pétua, que indolentemente agitada, os empuja por la derecha, y por la izquierda; los carruages de los señores marchan sin consideración á los que van á pie, os encontráis con una turba de vendedores de nieve y un enjambre de carretas del campo tiradas por bueyes, y cuyos conductores, fuman, gritan, gesticulan, os atrepellan y os vuelven locos, en una palabra. Esto también es Nápoles.
»Aqui lo único que hay verdaderamente habitable es la calle de Santa Lucía, la Chiaja y la plaza de San Francisco de Paula.
»El carácter del pueblo bajo napolitano es el de la gente amante del placer, de la indolencia, de la falta de cuidados, y que odian todo cuanto pueda molestarles, por cuya razón olvidan mas de un deber.
»Así, pues, no encontráis en este pais el cuidado, el respeto á la ancianidad que es tan común en nuestras buenas provincias. El padre viejo vejeta como puede. «Ha tenido sus buenos tiempos, os dicen, ¿qué queréis? es un viejo.» Son extraordinariamente perezosos, y como todas las organizaciones perezosas aman mucho el movimiento que viene de fuera. Por esta razón conducen los animales con una viveza bruta, y los muelen á palos, esclamando cuando alguno toma la defensa de la víctima: «Calle, aqui tenemos un alma cristiana; yo no sabia que la mia estaba á cargo de un abogado.» Por último, gustan mucho del bienestar; pero no quieren pagarlo con el precio de su sudor, y de esto nace que tengan amor al juego, y aun, por decirlo de una vez, al robo. El juego para ellos es una emoción, un cambio de fortuna que se corre sentado y sin fatiga; y el robo no lo tienen como cuestión de avaricia, sino como un sistema menos penoso de subvenir á las necesidades del momento que el trabajo; un lazzarone mete diestramente la mano en el bolsillo y os quita vuestro dinero, sin que se avergüence luego de esta acción; por el contrario, va á su casa y lo cuenta, diciendo con sangre fría, «hoy he ganado esto.» Oggi ho guadaghato quello.
Los vinos de la campiña de Nápoles son de muy buena calidad; el que se recoge en el Vesubio, llamado lacryma Christi, es muy célebre, asi como los de pie di monte, que vienen de los manantiales del Vilturno. Los de Garigliano en la Calabria, son los que alcanzan mayor grado de perfección. Oigamos á uno de los últimos viageros, el cual ha visitado cuidadosamente á Nápoles.
Al entrar en Nápoles, dice, las tinieblas de la noche y un espantoso ruido, que es lo primero que sorprende al viagero en esta ciudad, vinieron á confundirnos con los recuerdos de los estraordinarios acontecimientos del dia. Exigir de nosotros en aquel momento algo mas que cruzar las principales calles de Nápoles entre una masa enorme de gente, huyendo de los carruages que por do quiera nos embestían, mareados con el bullicio, y atolondrados con la ininteligible algarabía de los lazzaroni, seria exigir punto menos que imposibles. Sígannos nuestros lectores al hotel del Unívers, y verán con que gracia, sentados á la mesa, apuramos un gran plato de macarrones; sígannos también nuestras lectoras, y admirarán el donaire con que nos empinamos un considerable vaso del hermoso vino lacryma Christi; sígannos hasta el lecho, alrededor del cual encontrarán asientos en cojines de damasco, que al fin no es mucho pedir á las bellas, si solamente han de acompañarnos con la imaginación, donde muellemente recostados y recibiendo el fresco viento de sus abanicos, vamos á trazarles un ligerísimo bosquejo de Nápoles, si es que cuando al otro dia nos levantemos ágiles ya como una ardilla, quieren seguirnos y entendernos mejor en nuestras deliciosas correrías.
Allá entre los misterios de la fábula nos encontramos con unos griegos fugitivos de su patria, construyendo la antigua Parténope, que luego fué destruida y en seguida restaurada por los habitantes de Cuma. En los tiempos de Annibal, la ciudad que llevaba el nombre de Neopolis, no era otra cosa que una fiel aliada de Roma, pero que aun conservaba su fisonomía griega en su religion, en sus costumbres y hasta en su idioma. Adriano y Constantino la habían enriquecido mucho cuando los romanos la eligieron como sitio de recreo y Edén de sus delicias. Belísario, capitán de las huestes de Justiniano, destruyó la ciudad pasando á cuchillo á sus hijos, para ocuparse luego con el mayor celo de su reconstrucción y defenderla de un asedio contra Totila, al cual tuvo al fin que someterse. Las falanges de la Lombardía, las de Carlo–Magno, las de los griegos y las de los sarracenos gozaron sucesivamente de los encantos de Nápoles, hasta el siglo X en que Tancredo lanzó á estos últimos de su suelo, dejándolo luego en poder de sus sucesores.
