viernes, junio 29, 2007

Viage ilustrado (Pág. 11)

la ciudad de Sibir en 1242, la cual dio el nombre á toda la estensísima comarca que conocemos por la Si­beria.
Siendo las pieles el principal producto de este país, un negociante de Arcangel, llamado Anika Stro­gonof, estableció á mediados del siglo XVI su comer­cio, que le produjo inmensas riquezas, con las cuales adquirió tierras, fundó colonias, y comenzó á organizar la poblacion que establecia. Creció el comercio á la par de las colonias, y el czar en 1558 tomó el titulo de señor de la Siberia, considerando podia serlo de un pais que adquiria tal importancia.
La Siberia, teatro de algunas guerras en que se disputaba su conquista, la consiguieron al fin los rusos, arrojando de ella á los tártaros, que avasallaban esa inmensa region que ocupa el Norte de la Europa y del Asia bajo el polo ártico.
Los progresos que ya en el siglo XVII iba haciendo la poblacion siberiana, en su rústico comercio, dio márgen á guerra con los chinos, que concluyeron con negociaciones que señalaron los limites de ambos im­perios, quedando por el celeste la navegacion del rio Amor, causa de la lucha. Juran recíproca amistad los dos pueblos, estrechando cada día mas sus relaciones comerciales; pero abusaron de ellas los rusos y se les prohibió la entrada en Pekin, escepto á una caravana que no pasando de doscientos viageros, podia cada tres años dirigirse á la capital del imperio chino, edificar alli una iglesia, y enviar estudiantes para apren­der la lengua.
Separándonos por un momento de la Siberia, vamos á ocuparnos del reinado de Ivan IV, Basiliowitch, llamado el Cruel, por ser uno de los déspotas mas sangrientos que han ultrajado á la humanidad.
Al morir Basilio IV tuvo la Rusia por segunda vez una regencia, que, como cuantas nos presenta la historia, fué causa de guerras y desastres. La viuda de Basilio era de Lituania, y por consecuencia enemiga de los verdaderos rusos: sus costumbres ó mas bien sus escesos, y sus escandalosos amores con Ortchina, que formaba parte del consejo de regencia, empezaron á indisponarla con sus vasallos, que deseaban con ansia la mayor edad del jóven heredero de la corona.
Elena, cuyos desórdenes no conocian límites, se exasperaba mas con el tranquilo descontento de los rusos: y ciega en su despacho, no repara en sumergir á un tio suyo en un calabozo, donde espira, por ha­berla representado sobre su conducta: otros tios fueron tambien cargados de cadenas. Adoptado este sistema por la régia viuda, cualquiera que inspirara la mas ligera inquietud á su favorito era desterrado. Tras­tornadas las leyes del reino y vendida la justicia, no había otra ley que los caprichos de Elena y su amante.
Cansados al fin los rusos de tanta humillacion, se conciertan algunos jugando sus vidas, y envenenan á la regente, que desciende al sepulcro en la flor de su edad, sucediéndole á poco el favorito que perece de hambre encerrado en un calabozo.
Basilio Chouiski, ayudado por la opinion pública, se apodera del príncipe, pone en libertad á sus her­manos Juan y Andrés: se anudan nuevas alianzas de familia; pero vuelven las disensiones, se apodera Juan Chouiski del poder, pasa en breve á las manos de Juan Belsky, y éste es degollado por su antecesor.
Ivan IV cumplia en tanto diez y ocho años: se (Faltan algunas letras) su aprobacion para destruir el poder de los Chouiskis y hace sea devorado Andrés por los perros de su jauría.
Los Glinskys se elevan entonces al poder, destruyen á sus enemigos y agotan todos los recursos del Estado.
A la vista de tales ejemplos se educaba el que ha­bía de ocupar el trono de los Wladimiros. Cásase en 1547 con Anastasia, que pertenecía á una familia de boyardos, y no obstante su nuevo estado continúa en las disipaciones en que habia vivido desde niño, merced á las lecciones que hasta de su misma madre recibió.
Tan bárbaro en sus costumbres como inhumano en sus diversiones, se le veia gozar cuando lanzaba en las calles sobre los niños y las mugeres su caballo á galope.
Tres incendios que tuvieron lugar por este tiempo en Moscou, cuyas casas eran de madera, y la reduc­cion á cenizas de la ciudadela de Kremlin, bastaron para alarmar a unas gentes fanáticas á quienes se hizo creer que tales catástrofes eran la natural consecuencia de cierta clase de sortilegios de los que se culpaba á los Glinsky, añadiendo el pueblo, á quien se ha­bía convocado para interrogarle, que, «la princesa Ana, su madre, habia arrancado el corazon de los muertos y recorriendo las calles de Moscou las había salpicado con sangre.»
Atribuida á esto la causa de los tres incendios, y dándola el crédito que concede siempre un pueblo ignorante y supersticioso á lo que no comprende, fué muerto uno de los Glinskys, y entregados al furor po­pular los partidarios de esta desgraciada familia.
Huye Ivan IV con su muger; es reconvenido por un religioso en su destierro, le culpa de las desgra­cias del reino, y hace que se arrepienta de sus escesos y forme propósito de obrar como verdadero cris­tiano. Sírvele de consejero Silvestre, que habia efectuado en él tan laudable trasformacion; se une este monge con Adaskef, favorito del príncipe, y asociándase á ellos la reina Anastasia, comienza para la Rusia una nueva era de felicidad, merced á los religiosos consejos de Silvestre. Terminan las violencias, dulci­ficanse las costumbres, imperan las leyes, y empieza á florecer el reino. Créase entonces la milicia, que tanta celebridad adquirió despues, denominada de los strelices: llaman á los mejores artistas de Europa; pi­den á Cárlos I de España ciento veinte elegidos; establécese la primera imprenta; fúndase á Arcángel, y se abren al comercio de Europa los principales puertos del Norte.
Consecuente Ivan IV en gobernar segun los prin­cipios que prometiera, convoca en Moscou á todos los diputados de las ciudades y se ratifica en su promesa de reinar como padre, y mandar con sujecion á las leyes, de las cuales publica á poco un código, que podía en muchas de sus prescripciones pasar hoy por republicano, pues establecia en él el jurado, ese úni­co tribunal legitimo del hombre.
Va mas adelante Ivan en sus beneficios: conoce la necesidad de la ilustracion, y multiplica las escuelas públicas; protege las artes, las letras, pensiona á los sabios, á los artesanos, fomenta los estudios teológi­cos, y el imperio ruso entraba en su edad de oro: pe­ro por desgracia de esta nacion, solo duró trece años esta felicidad.
Con motivo de la herencia de la corona, empiezan á suscitarse divisiones entre los nobles, querellas en—

