Sin embargo, la conferencia de Londres continuaba sus trabajos, y habia publicado ya un acta conocida con el nombre de Tratado de los veinte y cuatro artículos, á que Leopoldo se habia adherido antes de subir al trono. La Holanda conservaba los límites señalados en otro tiempo a las Provincias Unidas: el Luxemburgo continuaba formando parte de la Confederación germánica: la Bélgica formaba un estado libre bajo la garantía de las cinco grandes potencias: se hacia cargo de las deudas que antes de la formación del reino de los Paises Bajos pesaban sobre su territorio, y por último quedaba libre la navegación de los ríos y canales. Pero Guillelmo negó su adhesión á aquel tratado, y el 2 de agosto atacó á la Bélgica.
Esta guerra no fué de larga duración; pero fué suficiente para manifestar á los holandeses su poder. Sin un pronto socorro enviado por la Francia á las órdenes del mariscal Gerard la hubiera sido á la Bélgica muy difícil resistir, aunque el nuevo monarca habia dado reiteradas pruebas de sabiduría y de valor. La Holanda no podia hacer frente á las fuerzas reunidas de dos naciones; al punto se concluyó un armisticio, y el 9 de agosto de 1831 se firmó una tregua de seis semanas.
El 6 de agosto del año siguiente Leopoldo casó con María Luisa, hija primogénita del rey de los franceses, y de este modo unió á su partido á los belgas, que deseaban ver en el trono á un príncipe de la familia de Orleans. Poco tiempo después (11 de octubre) la conferencia de Londres reconoció la necesidad de emplear medidas coercitivas para compeler á la Bélgica y á la Holanda á que recíprocamente evacuaran territorios que no las correspondían según el Tratado de los veinte y cuatro artículos; y el 22 del mismo mes, vista la negativa de las cortes del Norte, la Francia y la Inglaterra firmaron un tratado con aquel objeto: declararon á la Holanda que en caso de oponerse procederían al embargo de sus buques, y que ademas un ejército francés pasaría la frontera para apoderarse de la ciudadela de Amberes. El gabinete de la Haya no hizo caso de aquellas amenazas, y las potencias aliadas las pusieron en ejecución. La ciudadela de Amberes era fuerte, y lluvias abundantes habían descompuesto y ablandado el terreno: la ciudad debía ser neutral y las operaciones militares se encontraban muy circunscritas. Mas no por eso dejó el mariscal Gerard de principiar el sitio y de proseguirle con estremado vigor. Después de veinte y cuatro dias de trinchera abierta, el general Chassé capituló y se entregó prisionero con las tropas que tenia á sus órdenes. El general Gerard se comprometió á ponerle en libertad, cuando fuesen devueltos á la Bélgica los fuertes de Lillo y de Liefkenshoek, situados á orillas del Escalda. Pero el rey Guillelmo se negó á ratificar esta última condición: contaba con el apoyo de las potencias del Norte, y pensaba que un cuerpo de ejército prusiano que habia de observación en la frontera, pasaría el Rhin y acudiría en su auxilio. Cuando vio que se habia engañado, que la ciudadela de Amberes estaba tomada, y que los buques franceses é ingleses causaban mucho daño á su comercio, pensó en negociaciones. El 16 de mayo de 1833 se trato de común acuerdo de un armisticio indefinido, y el 21 se firmó un convenio provisional que establecía la libertad del Escalda, sometía el pontazgo del Mosa á la tarifa de Maguncia, mantenía el statu quo territorial, comprendiendo en él al Luxemburgo, alzaba el embargo de los buques holandeses, y devolvía la libertad á lodos los prisioneros de aquella nación, que se hallaban en Francia desde la toma de Amberes.
Sin embargo, la casa de Orange contaba todavía numerosos partidarios, y cuando el gobierno secuestró los bienes que poseía en Bélgica, estallaron murmullos en muchas ciudades, particularmente en Gante, Lieja, Amberes y Bruselas. Entonces el pueblo se irritó y cometió graves violencias: en Bruselas saqueó las casas de los principales orangistas, (llamaban asi á los partidarios de la familia destronada) y costó mucho tra-bajo restablecer el orden.
El gobierno del rey Leopoldo dedicó toda su atención á hacer que volviese á florecer el comercio belga, que la revolución habia aniquilado casi completamente; en 1838, una crisis afligió al banco, que se vio obligado á suspender sus pagos; el gobierno acudió á su socorro, y bien pronto se disipó la inquietud.
