jueves, diciembre 10, 2009

Viage ilustrado (Pág. 443)

éste, Roberto y Giovanna I continuarán tan prodigiosa obra hasta su consagración en 26 de febrero de 1368. Es verdaderamente una sorpresa la que causa la perspectiva interior de este edificio, por el gusto y la riqueza con que todo él está decorado. El altar mayor y las capillas principales llaman estraordinariamente la atención por la belleza de sus mármoles, en que pintorescamente alternan el verde antiguo, el de Calabria, el rojo de Sicilia y el preciadísimo lapislázuli, entre finos y delicados metales incrustados de piedras preciosas. Las obras mas notables de Lanframo, el caballero Máximo Stanzioni, el Spagnoleto Donenicho Vaccaro, Belisario, Maratta, Paolo de Matteis, Amoibale Caracci, Solimena, Finoglia, Guido, Paolo Veronese, Caracciolo, Bernini y otros grandes artistas, no contribuyen menos á la admiración del viagero. En el Capitolio hay también hermosas producciones de Belisario, Arpino, Viviani, y Massimo Stanzioni. En la sacristía, por fin, las pinturas de este último y las de Luca de Giordano, y el Spagnoleto, no son menos dignas de tan eminentes autores. Por donde quiera que se considere este templo, admira el gusto de los adornos, asombran los prodigios que á porfia han obrado allí las tres nobles artes. Recorriendo el espacioso monasterio, se llega á un balcón que da vista al Oriente, y se recrean los ojos en el mas grandioso cuadro de la naturaleza: á los pies un abismo, y en ese abismo, Nápoles y su inmenso golfo. Desde el Vesubio hasta las verdes colinas de Sorrento, y desde estas hasta la severa Capri, los ojos no encuentran sino maravillas naturales que, ó se esconden en la profundidad en que se ven el mar y las vegas, ó se alzan al nivel del espectador en los mas altas montañas de la izquierda, que van á perderse en la magestuosa línea de los Apeninos.
L'Ascencione, cuyo origen pertenece al 1300, pero que fué reedificada bajo la protección de Michele Vooz, conde de Mola, con el diseño de Lanzaga en 1622, tiene un bello arcángel San Miguel y una Santa Ana debidos á Luca Giordano.
La fundación de L'Incoronata recuerda el palacio de justicia de Roberto y la coronación de su sobrina Giovanna. Los numerosos frescos que adornan el templo, son en concepto público, las obras mas dignas de Giotto. Entre ellos vénse dos retratos de dos personages muy celebres en las crónicas poéticas y amorosas de Italia: el Petrarca y su bella y amadísima Laura. También hay buenas pinturas que se atribuyen á Gennaro di Cola, discípulo del napolitano Simone.
En San Giovanni in Carbonata, después de algunas pinturas de Vassari, de alguna belleza arquitectónica de Amibale Canavello, y de los sepulcros de Ferdinando Sanseverino, príncipe de Bisignano, el jurisconsulto Niccolo Capasso y el médico Niccolo Cirillo, admíranse con profundísimo respeto por su grandeza y egregia magnificencia las tumbas del rey Ladislao, erigida por Giovanna II y de Sergianni Caracciolo, célebre por los favores con que le honró la fortuna en la corte, y por la horrorosa muerte que le hizo dar en Castel Capuano el 25 de agosto de 1432, su hermosa enemiga Cavella Ruffo, duquesa de Sessa.
El Carmine Mayore, levantado por los monges que volvían del monte Carmelo, guarda las cenizas de los desgraciados Corradino y Fernando, duque de Austria, decapitados por Cárlos d'Anjou el 29 de octubre de 1268.
Santa María di monte Oliveto es una iglesia corintia, que entre un altar mayor de espléndida riqueza por sus piedras, algunas obras de Santacroce, Modamin de Módena, del Merliano, Fabrizio Santafede, Paolo Matteis, Francesco Mura, y otros objetos muy notables, ostenta una porción de sarcófagos de mucho mérito por sus esculturas y por los mármoles amarillo y verde antiguos de que algunos están fabricados. Citaremos el monumento alzado al célebre arquitecto Domenico Fontana, muerto en 1607, el de Marino Curiale, el de Alfonso II de Aragón, y el de Guerrello Origlia. También se encuentran objetos de gran valía en la capilla de la familia Avalos y en la de Picolomini.
San Giaccomo degli Spagnnoli fué fundado por el virey de Nápoles don Pedro de Toledo, cuya sabia y prudente administración vive inmortal en los anales de las dos Sicilias. Al ver el suntuoso mausoleo del virey, nos postramos en tierra á orar devotamente sobre tan noble y digna sepultura, y una lágrima vino á mostrarnos que no puede sernos indiferente un recuerdo tan grandioso de la antigua riqueza de la monarquía española. La estraordinaria belleza del sarcófago, sus bajos relieves de las armas de los duques de Alba y marqueses de Villafranca; los que representan la vida del valeroso don Pedro de Toledo contra Barbaroja y contra los turcos en Otranto, los de las fiestas celebradas en Nápoles á la llegada de Carlos V después de las empresas de Africa, y las elegantes estatuas del virey y de su esposa, no hicieron mas que escitar nuestros recuerdos, y por consiguiente aumentar nuestros dolores. Al retirarnos de la iglesia, largo tiempo consagramos á la memoria de aquel célebre español, no menos que al artista Giovanni Merliano, que tan dignamente lo ha inmortalizado en tan egregio monumento.
Santa María degli Angeli. Esta iglesia corresponde al año 1600, y se fabricó sobre las ruinas de otra que Constanza Doria, princesa de Sulmona, habia cedido á los padres teatinos. En ella se conservan magníficas pinturas y esculturas de Stanzioni, Bernardino Siciliano, Vaccaro y Angelin.
Francesco di Sangro, duque de Torremaggiore, erigió la iglesia de Santa María della Pietá, en cumplimiento de un voto en 1590, pero Raimundo la enriqueció posteriormente con preciosos mármoles y magníficas estátuas. Es admirable la belleza de estas y la de los grandes sepulcros de la familia del fundador, en donde parece que á porfía se han esmerado Queirolo, Celebrano y Corradini en obrar prodigios sobre la piedra. En medio de esculturas tan escelentes hay una de Giuseppe Sanmartino, representando el cadáver del Redentor cubierto con un finísimo velo. ¡Qué sorprendente es esta obra! Al través del velo de mármol se distinguen unas formas tan sabiamente cinceladas, que no parece, como dice un escritor italiano, sino que aquel velo está ligeramente impregnado del sudor de la muerte.
Trinitá Maggiore ó Gesú Nuovo fué fundada en 1584 sobre el antiguo palacio de Roberto Sanseverino. Tiene ricas columnas de mármol africano y de rojo de Sicilia. La cúpula pintada por Lanfrano, quedó destruida por el terremoto de 1688, y en su lugar hay otra del pincel de Matteis. También se ven bellas pinturas de Solimena, Imparato, Giordano, el Sspagnoleto y Bernardino Siciliano, y escelentes esculturas de Bernini, Margaglia, Fanzaga y Naccarini.

viernes, diciembre 04, 2009

Viage ilustrado (Pág. 442)

honra la memoria del artista Fuga. El tabernáculo es de una riqueza inmensa, puesto que entre el brillo de preciosos metales encienden sus lucecitas los topacios de gran tamaño y otras piedras de gran valía. Aqui pueden visitarse las cenizas del eminente poeta Giambatista Marini.
Con San Paolo Maggiore empezamos á visitar las principales iglesias de la época ducal. En este sitio, Tiberio Giulio Tarso, liberto y procurador de Augusto, erigió un templo de bronce y mármol griego, esquisitamente trabajado en honor de Castor y Polux. Hasta el siglo VIII fué la admiración de propios y de estraños ese soberbio edificio pagano de bellas estátuas y de hermosas columnas estriadas de orden corintio; pero en este tiempo, las victorias alcanzadas por los napolitanos sobre los vándalos el dia 25 de enero de 574 y el 30 de junio de 788, fueron eternizadas con la erección de una iglesia consagrada á San Pablo sobre las ruinas del antiguo templo de Castor y Polux. Conservándose aun todo el rico material de la primitiva fábrica, bien puede decirse que al recibir hoy un cristiano en comunión el cuerpo de Jesucristo, pisa la misma losa manchada tal vez con la sangre de los sacrificios de los gentiles. Las pinturas de Santolo Cirillo, Andrea di Leone, Bellisario Corenzio, Marco da Siena, Massimo Stanzioni, Solimena, y otros, y las esculturas de Andrea Falcone, Vauario y Giulio Margagli da Carrara, harán olvidar fácilmente al viagero los preciosos recuerdos que traen á la memoria aquellos antiquísimos pedestales.
En la Iglesia de San Gennaro dé Póveri pueden verse esas admirables catacumbas que sirvieron de refugio á los primeros cristianos, ó tal vez de via de comunicación entre varios pueblos. La pálida luz de las antorchas, el silencio de las tumbas y aquella atmósfera pesada y sofocante, hacen de esta mansion un lugar misterioso, y no sin una especie de terror pánico se recorren sus angostas calles y desiguales plazas, sembradas de cadáveres. Casi puede decirse, que cada vez que se sienta la planta en tierra, se pisa el cráneo de un hombre ilustre ó los mutilados miembros de un mártir. Nunca se abandonan esos oscuros subterráneos abiertos en la piedra viva de una montaña, si haber murmurado algunos rezos divinos en honra de tantas almas como dejaron sus cenizas mortuorias encerradas en aquellas cavernas tenebrosas, escondidas á los rayos del sol; pero abiertas siempre á las plegarias de los devotos. Tres inmensas galerías negras por su oscuridad, algunos objetos religiosos enclavados sobre la concavidad de la roca, sepulcros y huesos blancos: ¡he aqui el pavoroso cuadro que presentan esas sagradas catacumbas!
San Domenico Maggiore es uno de esos templos que á las maravillas del arte y á las riquezas de buen gusto reúnen el valor inmenso de las reliquias que encierran. La iglesia de que nos ocupamos contiene en su recinto una porción de páginas brillantes de la historia de Nápoles; pero si queremos estudiar esa historia, habremos de leerla en los huesos de los muertos que guarda bajo sus augustos mausoleos. Aqui está la grandiosa sepultura del conde de Buchianico, y de su esposa Catarinella Ursino; alli la del valiente Niccoló di Sangro, príncipe de Fondi, á otro lado la del célebre Francesco Carafa; enfrente la de Etlore Carafa; mas acá la de Giovanna d'Aquino, condesa de Mileto y de Terranova; y en el sitio opuesto la de su hijo Cristóforo y su marido Tommosso. La sacristía puede considerarse como la tumba de los príncipes aragoneses: en ella están los sepulcros de Alfonso I, cuyos restos se trajeron á España en 1666; Ferrante I, Ferrante II y su muger Giovanna; Isabella de Aragón, consorte de Giovanna Sforza, el joven, duque de Milan, Antonio de Aragón, segundo duque de Montalto; sus hijos Giovanni y Ferrante, y su esposa María de la Cerda, Antonello Petruici y otros varios ilustres personages. También se ve aqui el vaso de plata en donde se conserva el corazón de Cárlos II de Anjou; pero lo que no puede menos de mirarse con una especie de entusiasmo militar, es el túmulo del valentísimo marqués de Pescara, en el cual hay una inscripción latina de Ariosto. Tanto corresponden los lienzos, los frescos y las esculturas á la estraordinaria riqueza del templo, que basta citar los nombres de Giotto, Tiziano, Caravaggio, Luca Giordano, Alberto Durero y Santafede para significar el valor artístico de tan suntuoso y soberbio monumento, que á alhajas de tanto mérito reúne el recuerdo de haber sido cátedra y morada del celebradísimo doctor Santo Tomás de Aquino.
Concluyamos con las iglesias, cuya fundación corresponde á los tiempos de la monarquía. Santa María la Nuova fué reedificada sobre el antiguo santuario que fundó Cárlos I d'Anjou por Felipe II en 1599. Un buen pórtico con dos columnas de granitos de orden corintio da entrada á este precioso templo. En él hay una suntuosa capilla debida á la piedad del Gran Capitán, donde está la tumba del valeroso conde Pedro Navarro, que se dio muerte con sus propias manos en su prisión de Castel Nuovo. ¡Qué recuerdos tan tristes nos traen á la memoria los prolijos pormenores de la inscripción que hay en esta tumba, debida al eminente escritor Paolo Giovio! Separemos de ella la vista para recrearla en las soberbias creaciones de Francisco Imparato, Fabrizzio Santafede, Corenzio, Luigi Roderico, Caraniolo, Buonarotti, Marco da Siena, Angelo del Fiore, Galeazzo Sanseverino, Tomasso Estefani, Onofrio di Leone, Luca Giordano, Naccarini, Giovan da Nola, Silvestro il Bruno, y Bernini.
Santa Chiara es uno de los pocos monumentos góticos que en Italia lucen sus atrevidos perfiles y elegantes agujas entre los infinitos edificios de antigua construcción romana. Al plantar el pie en el interior de la iglesia, el viagero retrocede lleno de espanto, que también en el pais clásico de las artes ha habido manos profanas que han cubierto con cal los admirables frescos debidos al célebre pincel de Giotto. En cambio los ojos se gozan en los bellísimos sepulcros que en uno y otro lado encierran los restos de grandes personages, tales como Onofrio di Penna, Antonio Gaudino, Antonio Epicuro, Raimondo Cabano, Perotto, la familia de Merlotto, Roberto d'Anjou, Cárlos, duque de Calabria, Giovanna I, María de Francia, emperatriz constantinopolitana, Agnese, hija de esta y también emperatriz, María, hija de Cárlos ilustre, y otros cuantos que reposan en egregias sepulturas, que mas que urnas cinerarias son maravillas de las artes.
Sobre la gigantesca y amenísima colina que á espaldas de Nápoles ocupa la inespugnable fortaleza de San Telmo, se alza uno de los mas ricos y suntuosos templos que ornan la ciudad: San Martino, la Certosa, ó sea el monasterio de la Cartuja, rival de aquella famosísima de Pavía. Su fundación se debe a Cárlos ilustre, por los años de 1325. A la muerte de

