necianos. Los turcos derrotados por el príncipe Eugenio en Peterwaradin y en Belgrado, se vieron en la precision de firmar la paz de Passarowitz en virtud de la cual se ponia á disposicion del emperador el kanato de la Servia y una parte de la Valaquia. de la Bosnia y de la Croacia. Atacado por los españoles, que se habian apoderado de Cerdeña y descendido á Sicilia, Cárlos VI envió tropas á Italia para combatirlos; pero la desgracia de Alberoni, ministro de España, ocurrida en 1719, hizo mas asequible la paz, volviendo á formar parte el mismo Felipe de la cuádruple alianza que acababan de formar el emperador de acuerdo con la Francia, Inglaterra y Holanda.
Una vez afianzada la paz, fijó Cárlos su atencion en asegurar sobre cimientos sólidos la prosperidad de Alemania, sin olvidar tampoco el porvenir; así que el 25 de octubre de 1720, recibieron los estados de la Silesia una pragmática—sancion, en virtud de la cual a falta de descendientes varones, se llamaba á la sucesion á sus hijas, sobrinas, etc.
La muerte de Fedérico Augusto I habia dejado vacante el trono de Polonia: la córte de Viena, de acuerdo en esta parte con la de Rusia, quiso sucediera el hijo del rey difunto con agravio del rey Estanislao, á quién sostenia la Francia. Las pretensiones del Austria tuvieron buen éxito: pero esto mismo la empeñó en una guerra sangrienta contra la Francia, que no se terminó sino por un tratado muy poco ventajoso para el emperador, puesto que le perdió en virtud de él la
Cerdeña y los reinos de Nápoles y Sicilia, y tambien su yerno Francisco se quedó sin los ducados de Lorena y de Bar. No tuvo mejor resultado otra guerra que se emprendió contra los turcos en 1737: el príncipe Eugenio había muerto el año anterior, y sus sucesores no eran herederos de su tino; así es que tuvo Cárlos que terminar semejante contienda por un tratado muy oneroso, que se firmó en el año 1739. Cuando este emperador iba á dar la última mano á la pragrnática-sancion, haciendo elegir rey de los romanos á su yerno, el gran duque de Toscana, fué cabalmente cuando vino á sorprenderle la muerte.
Francisco de Lorena , gran duque de Toscana y esposo de María Teresa, fué elegido emperador en Francfort, merced á ella y á pesar de la opinion de Federico II y del elector palatino. El tratado de Aquisgran, firmado en 1748, devolvió felizmente la tranquilidad á la Europa, haciendo Francisco I laudables esfuerzos por establecer la armonía entre los miembros del cuerpo gérmánico, pero es menester confesar que si él era quien se ceñía la diadema y llevaba el titulo de emperador, la que reinaba en realidad era María Teresa, la cual como odiase á Federico II, que la habia desposeido de la Silesia, quiso ligarse en su contra con la Francia y la Rusia, dimanando de ahi la guerra de los siete años. El Austria llevó la peor parte en esta guerra, que por fin concluyó por el tratado de Hubertsburgo, celebrado en 1763.
Dos años despues habia terminado para Francisco I su reinado, inútil ciertamente como emperador. Este soberano, si bien honrado y sabio, no hizo jamás sino un papel secundario, sirviendo tan solo para ayudar á la emperatriz en la ejecucion de los planes que concibió y trazaba en su imaginacion.
María Teresa dejó á su hijo proclamado emperador, una autoridad puramente nominal, idéntica á la que habia hecho ejercer á su esposo, pero no obstante se lo asoció para el gobierno de los estados hereditarios de su casa. Señalóse el reinado de José II nada mas que por reglamentos de administracion interior y ligeras modificaciones en la constitucion del imperio. Solo se vió obligado á sostener una guerra contra el rey de Prusia y el duque de Deux—Ponts, elector palatino, á que el origen la sucesion de Maximiliano José, elector de Baviera, muerto sin descendencia en 1777, pero aun en ella las tropas que salieron á campaña, se contentaron con observarse recíprocamente, terminando por fin la querella por el tratado de Teschen, firmado en 1779. El general Gaudon salió tambien de espedicion contra los turcos, y entre otras ventajas que consiguió debe enumerarse como principal la toma de Belgrado, verificada en 1789. Pero al año siguiente murió José II, sobreviviendo cabalmente diez años á Maria Teresa.
