domingo, agosto 26, 2007

Viage ilustrado (Pág. 49)

liondi, hombres buenos), que no nos hicieron daño, al contrario.
Esta última palabra nos pareció muy cándida.
El palacio de invierno, habitacion ordinaria de los soberanos de Rusia, no data mas que desde 1754. Nada es antiguo en San Petersburgo. Fué mandado hacer por la emperatriz Isabel al conde de Rastrelli, uno de los mas hábiles arquitectos italianos del siglo XVIII. En 1762 ya estaba terminado. Es un edificio que forma un pralelógramo de sesenta y cinco toesas de estension por una latitud de cincuenta. Se prolonga sobre el Neva y mira á la fortaleza que se estiende sobre la ribera opuesta, sombría y muda, en­frente do la ciudad animada y brillante (1).
El primer piso del palacio de invierno está consagrado á las ceremonias de la córte, á los festejos y á los dias de gala. Se llega á él por una ancha escalera de mármol destinada á los embajadores y á los digna­tarios del imperio los dias de gran recepcion; pero tambien por esta escalera, todos los años, es admitido el pueblo en esta suntuosa residencia para asistir en ella el 1º de enero, al sarao que le da el emperador, pues el emperador es el gefe el padre de la gran fa­milia moscovita, y sencillamente recibe á sus hijos en su casa lo menos una vez al año.
Pues bien, la noche del 1º de enero se ilumina el palacio con todas sus arañas, se adorna magníficamen­te, y bien pronto nobles, plebeyos, mercaderes y pro­letarios, soldados y paisanos penetran juntos en el palacio. Se convida á la poblacion entera; y la pobla­cion entera no falta. Mas de 60,000 individuos penetran esa noche en la residencia imperial, donde el soberano, de gran uniforme, acompañado de su córte en tragé oficial, discurre por entre el oleage de esta multitud curiosa y benévola. Se detiene delante de los grupos y habla con los mas humildes de los hijos del pueblo, que le responden y le tutean (2). El czar comprende que en él reside toda la fuerza de este pueblo, del cual él es el poderoso delegado.


Se han referido muchas anécdotas, relatívas al tacto y á la delicadeza de la emperatriz Catalina en ciertas circunstancias. He aqui un rasgo que hemos oido referir al príncipe Alejandro Gallitzin, que habia sido page de esta princesa.
Esto era durante la guerra que dió el Quersoneso Táurico á la Rusia. Un valiente capitan que deseaba con vehemencia la cruz de San Vladimiro, habiéndose distinguido en el sitio de Ochsakoff, no recibió mas que una espada de honor por recompensa. No quedó contento; pero redoblando su valor el mismo oficial, no tardó en distinguirse de nuevo, y esta vez fué pro­puesto para la indicada condecoracion. Fuese por error de las oficinas, fuese por otra causa cualquiera, le dieron otra espada de honor. Llegó al calmo su despecho, y habiendo terminado la guerra, vino á San Petersburgo y solicitó una audiencia de la emperatriz, la cual le recibió con bondad, y despues de haber

(1) Se vé en su recinto la casa de Pedro el Grande, y las tumbas de los soberanos rusos que contienen las bó­vedas de la iglesia. Está tambien en la forta1eza el tesoro y la casa de moneda.
(2) El campesino ruso tutea siempre al soberano.

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