viernes, agosto 31, 2007

Viage ilustrado (Pág. 54)

Yo recorrí un dia el barrio de los tártaros con un amigo; andábamos por la línea de las batas, articulo cuyo monopolio se han reservado los antiguos vencidos de Casan. Mí compañero, aturdido con las provoca­ciones de un viejo mercader calmuco, entró en su tienda. Pusieron á su vista una montaña de batas; es cogió una pequeña de seda cruda de Persia perfectamente imitada en Moscou.
—¿Cuánto vale esta bata? dijo al tártaro.
Entonces éste se puso á elogiar su mercancía.
—Sois un perfecto conocedor, á fé mía; de todas estas batas habeis escogido la mejor, la mas rica y la mas e1egante. Tres príncipes me han comprado las compañeras, y ayer mismo tres generales han querido comprar esta.
—¿Es posible? pero yo os pregunto el precio de ella, repitió mi compañero.
—Señor, yo os juro á fé de tártaro que os durará toda la vida; la tela es fuerte y bien tejida...
—¿Otra vez? el precio.
—Vos me creereis cuando os diga que S. E. el go­bernador de Voroneja me ha mandado hacer media docena de esta misma clase.
—Y yo quiero saber el precio de esta.
—Al momento, señor; solamente debo antes haceros observar que no encontrareis en ninguna de las tiendas de mis cofrades una bata que venga como esta directamente de Erzeroum; miradla despacio; mirad qué tejido, qué paño, qué flexibilidad, y despues que colores, que brillo.
—Corriente, no me opongo; pero tener la bondad de decirme ¿cuánto quereis por ella?
—Lo diré, señor; pero cumple á mi deber deciros ademas, que un ayudante de campo del emperador...
Mi compañero exasperado quiso salir.
—Escuchad, señor; si esta tela fuése una imitacion hecha en Moscou...
—¿Otra vez?
—Pudiera daros la bata por noventa rublos; pero de seda de Erzeroum no sería bien pagada con doscientos rublos; pero, sin embargo, haré un sacrificio y os la daré por ciento cincuenta rublos.
—¿Estais loco? dijo al momento el comprador, decid mas bien que no quereis venderla.
Y se dispuso á salir.
—Vamos, no os enfadeis, alto señor noble; ciento cincuenta rublos es lo que vale, y es lo que ha paga­do por una igual el gobernador de Tamboff.
Yo creí que era el de Yoroneja.
—¿Dije el de Voroneja? Si, es verdad; el goberna­dor de Voronaja que tomó la compañera; pues bien, él ha pagado ciento cincuenta rublos, y vos la llevareis en ciento veinte y cinco.
—Vamos, dejadme salir.., con tanta mas razon añadió señalándome, cuanto que el señor se impacienta.
—Esperad, dijo el mercader apoderándose de la bata, aquí la teneis por cien rublos, y no hablemos mas del asunto.
—Os ruego que me dejeis salir: no quiero repetirlo.
—¿Cuánto da vuestra escelencia?
—Yo no pongo precio despues de una peticion tan estravagante.
—¡Qué severo sois, señor! ¿Si yo os la diera por se­tenta y cinco rublos?
—Bajad mas.
—¿Mas todavía? dijo el tártaro afectando un ademan de admiracion. Pues bien, os la doy por cincuen­ta rublos; pero ni un copec menos.
Miré á mi compañero que permanecia impasible.
—¿Quereis por ella veinte rublos? dijo al mercader que comenzó á dar gritos.
—¡Veinte rublos! mi noble señor ¡veinte rublos! Sin duda quereis divertiros conmigo ¡veinte rublos! Ni con el doble seria bien pagada… ¡Veinte rublos por una bata que el gobernador de Nijui...
—¿Ahora es el gobernador de Nijui?
—De Nijui ó de Sirnbirsk, me trastornais... Vos ha­beis dicho treinta rublos, dadme cuarenta y asunto concluido.
—He dicho veinte, y no perdamos tiempo.
Esta vez salimos de la tienda; no habíamos anda­do diez pasos por la galería cuando el tártaro nos alcanzó.
—Escelencia, dijo con ademan humilde, tomadla; bueno es hacer un sacrificio, pero este es enorme; con otras dos ventas de esta clase me arruino.
—He pagado el doble de su valor, me dijo al oído mi compañero.
Mientras que los lujosos carruages al otro lado de la perspectiva, á la puerta de los almacenes estrangeros, y las princesas moscovitas seguidas de sus laca­yos, hacen desplegar los ricos géneros de Francia é Inglaterra, modestas narrias se estacionan delante de la galería de Gostinoï—dvor, donde las mugeres de los empleados, las jóvenes de la clase media, compran objetos de moda procedentes de las manufacturas de Moscou, y por consecuencia á un precio proporcionado á la medianía de su fortuna.
Aquel tambien es un punto de reunion para las jó­venes de la misma clase que pasean por debajo de las bóvedas para espiar una mirada ó cambiar un signo burlando a atencion de una madre, para hacer de es­te modo el prefacio de una novela que tiene al fin el desenlace de todas las novelas clásicas.
Un personage importante que no es posibie dejar pasar en silencio al describir el Gostinoï—dvor, es el restaurador ambulante del lugar. Como los mercade­res no pueden hacer preparar sus alimentos en el inte­rior del bazar, donde está severamente prohibido en­cender lumbre (1), y como no pueden abandonar su comercio para buscar alimentos en sus casas, tienen necesidad de haberse á las manos una cocina siempre dispuesta para su comida durante el dia. Esto es lo que le ofrece con abundancia el suministrador á que nos referimos,
Vestido con una especie de camisa de piel de carnero, ceñida á la cadera por un cinturon de cue­ro, y cubierta la cabeza con un gorro rodeado de pie­les, circula por la galería cargado con una especie de caja, donde lleva huevos duros, y unas peces fritos parecidos á nuestras sardinas, que llaman siguis: tambien lleva queso de diferentes clases, y unos pas­telillos conocidos allí bajo el nombre genérico de piro­guis. Tambien lleva dentro de la caja boulkis que son unos panecillos redondos muy blancos y de un esquisito sabor.
Detrás de este abastecedor, que va parándose su—

(1) En 1752, el Gostinoï—dvor, entonces de madera y situado en el primer canal, fué completamente devorado por las llamas. La emperatriz Isabel le hizo reconstruir tal como existe actualmente, es decir, de piedra y con bóvedas para anular el incendio todo lo posible. Sin em­bargo, para alejar la sombra del peligro, se decretó no se admitiese luz ni fuego en la parte interior de dicho edificio.

jueves, agosto 30, 2007

Viage ilustrado (Pág. 53)

predileccion, porque le agradaba sobremanera: el cé­lebre Vernet le divertia por sus maneras graciosas, y por lo bien que ejecutaba sus papeles.
Cierto dia se paseaba el czar por la perspectiva de Newsky. La multitud se alineaba en dos filas á su tránsito y le saludaba como de costumbre Su magestad apercibió á Vernet que se alineaba como los demas, y se dirigió desde luego á él. Era un honor del cual estuvieron muchos celosos, y que desconcertó estraordinariamente al modesto actor.
—¿Os veré esta noche, Vernet? le preguntó el em­perador.
—Si, señor; yo tendré el honor de representar delante de vuestra magestad le Pere de la Debutante.
—Me place, porque estais muy bien en esa pieza y os aplaudiré con gusto.
—Vuestra magestad es muy indulgente.
El emperador le dirigió otras cuantas palabras li­songeras y continuó su camino.
Pero un nadziratel (oficial de policía) había sido testigo de la conversacion, y despues que el empera­dor se hubo alejado, se aproximé al artista y le dijo:
—Vos habeis hablado con el emperador, caballero, y es menester que me sigais.
—¡Cómo! repuso el artista escusándose, á quien el oficial civil no comprendia. Es su magestad la que ha querido hacerme el honor de aproximarse a mí...
—¿Qué dice? dijo el de la policía dirigiéndose á un curioso que juzgó debia comprender el francés.
—Dice que es el emperador quien se ha acercado á él.
—¡A él!...Vamos, vamos... seguidme, caballero, y que yo no lo repita.
—Yo si que os repito que no soy culpable, sino el emperador. Soy Vernet actor del Teatro Francés; el emperador me conoce.
Lo que el oficial de policía comprendia mejor que nada, era que el actor se resistia. Y cogiendo de pron­to á Vernet por el brazo, le dijo que si no quería seguirle por bien llamaria á un compañero y le llevarian por fuerza.
El artista no tuvo mas remedio que ceder; el oficial de policía le condujo al puesto mas cercano, donde le encerró.
Llegó la noche, y poco despues la hora del teatro. Vernet: no se presentaba. Fueron á buscarle á su casa y dijeron que no se había presentado desde que salió de ella por la mañana, y el director de escena se vió precisado á variar la funcion.
El emperador vino á ocupar su palco como se lo habia prometido al actor, y le disgustó no ver repre­sentar le Pere de la Debutante, y se asombró viendo que Vernet no tomaba parte en las piezas que se eje­cutaban.
Quiso saber la causa y se dirigió al director, el cual le anunció la desaparicion del artista. Como no­tase el descontento del soberano:
—Señor, se apresuró á decirle, no he sabido nada hasta el momento de irse á levantar el telon; pero he dado órden para que Vernet sea buscado sin tar­danza.
El emperador quedó un rato pensativo mas de pronto se dió una palmada en la frente:
—Yo soy la causa de este mal, dijo. Esta mañana encontré á Vernet y le hablé un momento... El pobre estará preso. Pronto, que le pongan en libertad.
Un cuarto de hora despues Vernet estaba libre y entraba en el palco del emperador, quien le habia mandado llamar.
—Siento mucho, le dijo el emperador sonriendo, lo que os ha sucedido por mi causa. Olvidadlo, yo os lo ruego, y ved si os puedo servir en alguna cosa. Vea­mos lo que me teneis que pedir.
— Pues que vuestra magestad quiere concederme una gracia, respondió el artista, suplico que en ade­lante no me hagais el honor de acercaros á mí cuan­do yo os encuentre en la calle.


El emperador se sonrió y despidió afectuosamente a Vernet, quien no tuvo motivos para quejarse del contratiempo.
En la perspectiva de Newsky se encuentra el gran bazar ó Gostinoï-dvor ruso, vasto mercado asiático que hace recordar involuntariamente el de Bagdad ó el de Basora. Es un inmenso edificio de forma cua­drada, que contiene un patio y almacenes interiores no menos estensos. Sus cuatro fachadas están circuidas de una galería abovedada, baja y pesada. El bazar está dividido por líneas ó compartimientos, consagra­dos á las diversas especialidades de mercancías; aquí se venden paños, alli porcelanas, allá novedades, ta­pices, armas, papel, etc. Todos estos objetos proce­den generalmente de las manufacturas nacionales; tambien se venden allí á precios muy inferiores los mismos objetos importados de Occidente, lo que no impide al mercader ruso juraros que su mercancía es estrangera, y pedir por ella el triple de su valor.
Cada mercader está de pie delante de su tienda; un dependiente está á su lado, y estos dos hombres, envueltos en pieles de pies á cabeza, dirigen á los transeuntes las mas seductoras provocaciones:
—Dignaos comprarme este paño inglés, sedas de Lyon, cintas de París, guantes de Suecia, pañuelos de la India, etc.
Hemos dicho que todos los objetos vendidos en Gostinoï—dvor son productos indígenas, y por lo tanto los mercaderes no sabrian engañar a nadie.