Sucedió á José II su hermano Leopoldo, quien continuó la guerra contra los turcos; pero la mediacion de la Prusia é Inglaterra lo precisó á celebrar con ellos el tratado de Reichenbach, firmado en 1791, por el cual se le afianzaba la sumision del Brabante levantado contra el Austria; pero á pesar de estos buenos oficios, la insurreccion de los patriotas de aquel pais tuvo que apaciguarse por la fuerza de las armas, y aun asi no fué de larga duracion la obediencia de los brabantinos, á la cual no dejó de contribuir la revolucion francesa que acababa de estallar. El emperador celebró con el rey de Prusia el tratado de Pilnitz en 1791 y al año siguiente murió, puede decirse que repentinamente.
Sucedió á Leopoldo su hijo Francisco, quien fué proclamado el 11 de agosto de 1804, emperador hereditario de Austria, y dos años despues, á saber, el 6 de agosto de 1806, renunció á la dignidad imperial de Alemania.
Hemos escrito la historia de Alemania, pero para que el cuadro sea cumplido, vamos seguidamente á considerar este país bajo el punto de vista literario y artístico. Empecemos á hablar de su literatura.
La literatura alemana, considerada como la espresion de la vida intelectual, social y política de los alemanes, nos ofrece un cuadro del mayor interés. Distante de toda tendencia esclusiva, ha recogido lo mas gránde y mas bello de los demas pueblos, sin perder ese sello de originalidad y de nacionalidad que constituye el primer encanto de toda literatura. Todas las ideas que han agitado el mundo intelectual estan examinadas en ella con ese espíritu filosófico, esa calma y esa perseverancia alemanas, que se han hecho casi proverbiales entre nosotros. La literatura de Alemania, considerada en conjunto, ha hecho con todas las producciones del espíritu humano lo que Herder hizo en particular respecto á la historia.
A pesar de todo, ese espíritu de especulacion crítica y filosófica unido al fraccionamiento político, ha impedido hasta ahora á la Alemania ejercer fuera una poderosa influencia en el mundo literario. Colocada en él centro de Europa, se ha contentado siempre con el papel de mediadora, y parece llamada á mantener la paz y el equilibrio literario en el mundo, mas bien que a imponerle leyes. La literatura alemana, como consecuencia de ese carácter particular, tiene una tendencia al eclecticismo. A W. de Schlegel desconocia completamente el espíritu de que se halla animada al decir que es solo un monton de libros enteramente destituidos de toda tendencia nacional; lo que la distingue de todas las literaturas, es precisamente esa
Una vez afianzada la paz, fijó Cárlos su atencion en asegurar sobre cimientos sólidos la prosperidad de Alemania, sin olvidar tampoco el porvenir; así que el 25 de octubre de 1720, recibieron los estados de la Silesia una pragmática—sancion, en virtud de la cual a falta de descendientes varones, se llamaba á la sucesion á sus hijas, sobrinas, etc.
La muerte de Fedérico Augusto I habia dejado vacante el trono de Polonia: la córte de Viena, de acuerdo en esta parte con la de Rusia, quiso sucediera el hijo del rey difunto con agravio del rey Estanislao, á quién sostenia la Francia. Las pretensiones del Austria tuvieron buen éxito: pero esto mismo la empeñó en una guerra sangrienta contra la Francia, que no se terminó sino por un tratado muy poco ventajoso para el emperador, puesto que le perdió en virtud de él la
Cerdeña y los reinos de Nápoles y Sicilia, y tambien su yerno Francisco se quedó sin los ducados de Lorena y de Bar. No tuvo mejor resultado otra guerra que se emprendió contra los turcos en 1737: el príncipe Eugenio había muerto el año anterior, y sus sucesores no eran herederos de su tino; así es que tuvo Cárlos que terminar semejante contienda por un tratado muy oneroso, que se firmó en el año 1739. Cuando este emperador iba á dar la última mano á la pragrnática-sancion, haciendo elegir rey de los romanos á su yerno, el gran duque de Toscana, fué cabalmente cuando vino á sorprenderle la muerte.
