miércoles, junio 27, 2007

Viage ilustrado (Pág. 9)


Trono de Wladimiro



El desvan de la casa familiar esconde mil y un trastos inútiles pero entre ellos apareció hace unos días, cuando estuve un rato revolviendo en ellos, un viejo volumen descuajeringado y sin tapas, al cual faltan varias páginas, entre ellas las iniciales y finales. Se trata del Tomo II del "Viage ilustrado en las cinco partes del mundo" de la Tip. Mellado, de Madrid, fechado en 1852. 28 cm. 2 vol.: XLIII-615 págs., y 825, a dos columnas e ilustrado con grabados en el texto por Urrabieta, Benedicto y otros. La primera página conservada es la 9 (correspondiente a Rusia) que transcribo dejando su ortografía original.




cuerdos á la Rusia, é hizo que los Wladimiros sean nombrados con el respeto y la admiracion que engendraron sus grandes hechos.
Wladimir II, llamado el Monomaco, elegido por los habitantes de Kief en 1113, era de la dinastía de Ru­rik. Contiene los escesos que querian cometerse contra los judíos, dulcifica la suerte de los esclavos, salva á la Rusia de las guerras civiles que la destruyen, triunfa de los enemigos del esterior y deja al morir un documento tan notable, legándole como testamento a sus hijos, que su reproduccion, como dice muy bien Saint-Prosper, pertenece á la historia, porque arroja una viva luz sobre este príncipe y sus contemporáneos. «Mis queridos hijos, dice, alabad á Dios y amad á los hombres; porque no es el ayuno, ni la soledad, ni la vida monástica lo que os dará la vida eterna; es solo la beneficencia. Servid de padre á los huérfanos; juzgad vosotros mismos á las viudas, y no impongais la muerte al inocente ni al culpable, porque nada es mas sagrado que la vida y el alma de un cristiano. No os desvieis de los sacerdotes, tratadlos bien para que rueguen á Dios por vosotros; nunca violeis el juramento prestado sobre el crucifijo. Mis hermanos me han dicho: ayudadnos á destruir á los hijos de Rostilaf, y á apoderarnos de sus provincias ó renunciad á nuestra alianza; pero les he contestado que no podia olvidar que habia besado la cruz. Pensad en que el hombre debe estar siempre ocupado. Cuidad vosotros mismos vuestros negocios domésticos, y huid de la embriaguez y de la corrupcion. Amad á vuestras mu­geres, pero no las concedais ningun poder sobre vosotros. Procurad incesantemente el instruiros: sin salir de su palacio, hablaba mi padre cinco lenguas, cosa que los estrangeros admiran en nosotros. Sed vigilan­tes en la guerra, servid de ejemplo á vuestros soldados. No os entregueis al reposo sino despues de haber colocado vuestros centinelas...
«Cuando viajeis por vuestras provincias, no permitais que vuestro acompañamiento haga la menor injuria á los habitantes; y coma á vuestra costa el dueño de la casa en que os alojeis. Si esperimentais alguna indisposicion, prosternaos tres veces delante del Señor: que jamás os encuentre el sol en vuestro lecho. En los primeros albores de la mañana, mi padre y todos los hombres virtuosos que le rodeaban, obra­ban asi: glorificaban al Señor; sentábanse en seguida para deliberar ó para juzgar al pueblo, ó iban á caza, y dormian al medio dia, lo que Dios ha permitido al hombre como á las bestias y á las aves. En cuanto á mí estoy acostumbrado à hacer por mí mismo lo que podia mandar á mi servidor: en la noche como en el dia, en el estío como en el invierno, estaba en una contínua actividad; todo lo queria ver por mis ojos: jamás abandoné á los pobres ni á las viudas á las ve­jaciones de los poderosos: era un deber en mí inspeccionar las iglesias y las sagradas ceremonias de la religion, asi como la economía de mis bienes, de mis caballerizas, de mis buitres y de los halcones de mi montería. He hecho ochenta y tres campañas y espe­diones; he concluido diez y nueve tratados con los polovtkys, ó polacos; les he cogido ciento de sus prin­cipes, á quienes he devuelto la libertad; y he hecho morir á doscientos precipitándolos en los rios. Nadie ha viajado con mas rapidez que yo: partí una mañana de Tchernigof, y llegué á Kief antes de anochecer. (Faltan algunas letras) caidas de caballo he sufrido en mi juventud!
Me herian en los pies, en las manos, me rompia la cabeza contra los árboles; pero el Señor velaba sobre

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