miércoles, agosto 29, 2007

Viage ilustrado (Pág. 52)


gorros tártatos guarnecidos con la cebelina, condu­cen estos coches con una gravedad y una destreza es­tremadas. Un jóven postillon, vestido como los cocheros, niño de diez y ocho años, monta uno de los primeros caballos, con su caftan ceñido en derredor de sus piernas, semejante á un pantalon turco.
La perspectiva de Newsky es un escelente observatorio para examinar los tipos y las costumbres de Rusia; popes (sacerdotes), campesinos de todas las provincias, mercaderes tártaros, judíos, etc., uniformes militares, circasianos de la guardia imperial, etc.
Al través de todo esto, las angostas narrias pasan y se deslizan tiradas por cuadrúpedos de una maravillosa velocidad. Muchas veces suele distinguirse en­tre estos carruages un coche elegante de dos ruedas, con adornos azules, tirado por cuatro caballos, con dos lacayos en la trasera puestos de pie en trage de cosacos. Este coche, que lleva las armas de Rusia, pertenece á la emperatriz. Detrás camina una narria de una construccion muy sencilla, que vuela sobre la nieve, tirada por un vigoroso caballo negro; un mili­tar de elevada estatura va sentado en el centro de este vehículo; á pesar de la modesta capa en que va envuelto, por su actitud grave y magestuosa, revela al punto que es el emperador. Lo mismo que la em­peratriz, sale de el palacio Annitshkoff para trasladarse al palacio de invierno. Algunas veces detiene su narria y se confunde con los demas paseantes de la calle. Al verle, los oficiales y todos los grandes se paran para saludarle militarmente, á cuyo saludo cor­responde el emperador con política y grave benevo­lencia.
El emperador Nicolás se complace en pasearse so­lo y á pie en las calles de su capital. La perspectiva Newsky y el malecon Inglés son sus dos paseos favoritos; pero está prohibido á los transeuntes pararle ó presentarle memoriales con peticiones de ninguna clase; la medida es general, y añadiremos que es muy necesaria, pues de otro modo el emperador no podria dar un paso sin ser detenido á cada instante con este género de peticiones. Diremos en seguida lo que su­cedió sobre el partícular hace algunos años; la relacion nos fué trasmitida por el héroe mismo de la anécdota.
El emperador frecuenta con gusto el Teatro Fran­cés, y puede decirse que el de San Petersburgo jus­tifica bajo todas consideraciones esta preferencia. En­tre los actores, habia uno á quien el czar miraba con

martes, agosto 28, 2007

Viage ilustrado (Pág. 51)

ra, y despues de haber circulado al través de su mag­nifico parque, entraremos en la isla de Krestofpki, la mas grandes de todas, y propiedad de los principes Belochevisky. Es el punto de reunion favorito de los obreros alemanes y de los mercaderes rusos. Los primeros acuden alli á poblar las fondas, donde comen, fuman y beben al son de una ruidosa banda de músi­ca militar, y los otros se establecen alli tambien sobre la yerba de las márgenes del rio, ó bajo los árboles del interior de la isla. En ciertos dias del estío, los tártaros establecidos en el pais vienen á situarse bajo los álamos de la parte septentrional á celebrar una de sus fiestas.
Mas allá de estas islas, al otro lado del Neva, al Norte grandes aldeas animan las riberas del rio.
Los habitantes de estas residencias campestres pueden gozar de una fiesta llena de originalidad. Nos referimos á la fiesta del heno.
Muchos centenares de segadores y segadoras procedentes de las aldeas inmediatas, se esparcen por las vastas praderas. Los trabajos comienzan desde por la mañana con una grande actividad, en medio de los cantos populares. Cuando llega la noche, hombres y mugeres se reunen para la comida comun, despues de lo cual dos ó tres de los primeros cogen la bailaika, especie de guitarra rusa de origen tártaro, mien­tras que una jóven y un robusto jóven se lanzan en mitad del gran círculo que acaba de formarse, y bai­lan su danza original y graciosa.
Los rusos se complacen en esta clase de festejos, y no hay recoleccion que no tenga los suyos especiales.
La bella estacion es rápida en San Petersburgo, y pasa mas pronto que en otra parte.
Aquel que no haya visitado la moderna capital de los czares sino durante la buena estacion, no habrá contemplado á esta graciosa ciudad bajo el punto de vista mas pintoresco y bajo su fisonomía mas original. Con efecto, este maravilloso conjunto de una magní­fica capital, creada, por decirlo así, en un abrir y cerrar de ojos, puede sorprender la imaginacion y cautivar la vista; pero al admirarla, se emplea mucho tiempo en descubrir en ella aquella originalidad de fisonomía moscovita, que desearíamos descubrir desde un principio en una metrópoli rusa. Tengamos pacien­cia. El invierno se acerca y borrará lo que existe de europeo en la ciudad de Pedro el Grande, para impri­mirle aquel sello eminentemente nacional, que podria entonces disputar á la antigüedad la misma Moscou.
La trasformacion es completa. La ciudad risueña y caprichosa, tan deliciosamente pintoresca en las márgenes de su rio, ha desaparecido para presentar en lugar suyo una ciudad septentrional, fria, pálida y silenciosa. Envuélvela un manto de nieve, el río se solidifica, y no presenta ya mas que una superficie helada, surcada acá y allá por rápidas narrias; algunas, procedentes de Laponia, van tiradas por renos.
Con frecuencia un cielo nebuloso y aplomado cu­bre la ciudad muda; otras veces el sol resplandece como en los mejores dias; pero sus rayos, descom­puestos por la condensacion del aire, se rompen so­bre las doradas cúpulas de las iglesias, que se ven brillar en el espacio con una luz rojiza y siniestra, semejante á aquellos globos alumbrados en lo alto de las torres, que anuncian durante la noche algun in­cendio á los consternados habitantes (1).
La nieve endurecida resiste las ruedas de los carruages, que producen un sonido metálico y vibrante. Por otra parte, su espesor debilita en las calles el rui­do de los vehículos, que se deslizan y pasan con rapidez como por encanto. Los pedáneos, envueltos en espesas pieles, transitan igualmente silenciosos, y co­mo si desearan llegar pronto al parage donde se encaminan. No se ven mercaderes ambulantes como en la buena estacion, llevando sus mercancías sobre la cabeza, y anunciando con gritos lo que venden; ni aun perros; en una palabra, nada que venga á turbar el silencio de la gran ciudad, á la cual creeríamos dormida como cierta ciudad de un cuento árabe, sin otro movimiento que el que aparece durante la corta duracion del dia, el que por otro lado presenta una estraordinaria actividad (2). En ciertas calles, en la de Newsky, por ejemplo, está el movimiento aristo­crático; en otros puntos, tales como la plaza de la Sennoï y las calles adyacentes, el movimiento es enteramente popular. La perspectiva de Newsky (3) es una inmensa calle con anchas aceras, que presenta un aspecto perfectamente uniforme y pintoresco; pero en esta estacion desaparece toda su belleza bajo una pro­funda capa de nieve, por donde transitan continuamente una infinidad de magníficos carruages. Esta calle, que comienza por la plaza del Almirantazgo, está cortada por los tres canales concéntricos, de los cuajes hemos hablado ya: la Moika, el canal de Cata­lina y la Fontanka. El paseo de invierno se estiende entre el primero y el segundo de estos canales, que se pasan sobre anchos puentes de granito y de hierro de un trabajo hábil y atrevido. El último, el de la Fontanka, que se llama puente de Annitshkoff, cercano al palacio de este nombre, se distingue por cuatro ca­ballos de bronce, obra admirable del baron Clot. Es­tos caballos corren sobre su base elevada; sus piernas traseras, tinas y nerviosas, se plegan, y sus pies de­lanteros cortan el aire, y sus narices abiertas dejan escapar el humo ó el vapor de su agitado aliento.
Este puente sirve de límite al paseo aristocrático. La calle continúa siendo ancha y llena de magníficos hoteles; pero no tarda en perder su carácter para to­mar el de los populosos barrios en que termina.
Es preciso ver la perspectiva de Newsky en un hermoso día de invierno; entonces que el cielo es pu­ro, el aire seco y la nieve brillante. Sobre la parte septentrional de este sitio se apiña una multitud compacta de elegantes paseantes; hermosas señoras ador­nadas con lujo, y ciñendo trages de colores preciosos y variados; las ricas pieles, el terciopelo, los cache­mires de las Indias, flotan y besan la nieve. La ma­yor parte de los hombres son militares; dan el brazo á las señoras, y pasean juntos con aspecto mesurado y marcial. Los lacayos con brillantes libreas siguen á sus amos, al paso que los coches y narrias caminan despacio por en medio de la calle, ó esperan estacio­nados en un parage indicado.
El centro de la calle no está menos animado. Sun­tuosos carruages tirados por cuatro caballos hacen crugir la nieve al contacto de las ruedas. Los coche­ros con su larga barba, sus ropones de paño ceñidos á la cadera por un cinturon de seda ó de oro, y sus

(1) En todos los barrios de San Petersburgo , donde reside la policía se eleva una torre, en lo alto de la cual, globos de fuego anuncian los incendios durante la noche.
(2) Durante los meses de diciembre enero no hay en Sao Petersburgo mas de cinco ó seis horas de dia.
(3) Las calles tiradas á cordel se llaman perspectivas.

lunes, agosto 27, 2007

Viage ilustrado (Pág. 50)

alabado su valor, le preguntó lo que podia hacer por él para serle agradable.
—Vuestra magestad, respondió el capitan; ya me ha dado por dos veces señales inequívocas de su gratitud; solamente temo que dándome últimamente una espada de honor, hubiese V. M. olvidado que ya habia recibido otra de su benevolencia, y es muy difícil servirse de dos espadas á un tiempo.
—No señor, yo no lo habia olvidado; pero veo que se han descuidado en esplicaros mi intencion. Lo haré yo misma: os he enviado dos espadas, caballero, para que vos las hagais colocar en vuestro escudo, lo que os mando hacer desde hoy. Esto será para vuestros descendientes un recuerdo de vuestra brillante conducta.
Es inútil añadir, que al dia siguiente el valiente oficial recibió la cruz de San Vladimiro tan deseada.
El grande y magnífico palacio de invierno del Eremitorio que ya hemos descrito, llegó á ser presa de un incendio en el invierno de 1837, en el mes de diciembre, en el cual se esperimentaba un frio muy rigoroso. El fuego se declaró á las diez de la noche. A los gritos que resonaron en todas las calles de la ciudad de: ¡el palacio de invierno arde! el terror se propagó por todas partes. En un momento la multitud llenó la inmensa plaza y llegaron los bomberos. Las llamas salian á un mismo tiempo por todos los balcones superiores, cuyos cristales habian estallado, y formaban una siniestra corona en la frente del edificio. Las estátuas que dominan el friso parecía que se animaban con el movimiento de las llamas.
El emperador en persona dírigia los trabajos que se hacian para apagar el incendio. Todos los habitantes de la inmensa residencia sorprendidos por el fuego pudieron salvarse. Una de las damas estaba detenida en su lecho acosada de fuertes dolores; pero la emperatriz declaró que no dejaria el palacio hasta que la enferma estuviera en lugar seguro.
El techo de la sala de los Mariscales se desplomó en el momento en que algunos soldados se esforzaban en quitar la magnifica araña que adornaba el recinto Varios fueron heridos, y el emperador mandó al instante dejaran quemar el palacio con todo lo que encerraba antes que esponer á la muerte un solo hombre.
Abandonado á si mismo el incendio, tomó proporciones gigantescas. La llama envolvió todos los pisos á un mismo tiempo. El pueblo asistía á este espectáculo, cuando al otro lado de la llama, una columna de humo, alumbrada bien pronto por una viva claridad, demostró á la consternada multitud que un nuevo incendio acababa de estallar en Wassili—Ostroff.
Por una costumbre que data desde Pedro el Grande, los soberanos rusos deben recorrer todos los parages donde se ha declarado el incendio. Como gefes de la gran familia, deben dar ejemplo. Sin embargo, en esta circunstancia, el gran duque heredero creyó deber rogar al emperador que le permitiera reemplazarle, y pasar en lugar suyo al sitio donde el incendio acababa de indicarse.
EJ emperador le respondió:
—No, yo soy quien debo acudir alli; tú quédate aqui; si nuestra casa arde, tenemos medios para edificar otra; pero no hay seguridad de que los propietarios de alli abajo puedan hacer otro tanto.
Y separando un gran número de bombas que rodeaban su palacio, las envió á Wassili—Ostroff; y montando en su carroza fué precediendo á todos á los lugares siniestros, donde pasó la noche entera.
El palacio de invierno estuvo ardiendo durante el periodo de ocho dias, y todo se convirtió en cenizas escepto los muros esteriores. Pues bien, dos años mas tarde, salia de sus cenizas mas suntuoso que antes, y esta vez a prueba de bomba.
Vamos á atravesar el puente de Troïsk, que tiene una estension de mas de trescientas cincuenta toesas, y posee unos treinta y tres pontones unidos entre sí por medio de cables y cadenas considerables.
Hemos procurado desde luego dar una idea general del aspecto de San Petersburgo, considerado desde el Neva á la altura del malecon Inglés; no será de menos interés que nos detengamos un instante aquí para ver su panorama en el parage opuesto, es decir, en medio del puente de Troïsk.
Nunca hemos visto cosa mas admirable que este cuadro en una hermosa tarde de junio. Figarémonos un inmenso bósforo, reflejando en la trasparencia de su superficie, unida á un cielo suavemente alumbrado con las tintas mas caprichosas, á la hora en que los cielos de Occidente están sumergidos en las tinieblas. Hay en la atmósfera un no se qué de voluptuosidad, que presenta todos los objetos á la vez sin confundirlos. Sigamos con la vista el curso del rio en el Occidente; á la derecha está la fortaleza presa por las olas, donde se eleva una larga aguja, en la que vienen á perderse de cien maneras los últimos rayos del sol poniente; á la izquierda se ve una línea de palacios terminada por el palacio imperial y los edificios del almirantazgo, cuya flecha tiene encima un navío de oro, presente de la fastuosa ciudad de Hamburgo. De frente se ve el rio dividido en dos anchas corrientes, para abrazar la Bolsa con sus pórticos y sus dos inmensas columnas, faros clásicos que se tomarian mirados desde lejos por dos enormes centinelas que la guardan. A la derecha de la Bolsa hay una confusion de mástiles con sus mil pabellones, que desplegan en los aires los colores y las armas de todas las naciones; imagínese despues una infinidad de embarcaciones que se deslizan en todos sentidos sobre la superficie del Neva, dejando detrás un surco plateado. Tambien veremos en primer término grandes navíos inmóviles con sus prolongadas vergas negras elevadas en los aires, animado todo con el movimiento de una gran ciudad, cuya noche no tiene sombras, y tendremos una idea, aunque imperfecta y pálida, del cuadro que describimos.
Las islas forman parte de la ciudad, porque están enclavadas en su vasta circunferencia. Pasamos el pequeño rio de Parfolka, y nos encontramos en la isla de los Boticarios, llamada asi por el jardín botánico que fundó alli Pedro I. Bonitas casas italianas medio ocultas entre las flores adornan este camino, que acaba en un punto elevado sobre el Pequeño Neva, tres veces mas ancho que el Guadalquivir en Sevilla. Desde esta altura se domina la bella ciudad de Laval, enteramente perfumada de naranjos, como si se elevase sobre la bahía de Nápoles, cuyas límpidas aguas riegan la vegetacion No distante de alli está la casa de campo del conde Nesselrode, el célebre diplomático que hace poco pronosticó los destinos tumultuosos de la Europa, en cuyos asuntos toma hace cuarenta años una parte tan activa.
No nos detendremos en Yelaquina, la isla de la emperatriz; pasemos por delante del palacio que la deco-

