Los autores cómicos franceses contemporáneos de Moliere, palidecen á su lado. Podemos, sin embargo, citar á Raimundo Poisson, Montfleury, Boursault, Brueys y Palaprat.
Se considera como digno sucesor de Moliere á Regnard (1617―1709); pero no tuvo tanto fondo ni tanta filosofía; en Regnard se encuentra lo cómico de los caracteres unidos á intrigas y situaciones que escitan la risa.
Nombraremos algunos autores de poesías ligeras, como Chapelle (1626―1686), Chaulieu (1639―1720), La Fare (1644―1712) y entraremos á hablar de los prosistas.
Lo que Malherbe habia hecho para la lengua poética, lo hizo Guez de Balzac (1594―1655) para la prosa. Fué este escritor paciente, laborioso, hábil, muy cuidadoso del lenguaje, pero poco entusiasta por las ideas. Quiso dar flexibilidad á la lengua francesa y mas armonía, de lo cual resultó que en sus tres obras El Príncipe, Aristipo y El Sócrates cristiano, hubo algo de pompa y á veces de pedantismo. Sucedióle Voiture, que también contribuyó á perfeccionar la prosa francesa.
En 1634, Richelieu fundó la Academia francesa, y pronto sonaron los nombres de Vaugelas, Lamothe le Vayer, Furetiere, Regnier―Desmarais, La Monnie, Richelet, Menage, Bouchours y otros. Dieron lugar á buenos escritos las discusiones sobre el Cid y las disputas teológicas. Mientras que Bossuet defendía la ortodoxia católica en varias obras, y entre otras en la Historia de las variaciones, algunos hombres retirados á la soledad de Port―Royal cultivaban todos los ramos de las ciencias y encargaban á Blas Pascal (1623―1662), que refutase á los doctores de la Sorbona. Aparecieron entonces las famosas Provincinles, los Pensamientos de ese último autor y los escritos de Descartes (1596―1650), considerado por Cousin como uno de los fundadores de la prosa francesa.
Entre los mas fervientes discípulos de Descartes, citaremos á Malebranche (1638―1715), cuyos Entretenimientos metafisicos se consideran como un modelo en su género.
Al lado de los filósofos deben figurar naturalmente los moralistas. La Bruyere (1644―1696), y La Rochefoucauld (1613―1680) que se propusieron instruir á los hombres presentándolos á ellos mismos retratados en sus escritos.
La crítica filosófica é histórica fué representada por Bayle (1616―1706), escritor bastante hábil, pero difuso y trivial.
La elocuencia francesa fué en aquella época muy notable. En el jesuíta Lerigendes (1591―1660) se habia notado algún adelanto, que fué mas sensible en San Francisco de Sales (1567―1622.) Después aparecieron Mascaron (1634―1703), Bossuet, Bourdaloue (1632―1704), Fléchier (1632―1710.)
En Mascaron todavía hay algún resto de mal gusto, la sublimidad de Bossuet asombró: Bourdaloue no fué tan elevado; pero si mas lógico y regular: Fléchier estudiaba mucho el estilo, y aparecía demasiado uniforme, pero se espresaba en lenguaje flexible y armonioso.
Después de estos hombres notables vino Fenelon (1651―1715) que se hizo notable por su candorosa sencillez y por su abundancia en imágenes bíblicas.
La elocuencia forense y parlamentaria no estuvo á la misma altura que la religiosa. Citaremos tan solo los nombres de Lemaistre (1608―1658), Patru (1604―1681), y Pellisson (1624―1693.)
Al frente de las obras históricas que entonces dieron á luz los escritores franceses, colocaremos el Discurso sobre la historia universal, escrito por Bossuet. En esta obra desplegó este autor cierta habilidad para esplicar los hechos por causas providenciales, y descubrió grandes dotes de historiador; pero la escribió con demasiada elevación, si se tiene en cuenta que la destinaba para la enseñanza de la juventud. Hardouin de Perefixe (1605―1670), Mézerai (1610―1683), Juan Laboureur (1623―1675) el padre Daniel (1649―1728), Saint Evremont (1613―1703), Coeffeteau (1534―1623), Godeau (1605―1672), Teodoro Godefroi (1580―1649), el cardenal de Retz (1614―1679), Saint Real (1639―1692), Vertot (1655―1735), fueron los que después de Bossuet se distinguieron mas en el género histórico.
