intentados en el Norte. La arquitectura ojival, por la riqueza de adornos que caracteriza su estilo, contribuyó tambien á aquel adelanto; y el trabajo concienzudo, y la delicadeza que exigian las reglas de la francmasonería de los miembros de su asociacion, a la cual pertenecian los escultores y los arquitectos, bajo la denominacion de picapedreros, formaron en poco tiempo artistas que no cedían á los de ninguna nacion, al menos en la escultura de adornos. La piedra arenisca, el bronce y la madera, eran las materias que empleaban los escultores alemanes; la madera, sobre todo, era el material de su preferencia por ser mas fácil el trabajo. Estátuas, tabernáculos, calvarios, en que muchas veces estaba representada la Pasion por cientos de figuras esculpidas en relieve: por último, púlpitos y coros; tales eran los monumentos en que los escultores en madera probaron su marvi1losa habilidad.
No han llegado hasta nosotros los nombres de los escultores de los siglos XII, XIII y XV; Juan de Colonia, cuya reputacion se estendió al momento, Bertoldo de Isenach y Sabina de Steinbach, hija de Ervivo, que trabajó en la catedral de Strasburgo, son casi los únicos nombres del siglo XIV dignos de mencionarse. La estátua colosal de Rodolfo IV en Neustadt, uno de los mas bellos monumentos de esta época; el pórtico de la iglesia de San Lorenzo; las estátuas de las casas consistoriales de Nuremberg; las estátuas de la iglesia de Weilheim, que señalan la regeneracion de la escultura bajo el periodo de los Hohenstaufen; el altar mayor de Marburgo; las estátuas del duque de Zæhringen y de Guillermo Tell en Zurich , las esculturas de la Cartuja de Buxheim; el tabernáculo y el baptisterio de Lubeck; la tumba de bronce de Rodolfo de Suabia en Merseburgo; el cuerno para beber del conde Oton; el baptisterio de cobre de San Sebaldo, en Nuremberg; la célebre mesa de oro en Luneburgo; los sepulcros de la iglesia de San Bartolomé en Francfort; los de la catedral de Inspruck; el calvario de Spira, que pasa por una maravilla, todas estas y otras muchas obras notables, son de autores enteramente desconocidos.
En el siglo XV esculpió Juan Syrlin la bella silleria del coro y los altares de la catedral de Ulm; Enrique Eichlern el púlpito de Santa Ana en Augsburgo; Juan Creitz, el tabernáculo de Nordling; Nicolás de Haguenau, el altar myor de Strasburgo, y Nicolás Letch el sepulcro de Federico III de San Esteban de Viena.
Pero llegó Nuremberg á eclipsar la gloria de todos estos artistas con el número y el talento de los que produjo. En 1361 ya habían construido en Nuremberg la fuente de Santa María, mas comunmente llamada la Hermosa Fuente, y uno de los mas hermosos monumentos de la edad media; los arquitectos Jorge y Fritz Ruprech, y escultor Schaldo Schouhoffer. En el siguiente siglo dió Juan Decker á algunas de sus obras, como el Juicio final, la Pasion y la Deposicion de la cruz, una espresion á que todavía no habia llegado la escultura. Van Kraff, arquitecto y escultor, hizo la capilla de San Lorenzo, y la decoró con la historia de la Pasion, esculpida en madera: Veit y Stoss, y Sebastian Lesidenart se distinguieron en la escultura y en la fundicion. En fin, en los últimos años del siglo XV apareció Pedro Vischer, que sobredujó á todos sus antecesores y no tuvo sucesor. Despues de haber viajado mucho tiempo por Alemania, Francia, y sobre todo por Italia; despues de haber estudiado en este última pais los modelos antiguos y las obras de los grandes maestros de su época y penetrádose de su espíritu y de su talento, volvió á Nuremberg, su patria, y alli fundió en bronce el mausoleo de Ernesto, obispo de Magdburgo, la reja de la casa consistorial de Nuremberg, el crucifijo de la iglesia de San Gil, y su mejor obra, la que lo ha colocado tan alto en la admiracion de todos los tiempos, el sepulcro de San Sebaldo en la iglesia del mismo nombre. Este monumento está adornado con multitud de figuras que representan ángeles, virtudes, genios, los padres de la iglesia, los milagros de San Sebaldo, los doce apóstoles, San Sebaldo y el mismo Pedro Vischer con su trage de obrero. Especialmente estas últimas figuras son