menzó á introducirse por entonces en Francia. También apareció el vaudeville, composición dramática salpicada de coplas cantadas sobre tonos ó aires conocidos ya.
La elocuencia forense, en el siglo XVIII fué noble y elevada, pero estuvo desprovista de calor y movimiento en boca de d'Aguesseau (1668―1751), y de Cochin (1687―1747.) Gon Gerbier (1725―1788) y Linguet (1736―1794), se hizo vehemente, entusiasta, dramático. En esta escuela se formó la juventud de donde salieron los hombres que figuraron en la revolución francesa.
Mirabeau, Barnave, Mounier, Cazales, Vergniaud, Danton, Robespierre, son bien conocidos y podemos abstenernos de ocuparnos de una elocuencia que para ser bien juzgada requiere mas espacio.
Masillon (1663―1742), habia heredado muchas de las altas cualidades que habían entaltecido á los oradores sagrados antecesores suyos. Pero abusó de su genio de amplificación, y su palabra se enervaba muchas veces. Después de Masillon, la elocuencia sagrada se oscureció, pero aun figuró Bridaine (1701―1767), mas atrevido y pintoresco que verdadero orador.
La elocuencia académica tuvo su representante en el retórico Thomas, que fué premiado seis veces por la academia francesa.
Difícil es trazar la línea que separa el siglo XVIII del siglo XIX. En efecto, hacia el fin del siglo XVIII se habia obrado un cambio en la literatura: una nueva generación de literatos, si no ya una nueva escuela, habia reemplazado á la de Voltaire, Rousseau y sus discípulos, y se distinguía de ella, aunque sus tendencias fuesen las mismas, consintiendo su principal preocupación en su deseo constante de marchar por el camino que habian abierto las huellas de sus predecesores.
Esta nueva era, ya muy entrado el siglo, habia comenzado al mismo tiempo que la gran regeneración social de 1789, en el momento en que á las ideas sucedía la acción. Por esta causa fué muy poco fecunda en resultados notables. Todas las fuerzas intelectuales habian tomado una dirección muy distante de la literatura. ¿Qué se puede exigir en literatura á la época que media entre 1789 y 1814? Muchos hombres políticos, muchos hombres de armas. Pero en cuanto al teatro, en cuanto á la poesía, en cuanto al genio literario, poco se puede esperar. Detrás, de la literatura revolucionaria, literatura mas bien hablada que escrita, y en la que los mas bellos monumentos nacieron en la tribuna, vino la literatura imperial, desprovista de movimiento y de energía, y pobre de entusiasmo y de fuego. Estas dos épocas, separadas por la barrera natural que levanta entre ellas el paso de un siglo á otro, están, sin embargo, enteramente unidas y dependen una de otra. La obra que nos va á servir de guia en este terreno las abraza á las dos, las reúne bajo el mismo punto de vista y las somete á las mismas consideraciones (1). Nosotros, sin embargo, trataremos de no contradecirnos con lo que llevamos dicho, conservando de la mejor manera posible la demarcación cronológica que hemos adoptado.
Por de pronto, los filólogos, los gramáticos, los filósofos, todos los grandes maestros del arte de pensar y de hablar, todos los creadores de la nueva lengua y de la nueva metafísica, nos recuerdan nombres que dejamos citados mas arriba, y por lo mismo es menester elevarnos á Cabanis (1757―1808), Destutt de Tracy (1754―1836), Garat (1749―1833), si hemos de encontrar obras cuya publicación ó al menos sus resultados pertenezcan a este siglo.
Los sucesores de los que hicieron triunfar bajo el directorio la escuela sensualista, poderosa aun bajo el imperio, eran Broussais (1772―1838), Laromigniere (1757―1837), de Gerando (1772―1844), etc.
Desde 1815 su influencia pasa á la escuela teológica ó espiritualista, protegida por la iglesia y adoptada por J. de Maistre (1753―1821), Fraysinous (1763―1842), Mr. De Lamennais, etc.
Por la misma época se constituyó la escuela ecléctica ó espiritualista racional, que débil por mucho tiempo y sin autoridad, llegó por los años de 1828 al mas alto grado de esplendor, y vio en 1830 su triunfo en los hechos y su caida en la opinión. Sus principales adeptos han sido Royer―Collard (1763―1846), Maine de Biran (1766―1824), Berard (1789―1828), Virey, Jeoffroy (1796―1842), Cousin, de Remusat, Damiron, Keratry, Massias, Droz, etc.