domingo, agosto 26, 2007

Viage ilustrado (Pág. 49)

liondi, hombres buenos), que no nos hicieron daño, al contrario.
Esta última palabra nos pareció muy cándida.
El palacio de invierno, habitacion ordinaria de los soberanos de Rusia, no data mas que desde 1754. Nada es antiguo en San Petersburgo. Fué mandado hacer por la emperatriz Isabel al conde de Rastrelli, uno de los mas hábiles arquitectos italianos del siglo XVIII. En 1762 ya estaba terminado. Es un edificio que forma un pralelógramo de sesenta y cinco toesas de estension por una latitud de cincuenta. Se prolonga sobre el Neva y mira á la fortaleza que se estiende sobre la ribera opuesta, sombría y muda, en­frente do la ciudad animada y brillante (1).
El primer piso del palacio de invierno está consagrado á las ceremonias de la córte, á los festejos y á los dias de gala. Se llega á él por una ancha escalera de mármol destinada á los embajadores y á los digna­tarios del imperio los dias de gran recepcion; pero tambien por esta escalera, todos los años, es admitido el pueblo en esta suntuosa residencia para asistir en ella el 1º de enero, al sarao que le da el emperador, pues el emperador es el gefe el padre de la gran fa­milia moscovita, y sencillamente recibe á sus hijos en su casa lo menos una vez al año.
Pues bien, la noche del 1º de enero se ilumina el palacio con todas sus arañas, se adorna magníficamen­te, y bien pronto nobles, plebeyos, mercaderes y pro­letarios, soldados y paisanos penetran juntos en el palacio. Se convida á la poblacion entera; y la pobla­cion entera no falta. Mas de 60,000 individuos penetran esa noche en la residencia imperial, donde el soberano, de gran uniforme, acompañado de su córte en tragé oficial, discurre por entre el oleage de esta multitud curiosa y benévola. Se detiene delante de los grupos y habla con los mas humildes de los hijos del pueblo, que le responden y le tutean (2). El czar comprende que en él reside toda la fuerza de este pueblo, del cual él es el poderoso delegado.


Se han referido muchas anécdotas, relatívas al tacto y á la delicadeza de la emperatriz Catalina en ciertas circunstancias. He aqui un rasgo que hemos oido referir al príncipe Alejandro Gallitzin, que habia sido page de esta princesa.
Esto era durante la guerra que dió el Quersoneso Táurico á la Rusia. Un valiente capitan que deseaba con vehemencia la cruz de San Vladimiro, habiéndose distinguido en el sitio de Ochsakoff, no recibió mas que una espada de honor por recompensa. No quedó contento; pero redoblando su valor el mismo oficial, no tardó en distinguirse de nuevo, y esta vez fué pro­puesto para la indicada condecoracion. Fuese por error de las oficinas, fuese por otra causa cualquiera, le dieron otra espada de honor. Llegó al calmo su despecho, y habiendo terminado la guerra, vino á San Petersburgo y solicitó una audiencia de la emperatriz, la cual le recibió con bondad, y despues de haber

(1) Se vé en su recinto la casa de Pedro el Grande, y las tumbas de los soberanos rusos que contienen las bó­vedas de la iglesia. Está tambien en la forta1eza el tesoro y la casa de moneda.
(2) El campesino ruso tutea siempre al soberano.

sábado, agosto 25, 2007

Viage ilustrado (Pág. 48)


La plaza de la Sennoï, situada en el centro de la ciudad, es una de las mas populosas. Está circuida de bazares, de fondas, de tabernas y de tiendas ambu­lantes, que sostienen alli un perpétuo vaiven. Los mougiks (los campesinos) acuden aqui en gran número. Ahora bien, durante el verano de 1.831, el mismo año de la guerra de Polonia, el cólera invadia cruelmente á San Petcrsburgo, y el pueblo, diezmado por este invisible azote, cuya causa se ignoraba, desalen­tado y desesperado, empezó a gritar: envenenamiento. Primero acusaron de este crimen á los médicos alemanes y despues á los polacos; la irritacion llegó á su colmo. Reunido el pueblo en la plaza que acabamos de mencionar, blandia el hacha, esta arma terrible que lleva siempre el campesino colgada de su cintura. Los aires repetian los ecos de muerte, y el terror se difundió por toda la ciudad.
El emperador tiene conocimiento de esta fermentacion, monta en su carruage, y llega como el rayo á la plaza donde estaba el pueblo amotinado. Desciende al instante del carruage, súbese sobre el pilar de una iglesia y desde alli, dominando con su alta estatura al aterrado pueblo:
― ¿Qué es esto? esclama con una voz acentuada por la emocion ¿no sois ya vosotros los hijos de la santa y piadosa Rusia?... ¿os rebelais contra el cielo? ¡Hermanos volved en vosotros! Dios es el que nos castiga; arrodillémonos, y reguémosle con fervor para que detenga el rayo que desola nuestra patria.
Y diciendo y haciendo, el emperador se inclinó, y en el mismo instante, á su ejemplo, se prosternó todo el pueblo.
La plaza del Senado confina con la del Almiran­tazgo, de la cual forma realmente parte. Sigamos por el fresco barrio y por el verdoso recinto de tilos que rodean los edificios de la marina, y dejando á la de­recha la hermosa iglesia de San Isaac con su cápula gigantesca, sus cuatro frontones de bronce y sus co­lumnas de pórfiro, lleguemos á la plaza del Palacio,
que se une á la del Almirantazgo como la primera. Estamos en presencia de la columna Alejandrina. Al ver esta inmensa columna de granito y de bronce, toda de una pieza, delante de la residencia del czar, se diria que era un recuerdo colosal de la época de los Titanes. Todos los monumentos rusos tienen pro­porciones gigantescas.
Este fué inaugurado en el mes de agosto de 18 en presencia de 100,000 soldados, entre los cuales fueron llamados todos los veteranos de 1812, 1813 y l8l4.
El día de esta solemne inauguracion fué un her­moso dia para el pais, pero muy triste para los france­ses, cuyo destino los habia impulsado a esta tierra le­jana, pues les recordaba las derrotas de su patria.
Sin embargo, los rusos no se enorgullecen con este triunfo, y el gran capitan vencido no ha dejado de ser para ellos el objeto de una constante admiracion. La imágen de Napoleon adorna todas sus residencias; se la vé en los mas suntuosos hoteles, como en las mas humildes casas de los campesinos. No hay un hijo de las campiñas moscotivas á quien no sea familiar el nombre de Napoleon. El recuerdo de los franceses de 1812 ha quedado sin rencor en la memoria de este escelente pueblo.
—¿Qué significa la palabra kamerad? nos pregun­taba un día un mercader que la casualidad nos había dado por compañero en el camino de Moscou.
—¿Quereis decir camarada sin duda?
—Si señor, camarada es su significacion.
Dejamos satisfecha su pregunta
—¿Por qué nos haceis esa pregunta?...
—Porque en 1812 los soldados franceses, alojados en casa de mi padre, me ponían sobre sus rodillas (yo entonces era un niño) y me llamaban su jóven camarade.
—¿Qué recuerdos teneis de estos franceses? ¿Tuvieron vuestros padres motivos para quejarse?
.—¡Oh, no señor! eran buenos compañeros (dobri

viernes, agosto 24, 2007

Viage ilustrado (Pág. 47)