las que, por el estilo elevado y sencillo con que están concebidas, por la belleza de su ejecucion, por la espresion característica de cada personage, no solo han elevado á Vischer sobre todos los artistas de su tiempo, sino que lo han hecho el mejor escultor de la edad media de Alemania. El monumento de San Sebaldo, fundida en bronce, pesa ciento veinte quintales, y segun las cuentas de aquel tiempo, se le pagó á Vischer á razon de veinte y un florines por quintal; él y sus cinco hijos trabajaron trece años en este monumento. Aunque tuvo la plata en aquella época un valor comparativo tres veces mayor que en el día, el ínfimo precio dado á un trabajo tan largo, y sobre todo de tan relevante mérito, prueba toda la sencillez de las costumbres y del carácter de aquellos artistas. Esta misma sencillez, que les alejaba de toda agítacíon esterior, era la que los inducía á encerrarse como en un santuario, dentro del modesto círculo que les trazaban las funciones propias de su arte y á consagrarle todas sus fuerzas y todas sus facultades. Para ellos se confundía el arte con el culto de la religion y de la moral, y cuanto mas se acercaban sus obras á lo sublime y hermoso, mas meritorias las creian para esta vida y para la otra. La santidad de este objeto escluia la vanagloría; así se esplica la falta de firmas en los mejores monumentos de la edad media, y el olvido en que han caido los artistas que se esforzaban en hacer bien por amor á Dios y al arte, sin cuidarse do los juicios de la posteridad.
Con Pedro Vischer termina la época mas floreciente de la escultura alemana. Contemporánea de Alberto Durero, como él, el mas eminente de los artistas de su tiempo, permaneció aislado en la altura en que se había colocado. Ademas, la escultura que no existe ni brilla sino por el género monumental, iba á ver violentamente detenidos sus progresos. El protestantismo (porque siempre es preciso atribuirle la decadencia de las artes en aquella época) el protestantismo, paralizando la construccion de catedrales, paralizó tambien los esfuerzos de la escultura, ese indispensable auxiliar de la arquitectura religiosa. Su ódio á las imágenes que le llevó á seguir los errores de los inconoclastas, á romper y fundir las estátuas, á destruir las pinturas, llevó hasta á erigir en precepto que no toleraría ninguna representacion de los monumentos del culto. Por su parte los paises católicos, comprometidos en guerras religiosas, se encontraron demasiado pobres y demasiado agitados para dedicarse á las artes. Ademas el espíritu humano habia entrado en otra via, en el exámen, y era preciso que la recorriese toda.
No han llegado hasta nosotros los nombres de los escultores de los siglos XII, XIII y XV; Juan de Colonia, cuya reputacion se estendió al momento, Bertoldo de Isenach y Sabina de Steinbach, hija de Ervivo, que trabajó en la catedral de Strasburgo, son casi los únicos nombres del siglo XIV dignos de mencionarse. La estátua colosal de Rodolfo IV en Neustadt, uno de los mas bellos monumentos de esta época; el pórtico de la iglesia de San Lorenzo; las estátuas de las casas consistoriales de Nuremberg; las estátuas de la iglesia de Weilheim, que señalan la regeneracion de la escultura bajo el periodo de los Hohenstaufen; el altar mayor de Marburgo; las estátuas del duque de Zæhringen y de Guillermo Tell en Zurich , las esculturas de la Cartuja de Buxheim; el tabernáculo y el baptisterio de Lubeck; la tumba de bronce de Rodolfo de Suabia en Merseburgo; el cuerno para beber del conde Oton; el baptisterio de cobre de San Sebaldo, en Nuremberg; la célebre mesa de oro en Luneburgo; los sepulcros de la iglesia de San Bartolomé en Francfort; los de la catedral de Inspruck; el calvario de Spira, que pasa por una maravilla, todas estas y otras muchas obras notables, son de autores enteramente desconocidos.
En el siglo XV esculpió Juan Syrlin la bella silleria del coro y los altares de la catedral de Ulm; Enrique Eichlern el púlpito de Santa Ana en Augsburgo; Juan Creitz, el tabernáculo de Nordling; Nicolás de Haguenau, el altar myor de Strasburgo, y Nicolás Letch el sepulcro de Federico III de San Esteban de Viena.
