Voltaire
cibles sentimientos que debían agradarle por contraste. Aparecieron la Nueva Eloisa, Pablo y Virginia, El sofá, Faublas, Manon Lescaut y otras. A Voltaire, que publicó unos cuentos dignos de admiración; á Diderot, en quien la habilidad de escritor hacia olvidar el cinismo á fuerza de elocuencia; á Prevost, á Louvet, á Crebillon, hijo , á Voisenon, que escribió cuentos licenciosos, á Bernardino de Saint―Pierre y á Rousseau debemos añadir otros nombres de novelistas: Marmontel (1723—1799), que dio cuentos morales, Florian (1755―1794), Mad. Cotin y Lesage, que supo sacar tanto partido de la literatura española.
Otros novelistas acudian á la ciencia y á la erudicion, Galland (1646―1715) tomó de los árabes las Mil y una noches, y Barthélemy ostentó su vasto saber en el Viage de Anacarsis.
Junto á estos debemos nombrar á Dacier (1742―1835), traductor de Eliano y Jenofonte; á Bitaubé, que tradujo la Ilíada y la Odisea, y á Tressan, que intentó poner en francés la originalidad de Ariosto.
La crítica dominó el siglo XVIII. En ella se distinguieron Voltaire, Diderot, Grimm y Vauvenargues. Rollin, Le Batteux, Marmontel y La Harpe (1739―1803), escribieron obras sobre la literatura.
Fontenelle y Lamotte―Houdart (1672―1731), se declararon enemigos de la poesía, y el mismo Voltaire decía, que la lengua francesa era rebelde para versos. Sin embargo, hizo sus ensayos de epopeya en la Henriada, y tambien publicó un poema sobre la Ley natural Luis Racine, hijo del trágico, escribió los poemas de La Gracia y La Religión, en los cuales está muy distante de su padre. Asi como la fé religiosa y la filosofía incrédula tuvo sus poetas, también los hubo para las ciencias y las artes. Lemierre (1723―1793) cantó la pintura, Dorat (1734―1780) la declamación, Saint―Lambert (1717―1803) las estaciones, Roucher (1745―1794) los meses, Esménard (1770―1812) la navegación, Fontanes (1761―1821) los vergeles, etc. Delille (1738―1813), traductor de las Geórgicas, comenzaba á marchar solo siguiendo los pasos del guia á quien primero había dado la mano. En 1800 publicó Los Jardines y El Campesino.
En la fábula se ocuparon Florian, Lamotte y el duque de Nivernais; pero no llegó á la altura en que la había dejado La Fontaine. Respecto de los cuentos en verso, nombraremos ademas de Voltaire á Gresset, Pirón y Grécourt. Parny (1753―1814), en su Guerra de los dioses, descubrió originalidad de composición y abundancia de pormenores.
Aparecieron algunas muestras de poesía lírica, pero débiles. J. B. Rousseau fué frio en sus odas; Lomotte fué mas frio todavía; Malfilatre y Gilbert murieron ignorados; Andrés Chenier (1762―1793), dotado de cierta chispa poética, contribuyó con sus versos á la regeneración de la poesía francesa.
El teatro no estuvo abandonado. Voltaire, joven aun, escribió su Edipo, y después dio otras tragedias, cuyos títulos mas notables son: Artemisa, Mariana, Bruto, La muerte de César, Tancredo, Zaida, Alcira, Semíramis, Orestes, Roma salvada, Irene; pero fué muy inferior á Corneille y á Racine.
Crebillon (1674―1762), se distinguió como autor dramático, por su originalidad; fué el primero en comenzar á infringir las reglas establecidas por los demas, escribiendo Catilina en siete actos; pero le faltó el valor en el momento de la prueba, y redujo su obra a las proporciones clásicas. Su obra mas notable fué Radamisto y Cenobia; Voltaire refundió alguna de sus piezas. Entre los demás poetas trágicos nombraremos á Lamotte, Marmontel, La Harpe, Lemiere, La Noue, Lagrange―Chancel, Lefranc de Pompignan, Saurin, De Belloy, que escribió El sitio de Calais y Gabriela de Vergy. María José Chenier se hizo notable en Cárlos IX, Enrique VIII, Cayo Graco, Timoleon, Fenelon y Tiberio.
Voltaire también se ensayó en la comedia, pero fué poco feliz en sus producciones el Indiscreto y Nanina. Regnard continuaba distinguiéndose en los Menecmos y el Legatorio universal. Destouches (1680―1754), quiso seguir los pasos de Moliere, pero quedó muy atrás. Lesage escribió Turcaret; Mariveaux se hizo de moda creando un género distinto en sus comedias tituladas La sorpresa del amor, Las falsas confidencias, Los juegos de amor y fortuna, Pirón publicó una comedia muy notable con el título de la Metromania.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la comedia decayó mucho á pesar de haberse dedicado muchos á ella. Haremos, sin embargo, una escepcion en favor de Beaumarchais (1732―1799), que escribió El barbero de Sevilla, El casamiento de Fígaro y otras comedias donde se notan tendencias á amalgamar lo cómico con lo trágico.
Después de Campistron, que imitó las óperas de Quinault, asi como imitaba las tragedias de Racine, el drama lírico decayó mucho. Fontenelle, Lamotte, Duché, Danchet procuraron en vano darle algún esplendor. Voltaire fué muy flojo en este género, Juan Bautista Rousseau muy nulo, Beaumarchais ridículo, J. J. Rosseau supo someter á la música una obrita recomendable por ciertas cualidades dramáticas ó poéticas, tales como la ingenuidad, la sensibilidad y la gracia. Verdad es que J. J. Rosseau compuso por sí mismo la música de su ópera, y no tuvo, por consiguiente, que discutir con nadie lo que podia convenirle.
