viernes, septiembre 30, 2011

Viage ilustrado (Pág. 590)

de V... Era señor en lo temporal y espiritual del mismo pueblo, y estaba apreciado generalmente. Su esposa, muger altiva y colérica, no podia endulzar sus dias, y el marqués mas bien por libertarse de su presencia que por afición, se entregaba con ardor al ejercicio de la caza. En una de sus espediciones conoció á una joven bonita, hija del farmacéutico de una aldea cercana, y agradándole su amable carácter, dio en frecuentar su trato, aunque sin romper los deberes conyugales. La soberbia marquesa supo muy en breve estas inocentes relaciones, y dándoles mas importancia de la que tenian, ardiendo en celos, y herida profundamente en su orgullo al verse reemplazada (según suponía) por una miserable boticaria, concibió el execrable designio de quitar la vida á su esposo. Un día hizo llamar á un su colono llamado Alonso, hombre de grandes fuerzas, pero de cortos alcances. Sin emplear largo tiempo en preámbulos, la marquesa le propuso, ó ser desposeido de la tierra que llevaba en arriendo, privándole de este modo de los únicos medios de subsistencia con que podia contar él y sus hijos, ó adquirir la propiedad de la misma tierra, cuya donación legal tenia ya prevenida, y un bolsillo lleno de oro, si le ayudaba a matar al marqués. Resistióse al pronto el labrador, pero cediendo al fin á las sugestiones de su pérfida ama, acordaron juntos el medio de llevar á cabo el designio de esta. Era ya entrada la noche cuando el marqués, después de pasar casi toda la tarde en compañía de la hija del farmacéutico, llegó á su palacio, y encontrándose algún tanto fatigado é indispuesto, se acostó. Su esposa, fingiendo el mayor interés, le dio por su misma mano una bebida calmante según dijo, pero que contenia un activo narcótico que sepultó en un profundo sueño al desdichado marqués. Pasadas algunas horas, y cuando en el palacio reinaba el mas completo silencio, Alfonso llevando en su mano una soga y un hacha de partir leña, y precedido déla marquesa que le alumbraba, se dirigió al lecho de su amo. Obra fué de un instante el echarle al cuello un estrecho lazo, y descargarle tan terrible golpe en la cabeza, que los sesos de la víctima se derramaron por la cama y el suelo. Sin embargo, al recibir el golpe mortal, despertó por un instante de su letargo, y murmuró el nombre de su muger. Esta y su colono que temblaba horrorizado del asesinato que acababa de cometer, arrastraron el cadáver hasta una bodega en que habia varios arcones para guardar el grano, llamados en Galicia huchas, y bajo uno de estos pesados muebles, y á poca profundidad, lo sepultaron, Después la marquesa, ayudada de su cómplice, hizo desaparecer las manchas de sangre, y las demás muestras que pudieran dar indicio del crimen, é hizo que Alfonso ensillase el caballo favorito del muerto, y que con la levita de este ensangrentada lo pusiera á la orilla del rio que solia atravesar diariamente, para hacer creer que algunos salteadores le dieron muerte, y arrojaron su cadáver al rio. En efecto, al rayar el día siguiente, dos labradores que iban al trabajo, encontraron el caballo pastando tranquilamente, y á pocos pasos la levita sangrienta del ginete, y esparcieron la alarma en el pueblo y en la familia. La marquesa fingió el mas desesperado sentimiento, y Alonso, que desde algún, tiempo vivía en el palacio, aseguró que su amo le habia ordenado al acostarse la noche anterior, que á las doce de la misma le despertase y aparejase el caballo, pues tenia que