martes, julio 10, 2007

Viage ilustrado (Pág. 20)

Pedro el Grande
bien defendido por sus jóvenes soldados, los boyardos y la mayor parte de la nobleza. El triunfo era ya del príncipe: encierra á Sofía en un convento, destierra á Gallitzin é impone algunos castigos á los strelices, cuya milicia le iba ya disgustando.
Entonces Pedro reina solo con su hermano Ivan; que muere á poco, 1696.
Cuentan algunos historiadores que en la insurreccion de los strelices para apoderarse del gobierno, en la cual fué decapitado su gefe el príncipe Khavuskoi y su hijo, les acobardó de tal modo estas ejecuciones, á las que se aumentaron otras, que se presentaron con cuerdas y otros instrumentos de suplicio para sufrir el castigo que les dieran. Condenados á diezmarles, resultaron tres mil setecientos, que recibieron los auxi­lios espirituales y se prepararon á morir. «Despídense de sus familias, se dirigen al convento con la cuerda en el cuello y de dos en dos llevando el tajo y un ter­cero el hacha. Llegados al punto, pusieron en él los tajos, en los que apoyaron sus cabezas, y de esta ma­nera esperaron tres horas. Contentáronse los czares con hacer ejecutar á treinta y perdonar á los demas.»
Estas particularidades están omitidas en algunas historias: las creemos verosímiles y por eso las esponemos, sirviendo al mismo tiempo para demostrar el esceso á que llegaba la sumision de los vasallos. Pero tanta como era esta sumision, era estraordinario el fu­ror de aquellos siervos cuando se rebelaban; pues no parecia sino que trataban de vengar en un dia la humillacion de tantos años, y ejercer en pocas horas mas poder que el soberano en todo su reinado.
Los strelices, que habian tenido en sus manos la corona y se veian ahora diezmados, sufrían en silencio su derrota; pero no se dieron por vencidos. Fueron poderosos y creyeron volver á serlo; pero no contaban con que el czar de Rusia era Pedro.
Dueño Pedro el Grande á la edad de diez y siete años del mas colosal imperio de la Europa, iba él solo acompañado únicamente de su genio á variar el as­pecto social, político, religioso, administrativo, mili­tar y comercial de los mas vastos y heterogéneos pai­ses, y de los mas rudos y abyectos habitantes. Poquí­simos ejemplos presenta la historia de tales casos, y teniendo en cuenta muy notables circunstancias, po­demos decir que ninguno.
El interés, el asombro, la admiración, todas esas sublimes emociones que conmueven el alma, escitan los hechos de Pedro. Grandes hasta la sublimidad, novelescos hasta parecer fabulosos, se asemejan mas bien á concepciones de una imaginacion fantástica, que á hechos históricos. Pedro el Grande pasa mejor por el héroe de una novela que por el personage de la historia. Todo es en él romancesco, hasta su matrimo­nio con Catalina, que es tambien la personificacion de la heroina de un romance: esa jóven, pobre, misera­ble, huérfana, viuda de un simple soldado, y que as­ciende desde prisionera al trono, para proseguir la inmortal empresa de Pedro, y para salvarle, y á la Rusia, presenta el tipo de las grandezas que atesora el pueblo en sus masas.
Cuantos nos han trasmitido el retrato de Pedro I nos le presentan de elevada estatura, bien formado, movimientos desembarazados, un temperamento ro­busto, y unas facciones espresivas, haciéndolas sim­páticas las nobles miradas de sus inquietos ojos. Su viva imaginacion alentada por un talento natural, hubiera brillado doblemente á haber recibido otra educacion que la que se propuso darle la princesa (Faltan algunas letras)

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