Francisco de Lorena , gran duque de Toscana y esposo de María Teresa, fué elegido emperador en Francfort, merced á ella y á pesar de la opinion de Federico II y del elector palatino. El tratado de Aquisgran, firmado en 1748, devolvió felizmente la tranquilidad á la Europa, haciendo Francisco I laudables esfuerzos por establecer la armonía entre los miembros del cuerpo gérmánico, pero es menester confesar que si él era quien se ceñía la diadema y llevaba el titulo de emperador, la que reinaba en realidad era María Teresa, la cual como odiase á Federico II, que la habia desposeido de la Silesia, quiso ligarse en su contra con la Francia y la Rusia, dimanando de ahi la guerra de los siete años. El Austria llevó la peor parte en esta guerra, que por fin concluyó por el tratado de Hubertsburgo, celebrado en 1763.
Dos años despues habia terminado para Francisco I su reinado, inútil ciertamente como emperador. Este soberano, si bien honrado y sabio, no hizo jamás sino un papel secundario, sirviendo tan solo para ayudar á la emperatriz en la ejecucion de los planes que concibió y trazaba en su imaginacion.
María Teresa dejó á su hijo proclamado emperador, una autoridad puramente nominal, idéntica á la que habia hecho ejercer á su esposo, pero no obstante se lo asoció para el gobierno de los estados hereditarios de su casa. Señalóse el reinado de José II nada mas que por reglamentos de administracion interior y ligeras modificaciones en la constitucion del imperio. Solo se vió obligado á sostener una guerra contra el rey de Prusia y el duque de Deux—Ponts, elector palatino, á que el origen la sucesion de Maximiliano José, elector de Baviera, muerto sin descendencia en 1777, pero aun en ella las tropas que salieron á campaña, se contentaron con observarse recíprocamente, terminando por fin la querella por el tratado de Teschen, firmado en 1779. El general Gaudon salió tambien de espedicion contra los turcos, y entre otras ventajas que consiguió debe enumerarse como principal la toma de Belgrado, verificada en 1789. Pero al año siguiente murió José II, sobreviviendo cabalmente diez años á Maria Teresa.
Sucedió á José II su hermano Leopoldo, quien continuó la guerra contra los turcos; pero la mediacion de la Prusia é Inglaterra lo precisó á celebrar con ellos el tratado de Reichenbach, firmado en 1791, por el cual se le afianzaba la sumision del Brabante levantado contra el Austria; pero á pesar de estos buenos oficios, la insurreccion de los patriotas de aquel pais tuvo que apaciguarse por la fuerza de las armas, y aun asi no fué de larga duracion la obediencia de los brabantinos, á la cual no dejó de contribuir la revolucion francesa que acababa de estallar. El emperador celebró con el rey de Prusia el tratado de Pilnitz en 1791 y al año siguiente murió, puede decirse que repentinamente.
Sucedió á Leopoldo su hijo Francisco, quien fué proclamado el 11 de agosto de 1804, emperador hereditario de Austria, y dos años despues, á saber, el 6 de agosto de 1806, renunció á la dignidad imperial de Alemania.
Hemos escrito la historia de Alemania, pero para que el cuadro sea cumplido, vamos seguidamente á considerar este país bajo el punto de vista literario y artístico. Empecemos á hablar de su literatura.
La literatura alemana, considerada como la espresion de la vida intelectual, social y política de los alemanes, nos ofrece un cuadro del mayor interés. Distante de toda tendencia esclusiva, ha recogido lo mas gránde y mas bello de los demas pueblos, sin perder ese sello de originalidad y de nacionalidad que constituye el primer encanto de toda literatura. Todas las ideas que han agitado el mundo intelectual estan examinadas en ella con ese espíritu filosófico, esa calma y esa perseverancia alemanas, que se han hecho casi proverbiales entre nosotros. La literatura de Alemania, considerada en conjunto, ha hecho con todas las producciones del espíritu humano lo que Herder hizo en particular respecto á la historia.
A pesar de todo, ese espíritu de especulacion crítica y filosófica unido al fraccionamiento político, ha impedido hasta ahora á la Alemania ejercer fuera una poderosa influencia en el mundo literario. Colocada en él centro de Europa, se ha contentado siempre con el papel de mediadora, y parece llamada á mantener la paz y el equilibrio literario en el mundo, mas bien que a imponerle leyes. La literatura alemana, como consecuencia de ese carácter particular, tiene una tendencia al eclecticismo. A W. de Schlegel desconocia completamente el espíritu de que se halla animada al decir que es solo un monton de libros enteramente destituidos de toda tendencia nacional; lo que la distingue de todas las literaturas, es precisamente esa
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