—Maria Pawlowna (María, hija de Pablo), dijo la doncella, todo está preparado, y la nodriza pregunta si puede venir.
—Vé á decir que la estoy aguardando, querida Acolina; es bien estraño, añadió poco despues ruborizandose: el corazon me late como si fuese á hacer una cosa mala:
—Y sin embargo, no hay nada que no sea muy inocente.
En la aldea de donde he venido á serviros no hay una sola jóven que no consulte el plomo derretido la víspera de Navidad, y que no procure saber despues el nombre de su prometido... ver despues en el espejo misterioso este mismo prometido.
— ¿Y tú, Acolina, has visto al tuyo?
—Yo, Maria Pawlowna, me he contentado con saber su nombre: se llama Fedor, se ha visto en el plomo derretido que era dentchik (lacayo militar), de elevada estatura y moreno.
—Pero este es el retrato de Fedor, el dentchik de mi padre, observó la hija del general.
La doncella se sonrojó, y para disimular su confusion preguntó á su señora si podia ir á llamar á la nodriza.
—Vé, mí Acolinita, vé.
Al cabo de algunos minutos se presentaba la nodriza en trage nacional, apretada la cabeza con un estrecho pañuelo de seda, el casaquin ribeteado con pieles blancas y la saya de paño encarnado. Las criadas de la jóven, tan curiosas como su señora, seguían á la nodriza. Una de ellas traía una vasija de agua fría, en la que debia echarse el metal fundido. Se hizo la operacion: el plomo liquidado en un brasero encendido fué precipitado dentro del agua rechinante, y volviendo á su estado sólido presentó las formas mas estrañas, mas variadas, y si decirse puede, las mas imposibles. La nodriza sacó de la vasija la masa metálica asi desfigurada, y se puso á esplicar sus diferentes configuraciones y accidentes, y despues de observados con un aire de conviccion é inaudita gravedad y aplomo, refirió una larga historia de afecto que la jóven escuchaba conmovida y sobresaltada.
—Vé á decir que la estoy aguardando, querida Acolina; es bien estraño, añadió poco despues ruborizandose: el corazon me late como si fuese á hacer una cosa mala:
—Y sin embargo, no hay nada que no sea muy inocente.
En la aldea de donde he venido á serviros no hay una sola jóven que no consulte el plomo derretido la víspera de Navidad, y que no procure saber despues el nombre de su prometido... ver despues en el espejo misterioso este mismo prometido.
— ¿Y tú, Acolina, has visto al tuyo?
—Yo, Maria Pawlowna, me he contentado con saber su nombre: se llama Fedor, se ha visto en el plomo derretido que era dentchik (lacayo militar), de elevada estatura y moreno.
—Pero este es el retrato de Fedor, el dentchik de mi padre, observó la hija del general.
La doncella se sonrojó, y para disimular su confusion preguntó á su señora si podia ir á llamar á la nodriza.
—Vé, mí Acolinita, vé.
Al cabo de algunos minutos se presentaba la nodriza en trage nacional, apretada la cabeza con un estrecho pañuelo de seda, el casaquin ribeteado con pieles blancas y la saya de paño encarnado. Las criadas de la jóven, tan curiosas como su señora, seguían á la nodriza. Una de ellas traía una vasija de agua fría, en la que debia echarse el metal fundido. Se hizo la operacion: el plomo liquidado en un brasero encendido fué precipitado dentro del agua rechinante, y volviendo á su estado sólido presentó las formas mas estrañas, mas variadas, y si decirse puede, las mas imposibles. La nodriza sacó de la vasija la masa metálica asi desfigurada, y se puso á esplicar sus diferentes configuraciones y accidentes, y despues de observados con un aire de conviccion é inaudita gravedad y aplomo, refirió una larga historia de afecto que la jóven escuchaba conmovida y sobresaltada.
Entre tanto la manecilla de la péndola iba á señalar la media noche. Acolina se precipitó fuera del gabinete, atravesó corriendo las demas salas, bajó volando la escalera y en un momento se halló en la puerta principal que iluminaba un farol: la calle estaba desierta y silenciosa; apenas se oia á lo lejos el ruido de algun carruage amortiguado por la nieve. La jóven doncella fija la vista en la profundidad del espacio prestaba atento oído con la mayor ansiedad, de repente su rostro centellea de gozo: acaba de oir el trote de un caballo que se aproximaba rápidamente: era un trineo en el que se veia un oficial, cuyo casco con águila de oro deslumbró muy pronto la vista de Acolina; ésta se habia puesto en medio de la calle á riesgo de ser atropellada por el trineo. Afortunadamente el conductor la habia percibido, y contuvo la marcha del caballo.
— ¿El nombre de vuestro amo? gritó la camarera.
— Dmitri, respondió el cochero sin mostrarse admirado, y aflojando las riendas al caballo continuó su rápida marcha. La jóven subió muy alegre, y fué á ponerse al lado de su señora.
— Dmitri, esclamó al entrar en el gabinete.
María se ruborizó al oir este nombre...
— ¿Dmitri? balbuceó.
—Si, María Pawlowna, un hermoso oficial en un
— ¿El nombre de vuestro amo? gritó la camarera.
— Dmitri, respondió el cochero sin mostrarse admirado, y aflojando las riendas al caballo continuó su rápida marcha. La jóven subió muy alegre, y fué á ponerse al lado de su señora.
— Dmitri, esclamó al entrar en el gabinete.
María se ruborizó al oir este nombre...
— ¿Dmitri? balbuceó.
—Si, María Pawlowna, un hermoso oficial en un
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