ror. «En la cima se elevaba una torre redonda: alli conté unas veinte cabezas de turcos colgadas en derredor del parapeto; estos eran los trofeos de una victoria montenegrina. Al pie se veian dispersos sobre la roca despojos de cráneos y osamentas que el tiempo habia convertido en pedazos. ¡Espectáculo estraño en un pais cristiano, en un pais de Europa y en las inmediaciones de un convento! Naturalmente no se podian encontrar rasgos bien conservados, no se podia reconocer la fisonomía turca sobre aquellas cabezas, de las cuales algunas hacia muchos años que se veian alli espuestas. Pero el rostro de un hombre jóven llamó mi atencion de un modo particular. La contraccion de su labio superior, que dejaba ver una hilera de dientes muy blancos, tenia una espresion de horror singular que indicaba que habia sufrido mucho, bien de miedo, bien de dolor en el momento de la muerte.»Todavía guardan en Cettique en la misma habitacion del vladika, el cráneo del bajá de Albania, Kara—Mahmond Bushathia, que á fines del siglo último fué derrotado á la cabeza de 30,000 hombres, y tuvo la cabeza cortada por los montenegrinos, que jamás han querido restituirla, á pesar de las instancias de la Puerta. Del mismo modo los indios de América conservan preciosamente las cabelleras que han quitado con la ayuda del escalpelo. Pero los montenegrinos no recogieron jamás una cosecha mas abundante de cabezas que en la famosa jornada de 22 de setiembre de 1798, cuando Alí, el poderoso y altanero bajá de Janina, abandonando la molicie de su serrallo, se adelantó contra los montenegrinos á la cabeza de un ejército de 70,000 otomanos, con el intento de castigar el orgullo de estos intratables montañeses que habian osado resistir á sus generales, rehusando pagar el tributo que arbitrariamente les habian impuesto. Unos cuantos millares de montenegrinos derrotaron esta fuerza considerable.
«Bajo el imperio francés, cuando la Dalmacia fué provincia francesa, los montenegrinos, aliados de los rusos, hicieron sufrir algunas derrotas á las tropas francesas, consiguieron llevar á una emboscada al valiente general Delgorgeses, á quien le cortaron la cabeza segun su costumbre; fué despojado de su trage de general, y que se mostró algunos años despues, como puede verse en la obra de Mr. Vialla de Sommieres, tomo I, pág. 316 (Viage histórico y político al Montenegro, etc., etc.) El autor, que dirigió el estado mayor de la segunda division del ejército de Iliria en Ragusa, desde 1807 á 1813, y llenó las funciones de comandante en Castel—Nuovo, y de gobernador de la provincia de Cattaro, se indigna de los actos de atrocidad y de barbarie cometidos por los montenegrinos. «Durante el sitio de Castel—Nuovo, dice, algunos montenegrinos, en el delirio de la embriaguez, se divertian en jugar á las guillas con las cabezas de cuatro franceses, apostrofándolas con ultrages. ¡Gleda, gleda, (mirad, mirad), decian á cada momento, que bien ruedan las cabezas francesas!.... Ironía cruel, para aludir sin duda á la ligereza que se nos imputa.»
«Estos feroces guerreros hacen á sus hermanos el servicio de cortarles la cabeza cuando ven á estos tendidos en el campo de batalla, vivos, pero heridos é incapaces de resistir al enemigo que se acerca. Ademas consideran como irrevocablemente condenados á perecer á los prisioneros. Citemos con este propósito un hecho característico, tomado de la relacion de Bronicnski, oficial de la marina rusa. Esto sucedió durante la guerra que mencionamos, y los montenegrinos obraban de concierto con los rusos. «En el asedio de Clobuk, un destacamento de nuestro ejército se vió obligado á declararse en retirada: un oficial que no era ya muy jóven, agobiado por la fatiga, se tiro en tierra por no poder seguir mas adelante. Un montenegrino lo vió y corrió hácia él, y sacando su yatagan: Sois valiente, amigo mio, y en su consecuencia debeis desear que yo os corte la cabeza; rezad y haced el signo de la cruz. Aterrorizado con semejante proposicion, el oficial hizo el último esfuerzo, reune sus fuerzas y va á reunirse con sus camaradas, ayudado del complaciente montenegrino.» Citemos otra anécdota del mismo género, y será la última. Hace unos doce años, durante una guerra entre los austriacos y los montenegrinos, dos tiroleses imperiales, viéndose vivamente oprimidos por un puñado de estos montañeses, colocados en vanguardia, se tiraron boca abajo fingiéndose muertos, ó sirviéndonos de la espresion inglesa, que es mas original, pretending to be dead. Al punto los montenegrinos se lanzan sobre uno de ellos, creyendo que estaba muerto y le cortan la cabeza; el otro que conoció que no sacaba ningun provecho fingiéndose muerto, pega un salto y se precipita á través de los abismos á riesgo de quebrarse brazosy piernas, lo que le llegó á suceder en efecto.