El 14 de marzo de aquel mismo año, la Holanda manifestó á la Bélgica que estaba pronta á aceptar el Tratado de los veinte y cuatro artículos. Aquella notificación produjo en el reino un movimiento estraordinario, porque desde 1830, el Luxemburgo y el Limburgo se habían identificado en la Bélgica, y contaban representantes en las dos cámaras. De todas partes enviaron felicitaciones al gobierno, enarbolaron los colores brabanzones, y el pueblo hizo las mas enérgicas reclamaciones. Leopoldo, sin embargo, se vio obligado á ceder por la retirada de los representantes de Prusia y Austria, y la Bélgica tuvo que contentarse con la parte wallona del gran ducado de Luxemburgo, y abandonó toda la provincia del Limburgo. Un tratado subsiguiente, (19 de octubre de 1842), tuvo por objeto concluir la liquidación de deudas á cargo de la Holanda y de la Bélgica: esta última no tuvo que satisfacer mas que una renta anual de 5.000,000 de florines, en lugar de los 8.400,000 que la habia impuesto el tratado de 15 de noviembre de 1831.
El mismo año se descubrió una conspiración formada para volver á colocar en el trono al príncipe de Orange. Los generales Vandermeer y Vandersmisen se encontraban á la cabeza de aquel movimiento. Entregados á los tribunales, fueron condenados á muerte, pero el rey les conmutó la pena en la de veinte años de presidio, y aun habiéndose fugado Vandersmisen, indultó á Vandermeer, con condición de que se espatriase y marchase á América. De los debates del proceso resultó que los conjurados habían tenido á su disposición inmensos recursos, y casi resultó probado que una potencia estrangera les facilitó el oro para promover disturbios en Bélgica. Aun ahora, este reino no está todavía tranquilo: los dos partidos que se habian amalgamado para derribar del trono á Guillelmo, se han dividido y se hacen una guerra encarnizada. Hasta el dia, el partido religioso lleva la ventaja, pero los republicanos adquieren continuamente nuevas fuerzas, y la lucha llegará bien pronto á equilibrarse.
Después de esta relación histórica, bueno será entrar en algunos pormenores acerca de su industria y de su comercio. La Bélgica puede contarse entre los paises mas industriosos de Europa: sin embargo, hasta el siglo IX, no presentó mas que el cuadro de la ociosidad y de la miseria: cubierta de lagunas y de bosques, estaba asolada por los bandidos, y los piratas que recorrían sus mares, interceptaban todas sus relaciones marítimas. Libres ya de los destrozos de los
Esta guerra no fué de larga duración; pero fué suficiente para manifestar á los holandeses su poder. Sin un pronto socorro enviado por la Francia á las órdenes del mariscal Gerard la hubiera sido á la Bélgica muy difícil resistir, aunque el nuevo monarca habia dado reiteradas pruebas de sabiduría y de valor. La Holanda no podia hacer frente á las fuerzas reunidas de dos naciones; al punto se concluyó un armisticio, y el 9 de agosto de 1831 se firmó una tregua de seis semanas.
El 6 de agosto del año siguiente Leopoldo casó con María Luisa, hija primogénita del rey de los franceses, y de este modo unió á su partido á los belgas, que deseaban ver en el trono á un príncipe de la familia de Orleans. Poco tiempo después (11 de octubre) la conferencia de Londres reconoció la necesidad de emplear medidas coercitivas para compeler á la Bélgica y á la Holanda á que recíprocamente evacuaran territorios que no las correspondían según el Tratado de los veinte y cuatro artículos; y el 22 del mismo mes, vista la negativa de las cortes del Norte, la Francia y la Inglaterra firmaron un tratado con aquel objeto: declararon á la Holanda que en caso de oponerse procederían al embargo de sus buques, y que ademas un ejército francés pasaría la frontera para apoderarse de la ciudadela de Amberes. El gabinete de la Haya no hizo caso de aquellas amenazas, y las potencias aliadas las pusieron en ejecución. La ciudadela de Amberes era fuerte, y lluvias abundantes habían descompuesto y ablandado el terreno: la ciudad debía ser neutral y las operaciones militares se encontraban muy circunscritas. Mas no por eso dejó el mariscal Gerard de principiar el sitio y de proseguirle con estremado vigor. Después de veinte y cuatro dias de trinchera abierta, el general Chassé capituló y se entregó prisionero con las tropas que tenia á sus órdenes. El general Gerard se comprometió á ponerle en libertad, cuando fuesen devueltos á la Bélgica los fuertes de Lillo y de Liefkenshoek, situados á orillas del Escalda. Pero el rey Guillelmo se negó á ratificar esta última condición: contaba con el apoyo de las potencias del Norte, y pensaba que un cuerpo de ejército prusiano que habia de observación en la frontera, pasaría el Rhin y acudiría en su auxilio. Cuando vio que se habia engañado, que la ciudadela de Amberes estaba tomada, y que los buques franceses é ingleses causaban mucho daño á su comercio, pensó en negociaciones. El 16 de mayo de 1833 se trato de común acuerdo de un armisticio indefinido, y el 21 se firmó un convenio provisional que establecía la libertad del Escalda, sometía el pontazgo del Mosa á la tarifa de Maguncia, mantenía el statu quo territorial, comprendiendo en él al Luxemburgo, alzaba el embargo de los buques holandeses, y devolvía la libertad á lodos los prisioneros de aquella nación, que se hallaban en Francia desde la toma de Amberes.