emprender un largo viage que quería que nadie lo supiese. Quedóse acallado por entonces este suceso, y se pasó mas de un año sin que nadie volviese á recordarlo, cuando la justicia divina que no duerme dispuso que tan execrable crimen no permaneciese impune, y lo descubrió de este modo. Un sargento del regimiento de infantería de Asturias, que iba á una comisión del servicio, con ocho soldados y un cabo, hizo alto en este pueblo con su pequeña partida con objeto de descansar una ó dos horas , y se dirigió á la única taberna que en él habia para tomar un bocado. Desde luego llamó su atención el grandioso palacio que á pocos pasos se descubría, y preguntó á la tabernera quien era su poseedor. La muger que era tan habladora como suelen serlo las de su profesión, no solo le refirió que pertenecía al joven marqués de V... capitán del regimiento de las Ordenes militares, sino también toda la historia de la familia, desde los mas antiguos tiempos, y por último la misteriosa desaparición del último marqués, añadiendo en voz baja que en el pueblo se decía que en en casa estaba, y que en ella le habían asesinado, pues que por mas pesquisas que la justicia hiciera para encontrar el cadáver, y averiguar el nombre del matador, nada habia logrado. El sargento atendía poco á esta historia que nada le importaba, y seguia tranquilamente dando fin á una buena tortilla de magras, que su interlocutora le aderezara, cuando echó de menos á un perro á quien quería mucho. Salió en seguida á buscarlo por el pueblo, y se volvía ya disgustado á la taberna por no haberlo encontrado; mas se le ocurrió de pronto si podia haberse entrado en el palacio del marqués, y se dirigió allí. Estaban abiertas de par en par las puertas de una gran bodega llena de arcones, la misma en que estaba someramente sepultado el marqués y en ella varios labradores midiendo grano, cuya operación presenciaba tranquilamente la señora vestida de rigoroso luto, y sentada en un gran sillón, y su antiguo colono Alonso, envuelto en una luenga levita, como ascendido á la clase de mayordomo y confidente, después del asesinato de su amo. Al entrar el sargento en la bodega vio á su perro que con estraordinario afán socavaba con las patas delanteras la tierra á los pies del arcon que cubría el cadáver, atraído sin duda por el olor á carne podrida. En el mismo momento reparaba la marquesa en el pobre animalejo, y justamente alarmada, dijo con imperio á su complice: «Alonso, mátalo.» Iba este á descargarle un palo, cuando se sintió cogido por detrás (pues estaba vuelto de espalda á la puerta), por el fuerte brazo del sargento que le dijo con voz brusca: «Te guardarás bien de hacerlo, gran picaro.» Volvió la cabeza Alonso, y al verse cogido por un militar con fornituras, signo inequívoco de estar de servicio, creyó iba á prenderle, y alarmado por su conciencia no pudo contenerse de gritar: ¡Ay, ama mia!... estamos descubiertos!... La marquesa logró conservar su serenidad, y altiva como una verdadera señora gallega del siglo pasado, dirigió los mas imperiosos denuestos al sargento, por haberse atrevido á allanar su casa, y poner la mano á uno de sus criados, y le amenazó de hacerle salir á palos, si no despejaba en el momento. El sargento justamente resentido por tan insultante lenguaje, y tomando en cuenta la esclamacion del mayordomo, comenzó á concebir sospechas, y contesto á la marquesa: Si, señora, me iré pero después de aclarar el misterio que hay debajo de ese arcon, pues no era posible que V. S. se enfurecie–