«Hemos dicho mas arriba que los europeos habian procurado hacer renunciar á los montenegrinos á su sangrienta costumbre. Bronieuski refiere que el general en gefe del ejército ruso lo consiguió en esta ocasion dando un ducado por cada prisionero. En la obra de sir Garner Wilkinson encontramos una carta de este viagero dirigida á un vladika del Montenegro y relativa al mismo asunto. Con efecto, habian encargado á Mr. Wilkinson, que despues de haber visitado el territorio de los montenegrinos habia pasado a Turquía á negociar con el bajá de una provincia vecina, el Herzegovine, para que por su parte los turcos renunciasen á un uso que reprueba la civilizacion actual. Esta carta, escrita en francés ó mas bien en anglo-francés y la respuesta del vladika en lengua italiana son muy curiosas. Las citariamos con mucho gusto, si no fuera por su escesiva estension.
«Montenegro es un territorio erizado de sombrías rocas, enclavado por tres partes, al Norte, al Este y al Sur, en el imperio turco, en tanto que la Dalmacia y la provincia de Cattaro le confinan con el Oeste, y situado entre los 42 grados 10 minutos y 42 grados 56 minutos de latitud Norte, y los 18 grados 41 minutos y 20 grados y 22 minutos de longitud Este. Los turcos le designan bajo el nombre de Karadagh, y los montenegrinos bajo el de Izernagora ó Cervagora; estas diferentes denominaciones significan todas Montañas negras. El Montenegro formaba en otro tiempo la parte Sudoeste del imperio de Serbia, destruido por los turcos en 1839, despues de la sangrienta batalla de Kossovo, donde pereció el rey Lázaro. El pais con sus montes, atravesado por estrechos desfiladeros con sus rocas á pico sembradas de precipicios, da una idea de lo que debia ser el mundo en la época del caos, y mientras mas se avanza en el interior, mas nos convencemos de la verdad de aquella leyenda montenegrina, segun la cual Dios, cuando creó el mundo, tenia las rocas revueltas en un saco, y las echó una á una sobre la superficie del globo; pero de pronto se rompió el saco, y la masa cayó toda sobre
«Bajo el imperio francés, cuando la Dalmacia fué provincia francesa, los montenegrinos, aliados de los rusos, hicieron sufrir algunas derrotas á las tropas francesas, consiguieron llevar á una emboscada al valiente general Delgorgeses, á quien le cortaron la cabeza segun su costumbre; fué despojado de su trage de general, y que se mostró algunos años despues, como puede verse en la obra de Mr. Vialla de Sommieres, tomo I, pág. 316 (Viage histórico y político al Montenegro, etc., etc.) El autor, que dirigió el estado mayor de la segunda division del ejército de Iliria en Ragusa, desde 1807 á 1813, y llenó las funciones de comandante en Castel—Nuovo, y de gobernador de la provincia de Cattaro, se indigna de los actos de atrocidad y de barbarie cometidos por los montenegrinos. «Durante el sitio de Castel—Nuovo, dice, algunos montenegrinos, en el delirio de la embriaguez, se divertian en jugar á las guillas con las cabezas de cuatro franceses, apostrofándolas con ultrages. ¡Gleda, gleda, (mirad, mirad), decian á cada momento, que bien ruedan las cabezas francesas!.... Ironía cruel, para aludir sin duda á la ligereza que se nos imputa.»