domingo, noviembre 29, 2009

Viage ilustrado (Pág. 441)

después, Belisario Corenzio pintó los admirables frescos de la bóveda de la nave, los de la cruz , los del coro y los del sitio de aquel sepulcro en donde el hábil artista reposó en 1643, á los 85 años de edad, muerto de la caida de un palco en que estaba retocando sus pinturas. La cúpula y las cuatro repisas con los doctores de la Iglesia, fueron pintados en 1372 por el flamenco Paolo Schephen; las estátuas de San Pedro y San Pablo que están á los lados de la puerta, son de Michelangelo Naccarini. El pavimento es preciosísimo, compuesto de mármoles de colores, aunque interrumpido por bajos relieves é inscripciones sepulcrales. Hay otras obras notables de Giovami Angelo Eriscuolo, Naccarini, Giuseppe Morulli, Corenzio, Marcos de Siena, Andrea di Salerno, Cosmo Fanzaga, Bartolommeo Chiarini, Benvenuto Tortelli, Sebastian Solisto, Giovan Domenico di Martino, Annibale Cauavello, Bramerio, Girolamo Imparato, Giovanni Antonio d’Amato, Pietro Perugino, Antonio Stabile de Potenza, Fabricio Santafede, Gerónimo d'Auria, Pietro della Pieta (español) y Onofrio de Leone.
Lo mas notable que observamos en la capilla de San Severino, son los tres magníficos sepulcros de sus hermanos Jacobo, Segismundo y Ascanio, envenenados por su tio, con motivo de sus deseos á la sucesión, obras del citado Nola; el coro de nogal con hermosas figuras y ricas labores de talla, de Chiarini y Tortelli; el grupo de la Piedad en la capilla de los Gesualdos, hecho por Domenico de Auria; el órgano, de los célebres Solisto y Martino; el crucifijo de boj que San Pio V regaló á don Juan de Austria á su partida para la batalla de Lepanto, y los dos bellos sepulcros en que se leen epitafios del celebérrimo Sannazzaro. Junto á la capilla de los Médicis se baja á la casa de San Severino, en la que se halla una gran pintura en tabla de Zíngaro, célebre, tanto por ser el fundador de la escuela napolitana, cuanto por las amorosas aventuras que encadenaron toda su vida. A la salida de la iglesia está el vasto monasterio que contiene las mas soberbias creaciones de este pintor y de Corenzio; en cuanto hemos descrito puede decirse que se encierra un riquísimo museo.
Siguen las iglesias de la época imperial. El Duomo ó catedral está sobre las ruinas de dos antiguos templos de Apolo y de Neptuno, y su fundación se atribuye á Constantino; pero es lo cierto que Carlos I de Anjou mandó hacer la construcción en el espacio de la Sommapiaza como el mas digno de tan hermoso templo; Carlos II continuó la obra, que al fin llegó á concluirse, según la planta del famoso arquitecto Masuccio, en el reinado del gran Roberto. Su estilo es gótico y la figura interior de cruz latina con tres naves, con adornos de la invención de aquel artista, que se llamaron boricefali, y bellas esculturas de Pietro Stefani. El terremoto de 1456, hizo tanto daño á la iglesia, que para repararlo fué necesario todo el celo de Alfonso I de Aragón, ayudado del de varios napolitanos. Los arzobispos la enriquecieron posteriormente, como Decio Carafa, que entre otras cosas le puso el rico vaso de basalto egipcio de la pila bautismal, que antiguamente habia servido para el culto de los gentiles; Innico Caracciolo cubrió de estuco las columnas y ornó la nave de en medio y la cruz con pinturas de Luca Giordano; Ranuccio Farnesio hizo construir el órgano de la derecha á Fiustino Da Parma; y Ascanio Filomarino, el de la izquierda á Pompeo Franco, napolitano: bajo el primero hay una curiosa obra de mármol, de Caccavello, y bajo el segundo un trono también de mármol de un célebre escultor del siglo XVI. El cardenal Filippo Caracciolo del Giudice, revistió los muros de mármoles de colores, hermoseó las columnas y restauró los cuadros antiguos. La fachada principal del Duomo tiene tres puertas, siendo notable la del centro por su grandeza, por su arquitrabe de un solo pedazo de mármol y por dos columnitas de pórfido del antiguo templo de Apolo. Las ciento diez columnas del interior son de granito de Egipto, y las admirables pinturas del centro, de Fabrizzio Santafede, Giovanni Vincenzo Forti, Vasari y Luca Giordano. En la capilla de San Genaro hay dos grandes estatuas de San Pedro y San Pablo, de Finelli, y una bellísima verja de hierro, hecha por el diseño de Fanzaga de Bérgamo, que costó cerca de 32,000 ducados; los mármoles de las paredes, las cuarenta y dos bellas columnas, las diez y nueve estatuas de bronce, las pinturas de la cúpula de Lanfranco, los frescos del Domenichino y los lienzos del Spagnoleto y de Stanzioni, alternan dignamente con un suntuoso altar de pórfido, que guarda en su tabernáculo la cabeza de San Genaro y la sangre del mismo santo, que suele liquidarse al ponerla delante de aquella: esta religiosa ceremonia se verifica tres veces al año, en mayo, setiembre y diciembre. El altar mayor de la iglesia sostiene un escelente grupo de mármol, de Bracci, que representa una Asuncion; á un lado está el monumento fúnebre de Caracciolo, y cerca de éste una capilla que contiene pinturas y esculturas muy notables por su mérito, rareza y antigüedad, La capilla subterránea en que se guarda el cuerpo de San Genaro en una urna de bronce, está toda cubierta de mármoles blancos, y sostenida por diez preciosas columnas jónicas; la magnifica estátua del cardenal Carafa se atribuye generalmente al cincel inmortal de Miguel Angelo.
La basílica de Santa Restituta fué edificada por Constantino el año 384 de Jesucristo, sobre un templo de Apolo, y con las columnas de otro de Neptuno. Sus obras artísticas mas dignas de mención son debidas á los pinceles de Luca Giordano, Silvestro Buono, Santolo Cirillo y Francesco Mura. El santuario de Santa María del Principio, recordará al devoto viagero el oratorio en que San Aspreno y Santa Cándida se reunían secretamente para dar culto á la verdadera religion. A la derecha del altar mayor se encuentra la puerta que conduce á la capilla de San Giovanni á fonte, cuya preciosísima cúpula es de un mosaico italo–bizantino del siglo XIII, que representa la vida de Jesús y otros asuntos sagrados. A la salida del templo se encuentra el busto, y junto á él las cenizas del erudito filólogo napolitano Alessio Simmaco Mazzocchi.
La iglesia de los Santos Apostoli se remonta también á la época de Constantino, y está fundado sobre el templo de Mercurio, donde se halló el vaso de basalto egipcio que sirve de pila bautismal en la metropolitana. En 1626 fué reedificada tal como se encuentra hoy, por el célebre arquitecto Francesco Grimaldi, que levantó un templo de estraordinaria riqueza. Merecen alta estimación las pinturas que contiene de Lanfranco, Viviani y Luca Giordano, el bajo relieve de la capilla de la Anunziata, de Fianmingo, los mosáicos copiados de asuntos del Guido y de Pietro de Cortona, y el altar mayor, cuyo suntuoso estilo

lunes, octubre 26, 2009

Viage ilustrado (Pág. 440)

Danza campestre, en Nápoles

ñor, el cual cesó por mandato de Clemente VIII.
La iglesia fué reedificada por los canónigos lateranenses, según el diseño de Pietro di Marino, arquitecto napolitano. Su forma es la de una cruz latina, con ocho capillas laterales, dos en el centro, y una al lado del altar mayor: la arquitectura es de orden corintio. Sus bellas pinturas y esculturas son de Giovanda Nola, Bernardo Lanca, Girolamo Santacroce, Francisco Saverio, y Cándido é Baltassare Ricca. Desde una capilla se desciende á la casa, oratorio y sepulcro de Santa Cándida. En la sacristía se ven unos armarios de nogal bien tallados, y un altar en el fondo con frontispicio de mármol, adornado de delicados arabescos. Al Oriente de la iglesia está el convento de franciscanos, residencia del provincial de la orden, en cuya biblioteca se conserva una escelente pintura en tabla que representa á la Virgen con el Niño y cuatro ángeles dentro de un templete de cuatro columnas obra única que se conoce en Nápoles de Protasio de Crivelli, artista valiente de 1497. En el mismo convento de paños ordinarios dirigida por un hermano de la orden, para el consumo de los hábitos de los frailes.
En los primeros siglos de la era vulgar se edificó una pequeña iglesia en la plaza de Montorio con la advocación de San Severino, á la cual se trasportó en el año 910 desde la isla del Salvador, el cuerpo del santo titular, y diez años después el de San Sosio, hallado en la antigua Miseno, tomando por consecuencia, los nombres de entrambos santos, cuyos restos se condujeron en 1808 á Fratta. En 1490 fue reedificada la iglesia bajo el diseño de Francisco Mormando, célebre arquitecto que luego vino a España protegido por Fernando el Católico; algun tiempo

sábado, octubre 24, 2009

Viage ilustrado (Pág. 439)

