sábado, abril 30, 2011

Viage ilustrado (Pág. 556)



Catedral de Oviedo


cada uno contiene una urna sepulcral donde están encerrados los restos de cada rey y de su respectiva esposa. En el suelo se ve una gran tumba formada de dos piedras toscas, y que tiene de altura como dos pies. Este es, según se dice, el sepulcro de Alfonso el Casto, el cual tal vez por justa veneración no fué renovado ni movido como los demás. A este panteón le da entrada una verja de hierro, y hay ademas otra puerta tapiada, por la que venían en otro tiempo las comunidades de los cercanos monasterios de San Vicente y San Pelayo, todos los dias á orar sobre el sepulcro del rey Casto, considerado en Asturias como santo. Sobre dicha puerta se ve el largo epitafio siguiente:
En este real panteón yacen los cuerpos de los señores reyes y reinas siguientes: El señor rey don FruelaI1 de este nombre, hijo del señor rey don Alonso el Católico, I de este nombre, quien pobló á esta ciudad, y trasladó esta santa iglesia al sitio que hoy tiene. El señor rey don Bermudo, llamado el Diácono, sobrino del señor rey don Fruela. El señor rey don Alfonso el Casto, hijo de dicho señor rey don Fruela, quien fundó esta real capilla para su real sepulcro y de sus progenitores. El señor rey don Ramiro I de este nombre, hijo del señor rey don Bermudo. El señor rey don Ordoño I de este nombre, hijo de dicho señor rey don Ramiro. El señor rey don Alfonso el Magno III de este nombre, hijo del dicho señor rey don Ordoño. El señor rey don Garcia I, hijo del señor rey don Alfonso el Magno. La señora reina doña Geloira, muger del señor rey don Bermudo. La señora reina doña Urraca, muger del señor rey don Ramiro I, y otros muchos cuerpos de señores príncipes é infantas. Reedificóse el año de 1712. Reinando la magestad católica del señor rey don Phelipe V de este nombre.
Del mismo gusto churrigueresco que la capilla del rey Casto es la de Santa Eulalia de Mérida, patrona de Asturias, cuyas cenizas traídas de aquella ciudad por el rey don Silo, están guardadas en un elegante altar, que en forma de sepulcro ocupa el centro de la capilla. La antigua iglesia de San Miguel, hoy también unida á la catedral, es una de sus preciosidades. Consta de dos pisos: el inferior está cubierto de una fortísima bóveda, y se sube al superior llamado la Cámara santa, por una ancha escalera que arranca desde el crucero de la catedral. La Cámara santa es una bellísima iglesita bizantina (que se cree era la capilla real) de 25 pies de largo y 16 de ancho, y cuja bóveda con varías y delicadas labores, está apoyada en los muros, pero finge sostenerse por seis columnas de diversos mármoles, en las que están entalladas doce figuras, dos en cada una, que representan los doce apóstoles. El pavimento es muy estraño, y consiste en una especie de mosaico de distintas piedras embutidas en argamasa durísima. La capillita que está á la cabecera, tiene el mismo ancho con 18 pies de fondo, pero es mas baja, como en todas las iglesias del siglo IX, y que se conservan en Asturias y Galicia. Esta iglesia ó capilla es bastante oscura, pues no recibe mas luz que por una estrecha ventana que hay al testero. En el centro de la pieza está colocada y sirve de altar, la famosa arca de madera incorruptible, traída de Jerusalen á Cartagena y Toledo, y de aquí a Asturias, por el metropolitano Urbano, cuando la irrupción agarena. Permaneció enterrada en una cueva del Monte Sacro, cerca de Oviedo, hasta la fundación de la catedral; y en el reinado de Alfonso VI, fué abierta con toda solemnidad, y sacadas de ella parte de las muchas reliquias que contenia, y que hoy se ven en la Cámara santa. El arca está cubierta de planchas de plata que tienen esculpidas multitud de figuras, y una inscripción votiva. Muchísimas son las reliquias que se conservan en esta capilla, entre otras debemos recordar una sandalia de San Pedro, un trozo de la vara de Moisés, un pedazo del Santo Sudario, una de las ánforas de las bodas de Cana, los cuerpos de los mártires Eulogio y Leocricia, traídos de Córdoba por Alfonso el Magno, etc. etc. Pero lo que mas nos llamó la atención fueron las dos famosas cruces de la Victoria y de los Angeles que se custodian allí. La primera, que como ya dijimos, es de madera de roble, sirvió de enseña á don Pelayo; fué depositada en la ermita de Santa Cruz de Cangas, revestida de oro y piedras preciosas, en el castillo de Gauzon por Alfonso el Magno, y donada por éste á la catedral; es magnífica y sirve de guión al cabildo en las grandes solemnidades. La de los Angeles es mas bella aun; sus labores son delicadísimas, y también está cubierta de piedras preciosas. El gusto de sus adornos parece arábigo, y es muy posible que los dos ángeles peregrinos de que las crónicas hablan, fuesen dos diestros plateros moros de Córdoba. Ademas de lo referido, se ven en la Cámara santa los retratos de don Pelayo, Fruela, Alfonso el Casto y Alfonso el VI. Todos los dias por mañana y tarde, suben dos canónigos á abrir esta devota capilla y mostrar las reliquias

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