martes, octubre 23, 2007

Viage ilustrado (Pág. 94)

to del Cuerno de oro, el cual se abarca desde alli cumplidamente con una sola mirada. Aquel panorama es el mas esplendido que puede imaginarse, á la derecha se admira toda aquella cordillera de colinas ­umbrosas llenas de casas, de kioskos y de palacios, todas aquellas mezquitas de brillantes cúpulas de minaretes elevados, que se destacan de un modo tan pintoresco sobre el hermoso cielo de Oriente, á la izquierda el arsenal, los arrabales judíos, armenios y cristianos, las masas negras de los cipreses del cementerio de Pera; despues enfrente la orilla dorada del Asia y detrás las argentadas cimas de las montañas del Olimpo. Añádase á esto la vida y el movimiento de las naves, aquel hormigueo de kaiks que surcan en todos sentidos la unida superficie de aquel lago para azul y trasparente, y se comprenderá que aquel es un cuadro de una animacion, de un colorido y de una forma sin ejemplo que cambia con frecuencia y cada vez mas hermoso en cualquiera hora del dia ó de la noche.
»Antes de retirarnos detengámonos en un baño, medio escelente de descansar de esta larga. correría, y de observar al mismo tiempo una de las costumbres mas características de la vida otomana.
»Los baños, tan necesarios en Oriente, abundan en Constantinopla. Los pobres, mediante una pequeña retribucion, pueden disfrutar de ellos como los ricos, y es uno de los mas ardientes placeres de los habitantes de aquellos paises. Estos establecimientos son en general muy hermosos, y uno de los mas antiguos y de estilo mas puro es el de Soliman, situado debajo del terrado de la mezquita.
»Constantinopla, esta ciudad tan alabada, tiene el dichoso privilegio, para el que sabe verla bien, de traspasar los límites de lo que esperaba contemplar. ¡Cuántas cosas nos quedarán que admirar aun en la misma ciudad y en sus cercanías.»
Hablemos ahora de las poblaciones mas importantes que circuyen la ciudad de Constantinopla.
Entre los pueblos y nacionalidades que el turco ha absorbido en sus conquistas, hay dos particularmente no deben pasarse en silencio; una es la Macedonia, patria de Alejandro el Grande y de Mehemet-Alí, y otra el Epiro, actualmente la Albania, patria de Pirro y de Seanderbeg.
La Macedonia, llamada Mackdonia por los turcos, linda al Norte con el Nesso ó Nesto, al Sur con la Livadia, al Este con el Archipiélago, y al Oeste con la Albania. Divídese en tres partes: el Yamboli, la Vesia y la Tesalia. El aire es saludable en estos paises, y el suelo tiene una fertilidad extraordinaria, por lo cual, sin duda, es esta una de las provincias menos despobladas de las que han subyugado los turcos.
»Aqui, dice un viagero, la naturaleza combate incesántemente con los vicios del gobierno. El clima de la Grecia, añade, es admirable; influye poderosamente en la especie humana, dándole mas ardor y fecundidad, y obra asimismo en los animales y plantas, haciendo se reproduzca con increible fecundidad. Un error solo de un gobierno basta para que desaparezcan los habitantes de las regiones septentrionales del globo, mientras que la mas insensata de todas las administraciones no puede ahogar la poblacion, sin cesar creciente de los paises meridionales. Las victorias de Càrlos II han hecho de la Suecia un desierto, pero ni las locuras del gobierno del turco, ni los delirios de la supersticion han podido despoblar los risueños valles de la Macedonia. Aqui se está en el pais de Deucalion, donde brotan los hombres lo mismo que los ár­boles en los bosques, y donde las piedras arrojadas se convierten en seres animados. Hablando de las hermosas provincias que componen el imperio otomano, se concluye siempre sacando por consecuencia que la naturaleza lo ha hecho todo en este pais y el gobierno nada.
El Yamboli contiene dos ciudades grandes, Salonica y Seres. Salónica es la antigua Tesalónica que está situada en el fondo de un golfo, y va haciéndose, merced á esta posicion, el centro del comercio de la Turquía. Solamente bajo este aspecto es como se cuenta por una de las ciudades mas importantes de los turcos; pues como plaza de guerra no sirve nada.
Edificada en forma de media luna en la ribera del mar, se alza en anfiteatro y presenta un aspecto magnífico; pero el interior, compuesto de casas mez­quinas y de calles estrechas y tortuosas, no corresponde de modo alguno á las apariencias, y mas que otra cosa, es un gran poblachon. El número de sus habitantes se acerca á 60,000. Hay muchos res­tos preciosos que dan idea de su antiguo esplendor, y fuera de Atenas, es la ciudad de la Grecia en que sobreviven mas antigüedades. Entre otros se distinguen en ella cuatro monumentos: la puerta de Vedar, las Encantadas, la Rotonda y el arco de Triunfo de Constantino. La puerta llamada Yerdar, porque conduce á este rio, está formada por un arco de triunfo, del mejor gusto, que fué levantado á Octavio y Marco Antonio por los habitantes de Tesalónica. El arco de Constantino subsiste tambien entero, aunque no se ven mas que algunos vestigios del mármol de que se hallaba revestido. Cuando fué construido habia pasado ya la época de las bellas artes. Al Norte de este monumento está la Rotonda, edificio hecho por el modelo del panteon de Roma. Lo que los judíos españoles establecidos en Tesalónica llaman Encantadas, figuras encantadas, es un resto de la columnata de órden corintio, edificada en tiempo de Neron. Esta columnata sostenia dos órdenes de estátuas de un gusto esquisito, que son las figuras mas bellas que hayan es­capado de los estragos del tiempo y de la barbarie. Tienen una magnitud regular, y representan los mas voluptuosos objetos de la antigüedad. Existen ocho todavía, las cuales están colocadas en la columnata superior por el estilo de las cariátides.
Seres es una ciudad bastante nombrada en la Tur­quía europea por su rico mercado, y que se halla situada en el centro de una vasta llanura regada y fecundizada por el Stiymon. Todo el valle en que corre este río está cultivado de algodon, y se halla cubierto de mas de trescientos pueblecillos, que vistos desde la cumbre del monte Cercina, parecen juntarse todos y presentan el aspecto de una ciudad inmensa. Los agás que gobiernan y oprimen estos cantones viven siempre en sus palacios custodiados por una guardia de albanos, y haciéndose la guerra unos contra otros como nuestros antiguos señores feudales. El vencedor quema las plantaciones del vencido, roba las mugeres y los animales, y solo interrumpe su destructora tarea á la llegada de ciertas fiestas musulmanas en que las hostilidades se suspenden por una especie de mandato divino. No hace todavía mucho tiempo que la puerta Otomana fomentaba secretamente las divisiones de las agaes, enviando, cuando se veia en

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