Junto á las graves narraciones de la historia corrían relaciones menos serias, mas personales, mas vivas. Después de haber escrito la Conjuración de Fiesque, el cardenal de Retz escribía sus Memorias, imitando á muchos antecesores suyos, y destinado á ser imitado á su vez. Bassompierre (1579―1616) escribe en la Bastilla la relación de sus embajadas, de sus combates y de sus amores; Mad. de Motteville (1621―1698), Monglat (1610―1675), Gourville (1625―1703), Omer Talón (1595—1652), el mariscal de Villar (1653―1734) mezclan con los acontecimientos políticos los accidentes de su vida privada, Luis XVI sigue el ejemplo dado por Richelieu, escribiendo una especie de testamento político, tan notable por la magostad del estilo como por el alcance de las ideas, mientras que el frío Dangeau lleva hasta el ridículo las minuciosidades de su Diario de la córte, y Tallemand des Réaux pone al descubierto en sus historietas todos los personages de su época. Citemos también las Memorias de Gramont por Hamilton (1646―1720), y la Historia amorosa de las Galias de Buss y Rabutin (1618―1693). Ambas obras pueden considerarse como una transición de la historia á la novela.
La novela caballeresca estaba gastada y comenzó á aparecer en Francia la novela pastoral á imitación de las de Cervantes. Honorato de Urfé (1567―1625) desplegó en la Astrea una exageración de sentimientos y un lujo de descripciones campestres que escitaron entusiasmo. Sus sucesores siguieron el mismo ejemplo, y entonces aparecieron la Clelia y el Artamenes de la señorita de Scuderi (1607―1701), la Alcidiana y la Prolexandra de Gomberville (1600―1647), la Casandra y la Cleopatra de la Calprenéde, muerto en 1663.
Scarron con su Roman comique introdujo la novela de costumbres, y Mad. de La Fayette (1632―1693) escribió la Princesa de Cléveris. Cyrano de Bergerac habia creado la novela satírica con su Viage á la luna, y al lado de él figuró Carlos Perrault (1628―1703), autor de los cuentos de hadas.
Entre los campeones de la antigüedad, ninguno sirvió mejor su causa que Fenelon, el cual hizo la obra maestra titulada Aventuras de Telémaco, que pudiera parecer de mano griega.
Terminaremos la revista de este siglo citando en el género epistolar á dos escritores franceses, cuya celebridad será duradera. Mad. de Sevigné (1627―1696), que reunió la gracia, el ingenio, la viveza de imaginación, á la solidez del juicio y al encanto del
Se considera como digno sucesor de Moliere á Regnard (1617―1709); pero no tuvo tanto fondo ni tanta filosofía; en Regnard se encuentra lo cómico de los caracteres unidos á intrigas y situaciones que escitan la risa.
Nombraremos algunos autores de poesías ligeras, como Chapelle (1626―1686), Chaulieu (1639―1720), La Fare (1644―1712) y entraremos á hablar de los prosistas.
Lo que Malherbe habia hecho para la lengua poética, lo hizo Guez de Balzac (1594―1655) para la prosa. Fué este escritor paciente, laborioso, hábil, muy cuidadoso del lenguaje, pero poco entusiasta por las ideas. Quiso dar flexibilidad á la lengua francesa y mas armonía, de lo cual resultó que en sus tres obras El Príncipe, Aristipo y El Sócrates cristiano, hubo algo de pompa y á veces de pedantismo. Sucedióle Voiture, que también contribuyó á perfeccionar la prosa francesa.
En 1634, Richelieu fundó la Academia francesa, y pronto sonaron los nombres de Vaugelas, Lamothe le Vayer, Furetiere, Regnier―Desmarais, La Monnie, Richelet, Menage, Bouchours y otros. Dieron lugar á buenos escritos las discusiones sobre el Cid y las disputas teológicas. Mientras que Bossuet defendía la ortodoxia católica en varias obras, y entre otras en la Historia de las variaciones, algunos hombres retirados á la soledad de Port―Royal cultivaban todos los ramos de las ciencias y encargaban á Blas Pascal (1623―1662), que refutase á los doctores de la Sorbona. Aparecieron entonces las famosas Provincinles, los Pensamientos de ese último autor y los escritos de Descartes (1596―1650), considerado por Cousin como uno de los fundadores de la prosa francesa.
Entre los mas fervientes discípulos de Descartes, citaremos á Malebranche (1638―1715), cuyos Entretenimientos metafisicos se consideran como un modelo en su género.
Al lado de los filósofos deben figurar naturalmente los moralistas. La Bruyere (1644―1696), y La Rochefoucauld (1613―1680) que se propusieron instruir á los hombres presentándolos á ellos mismos retratados en sus escritos.