jueves, junio 28, 2007

Viage ilustrado (Pág. 10)

mí. En la caza en medio de los montes mas espesos, ¡cuántas veces he herido yo mismo y atado juntos los caballos salvages! ¡Qué de veces he sido derribado por los búfalos, herido por las astas de los ciervos, y hollado por los pies del ante! Un jabalí furioso rompió mi espada, suspendida alrededor de mí; mi silla fué desgarrada por un oso; esta fiera terrible se arrojó so­bre mi corcel y le hizo caer sobre mí; pero el Señor me protegia. ¡Oh hijos mios! no temais á la muerte ni á las fieras; confiaos á la Providencia; ella está sobre todas las precauciones humanas.
Estas líneas dan una grande y exacta idea de aquel monarca, y demuestran los sentimientos de mo­ralidad que se hallaban en aquellas apartadas y frias regiones á cuyos habitantes se les ha querido confun­dir con las bestias de sus montes. Hoy que tan libera­lizada se encuentra la sociedad humana, que se hace tan ostentoso alarde de la generosidad de sentimien­tos, seria ensalzado el monarca que legara á sus hijos los consejos de Wladimiro
Las primeras lineas en que recomienda el amor á los hombres, servir de padre á los huérfanos, no im­poner la muerte ni aun al culpable, y ejercer la bene­ficencia, porque con ella, y no con los ayunos, ni con la soledad, ni con la vida monástica se consigue la vida eterna, bastan para demostrar que donde tales consejos se dan, y se propagan y se obedecen, no existen desconocidas esas sublimes dotes que elevan al hombre, forman la noble generosidad de sus sentimientos, y demuestran el estado de su ilustracion re­ligiosa.
Habrá ignorancia, fiereza en el carácter de sus ha­bitantes; pero la una la destruya el tiempo, y se dulcifica la otra con las creencias religiosas, si tienen por base á Jesucristo ó á su doctrina, siempre que sus al­teraciones no destruyan esa divina caridad que perso­nifica á nuestra religion.
Estos nobles sentimientos que poseia Wladimiro II, no eran, es cierto, los predominantes en la Rusia; pero evidenciaban lo que se habia adelantado en el cristia­nismo desde su establecimiento en el Norte por Wladimiro el Grande, que adquirió el trono asesinando á su hermano Yaropolk, que tambien se habia elevado por los mismos medios. Sus victorias luego hicieron cambiar el sobrenombre de fratricida por el de Gran­de. Conquistó la Rusia Roja, conocida actualmente por la Galitzia, y se apodero de la Livonia. Distinguióse al principio de su reinado por su escesiva ferocidad, y su aficion á los deleites, complaciéndose en tener a su disposicion mas de mil mugeres repartidas en Visgorod, en Bialgorod y en Berostow. El dió los primeros mártires á la Rusia, que son San Foedor y San Juan, padre é hijo, y él fué, en fin, quien introdu­jo el cristianismo, en lo cual tuvo una gran parte su madre Olga. Pero feroz tambien en este acto á que debiera inducir á sus subordinados, sino por la persuasion por el mandato al menos, ordeno recibir el bautismo so pena de perder la vida. Si no fuera una cosa buena, ni el príncipe ni los boyardos lo hubieran hecho, decian los súbditos demostrando asi su tranquila sumision ; y todos se bautizaron de una vez en el Dnieper. En algunos bageles que surcaban por las aguas iban sacerdotes echando las bendiciones, y Wladimiro al mismo tiempo de rodillas en la ribera invocaba la proteccion de Dios sobre sus nuevos hijos.
