Rousseau
sentimiento, y Mad. De Maintenon (1635―1719), mas profunda, mas penetrante, mas seria; pero menos interesante y menos variada.
A medida que la sociedad francesa envejecía, el entusiasmo se apagaba, las ideas se hacían positivas y el fondo se sobreponía á las formas. El siglo XVIII fué el siglo de la prosa en Francia. Fecundo en escritores elocuentes, en profundos sabios y en hábiles lógicos, fué estéril en poetas.
Arouet de Voltaire (1694―1778) fué la personificación evidente de la época en que vivió, y la gloria de habérsele considerado como el representante de su siglo, la debió mas bien á su universalidad que á su superioridad en cada uno de los géneros en que se distinguió. De todo habló, todo lo discutió, todo lo conoció; no hay senda literaria por donde no diera algunos pasos.
Abrigaba Voltaire un odio instintivo á lo existente; tenia una inclinación irresistible á burlarse y criticar de todo. La incredulidad burlona que Voltaire oponía á todo lo que él mismo no habia imaginado, tuvo prosélitos y se adornó con el nombre de filosofía, palabra que entonces tomó un sentido especial, designando la hostilidad á lo establecido y la oposición razonada en materia de religión, de moral y de política. En ninguna parte se advierte mejor esta tendencia que en los artículos de la Enciclopedia, en la cual trabajó Voltaire, y á cuyo frente estaban Diderot (1713—1784) y el elocuente matemático d'Alembert (1717―1783). Siguieron la misma escuela Helvecio (1715―1771), Prades (1720―1782), Holbach (1723―1789), Naigeon (1738―1810), Volney (1757―1820), mientras que Condillac (1715―1780), escritor notable por su método y claridad, era reconocido como gefe de la escuela sensualista, y Condorcet (1743―1794), partiendo del mismo principio, cumplía la solemne instauración de la filosofía de la historia, y Vauvenargues (1715―1747) merecia ser llamado el Pascal del siglo XVIII.
Entre los rivales que tuvo Voltaire, el mas ilustre fué J. J. Rousseau (1712―1778). Aquel combate en nombre de la sociedad los abusos: éste ataca la sociedad misma de donde nacen los abusos. Construye una sociedad nueva sobre un plan que él mismo reconoce al fin como imposible, se deja llevar de un falso entusiasmo hacia la vida primitiva, y predica la moral negando el Evangelio; en cuanto á sus creencias, se pronuncia por un justo medio entre la fé y la incredulidad.
El estilo seguía naturalmente el mismo rumbo que las ideas. Sacrificaba la nobleza á la claridad, cortaba en frases cortas el período de Bossuet y Fenelon; se adaptaba maravillosamente á las ideas científicas que se iban desarrollando. Voltaire se ocupaba de todas materias: Rousseau hacia un diccionario de música; d'Alembert era elocuente enseñando matemáticas; Buffon (1707―1788) describía los fenómenos de la creación con estilo armonioso, noble y elevado Reaumur (1689―1757), Hauy (1743―1822), Fourcroy (1755―1809) daban inmensos pasos con sus escritos en el terreno de la física, de la química y de la mineralogía, mientras que Fontenelle en su Pluralidad de los mundos ponia al alcance de los profanos las teorías mas abstractas de la astronomía y cosmogonía. Los gramáticos, tales como Dufresnoy, Olivet y Dumarsais sentaban los principios del arte de hablar, y por otro lado aparecía una ciencia nueva, la economía política, en cuyo ramo figuraron Saint-Pierre, el doctor Quesney, Thurgot y Mirabeau, el padre.
La historia tomaba, si no proporciones nuevas, otra dirección; se empezaban a estudiar las causas y los efectos de las cosas humanas mas bien en sus relaciones entre sí que en la intervención de la Providencia. Voltaire dio su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, El siglo de Luis XIV y la Historia de Carlos XII. Montesquieu (1689―1755) publicó con asombro del público su obra titulada De la grandeza y de la decadencia de los romanos. Su Espíritu de las leyes no causó tanta sensación, pero fué un poderoso instrumento de progreso por las altas miras de política que envolvía.
Freret (1668―1749), Boulainvillers (1658―1722), Dubos (1670―1742) dieron también algunos trabajos históricos.
Mably (1709―1785) se ocupó también de historia, fundando sus teorías en la idea falsa de haber existido igualdad entre los galo―romanos y los francos en los tiempos primitivos.
Raynal (1713―1796) publicó con aceptación una Historia filosófica de las Indias; Henault dio un compendio cronológico de la historia de Francia, y Rulhiere fué á buscar á Rusia y Polonia los materiales para fundar su reputación.
Citaremos también á los historiadores Rollin, Anquetil, Duclos, Brequigny, Gaillard, Linguet, Saint―Fox, etc.; pero ninguno se aproximó tanto á los que hemos mencionado anteriormente como Volney en sus Ruinas, donde se estiende en meditaciones sobre el destino de los grandes imperios.
El siglo XVIII, tan fértil en sucesos y grandes peripecias, no produjo, sin embargo, en Francia muchas Memorias. Citaremos las de Saint―Simón (1675―1755), de Mad. Staal (1693―1750), del mariscal de Berwick (1691―1734), del duque de Noailles (1678―1766), del italiano Casanova (1725―1799) y de madama Roland (1754―1793).
