martes, agosto 21, 2007

Viage ilustrado (Pág. 44)

de la nobleza rusa, deben sorprenderse muchísimo cuando lean ó recuerden los reglamentos que Pedro I creyó conveniente publicar en su época, hace ya cer­ca de siglo y medio. Todo lo que se referia á la reunion de una asamblea estaba proscrito por esta ley singular, que comienza por definir lo que era una asamblea, cosa muy poco conocida á la sazon en Ru­sia, y para cuya esplicacion era preciso emplear muchas palabras.

Vista de la lonja de San Petersburgo

La riqueza y esplendor de la córte de Rusia sobrepujan á cuanto pudiéramos nosotros decir. Hállanse muchas cosas que participando de la incomparable magnificencia asiática tienen además el refinamiento ingenioso y culto del lujo europeo.
El clima de la Rusia es estremadamente aspero. Un médico inglés que por espacio de once años fijó su residencia en ella, observó que el frio de San Petersburgo, segun el termómetro de Fahrenheit, duran­te los meses diciembre, enero y febrero, es comunmente de 8 á 15 ó 20 grados bajo cero, es decir, de 40 á 52 grados sobre la nieve, si bien es lo gene­ral que en el curso del invierno descienda algunos grados mas por espacio de ocho á diez dias. El mismo escritor advierte que es muy difícil para un habitante de nuestros climas templados, el formarse una idea de un frio tan terrible, y refiere que cuando una persona sale en esta estacion rigurosa, el frio le hace verter lagrimas que se hielan inmediatamente, quedándose suspendidas en las megillas en forma de copitos de nieve. Como la gente del pueblo tiene la costumbre de llevar la barba larga, se ven á veces pendientes de ellas gruesos copos. No obstante esta circunstancia, la barba es en estremo socorrida para proteger las glándulas de la garganta, y los soldados que no la usan no tienen mas remedio que liarse un pañuelo; todas las partes del rostro que permanezcan descu­biertas tienen la esposicion de helarse. Se nota con bastante frecuencia que todos aquellos que son ataca­dos del helamiento lo ignoran hasta que otro les ad­vierte de ello, y en este caso el remedio es frotarse con nieve la cara. Esta frotacion y la de una flanela, son los recursos que ordinariamente se emplean; pero si se tiene la imprudencia de aproximar al fuego ó bañar en el agua la parte afectada, esta sufre una gran mortificacion, y queda inmediatamente destruida.
«Por espacio de tres dias, dice Coxe, del 9 al 11 de enero de l778, el frío fué tan intenso como jamás se habia esperimentado en San Petersburgo, pues el mercurio descendió hasta los 63 grados de congelacion (1). Este frío, sin embargo, no me obligó á que­dar en cama; salí como de ordinario, sin otra precau­cion que la de envolverme en una piel, en unas botas y un gorro á propósito, con lo cual, y un sol brillante que hacia, ni aun me parecía desagradable este tiempo. El 12 por la mañana, atravesando la ciudad ví muchas personas que habían esperimentado los efectos del frío de una manera peligrosa, notándose en sus megillas grandes marcas como si se les hubiese pasado por ellas un hierro candente.
»Las gentes del pueblo, sin embargo, continuaban en sus trabajos como de costumbre. Los cocheros ma­nejaban sus trenes por las calles sin hallarse al pare­cer afectados, llevando las barbas llenas de copos y los caballos llenos de nieve. El pueblo no aparentaba ha­-


(1) El invierno durante el cual el profesor Braun hi­zo el ensayo de helar el mercurio, fué tan rigoroso, que el termómetro de Fahrenheit señalaba 65 grados.

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