cion masculina en estado de llevar las armas entre los diferentes pueblos que ocupaban el espacio que, según hemos indicado, formaba la Galia Bélgica.
Los bellovacos ocupaban el primer lugar entre estos pueblos por su valor, su influencia y su población: podian poner sobre las armas 100,000 hombres: habian prometido 60,000 escogidos y pedían se les confiara la dirección de la guerra. Los sucssciones, sus vecinos, poseían un territorio muy estenso y fértil: habían tenido por rey á Divitiac, el gefe mas poderoso de la Galia, que á una gran parte de aquellas regiones reunía también el imperio de la Bretaña. Galba era entonces su rey, y le habian conferido el mando de común acuerdo por su equidad y sabiduría. Poseían doce ciudades, y habian prometido 50,000 hombres. Otros tantos daban los nervienses, reputados como los mas bárbaros de aquellos pueblos, y situados en la estremidad de la Bélgica. Los atrebatos suministraban 15,000, los ambienses 10,000, los morinos 25,000, los menapienses 9,000, los cáletos 10,000, los velocasos y veromanduenses el mismo número, los aduáticos 19,000, los condrusos, eburones, cerosienses y pemanienses, comprendidos en la denominación común de germanos, debían enviar 40,000 (1).»
Habiéndose trasladado Augusto á las Galias para consolidar su conquista, dividió la Bélgica en tres partes: el pais que se estendia desde el Escalda hasta el Sena se llamó Bélgica solamente: los demás tomaron los nombres de Germania Superior y Germania Inferior. En cuanto á la Bélgica propiamente dicha, cuya metrópoli parece haber sido Reims, aunque el gobernador residia con frecuencia en Bavay, fué dividida nuevamente en el imperio de Constantino: Ammiano Marcelino es el primer historiador que ha hecho mención de aquella división (2): coloca en la primera parte cuatro ciudades: Tréveris, metrópoli, segunda Roma y residencia de un gran número de emperadores, Metz, Toul y Verdum. La segunda comprende doce: Reims, metrópoli, Soissons, Chalons sur Marne, Noyon, Arras, Cambray, Tournay, Senlis, Beauvais, Amiens, Therouanne y Boloña. Desde entonces los belgas desaparecen de la historia, y ya no vuelve á encontrarse el nombre de aquellos pueblos que se convirtieron en reino de Soissons, de Metz, y mas tarde en el de Austrasia; y por último, cuando la desmembración del imperio de Carlo—Magno, en la Lotharingia ó reino de Lothario.
En la edad media no existia la Bélgica; el pais de que se ha formado este reino estaba dividido en una multitud de feudos, independientes unos de otros, y que ni aun habian estado siempre unidos por las relaciones de vasallage. Entre estos feudos, citaremos los ducados de Brabante, de Limburgo y Luxemburgo, los condados de Flandes, de Hainaut y de Namur, el obispado de Lieja, el señorío de Malinas y el principado de Slavelot. Vióse á los belgas tomar parte en todas las espediciones de aquellos tiempos caballerescos, combatir en las llanuras de Oriente, y luego, auxiliares unas veces de la Francia y otras de sus enemigos, representar su papel en la lucha de aquel pais con la Inglaterra. A pesar de sus frecuentes guerras civiles se enriquecieron con el comercio y la industria. Felipe el Bueno, duque de Borgoña, los reunió bajo su estenso poderío: solo el obispado de Lieja y el principado de Stavelot tuvieron todavía una existencia separada por espacio de mas de cuatrocientos años. Bajo la dominación burguiñona, la suerte de la Bélgica fué cada vez mas próspera y floreciente: la magnificencia de sus fiestas atraian á ella de todas partes un gran número de caballeros, mientras que la industria y el comercio adquirían una prosperidad siempre creciente. Pero verdaderamente, la historia de este pais no ofrece nada interesante, ni es, en cierto modo, la historia propia de la Bélgica, hasta la época del matrimonio del archiduque Maximiliano con María de Borgoña, hija y única heredera de Carlos el Temerario.