«Estos feroces guerreros hacen á sus hermanos el servicio de cortarles la cabeza cuando ven á estos tendidos en el campo de batalla, vivos, pero heridos é incapaces de resistir al enemigo que se acerca. Ademas consideran como irrevocablemente condenados á perecer á los prisioneros. Citemos con este propósito un hecho característico, tomado de la relacion de Bronicnski, oficial de la marina rusa. Esto sucedió durante la guerra que mencionamos, y los montenegrinos obraban de concierto con los rusos. «En el asedio de Clobuk, un destacamento de nuestro ejército se vió obligado á declararse en retirada: un oficial que no era ya muy jóven, agobiado por la fatiga, se tiro en tierra por no poder seguir mas adelante. Un montenegrino lo vió y corrió hácia él, y sacando su yatagan: Sois valiente, amigo mio, y en su consecuencia debeis desear que yo os corte la cabeza; rezad y haced el signo de la cruz. Aterrorizado con semejante proposicion, el oficial hizo el último esfuerzo, reune sus fuerzas y va á reunirse con sus camaradas, ayudado del complaciente montenegrino.» Citemos otra anécdota del mismo género, y será la última. Hace unos doce años, durante una guerra entre los austriacos y los montenegrinos, dos tiroleses imperiales, viéndose vivamente oprimidos por un puñado de estos montañeses, colocados en vanguardia, se tiraron boca abajo fingiéndose muertos, ó sirviéndonos de la espresion inglesa, que es mas original, pretending to be dead. Al punto los montenegrinos se lanzan sobre uno de ellos, creyendo que estaba muerto y le cortan la cabeza; el otro que conoció que no sacaba ningun provecho fingiéndose muerto, pega un salto y se precipita á través de los abismos á riesgo de quebrarse brazosy piernas, lo que le llegó á suceder en efecto.
«Hemos dicho mas arriba que los europeos habian procurado hacer renunciar á los montenegrinos á su sangrienta costumbre. Bronieuski refiere que el general en gefe del ejército ruso lo consiguió en esta ocasion dando un ducado por cada prisionero. En la obra de sir Garner Wilkinson encontramos una carta de este viagero dirigida á un vladika del Montenegro y relativa al mismo asunto. Con efecto, habian encargado á Mr. Wilkinson, que despues de haber visitado el territorio de los montenegrinos habia pasado a Turquía á negociar con el bajá de una provincia vecina, el Herzegovine, para que por su parte los turcos renunciasen á un uso que reprueba la civilizacion actual. Esta carta, escrita en francés ó mas bien en anglo-francés y la respuesta del vladika en lengua italiana son muy curiosas. Las citariamos con mucho gusto, si no fuera por su escesiva estension.
«Montenegro es un territorio erizado de sombrías rocas, enclavado por tres partes, al Norte, al Este y al Sur, en el imperio turco, en tanto que la Dalmacia y la provincia de Cattaro le confinan con el Oeste, y situado entre los 42 grados 10 minutos y 42 grados 56 minutos de latitud Norte, y los 18 grados 41 minutos y 20 grados y 22 minutos de longitud Este. Los turcos le designan bajo el nombre de Karadagh, y los montenegrinos bajo el de Izernagora ó Cervagora; estas diferentes denominaciones significan todas Montañas negras. El Montenegro formaba en otro tiempo la parte Sudoeste del imperio de Serbia, destruido por los turcos en 1839, despues de la sangrienta batalla de Kossovo, donde pereció el rey Lázaro. El pais con sus montes, atravesado por estrechos desfiladeros con sus rocas á pico sembradas de precipicios, da una idea de lo que debia ser el mundo en la época del caos, y mientras mas se avanza en el interior, mas nos convencemos de la verdad de aquella leyenda montenegrina, segun la cual Dios, cuando creó el mundo, tenia las rocas revueltas en un saco, y las echó una á una sobre la superficie del globo; pero de pronto se rompió el saco, y la masa cayó toda sobre
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