honra la memoria del artista Fuga. El tabernáculo es de una riqueza inmensa, puesto que entre el brillo de preciosos metales encienden sus lucecitas los topacios de gran tamaño y otras piedras de gran valía. Aqui pueden visitarse las cenizas del eminente poeta Giambatista Marini.
Con San Paolo Maggiore empezamos á visitar las principales iglesias de la época ducal. En este sitio, Tiberio Giulio Tarso, liberto y procurador de Augusto, erigió un templo de bronce y mármol griego, esquisitamente trabajado en honor de Castor y Polux. Hasta el siglo VIII fué la admiración de propios y de estraños ese soberbio edificio pagano de bellas estátuas y de hermosas columnas estriadas de orden corintio; pero en este tiempo, las victorias alcanzadas por los napolitanos sobre los vándalos el dia 25 de enero de 574 y el 30 de junio de 788, fueron eternizadas con la erección de una iglesia consagrada á San Pablo sobre las ruinas del antiguo templo de Castor y Polux. Conservándose aun todo el rico material de la primitiva fábrica, bien puede decirse que al recibir hoy un cristiano en comunión el cuerpo de Jesucristo, pisa la misma losa manchada tal vez con la sangre de los sacrificios de los gentiles. Las pinturas de Santolo Cirillo, Andrea di Leone, Bellisario Corenzio, Marco da Siena, Massimo Stanzioni, Solimena, y otros, y las esculturas de Andrea Falcone, Vauario y Giulio Margagli da Carrara, harán olvidar fácilmente al viagero los preciosos recuerdos que traen á la memoria aquellos antiquísimos pedestales.
En la Iglesia de San Gennaro dé Póveri pueden verse esas admirables catacumbas que sirvieron de refugio á los primeros cristianos, ó tal vez de via de comunicación entre varios pueblos. La pálida luz de las antorchas, el silencio de las tumbas y aquella atmósfera pesada y sofocante, hacen de esta mansion un lugar misterioso, y no sin una especie de terror pánico se recorren sus angostas calles y desiguales plazas, sembradas de cadáveres. Casi puede decirse, que cada vez que se sienta la planta en tierra, se pisa el cráneo de un hombre ilustre ó los mutilados miembros de un mártir. Nunca se abandonan esos oscuros subterráneos abiertos en la piedra viva de una montaña, si haber murmurado algunos rezos divinos en honra de tantas almas como dejaron sus cenizas mortuorias encerradas en aquellas cavernas tenebrosas, escondidas á los rayos del sol; pero abiertas siempre á las plegarias de los devotos. Tres inmensas galerías negras por su oscuridad, algunos objetos religiosos enclavados sobre la concavidad de la roca, sepulcros y huesos blancos: ¡he aqui el pavoroso cuadro que presentan esas sagradas catacumbas!
San Domenico Maggiore es uno de esos templos que á las maravillas del arte y á las riquezas de buen gusto reúnen el valor inmenso de las reliquias que encierran. La iglesia de que nos ocupamos contiene en su recinto una porción de páginas brillantes de la historia de Nápoles; pero si queremos estudiar esa historia, habremos de leerla en los huesos de los muertos que guarda bajo sus augustos mausoleos. Aqui está la grandiosa sepultura del conde de Buchianico, y de su esposa Catarinella Ursino; alli la del valiente Niccoló di Sangro, príncipe de Fondi, á otro lado la del célebre Francesco Carafa; enfrente la de Etlore Carafa; mas acá la de Giovanna d'Aquino, condesa de Mileto y de Terranova; y en el sitio opuesto la de su hijo Cristóforo y su marido Tommosso. La sacristía puede considerarse como la tumba de los príncipes aragoneses: en ella están los sepulcros de Alfonso I, cuyos restos se trajeron á España en 1666; Ferrante I, Ferrante II y su muger Giovanna; Isabella de Aragón, consorte de Giovanna Sforza, el joven, duque de Milan, Antonio de Aragón, segundo duque de Montalto; sus hijos Giovanni y Ferrante, y su esposa María de la Cerda, Antonello Petruici y otros varios ilustres personages. También se ve aqui el vaso de plata en donde se conserva el corazón de Cárlos II de Anjou; pero lo que no puede menos de mirarse con una especie de entusiasmo militar, es el túmulo del valentísimo marqués de Pescara, en el cual hay una inscripción latina de Ariosto. Tanto corresponden los lienzos, los frescos y las esculturas á la estraordinaria riqueza del templo, que basta citar los nombres de Giotto, Tiziano, Caravaggio, Luca Giordano, Alberto Durero y Santafede para significar el valor artístico de tan suntuoso y soberbio monumento, que á alhajas de tanto mérito reúne el recuerdo de haber sido cátedra y morada del celebradísimo doctor Santo Tomás de Aquino.