En el siglo XII, Constanza III, hija de Roger, dió la corona á Enrique IV; pero después de la muerte de su nieto Conrado, en 1237, Mainfroi quedó reconocido por heredero. Este fué muerto por Carlos de Francia, hermano de San Luis, quien dispuesto á romper todos los obstáculos que se oponían á su reinado, y no satisfecho con una víctima, decapitó en 1268 al joven Conradino, heredero legítimo de la corona. He aqui el origen del grande odio que profesaron los napolitanos á los franceses, y que recibió satisfacción sangrienta en 1282, en aquella degollación de francos en Palermo el primer dia de Pascua de Resurrección, que se conoce con el nombre de Vísperas Sicilianas. Esto sirvió para encender mas los ánimos, y contribuyó mucho después á aquellas terribles luchas entre la casa de Francia y de Aragón, reinante en toda la segunda mitad del siglo XV.
Aqui comienza el primer período de la historia moderna de Nápoles: la dominación castellana. Ya hemos visto incidentalmente con el Gran Capitán, Gonzalo Fernandez de Córdoba, concluyó la grande obra de su conquista en el memorable cerco de Gaeta, después de las victorias de Cerignola y de Garigliano. Aqui le encontramos ahora en medio de opulenta y caballerosa cohorte, compuesta de la flor y nata de la nobleza española, en un dia del florido mayo, cubierto de riquísimo brocado, y haciendo su entrada triunfal con regia pompa bajo un magnífico palio y entre las aclamaciones de la entusiasmada muchedumbre. ¡Digna recompensa de su grande obra!
Este seria el lugar mas á propósito para contestar á algunos escritores estrangeros, envidiosos de las glorias de España, sobre las consecuencias de la union de las Dos Sicilias á la corona de Castilla, y sobre las ventajas ó desventajas que ha reportado aquel reino desde la conquista del Gran Capitán en 1573, hasta la abdicación de Carlos III en 1759; pero para ello necesitaríamos mucho papel y refrescar nuestra imaginación, demasiado escitada con los perfumes de las flores y las sublimes bellezas de Italia.
»Aqui lo único que hay verdaderamente habitable es la calle de Santa Lucía, la Chiaja y la plaza de San Francisco de Paula.
»El carácter del pueblo bajo napolitano es el de la gente amante del placer, de la indolencia, de la falta de cuidados, y que odian todo cuanto pueda molestarles, por cuya razón olvidan mas de un deber.
»Así, pues, no encontráis en este pais el cuidado, el respeto á la ancianidad que es tan común en nuestras buenas provincias. El padre viejo vejeta como puede. «Ha tenido sus buenos tiempos, os dicen, ¿qué queréis? es un viejo.» Son extraordinariamente perezosos, y como todas las organizaciones perezosas aman mucho el movimiento que viene de fuera. Por esta razón conducen los animales con una viveza bruta, y los muelen á palos, esclamando cuando alguno toma la defensa de la víctima: «Calle, aqui tenemos un alma cristiana; yo no sabia que la mia estaba á cargo de un abogado.» Por último, gustan mucho del bienestar; pero no quieren pagarlo con el precio de su sudor, y de esto nace que tengan amor al juego, y aun, por decirlo de una vez, al robo. El juego para ellos es una emoción, un cambio de fortuna que se corre sentado y sin fatiga; y el robo no lo tienen como cuestión de avaricia, sino como un sistema menos penoso de subvenir á las necesidades del momento que el trabajo; un lazzarone mete diestramente la mano en el bolsillo y os quita vuestro dinero, sin que se avergüence luego de esta acción; por el contrario, va á su casa y lo cuenta, diciendo con sangre fría, «hoy he ganado esto.» Oggi ho guadaghato quello.
Los vinos de la campiña de Nápoles son de muy buena calidad; el que se recoge en el Vesubio, llamado lacryma Christi, es muy célebre, asi como los de pie di monte, que vienen de los manantiales del Vilturno. Los de Garigliano en la Calabria, son los que alcanzan mayor grado de perfección. Oigamos á uno de los últimos viageros, el cual ha visitado cuidadosamente á Nápoles.
