lunes, julio 02, 2007

Viage ilustrado (Pág. 14)

plicarse estos sucesos despertaron en él pensamientos de ambicion: de gefe de ladrones queria hacerse conquistador (lo cual no era entonces... mas que cambiar de nombre): él, que sorprendia antes á los viageros en los caminos, resuelve hacer lo mismo con las poblaciones, y lo consigue con feliz éxito: navega en el Volga, penetra en el mar Caspio, efectua desembarcos tan pronto en un punto como en otro, se enriquece con saqueos diarios, llega á la embocadura del Yaih, hace degollar á un oficial de la mesa del emperador, que trataba de hacerle algunas proposiciones de amnistía, derrota luego un cuerpo de strelices, se apodera de la ciudad de Yatskoii y arroja en un foso in­menso á los habitantes y á la guarnicion, ordenando quemarles á todos. Nuevos refuerzos de cosacos aumentan su audacia, y lleva la desolacion á una parte de la Persia; revuelve sobre Rusia, pero se ve en­vuelto y precisado á capitular, aceptando la condicion que le impusieron de que emplearia su genio militar en obsequio del czar. Sanciona este las promesas hechas en su nombre, y Razin, se retira á vivir entre sus compatriotas, conduciendo consigo sus inmensas riquezas. Escitando con ellas la codicia de sus compatriotas, le hacen ponerse nuevamente á su cabeza, y se apoderan de la ciudad de Tsavitsen, que entregan á las llamas. Marchan tropas rusas á batirle; pero abandonan á su gefe y corren á engrosar las filas del bandido, que entra en Astrakan, merced á la deslealtad de la guarnicion: inmolan á cuantos encuentran, y el mismo Razin, embriagado y furioso, recor­re las calles dando de puñaladas á las mugeres, á los niños, á los ancianos, á cuantas personas puede alcanzar a pesar de su estado beodo, y arroja de lo alto de una torre á un príncipe y á su hijo. Marcha luego á Saranof, cuyas puertas le abren; circula con profusion proclamas incendiarias y se aumentan sus filas prodigiosamente. Sus pensamientos eran de conquistar la Rusia, y se prepara á caer sobre Moscou; pero contaba con tropas indisciplinadas y solo valientes para con los habitantes indefensos y para el saqueo; y al presentarse las tropas del czar fueron batidas las de Racin y derrotadas. Huye á las orillas del Don, es en­tregado á los rusos y entra en Moscou, no como ven­cedor sino como vencido, y para ascender al suplicio en vez de al trono.»
Tal es la historia de la vida de este bandido, que adquirió una celebridad poco envidiable, y tuvo en conmocion á todo el imperio ruso. Nos hemos detenido algun tanto en describirla, porque á mas de ser un episodio interesante, sirve para caracterizar ciertas costumbres y poder conocer mejor los tiempos de que nos vamos ocupando. ¿Cuál seria el estado de moralidad de un pais, cuando un bandido pone en peligro al mismo czar? Pero lo hemos dicho: estaba reconoci­da tal profesion y tolerada; y esto solo puede dar idea de aquella época. Si las armas le hubieran sido pro­picias a Racin, hubiese entrado en Moscou, inmolado al czar, juzgándolo quizá en un consejo, y ocupado su puesto con aplauso de la nobleza y del pueblo. ¡Desgraciadas las naciones que no tienen otro derecho que el de la fuerza!...
Los últimos años del reinado de Alejo pasaron en medio de una paz profunda, aprovechada en beneficio del reino. Murió en 1676, legando á los rusos una compilacion de leyes llamada Oulagenia, que es la reunion de los diversos ukases á decretos promulga­das despues del código de Ivan IV, los cuales mejora.
El reinado de Alejo fué el preludio de una nueva era en que entraba la Rusia y fueron preparando los Romanof. Dos emperadores iban ya de esta dinastía y era palpable la diferencia que existia entre el año de 1613 y el de 1676.
Todos los historiadores, entre los cuales sobresale el francés Levesque, califican de glorioso el reinado de Alejo, y lo fué sin duda. Vióse en él ceder ese bárbaro prurito de sacrificar á los vasallos, gozarse en verter su sangre y no hartarse de atesorar sus riquezas. Alejo castigaba con deportaciones á la Siberia; pero les pasaba alimentos, y los que iban á aquella region á espiar una culpa, volvian ricos, si habian sa­bido emplear su actividad é inteligencia.
La ilustracion, las artes, las ciencias, todos los ramos del saber humano habian recibido un nuevo im­pulso de los Romanof, construyéndose en tiempo de Alejo los dos primeros navíos que tuvo la Rusia y vi­nieron á escitar mas adelante el entusiasmo de Pedro, que contaba cuatro años á la muerte de su padre Alejo.
Fedor ocupa el trono, que ya se habia hecho hereditario, y muere á los cinco años de su reinado y á los veinte y uno de su edad, sucumbiendo á la debilidad de su físico.
Durante su gobierno ejerció el poder sir ministro Gallitzin, que supo humillar la altivez de los turcos protegidos por los tártaros.
A raya el enemigo esterior, se propuso pacificar las enconadas disensiones de la nobleza rusa, que amenazando trastornar la tranquilidad del Estado, se veía imposibilitado el poder de contar con unos súb­ditos, que ocupados solo en rivalidades de familia, no podia reunirlos, ni habia medio de conciliar sus orgu­llosas cuestiones.
Envanecidos los nobles con la antigüedad de su linage, consideraban indigno de su preclara estirpe el estar á las órdenes de otro noble, cayo abuelo hubiera sido inferior al suyo. De aqui nacian cuestiones sin término, que embarazaban y cansaban al tribunal que las decidía. Para evitar esto é impedir tambien las consecuencias que ya empezaban á vislumbrarse sobre ciertos privilegios ó derechos de familia, pidió Fedor III, ó mas bien Gallitzin, que se presentaran los títulos de cada casa, á fin de arreglar exactamente las clases, y cuando los tuvo todos en su poder los entre­gó á las llamas.
Este acto despótico fué un manantial de bienes para la Rusia. Cortadas así de raíz las disensiones, no hubo mas distincion de familias que la que él estableció. Tal resolucion impuso ademas á los nobles, que solo pensaron luego en conquistar el afecto del sobe­rano. Perdió sin duda la historia un tesoro de docu­mentos; pero ganó la tranquilidad del imperio y se abatió el orgullo de una clase que basaba su nobleza en los títulos de sus antepasados, desmintiendo quizá con su conducta la noble procedencia de su preclaro linage.
Imponiendo por el terror á sus vasallos, sabia lisongearlos alguna vez, ora con benéficas leyes ora convocándolos en un congreso donde se contaron tres­cientos treinta y nueve diputados eclesiasticos, nobles, mercaderes y pecheros. Envanecidos todos con esta especie de deferencia que les rendia el soberano, se aprovechó éste de su poder para dominar completa­mente á todas las clases del Estado que se entregaron como victimas en holocausto del tirano.

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