lunes, julio 30, 2007

Viage ilustrado (Pág. 27)

mismos territorios en que domina; ¿pero pueden hacer valer su sagrado derecho para emanciparse de sus señores? ¿Puede la Polonia, por si sola, conquistar si independencia? Creemos que no, desgraciadamente. Y la Rusia está bien interesada en que no se despren­da de su corona imperial esta rica piedra de que se ha apoderado para aumentar su grandeza.
Nadie mas dignamente que Catalina podia reemplazar á Pedro, porque ella continuaria en la grande obra emprendida por su esposo, y á la cual no ha­bian sido indiferentes sus consejos.
En los pueblos sometidos al despotismo, parten generalmente las reformas del palacio; él impulsa al movimiento que siguen los súbditos. Si en estos se abriga alguna idea de libertad, y está socavada la obediencia, la revolucion es el resultado. La mision entonces de un buen monarca es anticiparse á los de­seos de su pueblo, si son justos, ó precaver las fatales consecuencias que podrian originar, si no lo fueran, y les opusieran una resistencia imprudente.
Pedro queria prosiguiera su obra, y por eso hizo emperatriz á Catalina, con el fin de que si le sobrevivia mejorara lo hecho por su esposo.
Catalina era graciosa, de bonita fisonomia, y de muy buen sentido. Alegre siempre, se confundia su jovialidad con esa viveza de imaginacion que la han atribuido en tan alto grado algunos escritores. Estas circunstancias que la adornaban, imprimieron á su corto reinado, que solo duró dos años, cierto carácter de dulzura, que contrastaba notablemente con el largo y feroz de su esposo.
Ella modificó el bárbaro rigor de las leyes criminales; aminoró los insoportables impuestos que desesperaban á las clases pobres, y velando tambien por las provincias recientemente conquistadas, envia á ellas gobernadores que las traten con la suavidad que no se habia acostumbrado hasta entonces.
No se distinguió en efecto su reinado con ningun hecho glorioso de armas; poco afecta á la guerra, deseaba permanecer en paz con sus vecinos; asi que en vez de ganar batallas, se procuró el afecto de las córtes estrangeras, y en hacer alianzas, concluyendo con los gabinetes de Viena, Berlin y Madrid, un tratado contra la Francia, la Dinamarca y la Inglaterra.
Cumplia apenas treinta y ocho anos, cuando la ar­rebata la muerte. En su testamento confiere la corona al hijo de Alejo, á quien algunos acusaban de haber sido causa de su fin. No podia darse mejor mentís á tales imposturas cuando le preferia sus hijas.
Estableciese un consejo de estado hasta la mayo­ría del joven emperador, compuesto de Ana, Isabel, el duque de Holtein, Mentzikof y cinco senadores, todos los cuales habian recibido sábios consejos para la conservación del imperio y del órden.
El reinado Catalina fué un intérvalo de descanso para la trabajada Rusia, conmovida toda por el czar. Necesitábale para arraigar las reformas introducidas; para asegurar sus nuevas é importantes adquisiciones, y para continuar su engrandecimiento.
La historia de Rusia se señala ahora con uno de esos horribles espectáculos que han afligido á la humanidad. Ambiciones, ingratitudes, suplicios, vicios y crímenes por todas partes, y sumido el pueblo en un marasmo, del que le sacó Catalina II, la grande Catalina, que se apodera del trono haciendo asesinar á su marido, ó consintiéndolo al menos.
A la muerte de Catalina I, Mentzikof, en cuyas manos estaba el poder, reunia una ambicion desmesurada á la mas insaciable codicia. Bajo el reinado de Pedro, las exacciones de este favorito habian sublevado los clamores del pueblo, aunque el senado le habia condenado a muerte, triunfa de sus acusadores, gracias á la amistad que le concedia el czar. Pierde luego el favor de éste; pero vuelve á adquirirle en el reinado de Catalina, y a tanto se eleva su ambicion, que aspira á la corona imperial enlazando á su familia con la de los czares. Este propósito le hizo aumentar sus escesos y su crueldad; y como soberano señor de la Rusia sacrificó á una gran parte de la nobleza, que por oponérsele, fué diezmada. Los suplicios se reproducian diariamente, y hubiera terminado con todos sus enemigos si estos no se anticiparan á ganar el afecto de Pedro II Alejowitch, que derribó al favorito ministro de la cumbre del poder relegándolo á la Siberia pobre y desnudo de títulos y honores.
Supo, sin embargo, Mentzikof hacerse mas grande siendo pobre que opulento, pues privándose de las co­sas mas necesarias ahorró lo bastante como para erigir un templo donde se entregó completamente á Dios, ha­llando en las oraciones religiosas la dulce paz del al­ma que le habia negado su inmensa grandeza.
Pedro II disfrutó bien poco del trono y de la vida, que dejó uno otra á los quince años de su edad, su­cediéndole Ana Ivanowna, que acepta la corona que la proponen á la par de una especie de constitucion que habian formado los grandes señores y dignidades del imperio para poner algunos limites al despotismo imperial. Acuerdo inútil en un pueblo que desconocia sus propios derechos. Asi se vio en breve destruida esta obra y entronizado Biren, favorito de Ana, que desplegó una crueldad inusitada.
El verdadero soberano de la Rusia era Biren, este ambicioso estrangero cuya entrada en el imperio le fué negada cuando ascendió Ana al trono.
Hecho conde y cargado de honores y condecora­ciones, se le deja el imperio á su discrecion; consigue, aunque á cara costa, ser duque de la Curlandia, y lle­gando así al mas alto grado de la fortuna, se baña gozoso en la sangre de los nobles rusos, haciendo espirar en el suplicio á veinte y cinco mil. En vano la emperatriz Ana implora por las víctimas, le suplica, se arroja á sus pies, él la rechaza impulsado por una rabia feroz. Bastaba haber nacido en Rusia para estar incapacitado de obtener cualquier empleo ó dignidad. «Los rusos, decia, no deben ser gobernados mas que por el látigo y por el hacha.»
Ana, cuyo corazon era nuturalmente bueno, estaba tambien subyugada, y solo podia llorar la desolacion del imperio, cuya corona llevaba tan indignamente.
Para hacer mas crítica la situacion de la Rusia se renuevan las hostilidades con la Puerta, y despues de tres años de una guerra casi infructuosa donde se vió el estado de postracion á que habia llegado el ejército ruso, al que tenian que hacer andar á cañonazos, se firmó en 1739 la paz de Belgrado.
Al año siguiente muere Ana, responsable á los ojos de la posteridad de la sangre con que manchó los diez años de su reinado, ó mas bien del de su amante Biren.
Si grande habia sido el poderío de Biren durante la vida de Ana, no lo fué menos á su muerte. Nombrado regente del Estado durante la minoría de Ivan IV, continúa siendo tan soberano de su pequeño principe, como de la Rusia. Su orgullo, su ambicion y tiranía

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