Pero llegó Nuremberg á eclipsar la gloria de todos estos artistas con el número y el talento de los que produjo. En 1361 ya habían construido en Nuremberg la fuente de Santa María, mas comunmente llamada la Hermosa Fuente, y uno de los mas hermosos monumentos de la edad media; los arquitectos Jorge y Fritz Ruprech, y escultor Schaldo Schouhoffer. En el siguiente siglo dió Juan Decker á algunas de sus obras, como el Juicio final, la Pasion y la Deposicion de la cruz, una espresion á que todavía no habia llegado la escultura. Van Kraff, arquitecto y escultor, hizo la capilla de San Lorenzo, y la decoró con la historia de la Pasion, esculpida en madera: Veit y Stoss, y Sebastian Lesidenart se distinguieron en la escultura y en la fundicion. En fin, en los últimos años del siglo XV apareció Pedro Vischer, que sobredujó á todos sus antecesores y no tuvo sucesor. Despues de haber viajado mucho tiempo por Alemania, Francia, y sobre todo por Italia; despues de haber estudiado en este última pais los modelos antiguos y las obras de los grandes maestros de su época y penetrádose de su espíritu y de su talento, volvió á Nuremberg, su patria, y alli fundió en bronce el mausoleo de Ernesto, obispo de Magdburgo, la reja de la casa consistorial de Nuremberg, el crucifijo de la iglesia de San Gil, y su mejor obra, la que lo ha colocado tan alto en la admiracion de todos los tiempos, el sepulcro de San Sebaldo en la iglesia del mismo nombre. Este monumento está adornado con multitud de figuras que representan ángeles, virtudes, genios, los padres de la iglesia, los milagros de San Sebaldo, los doce apóstoles, San Sebaldo y el mismo Pedro Vischer con su trage de obrero. Especialmente estas últimas figuras son las que, por el estilo elevado y sencillo con que están concebidas, por la belleza de su ejecucion, por la espresion característica de cada personage, no solo han elevado á Vischer sobre todos los artistas de su tiempo, sino que lo han hecho el mejor escultor de la edad media de Alemania. El monumento de San Sebaldo, fundida en bronce, pesa ciento veinte quintales, y segun las cuentas de aquel tiempo, se le pagó á Vischer á razon de veinte y un florines por quintal; él y sus cinco hijos trabajaron trece años en este monumento. Aunque tuvo la plata en aquella época un valor comparativo tres veces mayor que en el día, el ínfimo precio dado á un trabajo tan largo, y sobre todo de tan relevante mérito, prueba toda la sencillez de las costumbres y del carácter de aquellos artistas. Esta misma sencillez, que les alejaba de toda agítacíon esterior, era la que los inducía á encerrarse como en un santuario, dentro del modesto círculo que les trazaban las funciones propias de su arte y á consagrarle todas sus fuerzas y todas sus facultades. Para ellos se confundía el arte con el culto de la religion y de la moral, y cuanto mas se acercaban sus obras á lo sublime y hermoso, mas meritorias las creian para esta vida y para la otra. La santidad de este objeto escluia la vanagloría; así se esplica la falta de firmas en los mejores monumentos de la edad media, y el olvido en que han caido los artistas que se esforzaban en hacer bien por amor á Dios y al arte, sin cuidarse do los juicios de la posteridad.
Con Pedro Vischer termina la época mas floreciente de la escultura alemana. Contemporánea de Alberto Durero, como él, el mas eminente de los artistas de su tiempo, permaneció aislado en la altura en que se había colocado. Ademas, la escultura que no existe ni brilla sino por el género monumental, iba á ver violentamente detenidos sus progresos. El protestantismo (porque siempre es preciso atribuirle la decadencia de las artes en aquella época) el protestantismo, paralizando la construccion de catedrales, paralizó tambien los esfuerzos de la escultura, ese indispensable auxiliar de la arquitectura religiosa. Su ódio á las imágenes que le llevó á seguir los errores de los inconoclastas, á romper y fundir las estátuas, á destruir las pinturas, llevó hasta á erigir en precepto que no toleraría ninguna representacion de los monumentos del culto. Por su parte los paises católicos, comprometidos en guerras religiosas, se encontraron demasiado pobres y demasiado agitados para dedicarse á las artes. Ademas el espíritu humano habia entrado en otra via, en el exámen, y era preciso que la recorriese toda.
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