Al entrar en Nápoles, dice, las tinieblas de la noche y un espantoso ruido, que es lo primero que sorprende al viagero en esta ciudad, vinieron á confundirnos con los recuerdos de los estraordinarios acontecimientos del dia. Exigir de nosotros en aquel momento algo mas que cruzar las principales calles de Nápoles entre una masa enorme de gente, huyendo de los carruages que por do quiera nos embestían, mareados con el bullicio, y atolondrados con la ininteligible algarabía de los lazzaroni, seria exigir punto menos que imposibles. Sígannos nuestros lectores al hotel del Unívers, y verán con que gracia, sentados á la mesa, apuramos un gran plato de macarrones; sígannos también nuestras lectoras, y admirarán el donaire con que nos empinamos un considerable vaso del hermoso vino lacryma Christi; sígannos hasta el lecho, alrededor del cual encontrarán asientos en cojines de damasco, que al fin no es mucho pedir á las bellas, si solamente han de acompañarnos con la imaginación, donde muellemente recostados y recibiendo el fresco viento de sus abanicos, vamos á trazarles un ligerísimo bosquejo de Nápoles, si es que cuando al otro dia nos levantemos ágiles ya como una ardilla, quieren seguirnos y entendernos mejor en nuestras deliciosas correrías.
Allá entre los misterios de la fábula nos encontramos con unos griegos fugitivos de su patria, construyendo la antigua Parténope, que luego fué destruida y en seguida restaurada por los habitantes de Cuma. En los tiempos de Annibal, la ciudad que llevaba el nombre de Neopolis, no era otra cosa que una fiel aliada de Roma, pero que aun conservaba su fisonomía griega en su religion, en sus costumbres y hasta en su idioma. Adriano y Constantino la habían enriquecido mucho cuando los romanos la eligieron como sitio de recreo y Edén de sus delicias. Belísario, capitán de las huestes de Justiniano, destruyó la ciudad pasando á cuchillo á sus hijos, para ocuparse luego con el mayor celo de su reconstrucción y defenderla de un asedio contra Totila, al cual tuvo al fin que someterse. Las falanges de la Lombardía, las de Carlo–Magno, las de los griegos y las de los sarracenos gozaron sucesivamente de los encantos de Nápoles, hasta el siglo X en que Tancredo lanzó á estos últimos de su suelo, dejándolo luego en poder de sus sucesores.
En el siglo XII, Constanza III, hija de Roger, dió la corona á Enrique IV; pero después de la muerte de su nieto Conrado, en 1237, Mainfroi quedó reconocido por heredero. Este fué muerto por Carlos de Francia, hermano de San Luis, quien dispuesto á romper todos los obstáculos que se oponían á su reinado, y no satisfecho con una víctima, decapitó en 1268 al joven Conradino, heredero legítimo de la corona. He aqui el origen del grande odio que profesaron los napolitanos á los franceses, y que recibió satisfacción sangrienta en 1282, en aquella degollación de francos en Palermo el primer dia de Pascua de Resurrección, que se conoce con el nombre de Vísperas Sicilianas. Esto sirvió para encender mas los ánimos, y contribuyó mucho después á aquellas terribles luchas entre la casa de Francia y de Aragón, reinante en toda la segunda mitad del siglo XV.
Aqui comienza el primer período de la historia moderna de Nápoles: la dominación castellana. Ya hemos visto incidentalmente con el Gran Capitán, Gonzalo Fernandez de Córdoba, concluyó la grande obra de su conquista en el memorable cerco de Gaeta, después de las victorias de Cerignola y de Garigliano. Aqui le encontramos ahora en medio de opulenta y caballerosa cohorte, compuesta de la flor y nata de la nobleza española, en un dia del florido mayo, cubierto de riquísimo brocado, y haciendo su entrada triunfal con regia pompa bajo un magnífico palio y entre las aclamaciones de la entusiasmada muchedumbre. ¡Digna recompensa de su grande obra!
Este seria el lugar mas á propósito para contestar á algunos escritores estrangeros, envidiosos de las glorias de España, sobre las consecuencias de la union de las Dos Sicilias á la corona de Castilla, y sobre las ventajas ó desventajas que ha reportado aquel reino desde la conquista del Gran Capitán en 1573, hasta la abdicación de Carlos III en 1759; pero para ello necesitaríamos mucho papel y refrescar nuestra imaginación, demasiado escitada con los perfumes de las flores y las sublimes bellezas de Italia.
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