Concluyamos con las iglesias, cuya fundación corresponde á los tiempos de la monarquía. Santa María la Nuova fué reedificada sobre el antiguo santuario que fundó Cárlos I d'Anjou por Felipe II en 1599. Un buen pórtico con dos columnas de granitos de orden corintio da entrada á este precioso templo. En él hay una suntuosa capilla debida á la piedad del Gran Capitán, donde está la tumba del valeroso conde Pedro Navarro, que se dio muerte con sus propias manos en su prisión de Castel Nuovo. ¡Qué recuerdos tan tristes nos traen á la memoria los prolijos pormenores de la inscripción que hay en esta tumba, debida al eminente escritor Paolo Giovio! Separemos de ella la vista para recrearla en las soberbias creaciones de Francisco Imparato, Fabrizzio Santafede, Corenzio, Luigi Roderico, Caraniolo, Buonarotti, Marco da Siena, Angelo del Fiore, Galeazzo Sanseverino, Tomasso Estefani, Onofrio di Leone, Luca Giordano, Naccarini, Giovan da Nola, Silvestro il Bruno, y Bernini.
Santa Chiara es uno de los pocos monumentos góticos que en Italia lucen sus atrevidos perfiles y elegantes agujas entre los infinitos edificios de antigua construcción romana. Al plantar el pie en el interior de la iglesia, el viagero retrocede lleno de espanto, que también en el pais clásico de las artes ha habido manos profanas que han cubierto con cal los admirables frescos debidos al célebre pincel de Giotto. En cambio los ojos se gozan en los bellísimos sepulcros que en uno y otro lado encierran los restos de grandes personages, tales como Onofrio di Penna, Antonio Gaudino, Antonio Epicuro, Raimondo Cabano, Perotto, la familia de Merlotto, Roberto d'Anjou, Cárlos, duque de Calabria, Giovanna I, María de Francia, emperatriz constantinopolitana, Agnese, hija de esta y también emperatriz, María, hija de Cárlos ilustre, y otros cuantos que reposan en egregias sepulturas, que mas que urnas cinerarias son maravillas de las artes.
Sobre la gigantesca y amenísima colina que á espaldas de Nápoles ocupa la inespugnable fortaleza de San Telmo, se alza uno de los mas ricos y suntuosos templos que ornan la ciudad: San Martino, la Certosa, ó sea el monasterio de la Cartuja, rival de aquella famosísima de Pavía. Su fundación se debe a Cárlos ilustre, por los años de 1325. A la muerte de
Con San Paolo Maggiore empezamos á visitar las principales iglesias de la época ducal. En este sitio, Tiberio Giulio Tarso, liberto y procurador de Augusto, erigió un templo de bronce y mármol griego, esquisitamente trabajado en honor de Castor y Polux. Hasta el siglo VIII fué la admiración de propios y de estraños ese soberbio edificio pagano de bellas estátuas y de hermosas columnas estriadas de orden corintio; pero en este tiempo, las victorias alcanzadas por los napolitanos sobre los vándalos el dia 25 de enero de 574 y el 30 de junio de 788, fueron eternizadas con la erección de una iglesia consagrada á San Pablo sobre las ruinas del antiguo templo de Castor y Polux. Conservándose aun todo el rico material de la primitiva fábrica, bien puede decirse que al recibir hoy un cristiano en comunión el cuerpo de Jesucristo, pisa la misma losa manchada tal vez con la sangre de los sacrificios de los gentiles. Las pinturas de Santolo Cirillo, Andrea di Leone, Bellisario Corenzio, Marco da Siena, Massimo Stanzioni, Solimena, y otros, y las esculturas de Andrea Falcone, Vauario y Giulio Margagli da Carrara, harán olvidar fácilmente al viagero los preciosos recuerdos que traen á la memoria aquellos antiquísimos pedestales.
En la Iglesia de San Gennaro dé Póveri pueden verse esas admirables catacumbas que sirvieron de refugio á los primeros cristianos, ó tal vez de via de comunicación entre varios pueblos. La pálida luz de las antorchas, el silencio de las tumbas y aquella atmósfera pesada y sofocante, hacen de esta mansion un lugar misterioso, y no sin una especie de terror pánico se recorren sus angostas calles y desiguales plazas, sembradas de cadáveres. Casi puede decirse, que cada vez que se sienta la planta en tierra, se pisa el cráneo de un hombre ilustre ó los mutilados miembros de un mártir. Nunca se abandonan esos oscuros subterráneos abiertos en la piedra viva de una montaña, si haber murmurado algunos rezos divinos en honra de tantas almas como dejaron sus cenizas mortuorias encerradas en aquellas cavernas tenebrosas, escondidas á los rayos del sol; pero abiertas siempre á las plegarias de los devotos. Tres inmensas galerías negras por su oscuridad, algunos objetos religiosos enclavados sobre la concavidad de la roca, sepulcros y huesos blancos: ¡he aqui el pavoroso cuadro que presentan esas sagradas catacumbas!
