jueves, julio 12, 2007

Viage ilustrado (Pág. 21)

Le interesaba tenerle sumido en la mas crasa ignorancia y abandonarle á los escesos de una juventud pervertida. Pero su propio genio es superior á todo, y triunfa, asi corno sabe triunfar de cuanto le repugnaba.
El mismo que de niño temblaba de pavor al pasar el puente de un arroyo, se espone luego al embate de las olas en una frágil barquilla, solo por vencer su miedo. Conociendo la importancia de la marina, se arraigar este pensamiento en su imaginacion, y no le domina otro deseo que el poder rivalizar por mar con otras naciones. Nombra almirante á su amigo Le Fort, y aunque no tiene buques que poner á sus ór­denes, sabe que los tendrá, porque quiere tenerlos, y esto le basta.
Su ejército carece de instruccion, sobre todo, de aquella instruccion práctica que forma los buenos sol­dados. Al efecto prepara un simulacro; pero queriendo ver la verdadera imágen de la guerra, hace construir un fuerte, le da defensores, prepara á otros el ataque, y esto, que parece simulacro, es una formal accion, en la cual hay muertos y heridos; siéndolo considerablemente Le Fort, que mandaba las fuerzas. Estos eran en efecto juegos sangrientos, pero aguerrian á los soldados.
En 1695 va Pedro á la guerra contra el turco, en clase de voluntario; pelea, pero son vencidos los ru­sos por la traicion del aleman Jacob, oficial de artille­ría, y se retira el ejército. Muere en este intermedio Ivan, aplica Pedro sus rentas para armar una espedicion que rescate el honor do las armas rusas, empieza á formar contra los turcos una flota de nueve buques, bien coronados de cañones, con su correspondiente ejército; y á fin de atender á tantos gastos como eran necesarios, exige que los principales señores y los mas ricos negociantes contribuyesen al efecto. Cree tambien que los bienes eclesiásticos deben servir para la causa comun; y obliga al patriarca, á los obispos y á los archimandritas, á contribuir á este esfuerzo que se hacia para el honor de la patria y beneficio del cristianismo.
Preparado todo, se embarca Pedro en uno de los navios como capitan de marina. Encuentran cerrada la entrada del puerto; pero se vencen todos los obstáculos, y merced á la acertada direccion del sitio, encomendada á Le Fort y al inglés Gordon, se rinde Azof.
Pedro se propone solemnizar este triunfo de una manera que entusiasma á los pueblos, y dispone la en­trada de los vencedores en Moscou, como la de las legiones de Pompeyo en Roma. Asi lo ejecuta, y él mismo contribuye á las aclamaciones, no ocupando otro lugar que el de capitan de navio, formando en clase de tal el cortejo de sus generales que le precedian. A fin de que nada faltara á este triunfo, y de se trasmitiera, fabricó la primera medalla que se hizo en Rusia. En el anverso se lee: Pedro I, empe­rador de Moscovia, siempre augusto. En el reverso, Azof, con estas palabras: Vencedor por el fuego y por las aguas.
La esperiencia enseña á Pedro que tenia mucho que aprender para elevar á su nacion á la altura de los demas pueblos del continente, cuya superioridad en todo era evidente. Comprendiendo que solo él po­dría trasmitir á su nacion los adelantos de las demas y que, para aprenderlos él no le bastaba solo saber­los, sino estudiarlos, y en el terreno, se decide á via­jar; pero no como soberano, que se veria privado á descender á los detalles de las cosas, sino como obre­ro, para poder penetrar en los arsenales y talleres, trabajar en ellos y aprender asi para saber enseñar. Preocupado con esta idea, no descansa hasta ponerla en ejecucion.
Al mismo tiempo reparte si sus jóvenes compañeros en diversos paises a adquirir conocimientos de todo género.
Dispuesto ya su viage, prepara Pedro una emba­jada á Holanda, y él se confunde entre la comitiva. Despues de recibir algunas humillaciones de los sue­cos en Livonia, llegan á Amsterdan, le visita Pedro y se hace inscribir en Saardam, como simple carpintero.
El gobierno, en tanto, del imperio le dejo enco—


Casa de Pedro el Grande en Saardam

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