domingo, agosto 12, 2007

Viage ilustrado (Pág. 36)

Nuevos convenios, y nuevas rupturas, se suce­den velozmente, pero las batallas de Jena y Eylau aseguran la preponderancia de Napoleon, y dan lu­gar á la entrevista que tuvo con Alejandro en el pabellon construido en el rio Tilsitt, donde se establece en­tre los dos jóvenes emperadores una completa amistad.
El resultado de estas conferencias fueron la paz de Tilsitt, denominada justamente como una pausa. Perdia mucho la Rusia con la desmembracion de territo­rio que la hacian sufrir, y era esto bastante motivo para que se cansara pronto de observar el tratado que empezó por llenar de indignacion á los ingleses, causa del bloqueo continental estipulado. Los buques britanicos bombardean á Copenhague, y se apode­ran de la flota danesa. Alejandro, indignado, rompe con la Gran Bretaña. Al mismo tiempo y bajo simula­dos pretestos, invade inícuamente la Finlandia y la reune al imperio sin otra razon que la fuerza. La Noruega sufre la misma suerte, consintiéndolo Napoleon, porque Alejandro le permitia al mismo tiempo destronar al rey de España.
Esto fué la causa de la ruina de Napoleon y de la prosperidad de Alejandro. Aquel habia hallado en todas las naciones por enemigos á los ejércitos: en España encontró al pueblo, que humilló en Bailen á veteranos aguerridos y victoriosos. Al ver Bonaparte que no eran dueñas sus tropas sino del terreno que pisaban, se decide á trasponer los Pirineos; pero conferencia antes con Alejandro en Erfuth, donde se solicitó en vano la amistad de la Inglaterra.
Previsora esta nacion, vió en el levantamiento de España su salvacion y la del resto de la Euro­pa, anunciada por Pitt.
Despues de las conferencias de Erfuth, váse el czar á sus estados y Napoleon viene á España á conseguir triunfos estériles. En tanto fórmase una nueva coalicion entre la Inglaterra y el Austria; pero se destruye en Wagran. Alejandro se ocupaba en com­batir á los turcos, siempre perenne el pensamiento de Catalina. Mas le interesan otras atenciones, y quiere la paz con ellos; pero no puede sostener el peso que le habia impuesto el tratado de Tilsitt con el bloqueo continental, al que se oponian los rusos.
Renuévase la armonía entre la Rusia y la Inglaterra; se liga Alejandro con el rey de Suecia Bernadotte, que de soldado francés ascendió al trono separándose luego de su patria y de Napoleon, su protec­tor; y de acuerdo con el consejo de regencia de España, con el cual firma un tratado, rompe el czar con la Francia, que abrumada, por todas partes con nuevos ejércitos, sucumbe al fin, elevándose sobre las ruinas de la grandeza del Mediodía de la Europa el colosal imperio del Norte.
No es ya posible ocuparse de la Rusia sin hacerlo de la Europa. Ya se vió la influencia ejercida por España en los destinos del mundo; si hoy no la ejerce, no ha pasado por eso su época. Quizá no es nuestra patria indiferente al imperio moscovita, que no deja de tener en cuenta la parte que ha tenido en la crisis europea, porque ha tanto tiempo estamos pasando, y se ha agravado en febrero de 1818, sin que sea fácil empresa preveer su desenlace. Podrá comprenderse el mas probable con el estudio y exámen de los sucesos contemporáneos.
Hecha la historia del imperio ruso, pasemos a ocu­parnos de la parte topográfica de este vastísimo pais, añadiendo cuando la oportunidad lo exija, algunas otras observaciones acerca de las costumbres del pue­blo de San Petersburgo y de otras ciudades, no olvidando la historia monumental de este mismo pais.
Para dar comienzo á nuestra indicada tarea hablemos primeramente de San Petersburgo.
San Petersburgo tiene cerca de ocho kilómetros de estension en todas direcciones, y encierra edificios de todos géneros, tanto de embellecimiento y magnificen­cia, ya de artes, navegacion, guerra, comercio y au­mento de las rentas públicas, tales como pueden encontrarse en las ciudades mas célebres de Europa.
«Paseándome alrededor de esta capital, dice Coxe, me llenaba de admiracion al reflexionar que todavía a principios de este siglo (1703) el terreno sobre que estaba edificado San Petersburgo no era mas que un vasto marasmo, habitado únicamente por algunos pescadores. El primer edificio que aqui se construyó es de una época muy reciente, para que puedan acordarse muchas personas. (Coxe escribia por 1780.) Los progresos de esta ciudad no dejan ya nada que desear despues de la fundacion de su primer edificio. Tan luego como Pedro el Grande conquistó la Ingria á los suecos y ensanchó los limites de su im­perio hasta las riberas del mar Báltico, determinó construir una fortaleza en una isla pequeña que es­tá en la embocadura del Neva, con objeto de ase­gurar su conquista, y de abrir un nuevo camino á su comercio. Se construyeron ademas algunas bar­racas de madera en esta fortaleza, y Pedro quiso que se hiciese en una isla vecina una cabaña para su propio uso. Esta isla, que se llamó isla de San Pedro, ha dado despues su nombre á la capital: dicha cabaña es baja y estrecha, y se conserva to­davía en memoria del soberano que pretendió tenerla por habitacion. Seguidamente á esto, hizo el propio monarca edificar en las cercanías otra casa, de madera, mas grande y cómoda, donde alojó á Menzicoff, y donde daba audiencia á los ministros estrangeros. A corta distancia de aquí habia un ho­tel muy frecuentado por los cortesanos y por perso­nas de todas clases. El mismo Pedro iba á él los domingos despues de los divinos oficios, y bebía en compañia de su servidumbre y de cuantos indi­viduos atraian allí los fuegos artificiales y otras di­versiones que él ordenaba. En 1710 se construyó una nueva fortaleza. El conde Golovkin levantó la primera casa de ladrillos, y el año siguiente el emperador puso él mismo los cimientos de una casa edificada con los propios materiales.
»Tales han sido los débiles principios de la capi­tal del imperio ruso. En menos de nueve años, conta­dos desde la construccion de las primeras cabañas de madera, la silla del imperio fué trasladada de Moscou á San Potersburgo. Puede juzgarse de la autoridad de Pedro el Grande, de su celo por embellecer y engran­decer su capital, y por convertirla en rival de otras ciudades de Europa, en vista de los siguientes detalles. En 1714 mandó que todas las casas de la isla de San Petersburgo y en los cuarteles del almirantazgo, par­ticularmente las de las márgenes del Neva, se construyesen á estilo aleman, de ladrillos y madera; que todas las personas de la clase de la nobleza y los principales comerciantes tuviesen una casa en San Petersburgo; que todo buque grande que entrase en el puerto hubiese de traer treinta piedras, los pequeños diez, y cada bar­quilla tres, que se emplearían en la construccion de los puentes y otros edificios públicos, y que los teja—

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