El cristianismo cambió sus costumbres hasta tal punto que se le oía decir: ¿Quién soy yo para condenar á los demas á muerte?
Wladimiro II, como hemos visto, habia compren­dido la verdadera doctrina de la religion y continuó la obra del antecesor de su nombre, muy destruida por las implacables guerras civiles que habia esperimentado la Rusia.
Este monarca fué el primero que usó el nombre de czar, que segun Voltaire proviene de los tzares o tchares del reino de Cazan; pero en el idioma slavo significa grande, si bien fué, como espresa Cantú, una corrupcion de César, que le dió el emperador griego juntamente con el de autócrata de los principados de Rusia. Otros historiadores suponen fué Ivan IV el pri­mero de los czares.
Uno y otro Wladimiro se ocuparon tambien en ha­cer progresar las artes, ya construyendo á Santa So­fia, ya haciendo otros edificios que se admiran, á la par de varios objetos, de los cuales reproducimos el trono de Wladimiro, en cuya lámina se representa, sino la perfeccion, porque las artes no tienen término, el adelanto en que se hallaban en cierto ramo.
La Rusia todavia no presentaba en definitiva ninguna forma de gobierno determinado: alli se mezclaba la feudalidad á la libertad municipal. Cuanto mas se ensanchaban los límites del reino, mas imposible era su gobierno; se aumentaban las ambiciones, se sus­citaban las guerras civiles, y el resultado de este caos fué la invasion de los tártaros ó mongoles —1223— y la pérdida de la independencia nacional de la Rusia.
Erigen ciudades, instalan gobiernos en medio de cada principado, establecen impuestos y se constitu­yen los señores feudales de los principes rusos.
Al cabo de cerca de trescientos años recobraron los rusos su nacionalidad. Basilio II Demetriowitsh, primogénito de Demetrio Donski, reunió cierto número de principados, y consiguió en 1396 una célebre victoria sobre los invasores, siendo poco despues ar­rojados de la Rusia.
Ivan III ocupa entonces el trono ruso, reconstitu­yendo la monarquía. Unió á Moscou varias poblacio­nes, y teniendo Ivan ese instinto del poder que le hacia preveer los sucesos, trató de conseguir la union de los partidos que en infinitas divisiones se destroza­ban, y al fin los reconcentra y los impele á combatir á los tártaros. Conquista despues á la gran Novogorod, y de triunfo en triunfo llega su poder hasta los mon­tes Ourales, dominando tambien la Siberia.
Ivan III murió en 1505: Basilio Ivanowitch, despues de librarse de un sobrino á quien su padre nombró heredero, asciende al trono, á ser el IV de los Basilios. Quiso hacerse reconocer rey de Polonia á la muerte de Alejandro; pero naufraga en esta tentativa.
Al morir en 1533 dejó engrandecido el imperio; y dícese que en su tiempo se hizo uso por primera vez de la artillería.
La memoria del anterior monarca es en el dia grata al pueblo ruso. Hizo recobrára su nacion parte de su dignidad perdida; se contuvieron algun tanto los crímenes y los escesos que se cometian en todas par­tes y merced á la religion cristiana y á la sabiduría del clero, que ni abusó de su poder ni de su riqueza, comenzaron á ponerse los cimientos para una gran monarquía nacional; pero se adelantaban poco ó mas bien se derruia al momento lo que se construia con trabajo.
Durante la invasion de los tártaros (Faltan algunas letras)

miércoles, junio 27, 2007

Viage ilustrado (Pág. 9)


