sábado, agosto 04, 2007

Viage ilustrado (Pág. 31)

éxito igualó al talento con que se condujo: ella quien va a enriquecer á la Rusia con una porcion de establecimientos consagrados á la instruccion del pueblo y al alivio de la miseria: ella quien sostiene una correspondencia activa con Voltarie: ella quien desea que d’Alembert acepte las funciones de director del heredero del trono: ella quien llama á Diderot á su córte, y ella en fin la que quiere civilizar á su pueblo.
En medio de este cuadro tan glorioso, se nos pre­senta, no la emperatriz glorificada por los filósofos franceses, sino la muger con sus pasiones y supedita­da servilmente á sus amantes que la maltrataban has­ta el punto de golpearla. Ni su genio, ni su orgullo, ni el llegar á esa edad que hiela las pasiones, pudieron triunfar del desórden de sus costumbres. Los ado­radores á quienes rechazaba la decadencia de sus en­cantos, los atraia con el oro y los abrumaba de títulos y condecoraciones: los oficiales de sus guardias con­sideraban el colmo de la fortuna, atraer sobre ellos una de sus miradas. Satisfecho el capricho de los sen­tidos, se confunden con la multitud, pero poseyendo grandes honores y altos empleos.
Con tal mezcla de grandeza como soberana, y de abyeccion como muger, ocupa Catalina en la historia un lugar tan equívoco que no puede defenderla del desprecio la admiracion que inspira. En contacto por sus cualidades con Pedro el Grande, ambos han eje­cutado una obra llena de magnificencia: el uno intro­duce en Rusia los primeros elementos de civilizacion; la otra los completa. Si Catalina muestra un genio va­ronil durante su reinado, ostenta al mismo tiempo una indulgencia y una ternura de corazon que revelan á la muger llena de bondad. A tanto llegó esta, que colma de favores aun á los que habian sido sus ene­migos, saca de la Siberia al mónstruo Biren, y lo res­tablece en la posesion de su ducado de Curlandia.
Sin embargo de esta conducta, desde 1762 em­pezaron conspiraciones para derribarla del trono, las cuales se sucedian unas á otras con estraordinaria rapidez. Catalina escapaba de un peligro para entrar en otro, y segun la opinion de la mayor parte de los historiadores, no gozó la emperatriz de una verdadera popularidad.
Ivan continuaba abandonado en una prision de es­tado, y el pasar por imbécil era un motivo mas para escitar el celo de sus partidarios, que reinarian en su nombre. Un simple subteniente llamado Mirovitch, queriendo vengar resentimientos particulares, trata de apoderarse del príncipe, y despues de vencer estraordinarias dificultades, y la resistencia de los soldados, que habian de ser sus cómplices, penetra al fin en la cámara de Ivan; pero antes de que logre salir de la fortaleza, se le oponen los centinelas, acude tropa, y el resultado es la muerte del jóven prisionero y el arresto de Mirovitch, que procesado de órden de Ca­talina por el símbolo, el senado, las tres primeras cla­ses de la nacion, y los presidentes de todos los cole­gios, es condenado á morir, y sufre su sentencia con el mayor valor.
Los que imputan á Catalina el crimen de haberse valido de Mirovitch para asesinar á Ivan, se han detenido poco en examinar este hecho que se presenta claro. Mirovitch fué procesado con la mayor publici­dad, y con la misma fué al cadalso; y en todo este tiempo no pronunció una palabra que pudiera hacer sospechosa á la emperatriz.
Por este medio inesperado vióse libre Catalina de los que pudieran conspirar legítimamente al trono. Apartada de estos cuidados, podia ya pensar en su imperio y en la obra que la inmortalizó.
Preséntasenos ahora Catalina bajo un nuevo aspec­to, el de la muger política. Se trata de los polacos, que desgracias inherentes á la constitucion política de este generoso pueblo, le habian colocado fuera de la civilizacion.
Una de las causas de sus infortunios fué el princi­pio electivo, esa áncora salvadora para muchos pue­blos, pero mal comprendida y peor apreciada en Polonia, era motivo de guerras sin cuento, porque allí estaba el palenque donde se disputaban las ambiciones europeas, donde luchaban las intrigas de todos los gabinetes, que empleaban á porfia el oro y todas las seducciones imaginables.
La forma del gobierno polaco era representativa, pero sin pueblo; porque estaba esclavizado por la nobleza que imponia su voluntad á los ministros y estos á la corona. Podia tener la Polonia alguna semejanza con la Inglaterra; pero de ningun gobierno estaba mas distante, por la diferencia que existia entre una y otra aristocracia. La de Polonia, ademas, no era compacta; asi que en nada se entendian, y estaban siempre en esa constante lucha que engendra la confusion de principios hostiles los unos á los otros. En resúmen, en Polonia no habia ni república, ni monarquia, ni aristocracia; existia solo una asociacion de nobles prontos á armarse para combatirse mútuamente; asociacion que dejaban subsistir los gabinetes de Europa, para que el pais no cayese en manos de dos ó tres potentados, que repartiéndosele hubiesen roto el equilibrio general.
En esta inteligencia trabajo Pedro el Grande con todas sus fuerzas para aumentar la anarquía que devoraba á la desgraciada Polonia. Esta pérfida intervencion se convierte en una tradicion, á la cual se muestra fiel Catalina. Una ocasion favorable se le presenta. La muerte de Augusto, rey de Polonia, el 4 de octubre de 1763. Las intrigas, las ambiciones, todas las plagas que asolaban á la Polonia se conjuran en su ruina. Catalina se propone ascender al trono polaco á uno de sus amantes llamado Stanislao Augusto Poniatowski; y ya ocupando parte del pais con tropas rusas, ya derramando oro en abundancia, consigue tener di­vidida á la nobleza , porque á no estar asi, hubiera conservado la Polonia su nacionalidad. El 7 de mayo de 1764 fué reunida la dieta electoral, y en medio de un sufragio oprimido quedó electo Poniatowski. Hició­ronse algunas reformas á la constitucion; mas solo á los detalles, pues el liberum veto, manantial de todos los desórdenes no fué suprimido.
La posicion de Poniatowski es crítica. Se encuen­tra colocado entre el reconocimiento que debe á Cata­lina, y la restauracion de la Polonia que medita; de la Polonia que la czarina quiere conducir á su completa destruccion.
Stanislao cambia completamente al verse rey de Polonia, y solo procura el engrandecimiento de su nacion. Trata con dulzura á los nobles, los agasaja, los visita, los reconcilia, y de acuerdo con ellos trasforma el reino con medidas tan útiles como sábias. Stanislao se muestra un gran rey, y la Polonia un gran pueblo.
Catalina que habia elevado á su amigo por tenerle a su devocion, se encuentra con la repulsa del rey po­laco para formar entre ambos una alianza ofensiva y defensiva.

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