Hay ademas un número considerable de filósofos que han vivido en medio de estas influencias, sin someterse á ninguna de ellas y sin que pueda determinarse á qué categoría, á qué escuela pertenecen. Tales son Saint Martin (1771―1832), Ballanche, Buchez, Pedro Lervux, etc,
Entre los numerosos escritores que se disputaban en la época de la reacción revolucionaria la gloriosa misión de formar, de dirigir el espíritu público, Sieyes (1748―1836), es sin disputa ninguna el mas notable por la elevación de sus concepciones. En tres obras, mas importantes por la grandeza del objeto que por su tamaño, da un gran paso en la ciencia de la organización social, al mismo tiempo que descubre un raro talento de escritor. Piensa con erergía, con profundidad, con originalidad, y todas las cualidades de su pensamiento se hallan en su espresion franca y rápida. Las ciencias morales y políticas ilustraron otros nombres, tales como Rœderer (1754―1835), y Dupont de Nemours (1759―1817). En fin, J. B. Say (1767―1832), abrió caminos mas seguros y ensanchó los límites de la ciencia. Dotado de claro y penetrante ingenio, introdujo mejor orden en las teorías del escocés Smith. Después de él, Sismondi (1773―1842) hizo salir la economía política de las apreciaciones puramente materiales. Mientras que Ganilh (1758―1837). Villenueve Bargemont (1771―1829), Dunoyer, Horacio Say de Tocqueville, Duchatel, Blanqui, Rossi, L. Reybaúd, Teodoro Fix, continuaron estudiando y desenvolviendo las teorías económicas en los límites de lo posible. Otros utopistas, tales como Saint Simón (1760―1825), Fourier (1772―1837), y en nuestros dias Considerant, Cantagrel, Proudhon y otros, han trabajado y trabajan incesantemente por nacer fructificar las ideas llamadas humanitarias, socialistas, comunistas que descansan sobre la perfectibilidad indefinida de la criatura humana, y cuya realización parece impracticable ó cuando menos reservada á una época mas ó menos lejana.
La época de que nos ocupamos ha producido las leyes que rigen la sociedad francesa, y por consiguiente, ha sido fecunda en jurisconsultos. Portalis, Merlin de Douai (1754―1838), Carré de Rennes (1777―1832), trabajaron en formular la legislación napoleó―
(1) M J. Chenier. Tableau historique de la literature francaise.
La elocuencia forense, en el siglo XVIII fué noble y elevada, pero estuvo desprovista de calor y movimiento en boca de d'Aguesseau (1668―1751), y de Cochin (1687―1747.) Gon Gerbier (1725―1788) y Linguet (1736―1794), se hizo vehemente, entusiasta, dramático. En esta escuela se formó la juventud de donde salieron los hombres que figuraron en la revolución francesa.
Mirabeau, Barnave, Mounier, Cazales, Vergniaud, Danton, Robespierre, son bien conocidos y podemos abstenernos de ocuparnos de una elocuencia que para ser bien juzgada requiere mas espacio.
Masillon (1663―1742), habia heredado muchas de las altas cualidades que habían entaltecido á los oradores sagrados antecesores suyos. Pero abusó de su genio de amplificación, y su palabra se enervaba muchas veces. Después de Masillon, la elocuencia sagrada se oscureció, pero aun figuró Bridaine (1701―1767), mas atrevido y pintoresco que verdadero orador.
La elocuencia académica tuvo su representante en el retórico Thomas, que fué premiado seis veces por la academia francesa.
Difícil es trazar la línea que separa el siglo XVIII del siglo XIX. En efecto, hacia el fin del siglo XVIII se habia obrado un cambio en la literatura: una nueva generación de literatos, si no ya una nueva escuela, habia reemplazado á la de Voltaire, Rousseau y sus discípulos, y se distinguía de ella, aunque sus tendencias fuesen las mismas, consintiendo su principal preocupación en su deseo constante de marchar por el camino que habian abierto las huellas de sus predecesores.
