martes, octubre 09, 2007

Viage ilustrado (Pág. 86)

novedades que ocurren; aqui es donde los romance­ros, contadores y juglares despliegan sus talentos, es­pecialmente en invierno, contando fábulas é historias con la gracia y energía propias de la lengua nacional. Si á estás narraciones se añaden bufones, gladiadores, bailarines de cuerda, y mas que nada, sombras chi­nescas, se tendrá ya una idea completa de todos los espectáculos de Turquía.
Los orientales, mas sencillos que nosotros en el mueblage, desconocen el lujo de las camas, las cua­les están reducidas á mantas de lana ó de algodon que por la noche estienden en el suelo ó en un sofa. Las mugeres para dormir no se quitan mas que el aderezo, y los hombres cambian de trage, pero tambien se acuestan vestidos. Entre los griegos, armenios y ju­díos pobres, toda la familia duerme en una misma ha­bitacion; pero entre los musulmanes el dormitorio de los hombres está separado del de las mugeres. Como el uso de las sillas es igualmente desconocido en Oriente, los sofás son los principales y casi los únicos muebles de los aposentos.
Las casas ordinariamente no tienen chimenea, y se calientan por medio de un brasero de barro ó de cobre que se llama mangal, el cual se coloca debajo de una mesa redonda ó cuadrada, cubierta de muchos tapices que arrastran hasta el suelo. Alrededor de esta mesa, llamada tandour, hay un banco donde pueden varias personas introducir las piernas por debajo del tapiz para recibir el calor hasta la cintura. Nuestros lectores habrán conocido fácilmente en esta descripcion que el mangal y el tandour componen exactamente nuestra vulgar camilla, y que en este punto los turcos no tienen nada que desearnos.
Antes de las cinco oraciones del dia, antes y despues de la comida, siempre que se haya rozado con algun cuerpo impuro, el musulman debe purificarse con lavados parciales, y en otras circunstancias tiene que sujetarse á baños enteros. Las mugeres tambien tienen igual obligacion, aunque para estas mas que nada viene á constituir un verdadero placer. En los baños es donde ellas se dan citas, y donde se desembarazan por un momento de la esclavitud á que se hallan sometidas. Las ricas ostentan aquí con los de­talles mas minuciosos el valor y gusto de sus adornos, y se hacen servir moka puro, confortantes esquisitos y suntuosas colaciones, prodigándose las esencias y los perfumes, y terminando siempre la fiesta con música y sombras chinescas, en cuyo punto ya se cierra el baño para el público por todo el dia.
Las casas de los musulmanes están de tal moda dispuestas, que el alojamiento de las mugeres se halla siempre apartado del de los hombres, llamándose al primero harem ó lugar sagrado, y al segundo se­lamlik.
Las mugeres de algun rango no se presentan en público sino rara vez; no es de buen tono que salgan de sus casas, á menos que se hallen obligadas á ello por causas indispensables, por cuya razon no se en­cuentran ordinariamente en la calle mas que mugeres vulgares, aunque siempre tapadas, observando la ma­yor circunspeccion., y no dirigiendo casi nunca la pa­labra á nadie. Seria el colmo de la indecencia para los hombres el fijar sus miradas en ellas, y si alguno se abandonara hasta el punto de permitirse una pala­bra equívoca ó alguna licencia de otro género, nada podria libertarle de las persecuciones de la policía, y aun de los mismos ciudadanos, que testigos de su temeridad tienen derecho para detenerlo, y aun abru­marlo á palos en caso de resistencia.
Los turcos profesan sobre poco mas ó menos las ideas respecto de la belleza femenina que los euro­peos, difiriendo solo en que prefieren las blancas y las morenas á las rubias, y la grosura escesiva á la delgadez. Las esclavas mas apreciadas en Oriente proceden de la Georgia y de la Circasia , y son gene­ralmente hermosas y muy bien formadas.
Se tendria una idea bastante falsa de la esclavitud de 1os turcos y de los persas, si se juzgase de ella te­niendo presente la que los europeos han establecido en sus colonias, y especialmente guiándose por el relato de los desdichados cautivos de Berberia, á quienes se trata rudísimamente y se atormenta de mil maneras para obligarlos á abrazar la religion musulmana. En Turquía y en Persia los esclavos de ambas sexos, com­prados ordinariamente en edad muy tierna, se educan en la religion de Mahoma, y son tratados con la misma dulzura y casi con iguales consideraciones que un hijo de la casa. Es muy raro que un turco venda á un esclavo que le tiene descontento; no hace con él por el contrario sino castigarlo como haria con un lujo suyo. Despues de un servicio mas ó menos prolongado, segun que el musulman es mas ó menos observador de los preceptos de Mahoma, que fija la esclavitud en nueve años, le da la libertad y lo casa. A la muerte del señor casi siempre se hacen libres sus esclavos, sea por última voluntad del mismo, sea porque sus herederos consideren como un deber interpretar de este modo sus intenciones. Como las preocupaciones de Europa respecto del nacimiento no son conocidas en Levante, hay muchos turcos que se casan con escla­vas, ó que dejan á sus hijos que se casen con ellas, é igualmente sin repugnancia alguna entregan sus hijas á esclavos, de cuya conducta están satisfechos, y á los cuales dan libertad, colocándolos en seguida en una posicion tan ventajosa como pueden. Hay muchos pachaes y grandes oficiales del imperio que se han elevado del seno mismo de la esclavitud.
Antes de la revolucion que ha tenido lugar en las costumbres y en el trage de los turcos, todas las fa­milias opulentas usaban vestidos de seda y de otras telas muy ricas, siendo infinita su variedad, tanto por el precio, cuanto por la calidad, pues los habia de un color solo, rayados, con flores de todas clases y bordados de seda, oro y plata. Estas dos últimas espe­cies no las llevaban, sin embargo, mas que las mugeres, pues en los hombres nunca se veia plata ni oro. Entre las telas de la India forzoso es que distingamos los chales, que son de una lana estremadamente fina y de un precio subido, con la forma de un cuadrado grande. Los chales mas estensos, que tienen comunmente cuatro metros de longitud sobre uno de anchu­ra, podrían hacerse pasar por una sortija: estos servian de cinturon á los hombres y á las mugeres. En el invierno los hombres fueran á pie o a caballo, se tapaban la cabeza para resguardarse del frio, y la mayor parte llevaban chales comunes fabricados en el país.
Las pieles constituian el lujo mayor en uno y otro sexo. No habia artesano, soldado, hombre cualquiera del pueblo que no llevase en invierno una pellica de cordero, carnero, gato, etc., mejorando las personas opulentas sus abrigos con pieles mas bellas y costosas, La zorra negra, la mas preciosa de todas las pieles, estaba reservada al gran señor, y ningun otro podia llevarla, como no fuera que el sultan hiciese con ella

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