jueves, septiembre 13, 2007

Viage ilustrado (Pág. 67)

panas, ya inútil para otro objeto, pero no llegó á rea­lizarse es le proyecto. Posteriormente el emperador Nicolás pensó en hacerla componer y construirla un campanario; mas habiendo conocido luego que esto era imposible, ordenó á Mr. de Monsferran, arquitecto francés, que la sacara del sitio donde se hallaba, y la colocase sobre un pedestal, cerca de la torre de Ivan­Veliki, lo cual se verificó el 23 de julio de 1836, en presencia del gobernador general, de los individuos de la comision de monumentos y de una inmensa con­currencia que acudió á la ceremonia de la colocacion, que duró tres cuartos de hora.
»En el mismo recinto del Kremlin donde se en­cuentra hoy la reina de las campanas, el viagero cu­rioso debe visitar la catedral de la Asuncion, la pri­mera iglesia de piedra edificada en Moscou. Su nave es estrecha y sombria; su bóveda está sostenida por cuatro enormes pilares que ocupan casi la tercera parte de la iglesia, y pilares, bóveda y muros se hallan cu­biertos de alto á bajo por escelentes pinturas al fresco, representando, en forma gigantesca, figuras de santos y de apóstoles con mantos de púrpura y aureolas de oro. El iconostasio, esto es, la verja que separa el san­tuario del resto de la iglesia y que se eleva hasta la bóveda, es semejante á una de esas murallas fabulosas de que hablan los poetas orientales, una muralla de plata sobredorada cubierta de imágenes cinceladas, deslumbrantes de pedrerías. A la derecha de las puertas, que se abren hácia el centro del iconostasio, lla­madas las puertas reales, hay una imágen de San Juan, pintada, segun se dice, por el emperador griego Ma­nuel; á la izquierda se admira una venerada imágen de la Virgen, que entre los adornos de su cabeza ostenta dos magníficos brillantes de un escesivo valor. Pero mas precioso á los ojos del pueblo ruso que todas las pinturas, alhajas y piedras preciosas, son las reliquias guardadas en las urnas que se encuentra por do quie­ra. Las hay para toda clase de devociones, y todos los accidentes de la vida, desde la túnica de Nuestro Se­ñor Jesucristo, cuya autentidad nadie pone en duda, hasta los mas pequeños huesos de santos que curan diversas enfermedades. Un sacristan va enseñando á los fieles las que tienen mas eficacia, y estos se santi­guan á cada paso delante de aquellos trabajos de la fé, imprimen en ellos un ósculo piadoso, y se dirigen á otra capilla llena igualmente de obras religiosas; alli se santiguan de nuevo, se prosternan con humildad, inclinan la cara contra el suelo, y luego se acercan á un fraile que está de pie delante del altar, el cual les da á besar su mano derecha, la que, segun dicen, ha cuidado antes de impregnar en buenos perfumes á fin de halagar el olfato de los respetables creyentes...
»En esta iglesia es en donde se entierra á los me­tropolitanos y corona á los emperadores.
»Ademas de la que acabamos de describir, Moscou posee otra iglesia de la Asuncion, situada en Pakrofka, uno de sus arrabales. Fué construida en el reinado de Boris Godounoff á principios del siglo XVII, y su ar­quitectura ofrece una mezcla de italiana y morisca que no carece de elegancia y ligereza aun cuando edifica­da de ladrillos estucados. Su aspecto, sin embargo, difiere completamente de las demas iglesias de Moscou.»
En el interior de todas las iglesias hay mucha riqueza, pero lo que mas interesa al filósofo en Moscou es el depósito de los niños perdidos, que fué fundado por Catalina II y se sostiene por las oblaciones volun­tarias de los habitantes y por otros socorros caritativos. Los huérfanos, en número de cerca de 3,000, se educan y mantienen cuidadosamente, y á los catorce años son libres de elegir un estado, para lo cual se les facilita desde luego diferentes manufacturas estable­cidas en el hospicio. Cuando han hecho ya el aprendizage, ó cuando han llegado á la edad de veinte años, se les concede la libertad de establecerse por cuenta suya, y con cuyo objeto hay una cantidad de dinero destinada para cada huérfano; pueden ademas dedicarse al comercio en cualquier punto que se halle bajo el dominio del imperio ruso, y disfrutan de una bienhechora y útil libertad.
En el número de las curiosidades de Moscou debe contarse el Mercado de las Casas, que está estableci­do en una gran plaza de uno de los arrabales, y pre­senta una soberbia variedad de casas en venta, es­tendidas por la tierra y muy cerca unas de las otras. El que necesita una casa acude á este sitio, dice cuan­tas habitaciones le hacen falta, ó examina las maderas que están cuidadosamente numeradas, y compra la casa que le conviene. Algunas veces se paga inmedia­tamente, y el comprador la lleva consigo, y otras en­tra en el precio su conduccion y colocacion en el si­tio en que quiere situarla. Lo cierto es que se ve con mucha frecuencia comprar una casa, trasportarla y dejarla firme y habitada en el espacio de una semana. Pero la esplicacion de una cosa tan singular está en que semejantes casas no son ordinariamente mas que troncos de arboles con tablas y cuerdas, de manera que no hay mas que unirlos cuando es preciso.
Este sistema tan breve de edificar no se limita so­lamente, como pudiera creerse, á cabañas ó casas muy pequeñas; las hay grandes y de aspecto bellisimo que se construyen en Rusia con una celeridad tan grande que pareceria imposible en otro pais cualquiera. Vése un ejemplo notable en uno de los viages de Catali­na II á Moscou; la emperatriz se proponía ocupar el palacio del príncipe de Gallitzin que se considera el mas grande de Moscou, pero no habiendo parecido su­ficiente esta casa, se resolvió añadirle inmediatamente las habitaciones que fuesen necesarias, habitaciones que vengan á ser mayores que el mismo palacio, y que contenian un gran número de magníficos aposen­tos, todo lo cual fué comenzado y concluido en el es­pacio de seis semanas. Y la obra pareció tan cómoda que habiéndose deshecho cuando partió la emperatriz, se reconstruyó de nuevo para hacer una casa de recreo, en una colina vecina á la ciudad.
«A mí me sorprendió mucho, dice Coxe, el ver que la mayor parte de las maderas empleadas en la construccion de este vasto edificio, no habían sido tra­bajadas sino con hachas como las de las chozas de las gentes del pueblo. Aunque yo he visto muchas veces carpinteros en la obra, nunca he advertido que mane­jasen otra herramienta; hacen las planchas con el ha­cha, arreglan los contornos con el hacha, y juntan, en fin, las maderas con la misma. Seria muy prolijo enu­merar los diferentes trabajos que no hacen con tan gro­sera herramienta, en muchos de los cuales se estraña por la delicadeza y por la escrupulosidad de los deta­lles. Sin duda que es digna de admiracion esta des­treza en el manejo de semejante instrumento, pero tambien es evidente que este uso les acarrea una pro­digiosa pérdida de tiempo y de madera»
Antes que analicemos con la detencion debida, las costumbres mas intimas del pueblo ruso en general, apuntaremos las observaciones de otro viagero moder-

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