lunes, septiembre 26, 2011

Viage ilustrado (Pág. 589)

maestra del género churrigueresco, debida al obispo Arango, y el suntuoso monumento que solo se usa el Jueves Santo, y que es una copia exacta del famoso de Sevilla, aunque no tiene mas que una fachada. El claustro nada ofrece de notable mas que su mucha estension y algunas inscripciones de los siglos medios. La sillería de coro es de mucho mérito. En él hay dos grandiosos órganos. La catedral está servida por un cabildo compuesto de un obispo, nueve dignidades, veinte y un canónigos, ocho racioneros, y suficiente número de capellanes y otros ministros. La mejor iglesia de la ciudad, después de la catedral, es la de los dominicos. La del convento de franciscos y de monjas de la misma orden, ó sea de la Concepción, son bastante regulares y aseadas. Hay ademas la capilla de la Misericordia, la de San Telmo, en que se enseña el lugar donde falleció el santo (pues esta iglesia se levantó sobre el solar de la casa en que moraba en el siglo XIII) y otras varias en las cercanías. La única parroquia de la ciudad es la catedral. En la plaza está la casa consistorial, que es grande, y el hospital de caridad, de fábrica moderna, y también de bastante estension. Tiene Tuy una casa de espósitos, un teatro, dos cuarteles, varios edicios que estuvieron destinados á cuerpos de guardia y almacenes de pólvora, y fortificaciones que rodean toda la ciudad, aunque enteramente destruidas. Sin embargo, por una de aquellas anomalías tan frecuentes en nuestra patria, Tuy, á pesar de tener en escombros sus murallas, y clavados ó rotos sus antiguos cañones de hierro, está en la categoría de plaza fuerte de segundo orden, y tiene un gobernador de la clase de brigadier, un mayor de plaza, ayudante, etc. Hay también una cátedra de latinidad, aduana de segunda clase y juzgado de primera intancia de ascenso, que contiene cincuenta y una parroquias. El obispado estiende su jurisdicción á doscientas sesenta y dos. Antes era Tuy cabeza de una provincia que llevaba su nombre, y era una de las ciudades de voz y voto en Córtes. Celebra tres ferias al año y mercado los jueves. Su comercio es bastante considerable con Portugal, y consiste principalmente en la esportacion de granos y ganado. La industria mas común son las lencerías y fábricas de sombreros ordinarios, licores y curtidos. Tiene Tuy cuatro mil doscientos doce habitantes.
Al salir de Tuy se atraviesa la hermosa vega llamada del Oro, dicha asi del rio del mismo nombre que va á reunirse al Miño, y que se cruza por un largo puente de piedra. Esta vega tiene una particularidad que la hace ser única en España, y consiste en que á semejanza del Bajo Egipto, es fecundada todos los años por la inundación periódica del Miño, que deposita en ella sedimentos, que la proporcionan estraordinaria fecundidad. Para que la semejanza sea mas completa, la vega de que hablamos forma una delta ó triángulo, cuya base, que es la ribera del Miño, tiene media legua de longitud, y la altura ó sea la distancia desde el rio al vértice, un cuarto de legua. A la derecha y á la orilla del rio, están los baños termales de Caldelas, que quedan también cubiertos por la inundación periódica, y por lo que las habitaciones de los bañistas se forman de chozas ó barracas, que desaparecen con la estación de los baños. Al frente de Caldelas, y en la margen opuesta del Miño está la villa portuguesa de Monzón. Hay una pequeña aldea llamada la Franqueira, que dista de Tuy cuatro leguas, y en la que nada hay de notable mas que el antiguo priorato de monges bernardos y su iglesia, que por ser parroquia permanece abierta al público. En ella se venera una efigie de la Virgen, hecha de piedra, de antigüedad muy remota, y que estuvo antes en una ermita, hoy derruida. Se le da el título de Nuestra Señora de la Franqueira y se celebra en su honor una muy concurrida romería en la Pascua de Pentecostés. Sin detenernos en la Cañiza, aldea cabeza de un partido judicial con cuarenta y una parroquias, ni hablar del suntuoso ex-monasterio de monges bernardos de Melon, notable por su capacidad y buena arquitectura, y que pertenece ya á la provincia de Orense, pasemos á Rivadavia. La muy antigua villa de Rivadavia está situada entre los montes de Santo Domingo y Santa Marta, y á la orilla del Abia (que á corta distancia de la población se reúne al Miño), sobre el cual tiene un puente de piedra de tres arcos, que forma parte de la carretera de Vigo á Castilla. El valle en que se asienta, conocido con et nombre de Rivero de Abia, es muy fértil y delicioso, y notable mas que por otra consideración por los escelentes vinos que produce, muy semejantes á los de Andalucía, en especial el denominado tostado. Hay ademas mucho trigo, centeno, cebada, maiz, frutas delicadísimas, caza menor y pesca de anguilas, truchas, lampreas, sábalos y algunos salmones. Rivadavia es cabeza de un partido judicial y ayuntamiento, tiene cuatro parroquias y dos conventos que fueron de franciscos y dominicos, un palacio de sus condes y trescientas treinta y cuatro casas habitadas por 1.315 almas. El origen de esta población es remotísimo, y por lo mismo desconocido. Llamóse Abobriga, cuyo nombre envuelve la misma idea geográfica que el actual de Rivadavia. Plinio menciona esta ciudad en los galaicos bracarenses, y muy próxima al Minius, como efectivamente está. En otros tiempos tuvo mucha mas importancia que la que conserva hoy. El rey de Galicia don García, hijo de Fernando I de Castilla, tuvo su corte en esta villa, y su palacio estaba donde ahora el convento de Santo Domingo. Las armas de la villa son en campo azul, puente de plata sobre ondas con castillo encima, y en medio el sol y la luna. En Rivadavia nació en el siglo XVI el célebre teólogo dominico Tomás de Lemus. El rey don Fernando el Católico erigió esta villa en condado, concediendo este título á don Bernardino Sarmiento. La familia de este nombre es una de las mas ilustres y antiguas de Galicia, y lleva por armas en escudo rojo trece roeles de oro.
Pásase luego á Orense, después de recorrer algunos pueblos insignificantes, entre ellos Castrelo de Miño, en el que se ven los vestigios de un puente, y una buena iglesia dedicada á Nuestra Señora, que sirve de parroquia, y que pertenece á la orden militar de San Juan, y es por lo mismo de la jurisdicción del vicario de la encomienda de Incio y Osoño. Cuéntase alli la historia siguiente, que encierra la escelente moralidad de que Dios castiga tarde ó temprano los delitos por ocultos que sean, y valiéndose á veces de medios al parecer insignificantes.
Vivia en uno de los pueblos de esta provincia de Orense (1) á mediados del siglo pasado, el marqués