Por lo demás, El adivino de aldea podrá considerarse como una transición á la ópera cómica que co―
Otros novelistas acudian á la ciencia y á la erudicion, Galland (1646―1715) tomó de los árabes las Mil y una noches, y Barthélemy ostentó su vasto saber en el Viage de Anacarsis.
Junto á estos debemos nombrar á Dacier (1742―1835), traductor de Eliano y Jenofonte; á Bitaubé, que tradujo la Ilíada y la Odisea, y á Tressan, que intentó poner en francés la originalidad de Ariosto.
La crítica dominó el siglo XVIII. En ella se distinguieron Voltaire, Diderot, Grimm y Vauvenargues. Rollin, Le Batteux, Marmontel y La Harpe (1739―1803), escribieron obras sobre la literatura.
Fontenelle y Lamotte―Houdart (1672―1731), se declararon enemigos de la poesía, y el mismo Voltaire decía, que la lengua francesa era rebelde para versos. Sin embargo, hizo sus ensayos de epopeya en la Henriada, y tambien publicó un poema sobre la Ley natural Luis Racine, hijo del trágico, escribió los poemas de La Gracia y La Religión, en los cuales está muy distante de su padre. Asi como la fé religiosa y la filosofía incrédula tuvo sus poetas, también los hubo para las ciencias y las artes. Lemierre (1723―1793) cantó la pintura, Dorat (1734―1780) la declamación, Saint―Lambert (1717―1803) las estaciones, Roucher (1745―1794) los meses, Esménard (1770―1812) la navegación, Fontanes (1761―1821) los vergeles, etc. Delille (1738―1813), traductor de las Geórgicas, comenzaba á marchar solo siguiendo los pasos del guia á quien primero había dado la mano. En 1800 publicó Los Jardines y El Campesino.
En la fábula se ocuparon Florian, Lamotte y el duque de Nivernais; pero no llegó á la altura en que la había dejado La Fontaine. Respecto de los cuentos en verso, nombraremos ademas de Voltaire á Gresset, Pirón y Grécourt. Parny (1753―1814), en su Guerra de los dioses, descubrió originalidad de composición y abundancia de pormenores.
Aparecieron algunas muestras de poesía lírica, pero débiles. J. B. Rousseau fué frio en sus odas; Lomotte fué mas frio todavía; Malfilatre y Gilbert murieron ignorados; Andrés Chenier (1762―1793), dotado de cierta chispa poética, contribuyó con sus versos á la regeneración de la poesía francesa.
El teatro no estuvo abandonado. Voltaire, joven aun, escribió su Edipo, y después dio otras tragedias, cuyos títulos mas notables son: Artemisa, Mariana, Bruto, La muerte de César, Tancredo, Zaida, Alcira, Semíramis, Orestes, Roma salvada, Irene; pero fué muy inferior á Corneille y á Racine.
Crebillon (1674―1762), se distinguió como autor dramático, por su originalidad; fué el primero en comenzar á infringir las reglas establecidas por los demas, escribiendo Catilina en siete actos; pero le faltó el valor en el momento de la prueba, y redujo su obra a las proporciones clásicas. Su obra mas notable fué Radamisto y Cenobia; Voltaire refundió alguna de sus piezas. Entre los demás poetas trágicos nombraremos á Lamotte, Marmontel, La Harpe, Lemiere, La Noue, Lagrange―Chancel, Lefranc de Pompignan, Saurin, De Belloy, que escribió El sitio de Calais y Gabriela de Vergy. María José Chenier se hizo notable en Cárlos IX, Enrique VIII, Cayo Graco, Timoleon, Fenelon y Tiberio.
Voltaire también se ensayó en la comedia, pero fué poco feliz en sus producciones el Indiscreto y Nanina. Regnard continuaba distinguiéndose en los Menecmos y el Legatorio universal. Destouches (1680―1754), quiso seguir los pasos de Moliere, pero quedó muy atrás. Lesage escribió Turcaret; Mariveaux se hizo de moda creando un género distinto en sus comedias tituladas La sorpresa del amor, Las falsas confidencias, Los juegos de amor y fortuna, Pirón publicó una comedia muy notable con el título de la Metromania.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la comedia decayó mucho á pesar de haberse dedicado muchos á ella. Haremos, sin embargo, una escepcion en favor de Beaumarchais (1732―1799), que escribió El barbero de Sevilla, El casamiento de Fígaro y otras comedias donde se notan tendencias á amalgamar lo cómico con lo trágico.
Después de Campistron, que imitó las óperas de Quinault, asi como imitaba las tragedias de Racine, el drama lírico decayó mucho. Fontenelle, Lamotte, Duché, Danchet procuraron en vano darle algún esplendor. Voltaire fué muy flojo en este género, Juan Bautista Rousseau muy nulo, Beaumarchais ridículo, J. J. Rosseau supo someter á la música una obrita recomendable por ciertas cualidades dramáticas ó poéticas, tales como la ingenuidad, la sensibilidad y la gracia. Verdad es que J. J. Rosseau compuso por sí mismo la música de su ópera, y no tuvo, por consiguiente, que discutir con nadie lo que podia convenirle.
Por lo demás, El adivino de aldea podrá considerarse como una transición á la ópera cómica que co―
No hay comentarios:
Publicar un comentario