capote. Si mueven un brazo, si levantan un poco la cabeza, es para apurar un gran plato de maccharoni cubiertos de queso de la Cerdeña. Si se alzan del suelo es para ir á mover perezosamente los remos de su barquilla, ó para correr como águilas en defensa de su rey. Su juego favorito, que creemos se llama la morra, consiste en ponerse dos, uno enfrente de otro, con la mano derecha cerrada y puesta sobre el hombro: al verlos asi, cualquiera se figuraría que eran dos gladiadores que iban á acometerse; nada de eso, de pronto tenderán los brazos pronunciando cada cual, con un grito enorme, el número que supone ha de señalar el otro con los dedos; el que acierta tantas veces mas que el contrario, es el que gana la partida. Otro entretenimiento muy delicioso para ellos se reduce á admirar las gracias del pulcinella, ó á formar corro alrededor del cantor, que con el libro en la mano, declama con ridículos ademanes los poemas del Tasso y de Ariosto. Esto les produce un verdadero entusiasmo: asi, pues, Reinaldo es su héroe favorito, lo aman con estraordinario cariño. Por eso saben de memoria la Jerusalen libertada, como los helenos sabían la Iliada. En estos sitios suele verse el corriciolo, ese ligerísimo carruage de grandes ruedas y vivísimos colores, que ha inspirado á Alejandro Dumas el título de una de sus obras. En él montan hasta diez y ocho personas algunas veces, aunque mas comunmente diez ó doce, y tirado por un solo caballo, corre como un rayo hasta Pórtici, Resina ó Castellamare.
La religion es lo que debe ser para los napolitanos, lo que debiera ser para otros pueblos que se juzgan estar en mas alto grado de cultura. Pero la civilización, como se comprende en nuestra época, lleva en pos de sí á la desmoralización. El primer dia que vimos una función de iglesia en Nápoles, nos asombró el lujo que brillaba por todas partes: largas y ricas cortinas de seda blancas, encarnadas y celestes, bajaban desde la mitad del lecho en pintorescos pabellones hasta los altares; á pesar de las abrazaderas de oro con que se formaban tan caprichosos pliegues, las colgaduras se mecian azotadas por el viento en agradables ondulaciones; las señoras, especialmente, lucian sus gracias entre ricos aderezos de perlas y hermosos trages de seda guarnecidos de finísimos encajes. Al principio creímos encontrarnos en un salon de baile: fuimos injustos, porque la compostura y recogimiento que luego notamos, nos convencieron de que nada es mas digno que, al rendir homenage un cristiano al Dios trino y uno, arrastre por el templo las sedas y los terciopelos que la inmoralidad ha señalado esclusivamente para los bailes, como si desmerecieran sus matices con el purísimo aroma del incienso al rozarse con la piedra santa de los altares.
La sedería es una de las manufacturas mas importantes de Nápoles: el gró y el tafetán que produce, se estiman mucho en todas las ciudades de Europa. Otras varias telas escelentes son también conocidas en el comercio. El coral, entre otras piedras preciosas, contribuye á formar gran parte de su riqueza. Los principales ramos de importación consisten en café, azúcar, especias, papel, tabaco, tinte, lienzos, paños y otras telas de lana, y por fin, algunos objetos de lujo; la esportacion, en seda cruda y en tejas, aceite, naranjas, limones, algodón, cáñamo, nuez de agallas, lino, azafrán, almendras, cuerdas para instrumentos músicos, pieles de cabras y corderos, y por último, aguardientes y vinos, sin olvidar el escelente lacryma Christi. Pero en general puede decirse que Nápoles elabora y fabrica tanto como corresponde á su rango de tercera capital de Europa.
He aqui trazado en pocas palabras un ligerísimo bosquejo de Nápoles, que hemos considerado indispensable antes de pasar á cada una de sus mas peregrinas preciosidades. La población tiene cerca de una legua de estension de N. á S., media de E. á O. y tres de perímetro. ¡Pero cuántas bellezas se encierran en ese espacio, en medio de ese delicioso vergel del universo y bajo un cielo tan hermoso! ¡Cuánto se goza á la sombra de sus palacios en un dia del estío! ¡Cuánto se disfruta en sus campos en uno de los mas crudos del invierno! ¡Cuánto se siente en su golfo á la luz de la luna, cuando esta se asoma por entre las vides y los laureles de la tumba de Virgilio! ¡Qué mucho que el dichoso hijo de esa tierra, diga al viagero que toca en su puerto: Veder Napoli e poi moriré! Tacha un francés de exagerado al napolitano, porque en su entusiasmo por su patria ha compuesto esa sencilla frase: pues bien, el autor de esta obra, que á la calidad de ser hijo de Sevilla, la encantadora capital de Andalucía, reúne la circunstancia de ser bastante joven, y por lo tanto, tiene los dos títulos para poder exagerar impunemente, confiesa, que al sentir las primeras impresiones en Nápoles, no satisfecho con pronunciar aquella frase, inventó otra que murmuraba á todas horas, de este modo: ¡Veder Napoli, e poi vivere in Napoli, e dopo d’un secólo morire in Napoli!
Hagamos una ligerisima escursion á los principales templos de Nápoles, y en ellos hallaremos tantas bellezas antiguas y tantos monumentos modernos como encierra esta capital bajo el artesón de sus sagrados recintos. Cerca de trescientas iglesias pueden numerarse hoy en la pagana Parténope, contando en los claustros de sus conventos hasta 10,000 frailes y curas, y 45,000 monjas: pero no todas aquellas merecen los tributos de la admiración de los viageros, si bien no son pocas las que contienen bellezas artísticas de primer orden. Recorramos solamente estas, siguiendo las fechas de su fundación.
Dos son las iglesias primitivas, San Pietro ad Aram y Santos Severino é Sosio: aquella, según una antigua y piadosa tradición, está considerada como la cuna del cristianismo en Nápoles, por haber sido el lugar donde San Pedro y San Marcos erigieron un altar el año noveno de nuestra era. Ese antiguo monumento se conserva en grande estima, y de él tomó el nombre de templo que posteriormente se construyó en el mismo sitio. A instancia de Alfonso I de Aragón, Nicolás V lo puso á disposición de los canónigos regulares lateranenses, los cuales á su partida de Nápoles en 1799 lo dejaron á los hermanos de San Francisco, en cuyo poder se conserva hoy. La antigua ara apostólica de que hemos hecho mención se conserva en el atrio de la iglesia, custodiada por una cubierta de hermosas columnas y preciosos mármoles, en que hay un lindo bajo relieve que representa á San Pedro en el mar, y sobre el altar un fresco de un buen pintor del siglo XVI, que figura á este apóstol en el acto de la consagración de la hostia. El fresco en que dos obispos imitan el acto de abrir una puerta con martillos, recuerda el antiquísimo privilegio que gozaba este templo, en atención á su origen, de abrirse en el año santo en la vigilia de la Natividad del Se–

jueves, octubre 15, 2009

Viage ilustrado (Pág. 438)

de libros, de objetos curiosos de cualquiera clase? Pues no os mováis del sofá; dad una campanillazo, decid dos palabras al criado, y antes de diez minutos tendréis tantos comerciantes como habéis necesitado, que abren sus cajas, y os estenderán sobre la cama, la consola, las sillas y el suelo, veinte ejemplares de cada cosa, os lo darán todo por poco dinero, pero os harán comprar mucho, que para eso os han ofrecido instantáneamente el pintoresco panorama de feria. ¿Queréis un frac? Pues lo tendréis concluido en un santiamén, y tan bien hecho y elegante como el que lleva el príncipe de Salerno. ¿Un cicerone? pues al instante vendrá uno que ofrecerá tantas noticias como los manuscritos mas raros de la biblioteca Brancaccia; pero provisionalmente podéis serviros de cualquiera, porque en Nápoles todos saben quien fué Virgilio, que hay de notable en Pompeya, y en que día y hora nació Torcuato Tasso.
El suave trato de los napolitanos, la cariñosa atención de sus hermosas mugeres, y hasta el respeto con que los hijos del pueblo saludan al estrangero, dándole el tratamiento de escelencia, hacen mas apreciable su compañía. No se crea que con este saludo se humilla al pobre; al contrario, sus finos modales le hacen mas estimado del viagero. La esperiencia nos ha enseñado una cosa que debe halagar á los hijos de nuestro pais. En Nápoles, al bretón, al franco, al tudesco, se les habla en francés; al español se le dirige la palabra en italiano: á aquellos se les recibe como á estrangeros que van á admirar las bellezas de Italia, y á dar por consiguiente movimiento á su industria y á su comercio; pero á éste se le acoge como si fuera de casa: á los primeros se les estima como á amigos; al español se le ama como á un hermano. ¡Cuántas veces hemos oido decir: noi siamo fratelli! Esto es general en aquel hermoso continente. Al cerrar un trato, al ofrecer una garantía del cumplimiento de una promesa, y hasta al hacer un amante una protesta de cariño á su amada, no es estraño que oigamos decir: parola spagnola. ¡En tanta estimación está tenida la palabra española! Creemos no equivocarnos al asegurar, que nuestra tradición en toda Italia nos coloca en la categoría de los hombres mas queridos é influyentes en aquel pais. Si de aqui pueden sacarse grandes consecuencias, lo dejemos á la discrecion de nuestros lectores.
La vida del viagero en Nápoles, reúne á los encantos de su suelo, la circunstancia de poderse sobrellevar con no despreciable economía; pero para ello es menester, como suele decirse, conocer el terreno. Cada hombre que abre á nuestra curiosidad las puertas de un monumento, que nos proporciona una noticia, ó que nos señala una belleza, nos exigirá una recompensa; pero tampoco hay nada mas justo que esto. Sin embargo, la exigencia se modifica mucho hasta llegar á ser insignificante el premio, tan pronto como el viagero comprende que quizá con el décimo de lo exigido quedan satisfechos los deseos del pobre napolitano. Por otra parte, la casa, la mesa y el equipo se hallarán tan pronto como se soliciten, con comodidad, elegancia, buen gusto y á poca costa.
En la magnífica y bulliciosa calle de Toledo, se encontrarán objetos para satisfacer cumplidamente casi todas las comodidades y caprichos de la vida; hasta se presentará á nuestros ojos un espectáculo sorprendente. En Madrid no hay ninguna que reúna tan agradables contrastes, que ofrezca tan deliciosa perspectiva: la calle de Alcalá es mas ancha, tiene mas ciclo; pero la de Toledo de Nápoles está preñada, por decirlo asi, de sedas, de tules y de encages, de oro, de plata y de piedras preciosas; de cuantos objetos ha inventado el lujo. Cada puerta nos ofrece un cuadro de los mas finos colores y delicados cambiantes, recordándonos las riquezas del Oriente, ó nos brindan con el pórtico de un palacio lleno de luz y de frescura, y revestido de preciosos mármoles. Esta calle tiene cerca de media legua de longitud, y constantemente está llena de transeúntes, divididos por la doble fila de carruages que, especialmente por la tarde, aumentan los contrastes del panorama con sus elegantes trenes y sus hermosas damas. Apenas el sol tiende sus últimos rayos sobre las orientales azoteas que suelen descansar sobre el quinto piso, el alumbrado público ostenta sus numerosas luminarias, dando una tinta misteriosa á las calles, llenas aun de los postreros resplandores del sol.
Entonces parten los carruages al galope hacia la ribera de Chioja, ancho y alegre paseo que separa del mar la Villa reale, y que por la Mergellina se estiende hasta la falda del Posílipo.
Si desde aqui pasamos á Santa Luccia y al muelle, la decoración es muy distinta; pero el cuadro no deja de tener sus atractivos. El piso del cuartel de Santa Luccia es muy bajo. Fernando I intentó levantarlo, pero halló una enérgica oposición. En este sitio hay algunos objetos de escultura, dignos de notarse: en la calle del Gigante se ve una preciosa fuente de Cosino; al otro lado se descubre otra de Cárlos Fansaga; sobre el manantial de aguas sulfurosas se halla otra en cuyos bajos relieves están representados Neptuno y Anfitrite, con dos hermosos tritones, y una disputa de dioses marinos con motivo del rapto de una ninfa, obra de Domingo Auria. El puesto de. aguador, á manera de un altar, sobre el que se alzan los enormes cántaros llenos del fresquísimo líquido, entre guirnaldas y pintorescas pirámides de naranjos y limones, en la forma y estilo que se encuentran en Andalucía, es lo primero que aqui nos convida con su frescura y con un durísimo asiento; pero á su sombra puede contemplarse un pueblo inmenso, alegre, bullicioso, que ora en lenguaje figurado pondera la escelencia de sus frutas esquisitas, ora en corro familiar, cual si lo velaran las cortinas de una alcoba, desnuda y viste á sus hijos, ora trae agua de la mas vecina fuente para que se lave la anciana, ó para que sirva del mas limpio y saludable baño al cabello de la fresca y púdica doncella, tanto mas honrada, cuanto menos conoce el peligro de enseñar su mórbido cuello, sus pechos blancos como dos armiños, ó su hermosa pierna modelada por el escultor divino.
El muelle es una especie de puerto, principiado por Carlos de Anjou, continuado por Alonso de Aragón y el duque de Alba, y concluido por Cárlos III. Ese pueblo que vive medio dia dentro del mar, y el otro medio tendido al sol ó á la sombra, según la estación, posando la cabeza sobre un canasto estrellado de las escamas de los peces, es el que se presenta á nuestra vista. Ahi viven esos hombres acuático–terrestres, conocidos con el nombre de lazzaroni. Casi siempre están tendidos; una hora pasan á la sombra de su vela latina, y otra al sol junto al castillo del Cármine, saboreando el aroma de su pipa: su uniforme es sencillísimo, un calzón, una camisa azul, y un gorro colorado; en invierno se envuelven en un gran

domingo, octubre 11, 2009

Viage ilustrado (Pág. 437)

