viernes, octubre 19, 2007

Viage ilustrado (Pág. 91)

hora el fuego y la luz por temor de los incendios. Por esta razon, los edificios sólidamente construidos, son los únicos que están al abrigo de aquel azote que arra­sa toda la ciudad incesantemente.
»Del bazar llegamos á la puerta de la mezquita de Bajazet II, situada en el ángulo de la gran plaza del Seraskier (gran visir), en donde durante los tres dias del Beyran es el gran paseo de Constantinopla. Nada mas gracioso que el patio de aquella mezquita con sus hermosas columnas de mármol verde y rojo, sus elegantes puertas, su fuente, los árboles que la cubren, y sus nubes de palomas que, segun una fun­dacion del sultan, se alimentan alli con el grano que las mugeres y los niños al pasar sacan de un arca co­locada á propósito en aquel sitio, y arrojan constante­mente. Es hasta dificil abrirse paso entre aquella poblacion alada.
»Todas las mezquitas de Constantinopla y las Tur­bé ó tumbas que las rodean son del mayor. interés, asi por los pormenores del arte como por la sensacion pintoresca que causa. Contentarémonos en este rápido paseo con visitar las tres mas interesantes. Pasando de la mezquita de Bajacet á las de Mohammet, de Chah­-Zadé y del sultan Selin encontramos fuentes notables, cisternas, cafés y calles pintorescas; una de ellas, que conduce desde Mohammed á Selin nos ha parecido el tipo mas exácto de las calles de Stamboul. Atravesan­do el Hipódromo, en donde se eleva el obelisco de Constantino y en donde fueron destruidos los geníza­ros, doblamos la hermosa mezquita de seis minaretes del sultan Ahmed. La vista de una de sus cuatro fachadas hará comprender al lector el estilo elegante de aquellos inmensos edificios, que cercan un vasto patio rodeado de murallas, adornado aun con fuentes y añejos plátanos. Una corta calle nos conduce á la pla­za de Santa Sofía, frente á la gran puerta del Serrallo; una fuente, verdadera joya del arte persa, toda de porcelana y mármol, decora esta plaza; pero Aya-Sophia, la célebre Santa Sofía (sabiduría santa), atrae principalmente nuestras miradas. Su esterior flanqueado de contrafuertes y fuertes, que sostienen los muros y la cúpula, que amenazan desplomarse, es informe y no podria adivinarse debajo de aquel tosco esterior la verdadera ligereza aérea de aquella cúpula. Pero penetrando en lo interior conócese que su reputacion no es usurpada. Fundada por Constan­tino el Grande, Santa Sofía fué edificada completa­mente por los arquitectos Anlhemises é Isidoro de Mileto en el reinado de Justiniano. Apóderase del viagero el respeto y el asombro al descubrir la estension de aquel templo sin igual; la vista, se pierde antes de llegar á aquella cúpula de una elevacion fabulosa que por un artificio admirable, parece mas bien estar suspendida como una lámpara en la bóveda del cielo, que descansar sobre la tierra como los edificios huma­nos. En efecto, apóyase solamente en secciones de cúpulas, una de las cuales corona el santuario, y las otras cubren galerías que comunican entre sí por medio de las que sostienen las dos naves á derecha é izquierda. Ocho gigantescas columnas de pérfido y otras noventa y dos de jaspe, de serpentina y diferentes marmoles preciosos sostienen aquel sistema aéreo de cúpulas. Veinte y cuatro ventanas, abiertas en derredor de la cúpula principal y que la destacan aun del edificio, dejan penetrar la luz y producen mas variados efectos que la abertura única que se ve en la cima de las rotondas de la antigua Roma. Detallar las maravillas de los mosáicos, de los capiteles, de las galerías y de las naves exigiria demasiada extensión, diremos solo para reasumir el efecto que produce, que Santa Sofía es la obra mas grande del pensamiento religioso. Ningun monumento, ni San Pedro de Roma, ni la cúpula de Milan ó de Venecia, ningun templo de la Grecia, ni las mas hermosas catedrales góticas y del renacimiento pueden entrar en competencia. Esté santuario, verdadera casa de Dios, como dice la Escritura, parecia construido asi para una como para otra religion con tal de que esta sea la espresion de la sabiduría. Los hombres de todos cultos, turcos ó cris­tianos, al entrar alli deben sentirse poseidos de la mis­ma impresion de respeto y de temor, porque sus pro­porciones grandiosas no las alcanza la vista del hom­bre, pobre hormiga al lado de aquella montaña, co­noce su inferioridad y piensa involuntariamente en la tan corta duracion de su fragil existencia.
»La mezquita de Soliman el Magnífico, mucho mas hermosa en lo esterior con sus patios, sus terra­dos, sus fuentes y sus corpulentos árboles, es, como todas las mezquitas de Constantinopla, una imitacion de la iglesia de Santa Sofía. Inferior asi por sus pro­porciones como por sus riquezas, difiere aun por la ornamentacion, que es de estilo árabe. Construido en la época de un verdadero renacimiento de las artes, la Solimania merece gran atencion, y despues de la catedral debe colocarse sin titubear sobre todas las demas. Su púlpito, sus vidrieras de piedras preciosas regalo de un shah de Persia, sus esculturas y sus be­llas proporciones la constituyen un monumento no­table.
»Los que, como hemos dicho al principio, solo viajan con el esclusivo objeto de decir: «yo he esta­do en tal punto,» se bailan de acuerdo admirablemente en afirmar que Constantinopla no tiene de her­mosa mas que su posicion, y que debian de guardarse de entrar en la ciudad para no perder sus ilusiones; porque dicen, las calles son horribles, no hay ningun monumento aislado y solo el conjunto es dig­no de atencion. Es cierto que en Galata y en Pera, ese barrio franco, poblado de comerciantes existen pocos objetos de arte; pero en cuanto á Scutari, Tophana y Stamboul no dudamos en asegurar que po­cas ciudades ofrecen tanto interés bajo todos aspectos.
»Pero dejemos esta discusion artística y continue­mos nuestra escursion. Como ahora se trata de echar una ojeada sobre los arrabales distantes, montaremos en los caballos que en todas las esquinas aguardan á los transeuntes cansados ó que tienen prisa y reem­plazan á nuestros coches de alquiler, sustitucion indis­pensable en un pais en que la circulacion de los carruages es casi imposible.
»Las calles que se alejan de la principal direccion del puente son tristes, inanimadas de un aspecto casi igual en todas partes. Salimos de la ciudad por lapuerta de Andrinópolis, y despues de haber lanza­do una mirada sobre las triples murallas derruidas que defendian la ciudad por la parte del llano, y ad­mirando el magnífico bosque de cipreses del gran cementerio otomano, bajamos al arrabal de Eyoub que cierra el puente de Constantinopla; floresta encantada, llena de misterio, de sombra, de frescura, de melan­colía; lugar poético. Por las espaciosas y bien abier­tas calles del arrabal de Eyoub, por los minaretes do­rados y esplendentes cúpulas de sus mezquitas, por la magestuosa sombra del vasto cementerio en medio

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