dejasen penetrar á los estrangeros con mucha facilidad entre ellos, presto lo pagarian bien caro. Al esparcir el terror y el espanto sobre todo cuanto les rodea, no hacen sino obrar muy políticamente.
Para complemento de las observaciones que hacemos de la Turquía, vamos á insertar á continuacion lo que no hace mucho tiempo publicó La Ilustracion de París en una de sus columnas respecto al Montenegro y los montenegrinos, lectura de tanto mas interés, cuanto que la Europa entera tiene hoy fija su mirada sobre este pais.
«Los montenegrinos, en la victoria recientemente conseguida por ellos contra Osman, bajá de Scutari, han quitado al enemigo diez y siete banderas, y cortado trescientas diez y siete cabezas á los turcos. Tal era la noticia contenida en uno de los últimos boletines que hemos recibido del teatro de la guerra entre los montenegrinos y los turcos. ¡Cómo! ¿Existen todavía en Europa, á algunos pasos de la frontera de las posesiones austriacas, un pueblo que se entregue á tales escesos de inhumanidad y crueldad! ¡Un pueblo!... para ser mas exactos deberiamos decir, una horda de bandidos desalmados. ¿Cómo pueden conciliar los montenegrinos estos actos de venganza sanguinaria, con el horror que esperimentan por la pena de muerte? Jamás hay ejecuciones en Montenegro; cuando un individuo se hace culpable de un crimen, jamás se le impone otro castigo que el destierro; el gobierno no se cree con el derecho de poder privar á un hombre de la vida. Un viagero que habló de esta materia con el gobernador de Montenegro: ¡Ah! dijo el último con acento enternecido, seria digno de las naciones mas sabias y mas ilustradas que borrasen enteramente de su código criminal la pena de muerte; se condena al homicida y se le consagra jurídicamente. Sed, pues, consecuentes: es cosa legitima arrancar al hombre por las leyes lo que ellas no pueden devolverle? Los publicistas filántropos y los moralistas que predican la abolicion de la pena de muerte no han dado otros argumentos en favor de su opinion.
Para complemento de las observaciones que hacemos de la Turquía, vamos á insertar á continuacion lo que no hace mucho tiempo publicó La Ilustracion de París en una de sus columnas respecto al Montenegro y los montenegrinos, lectura de tanto mas interés, cuanto que la Europa entera tiene hoy fija su mirada sobre este pais.
«Los montenegrinos, en la victoria recientemente conseguida por ellos contra Osman, bajá de Scutari, han quitado al enemigo diez y siete banderas, y cortado trescientas diez y siete cabezas á los turcos. Tal era la noticia contenida en uno de los últimos boletines que hemos recibido del teatro de la guerra entre los montenegrinos y los turcos. ¡Cómo! ¿Existen todavía en Europa, á algunos pasos de la frontera de las posesiones austriacas, un pueblo que se entregue á tales escesos de inhumanidad y crueldad! ¡Un pueblo!... para ser mas exactos deberiamos decir, una horda de bandidos desalmados. ¿Cómo pueden conciliar los montenegrinos estos actos de venganza sanguinaria, con el horror que esperimentan por la pena de muerte? Jamás hay ejecuciones en Montenegro; cuando un individuo se hace culpable de un crimen, jamás se le impone otro castigo que el destierro; el gobierno no se cree con el derecho de poder privar á un hombre de la vida. Un viagero que habló de esta materia con el gobernador de Montenegro: ¡Ah! dijo el último con acento enternecido, seria digno de las naciones mas sabias y mas ilustradas que borrasen enteramente de su código criminal la pena de muerte; se condena al homicida y se le consagra jurídicamente. Sed, pues, consecuentes: es cosa legitima arrancar al hombre por las leyes lo que ellas no pueden devolverle? Los publicistas filántropos y los moralistas que predican la abolicion de la pena de muerte no han dado otros argumentos en favor de su opinion.
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