La ciudad de Nápoles está situada á 10° y 52' de latitud boreal del real observatorio de Capo di Monte, y al 11° 55' 45" de longitud oriental del meridiano de París. Su temperatura ordinariamente asciende en verano á 26° del termómetro de Reaumur, y baja en invierno hasta 2º sobre cero: por término medio se conserva entre 13 y 14, observándose asi constantemente en mayo y octubre.
Los vientos dominantes desde octubre á marzo, son del S. al S. O., que suelen acompañar á las lluvias; y desde abril á setiembre, son del N. al N. E., que mantienen la atmósfera serena, como no se contempla en ningún otro pais. Noviembre y julio se señalan, el primero por las aguas, y el segundo por los ardores del estío. Los dias hermosos son 90 al año, 70 los nublados, 120 los variables y 80 los de lluvias; de los últimos, 30 pertenecen al otoño, 24 al invierno, 18 á la primavera, y 8 al verano. Las nieves caen rarísima vez, y cuando ocurren, duran muy poco, La población de Nápoles es de mas de 400,000 almas; por eso se considera, después de Londres y de París, la tercera capital de Europa.
Tiene una población bellísima: se estiende en forma de anfiteatro al pie de una florida montaña, hasta tocar en el magnífico golfo en forma de media luna. Solamente la vista de Constantinopla es la que puede entrar en esta competencia, según la opinion de todos los viageros.
El pais está atravesado por los Apeninos; es en general montuoso, pero lo cortan valles y lo salpican colinas de una verdura eterna, de una amenidad que encanta, de un contraste de flores, de matices y de frutos que embriaga los sentidos. Entre sus productos agrícolas son abundantísimos y escelentes el arroz, el aceite, el cáñamo, el lino, el azafrán, el algodón, las almendras, las frutas de todas clases y los vinos, entre los cuales se distingue el delicioso lacryma Christi. Es rico en ganado vacuno, mular, caballar, lanar y cabrio; pero lo que mas choca al estrangero que cruza sus espesuras es el encontrarse frente á frente con la cornamenta de un búfalo, con las saetas de un puerco–espin ó con los ojos de un lince. Sus aves son tan hermosas como sus mugeres, tan pintadas como sus flores, tan armoniosas como sus brisas, y tan numerosas y varias como los peces de sus mares, el Mediterráneo y el Adriático. Tiene aguas potables muy buenas, y aguas minerales sulfúreas y ferruginosas muy saludables. Sus rios, el Garigliano, el Volturno, el Bassinto, el Péscaro y otros, refrescan con sus linfas su fecundísima tierra, y por entre la espesura de sus umbrosas y románticas selvas llevan un murmullo dulce, cantando mil tradiciones, mil cuentos, como los de las Mil y una noches, y mil anécdotas tristes, que puede escuchar el sensible viagero entre las cañas de sus juncos, las hojas de sus españadas y los pétalos de sus adelfas.
La primera impresión que se recibe al pisar las calles de Nápoles, es una especie de estupor y un cierto decaimiento semejante á los que produce un gran golpe que afectara hasta las mas hondas raices de nuestros nervios. No habrá ni siquiera un viagero que al entrar en esta ciudad, haya dejado de suponer, que en aquella hora hubiese un grande acontecimiento, cuyo eco contrastaba mucho con el reposo en que naturalmente se halla su espíritu, ora haya hecho su entrada por el sosegado mar, ora por las umbrosas y solitarias florestas. ¿Pero como se explica esa velocidad con que en confuso remolino marcha la muchedumbre, cuando estamos en un pueblo meridional en que la apatía, el descanso y la molicie son el mas delicioso entretenimiento? ¿Cómo ese infernal ruido, que mas tarde, á la media noche, ha de convertirse en un zumbido monótono y prolongado? Muy fácilmente.
Nápoles está situado en la falda de una cadena de montañas, y estendido en forma de anfiteatro junto a la misma espuma del Mediterráneo: por consiguiente, el lecho donde reposa la ciudad, viene á constituirse en una especie de centro ó caverna, donde el mar deposita en desaforados grifos los secretos de sus borrascas y los silbidos de sus huracanes; la estructura del terreno y su admirable vegetación impiden por otra parte la circulación de las ondas sonoras, y estas van por lo tanto á estrellarse, ó en el seno de las flores, ó en el tímpano de los mortales. Esto sirve también para esplicar la conservación de otros ruidos producidos por causas mas constantes en sus movimientos. Las calles angostas y prolongadas, pavimentadas con grandes y resonantes losas volcánicas, multiplican el ruido de diez mil carruages que vuelan, de mas de 50,000 almas que circulan en todas direcciones, que habían, para oirse, en voz alta, de miles de operarios que trabajan delante de la puerta de sus talleres, y de tantos vendedores como pregonan sus mercancías. Este bullicio inmenso va á repetir sus ecos y á aumentar su estruendo en mas de trescientas iglesias y en otros tantos palacios, resultando por fin ese murmullo eterno, que nos anonadada al principio, que nos narcotiza, pero que luego, escitándonos, desde el momento en que sucede la reacción al narcotismo, nos regenera, por decirlo asi, y nos produce el efecto del mas enérgico estimulante. Asi es que en la misma hora que comprendimos la naturaleza íntima de aquella animación, de la vida de ese pueblo tan sorprendente, montamos en un ligerísimo carruage, y ya no dejamos de correr hasta que abandonamos á Nápoles. Felizmente para el viagero, en cualquier instante le asaltarán unas cuantas calesas, según su figura y la velocidad con que marchan, que por una cantidad insignificante le llevarán desde un estremo al otro de la población; pero con una ligereza, que no menos que á servir agradablemente al estrangero, contribuye á agitar las enormes oleadas de las masas pedestres. Tan convenientes y económicos son estos ligeros vehículos, que muchas veces los hemos visto llenos de soldados que regresaban de la guardia, ó de gente de la clase mas ínfima y menesterosa de la sociedad. En ellos se embute el aristócrata inglés que con su mirada inteligente busca en cada pórtico de iglesia una columna jónica, y en cada plaza un monumento de granito; alli camina el francés que lo examina todo con esa mirada vaga del que hace alarde de cierto aire de suficiencia; alli va el indígena menestral, soldado, fraile ó monja, viejo ó joven; porque siempre hay muchos que gustan de las comodidades, y no pocos á quienes la necesidad los lleva al vuelo, y una ú otra exigencia se satisface con unos pocos de cuartos. La acogida que en Nápoles obtienen generalmente los viageros, no deja de ser muy lisongera. Acostumbrados sus habitantes al comercio y trato con los estraños, por la gran concurrencia que llevan á su pais su suelo, su cielo y sus bellezas monumentales, acceden á todos sus deseos con una prontitud admirable. ¿Queréis proveeros de bofas, de guantes, de esencias.

viernes, octubre 09, 2009

Viage ilustrado (Pág. 436)

Masaniello
Recordaremos solamente, en primer lugar, que cuando los españoles conquistaron á Nápoles, ya el leon de Castilla reposaba sobre dos mundos, y que al poco tiempo, al descubrimiento de Colon, se añadieron las conquistas de Cortés y de Pizarro. Las minas de Caonabo, Atahualpa y Motezuma, se habían abierto en Nueva España, Méjico y el Perú, para derramar rios de oro y plata y piedras preciosas sobre cuanta tierra cubrían nuestras banderas. En segundo lugar, Nápoles no cayó en manos de sus compatricios los de Cumas ni los de Belisario, que la redujeron á polvo entre mares de sangre, sino que vino á caer en poder de los que acababan de plantar la cruz en las almenas de Granada y en las playas del Nuevo Mundo; de los que habían hecho proverbial su hidalguía y su fé religiosa desde el uno al otro polo. En tercer lugar, no quedaron las Sicilias presa de gente cobarde y aventurera, y por lo tanto cruel y despiadada, sino que quedaron hermanadas con los futuros vencedores de Otumba, de Pavía, de San Quintín y de Lepanto. Entonces, ¿qué desventajas pudo reportar Nápoles de una nación como España, noble y caballerosa hasta lo novelesco, rica hasta lo maravilloso, y heroica hasta rayar en prodigios? Un eminente literato español está encargado de vindicarnos con una obra, que si es tan grande como su fama, será todo lo que podemos desear.
Desde la conquista del Gran Capitán empieza en Nápoles el gobierno de los vireyes y lugartenientes, hasta contar cuarenta de los primeros y veinte de los segundos, entre españoles y austriacos. A la época del vireinato pertenece aquella gran sublevación acaudillada por el célebre Massaniello, pescador de Amalfi, por ese hombre del pueblo que en pocos días, con la misma mano que empuñaba los remos de su barquilla, empuñó un cetro lleno de sangre, corriendo con tanta velocidad esa larguísima carrera, que apenas tuvo mas tiempo para gozarse en ella que el absolutamente indispensable para andar el tránsito que hay desde la choza del pescador de Nápoles al patíbulo erigido á poco mas de un tiro de bala. ¡El mismo pueblo que lo elevó hasta el trono, paseó su cabeza por la ciudad clavada en el acero de una pica, y á las cuarenta horas la sacó nuevamente para bendecirla! Todo esto aconteció en el cortísimo período de quince días. ¡Qué instabilidad de las cosas humanas!
Al vireinato siguieron las guerras de sucesión que vinieron á poner la corona de las Dos Sicilias sobre la frente de Carlos III. La vida militar de este gran monarca tiene muy altos relieves en la historia. A este hombre y á los españoles debe Nápoles esa dichosa monarquía, que pasando por cuatro testas coronadas de los Borbones, constituye hoy su mas completa felicidad: por eso nos aman tanto los napolitanos, y por eso también los amamos nosotros sinceramente. Pero la total pacificación del reino no dejó hasta su último hora de costar arroyos de sangre.
Al mismo tiempo que el conde de Clavíjo atacaba con una escuadra española las islas de Ischia y Procida, el infante don Carlos, uniendo sus tropas, también españolas, á las que mandaba el conde de Montemar, penetró en Nápoles lanzando al último virey austriaco Julio Visconti. Los españoles derrotaron en Sant–Angelo y Rocca Canina á los tudescos, bloquearon á Gaeta y se posesionaron de los castillos de Nápoles y del puerto de Baya, siguiéndose á esto la coronación del príncipe. Andaba Visconti reacio en su retirada, puesto que esperaba un refuerzo de 2,000 hombres que al fin obtuvo del conde de Sástago, y otro de 4,000 que desembarcaron en Manfredonia; pero tan pronto como Montemar lo supo, cargó con 12,000 de los suyos á 15,000 austriacos, causándoles una derrota sangrienta, hasta hacer 11,000 prisioneros y poner á los otros 4,000 en desesperada huida. Esta fué la célebre batalla de Bitonto de que tantos prodigios de valor narran las historias. Con esta y con la memorable jornada de Velletri, sucumbieron las águilas del imperio entre las garras del león de Castilla y el extraordinario esfuerzo de los valentísimos militares napolitanos que tan bizarramente se portaron al lado de los españoles en Velletri el día 10 de agosto de 1744, según hemos descrito estensamente en otro lugar de esta misma obra.
A la muerte de Fernando VI de España, sucedióle Cárlos III, el cual tuvo que abandonar á Nápoles en 1759, dejando la corona á su hijo segundo Fernando. Entonces las guerras de Napoleon vinieron á arrebatar el cetro que empuñó José Bonaparte, hasta que cambiándolo éste por el de España, dejó aquel en manos de Joaquin Murat. Después de la trágica muerte de éste, tomó Fernando posesión de su reino el dia 17 de junio de 1815, con el nombre de Fernando I. Desde 1825, que ocurrió su muerte, le sucedió su hijo Francisco I, que tuvo un breve reinado. Por último, la corona de las Dos Sicilias ha venido á parar en su legítimo heredero Fernando II, sabio é inteligente monarca que felizmente reina, á quien el cielo favorece en todos sus actos, por las virtudes de que se halla dotado, y por el esmero con que se consagra á las mejoras de su pais y al adelantamiento de sus súbditos. Este piadoso soberano es el que ha endulzado con su palabra y con sus obras los amarguísimos momentos de la proscripción de Pio IX, y el que hemos traído delante de nuestra vista en su compañía, en el vapor Tancredo desde Gaeta hasta su arribo á Pórtici.

miércoles, octubre 07, 2009

Viage ilustrado (Pág. 435)