Neva y las primeras habitaciones que anuncian la capital de los czares. Apenas se han observado los techos y las altas chimeneas de algunas fábricas escalonadas á lo largo de la ribera, encontramos el ancho y her­moso rio bordado de palacios y monumentos. A la izquierda se ve una isla, Wassili—Ostroff, donde debia elevarse primeramente Petersburgo, y que hoy no for­ma, de ella mas que una seccion; es el barrio del co­mercio. Por eso aquellas casas tan blancas y capricho­sas pertenecen á negociantes. Mas lejos está la Aca­demia de Bellas artes, cuyo edificio es muy puro y enteramente clásico; mas lejos todavía, cerca de un obelisco de mármol gris está el Cuerpo de los cadetes del ejército, vasta institucion militar debida á la emperatriz Catalina II. En seguida se ve el estenso edi­ficio de la Universidad, que encerraba en otro tiempo toda la admnistracion rusa (los doce colegios); el de la Academia de las Ciencias, y últimamente el de la Bolsa, situado al estremo de la isla y enfrente de la fortaleza. Es uno de los mejores edificios de San Petersburgo. Se creeria ver un hermoso templo griego, cuyas cuarenta columnas adornan el recinto.
Sobre el lado opuesto, el que mira á Wassili—Ostroff, se presenta el malecon inglés con la larga linea de sus elegantes hoteles, los pretiles de granito que encajonan el rio, y sus anchas baldosas, siempre limpias y regadas de arena como para la celebracion de alguna fiesta. Entre estos hoteles, todos decorados de balcones como los de los palacios venecianos, se eleva el frontin griego y la columna corintia del museo Roumiatzoff, cuyas hojas de acanto encierran, una inmensa colonia de palomas, volátiles muy respetados del pueblo ruso. El malecon confina con el palacio del Senado, cercano al cual se halla la bella residencia de la condesa de Laval, obra maestra de arquitectura moderna y que fué mucho tiempo una de las casas mas hospitalarias de San Petersburgo, donde la hospitalidad es tan comun.
Pero el paquebot se ha detenido delante de uno de los numerosos desembarcaderos del malecon. Bajemos al embaldosado y sigamos por él hasta llegar á la plaza del Senado. Estamos delante del palacio de este gran cuerpo judicial de Rusia, que es tambien casi el primer cuerpo político despues del consejo del imperio. El senado fué fundado en 1711 por Pedro el Grande, que fundó tantas cosas. El palacio senatorial corres­ponde por su grandeza y la severidad de su arquitectura á su elevado y grave destino. A sus lados y en la misma línea se estiende el palacio del Sinodo. Los dos edificios, unidos por medio de un arco, forman uno de los lados de la plaza donde se eleva la estátua ecuestre de Pedro el Grande.
En una hermosa tarde de verano, cuando el sol poniente, siempre espléndido en estas altas latitudes, incendia el horizonte, entonces es cuando debe admi­rarse esta estátua gigantesca. Pero si en este momento descendemos la vista y contemplamos la silenciosa plaza que la estátua domina, nos entristecemos involuntariamente, pensando que alli mismo la obra regeneradora del grande hombre estuvo á punto de pe­recer.
Era el 14 de diciembre de 1825. Despues de mucho tiempo de tranquilidad, algunas jóvenes imagina­ones exaltadas soñaron hacer una revolucion en su patria. Habiase formado una sociedad secretas en la que los jóvenes mas acalorados elaboraban locamente una nueva organizacion social para la Rusia. Varios enanos habian imaginado demoler la obra gigante. La muerte del emperador Alejandro y la renuncia al tro­no del gran duque Constantino en favor de su herma­no el gran duque Nicolás les parceió una ocasion favorable para su intento. La mayor parte de los cons­piradores formaba parte de la guardia, y por consecuencia no les fué muy dificil seducir algunos regi­mientos, que sin comprenderlos, consintieron en formarse en batalla en la plaza del Senado, en presencia de aquella misma estátua cuyo estendido brazo no podia á la sazon espresar mas que una amenaza terrible. Los soldados, fieles á la leccion que habian aprendido, gritaban viva la Constitucion, creyendo que gri­taban viva Constantina (1), es decir, la muger del gran duque Constantino, heredera directa del empe­rador difunto.
Los proyectos de los conjurados eran funestos. Se trataba nada menos que de comenzar por apoderarse de la familia imperial, á la que hubieran hecho desapa­recer despues de haber establecido un gobierno pro­visional. ¡Pobre Rusia si la Providencia hubiera per­mitido el éxito de semejante complot! Habian olvida­do en su ceguedad, que aquel que representaba la imágen de bronce que veian alli, habia sofocado en otro tiempo revoluciones mas peligrosas; habian olvi­dado que los terribles strelitz, aquellos pretores del Norte, habian sido destruidos por su mano poderosa, y que aquel á quien atacaban tan locamente tenia el alma tan templada como la de su abuelo.
Cuando se supo lo que pasaba, el emperador sale de su palacio, y seguido de un corto número de oficiales de superior graduacion, se encamina al sitio de la revolucion, no muy distante del palacio. Se pre­senta tranquilo y con la frente erguida en presencia de los insurgentes. Los soldados, intimidados con tan inesperada aparicion, la cual no entraba en el progra­ma de los revoltosos, se callan un momento, pero no retroceden. Uno de los gefes del complot se adelanta con una pistola en la mano, y la descarga contra uno de los ayudantes de campo del emperador. El conde Milosadowitch cayó mortalmente herido al lado del so­berano. El emperador entonces se adelanta, y su voz grave y severa hace palidecer á los revolucionarios, que se obstinan, no obstante, en guardar su posicion. En este momento llegó trotando el fiel regimiento de Apraxin, que cargó vigorosamente; siguió despues la artillería, y antes que terminara el día estaba sofoca­da la revolucion, y sus gefes pasados á cuchillo.
El emperador Nicolás está dotado de una energía de carácter, de un espíritu de resolucion dignos de su elevado poder. Su alma está templada á la antigua, y si podemos espresarnos asi, fundida en bronce como ha estátua de su abuelo. A sus ojos los derechos del soberano no son mas que un correctivo riguroso de los deberes que los acompañan; y si sostiene los primeros, no escasea los segundos.
Acabamos de ver á este príncipe en presencia de la conmocion militar del 14 de diciembre. Héle aqui seis años despues en presencia de otra conmocion, la mas peligrosa, porque acaba de nacer espontánea­mente en el seno del pueblo, ciego por la ignorancia y las preocupaciones (en julio de 1831).

(1) La palabra Constitucion, no teniendo equivalente en ruso, no era comprendida de los soldados, que pro­nunciándola mal, la tomaban naturalmente por el nombre de Constantino, femenizado segun el uso ruso.

jueves, agosto 23, 2007

Viage ilustrado (Pág. 46)

es bastante activo, y la vegetacion asoma entonces con tanta prontitud como en Suecia y Noruega.
Un viagero francés que ha visitado la Rusia en es­tos ultimos tiempos, ha hecho sobre San Pelersburgo observaciones muy curiosas, en vista de las cuales ha compuesto un libro, el que tenemos presente para aña­dir lo que apuntamos respecto á la indicada capital de San Petersburgo. He aqui como se espresa.
«Una gran maravilla, creada en el siglo último y á la cual cada dia añade, si asi puede decirse, una nueva maravilla, es sin disputa la ciudad de San Pcters­burgo. Esta magnífiica ciudad, poco conocida todavía á pesar de la facilidad de las comunicaciones moder­nas, puede ser considerada como la mas completa manifestacion del genio moscovita; lleva impresa en todos sus edificios aquella fuerza de voluntad, aquel espíritu de persistencia inherente á la nacion rusa, cualidades que no sirven solamente para fundar capitales, sino ademas para asentar las bases de los gran­des poderes.
»Cuando en un dia de verano, el viagero, dejan­do las aguas del golfo de Finlandia, se encuentra de repente trasladado al seno de la magnífica ciudad de Pedro el Grande, no puede menos de quedar sorpren­dido á la vista del cuadro que se presenta á sus ojos.
»El Neva no es, en efecto, un rio comun. Ancho co­mo un bósforo de agua dulce de superficie trasparen­te, corre fecundo reflejando en su límpido espejo una doble hilera de elegantes palacios, de suntuosos edi­ficios, de monumentos de bronce, de oro, de pórfiro, de mármol, de granito, sembrados profusamente en sus riberas.
»La ciudad aparece, pues, á los ojos del maravi­llado viagero, sin ninguna de aquellas vulgares tran­siciones que preparan la aproximacíon de las grandes ciudades. Se creería al verla tan fresca y rozagante sobre las márgenes de su ancho rio, que ha sido crea­da por mano encantada de alguna hada. Vista desde el punto que acabamos de indicar, San Petersburgo no presenta mas que maravillas monumentales. La casa mas pequeña es un hotel; el hotel mas pequeño es un palacio, y los palacios pueden ser considerados como templos.
»Ciertamente, al aspecto de este imponente y ma­ravilloso cuadro, de este rio surcado en todos sentidos por los pirocafos, á la vista de aquellos puentes que se doblegan bajo la perpétua rotacion de los carruages; á la vista de aquel panorama animado, pintoresco y magnífico, ciertamente, el viagero admirado, está le­jos de pensar que en los mismos lugares no se hubiesen distinguido, hace menos de 150 años, mas que vastos pantanos cubiertos de malezas y atravesados por un rio solitario, cuyo curso, continuamente obstruido por las yerbas y la arena que contenía, repartía sus aguas por entre los matorrales de su ribera, donde sostenia una porcion de pútridos miasmas. Era un de­sierto húmedo y mal sano, hasta que el invierno venia á convertirle en un desierto de hielo.
»Este desierto pertenecía á la Suecia: era menester vencerla para arrasarle; era preciso en seguida ven­cer el desierto, es decir, desecarle, consolidar el ter­reno, horadar los bosques, purificar los aires, crear, si asi puede decirse, un suelo donde pudiera asentarse una ciudad, y una atmófera donde pudiese respirar un pueblo (1). Era un milagro lo que había que hacer; y
se llevó á efecto por la voluntad de un hombre, pero de un hombre que mandaba una nacion disciplinada.
»No será fuera de propósito observar aquí, que te­nemos con respecto á la Rusia opiniones demasiado obsolutas y un tanto erróneas; Voltaire las ha tenido tambien; él nos ha hecho considerar la fundacion de San Petersburgo como la del primer príncipe mosco­vita que ha tenido la idea de introducir en Rusia la civilizacion occidental. Es un error. Citando Pedro I acometió la empresa de dar á la Rusia la civilizacion de los pueblos europeos, no hizo mas que obedecer el pensamiento de Juan III, de Juan IV, de Boris Godounoff, y sobre todo de su padre, el czar Alejo; pe­ro dotado de un genio que no habían tenido ninguno de aquellos príncipes, puso la civilizacion , digámoslo asi, á la órden del dia, y la decretó por un ukase. Añadamos qué la fuerza de las circunstancias impulsaba á la Rusia en las vias occidentales. ¿Qué podía haber entre sus inquietos vecinos de Oeste, y sus bár­baros vecinos de Oriente y del Mediodía, sino volverse hácia la Europa para pedir á sus instituciones la fuerza de defenderse y la fuerza de atacar? Pedro I lo comprendió perfectamente, y por eso atendió primero á las instituciones militares.
»Se acordó que los rusos habian en otro tiempo poseido la Ingria, testigo de la gran victoria del prín­cipe Novogorod en las márgenes del Neva.
»El czar, que queria abrir una ventana al Occidente como él decía, juzgó que la estremidad del golfo de Finlandia, en la embocadura del Neva, era el lugar conveniente á sus designios. Pero el Neva y el golfo estaban en poder de los suecos. «Sé que ellos le ganarán primero, dijo con aquella conciencia del hom­bre superior que no abandona nada á la casualidad; pero á fuerza de batirnos nos enseñaran á vencerlos.»
»En 1703, la Ingria y el curso entero del Neva pertenecían á los rusos.
»El Neva, á algunos kilómetros de su embocadura, se divide en distintos brazos, todos anchos y profundos, formando de este modo muchas islas, entonces estanques y cenagales, y hoy uno de los mas encantadores adornos de San Petersburgo. Esta disposicion topográfica hirió la mente de Pedro el Grande. Designó, para edificar alli una fortaleza, un islote maravillosamente situado entre el rio que le rodeaba por un lado, y un pantano impracticable que le guardaba por otro. Esta fortaleza debia proteger la ciudad, que en su pensamiento habia evitado se fundase en sus ri­beras. Esta era la ventana que él quería abrir á la Europa.
»Procuremos, dar á conocer algunas partes de San Petersburgo, escogitando por cada una de ellas uno de los dos aspectos opuestos, bajo los cuales conviene examinar esta capital: el aspecto del verano y el as­pecto del invierno.
Hemos supuesto al viagero llegando por el Neva, y penetrando del primer salto en el centro de la ciudad, sobre uno de aquellos rápidos paquebots que ar­riban alli todos los días de todos los puertos de Euro­pa. En este mismo punto de vista vamos á colocarnos:
En primer lugar no se espenimenta ninguna transicion entre las costas arboladas del golfo, entre la bahía arenosa donde llegan á perderse las aguas del


(1) En 1614 una enfermedad contagiosa, producida por los miasmas pestilenciales que salian de los pantanos de la Ingria, atacó á la guarnicion de una fortaleza sue­ca (Sautzev—Nya), que guardaba esta provincia. Solo dos soldados fueron los que se salvaron.