Trono de Wladimiro



El desvan de la casa familiar esconde mil y un trastos inútiles pero entre ellos apareció hace unos días, cuando estuve un rato revolviendo en ellos, un viejo volumen descuajeringado y sin tapas, al cual faltan varias páginas, entre ellas las iniciales y finales. Se trata del Tomo II del "Viage ilustrado en las cinco partes del mundo" de la Tip. Mellado, de Madrid, fechado en 1852. 28 cm. 2 vol.: XLIII-615 págs., y 825, a dos columnas e ilustrado con grabados en el texto por Urrabieta, Benedicto y otros. La primera página conservada es la 9 (correspondiente a Rusia) que transcribo dejando su ortografía original.




cuerdos á la Rusia, é hizo que los Wladimiros sean nombrados con el respeto y la admiracion que engendraron sus grandes hechos.
Wladimir II, llamado el Monomaco, elegido por los habitantes de Kief en 1113, era de la dinastía de Ru­rik. Contiene los escesos que querian cometerse contra los judíos, dulcifica la suerte de los esclavos, salva á la Rusia de las guerras civiles que la destruyen, triunfa de los enemigos del esterior y deja al morir un documento tan notable, legándole como testamento a sus hijos, que su reproduccion, como dice muy bien Saint-Prosper, pertenece á la historia, porque arroja una viva luz sobre este príncipe y sus contemporáneos. «Mis queridos hijos, dice, alabad á Dios y amad á los hombres; porque no es el ayuno, ni la soledad, ni la vida monástica lo que os dará la vida eterna; es solo la beneficencia. Servid de padre á los huérfanos; juzgad vosotros mismos á las viudas, y no impongais la muerte al inocente ni al culpable, porque nada es mas sagrado que la vida y el alma de un cristiano. No os desvieis de los sacerdotes, tratadlos bien para que rueguen á Dios por vosotros; nunca violeis el juramento prestado sobre el crucifijo. Mis hermanos me han dicho: ayudadnos á destruir á los hijos de Rostilaf, y á apoderarnos de sus provincias ó renunciad á nuestra alianza; pero les he contestado que no podia olvidar que habia besado la cruz. Pensad en que el hombre debe estar siempre ocupado. Cuidad vosotros mismos vuestros negocios domésticos, y huid de la embriaguez y de la corrupcion. Amad á vuestras mu­geres, pero no las concedais ningun poder sobre vosotros. Procurad incesantemente el instruiros: sin salir de su palacio, hablaba mi padre cinco lenguas, cosa que los estrangeros admiran en nosotros. Sed vigilan­tes en la guerra, servid de ejemplo á vuestros soldados. No os entregueis al reposo sino despues de haber colocado vuestros centinelas...
«Cuando viajeis por vuestras provincias, no permitais que vuestro acompañamiento haga la menor injuria á los habitantes; y coma á vuestra costa el dueño de la casa en que os alojeis. Si esperimentais alguna indisposicion, prosternaos tres veces delante del Señor: que jamás os encuentre el sol en vuestro lecho. En los primeros albores de la mañana, mi padre y todos los hombres virtuosos que le rodeaban, obra­ban asi: glorificaban al Señor; sentábanse en seguida para deliberar ó para juzgar al pueblo, ó iban á caza, y dormian al medio dia, lo que Dios ha permitido al hombre como á las bestias y á las aves. En cuanto á mí estoy acostumbrado à hacer por mí mismo lo que podia mandar á mi servidor: en la noche como en el dia, en el estío como en el invierno, estaba en una contínua actividad; todo lo queria ver por mis ojos: jamás abandoné á los pobres ni á las viudas á las ve­jaciones de los poderosos: era un deber en mí inspeccionar las iglesias y las sagradas ceremonias de la religion, asi como la economía de mis bienes, de mis caballerizas, de mis buitres y de los halcones de mi montería. He hecho ochenta y tres campañas y espe­diones; he concluido diez y nueve tratados con los polovtkys, ó polacos; les he cogido ciento de sus prin­cipes, á quienes he devuelto la libertad; y he hecho morir á doscientos precipitándolos en los rios. Nadie ha viajado con mas rapidez que yo: partí una mañana de Tchernigof, y llegué á Kief antes de anochecer. (Faltan algunas letras) caidas de caballo he sufrido en mi juventud!
Me herian en los pies, en las manos, me rompia la cabeza contra los árboles; pero el Señor velaba sobre

Zeus


No sé por qué me resulta difícil desprenderme de este pequeño dibujo que, durante un tiempo, estuvo sujeto con chinchetas tras la puerta de mi habitación. No recuerdo quien lo hizo ni por qué lo guardé pero colocarlo en este pequeño rincón virtual le confiere una nueva vida.