el presidio correccional, el teatro construido de nueva planta, aunque sin concluir la decoración exterior los cuarteles y la célebre torre de Hercules que, por sus recuerdos y nombradía exige que nos detengamos en ella un momento.
Ocupa este antiquísimo monumento, el estremo de la península en que está situada la cuidad, y se alza sobre la cima de una colina. La elevación es de ochenta y dos pies, y su planta es un cuadrado de treinta y un pies en cada lado. El material que la constituye es un compuesto de piedras de un pie en cuadro y otro tanto de grueso, cal, y guijarros menudos. Tiene tres pisos abovedados del mismo material que las paredes, los que en antiguos tiempo, no se comunicaban. Actualmente este vetusto faro carece del aspecto venerable que le prestaría su remota antigüedad, pues en 1788 fué revestido de piedra de sillería para darle mas solidez, por disposición de la junta de Comercio. En otro tiempo estaba rodeada esta torre de una especie de rampa en espiral por la que se subia á lo alto, en donde había una especie de meseta de piedra destinada á encender una hoguera de noche para que sirviese de guia á las embarcaciones. Esta rampa esterior, que era muy ancha y por la que dicen podia subir un carro de bueyes, se había derribado ya en 1549. En lo alto de la torre está el gran farol con eclipses formados por planchas de hierro, á los que da movimiento un reloj colocado en el centro que obscurece sucesivamente los siete reverberos que se encienden por la noche. Al pie de la
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