miércoles, agosto 22, 2007

Viage ilustrado (Pág. 45)

ber aumentado nada á su vestido de invierno, muy bien imaginado á la verdad para semejante estacion. Su gran cuidado es poner en abrigo las estremidades; por lo cual se forran esmeradamente sus piernas, manos y cabeza. Su trage superior consiste en una piel de carnero cuya lana llevan para dentro, y la cual se ciñen al cuerpo por medio de un cinturon, pero el cuello lo llevan desnudo, y el pecho no lo cubre sino una mala camisa Es verdad que estás partes se hallan resguardadas por sus barbas, que por esta razon son muy útiles en este pais. Lo que me causó grande sorpresa fué ver que durante un frio tan grande, las mugeres lavasen lino en el Neva ó en los canales. Abrian la nieve á hachazos metiendo el lino en los agujeros con sus mismas manos desnudas, y mientras daban golpes, volvia á formarse encima nueva nieve, de manera que continuamente tenian que estarle rompiendo. Las hay que lavan dos horas sin cesar, en época en que el termómetro señala 60 grados, lo cual prueba hasta lo evidente que nuestros cuerpos pueden llegar á costumbrarse á todo.
»Sucede algunas veces que los cocheros y los domésticos, esperando á sus amos, mueren helados, mas para prevenir en cuanto sea posible estos tristes accidentes, se encienden grandes hogueras, con árboles enteros, en el patio de la casa, y en las principales plazas públicas. Las llamas que resultan de los árboles amontonados se levanta por encima de los tejados de las casas, y esparcen hasta muy lejos una gran claridad. Era un espectáculo muy agradable para mi ver el pintoresco grupo de rusos con su trage asiático, sus largas barbas, y reunidos en torno del fuego.
»No hay nada mas animado ni que mas variacion ofrezca que la superficie del Neva durante el invierno, por lo cual no pasaba un dia sin que dejase de pasearme á pie ó en carruage por sus orillas. Los coches, los trenes y un gran número de barquillas ofrecen otros tantos objetos siempre en accion. Diversos grupos de la gente del pueblo, separados ó reunidos, se ocupan en divertirse á su manera. Aqui se ven anchos espacios rodeados de barreras, por dentro del cual se corren patines, mas lejos hay otro acotamiento en el cual se ejercitan tambien los caballos en andar sobre la nieve. Hácia otro sitio atrae á la multitud el espectáculo de una corrida de caballos. El terreno es de forma ovalada, de cerca dé una milla de longitud, y bastante ancho para que pueda darse la vuelta. Las montañas que se construyen con la nieve son ademas otra diversion continua para el pueblo. Sobre el rio se levanta un tablado, que podrá tener 10 metros de anchura, con una azotea o plataforma en la cumbre, á la cual se sube por medio de una escala. Sobre las planchas se ponen copos cuadrados de cerca de cuatro pulgadas de espesor; se aprientan unos contra otros, para que no queden vacíos intermedios, y luego se echan al agua, donde helándose inmediatamente no vienen á formar sino una sola y gran masa, despues de todo lo cual se tiene un plano inclinado, cubierto de nieve en toda su estension. Del punto en que toca, se traza un camino de 200 varas sobre cuatro de anchura; se aparta la nieve, se pone una hilera de pinos y abetos lo mismo que en la montaña; entonces los que tienen un trineo, suben en él, y se dejan llevar sobre el plano inclinado con tal rapidez que el trineo continúa avanzando mas de 100 varas sobre el camino trazado en la nieve que cubre el rio. Al cabo de la carrera hay otra montaña de nieve de todo punto semejante, de manera que el que concluye de bajar de una sube por la otra cuando termina la carrera, y esto se repite con tanta frecuencia como se quiere. Estas montañas forman un punto de vista agradabilísimo sobre el rio, á causa de los árboles que están adornadas, y de los objetos animados que aparecen en ella en continuo movimiento.
»El mercado que hay establecido en él sobre el Neva, merece igualmente fijar nuestra atencion. Cuando el gran ayuno, que dura hasta el 24 de diciembre, ha concluido, se dedican los rusos á hacer sus provisiones para el resto del invierno, y para este efecto hay establecido un mercado anual que dura tres dias, en el mismo rio, junto á la fortaleza. De uno y otro lado de una calle que tiene una milla de longitud se espone en venta una inmensa cantidad de provisiones, suficientes para alimentar á todos los habitantes de la capital por espacio de tres meses. Condúcense aqui millares de bueyes, ovejas, puercos, lechones, aves y otras viandas. Los animales grandes se colocan en círculos, con las piernas traseras fijas en la nieve y las de delante y la cabeza vueltas unas para otras. Como estos sobresalen mas se colocan en la útima fila. En la que sigue están los animales algo mas pequeños, y desde aqui todos los otros se van colocando proporcionadamente á su respectivo tamaño. Los intérvalos se llenan con gallinas y caza todo dispuesto en forma de festones, sobre bases de pescado, huevos y manteca. En esta ocasion, que no habia ley alguna en Rusia que molestase o impidiese la caza, la cual es abundantísima, sobre todo las perdices, los faisanes y las aves marítimas. Yo he visto aqui la prueba de lo que muchas veces se ha aventurado, y es que las aves y la mayor parte de los demas animales emblanquecen en el invierno en los paises del Norte: muchos animales de color negro se habian vuelto blancos, y algunos que fueron cogidos antes de que la metamórfosis hubiera llegado á ser completa, estaban matizados de plumas negras y blancas.»
Respecto de los comestibles, el rigor del clima es una gran ventaja en Rusia. Desde las primeras nieves, que es al fin de octubre, las mugeres entendidas en asuntos domésticos matan sus gallinas, y las guardan separándolas con pedazos de nieve colocados entre una y otra, y de este depósito las van sacando a medida que lo requieren sus necesidades. Por de pronto este medio les facilita el ahorro de dar de comer una porcion de tiempo á estos animales. Hay otra ventaja de mantener por mucho tiempo y sin riesgo las provisiones. La mejor vaca que se come en San Petersburgo llega de Arcangel, que dista 380 millas, y se conserva tan bien, que cuesta mucho trabajo distinguirla de la que está recien muerta. El método que se emplea para el deshielo de estas viandas consiste en sumergirlas en agua fria, porque si se sustituye á esto al calor, da por resultado una fermentacion violenta, y casi una putrefaccion inmediata, en lugar de que con el agua fria, la nieve parece salir despedida para fuera, formando una incrustacion trasparente alrededor del cuerpo en que ha estado infiltrada. Cuando se deshiela con agua fria una col helada hasta el fondo, se pone tan fresca como si se acabase de coger, pero si se hace la operacion con fuego ó agua caliente, adquiere un gusto tan rancio y fuerte que no se puede comer.
La estacion que sucede al invierno no es la primavera como entre nosotros, sino el verano; en cuanto al otoño es igualmente desconocido por alli. El calor

martes, agosto 21, 2007

Viage ilustrado (Pág. 44)

de la nobleza rusa, deben sorprenderse muchísimo cuando lean ó recuerden los reglamentos que Pedro I creyó conveniente publicar en su época, hace ya cer­ca de siglo y medio. Todo lo que se referia á la reunion de una asamblea estaba proscrito por esta ley singular, que comienza por definir lo que era una asamblea, cosa muy poco conocida á la sazon en Ru­sia, y para cuya esplicacion era preciso emplear muchas palabras.

Vista de la lonja de San Petersburgo

La riqueza y esplendor de la córte de Rusia sobrepujan á cuanto pudiéramos nosotros decir. Hállanse muchas cosas que participando de la incomparable magnificencia asiática tienen además el refinamiento ingenioso y culto del lujo europeo.
El clima de la Rusia es estremadamente aspero. Un médico inglés que por espacio de once años fijó su residencia en ella, observó que el frio de San Petersburgo, segun el termómetro de Fahrenheit, duran­te los meses diciembre, enero y febrero, es comunmente de 8 á 15 ó 20 grados bajo cero, es decir, de 40 á 52 grados sobre la nieve, si bien es lo gene­ral que en el curso del invierno descienda algunos grados mas por espacio de ocho á diez dias. El mismo escritor advierte que es muy difícil para un habitante de nuestros climas templados, el formarse una idea de un frio tan terrible, y refiere que cuando una persona sale en esta estacion rigurosa, el frio le hace verter lagrimas que se hielan inmediatamente, quedándose suspendidas en las megillas en forma de copitos de nieve. Como la gente del pueblo tiene la costumbre de llevar la barba larga, se ven á veces pendientes de ellas gruesos copos. No obstante esta circunstancia, la barba es en estremo socorrida para proteger las glándulas de la garganta, y los soldados que no la usan no tienen mas remedio que liarse un pañuelo; todas las partes del rostro que permanezcan descu­biertas tienen la esposicion de helarse. Se nota con bastante frecuencia que todos aquellos que son ataca­dos del helamiento lo ignoran hasta que otro les ad­vierte de ello, y en este caso el remedio es frotarse con nieve la cara. Esta frotacion y la de una flanela, son los recursos que ordinariamente se emplean; pero si se tiene la imprudencia de aproximar al fuego ó bañar en el agua la parte afectada, esta sufre una gran mortificacion, y queda inmediatamente destruida.
«Por espacio de tres dias, dice Coxe, del 9 al 11 de enero de l778, el frío fué tan intenso como jamás se habia esperimentado en San Petersburgo, pues el mercurio descendió hasta los 63 grados de congelacion (1). Este frío, sin embargo, no me obligó á que­dar en cama; salí como de ordinario, sin otra precau­cion que la de envolverme en una piel, en unas botas y un gorro á propósito, con lo cual, y un sol brillante que hacia, ni aun me parecía desagradable este tiempo. El 12 por la mañana, atravesando la ciudad ví muchas personas que habían esperimentado los efectos del frío de una manera peligrosa, notándose en sus megillas grandes marcas como si se les hubiese pasado por ellas un hierro candente.
»Las gentes del pueblo, sin embargo, continuaban en sus trabajos como de costumbre. Los cocheros ma­nejaban sus trenes por las calles sin hallarse al pare­cer afectados, llevando las barbas llenas de copos y los caballos llenos de nieve. El pueblo no aparentaba ha­-


(1) El invierno durante el cual el profesor Braun hi­zo el ensayo de helar el mercurio, fué tan rigoroso, que el termómetro de Fahrenheit señalaba 65 grados.

lunes, agosto 20, 2007

Viage ilustrado (Pág. 43)