(1) Este hecho es histórico en todas sus partes. Vive y lleva el título del personage de que aqui se habla, su biznieto.

jueves, septiembre 01, 2011

Viage ilustrado (Pág. 588)

ascendientes de este linage, que era conde ó gobernador de una ciudad, cercado de los moros, se defendió por tanto tiempo, que apurados todos los víveres, se vio precisado él y los suyos á alimentarse de correas, puestas á ablandar en agua caliente. Habian llegado los cercados al último estremo cuando un águila atravesó los aires y dejó caer en la plaza sitiada una enorme trucha que en el pico llevaba. Varios hambrientos se arrojaron sobre ella con afán, pero el conde les hizo conocer que una trucha no era suficiente para todos, y que era mejor regalarla al general sitiador. Convinieron, y los moros creyendo que en la plaza sobraban las vituallas, levantaron el cerco. Por eso el escudo de los Correas, consiste en una águila negra con corona condal, una trucha de plata en el pico, y en el pecho un escudete, donde en campo de oro hay trece correas rojas cruzadas, todo ello en campo de plata.»
A tres leguas de Goyan, rio arriba, se halla la antiquísima ciudad de Tuy, tan antigua, que todos nuestros historiadores convienen en que lleva á Roma muchos siglos, pudiéndose reputar por lo mismo, por una de las primeras poblaciones de Europa. Su fundación se atribuye al griego Diomedes, hijo del príncipe Tideo, que en honor de este la impuso el nombre de Tyde. Aquel era uno de los muchos aventureros que aportaron á estas regiones después de la ruina de Troya. Es también conocida en la historia con los nombres de Tude, y Tudem–Graviorum, porque era la capital de los gravios, uno de los pueblos ó confederaciones en que estaba dividida la Galicia primitiva. En la primera época estaba fundada esta ciudad en un delicioso valle distante media legua donde ahora hay una aldea denominada Pazos de Reis; Palacios de reyes. El año de Roma 619 fué Tyde conquistada por Decio Junio Bruto, gobernador de la España Ulterior, y conservó grande importancia durante la dominación romana, siendo una de las estaciones de la via militar, que conducía á Bracara Augusta. Fué una de las primeras poblaciones que se convirtieron al cristianismo, teniéndose por su primer obispo á San Epitacio, discípulo de Santiago, y martirizado en esta ciudad en tiempo de Nerón. También se refiere á aquellos primeros dias de la persecución, el martirio de San Julian y otros compañeros en un monote cercano llamado Alloya. Los obispos de Tuy son muy nombrados en los concilios toledanos del tiempo de los reyes godos. Egica envió en 698 á su hijo Witiza por virey ó gobernador de Galicia, y fijó su córte en Tuy. En tiempo de Mariana permanecían las ruinas de su palacio en la citada aldea de Pazos de Reis, y aun hoy se ven escombros. Durante la residencia en Tuy de Witiza tuvieron lugar los amores de este con la duquesa de Cantabria, á quien llaman Luz, y la muerte de su esposo Favila de mano de aquel y de un bastonazo. En aquel tiempo, según las probabilidades, nació en Tuy de los referidos Favila y Luz el célebre don Pelayo, el restaurador de España en Covadonga. En 738 acometieron los moros esta ciudad, que se resistió denodadamente, y la arrasaron. En 744 la restauró Alfonso I el Católico, pero volvió á caer en poder de aquellos que trasladaron la población en 766 á lo alto del monte Alloya, y en un sitio que se llamó Cabeza de Francos, con una cerca de media legua en contorno, y de tres varas de espesor, con altas torres que aun subsisten en su mayor parte. La catedral se fijó entonces en el monasterio de San Bartolomé, que hoy es una parroquia inmediata á la ciudad. Don Ordoño II, recobró á Tuy por segunda vez en 860, y Fernando II de Leon, en 1170, trasladó la población al sitio que hoy ocupa en una colina á la orilla del Miño, edificando en la cima la catedral y palacio del obispo en forma de fortaleza. La reina doña Urraca, había concedido al obispo y cabildo de Tuy el señorío espiritual y temporal de la ciudad, que conservaron hasta nuestros dias. Por su posición fronteriza á Portugal fué Tuy siempre punto importante, hablando militarmente, y sufrió varias invasiones de los portugueses. Pinta en sus armas una media luna de plata y tres estrellas de oro, en campo azul, timbrado el escudo de una corona real. Dícese que las estrellas aluden á tres batallas ganadas á los moros, pero otros aseguran que representan á los tres reyes, Alfonso I, Ordoño II y Fernando II, conquistadores y repobladores de la ciudad. La corona real es en recuerdo de haber sido la corte de Witiza. Tuy es patria de varios hombres célebres, entre otros del famoso Lucio, poeta lírico, que adquirió en Roma gran nombradla, del inmortal rey don Pelayo, de San Hermogio, su obispo, y de su sobrino San Pelayo, mártir que conducido á Córdoba en rehenes por librar á su tio que estaba cautivo del famoso Almanzor, padeció martirio por conservar ilesa su pureza, por lo que dijo el erudito P. Isla.