pétua, que indolentemente agitada, os empuja por la derecha, y por la izquierda; los carruages de los señores marchan sin consideración á los que van á pie, os encontráis con una turba de vendedores de nieve y un enjambre de carretas del campo tiradas por bueyes, y cuyos conductores, fuman, gritan, gesticulan, os atrepellan y os vuelven locos, en una palabra. Esto también es Nápoles.
»Aqui lo único que hay verdaderamente habitable es la calle de Santa Lucía, la Chiaja y la plaza de San Francisco de Paula.
»El carácter del pueblo bajo napolitano es el de la gente amante del placer, de la indolencia, de la falta de cuidados, y que odian todo cuanto pueda molestarles, por cuya razón olvidan mas de un deber.
»Así, pues, no encontráis en este pais el cuidado, el respeto á la ancianidad que es tan común en nuestras buenas provincias. El padre viejo vejeta como puede. «Ha tenido sus buenos tiempos, os dicen, ¿qué queréis? es un viejo.» Son extraordinariamente perezosos, y como todas las organizaciones perezosas aman mucho el movimiento que viene de fuera. Por esta razón conducen los animales con una viveza bruta, y los muelen á palos, esclamando cuando alguno toma la defensa de la víctima: «Calle, aqui tenemos un alma cristiana; yo no sabia que la mia estaba á cargo de un abogado.» Por último, gustan mucho del bienestar; pero no quieren pagarlo con el precio de su sudor, y de esto nace que tengan amor al juego, y aun, por decirlo de una vez, al robo. El juego para ellos es una emoción, un cambio de fortuna que se corre sentado y sin fatiga; y el robo no lo tienen como cuestión de avaricia, sino como un sistema menos penoso de subvenir á las necesidades del momento que el trabajo; un lazzarone mete diestramente la mano en el bolsillo y os quita vuestro dinero, sin que se avergüence luego de esta acción; por el contrario, va á su casa y lo cuenta, diciendo con sangre fría, «hoy he ganado esto.» Oggi ho guadaghato quello.
Los vinos de la campiña de Nápoles son de muy buena calidad; el que se recoge en el Vesubio, llamado lacryma Christi, es muy célebre, asi como los de pie di monte, que vienen de los manantiales del Vilturno. Los de Garigliano en la Calabria, son los que alcanzan mayor grado de perfección. Oigamos á uno de los últimos viageros, el cual ha visitado cuidadosamente á Nápoles.
Al entrar en Nápoles, dice, las tinieblas de la noche y un espantoso ruido, que es lo primero que sorprende al viagero en esta ciudad, vinieron á confundirnos con los recuerdos de los estraordinarios acontecimientos del dia. Exigir de nosotros en aquel momento algo mas que cruzar las principales calles de Nápoles entre una masa enorme de gente, huyendo de los carruages que por do quiera nos embestían, mareados con el bullicio, y atolondrados con la ininteligible algarabía de los lazzaroni, seria exigir punto menos que imposibles. Sígannos nuestros lectores al hotel del Unívers, y verán con que gracia, sentados á la mesa, apuramos un gran plato de macarrones; sígannos también nuestras lectoras, y admirarán el donaire con que nos empinamos un considerable vaso del hermoso vino lacryma Christi; sígannos hasta el lecho, alrededor del cual encontrarán asientos en cojines de damasco, que al fin no es mucho pedir á las bellas, si solamente han de acompañarnos con la imaginación, donde muellemente recostados y recibiendo el fresco viento de sus abanicos, vamos á trazarles un ligerísimo bosquejo de Nápoles, si es que cuando al otro dia nos levantemos ágiles ya como una ardilla, quieren seguirnos y entendernos mejor en nuestras deliciosas correrías.
Allá entre los misterios de la fábula nos encontramos con unos griegos fugitivos de su patria, construyendo la antigua Parténope, que luego fué destruida y en seguida restaurada por los habitantes de Cuma. En los tiempos de Annibal, la ciudad que llevaba el nombre de Neopolis, no era otra cosa que una fiel aliada de Roma, pero que aun conservaba su fisonomía griega en su religion, en sus costumbres y hasta en su idioma. Adriano y Constantino la habían enriquecido mucho cuando los romanos la eligieron como sitio de recreo y Edén de sus delicias. Belísario, capitán de las huestes de Justiniano, destruyó la ciudad pasando á cuchillo á sus hijos, para ocuparse luego con el mayor celo de su reconstrucción y defenderla de un asedio contra Totila, al cual tuvo al fin que someterse. Las falanges de la Lombardía, las de Carlo–Magno, las de los griegos y las de los sarracenos gozaron sucesivamente de los encantos de Nápoles, hasta el siglo X en que Tancredo lanzó á estos últimos de su suelo, dejándolo luego en poder de sus sucesores.
En el siglo XII, Constanza III, hija de Roger, dió la corona á Enrique IV; pero después de la muerte de su nieto Conrado, en 1237, Mainfroi quedó reconocido por heredero. Este fué muerto por Carlos de Francia, hermano de San Luis, quien dispuesto á romper todos los obstáculos que se oponían á su reinado, y no satisfecho con una víctima, decapitó en 1268 al joven Conradino, heredero legítimo de la corona. He aqui el origen del grande odio que profesaron los napolitanos á los franceses, y que recibió satisfacción sangrienta en 1282, en aquella degollación de francos en Palermo el primer dia de Pascua de Resurrección, que se conoce con el nombre de Vísperas Sicilianas. Esto sirvió para encender mas los ánimos, y contribuyó mucho después á aquellas terribles luchas entre la casa de Francia y de Aragón, reinante en toda la segunda mitad del siglo XV.
Aqui comienza el primer período de la historia moderna de Nápoles: la dominación castellana. Ya hemos visto incidentalmente con el Gran Capitán, Gonzalo Fernandez de Córdoba, concluyó la grande obra de su conquista en el memorable cerco de Gaeta, después de las victorias de Cerignola y de Garigliano. Aqui le encontramos ahora en medio de opulenta y caballerosa cohorte, compuesta de la flor y nata de la nobleza española, en un dia del florido mayo, cubierto de riquísimo brocado, y haciendo su entrada triunfal con regia pompa bajo un magnífico palio y entre las aclamaciones de la entusiasmada muchedumbre. ¡Digna recompensa de su grande obra!
Este seria el lugar mas á propósito para contestar á algunos escritores estrangeros, envidiosos de las glorias de España, sobre las consecuencias de la union de las Dos Sicilias á la corona de Castilla, y sobre las ventajas ó desventajas que ha reportado aquel reino desde la conquista del Gran Capitán en 1573, hasta la abdicación de Carlos III en 1759; pero para ello necesitaríamos mucho papel y refrescar nuestra imaginación, demasiado escitada con los perfumes de las flores y las sublimes bellezas de Italia.

domingo, octubre 04, 2009

Viage ilustrado (Pág. 434)

corriendo perfectamente en armonía con el cielo, el sol y el horizonte de Italia.
Concluiremos con los Estados de Roma, diciendo que hay una gloria que no puede negarse á los italianos, y es la de haber sido los primeros en sacar á las letras y las artes de las tinieblas de la barbarie. Los nombres de Malpighi y Borrelli, en las ciencias, y los de Bocacio, Petrarca, Ariosto, Tasso,y tantos otros solemnísimos en la poesía, llenan el mundo entero. ¿Y si al lado de Rafael y Miguel Ángel nombramos á Angélico de Fiesola, Orcagna y Perugino, y Pablo Veranes, y otros muchos pintores de genio que han enriquecido los monumentos y los museos italianos con las maravillas de sus pinceles?
Roma no es hoy día lo que ha sido tantas veces, y en épocas tan distintas, pero aun asi, la capital del orbe cristiano, la ciudad eterna, ejerce mucha influencia todavía en los destinos del mundo, y es visitada por viageros innumerables de todas condiciones.
Desde la vuelta á esta ciudad de Pio IX, después de su emigración á Gaeta, Roma permanece ocupada por un ejército francés, triste ventaja en que han venido á convertirse tantas y tan fundadas esperanzas, como el actual soberano de Roma inspiró á su exaltación á la silla pontificia.
REINO DE NAPOLES.

El reino de Nápoles ó de las Dos Sicilias se divide primeramente en dos partes principales: habiendo sido tomado el Faro de Mesina como punto de separación, se distinguen los dominios aquende el Faro, es decir, la Tierra de Labor, el principado de Salerno, los Abruzos, el condado de Molisa, la Basilicata, la Tierra de Bari, la de Otranto y las dos Calabrias, en una palabra, toda la tierra firme, formando los dominios allende el Faro, las siete intendencias de la Sicilia que componen la isla entera.
Con el nombre de Gran Grecia, que debieron á numerosas colonias helénicas, estos paises tan productivos llegaron á una alta prosperidad, estableciéndose en sus ciudades el refinamiento del lujo oriental, la indolente holgazanería de los sibaritas, y las delicias de Capua, que se han hecho proverbiales en la historia, y que nada recuerda actualmente, como no sea la dulzura del clima de estos hermosos paises, el florido esmalte de sus campiñas, y la fecundidad de sus tierras.
»Cuando se parte, dice un viagero, de los alrededores de Fondi, donde principia el reino de Nápoles, es cuando puede formarse idea de la hermosura y riqueza de todo el pais. Por todas partes se ofrece la imagen de la mas poderosa vegetación, y junto hay un lago importante que produce las mejores anguilas del mundo.
»Nada mas risueño podria presentarnos la naturaleza que el puerto de Gaeta. Al fin del prado de naranjos que forma el jardín de la costa se señalan unas ruinas bañadas por la mar que indican los restos de una villa de Cicerón. Nosotros pasamos, después de comer el Garigliano, después de haber pisado las ruinas de una antigua ciudad, entre las cuales se ven todavía los restos de un anfiteatro á alguna distancia del camino. Nos aproximamos por fin á Nápoles, y después de haber atravesado la llanura mas fértil y cultivada, la villa Aversa, y dos pueblecitos, tan poblados de niños, como el campo al Este de árboles, llegamos á aquella célebre ciudad, cuya entrada seria en estremo risueña, si una impertinente aduana no pusiese de mal humor á los viageros, encantados por el aspecto de la naturaleza y del clima de este felicísimo pais, que con tanta justicia lleva el renombre de jardín de Europa.»
Nápoles, que probablemente fué fundada por una colonia egipcia ó fenicia, es una ciudad sumamente antigua, y cuyo origen se pierde en los tiempos fabulosos. El nombre de Parténope, que llevó largo tiempo, era, según los poetas, el de una de las sirenas que procuraron seducir á Ulises por el encanto de su voz Otras tradiciones tan antiguas y mas verosímiles, dicen que debió su origen á los habitantes de Cumes, que la llamaron Neopolis, ó ciudad nueva. Esta ciudad, construida en anfiteatro sobre la ribera del mar, ofrece un aspecto admirable cuando se llega á ella por el puerto.
Si queréis tener de Nápoles una idea buena, dice un viagero moderno, levantaos con el sol, entrad en una barca de pescador, y alejaos después algunas leguas de la costa; entonces os encontrareis en el centro del inmenso cráter que invade la mar para formar el golfo de Nápoles. Delante de vos, en una colina dulce y redonda, se despliega en anfiteatro la ciudad de la Sirena, la ciudad de San Javier; los rubies de la mar forman á sus pies un bracelete inmenso; la Villareale parece un ramo en su cintura, y el sol naciendo por detrás de las alturas de Amalfi, viene á dorarle la cara. A vuestra derecha, por encima de unos cuantos risueños pueblecitos, se levanta el Vesubio, solo, porque el Apenino se le separa, y dando un ancho rodeo, se le une luego en el mar. Sobre la ribera Castellamare, Vico, Massa y Sorrente, duermen en cunas de pámpanos y naranjos. A la izquierda, está Pausilipo con sus sepulcros y sus masas de verdura; detrás de vos, Capprea, Ischia y Procida dibujan en un horizonte de fuego sus admirables formas veladas de gasas azules y blancas. El cielo todo brilla con fuerte claridad, y un paraíso se presenta á vuestros ojos estasiados; estáis en Nápoles.
»La brisa sopla, os acercáis á la tierra, ¡oh! ¡qué espectáculo tan bello todavía! los pescadores de la Margellina vuelven ya con sus barcas; los bateles de Sorrente y de Castellamare, brillantes con sus cargas de naranjas, llegan también á inundar con sus manzanas de oro el muelle de la marina; resuenan armónicamente las campanas de cien iglesias de la ciudad, los ligeros carruages de Portici corren con velocidad; el ruido, el movimiento, los cantos, las fiestas respiran por todas partes: os encontráis en Nápoles.
Desembarcáis por fin... ¡qué cambio tan triste! Sobre el muelle, agrupadas delante de las casas, veis una multitud de viejas, sucias, desgreñadas, y con la cara soñolienta que se entregan á un continuado combate con la miseria de toda especie que las devora. Un olor desagradable viene de todas partes á causaros asco y disgusto. Entráis en las calles que van de la plaza del Carmen á San Javier, por ejemplo, ó la puerta Capuana; tronchos de braccioli y de fisocchi ruedan entre vuestros pies; los pobres os siguen, os acosan; de las ventanas penden girones medios lavados de que renunciamos dar una idea exacta. En vano buscáis aire en aquellas calles estrechas y malsanas, un olor de frituras ó de legumbres cocidas os ahoga; por todas partes la hediondez y miseria os siguen, os cercan. Escapáis por último y entráis en la calle de Toledo. Pero aqui halláis una multitud per–

viernes, octubre 02, 2009

Viage ilustrado (Pág. 433)