y regularmente fortificado desde 1716 á 1718, quedó convertido para San Petersburgo en una segunda fortaleza, al par que su primer astillero de construccion. En 1727, todo el conjunto del edificio fué reconstrui­do de ladrillos, y en 1734 Ana lo adornó con una torre elevada que hizo dorar con el oro de los ducados. Bajo el reinado de Pablo, se añadieron nuevas construcciones á las antiguas, y estas fueron embelle­cidas. Pero en el de Alejandro I los antiguos baluartes, las empalizadas y los puentes levadizos desapare­cieron; se restauró la fachada del edificio, rodeándola de un baluarte de cuatro hileras de árboles, y de un malecon, que uniéndose á los del Neva, restableció la circulacion interrumpida en este punto. Actualmen­te el almirantazgo es un inmenso cuadrado de ladrillos, cuyo lado septentrional está abierto, Y deja entrar en un ancho patio un canal del Neva. Un pórtico y muchos frontones adornan la fachada principal. De la bóveda de entrada penden dos figuras colosales ó atlantes sosteniendo el globo. La torre cuadrada que corona esta bóveda está rodeada de una columnata, por encima de la cual se lanza al aire una aguja do­rada que se percibe de todos los barrios de la ciudad, y en cuya punta hay un navío. La fachada que mira al palacio de invierno está igualmente adornada de un pórtico. Bajo el techo, hay en toda la longitud del edificio, un ancho bajo relieve de estuco representan­do emblemas, trofeos marítimos y figuras mitológicas. El interior, encierra, aparte de los astilleros, un her­moso museo naval y de historia natural, y una biblio­teca de cincuenta mil volúmenes.
»La parada, que tiene lugar todos los dias en la plaza del Almirantazgo, se parece mucho á nuestras revistas, y á ella asiste ordinariamente el emperador con un brillante estado mayor. A medida que el cor­tejo imperial va pasando por delante de los soldados, estos, colocados en línea, presentan las armas, y los espectadores se descubren. «Buenos dias, hijos mios,» dice el emperador. «Damos gracias á V. M., contes­tan los soldados.» La parada dura algunas veces mu­chas horas. Un estrangero que haya asistido aqui por la mañana, que contemple la perspectiva Newski, la plaza Inglesa, y el jardin de verano, puede dormir tranquilamente, sin que su conciencia tenga nada de que acusarse, pues ha visto en son de paseo, todo lo que hay que ver en el recinto de San Petersburgo.
»La poblacion de San Petersburgo es mucho mas variada de lo que pudiera imaginarse. Divídese en primer lugar en dos clases completamente distintas, los que llevan un uniforme, y los que no lo llevan. Ademas de los militares, que son muy numerosos, hay una guarnicion de 60,000 hombres, que no pueden vestirse de paisano, como vulgar é impropiamente llamamos en España á los que usan trage civil. Todos los empleados civiles de cualquiera graduacion, los empleados de la policía, los profesores de la univer­sidad, los de las diferentes escuelas públicas y los numerosos domésticos de las familias ricas y nobles tienen uniforme.
»La policía de las calles de San Petersburgo está confiada á una clase de hombres llamados boutschniks, a causa de los boutki, ó barracas de madera en que pasan la noche y el dia. En todas las esquinas hay un boutki, que está ocupado por tres agentes de policía que tienen alli su vivienda. Usan todos un silbatito, con el cual se avisan cuando es preciso perseguir á un fugitivo. Hay unos oficiales superiores de policía que rondan perpetuamente para ver si los subalternos se hallan en sus puestos, y llenan bien sus deberes. Ademas de esto, de noche hay patrullas por las ca­lles, de manera que San Petersburgo es la ciudad mas segura y tranquila de Europa.
»No es esto decir que no hay ladrones en San Pc­tersburgo, que es muy al contrario; son numerosos; pero son los ladrones mas finos que se conocen. Nun­ca matan ni hacen daño corporal alguno á la víctima, se contentan con quitaros suavemente la bolsa, y el reloj si lo llevais. «Hay en el alma de la policía de San Petersburgo, dice Mr. Manier, una especie de conmiseracion paternal verdaderamente admirable; no parece sino que al levantarse por la mañana, y al em­pezar el ejercicio de su cargo se dice buenamente: es preciso que todo el mundo viva, envolviendo en este caritativo axioma a los rateros y ladrones, con tal de que se porten con decencia y no hagan mucho ruido.
»Los únicos habitantes de San Petersburgo, sobre los cuales la policía no tiene autoridad ninguna, son los cuervos y los palomos, que vuelan por todas par­tes sin ser inquietados, en numerosas bandadas.
«La nobleza se distingue en San Petersburgo y Moscou por su hospitalidad. Desde que llegamos a ser presentados por cualquier persona distinguida, dice Coxe, éramos ya considerados como amigos de la casa. Muchos señores tienen mesa preparada, y cuando ya sido ya uno invitado una vez lo es ya siempre. La mesa de los señores rusos es servida con gusto y profusion. Aunque hayan adoptado el refinamiento de la cocina francesa, no desprecian, al parecer, los platos de su pais, ni tampoco oponen resis­tencia á los platos fuertes que caracterizan la cocina inglesa. Las viandas comunes, como asimismo las mas buscadas, vienen igualmente de paises lejanos Yo he visto frecuentemente servir el salmonete del Volga, la vaca de Arcángel, el carnero de Astracan, el buey de Ukrania y el faisan de la Hungria o de Bohemia. Los vinos mas comunes son, el Burdeos, el Borgoña y el Champagne, y nunca he visto en In­glaterra cerveza tan buena ni con tanta abundancia como aquí. Es costumbre admitida, aun en las casas principales, el servir antes de comer algunos platos aperitivos, como arenques secos ó aderezados, lengua asada, manteca y otras cosas, con el acompañamiento obligado de distintos y escelentes licores, habiendo en este pais pocas personas de uno y otro sexo que no preludien de esta manera cualquier festin. La hora de comer es generalmente á las tres.»
Cuando se dirigen la palabra, los rusos no aña­den nunca á sus nombres ningun título de honor, y pertenezcan á la clase que se quiera, se llaman siempre por su nombre de bautismo y con otro que pro­viene de la familia. Este último se forma casi siempre por la adicion de la partícula vitch al nombre de bautismo del padre, y todavía es mas general por la de of ú ef. El primer sistema se emplea únicamente en personas de calidad, y el segundo en la gente ordinaria. Asi, 1aies, Ivanovitch ó Ivan Ivanof, quie­re decir, Ivan, hijo de Ivan; Pedro Alexiovitch ó Pedro Alexeof, Pedro, hijo de Alejandro; para las mugeres se emplea la partícula evna ú oona, como Sofía Alexéena, Sofía, hija da Alejandro.
Los estrangeros que han esperimentado por sí pro­pios toda la cultura y buen gusto que distinguen actualmente las maneras, las reuniones y las diversiones

domingo, agosto 19, 2007

Viage ilustrado (Pág. 42)

2.º Las pretensiones sobre las prerogativas del nacimiento, el orgullo y otros sentimientos semejantes quedarán tambien á la puerta.
3.º Sed alegres, ó por lo menos no trateis de incamodar ni entristecer á nadie.
4.º Sentaos, quedad de pie, marchaos; haced en fin lo que os plazca sin hacer caso de ninguno.
5.º Hablad moderadamente y no muy alto, con el objeto de no molestar á nadie.
6.º Discutid sin cólera y sin convertir la discusion en disputa.
7.º Escusad los suspiros y las imprecaciones pa­ra no ocupar á ninguno ni hacerse pesado á los demas.
8.º Comed con apetito, pero suavemente; bebed con moderacion, á fin de que á la salida sepa cada uno por donde va.
9.º Los juegos inocentes propuestos por una persona de la sociedad deben ser aceptados por todos.
10.º Si alguno faltase al reglamento presente, siempre que haya testimonio de dos personas, se le condenará por cada falta, á beberse un vaso de agua fria, sin esceptuar las señoras, é independientemente de esto á leer en alta voz una página de la Telemachida, poema de Trediakofsky: el que faltase en una misma noche á tres artículos del reglamento, se verá obligado á aprenderse de memoria seis líneas de la Telemachida. Pero el que faltase al presente artículo, no podrá volver á entrar en la Ermita.
Las variadas colecciones do la Ermita, no son las únicas riquezas artísticas que hay que admirar en San Petersburgo; pues ademas de las infinitas colecciones particulares, los aficionados visitan ordinariamente en el palacio de Taurida, una coleccion antigua, un surtido de muebles sococo, y una galería pequeña de cuadros, bastante digna de esta calificacion. El pala­cio de Taurida es uno de los edificios de San Petersburgo mas sólidamente construidos y mas notables bajo el punto de vista del arte. Catalina II le hizo edi­ficar para su favorito Potemkin, en la época que aca­baba do conquistar la antigua Chersonesa-Táurica, hoy la Crimea. Es un palacio italiano, semejante á los que se ven en Venecia en medio de los canales, y aunque ha perdido ya mucho de su esplendor antiguo la familia imperial lo habita todavía en la primavera. Parece una sala de baile el dia siguiente de una fiesta. Distínguese especialmente su gran salon de recepcion, el mas vasto de San Petersburgo; es preciso veinte mil bujías para alumbrarlo, y el grupo colosal de Laoconte, colocado en una de sus estremidades, no puede verse bien desde la otra sin la ayuda de un telescopio. La última fiesta grande que se dió aqui tuvo lugar con ocasion del casamiento del gran duque Mi­guel.
»La familia imperial habita mas frecuentemente el palacio de Annitshkoff que el de Taurida. Construi­do bajo el reinado de Isabel, dado por ella al conde de Rasumoffsky, y comprado dos veces por Catalina, que lo regaló otras dos al príncipe Potemkin, el palacio AnnitshkoÍf es la morada favorita del emperador, y una parte de la córte reside en él constantemente. Aqui es donde el emperador Nicolás celebra la mayor parte de sus consejos, donde recibe á los embajadores, de manera que el gabinete de San Petcrsburgo puede llamarse gabinete de AnnitshkofT, como el de Lóndres, gabinete de San James, y el de Paris, gabinete de las Tullerías.
»El antiguo palacio Michailoff, que Pablo I hizo edificar sobre el Fontanka, en el sitio del primitivo palacio de invierno; parecia mas bien una fortaleza que un palacio. Era de granito, y estaba rodeado de muros y de fosos y erizado de cañones. Actualmente los fosos se hallan en parte hundidos y trasformado en jardines. Pero es preciso pasar todavía muchos puentes levadizos, como en una fortaleza de la edad media, para llegar á la entrada principal. Cinco mil obreros trabajaron en él día por día hasta que estuvo concluido, y para secar mas pronto las paredes, se emplearon planchas enrojecidas, medio que no dió buenos resultados. A la muerte de su fundador, el palacio Michaïloff fué abandonado como inhabitable, sin embargo, habia costado 18.000,000 de rublos, aunque en lo sucesivo ha sido reparado, nunca á vuelto á servir de estancia á la familia imperial. En su defecto, se ha establecido en él la escuela de ingenieros, y en él reciben 150 jóvenes una educacion teórica y práctica. Las habitaciones donde Pablo I fué asesinado han sido tapiadas, porque los rusos tie­nen la costumbre de condenar las habitaciones donde mueren sus padres. Estas se hallan en el segundo pi­so, y se reconocen perfectamente por las ventanas, que permanecen en el mismo estado.
»El nuevo palacio Michaíloff, residencia del gran duque Miguel, es el edificio mas elegante, mejor amueblado y mas favorablemente situado de San Petersburgo. Fué construido en 1820 por un italiano llamado Rossi. El palacio de Mármol, habitado hace al­gunos años por el gran duque Constantino, y abandonado actualmente, no merece el nombre que lleva. Su parece á una fortaleza sumamente ennegrecida por el tiempo, y deberia llamarse mas bien palacio de granito, porque contiene mas granito y hierro que mármol.
La columna alejandrina levantada por el empe­rador Nicolás á la memoria de su hermano Alejandro, enfrente del Estado Mayor, es el mas grande mono­lito conocido, porque su caña, de granito rojo, licite 26 metros 62 centímetros de altura. El capitel y el pedestal, igualmente de granito, se hallan revestidos de bronce: armaduras rusas antiguas, agrupadas con armas tambien antiguas, componen los trofeos que decoran las cuatro caras del pedestal. En el frente principal se lee la siguiente inscripcion: A Alejandro I, la Rusia reconocida, y debajo de esta inscripcion se hallan figurados el Niemen y el Vístula: la Victoria, la Paz, la Justicia, la Clemencia, la Sabiduría y la Abundancia adornan los otros frentes. La columna está coronada de un capitel de bronce que tiene encima una figura colosal de la Esperanza, con las facciones del emperador Alejandro, que teniendo en una mano la cruz, y levantando la otra al aire, se inclina hácia adelante en una actitud bastante poco fe­liz. Esta estátua de bronce dorado, es muy grande para el monumento, y tiene la cabeza muy pequeña.
»La historia de la columna alejandrina ha sido lar­ga y completamente referida en una magnífica obra en fólio, ilustrada, y publicada á espensas del emperador por Mr. Montferrand, que tuvo la gloria, no solamente de construir la catedral de San Isaac, sino tambien de descubrir, esplotar, estraer, trasportar y levantar en la plaza del Palacio de invierno este magnifico monolito.
»El almirantazgo, fundado en 1705 por Pedro el Grande fué en su orígen un edilicio de madera, ceñido de una empalizada y de un baluarte, con una torre de madera en medio. Cercado de muros en 1711

sábado, agosto 18, 2007

Viage ilustrado (Pág. 41)