«Entonces fué cuando Pelayo niño
Mártir de la pureza ilustró al Miño.


Tuy se hizo célebre también por la erudición de muchos de sus obispos, entre los que debemos citar á los renombrados historiadores don Lucas de Tuy y Fr. Prudencio de Sandoval. El aspecto de la ciudad, por cualquier lado que se la mire, no puede ser mas pintoresco, pues está edificada en anfiteatro, en lo alto la catedral y palacio del obispo en forma de castillo con torreones, almenas, y ladroneras, y á su alrededor tres ríos, entre los que se cuenta el magestuoso Miño, que besa sus antiguas murallas. Añádese á esto un delicioso jardín de algunas leguas, que tal puede llamarse la incomparable campiña que circunda la vieja ciudad de Diomedes, de Witiza y de Pelayo, y podrá formarse el lector una idea del bello panorama que se desplega á la vista. El interior de la ciudad no es tan agradable como el esterior, pues las calles son estrechas, tortuosas, y algunas muy costaneras. El edificio mas notable es como de costumbre en España, la catedral. Ofrece desde luego bastante novedad por su doble consideración de castillo y templo. Su interior ostenta una arquitectura bárbara, propia del siglo XII en que se construyó, pues se compone de gruesas y tosquísimas columnas, cuyos chapiteles están formados por multitud de monstruos, hombres, animales, flores, etc., que sostienen arcos que son ya casi ojivas. Tiene cuatro naves y nueve capillas. Entre eslas sobresalen la del Sacramento, con un grandioso retablo dorado, de gusto moderno; la de Santa Catalina, que tiene seis altares, uno de los que está dedicado al mártir San Pelayo, y la de San Pedro Telmo, patrono de la ciudad y del obispado. El altar mayor de esta sirve de relicario, que es muy rico, y en el que se conservan, entre otros cuerpos, el deleitado San Telmo. En ella está el panteón subterráneo de los obispos. También llama la atención el inmenso retablo de la Espectacion, obra