La crítica filosófica é histórica fué representada por Bayle (1616―1706), escritor bastante hábil, pero difuso y trivial.
La elocuencia francesa fué en aquella época muy notable. En el jesuíta Lerigendes (1591―1660) se habia notado algún adelanto, que fué mas sensible en San Francisco de Sales (1567―1622.) Después aparecieron Mascaron (1634―1703), Bossuet, Bourdaloue (1632―1704), Fléchier (1632―1710.)
En Mascaron todavía hay algún resto de mal gusto, la sublimidad de Bossuet asombró: Bourdaloue no fué tan elevado; pero si mas lógico y regular: Fléchier estudiaba mucho el estilo, y aparecía demasiado uniforme, pero se espresaba en lenguaje flexible y armonioso.
Después de estos hombres notables vino Fenelon (1651―1715) que se hizo notable por su candorosa sencillez y por su abundancia en imágenes bíblicas.
La elocuencia forense y parlamentaria no estuvo á la misma altura que la religiosa. Citaremos tan solo los nombres de Lemaistre (1608―1658), Patru (1604―1681), y Pellisson (1624―1693.)
Al frente de las obras históricas que entonces dieron á luz los escritores franceses, colocaremos el Discurso sobre la historia universal, escrito por Bossuet. En esta obra desplegó este autor cierta habilidad para esplicar los hechos por causas providenciales, y descubrió grandes dotes de historiador; pero la escribió con demasiada elevación, si se tiene en cuenta que la destinaba para la enseñanza de la juventud. Hardouin de Perefixe (1605―1670), Mézerai (1610―1683), Juan Laboureur (1623―1675) el padre Daniel (1649―1728), Saint Evremont (1613―1703), Coeffeteau (1534―1623), Godeau (1605―1672), Teodoro Godefroi (1580―1649), el cardenal de Retz (1614―1679), Saint Real (1639―1692), Vertot (1655―1735), fueron los que después de Bossuet se distinguieron mas en el género histórico.
Junto á las graves narraciones de la historia corrían relaciones menos serias, mas personales, mas vivas. Después de haber escrito la Conjuración de Fiesque, el cardenal de Retz escribía sus Memorias, imitando á muchos antecesores suyos, y destinado á ser imitado á su vez. Bassompierre (1579―1616) escribe en la Bastilla la relación de sus embajadas, de sus combates y de sus amores; Mad. de Motteville (1621―1698), Monglat (1610―1675), Gourville (1625―1703), Omer Talón (1595—1652), el mariscal de Villar (1653―1734) mezclan con los acontecimientos políticos los accidentes de su vida privada, Luis XVI sigue el ejemplo dado por Richelieu, escribiendo una especie de testamento político, tan notable por la magostad del estilo como por el alcance de las ideas, mientras que el frío Dangeau lleva hasta el ridículo las minuciosidades de su Diario de la córte, y Tallemand des Réaux pone al descubierto en sus historietas todos los personages de su época. Citemos también las Memorias de Gramont por Hamilton (1646―1720), y la Historia amorosa de las Galias de Buss y Rabutin (1618―1693). Ambas obras pueden considerarse como una transición de la historia á la novela.
La novela caballeresca estaba gastada y comenzó á aparecer en Francia la novela pastoral á imitación de las de Cervantes. Honorato de Urfé (1567―1625) desplegó en la Astrea una exageración de sentimientos y un lujo de descripciones campestres que escitaron entusiasmo. Sus sucesores siguieron el mismo ejemplo, y entonces aparecieron la Clelia y el Artamenes de la señorita de Scuderi (1607―1701), la Alcidiana y la Prolexandra de Gomberville (1600―1647), la Casandra y la Cleopatra de la Calprenéde, muerto en 1663.
Scarron con su Roman comique introdujo la novela de costumbres, y Mad. de La Fayette (1632―1693) escribió la Princesa de Cléveris. Cyrano de Bergerac habia creado la novela satírica con su Viage á la luna, y al lado de él figuró Carlos Perrault (1628―1703), autor de los cuentos de hadas.
Entre los campeones de la antigüedad, ninguno sirvió mejor su causa que Fenelon, el cual hizo la obra maestra titulada Aventuras de Telémaco, que pudiera parecer de mano griega.
Terminaremos la revista de este siglo citando en el género epistolar á dos escritores franceses, cuya celebridad será duradera. Mad. de Sevigné (1627―1696), que reunió la gracia, el ingenio, la viveza de imaginación, á la solidez del juicio y al encanto del
No hay comentarios:
Publicar un comentario