Columna alejandrina

siervo al rango de los príncipes. Augusto no reinaba en un imperio tan vasto, y Luis XIV no tenia un poder tan absoluto sobre sus vasallos. El pueblo de San Petersburgo mira este palacio con una mezcla singular de respeto miedoso y de confianza; saben que en él está su destino, su ley suprema, la ley que han obedecido sus padres, y que obedecerán aun sus hijos. Con los ojos fijos en la mansion imperial, repiten ellos su tradicional proverbio: «el czar da la vida, el czar da la muerte.
»Las habitaciones del emperador están en el se­gundo piso, debajo del telégrafo, en el ángulo del edi­cio que cae al lado del Neva.
»Construido sucesivamente por los diseños de Lamotte, de Velteu y Guarenghi, por órden de Catali­na II, que á semejanza de los grandes señores del si­glo XVIII, quiso hacer su pequeña casa. El Eremito­rio ó Retiro solitario, unido por tres galerías secretas al palacio del invierno, se libertó del incendio de 1837. Es una especie de museo imperial, aunque no se hallan en él reunidos todos los cuadros que posee el emperador, pues una porcion de escuelas y épocas diversas adornan tambien algunas partes del palacio de invierno. «Es preciso guardarse bien, dice Mr. Luis Viardot, de esperar ver en el Eremitorio un museo completo, ni aun una galería. Formada por Catalina para adorno de su estancia particular, donde cesando de ser emperatriz, quedaba la muger ilustrada y ga­lante; enriquecida por sus herederos, aunque siempre con arreglo al mismo gusto, esta coleccion, como las del palacio Pitti, de Hampton—Court, de Belvedere, no es sino un gabinete de aficionados, el gabinete de los czares, aunque por lo demas es vasto, y gigantes­co como sus palacios y su imperio. Esto es tan exacto, que no se permite la entrada sin papeleta, y que es preciso ir vestido casi con trage de córt.e. Un hombre no puede entrar sino con frac, y los estrangeros no olvidan nunca esta circunstancia, porque los porteros son implacables.
»En el Eremitorio hay, ademas de 2000 cuadros suspendidos de las paredes con increible mezcolanza, y entre los cuales se admiran un gran número de obras maestras, una porcion de copias esactas de Ra­fael, de las colecciones de estátuas, bustos, dibujos, grabados, litografias, medallas, monedas, piedras grabadas, mosáicos, miniaturas, obras de orfebrería y bisutería, muebles, antiguedades, y por último, la biblioteca particular de los czares, que no es la llamada Imperial, y que se compone de mas de 100,000 volú­menes, y que encierra entre otras bibliotecas de hombres célebres, las de Diderot, D’Alembert y Voltaire que Catalina hizo comprar.
»Como puedo presumirse por esta enumeracion, un artista ó sábio que quisiese acabar su vida retirado del mundo, pasara el tiempo tan útil como agradablemente, si se le permitiera establecer su celda en este palacio colosal, donde se hallan aglomerados tantos te­soros y cuyo nombre está tan poco justificado. Pero muy lejos de parecerme un eremitorio, o ermita, en las pocas horas que permanecí en su recinto, admiré tan grande multitud de cosas hermosas, que no pude traer de esta visita sino recuerdos generales y confusos. Pero lo que no he olvidado es el Reglamento del Eremitorio, una de las leyes concebidas, redactadas y promulgadas por Catalina II para gobierno de su república interior. He aqui el testo:
1.º Depositará el que entre sus títulos, lo mismo que su baston, y especialmente su espada.

jueves, agosto 16, 2007

Viage ilustrado (Pág. 40)

que había desempeñado las funciones de tal por espa­cio de doce años, no conocia, sin embargo, todas las habitaciones. Era un verdadero laberinto, donde á mas del local conocido y regular, habia infinitos de­partamentos desconocidos é irregulares. Así, pues, los guardias, domiciliados en él para desempeñar distin­tos empleos, habian construido detrás de las chimeneas unas chozas, donde vivian sus mugeres é hijos, y en cuyo sitio criaban gallinas y cabras, que tenían abundante yerba para pasto.
Ochenta mil obreros trabajaron en este palacio que sus dueños no cesaron de embellecer y de ador­nar por espacio de ochenta años. Quizá nunca se habian aglomerado en un mismo edificio tal cantidad de objetos preciosos. Terciopelos, sedas, tapices, chales, dorados, cristales, ámbar, lápis-lazuli, mármol, estátuas, cuadros, todo lo destruyó el fuego en menos de una noche. Semejante desastre sumergió á la ciudad entera en un dolor profundo, y se hubiera creido que perdia cada uno su propia casa en el palacio del em­perador, al cual ofrecieron espontáneamente una gran parte de su fortuna, numerosos habitantes de San Petersburgo. El conde Barincky, por ejemplo, puso á su disposicion un millon. Dos días despues, atravesando Nicolás una calle, solo en su ligero droschki, se le acercó un hombre de barba espesa, y caftan de monjik, hincándosele de rodillas, presentándole 25,000 ru­blos, en billetes de banco, y echando despues á cor­rer sin dejar dicho su nombre.
»El emperador no quiso aceptar estas ofertas gene­rosas; pero hizo reedificar el palacio de invierno, á cuyo incendio habia tenido la pena de asistir. Al dia siguiente mismo tomó su resolucion, mandando llamar sus arquitectos y diciéndoles que un año despues, dia por dia, queria recibir á su córte en un palacio nuevo.
»Este esfuerzo sobrenatural costó la vida á mu­chísimos obreros. Para que el trabajo fuese terminado en la época designada, cuenta un viagero francés, fueron precisos trabajos estraordinarios; continuó la obra durante los grandes hielos; 6,000 obreros estaban encerrados en las salas con un calor de 30 grados, á fin de que se secaran mas pronto las paredes. Se asegura que los pintores empleados en las salas mas caldeadas tenian que ponerse en la cabeza un bonete lleno de nieve, y estas diferencias de temperatura fue­ron causa de la muerte de muchos.

Iglesia de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo

»El palacio de invierno actual es un gran paralelógramo de cuatro frente que tiene 15 metros de lon­gitud sobre 115 de anchura. «Si se le compara á las demas habitaciones reales de Europa, dice Mr. L. Rasdit, en sus Museos de la Rusia, se encontrara que tiene semejanza con el de Madrid; tiene la misma forma ge­neral; un cuadrado largo, cuatro fachadas, dos pisos de columnas superpuestas, un patio interior, y no tie­ne jardín. Mucho mas espacioso el palacio de San Petersburgo es de ladrillo, y el de Madrid de granito y mármol; pero este último se halla sobre el humilde Manzanares, y aquel sobre el orgulloso Neva, compen­sando el último su inferioridad en materia y pesantez por la magnificencia inesplicable de sus departamentos interiores. La escalera grande, de mármol incrus­tado de oro; la Sala blanca de estuco, donde se cele­bran convites de 800 cubiertos; la sala de San Grego­rio, vastísima y toda de mármol de Carrara, se hallan en perfecta armonía con las espléndidas prodigalidades del gran rey. De las cuatro fachadas de esta sun­tuosa morada, una está sobre el Neva, frente á la bol­sa, a la academia y á la fortaleza, y otra dá sobre la plaza del Almirantazgo, estendiéndose desde aqui la vista hasta la gran plaza de San Isaac. En la plaza del palacio, frente al semicírculo formado por los edificios del estado mayor general, y en cuyo centro se levanta la columna Alejandrina, se estiende la fachada tercera. Y por último la cuarta, no se halla separada mas que por una calle estrecha del palacio del Ermitaño, al cual le unen tres galerías ó pasages cubiertos, echados por uno y otro lado del edificio, en el primer piso, como el puente de los Suspiros en Venecia, entre el palacio ducal y la prision de estado.
»No hay en el mundo, dice un viagero moderno, moradas tan imponentes como aqui. En este punto es donde reside ocho meses del año el emperador, cuya dominacion se estiende sobre los dos hemisferios, el hombre cuya dominacion se estiende sobre sesenta millones de habitantes; el soberano sin constitucion; que manda y es obedecido, que puede con una plumada, con un movimiento de cabeza enviar á la Siberia al mas poderoso de sus nobles, y levantar á un pobre

miércoles, agosto 15, 2007

Viage ilustrado (Pág. 39)

«Unicamente el esterior de esta iglesia es lo que está terminado hace ya algunos años, pues en el inte­rior faltan las pinturas y las esculturas. Nótase en su estremidad oriental, donde se halla colocado el altar, un coro de 150 pies de longitud y 70 de altura, de mármol blanco incrustado de pérfido, jaspe y otros minerales preciosos, y ornado con ocho columnas corintias de 42 pies de altura. Las puertas que darán en­trada al santuario serán de plata y tendrán 35 pies de longitud sobre 15 de anchura.
«El origen de la iglesia de San Isaac se remonta á los primeros tiempos de la fundacion de San Petersburgo. Pedro el Grande, nacido en 1673 el 30 de ma­yo, dia consagrado por la iglesia griega á la fiesta de San Isaac el Dalmata, concibió el proyecto de erigir una iglesia bajo la advocacion de este santo; pero la mul­tiplicidad de los trabajos que emprendió á un mismo tiempo no le permitió sin duda comenzar su ejecucion antes de 1710. Contentóse con hacer edificar provisio­nalmente esta iglesia en un vasto taller dependiente del almirantazgo, sin que exactamente conozcamos el lu­gar que ocupaba. Esta obra fué presa de las llamas, y siete años despues el czar puso en persona la primera piedra de una segunda iglesia de San Isaac, cerca del Neva, en el sitio mismo en que se encuentra actual­mente el palacio del Senado. Diez años bastaron para terminarla, y fué consagrada en 1727; pero en 1735 la destruyó en parte otro incendio. Se reedificó, em­belleciéndola mucho; pero habiendo fijado la córte su residencia en este lugar, mandó Catalina II la construccion de una nueva iglesia bajo la misma advocacion, y que debia ser completamente de mármol. Los trabajos de esta iglesia, comenzados en 1768 segun los planos del arquitecto Rinaldi, fueron interrumpi­dos por la muerte de Catalina, continuado con modifi­caciones por Pablo I, y en 1817, confiados por Alejan­dro I á Ricardo de Montferrand, arquitecto francés, que tuvo la gloria de terminarlos en menos de veinte y dos años, de una manera satisfactoria aun para los críticos mas descontentadizos, teniendo presente que no es mas que una copia imperfecta de San Pedro de Roma. La metrópoli del cisma griego ha sido calcada sobre la metrópoli del papismo romano. Se ha imitado en pequeño, por dentro y fuera, la audaz cúpula de Miguel Angel, mientras que la gran plaza se halla igualmente rodeada de un semicírculo de columnas que Bernin añadió al plano de Bramante. La única iglesia de San Petersburgo que pueda aproximada­mente llamarse griega, reproduciendo sobre poco mas ó menos la arquitectura de Bizancio, donde nació el gran cisma refugiado ahora en Rusia, es la que se lla­ma catedral de Smolna, situada en el antiguo pueblo de este nombre, enterrado hoy ya en el recinto siempre creciente de San Petersburgo. El arquitecto italia­no Rastrelli, que la construyó en el último siglo, bajo el reinado de Isabel, rodeando su cúpula de cuatro minaretes á lo oriental, le dió el carácter original del culto á que sirve de templo, y supo producir por el complemento feliz de las fórmas de Asia y de Europa un efecto encantador y pintoresco, el cual aumentan todavía mas los edificios circulares, levantados en derredor de la iglesia para un vasto convento, ocu­pado ahora por un instituto de jóvenes huérfanas y un asilo de viudas. Pero en el interior del templo, aca­bado recientemente con un gran lujo, y cuyas bóve­das, paredes y pilares están completamente revestidos de estuco blanco se encuentra, á pesar de todo en pequeñas proporciones la eterna cúpula de San Pedro.
«Entre as otras iglesias de San Petersburgo, una sola merece visitarse, que es la de San Pedro y San Pablo, construida en la fortaleza bajo el reinado de Pedro el Grande por un arquitecto italiano. Desde la cumbre de su campanario, ó mas bien desde su mi­narete que termina una alta flecha dorada, se descu­bre el panorama mas completo de San Petersburgo, de sus puertos y sus islas. Esta flecha tiene 340 pies de altura desde el suelo, y 150 desde la azotea de la torre. Su dorado ha tenido ya de coste mas de 10,000 ducados. Pero el edificio de que nos ocupamos tiene otros títulos para atraer la atencion de los estrangeros, y es, que es una especie de complemento del Arkhan­gelski—Sabor, de Moscou. En esta ciudad fueron sepultados los czares rusos que precedieron á Pedro el Grande, y los que sucedieron á éste reposan en San Pedro y San Pablo. Círculos sencillos hechos sobre las cavidades y colocados por el órden de fechas, anun­cian los nombres de los czares, czarinas y grandes duques, á quienes cubren los mortales despojos; pri­meramente el de Pedro el Grande, con el cual comienza todo en San Petersburgo, lo mismo entre los muertos que entre los vivos; despues el de su muger Catalina, los de Ana, Isabel, Pedro III, Catalina II, otro gran emperador, Pablo I, Alejandro y Constantino. En la nave pequeña hay espacio todavía para un gran número de autócratas. En este vacío está el se­creto de la Providencia.
«Como la iglesia de Kazan, la de San Pedro y San Pablo está adornada de trofeos militares, de banderas cogidas al enemigo, de bastones de generales y gran­des visires, de llaves de las ciudades y fortalezas ante las cuales las trompetas rusas han hecho resonar los cantos de muerte y desolacion, de las triples colas de los pachaes, etc., etc. Enséñanse aqui una porcion de vasos sagrados de madera y de marfil que fueron es­culpidos por Pedro el Grande. Admirándolos, porque son verdaderamente obras maestras me preguntaba yo cómo este grande hombre pudo administrar un im­perio tan vasto en todos sus mas minuciosos detalles, hacer la guerra, establecer fábricas, construir ciuda­des, cruzar canales, organizar un ejercito, una ar­mada y todo el servicio público, fundar escuelas, academias, iglesias, universidades, teatros, etc., y tener tiempo suficiente de sobra para trabajar el éba­no y el marfil con tanta paciencia y talento como los artistas mas célebres de Alemania.
»Todas las religiones tienen templos ó iglesias en San Petersburgo, y se hallan tal número de ellas en la calle Newski, que se ha dado en llamarla Calle de la Tolerancia. Las hay de armenios, griegos, protestantes, católicos romanos, etc., etc.
»El mas importante, cuando no el mas hermoso palacio de San Petersburgo, es el Imperial, llamado palacio de invierno. Este nombre le fué dado desde un principio, para distinguirlo del palacio del verano que el emperador Pablo hizo derribar para construir sobre el mismo lugar el palacio de Miguel, aunque ha conservado hasta ahora aquel nombre.
«El palacio de invierno actual no tiene todavía once años de existencia, pues en 1837 un incendio devoró en pocas horas el otro á quien ha reemplazado. Construido bajo el reinado de Isabel por el italiano Rastrelli, el antiguo palacio de invierno era tan gran­de, que habitaban cómodamente en él hasta 6.000 personas. El intendente en gefe de la casa imperial,

