Ochenta mil obreros trabajaron en este palacio que sus dueños no cesaron de embellecer y de adornar por espacio de ochenta años. Quizá nunca se habian aglomerado en un mismo edificio tal cantidad de objetos preciosos. Terciopelos, sedas, tapices, chales, dorados, cristales, ámbar, lápis-lazuli, mármol, estátuas, cuadros, todo lo destruyó el fuego en menos de una noche. Semejante desastre sumergió á la ciudad entera en un dolor profundo, y se hubiera creido que perdia cada uno su propia casa en el palacio del emperador, al cual ofrecieron espontáneamente una gran parte de su fortuna, numerosos habitantes de San Petersburgo. El conde Barincky, por ejemplo, puso á su disposicion un millon. Dos días despues, atravesando Nicolás una calle, solo en su ligero droschki, se le acercó un hombre de barba espesa, y caftan de monjik, hincándosele de rodillas, presentándole 25,000 rublos, en billetes de banco, y echando despues á correr sin dejar dicho su nombre.
»El emperador no quiso aceptar estas ofertas generosas; pero hizo reedificar el palacio de invierno, á cuyo incendio habia tenido la pena de asistir. Al dia siguiente mismo tomó su resolucion, mandando llamar sus arquitectos y diciéndoles que un año despues, dia por dia, queria recibir á su córte en un palacio nuevo.
»Este esfuerzo sobrenatural costó la vida á muchísimos obreros. Para que el trabajo fuese terminado en la época designada, cuenta un viagero francés, fueron precisos trabajos estraordinarios; continuó la obra durante los grandes hielos; 6,000 obreros estaban encerrados en las salas con un calor de 30 grados, á fin de que se secaran mas pronto las paredes. Se asegura que los pintores empleados en las salas mas caldeadas tenian que ponerse en la cabeza un bonete lleno de nieve, y estas diferencias de temperatura fueron causa de la muerte de muchos.
Iglesia de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo
»El palacio de invierno actual es un gran paralelógramo de cuatro frente que tiene 15 metros de longitud sobre 115 de anchura. «Si se le compara á las demas habitaciones reales de Europa, dice Mr. L. Rasdit, en sus Museos de la Rusia, se encontrara que tiene semejanza con el de Madrid; tiene la misma forma general; un cuadrado largo, cuatro fachadas, dos pisos de columnas superpuestas, un patio interior, y no tiene jardín. Mucho mas espacioso el palacio de San Petersburgo es de ladrillo, y el de Madrid de granito y mármol; pero este último se halla sobre el humilde Manzanares, y aquel sobre el orgulloso Neva, compensando el último su inferioridad en materia y pesantez por la magnificencia inesplicable de sus departamentos interiores. La escalera grande, de mármol incrustado de oro; la Sala blanca de estuco, donde se celebran convites de 800 cubiertos; la sala de San Gregorio, vastísima y toda de mármol de Carrara, se hallan en perfecta armonía con las espléndidas prodigalidades del gran rey. De las cuatro fachadas de esta suntuosa morada, una está sobre el Neva, frente á la bolsa, a la academia y á la fortaleza, y otra dá sobre la plaza del Almirantazgo, estendiéndose desde aqui la vista hasta la gran plaza de San Isaac. En la plaza del palacio, frente al semicírculo formado por los edificios del estado mayor general, y en cuyo centro se levanta la columna Alejandrina, se estiende la fachada tercera. Y por último la cuarta, no se halla separada mas que por una calle estrecha del palacio del Ermitaño, al cual le unen tres galerías ó pasages cubiertos, echados por uno y otro lado del edificio, en el primer piso, como el puente de los Suspiros en Venecia, entre el palacio ducal y la prision de estado.
»No hay en el mundo, dice un viagero moderno, moradas tan imponentes como aqui. En este punto es donde reside ocho meses del año el emperador, cuya dominacion se estiende sobre los dos hemisferios, el hombre cuya dominacion se estiende sobre sesenta millones de habitantes; el soberano sin constitucion; que manda y es obedecido, que puede con una plumada, con un movimiento de cabeza enviar á la Siberia al mas poderoso de sus nobles, y levantar á un pobre
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