TURQUIA EUROPEA.
La naturaleza ha prodigado á los habitantes de la Turquia sus mas preciados dones. El aire es aqui saludable y tiene una pureza que despierta la imaginacion, á menos que no lo corrompan las malhechoras emanaciones de los paises vecinos, y el poco aseo con que viven. La tierra, aunque mal labrada, es productiva hasta un punto estremo; las estaciones observan una regularidad, agradable, y las aguas son tan limpias como saludables. Por último, la naturaleza no ha rehusado nada á estas regiones magníficas.
Para formarse una idea de la belleza de la situacion de Constantinopla, hay que entrar en esta ciudad. «Difícil es, dice Olivier, espresar las distintas sensaciones que esperimenta el viagero á la vista de esta gran ciudad y de sus habitantes: su posicion elevada, la mezcla de árboles, de casas y de alminares que presenta la entrada del Bósforo, el puerto y los arrabales de Galata, de Pera y de San Demetrio; Scutari y las verdes colinas que se encuentran detrás; la Propontida con sus islas; mas lejos el monte Olimpo cubierto de nieve, por una y otra parte los variados y fértiles campos del Asia y de la Europa; un conjunto, en fin, que presenta cuadros que admiran y estasian. No puede dejar de admirarse la belleza natural de los alredores de Constantinopla, y de reflexionar al mismo tiempo acerca de la posicion feliz de esta ciudad, cuyo desarrollo es tan rápido, cuya defensa es tan fácil, y cuyo puerto es tan seguro, grande y cómodo. Cuando entramos en Constantinopla, pasamos rápidamente de la primera impresion de asombro y admiracion, ocasionada por la hermosa vista de objetos tan diversos, a otra de sorpresa y desagrado, al verla tan sucia y tan mal construida. Las calles son estrechas, mal empedradas, las casas irregulares, mezquinas y construidas de tierra y de madera. Nos sorprendió sobremanera el silencio que reina por todas partes, el aire altivo y grave continente de los mulsumanes, y el aspecto humilde, tímido y bajo de los judíos, de los armenios y aun de los griegos. Este contraste choca de tal manera, que el estrangero adivina en la esterioridad de cada uno, el que es mulsuman ó raya, aunque no sepa todavía que se diferencian por el peinado y calzado.»
Constantinopla, que los árabes persas y turcos llaman Estambul, ciudad del islamismo, es la capital del Imperio otomano y la residencia del gran señor. Fué construida sobre las ruinas de Bizancio por Constantino el Grande, llegando á ser entonces la capital del imperio griego, hasta que escapando al azote destructor do las naciones bárbaras, se puso al frente de las grandes y hermosas ciudades de Europa, y fué la única que en los siglos góticos conservó algun resto en las costumbres y las artes, de la antigua delicadeza. Mientras estuvo en poder de los emperadores griegos fué el solo mercado que tenian en Europa las producciones de la India. Su situacion parece, con efecto, haberla destinado para ser la metrópoli del mundo. Colocada en los confines de las dos partes mas bellas de la tierra, une el Norte al Mediodía, y domina igualmente el Mar Negro y el Mediterráneo. Todas las producciones de los paises septentrionales, con la ayuda de los grandes rios que los atraviesan, pueden bajar por el Mar Negro y llegar fácilmente á Constantinopla, mientras que por el Sur se comunica esta ciudad con el Helesponto, con toda la Grecia, el Asia Menor, el Egipto y la India misma. La riqueza de las provincias que la rodean acrece ademas su opulencia, y su posicion es tan feliz, que puede considerarse como una de las plazas mas importantes de comercio. Todas las naciones esparcidas en el globo se encuentran reunidas aqui por su puerto. Un movimiento grande, una actividad general aumentan el realce del magnífico cuadro que presenta esta ciudad, que contiene cerca de medio millon de habitantes. La continua afluencia va reparando gradualmente las pérdidas considerables que causan la peste y los incendios, azotes tan espantosos en esta gran ciudad.
Constantinopla forma una especie de triángulo muy semejante á un arpa; su circunferencia será de 12 á14 millas. Tiene muchos arrabales: Galata, Pera, San Demetrio, el Fanal ó Ganar y Sentari. Este último está allende el Estrecho, enfrente del Serrallo, y puede pasar casi por una ciudad separada. Las casas están como hemos dicho, bien fabricadas, con madera, y se hallan revestidas de planchas pintadas. Unicamente los edificios públicos, tales como los baños, los paradores y los mercados, están hechos de mampostería, con mucha solidez. En cuanto á las mezquitas, construidas segun el modelo de las antiguas iglesias griegas, tienen en su mayor parte una forma bastante bella, y las columnas de mármol, alabastro, granito y pórfido que en ellas hay colocadas, son de bastante buen gusto. Los alminares que las coronan, en número de uno, de dos, de cuatro, ó de seis, hacen un efecto muy pintoresco y agradable á la vista, viniendo á formar una especie de campanarios en forma de columna, en los cuales hay practicada una escalera para subir á una galería construida en la estremidad.
Junto el Serrallo se encuentra la famosa mezquita de Santa Sofía, edificada en tiempo de Justiniano; monumento prodigioso para una época en que las artes yacian olvidadas hasta en su patria misma, que se admira despues de doce siglos, y cuya arquitectura ha servido de modelo á los sultanes turcos para edificar sus templos. Este edificio representa una cruz griega en un rectángulo; su anchura es de 81 metros, y puede estimarse en 89 su mayor longitud, desde el Santuario, situado al Oriente hasta las nueve puertas occidentales que dan al vestíbulo, y desde el vestíbulo al pórtico esterior. Las medias naranjas, cuya inclinacion es desagradable, fatigan la mirada del espectador que exanima este monumento; la fachada occidental carece de sencillez y de magnificencia, y hay una multitud de catedrales latinas que tienen mayor dimension; pero el arquitecto que levantó primero una cúpula en el aire, merece elogios por concepcion tan atrevida y por la sabia manera con que lo llevo a efecto. La cúpula alumbrada por veinte y cuatro ventanas, forma una curva tan pequeña, que su profundidad no escode una sesta parte de su diámetro. Este diámetro es de 40 metros, y el punto mas elevado del centro, donde la media luna ha sustituido á la cruz, tiene una altura perpendicular de 60 metros sobre el pavimento.
No puede entrarse en esta mezquita sin un firman ú órden del gran señor. Hay despues de ella otras muchas que, por su hermosura, merecen visitarse, Los sultanes que las han fundado no han satisfecho únicamente su amor á la religion levantando estos magníficos edificios, sino que han contribuido tambien al bien público agregando á dichas fundaciones hospitales, es-