de los viageros, aun de aquellos que acostumbran á mirar con desdeñosa indiferencia los objetos mas prodigiosos.
En muy poco tiempo se llega á la orilla del Velino, donde se abre el canal que va al lago de Piediluco, y que atraviesa durante media milla un espeso bosque de adelfas y jaramagos, hasta desaguar en el inmenso lago, cuya circunferencia es nada menos que de siete millas. Su profundidad es bastante considerable y muy irregular y sinuoso su enorme alveolo. Lo que mas ha contribuido a la celebridad que tiene este pintoresco lago, es la rara propiedad con que en dos segundos y medio reproduce todos los sonidos, asi las modulaciones de la voz humana, como los compases de cualquier instrumento músico. Este es el fenómeno que se conoce con el nombre de eco de Piediluco. El aspecto que presenta el lago, al parecer dormido en un estenso y profundo valle, limitado circularmente por una cadena de montanas, es sumamente interesante y muy digno de ser con empeño visitado por los estrangeros. Figúrese el lector un inmenso anfiteatro, cuya arena es un precioso cristal azul, en que fingen caprichosos mosaicos mil pintados pececillos, y cuyos muros son altísimas y frondosas colinas; todo esto en un silencio sepulcral, y entoldado por un hermoso cielo salpicado de nubecillas blancas y de color de grana: ilumine con una luz dorada la mitad de los montes y del lago, contrastando pintorescamente con las sombras que el sol poniente había esparcido en el opuesto lado, y finja, en fin, una barquilla que rompe el cristal y ahuyenta los peces, y tendrá una idea aproximada de una de las cosas mas dignas de admiración, del magnífico y melancólico lago del Piediluco.
»En seguida, dice un viagero, tomamos á pie el camino de la cascada por entre un húmedo y sombrío bosque, donde en tranquila y voluptuosa soledad las erguidas y corpulentas hayas regalaban tiernos fabucos al enamorado sicómoro que besaba su planta; el frondoso castaño se dejaba abrazar por la lánguida y melancólica siempreviva, y la paloma torcaz buscaba á su cariñoso compañero, que con sentido arrullo la llamaba hacia aquellas lascivas espesuras. A poco que hubimos andado por sus angostas veredas, oímos voces articuladas, como de personas que venían á salirnos al encuentro. Efectivamente, un regimiento de mugeres montadas sobre una especie de asnos huesosos saltó en tierra tan pronto como estuvo delante de nosotros. Al principio nos ocurrió si aquellas serian ninfas del Velino, ó fieras de las montañas; pero luego nos decíamos: para ser fieras son muy mansas; para ninfas, ya son feroces; pero si como ninfas no son bellas, lo que es como fieras son muy hermosas.
»Asi que comprendimos que el objeto de aquellas mugeres era ofrecernos sus cabalgaduras, que nosotros no aceptamos, ni pudiéramos haber aceptado por compasión hacia los animalitos, nos acordamos de lady Morgan, que con nuestros coches y aquellos cuadrúpedos podria haber visitado cómodamente ese sublime cuadro, de que con tanto dolor tuvo necesidad de privarse.»
El rio Velino, luego que nace entre los montes Abruzzos, al S. O. cerca de Torrita y Antrodoco, recorre el valle llamado de Falacrina, lame la falda de Terminillo, uno de los altos Apeninos, recibe las aguas minerales del valle Cutilia, del rio Sarto y del Marsia, cruza por Rietí, se engruesa con la corriente del Turano, y atravesando el valle después de un curso de 56 millas, va á precipitarse estrepitosamente desde una altísima roca sobre el tranquilo Nera, constituyendo esa admirable cascada.
El nombre de Caduta della Murmore viene de la naturaleza de sus aguas, las cuales, conteniendo una cantidad de materia calcárea, tienen la propiedad de petrificar las sustancias que encuentran. A esto es debida la abundancia de mármoles y de estalactitas que se encuentran á su lado. El año 481 de Roma, Marco Curio Dentato, rompiendo el terreno petrificado, dio libre curso á las aguas estancadas, las cuales se desataron como un torrente, haciéndose después fertilísimo el sitio en que habían permanecido. Por esto Marco Tullio dio á aquel lugar el nombre de Tempe.
Dice Tácito, que cuando la inundación de Roma, por haberse salido de madre el Tiber, á consecuencia de grandes lluvias en tiempo de Tiberio, se proyectó cerrar esta catarata; mas las dispulas suscitadas por algunos municipios y por los Pisones se opusieron á semejante obra.
En el siglo XV los rietinos se determinaron á abrir un nuevo canal para dar dirección á las aguas, lo cual fué un grito de guerra pára los hijos de Terni. Aquellos tomaron la roca de Sant Angelo, y estos, deseosos de vengarse de sus adversarios, tuvieron una asamblea pública el 17 de agosto de 1417, en la que acordaron: Eundum ad portum marmorum ad moriendum. Braccio Fortebraccio, señor de la Umbría, examinando la cuestión, impuso á los de Rieti que prescindiesen de su empresa. En 1540 recurrieron á Paolo III, y teniendo entonces mejor éxito su causa, emprendieron la obra bajo la dirección del arquitecto Sangallo. Las reclamaciones en contra, hechas por Roma, Terni y muchas comunidades, obligaron al papa á enviar al sitio un conservador romano, dos caballeros y cuatro peritos, quienes dijeron que no ofrecía ningún peligro el nuevo canal. Entonces se ajustaron paces entre los de Rieti y Terni, según se ve acreditado por una medalla que se acuñó en 1546, que dice: Unitœ mentus uniunt. A fines del siglo XVI, Clemente VIII hizo que se perfeccionase la obra, encargando la dirección de los trabajos á Domenico Fontana.
El espectáculo que hoy ofrece la cascada, solamente un pincel podria dar una idea exacta de lo que es un rio que á la altura de mas de mil pies se despeña en dirección vertical sobre otra caudalosa corriente, con una velocidad tan grande, que jamás han podido detener ni los esfuerzos de los hombres, ni el poderoso brazo de los siglos. De nosotros solo podremos decir, que con una especie de estupor producido por el espantoso estruendo del torrente y por la espesa niebla que despedía la eterna y enorme columna de espuma blanca, saludamos las aguas á su arranque, asomándonos por la estrecha grieta de una roca, les salimos al encuentro en la mitad de su descenso, y fuimos á aguardarlas al abismo en que se precipitan, cada vez mas admirados de ese sublime y aterrador cuadro que ofrece la naturaleza con solo haber roto el dique á un manso y cristalino rio. Esta admirable catarata ofrece un cuadro tanto mas bello y apacible, como observa un viagero, cuanto que no se lanza ciertamente con impetuosidad al través de rocas escarpadas y estériles, sino que cae en un risueño valle, en medio de un plantío de naranjos, y esparce á lo lejos su perenne rocío sobre las llores y las yerbas,

martes, septiembre 29, 2009

Viage ilustrado (Pág. 432)

sepulcros; ni conserva aquellos baños de piedra preciosa de la suegra de Plinio el Joven, la célebre Pompeya Celerina.
El resto mas admirable de las obras de la antigüedad, que se conserva en Narni, es el gigantesco puente de Augusto. Llámase asi por haber sido construido por este emperador. Ya no es mas que una pesada mole ruinosa, que está amenazando hundirse para siempre en las aguas del Nera; pero aun llena de admiración al viagero al contemplar aquel magnífico arco y aquellas robustas columnas, que llenas hoy de florecillas silvestres, sostuvieron uno de los monumentos artísticos mas maravillosos del tiempo de los emperadores.
A poco que el viagero recorra las ruinas de Narni, encontrará vestigios que le traigan á la memoria el terrible asalto dado por los españoles á esta ciudad el 17 de julio de 1527. Y aun sin necesidad de que él se ocupe en recuerdos de esta clase, no dejará de encontrar al paso quien le pinte aquel sangriento cuadro, pero con los mas fuertes y rabiosos colores. Esto consiste en que escritores apasionados primero, y luego la tradición, se han encargado de dar el interés y efecto de novela al Saco de los Borbones, como ellos dicen, cuando aquel suceso nada tiene de extraordinario, atendidas la época eminentemente guerrera en que aconteció, y las circunstancias que indignaron los ánimos de las huestes del emperador Carlos V.
Después de muerto el condestable de Borbon en el sitio de Roma, y de haberse apoderado los españoles de la ciudad eterna, se estendieron las tropas por las ciudades inmediatas, presentándose algunas á la vista de Narni el 14 de julio, estableciendo el campo entre Sangemine y la Camminata, á una milla de la ciudad, donde aun hemos visto algunos restos de las fortalezas que construyeron. El objeto de los españoles no era otro que el de obtener hospitalidad en Narni, según también espresaba un breve del pontífice, el cual escitaba á las autoridades y á los ciudadanos narneses á que albergasen cortesmente y sin ningún género de sospechas á aquel pequeño cuerpo de ejército. Clemente VII aseguraba bajo su palabra á sus subditos, que nada, absolutamente nada, tenían que temer de las bizarras tropas imperiales.
Aquellos, sin embargo, poseídos por el miedo, ó engañados por algunos malvados, que suponian siniestras intenciones en los españoles, se negaron á dar la hospitalidad suplicada por los nuestros é impuesta por su monarca, el pontífice romano, y cerraron las puertas de la ciudad, fortificándose dentro y disponiéndose para sostener tenazmente su negativa. En Narni habia también un gran partido que opinaba por consentir en la entrada de los españoles, descansando en la buena fé y cumpliendo con los mandatos del papa, asi como también confiando en el prestigio de nuestras tropas, y en su probidad acrisolada.
Con el fin de decidir sobre la última contestación que habia de darse á los españoles, se reunió un consejo en el palacio Priori, á que concurrieron cuatrocientas treinta y siete personas; pero los malévolos, los revolucionarios, los que estaban por la guerra para hacer en ella su fortuna, amenazaron con el asesinato á los que querían abrir las puertas á los nuestros, y aun á los que pretendían sujetar á discusión un asunto tan importante. Así es, que por fuerza prevaleció al parecer de los díscolos, triunfando los malos sobre los buenos. Los turbulentos corrieron á las armas y cobraron aliento con una pequeña ventaja que alcanzaron sobre los españoles en una breve salida que hicieron de la ciudad, para replegarse otra vez tan pronto como se apercibieron de ello los imperiales, que con todo miramiento enviaban embajadores y esperaban el acuerdo de los narneses.
Mientras tanto, muchos habitantes de Terni, enemigos mortales de los de Narni por cuestión de territorio, y por la de güelfos y gibelinos, se unieron á los españoles que se preparaban para el asalto. No dejó éste de ser difícil por la resistencia obstinada de la ciudad y por las considerables fortalezas que tenia entonces; pero al fin los pendones de Castilla ondearon bien pronto sobre los de la triple corona pontificia.
Nada tiene de estraño, atendidas las leyes de la guerra en aquellos tiempos, y la provocación de los narneses, con mengua de la buena fama de los vencedores en Pavía, que la vencida ciudad esperimentase el rigor de los españoles. Mucha sangre, muchas lágrimas, hasta desmanes é incendios, creemos que costaría la entrada de estos, porque antes de declararse hostiles, ó mejor cuando se declaraban amigos, fueron ellos heridos, muertos, y lo que es peor, insultados y torpemente escarnecidos. Hasta no tenemos dificultad en admitir aquello que dice el marqués Giovanni Eroli, de que, molte donne di bellezza, e pudore, perdettero quel flore virginaleche con tanto studio e onesta lode avean servato; pero de ningun modo podemos creer jamás que los españoles, y menos los de aquel siglo, profanasen los altares é insultasen al Santísimo Sacramento. Los españoles han sido siempre eminentemente católicos, y muy reverente ante las imágenes divinas. Semejante acusación, lanzada sobre los españoles del siglo XVI, nos recuerdan que, precisamente en el mismo siglo, una alta dignidad del sacerdocio, el cronista del monarca de aquellas tropas, del emperador Cárlos V, decía, que el clero romano se parece á las campanas; que llaman á la gente á misa, pero jamás entran ellas en templo. No hacemos esta cita para injuriar al clero de Roma, cuyas virtudes admiramos con respeto, sino para aconsejar á los historiadores italianos que no crean aquello, asi como nosotros no creemos esto.
El mismo marqués de Eroli, dice, que los hijos Terni, acérrimos adversarios de los de Narni, y muchos de los de esta ciudad, se hallaron en el saqueo, en el incendio y en la devastación. ¿A qué arrojar sobre los españoles la responsabilidad de aquellos enormes desacatos? Tenga él muy presente, y ténganlo todos los que eso hayan podido creer de las tropas de Carlos V, que en Calvi, cerca de Narni, dieron muerte los españoles á dos italianos que les querian vender una fortaleza, colgándoles luego por los pies en las almenas del castillo, y estampando su infamia en el muro para ejemplo de traidores. ¡Esto lo hicieron los españoles, cuando necesitaban tomar á todo trance la fortaleza! Y prefirieron, á tomarla por medio de dos infames, el obtenerla á sangre y fuego. ¡Doble y sublime rasgo del carácter español, que ha podido menos de causar la admiración de los escritores italianos!
A cuatro millas de Terni se admira el espectáculo mas sorprendente y mas sublime de cuantos ofrecer la naturaleza entre sus caprichosos fenónemos. Aludimos á la magnífica cascada, conocida con el nombre de Cadutta delle Marmore, la cual, con sobradísima razón, ha constituido siempre el encanto

sábado, septiembre 26, 2009

Viage ilustrado (Pág. 431)

