jueves, septiembre 06, 2007

Viage ilustrado (Pág. 60)

Vednos actualmente próximos al carnaval, á la estrepitosa semana, porque en Rusia dura nada menos el período de esta diversion popular ocho días, ni me­nos ni mas, los ocho dias que preceden ir la cuaresma.
Dejaremos á un lado las reuniones mundanas los bailes de máscara, los dias de chacota como se dice en San Petersburgo, todas las fiestas, que escepto algunos pormenores recuerdan en su conjunto las de Madrid, Italia ó de Viena. Preferiremos detenernos en la semana del carnaval popular para presenciar los regocijos mas especialmente de los moscovitas; son mas moderados, como vamos ir ver, mas no por eso dejan de ser menos vivos y apasionados.


Desde luego detengámonos en la plaza del Almirantazgo: se han apoderado de ella los arquitectos: se toman medidas, se delinean planos, se trazan los contornos de una ciudad en pequeño. Muy pronto se amontonan los materiales: llegan los carpinteros que sin demora emprenden la obra; estos hombres arma­dos con una sola hacha... este maravilloso instrumen­to que puesto en manos del artesano ruso labran la madera de cien maneras, la escuadran, la asierran, la agujerean, la pulimentan y la someten á todas las exigencias de la carpinteria. Sin tardanza se eleva el armazon de la casa, en seguida se pone el tejado; siguen despues las paredes, que es lo mas fácil, porque solo se trata de clavar las tablas. Estas casas, como se vé, son unas barracas; pero presentan en su construccion los mas variados estilos de arquitectura; esta ostenta las ogivas y ornatos de la edad media; a quella ha tomado el corte de los monumentos bizantinos; la de mas allá está entreverada con todos los caprichos y fantasias chinescas; alguna hay que ha pedido sus modelos á la arquitectura del renacimiento, y tambien las hay mas sencillas que se contentan con imi­tar las granjas y cortijos de La Brie ó la Champaña. Todas estas barracas, cualquiera que sea su forma y carácter, tienen su balcon para la farsa burlesca del payaso ó arlequin; porque esta estraña ciudad impro­visada y construida en el corto tiempo de algunos dias, en medio de una plaza pública, reune muy pronto dentro de su recinto á todos los saltimbanquis, jugadores de manos, los que enseñan fieras... ¡qué sé yo! todos los clowns y charlatanes del imperio quo acuden alli para ejercer su industria, escitando la cu­riosidad del pueblo que se aumenta con el continuo ruido del tamboril y los que tragan estopas encendididas.
Delante de estas barracas se elevan las montañas de hielo: consisten estas en dos como torres colocadas una enfrente de la otra á la distancia de 200 á 300 toesas, terminadas por un terrado cubierto, de donde parte un plano inclinado un poco elevado hácia el me­dio, el cual encontrando el piso formado por un án­gulo de 45 grados, continúa marchando horizontal­mente basta el término del espacio que separa las dos

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