La novela heroica habia muerto; aquella sociedad necesitaba la pintura de pasiones profundas y de apa―
A medida que la sociedad francesa envejecía, el entusiasmo se apagaba, las ideas se hacían positivas y el fondo se sobreponía á las formas. El siglo XVIII fué el siglo de la prosa en Francia. Fecundo en escritores elocuentes, en profundos sabios y en hábiles lógicos, fué estéril en poetas.
Arouet de Voltaire (1694―1778) fué la personificación evidente de la época en que vivió, y la gloria de habérsele considerado como el representante de su siglo, la debió mas bien á su universalidad que á su superioridad en cada uno de los géneros en que se distinguió. De todo habló, todo lo discutió, todo lo conoció; no hay senda literaria por donde no diera algunos pasos.
Abrigaba Voltaire un odio instintivo á lo existente; tenia una inclinación irresistible á burlarse y criticar de todo. La incredulidad burlona que Voltaire oponía á todo lo que él mismo no habia imaginado, tuvo prosélitos y se adornó con el nombre de filosofía, palabra que entonces tomó un sentido especial, designando la hostilidad á lo establecido y la oposición razonada en materia de religión, de moral y de política. En ninguna parte se advierte mejor esta tendencia que en los artículos de la Enciclopedia, en la cual trabajó Voltaire, y á cuyo frente estaban Diderot (1713—1784) y el elocuente matemático d'Alembert (1717―1783). Siguieron la misma escuela Helvecio (1715―1771), Prades (1720―1782), Holbach (1723―1789), Naigeon (1738―1810), Volney (1757―1820), mientras que Condillac (1715―1780), escritor notable por su método y claridad, era reconocido como gefe de la escuela sensualista, y Condorcet (1743―1794), partiendo del mismo principio, cumplía la solemne instauración de la filosofía de la historia, y Vauvenargues (1715―1747) merecia ser llamado el Pascal del siglo XVIII.
Entre los rivales que tuvo Voltaire, el mas ilustre fué J. J. Rousseau (1712―1778). Aquel combate en nombre de la sociedad los abusos: éste ataca la sociedad misma de donde nacen los abusos. Construye una sociedad nueva sobre un plan que él mismo reconoce al fin como imposible, se deja llevar de un falso entusiasmo hacia la vida primitiva, y predica la moral negando el Evangelio; en cuanto á sus creencias, se pronuncia por un justo medio entre la fé y la incredulidad.
El estilo seguía naturalmente el mismo rumbo que las ideas. Sacrificaba la nobleza á la claridad, cortaba en frases cortas el período de Bossuet y Fenelon; se adaptaba maravillosamente á las ideas científicas que se iban desarrollando. Voltaire se ocupaba de todas materias: Rousseau hacia un diccionario de música; d'Alembert era elocuente enseñando matemáticas; Buffon (1707―1788) describía los fenómenos de la creación con estilo armonioso, noble y elevado Reaumur (1689―1757), Hauy (1743―1822), Fourcroy (1755―1809) daban inmensos pasos con sus escritos en el terreno de la física, de la química y de la mineralogía, mientras que Fontenelle en su Pluralidad de los mundos ponia al alcance de los profanos las teorías mas abstractas de la astronomía y cosmogonía. Los gramáticos, tales como Dufresnoy, Olivet y Dumarsais sentaban los principios del arte de hablar, y por otro lado aparecía una ciencia nueva, la economía política, en cuyo ramo figuraron Saint-Pierre, el doctor Quesney, Thurgot y Mirabeau, el padre.
La historia tomaba, si no proporciones nuevas, otra dirección; se empezaban a estudiar las causas y los efectos de las cosas humanas mas bien en sus relaciones entre sí que en la intervención de la Providencia. Voltaire dio su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, El siglo de Luis XIV y la Historia de Carlos XII. Montesquieu (1689―1755) publicó con asombro del público su obra titulada De la grandeza y de la decadencia de los romanos. Su Espíritu de las leyes no causó tanta sensación, pero fué un poderoso instrumento de progreso por las altas miras de política que envolvía.
Freret (1668―1749), Boulainvillers (1658―1722), Dubos (1670―1742) dieron también algunos trabajos históricos.
Mably (1709―1785) se ocupó también de historia, fundando sus teorías en la idea falsa de haber existido igualdad entre los galo―romanos y los francos en los tiempos primitivos.
Raynal (1713―1796) publicó con aceptación una Historia filosófica de las Indias; Henault dio un compendio cronológico de la historia de Francia, y Rulhiere fué á buscar á Rusia y Polonia los materiales para fundar su reputación.
Citaremos también á los historiadores Rollin, Anquetil, Duclos, Brequigny, Gaillard, Linguet, Saint―Fox, etc.; pero ninguno se aproximó tanto á los que hemos mencionado anteriormente como Volney en sus Ruinas, donde se estiende en meditaciones sobre el destino de los grandes imperios.
El siglo XVIII, tan fértil en sucesos y grandes peripecias, no produjo, sin embargo, en Francia muchas Memorias. Citaremos las de Saint―Simón (1675―1755), de Mad. Staal (1693―1750), del mariscal de Berwick (1691―1734), del duque de Noailles (1678―1766), del italiano Casanova (1725―1799) y de madama Roland (1754―1793).
La novela heroica habia muerto; aquella sociedad necesitaba la pintura de pasiones profundas y de apa―
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