Esta nueva era, ya muy entrado el siglo, habia comenzado al mismo tiempo que la gran regeneración social de 1789, en el momento en que á las ideas sucedía la acción. Por esta causa fué muy poco fecunda en resultados notables. Todas las fuerzas intelectuales habian tomado una dirección muy distante de la literatura. ¿Qué se puede exigir en literatura á la época que media entre 1789 y 1814? Muchos hombres políticos, muchos hombres de armas. Pero en cuanto al teatro, en cuanto á la poesía, en cuanto al genio literario, poco se puede esperar. Detrás, de la literatura revolucionaria, literatura mas bien hablada que escrita, y en la que los mas bellos monumentos nacieron en la tribuna, vino la literatura imperial, desprovista de movimiento y de energía, y pobre de entusiasmo y de fuego. Estas dos épocas, separadas por la barrera natural que levanta entre ellas el paso de un siglo á otro, están, sin embargo, enteramente unidas y dependen una de otra. La obra que nos va á servir de guia en este terreno las abraza á las dos, las reúne bajo el mismo punto de vista y las somete á las mismas consideraciones (1). Nosotros, sin embargo, trataremos de no contradecirnos con lo que llevamos dicho, conservando de la mejor manera posible la demarcación cronológica que hemos adoptado.
Por de pronto, los filólogos, los gramáticos, los filósofos, todos los grandes maestros del arte de pensar y de hablar, todos los creadores de la nueva lengua y de la nueva metafísica, nos recuerdan nombres que dejamos citados mas arriba, y por lo mismo es menester elevarnos á Cabanis (1757―1808), Destutt de Tracy (1754―1836), Garat (1749―1833), si hemos de encontrar obras cuya publicación ó al menos sus resultados pertenezcan a este siglo.
Los sucesores de los que hicieron triunfar bajo el directorio la escuela sensualista, poderosa aun bajo el imperio, eran Broussais (1772―1838), Laromigniere (1757―1837), de Gerando (1772―1844), etc.
Desde 1815 su influencia pasa á la escuela teológica ó espiritualista, protegida por la iglesia y adoptada por J. de Maistre (1753―1821), Fraysinous (1763―1842), Mr. De Lamennais, etc.
Por la misma época se constituyó la escuela ecléctica ó espiritualista racional, que débil por mucho tiempo y sin autoridad, llegó por los años de 1828 al mas alto grado de esplendor, y vio en 1830 su triunfo en los hechos y su caida en la opinión. Sus principales adeptos han sido Royer―Collard (1763―1846), Maine de Biran (1766―1824), Berard (1789―1828), Virey, Jeoffroy (1796―1842), Cousin, de Remusat, Damiron, Keratry, Massias, Droz, etc.
Hay ademas un número considerable de filósofos que han vivido en medio de estas influencias, sin someterse á ninguna de ellas y sin que pueda determinarse á qué categoría, á qué escuela pertenecen. Tales son Saint Martin (1771―1832), Ballanche, Buchez, Pedro Lervux, etc,
Entre los numerosos escritores que se disputaban en la época de la reacción revolucionaria la gloriosa misión de formar, de dirigir el espíritu público, Sieyes (1748―1836), es sin disputa ninguna el mas notable por la elevación de sus concepciones. En tres obras, mas importantes por la grandeza del objeto que por su tamaño, da un gran paso en la ciencia de la organización social, al mismo tiempo que descubre un raro talento de escritor. Piensa con erergía, con profundidad, con originalidad, y todas las cualidades de su pensamiento se hallan en su espresion franca y rápida. Las ciencias morales y políticas ilustraron otros nombres, tales como Rœderer (1754―1835), y Dupont de Nemours (1759―1817). En fin, J. B. Say (1767―1832), abrió caminos mas seguros y ensanchó los límites de la ciencia. Dotado de claro y penetrante ingenio, introdujo mejor orden en las teorías del escocés Smith. Después de él, Sismondi (1773―1842) hizo salir la economía política de las apreciaciones puramente materiales. Mientras que Ganilh (1758―1837). Villenueve Bargemont (1771―1829), Dunoyer, Horacio Say de Tocqueville, Duchatel, Blanqui, Rossi, L. Reybaúd, Teodoro Fix, continuaron estudiando y desenvolviendo las teorías económicas en los límites de lo posible. Otros utopistas, tales como Saint Simón (1760―1825), Fourier (1772―1837), y en nuestros dias Considerant, Cantagrel, Proudhon y otros, han trabajado y trabajan incesantemente por nacer fructificar las ideas llamadas humanitarias, socialistas, comunistas que descansan sobre la perfectibilidad indefinida de la criatura humana, y cuya realización parece impracticable ó cuando menos reservada á una época mas ó menos lejana.
La época de que nos ocupamos ha producido las leyes que rigen la sociedad francesa, y por consiguiente, ha sido fecunda en jurisconsultos. Portalis, Merlin de Douai (1754―1838), Carré de Rennes (1777―1832), trabajaron en formular la legislación napoleó―
(1) M J. Chenier. Tableau historique de la literature francaise.
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