cios modernos, sufrieron gran detrimento cuando el terremoto de 1767. También se ven preciosos recuerdos de los antiguos y soberbios edificios de Spoleto en las iglesias de Santa María de la Stella y de San Gregorio Maggiose; en la casa de la familia Luparini se descubren trozos de la basílica; junto al arco de Druso Cesare Germánico, se admiran las ruinas del templo de Marte; en los subterráneos de la iglesia de San Anzano; en la puerta Ciclópea ó Umbra, cerca del palacio Mausi; al principio de la calle Mont'Atrone, y en el palacio Martorelli, junto á la plaza del mercado, también se encuentran grandes vestigios de fábricas antiguas. Los restos del palacio ducal y del de los Orsinis se hallan en los subterráneos del arzobispal, y en las casas de Casori y Cimarelli. Finalmente en el huerto de la casa de Falconi se distinguen los muros cíclopes, sobre los cuales se alzan los de bellísima construcción romana. La catedral que está al Septentrión del monte de San Elia, sobre el cual se ve la Rocca, edificio grande é importante de que hablaremos después, es la mas notable que hoy existe en dicha ciudad. En este sitio había antes una iglesia fundada por Teodelapie, tercer duque de Spoleto, sobre el palacio de Teodorico, que éste fabricó á costa de los muros de una iglesia cristiana del siglo IV. Asi a lo menos lo cuenta la tradición sin que tengamos datos para afirmarlo ni para negarlo. Pero puede establecerse que esta catedral fué construida en el siglo XIII, sobre el palacio ducal, incendiado y destruido el 27 de julio de 1155 por el emperador Federico I Barbaroja, cuya memoria es tan infausta para Spoleto. En la fachada de la catedral se ve un grande y precioso mosaico, que representa al Eterno Padre, con acompañamiento, en el momento de bendecir. A la derecha está la Virgen, y á la izquierda San Juan el Evangelista. Solamente en la mano derecha del Padre Eterno, cuyos dedos pulgar y anular están unidos en el acto de la bendición, según el rito de la iglesia griega, existe un dato para presumir que no es romano este mosaico. Entre los objetos mas estimables que hay en el interior del templo, se deben contar las admirables pinturas del célebre Filippo Lippi. Pero es indudable que, si no en mérito, en efecto aventaja á todas una de Cavallucci de Sermoneta, pintor boloñes del siglo pasado, de la cual puede decirse, como el poeta Angelo María Ricci decia de una Virgen de mármol que tenia en su gabinete: Esta es la enamorada de los españoles. Efectivamente la pintura de Cavallucci, como la Virgen del escritor rietino, arranca lágrimas de sentimientos á los corazones mas endurecidos. El pintor boloñes espresa la presentación en el templo de la Virgen María. La figura de esta tierna doncella está concebida de una manera poética, sublime; es una belleza sorprendente, pero una belleza que el artista no puede haber visto, como no la haya estudiado en los coros celestiales entre los ángeles y las vírgenes. ¿Podría espresarse, como dice un escritor italiano entusiasta por este cuadro, con mas verdad la modestia, la sencillez, el candor de la tierna Virgen? Seguramente que no seria posible describir mejor la aspiración de su alma purísima, ni con mas humilde ni respetuoso aspecto su amor ardentísimo hacia su criador, y la ansiedad de su corazón al subir las gradas del templo para consagrarse á su servicio. Al contemplar tan hermosa y angelical criatura, se comprende que solamente de tan celestial doncella pudo nacer el Hombre Dios, el Redentor del mundo. Todas las demás figuras del cuadro, las de San Joaquin, Santa Ana, el sacerdote y los ángeles, corresponden por su nobleza á la figura principal. En este templo están las cenizas del célebre pintor Filippo Sippi, á pesar del gran protector de las artes, Lorenzo de Medicis, que a su paso por Spoleto, pretendió trasladarlas á Florencia. Es digna de recordarse la causa de la muerte de aquel ilustre pintor. Después de una vida aventurera se recogió en el claustro, de donde se fugó para caer esclavo en Berbería. Habiendo robado una hermosa joven, de la que tuvo un hijo, célebre también en la pintura, fué envenenado por los padres de ella, habiendo muerto en Spoleto, su patria, por los años de 1469. La memoria de su talento honra tanto á los hijos de esta ciudad, como les aterra el recuerdo de sus punibles escesos y de su extraordinario libertinage.
»La Rocca, ese soberbio edificio que hemos citado, está construido en la altura del monte de San Elia, sobre un antiguo anfiteatro, según unos, ó sobre un templo de Apolo, según otros. A su inmediación se eleva el monte Luco, cuyos bosques parece que fueron dedicados á aquella divinidad. La Rocca fué edificada por Teodorico el Grande, y según atestiguan documentos que existen en el archivo público, sufrió notables reformas en el siglo XIV, por el cardenal Egidio Albernotz, rector del ducado de Spoleto, cuando la silla pontificia estaba establecida en Aviñon. Esta Rocca ha desempeñado un gran papel en la historia, ora por los asedios que ha sufrido, ora por haber sido habitada por muy ilustres personages, como García y Bloso, sobrinos del citado cardenal, y rectores del ducado; por Pedro Tomacelli, hermano de Bonifacio IX, rector también de Spoleto; Giovanni Orsini y Niccolo Sforza de Catignola, célebres capitanes; Alfonso Cardonio, primo del rey de Nápoles, de estirpe aragonesa y prefecto de la Umbría; Andreola de Sarzana, madre de Nicolás V, y por último, Lucrecia Borgia, que estableció aqui su residencia cuando Alejandro VI le confió el gobierno de la ciudad. Spoleto tiene ademas la gloria de haber salvado verdaderamente á Roma, cuando sus valientes hijos destrozaron entre sus montañas á las aguerridas huestes de Cartago, á cuyo frente iba Aníbal, ceñida la frente con los laureles de la célebre batalla de Trasimeno.
»Muy pocos habrá de los 6,000 habitantes que hoy cuenta esta ciudad que no repitan cien veces al viagero ese cúmulo de glorias y de grandes recuerdos que pesa sobre Spoleto, marcando patentemente el contraste de la nada presente con la grandeza pasada. El interior de la ciudad es alegre, pero el suelo de sus calles no puede ser mas desigual, puesto que por algunos sitios es hasta montuoso. Sus cercanías son deliciosísimas y las mas fértiles y pintorescas quizá de toda Italia. El vino que produce es esquisíto y y digno de la fama que tiene.»
Narni, ciudad antiquísima, y contra cuyos monumentos parecen haberse desatado las guerras, los incendios y hasta los fenómenos naturales, está hoy como estaba antes, en medio de aquella deliciosa floresta donde tenia sus poéticas quintas y encantadoras moradas los romanos; pero ni en sus montes se alzan los templos de Venus y de Baco, númenes tutelares de aquellos sitios; ni en sus pedestales existen las magníficas estátuas con que honraba á sus grandes hombres; ni la Via Flaminia corre entre sus suntuosos

jueves, septiembre 24, 2009

Viage ilustrado (Pág. 430)

diques de los torrentes por Apio Claudio, cuando se construyó la via Apia. Siglo y medio después, es decir, el año 333 de Roma, bajo el consulado de Cornelio Cetego, se siguió trabajando en esta importante obra de higiene pública, continuándose con el objeto de dar curso á las aguas estancadas, en tiempo de Julio César y Augusto, sin que se lograse quitar á estas aquella insalubridad que había dado á la atmósfera un carácter tan doloroso y asolador. Semejante empresa, que no debió haber cesado hasta obtenerse el resultado benéfico que se deseaba, fué suspendida largo tiempo por las guerras civiles que sobrevinieron en los dias de Galba, Oton, Vitelio y Vespasiano.
El gran conquistador de los godos, Teodorico, abrazando el pensamiento de Cecilio Decio, continuó también con muy laudable celo el desagüe de las insalubres lagunas Pontinas, alcanzando un éxito muy satisfactorio, según consta de una inscripción conservada en la ciudad de Terracina. Pero sucedieron en seguida el abandono, las guerras, las avenidas de aguas, los desórdenes y otra porción de calamidades, y la hermosa obra de tantos años quedó destruida en poco tiempo, volviendo las lagunas á su primitivo estado, y á amenazar constantemente con la muerte. De muy poco sirvieron luego los diferentes esfuerzos de los papas Bonifacio VIII, Martin V, Leon X y Sisto V; las aguas no desaparecían ni perdían su nociva calidad. La gloria de esta grande obra estaba reservada á Pio VI, que con diez mil trabajadores empezó en 1777 el canal que corre paralelo a la Via Apia, con el objeto de encerrar las aguas, consiguiendo por fin lo que no habían podido alcanzar, ni los emperadores de Roma y de Oriente, ni los pontífices que le precedieron. No obstante, aun en el dia es muy mal sana toda esta comarca, y muy propensa al desarrollo de fiebres intermitentes de mal carácter.
Y ya que hemos atravesado las mencionadas lagunas, vamos á asomar cuando menos la cabeza en Velletri, población donde corren aires puros, y que después de haber sido capital de los volscos, fué habitada por una colonia romana. Aqui tuvo su cuna el emperador Octavio Augusto, y aqui también encontraron su predilecta morada Tarquino, Tiberio, Nerva, Oton y Calígula. Deseosos sus pobladores de sacudir el yugo romano desde el año 260 de Roma, se trasladaron á la metrópoli, al otro lado del Tiber, adoptando el nombre de gens transtiveriana. Dice Silio Itálico, que Tarquino exigió también de la familia de Octavio que pasase á establecerse en Roma. El palacio del ayuntamiento es digno de alguna atención, asi como el de Fillippi y algún otro, pero lo mas notable qne encierra es el antiguo teatro, la elegante torre de robusta y bella construcción, del papa Urbano VIII, él palacio de Borgia, y mas particularmente el del príncipe Lancelloti. En el palacio de Borgia hay una magnífica mesa cuyo plano está compuesto de ciento veinte y ocho piezas de preciosos mármoles antiguos con mucho gusto colocadas. Sobre otra hay una lindísima figurita de una tercia de longitud, de mármol blanco, que parece representar á San Ignacio de Loyola. En la misma habitación se ven varios cuadros, algunos de bastante mérito, y una buena cabeza de piedra del emperador Augusto. En el palacio de Lancelloti, situado al otro lado de la ciudad, en su parte mas elevada, se admira una magnífica y suntuosa escalera de mármol que ha llamado mucho la atención de todos los viageros. La subida y las entradas que tiene al dar paso á las dos galerías superiores son de hermosas columnas, formando pórticos de muy buen gusto. En cada descanso de la misma escalera se ven una estátua y dos balcones que dan á los amenos jardines que limitan la casa por su lado posterior. Termina la escalera en una gran azotea que domina la ciudad y que sirve de punto de vista desde el cual se domina toda la campiña á inmensa distancia. El corredor ó galería principal es de aspecto regio por la riqueza de las labores de sus paredes, y por el precioso artesonado de su techo. Está descubierta por un lado en toda su longitud dando á los jardines. Se conoce que aqui habría un gran parque, por lo que parece que el objeto principal de este palacio seria el de servir de recreo en las tardes y noches de verano, á juzgar por la riqueza de su arquitectura en toda su cara posterior. El otro lado de la citada galería da entrada á varias habitaciones cómodas y espaciosas: en las dos primeras hay grandes chimeneas de piedra, adornadas de guirnaldas de flores de lo mismo, todo muy trabajado. En la tercera llaman la atención ocho frescos que representan asuntos de la Jerusalen libertada de Torcuato Tasso. Lo última que merece notarse en el palacio de Lancelloti, es una colección de estátuas y de bustos de piedra, en el peor estado posible, sin embargo de su mérito, qué representan á cónsules y emperadores romanos, y una pequeña capilla cuyo altar es de piedra jaspeada, y en cuyo lecho hay un fresco de autor bien reputado. Esta palacio fué fundado en los primeros años del pasado siglo por el cardenal Marcio Ginnetti. Aqui estaba el célebre museo Borgiano que ahora forma parte del museo Borbónico de Nápoles. A dos millas de esta ciudad fué hallada no hace mucho tiempo la célebre Pallade Velliterna, que es hoy una de las estátuas mas bellas del real museo de París.
Velletri tendrá una población de 17,000 habitantes, cuya ocupación es la agricultura y el comercio, que consiste en vino, aceite y cereales. El terreno que circunda á Velletri es escabrosísimo y está cubierto de una vegetación muy fuerte y frondosa. A dos millas de la ciudad, hacia el Septentrión, se ve una cordillera de colinas que concurren á formar un monte muy elevado, el Artemisio. Próximo á él está el Spina, que aunque de menos altura, no deja como aquel, de dominar perfectamente la población.
«Spolcto es otra ciudad de los Estados romanos en que debemos hacer alto un momento. Esta ciudad, fabricada según se dice, continua el escritor ya citado, sobre el cráter de un volcan, fué capital de la Umbría hasta la invasion de los longobardos, y después ducado de aquel nombre. Posee muchos monumentos interesantes, y algunos anteriores al dominio de los romanos. Los mas notables son las ruinas del antiguo teatro; las del palacio de Teodorico; la iglesia del Crocifisso, fuera de la ciudad, fundada sobre los restos del templo de la Concordia, del cual todavía se conservan algunas bellas columnas, y las de los templos paganos de que aun se hallan vestigios en el convenio de San Andrés y en la iglesia de San Giuliano. Asimismo se encuentra parte del magnífico puente Sanguinario, bajo el cual corre el impetuoso torrente que separa la ciudad de la montaña. Una arcada que subsiste entera, de aquella robusta obra, lleva el nombre de puerta de Aníbal. Lo demás de tan gigantesca fábrica, sirve de una especie de acueducto. Todas estas ruinas, asi como los principales edifi–

lunes, septiembre 21, 2009

Viage ilustrado (Pág. 429)

