sábado, septiembre 01, 2007

Viage ilustrado (Pág. 55)

cesivamente delante de todas las tiendas, camina el vendedor de té con su fuente envuelta en un gran pa­ño para que conserve el calor; los rusos son muy afi­cionados al té, y jamás le beben en taza, sino en vaso.
Es muy raro que el mercader del Gostinoï—dvor, gaste mas de once cuartos para su alimento de todo un dia, sin que por esto se imponga una privacion, pues el ruso es naturalmente muy sobrio. Puede afirmarse sin exageracion, que la falange de los obreros empleados en los grandes trabajos de la corona (tra­bajos públicos), se alimentan á la manera de aquellos que elevaron en otro tiempo las grandes tumbas de los Faraones. Un cohombro fresco con sal y un pedazo de pan de centeno y unos cuantos tragos de kwas, licor hecho con pan de centeno fermentado constituye su alimento ordinario durante toda la buena estacion. En el invierno el cohombro está salado; añadamos á lo dicho que estos hombres son vigorosos, robustos y que tienen una dentadura admirable.
En otra época las tiendas del bazar ruso eran húmedas y sombrias. Sus puertas de hierro, siempre abiertas, quedan espuestas á todo el rigor del aire esterior. Poco á poco han ido penetrando alli la elegancia y comodidad modernas; aun cuando la trastienda está adornada con lujo y ofrece comodidad al merca­der, no por eso deja éste de estar de centinela en la parte de afuera para provocar al transeunte.
El estrangero se admira al oir estas invitaciones tan multiplicadas; y durante las cuales su oido no percibe mas que una série de silbidos que figurarian bien la pronunciacion fuertemente acentuada de la le­tra s, repitiéndose hasta lo infinito.
Quise algunas veces obtener la esplicacion de esta pronunciacion ornitológica, y me dijeron lo siguiente:
La letra s es en ruso un signo, una espresion abre­viada de política; ocupa el lugar de soudar (señor); de la cual es una construccion; soudar para el mas­culino y soudarina para el femenino. Por eso gospodin’s equivale á gospodin soudar, caballero señor.
La civilizacion moderna, decimos, ha comenzado á penetrar en el Gostinoï—dvor, y cada dia que pasa destruye algun rasgo de su carácter nacional.
¡Cosa notable! No es el verano con sus brisas sua­ves, sus flores, sus límpidas aguas, su sol brillante, sus noches sin sombra, sus conciertos, sus paseos caspestres: no es esta magnífica estacion la que afecciona particularmente al pueblo de San Petersburgo; ve llegar el verano sin encanto alguno, y puede decirse que mas bien le entristece que goza con él. Esto se concibe: su estacion natural es el invierno con sus hielos, con su escarcha, con su nieve universal. Aquella nieve le ofrece tambien caminos abiertos por todas partes, y las distancias desaparecen; el ruso las atraviesa sobre su ligera narria con una increible rapidez. El invierno es para él la estacion de los caminos, segun su lenguaje pintoresco é imaginado.
Por eso San Petersburgo llega á ser durante esta estacion el punto de reunion de todos los mercaderes que acuden allí de setenta á ochenta leguas á la redonda.
El mercado de la Sennoï presenta un aspecto bas­tante original durante la primera quincena que prece­de á las tiestas de Navidid, las que el pueblo celebra en Rusia por una larga série de comidas en familia, donde preside una abundancia enteramente primitiva.
La vasta plaza de Sennoi se divide en anchos de­partamentos que armonizan con los diferentes comestibles que alli se ponen á la venta pública. Desde por la mañana, en medio de una multitud que se apiña, que se empuja y ondula como las olas del mar, el dueño del hotel, el de las grandes casas y el humilde cocinero del parador mas modesto llegan alli para ha­cer su provision de Navidad. Durante la compra y venta de estos comestibles se presencian en este parage las escenas mas graciosas al lado de las mas estravagantes que constituyen la alegría de los curiosos, que mientras dura esta semana convierten la Sennoï en verdadero paseo
En este tiempo es cuando el pueblo se encuentra mas animado; se abren las tabernas para no cerrarse ni de dia ni de noche, y los moujiks (campesinos) se guarecen liberalmente del escesivo frio por medio de repetidas libaciones alcohólicas. El aguardiente nacio­nal es su bebida favorita, su néctar, su Leteo; no hay males, no hay sentimientos que no disipe esta be­bida fermentada que proporciona al momento la em­briaguez.
Pocos se escapan de ella; pero es preciso decir de paso que la embriaguez de los rusos es completamente inofensiva. La exaltacion que produce se manifiesta al principio por medio de alegres cantares, y no tarda en trasformarse en una verdadera efusion de ternura. Uno de estos hombres trastornado con los pavores del alcohol, conversaba un dia dando vaivenes con el pilar de una esquina, al cual abrazaba y le decía su consuelo, su alma querida, su corazon y su paloma.
Pero llega la víspera de Navidad, y el frío es seco y penetrante; un movimiento inusitado se observa en todos los barrios de la ciudad. Anuncia una gran fes­tividad. Las narrias han dejado de conducir vituallas para cargarse de pequeños conos de pino. Son los árboles de Navidad, muy apreciados de los niños; las narrias deben aquella misma noche iluminarse con bu­jías, llenarse de juguetes y de distintas clases de re­galos segun la posicion y el rango, y sobre todo, la fortuna de las familias. En todas partes donde hay ni­ños, lo mismo en las casas mas opulentas que en las mas pobres, se levanta un árbol de Navidad. Esta cos­tumbre, procedente de Alemania, se ha hecho mas popular en Rusia, y hoy forma parte de sus mas ínti­mas costumbres.
He aqui el momento de la fiesta. El árbol aparece lleno de luces. En sus ramas se ven suspendidas una infinidad de frutas secas, y debajo de sus ramas están colocados los regalos para los niños. Muchas veces en las casas pudientes una lotería termina el sarao; esta lotería se compone de regalos numerados que se des­tinan á los concurrentes, entre los cuales se distribu­yen, cuya generosidad cuesta algunas veces de 10 á 15,000 rublos.
Ocioso es manifestar la alegria y la algazara de los niños al aspecto de este árbol brillante y generoso que les ofrece tantas cosas á la vez. Ahora describiremos á nuestros lectores una escena poco conocida y no menos inocente y cándida; ella revela uno de los ras­gos de la antigua supersticion eslava.
En las lóbregas noches del invierno las calles de San Petersburgo son poco transitadas, y durante el frio rigoroso puede decirse que están absolutamente desiertas, en especial las mas apartadas del centro de

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