martes, agosto 14, 2007

Viage ilustrado (Pág. 38)

llo está levantado sobre las piernas traseras, su cola, que es larga y flotante, toca ligeramente una serpiente de bronce que ha sido ingeniosa y felizmente imaginada para mantener el equilibrio de la estátua. El con­traste que se advierte entre el continente tranquilo de Pedro, y el ardor con que su caballo se esfuerza en llegar á la cumbre de la roca, es una cosa que llama verdaderamente la atencion. La única inscripcion que aqui se lee, son estas palabras, en ruso y en latin; «A Pedro I, Catalina II, 1782.» La roca sobre la cual es­tá la estátua, es inmensa, y antes que la dejasen el ta­maño conveniente al objeto á que se destinaba, tenía de peso 3,100,000. El escultor la halló en medio de un marasmo, donde yacia medio enterrada; llevarla á Sari Petersburgo parecia imposible, pero al fin se halló medio de conducirla, haciéndola avanzar 6 kilómetros por tierra y 14 por agua. Esta obra, verdade­ramente romana, se concluyó en menos de seis meses, despues del descubrimiento de la roca.
«El número de los habitantes de San Petersburgo se valúa en 476,000. Esta ciudad tiene pocas manufacturas y fábricas importantes; las principales son las de seda para pañuelos, guantes y otros objetos, las de gasas, indianas y persianas, las de naipes, las de tapicerias de papel. Encuéntranse todavía, tanto en la ciudad como en los alrededores, molinos de papel, establecimientos de blanquear cera, un gran número de fábricas de curtidos, refinos de azúcar, talleres de oro y plata, de espejos, fundiciones de caractéres de imprenta y de otra porcion de cosas. La porcelana y la tapicería de superior calidad se construyen por cuenta del emperador. El comercio de esta ciudad es considerable; pero se halla casi completamente en ma­nos de los ingleses, que llevan alli sus productos, to­mando en cambio mercancías rusas.»
Hé aqui otra relacion que de esta ciudad hace un viagero, que se encontroba en ella en setiembre de 1846. «A Primera vista, dice, San Petersburgo pro­duce sobre todos los viageros la misma impresion. El dia en que yo llegué, me quedé estupefacto de admiracion. Sus plazas tan grandes, sus monumentos tan numerosos, sus calles tan magníficas, anchas y dere­chas, todas sus maravillas, en fin, me hicieron escla­mar: ¡esta es la ciudad mas hermosa del mundo! aun­que despues dia por dia se fué desvaneciendo seme­jante impresión. Sin duda ninguna yo admiro todavía lo que vale la pena de ser admirado, y me sorprende especialmente que una capital como esta no cuente to­davía siglo y medio de existencia. Tanta rigidez en la alineacion de las calles, tanta sencillez en la fachada de los edificios me hacian echar de menos los viejos arrabales de nuestras antiguas ciudades francesas; pero aunque yo no simpatice con la capital de la Ru­sia, concibo perfectamente que tenga esta ciudad entusiastas admiradores. El sitio en que está situada, políticamente hablando, no ha podido elegirse con mayor acierto. Los hombres de Estado, que se ocupan mas del porvenir que del presente, pretenden que Pe­dro el Grande cometió una falta de iguales proporcio­nes á su obra, y es, haber arrancado su centro de accion á la Rusia del punto en que su orígen y su naturaleza lo habían colocado, por tener á raya los suecos y comunicarse directamente por el Báltico con la Europa Occidental, no previendo en qué lado estaban sus intereses, sus designios y sus necesidades respecto al mundo oriental; no calculando que si algun dia en union de la Europa, ó á pesar suyo, el czar envia sus ejércitos allende los Balkanes, y hace que su escuadra pase el Bósforo hasta apoderarse de Estambul, y plan­tar la cruz griega sobre las cúpulas de Santa Sofia, en este dia tendrá la Rusia dos cabezas, una al Mediodía, otra al Norte, y tendrá que dividirse necesariamente en dos partes, como sucedió á Roma bajo el imperio del fundador de Constantinopla. Todo esto podrá sen muy cierto, pero no nos importa mucho en estos mo­mentos en que vamos á ocuparnos de la ciudad, monumentalmente considerada.
«La iglesia de San Isaac no solamente es el monumento mas hermoso de San Petersburgo sino tambien una de las iglesias modernas mas magnificas de Europa, y ademas la última iglesia que se haya cons­truido probablemente con un plan tan vasto y tan esplendente lujo, en la era mas utilitaria que religiosa en que hemos entrado desde los principios del presente siglo. Inferior en todos conceptos al Panteon de París y á San Pablo de Lóndres, que son ya inferiores á San Pedro de Roma, tiene sobre todos estos templos la inmensa ventaja de su posicion. Lejos de hallarse rodeada, como San Pablo especialmente, de edificios que le quitan la vista, se levanta en el ángulo S.0. de una plaza, calificada comunmente de llanura y aun de esplanada por cierta gente que profesa á los espa­cios abiertos el mismo odio que los filósofos antiguos atribuian á la naturaleza respecto del vacío, y sobro la cual maniobran libremente las tropas en número de 100,000 hombres.
«La iglesia de San Isaac es toda de granito, de mármol, de bronce y de hierro, y descansa en pilares cubiertos de gruesos asientos de granito. Solamente sus fundamentos han costado mas de 1.000,000 de rublos. Su forma es la de una cruz griega con la cú­pula en el centro, y cuatro capilla cuadradas que re­matan en campanas por los ángulos. Su longitud total es de 278 pies, y su anchura de 153. La nave del centro tiene 175 pies de longitud y 53 de anchura. Tiene cuatro fachadas principales, cuyos pórticos se hallan sostenidos por pilares monolíticos de granito rojo de Finlandia de 50 pies de altura y de 8 de diámetro. Sus siete puertas están bronceadas por el procedimiento electro-galvánico. Tres tienen 30 pies de elevacion y 12 de anchura, y cuatro 17 y 8 res­pectivamente; contienen cincuenta bajos relieves, sesenta y tres estátuas y ochenta y cuatro altos relie­ves representando asuntos religiosos. Su gran campa­na, fundida con la moneda vieja retirada de la circulacion, tiene ocho pies de diámetro y pesa mas de 59,000 libras. Las once campanas juntas que tiene pesan 152,860 libras. Treinta columnas, igualmente monolíticas, pero mas pequeñas que las de los pórti­cos, tienen 6 pies y 6 pulgadas de diámetro, y 63 y 6 purgadas de altura, y rodean la cúpula, que es de hierro. Esta tiene 63 pies de diámetro; es dorada, y la circuyen estátuas colosales de ángeles de bronce, rematando en una cruz tambien dorada. Su altura es tal, que se la ve desde mucha distancia. En Croustadt aparece como un astro nuevo, guiando los numerosos navíos que marchan hácia la capital. El metal emplea­do en su construccion es el siguiente:

Oro de ducados …………… 247 libras
Cobre ………………………... 117,560 id.
Bronce …………………….... 720,000 id.
Hierro colado …………….. 1.174,000 id.
Hierro fundido ……………. 2.391.560 id.

lunes, agosto 13, 2007

Viage ilustrado (Pág. 37)

San Petersburgo.- Vista del Neva: San Isaac, el senado, la estátua de Pedro el Grande

dos de las casas no se cubriesen de planchas y de cortezas por la esposicion que tienen á incendiarse, sino de cesped ú otra materia conveniente. En 1716 dió su aprobacion el emperador á un plano regular para ciudad nueva, el cual hizo publicar. Los sucesores de Pedro han continuado embelleciéndola, especial­mente Catalina II, que consagró á ella mas atencion y cuidado que otro alguno. Las calles son generalmente anchas, sobre todo las que tienen canales. Hay entre otras, tres que parten del almirantazgo, y se estienden hasta la estremidad de los arrabales, que tienen por lo menos dos millas de longitud; la mayor parte de ellas tienen pavimento, aunque hay tambien algu­nas que subsisten voluntariamente conforme al antiguo estilo ruso. En algunos cuarteles, y especialmente en el de Vassili—Ostrof, se ven casas de madera que no son mas que chozas al lado de los edificios públicos; pero este desagradable contraste es mucho menos fre­cuente que en Moscou, la única capital que puede dar una idea completa de lo que era antiguamente una ciudad rusa. Las casas de ladrillos tienen una cubierta de una cosa parecida al estuco.
»Los alojamientos de los señores y de la nobleza son casi todos los enormes edificios que aqui se ven, los cuales en general, son, sin embargo, menos estensos y magnificos que algunos que se ven en Moscou. Por lo demas se encuentran ricamente amuebla­dos, y ostentan la misma elegancia que los de Paris y Lóndres. Casi todos ellos se hallan en la márgen meridional del Neva, en el cuertel del almirantazgo, ó en los barrios de Moscou y de Livonia, que son los mas hermosos de la ciudad.
»Las márgenes del Neva ofrecen el espectáculo mas vasto y grandioso. Este rio es por muchos sitios mas ancho que el Támesis en Lóndres; es profundo, rápido, y tiene su agua la limpieza y tersura del cris­tal. Sus orillas están adornadas con casas bellísimas. Del lado del Norte, la ciudadela, el edificio de la Academia de Ciencias, y el de la Academia de Artes son los mas hermosos, y del otro, el palacio imperial, el almirantazgo y muchas casas pertenecientes á señores del pais, ó casas inglesas, situadas en una misma línea, merecen aquella misma calificacion. Enfrente de estos edificios, por la parte del Sur, hay una calzada que tiene mas de tres millas de estension, y que no se interrumpe hasta que llega á los edificios del almirantazgo. Esta enorme calle ha sido hecha á costa de la emperatriz. El muro se eleva á la altura conveniente para apoyarse, y todo él se halla enriquecido con gra­nito, de manera que este monumento, tan hermoso co­mo duradero, publica como ninguno la magnificencia de Catalina.
»Uno de los mas bellos monumentos, segun la espresion de Mr. Wraxall, que el reconocimiento y la admiracion han podido levantar á Pedro el Grande, es su estátua ecuestre de bronce. Tiene unas dimensiones colosales, y es obra de Mr. Talconet, célebre escultor francés. El monarca está representado en el acto de subir por una roca escarpada en el momento de llegar á la cumbre. Está coronado de laureles, vesti­do á la asiática, por silla una piel de oso; estiende una mano como para bendecir á su pueblo, y con la otra sostiene la brida. El dibujo es de un gran maes­tro, y las maneras respiran audacia y fuego. El caba—