San Domenico Maggiore es uno de esos templos que á las maravillas del arte y á las riquezas de buen gusto reúnen el valor inmenso de las reliquias que encierran. La iglesia de que nos ocupamos contiene en su recinto una porción de páginas brillantes de la historia de Nápoles; pero si queremos estudiar esa historia, habremos de leerla en los huesos de los muertos que guarda bajo sus augustos mausoleos. Aqui está la grandiosa sepultura del conde de Buchianico, y de su esposa Catarinella Ursino; alli la del valiente Niccoló di Sangro, príncipe de Fondi, á otro lado la del célebre Francesco Carafa; enfrente la de Etlore Carafa; mas acá la de Giovanna d'Aquino, condesa de Mileto y de Terranova; y en el sitio opuesto la de su hijo Cristóforo y su marido Tommosso. La sacristía puede considerarse como la tumba de los príncipes aragoneses: en ella están los sepulcros de Alfonso I, cuyos restos se trajeron á España en 1666; Ferrante I, Ferrante II y su muger Giovanna; Isabella de Aragón, consorte de Giovanna Sforza, el joven, duque de Milan, Antonio de Aragón, segundo duque de Montalto; sus hijos Giovanni y Ferrante, y su esposa María de la Cerda, Antonello Petruici y otros varios ilustres personages. También se ve aqui el vaso de plata en donde se conserva el corazón de Cárlos II de Anjou; pero lo que no puede menos de mirarse con una especie de entusiasmo militar, es el túmulo del valentísimo marqués de Pescara, en el cual hay una inscripción latina de Ariosto. Tanto corresponden los lienzos, los frescos y las esculturas á la estraordinaria riqueza del templo, que basta citar los nombres de Giotto, Tiziano, Caravaggio, Luca Giordano, Alberto Durero y Santafede para significar el valor artístico de tan suntuoso y soberbio monumento, que á alhajas de tanto mérito reúne el recuerdo de haber sido cátedra y morada del celebradísimo doctor Santo Tomás de Aquino.
Concluyamos con las iglesias, cuya fundación corresponde á los tiempos de la monarquía. Santa María la Nuova fué reedificada sobre el antiguo santuario que fundó Cárlos I d'Anjou por Felipe II en 1599. Un buen pórtico con dos columnas de granitos de orden corintio da entrada á este precioso templo. En él hay una suntuosa capilla debida á la piedad del Gran Capitán, donde está la tumba del valeroso conde Pedro Navarro, que se dio muerte con sus propias manos en su prisión de Castel Nuovo. ¡Qué recuerdos tan tristes nos traen á la memoria los prolijos pormenores de la inscripción que hay en esta tumba, debida al eminente escritor Paolo Giovio! Separemos de ella la vista para recrearla en las soberbias creaciones de Francisco Imparato, Fabrizzio Santafede, Corenzio, Luigi Roderico, Caraniolo, Buonarotti, Marco da Siena, Angelo del Fiore, Galeazzo Sanseverino, Tomasso Estefani, Onofrio di Leone, Luca Giordano, Naccarini, Giovan da Nola, Silvestro il Bruno, y Bernini.
Santa Chiara es uno de los pocos monumentos góticos que en Italia lucen sus atrevidos perfiles y elegantes agujas entre los infinitos edificios de antigua construcción romana. Al plantar el pie en el interior de la iglesia, el viagero retrocede lleno de espanto, que también en el pais clásico de las artes ha habido manos profanas que han cubierto con cal los admirables frescos debidos al célebre pincel de Giotto. En cambio los ojos se gozan en los bellísimos sepulcros que en uno y otro lado encierran los restos de grandes personages, tales como Onofrio di Penna, Antonio Gaudino, Antonio Epicuro, Raimondo Cabano, Perotto, la familia de Merlotto, Roberto d'Anjou, Cárlos, duque de Calabria, Giovanna I, María de Francia, emperatriz constantinopolitana, Agnese, hija de esta y también emperatriz, María, hija de Cárlos ilustre, y otros cuantos que reposan en egregias sepulturas, que mas que urnas cinerarias son maravillas de las artes.
Sobre la gigantesca y amenísima colina que á espaldas de Nápoles ocupa la inespugnable fortaleza de San Telmo, se alza uno de los mas ricos y suntuosos templos que ornan la ciudad: San Martino, la Certosa, ó sea el monasterio de la Cartuja, rival de aquella famosísima de Pavía. Su fundación se debe a Cárlos ilustre, por los años de 1325. A la muerte de
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