viernes, agosto 24, 2007

Viage ilustrado (Pág. 47)

Neva y las primeras habitaciones que anuncian la capital de los czares. Apenas se han observado los techos y las altas chimeneas de algunas fábricas escalonadas á lo largo de la ribera, encontramos el ancho y her­moso rio bordado de palacios y monumentos. A la izquierda se ve una isla, Wassili—Ostroff, donde debia elevarse primeramente Petersburgo, y que hoy no for­ma, de ella mas que una seccion; es el barrio del co­mercio. Por eso aquellas casas tan blancas y capricho­sas pertenecen á negociantes. Mas lejos está la Aca­demia de Bellas artes, cuyo edificio es muy puro y enteramente clásico; mas lejos todavía, cerca de un obelisco de mármol gris está el Cuerpo de los cadetes del ejército, vasta institucion militar debida á la emperatriz Catalina II. En seguida se ve el estenso edi­ficio de la Universidad, que encerraba en otro tiempo toda la admnistracion rusa (los doce colegios); el de la Academia de las Ciencias, y últimamente el de la Bolsa, situado al estremo de la isla y enfrente de la fortaleza. Es uno de los mejores edificios de San Petersburgo. Se creeria ver un hermoso templo griego, cuyas cuarenta columnas adornan el recinto.
Sobre el lado opuesto, el que mira á Wassili—Ostroff, se presenta el malecon inglés con la larga linea de sus elegantes hoteles, los pretiles de granito que encajonan el rio, y sus anchas baldosas, siempre limpias y regadas de arena como para la celebracion de alguna fiesta. Entre estos hoteles, todos decorados de balcones como los de los palacios venecianos, se eleva el frontin griego y la columna corintia del museo Roumiatzoff, cuyas hojas de acanto encierran, una inmensa colonia de palomas, volátiles muy respetados del pueblo ruso. El malecon confina con el palacio del Senado, cercano al cual se halla la bella residencia de la condesa de Laval, obra maestra de arquitectura moderna y que fué mucho tiempo una de las casas mas hospitalarias de San Petersburgo, donde la hospitalidad es tan comun.
Pero el paquebot se ha detenido delante de uno de los numerosos desembarcaderos del malecon. Bajemos al embaldosado y sigamos por él hasta llegar á la plaza del Senado. Estamos delante del palacio de este gran cuerpo judicial de Rusia, que es tambien casi el primer cuerpo político despues del consejo del imperio. El senado fué fundado en 1711 por Pedro el Grande, que fundó tantas cosas. El palacio senatorial corres­ponde por su grandeza y la severidad de su arquitectura á su elevado y grave destino. A sus lados y en la misma línea se estiende el palacio del Sinodo. Los dos edificios, unidos por medio de un arco, forman uno de los lados de la plaza donde se eleva la estátua ecuestre de Pedro el Grande.
En una hermosa tarde de verano, cuando el sol poniente, siempre espléndido en estas altas latitudes, incendia el horizonte, entonces es cuando debe admi­rarse esta estátua gigantesca. Pero si en este momento descendemos la vista y contemplamos la silenciosa plaza que la estátua domina, nos entristecemos involuntariamente, pensando que alli mismo la obra regeneradora del grande hombre estuvo á punto de pe­recer.
Era el 14 de diciembre de 1825. Despues de mucho tiempo de tranquilidad, algunas jóvenes imagina­ones exaltadas soñaron hacer una revolucion en su patria. Habiase formado una sociedad secretas en la que los jóvenes mas acalorados elaboraban locamente una nueva organizacion social para la Rusia. Varios enanos habian imaginado demoler la obra gigante. La muerte del emperador Alejandro y la renuncia al tro­no del gran duque Constantino en favor de su herma­no el gran duque Nicolás les parceió una ocasion favorable para su intento. La mayor parte de los cons­piradores formaba parte de la guardia, y por consecuencia no les fué muy dificil seducir algunos regi­mientos, que sin comprenderlos, consintieron en formarse en batalla en la plaza del Senado, en presencia de aquella misma estátua cuyo estendido brazo no podia á la sazon espresar mas que una amenaza terrible. Los soldados, fieles á la leccion que habian aprendido, gritaban viva la Constitucion, creyendo que gri­taban viva Constantina (1), es decir, la muger del gran duque Constantino, heredera directa del empe­rador difunto.
Los proyectos de los conjurados eran funestos. Se trataba nada menos que de comenzar por apoderarse de la familia imperial, á la que hubieran hecho desapa­recer despues de haber establecido un gobierno pro­visional. ¡Pobre Rusia si la Providencia hubiera per­mitido el éxito de semejante complot! Habian olvida­do en su ceguedad, que aquel que representaba la imágen de bronce que veian alli, habia sofocado en otro tiempo revoluciones mas peligrosas; habian olvi­dado que los terribles strelitz, aquellos pretores del Norte, habian sido destruidos por su mano poderosa, y que aquel á quien atacaban tan locamente tenia el alma tan templada como la de su abuelo.
Cuando se supo lo que pasaba, el emperador sale de su palacio, y seguido de un corto número de oficiales de superior graduacion, se encamina al sitio de la revolucion, no muy distante del palacio. Se pre­senta tranquilo y con la frente erguida en presencia de los insurgentes. Los soldados, intimidados con tan inesperada aparicion, la cual no entraba en el progra­ma de los revoltosos, se callan un momento, pero no retroceden. Uno de los gefes del complot se adelanta con una pistola en la mano, y la descarga contra uno de los ayudantes de campo del emperador. El conde Milosadowitch cayó mortalmente herido al lado del so­berano. El emperador entonces se adelanta, y su voz grave y severa hace palidecer á los revolucionarios, que se obstinan, no obstante, en guardar su posicion. En este momento llegó trotando el fiel regimiento de Apraxin, que cargó vigorosamente; siguió despues la artillería, y antes que terminara el día estaba sofoca­da la revolucion, y sus gefes pasados á cuchillo.
El emperador Nicolás está dotado de una energía de carácter, de un espíritu de resolucion dignos de su elevado poder. Su alma está templada á la antigua, y si podemos espresarnos asi, fundida en bronce como ha estátua de su abuelo. A sus ojos los derechos del soberano no son mas que un correctivo riguroso de los deberes que los acompañan; y si sostiene los primeros, no escasea los segundos.
Acabamos de ver á este príncipe en presencia de la conmocion militar del 14 de diciembre. Héle aqui seis años despues en presencia de otra conmocion, la mas peligrosa, porque acaba de nacer espontánea­mente en el seno del pueblo, ciego por la ignorancia y las preocupaciones (en julio de 1831).

(1) La palabra Constitucion, no teniendo equivalente en ruso, no era comprendida de los soldados, que pro­nunciándola mal, la tomaban naturalmente por el nombre de Constantino, femenizado segun el uso ruso.

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