fienden todo su territorio. Junto á la sesta torre, llamada Paola, presenta el monte un anfiteatro de nueve colinas: las dos mas elevadas tienen 1,300 pies de altura. Sobre una de ellas, y hacia la parte del S. se distingue la aldea de San Felice, único punto habitado, y á donde se refugiaron muchas de las familias de Terracina. Encima de esa preciosa aldea se ven las ruinas de la antigua Circeya, con sus murallas formadas de pedazos de roca, reunidos al parecer sin cimientos ni trabazón, pero ajustados de tal manera sus ángulos, que conservan una consistencia muy sólida. Esta obra parece que es debida á los pelasgos, aquel pueblo tan fuerte y civilizado que levantó en la Saturnia, á la embocadura del Pó, las robustas murallas de Espina, pasando luego á establecerse entre el Arno y el Liris, después de haber ilustrado con sus colonias la Grecia.
»E1 monte Circello recuerda muy grandes hechos de los pueblos antiguos. Por los años 264 de Roma, cuando Milciades vengaba á la Grecia en las llanuras de Maratón, la ciudad de Circeya se sometió sin resistencia al joven Coriolano; pero tres años después fué obligada por la fuerza á volver al yugo romano. Sin embargo, se inclinó siempre al partido de los volscos, de aquellos valientes que desempeñaron un papel tan brillante en la robusta infancia de la antigua república. Por eso en el año 371 de Roma formó alianza con ellos, con los latinos y demás sublevados, y mereció el renombre de rebelde.
»Durante la segunda guerra púnica, rehusó armarse en favor de Roma contra Cartago. Saqueada por Sila como partidaria de Mario, apareció no obstante floreciente al cabo de pocos años. Circeya sirvió de refugio al miserable Lépido, que terminó en ella una existencia demasiado larga, encenagado en el crimen y en la mas desenfrenada licencia. Algo mas tarde, el digno predecesor de Caligula, poco tiempo antes de su muerte, dio en ella juegos castrenses, y desde esta época no ha vuelto á figurar mas en la historia.
»Lépido se retiró á Circeya y Tiberio a Caprea, huyendo ambos de las ciudades populosas, á la manera de animales carnívoros que han saciado su hambre con miembros palpitantes, y vuelven á sus cavernas en el desierto después de haber llenado de espanto las moradas.
»Cuando sentado uno en la cumbre de ese promontorio célebre, recorre con la vista la comarca descrita por Homero, se siente inclinado á descubrir vestigios del infierno en esa lava, encima de esos campos de azufre y de betún, en el fondo de esos lagos, cuyas negras aguas han reemplazado los fuegos subterráneos, y en esas cavernas que exhalan vapores pestilenciales, ahi se encuentran el pais de los lestrigones, los impetuosos torrentes del inflamado Flagetonte, la hoya de los espectros; y algo mas lejos, la verde y risueña pradería donde las sirenas cautivaban á los mortales, para entregar en seguida sus cadáveres á la voracidad de las llamas. El viagero fija sus miradas sobre esas masas terribles, antiguos testigos de la creación, y tal vez descubre en ellas los vestigios pobladores de la tierra.»
Ahora creemos que nos agradecerán nuestros lectores una descripción de las célebres lagunas Pontinas, lo cual vamos á hacer, aunque no sin decir antes dos palabras de la célebre también Via Apia. La Vía Apia, esa fortísima y dilatada senda que ha eternizado el nombre de Apio Claudio, y sobre la cual construyó otra el gran pontífice Pio VI que es la que conduce de Terracina á Velletri, aparece como una de esas grandes obras que recuerdan la opulencia y el buen gusto de los romanos. Cuando en el siglo pasado fue descubierta en el seno de las aguas, centenares de personas corrieron á pisar el hermoso suelo que por tantos años se habia escondido á las pisadas de los hombres. Los colosales peñascos que componían los parapetos de su calzada, poniéndola al abrigo de las inundaciones y sirviéndole de eternos cimientos, llenan de admiración á los viageros que saben leer en estas piedras todo el placer y grandeza de los pueblos que las devastaron. Lo que mas abona el valor de esa bellísima obra es la vista de los notables fragmentos que aun se conservan, no obstante los muchos siglos é innumerables generaciones que contra ellos han conspirado. ¡Qué admirable es semejante trabajo de la antigüedad, aun mirado en un trozo pequeño! ¡Como es posible que Apio Claudio pudiese imaginar siquiera, que sobre esa via que pisaron cien veces las legiones romanas de su tiempo, habia de caminarse cómodamente en el siglo XIX!
Uno de los fragmentos mejor conservados de la Via Apia, es el que pasa besando el pie de los sepulcros de los Horacios. Deben aquellos sin duda su conservación, como muy oportunamente observa un viagero, á la manera ingeniosa con que las piedras han sido enterradas á lo largo, pues si de otro modo estuviesen colocadas, los estragos del tiempo se hubieran hecho sentir mas sobre esas enormes masas.
En la inmensa llanura de mas de 50 millas de largo, por casi la mitad de ancho que queda descrita, se encuentran las lagunas Pontinas, cuyo álveo fangoso, según dice Muciano, ha dado sepultura á veinte y tres aldeas. Promecia, ciudad de los volscos, cuya antigüedad se esconde en la noche de los siglos, les ha dado su nombre. Aqui fué donde, si merece crédito la autoridad de Virgilio, después de establecidos los lacedemonios, levantaron altares á la diosa Fenocina, emblema de la fecundidad. Toda esta pradera de que vamos hablando, con su verde alfombra, sus preciosas y animadas aldeas, sus quintas y sus castillos constituía el recreo de los romanos, que, como Pomponio Ático, Augusto y Mecenas, iban á distraerse en ella del ruido de la corte, considerándola como el granero de la capital. En aquella época eran sus valles muy frescos y deliciosos, alzándose lozana la vegetación de sus colinas. Era un verdadero Edén, que convidaba á la paz, á la vida filosófica, á la meditación del poeta y á la vida de los placeres campestres. Pero bien pronto las sangrientas guerras de los romanos, las pestes que se desarrollaron sucesivamente y la multitud de miasmas pútridos de que se habia impregnado la atmósfera, dieron á estas llanuras unas cualidades tan nocivas, que de campo de deleite fueron convertidas en una vasta sepultura; á los gritos de guerra sucedieron los cantos funerales; á los síntomas de vida, el silencio de la muerte. Las aguas pestíferas y envenenadas llevaron el mal hasta las mas ocultas venas de la tierra, y al poco tiempo no se aspiraba ya el dulce aroma de las flores; sino el aire pestilente de los sepulcros, ó las asquerosas y perjudiciales emanaciones de los manantiales el Astura, el Ninfa, el Teppia, el Anatemus, y el Ofeus. Las aguas de estos dos corren confundidas en un canal.
Todo este terreno fué limpiado, y restablecidos los

sábado, septiembre 19, 2009

Viage ilustrado (Pág. 428)

Antonelli. Hay ademas vastos graneros y otros varios edificios, todos de construcción moderna.
»Los restos de un antiguo puerto reparado por Antonio, y la admirable solidez del muelle, revelan que Terracina debió ser el centro de una navegación muy activa. En la parte baja de la ciudad se ve también el principio del canal abierto por Pio VI en 1777, con el objeto de secar las insalubles lagunas Pontinas, y al otro lado, sobre la puerta de Nápoles, el Pischio Montano, preciosa roca piramidal, que arranca esbelta de la montaña y se mantiene casi completamente aislada, sin estar asida mas que por su base y un poco por su lado posterior.
»Este promontorio fué cortado verticalmente por su cara anterior, de orden de Valerio Flaco, censor romano, que concibió el proyecto de cortarlo en toda su altura hasta el nivel de la orilla del mar, para abrir paso al camino real de Nápoles, que se unió á la via Apia. En este peñasco se ven esculpidos en cifras romanas desde el número X hasta el CXX. A menos de la mitad de su altura, y dando vista al mar, tiene una pequeña casa medio destruida hasta cuyo punto es fácil el ascenso á tan erguido y esbelto promontorio.
»La iglesia del Salvador, que se está concluyendo actualmente, es preciosísima y de muy buen gusto arquitectónico. Su longitud es de 230 palmos, y de 90 su ancho; la altura de 93, y de 225 la cúpula. Tiene veinte y dos columnas interiores de 60 palmos de largo y 4¾ de diámetro. El diseño de este templo es del conocido arquitecto Antonio Sarti, y la ejecución debida al hábil artista Luigi Mollari.
»Mas arriba del templo de la Marina de que hemos hablado, y cerca de otro que existia erigido á Vesta, se halla el de San Francisco, en el que se lee una inscricion que acredita el nacimiento de Galva en Terracina.
»Lo que contemplamos con un verdadero y religioso entusiasmo fué la última obra del escultor Canova. Esta consiste en un precioso grupo de mármol de Carrara, que consta de tres figuras de tamaño natural, representando á Jesucristo descendido de la cruz en brazos de la Virgen y acompañada de la Magdalena. La Virgen está sentada al pie del divino madero, sobre un peñasco, dirigiendo la vista al ciclo, mientras mantiene en su regazo al Redentor del mundo. La Magdalena se halla arrodillada é inclinada sobre el cadáver de Jesucristo. La figura del Señor es hermosísima: tal vez está demasiado embellecida por lo rabustez de sus miembros y redondez de sus contornos. En la mitad superior, muy especialmente, no parece sino que el artista ha querido hacer un buen alarde de sus conocimientos anatómicos. Los músculos pectorales y yugulares pueden servir de estudio. No cabe mas verdad ni mas filosofía que las que resaltan en aquella cabeza inanimada; ni tampoco mas espresion ni mas sentimiento que los que demuestran las de la Virgen y su compañera. Aunque hay algunos estudios en este grupo hechos sobre las obras de otros grandes hombres, como el pie izquierdo de la Magdalena que está copiado del cuadro de la Transfiguración de Rafael, aquellos contribuyen á engrandecerlo, porque han sido perfectamente aplicados. Las ropas están plegadas sin violencia y con suma sencillez y naturalidad. Recomendamos á todos los viageros una visita especial á este magnífico recuerdo de lo que era ese noble arte en la antigua tierra de Rómulo, representado en esta obra moderna. En la cara posterior de la piedra que sostiene á la Virgen, se lee la inscripción siguiente: Antonio Canova, modeló. Cincinato Bairacosi, discépolo, sculpi. Este grupo que ha de ocupar un lugar en la nueva iglesia del Salvador, se encuentra hoy en casa del arquitecto Mollari.
»En la parte superior de la ciudad, hemos visto en una asquerosa callejuela un resto del templo de Minerva, y la catedral construida sobre otro de Jove. Este templo es pequeño y de sombrío aspecto. Lo mas digno que en él se halla, es un pulpito de mosaicos, una columnita salomónica, y algunos trozos de aquellos embutidos en el pavimento. Todo esto, asi por su naturaleza como por algunas inscripciones que contiene, consta que es anterior al siglo XII. Hay una virgen en una capilla, pintada, según se dice, por San Lucas. En el pórtico de la ciudad existe una especie de baño de granito, en el que se hacian sacrificios á los dioses, y una cruz greca. Según dalos adquiridos, todos estos objetos han sido hallados en la via Apia. En la plaza que precede á la iglesia metropolitana, se ha descubierto recientemente un fuerte pavimento del antiguo templo de Jove, en el que se alcanza á leer: A Emilias A. F.
»Terracina era en la antigüedad el punto de reunion durante los dias de verano; pues á la presencia de un mar tranquilo y delicioso, reúne la de una fértil y hermosa campiña. La población antigua es triste en el interior por la disposición de sus calles; pero disfruta de las mas risueñas perspectivas, tan pronto como se dirige la vista á su magestuosa montaña ó á sus deliciosos campos, que se estienden por la derecha hasta el empinado monte Circello. Nada de particular ofrecen ni el carácter ni las costumbres de los terracinenses, que no pueda referirse á la generalidad, de los hijos de aquel pais.»
Acerca del monte Circello, da el mismo escritor los siguientes curiosos pormenores. »Este monte, según dice Homero en su Odisea, fué antiguamente una isla. De esta opinion son muchos escritores, afirmando que antes que las arenas llevadas por el mar y el cieno de los rios lo hubiesen convertido en un promontorio, estaba completamente aislado. Su misma oposición al ímpetu de las corrientes, la facilidad con que se prestaba á recibir las materias que arrastraban la vertientes del Apenino, y su aproximación á la orilla, prueban su reunion con la tierra firme. Ademas que la retirada del mar está indicada, no solamente por el testimonio de Homero, Teofrasto y Seminode de Chio, sino también por ciertos fenómenos naturales, como son su territorio formado en parte por un baluarte de arena en figura de semicírculo, los mariscos que se encuentran junto á las alturas que forman el promontorio al Norte, los muchos esqueletos marinos hallados entre los peñascos, y la lengua de tierra arcillosa muy estrecha que separa las olas del Mediterráneo de las tranquilas aguas reunidas de los lagos Fogliano, Monace, Caprolace y Paolo.
»El monte Circello, habitado, según la fábula, por la maga Circea, famosa encantadora é hija mágica del Sol, está situado á 12 millas de Terracina y 76 de Roma. Se halla ceñido al O. por la playa romana y los lagos citados de Fogliano, Caprolace y Paolo: al N. por montecillos de roja arena y por las aguas del rio Sixto; al E. por el golfo de Terracina y al S. por el mar.
»Seis torres, distantes unas de otras 10 millas, de–