Sin embargo, la casa de Orange contaba todavía numerosos partidarios, y cuando el gobierno secuestró los bienes que poseía en Bélgica, estallaron murmullos en muchas ciudades, particularmente en Gante, Lieja, Amberes y Bruselas. Entonces el pueblo se irritó y cometió graves violencias: en Bruselas saqueó las casas de los principales orangistas, (llamaban asi á los partidarios de la familia destronada) y costó mucho tra-bajo restablecer el orden.
El gobierno del rey Leopoldo dedicó toda su atención á hacer que volviese á florecer el comercio belga, que la revolución habia aniquilado casi completamente; en 1838, una crisis afligió al banco, que se vio obligado á suspender sus pagos; el gobierno acudió á su socorro, y bien pronto se disipó la inquietud.
El 14 de marzo de aquel mismo año, la Holanda manifestó á la Bélgica que estaba pronta á aceptar el Tratado de los veinte y cuatro artículos. Aquella notificación produjo en el reino un movimiento estraordinario, porque desde 1830, el Luxemburgo y el Limburgo se habían identificado en la Bélgica, y contaban representantes en las dos cámaras. De todas partes enviaron felicitaciones al gobierno, enarbolaron los colores brabanzones, y el pueblo hizo las mas enérgicas reclamaciones. Leopoldo, sin embargo, se vio obligado á ceder por la retirada de los representantes de Prusia y Austria, y la Bélgica tuvo que contentarse con la parte wallona del gran ducado de Luxemburgo, y abandonó toda la provincia del Limburgo. Un tratado subsiguiente, (19 de octubre de 1842), tuvo por objeto concluir la liquidación de deudas á cargo de la Holanda y de la Bélgica: esta última no tuvo que satisfacer mas que una renta anual de 5.000,000 de florines, en lugar de los 8.400,000 que la habia impuesto el tratado de 15 de noviembre de 1831.
El mismo año se descubrió una conspiración formada para volver á colocar en el trono al príncipe de Orange. Los generales Vandermeer y Vandersmisen se encontraban á la cabeza de aquel movimiento. Entregados á los tribunales, fueron condenados á muerte, pero el rey les conmutó la pena en la de veinte años de presidio, y aun habiéndose fugado Vandersmisen, indultó á Vandermeer, con condición de que se espatriase y marchase á América. De los debates del proceso resultó que los conjurados habían tenido á su disposición inmensos recursos, y casi resultó probado que una potencia estrangera les facilitó el oro para promover disturbios en Bélgica. Aun ahora, este reino no está todavía tranquilo: los dos partidos que se habian amalgamado para derribar del trono á Guillelmo, se han dividido y se hacen una guerra encarnizada. Hasta el dia, el partido religioso lleva la ventaja, pero los republicanos adquieren continuamente nuevas fuerzas, y la lucha llegará bien pronto á equilibrarse.
Después de esta relación histórica, bueno será entrar en algunos pormenores acerca de su industria y de su comercio. La Bélgica puede contarse entre los paises mas industriosos de Europa: sin embargo, hasta el siglo IX, no presentó mas que el cuadro de la ociosidad y de la miseria: cubierta de lagunas y de bosques, estaba asolada por los bandidos, y los piratas que recorrían sus mares, interceptaban todas sus relaciones marítimas. Libres ya de los destrozos de los
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