Sabido es como terminó aquel príncipe su azarosa carrera bajo los muros de Nancy, y en qué conflictos se encontró su hija, espuesta simultáneamente á los ataques de Luis XI, y á las insurrecciones de sus mismos vasallos. Solo un marido podia protegerla, y numerosos pretendientes aspiraban á su mano. Su elección recayó en el archiduque Maximiliano. Luis XI, que habia solicitado la mano de María para su hijo, se irritó con aquel enlace, é hizo la guerra al archiduque: pero este último obtuvo ventajas, y por un tratado firmado en Lems el18 de setiembre de 1477, el rey se vio obligado á restituir algunas plazas, entre ellas á Quesnay y Bouchain, y á consentir en la neutralidad de Cambray. María murió de una caida del caballo en el mes de marzo de 1481 ó 1482, y Maximiliano fué reconocido como tutor de sus hijos de corta edad, por los estados de Brabante, Hainaut, Holanda, Zelanda y Namur. Pero los ganteses, á cuya custodia estaban confiados en aquel momento los hijos de María, se opusieron á ratificar aquella elección. Hicieron mas; concluyeron un tratado en Arras, el 23 de diciembre de 1482, contra la voluntad del archiduque, en que se estipuló el matrimonio de Carlos, delfín de Francia, que entonces tenia 12 años, con Margarita, hija de María de Borgoña. El dote de la princesa debían componerle los condados de Artois y de Borgoña, el Auxerrois, Macounais y Charoláis. Maximiliano cedió en un principio á la fuerza: pero al año siguiente folvió á apoderarse del Artois, la Borgoña, el Macounais, el Auxerrois y la castellanía de Bar—sur—Seine. Después de una corta espedicion contra los liejeses y los habitantes de Utrecht, sometió las ciudades de Teuremonde, Audenarde, Brujas y Gande, y fué por último reconocido como tutor de su hijo pero con condición de no sacarle nunca de los Países Bajos. Sin embargo, las turbulencias no se habian apaciguado completamente, porque en el mes de febrero de 1487 o 1488, mientras Maximiliano estaba en Brujas, estallaron con nueva violencia. Corrió la sangre por las calles: el corregidor de la ciudad y otros magistrados, murieron en los suplicios, y Maximiliano, prisionero de los brujeses, no recobró su libertad hasta mayo de 1488, con condiciones muy onerosas para él.
Cuando Felipe, hijo de Maximiliano, llegó á los 20 años de su edad, éste le entregó los estados que pertenecían á su madre, y se retiró á Alemania, en donde debían preocuparle otras atenciones. Felipe comenzó por prestar homenage al rey de Francia por los condados de Flandes y de Artois.
Sin embargo, las provincias belgas no eran las únicas que estaban despedazadas por disensiones intestinas. La guerra de las dos rosas cubria á la Ingla—
(1) Bellum Gallicum, lib. II, cap. III.
(2) Libro XV, cap. XI.
Los bellovacos ocupaban el primer lugar entre estos pueblos por su valor, su influencia y su población: podian poner sobre las armas 100,000 hombres: habian prometido 60,000 escogidos y pedían se les confiara la dirección de la guerra. Los sucssciones, sus vecinos, poseían un territorio muy estenso y fértil: habían tenido por rey á Divitiac, el gefe mas poderoso de la Galia, que á una gran parte de aquellas regiones reunía también el imperio de la Bretaña. Galba era entonces su rey, y le habian conferido el mando de común acuerdo por su equidad y sabiduría. Poseían doce ciudades, y habian prometido 50,000 hombres. Otros tantos daban los nervienses, reputados como los mas bárbaros de aquellos pueblos, y situados en la estremidad de la Bélgica. Los atrebatos suministraban 15,000, los ambienses 10,000, los morinos 25,000, los menapienses 9,000, los cáletos 10,000, los velocasos y veromanduenses el mismo número, los aduáticos 19,000, los condrusos, eburones, cerosienses y pemanienses, comprendidos en la denominación común de germanos, debían enviar 40,000 (1).»
Habiéndose trasladado Augusto á las Galias para consolidar su conquista, dividió la Bélgica en tres partes: el pais que se estendia desde el Escalda hasta el Sena se llamó Bélgica solamente: los demás tomaron los nombres de Germania Superior y Germania Inferior. En cuanto á la Bélgica propiamente dicha, cuya metrópoli parece haber sido Reims, aunque el gobernador residia con frecuencia en Bavay, fué dividida nuevamente en el imperio de Constantino: Ammiano Marcelino es el primer historiador que ha hecho mención de aquella división (2): coloca en la primera parte cuatro ciudades: Tréveris, metrópoli, segunda Roma y residencia de un gran número de emperadores, Metz, Toul y Verdum. La segunda comprende doce: Reims, metrópoli, Soissons, Chalons sur Marne, Noyon, Arras, Cambray, Tournay, Senlis, Beauvais, Amiens, Therouanne y Boloña. Desde entonces los belgas desaparecen de la historia, y ya no vuelve á encontrarse el nombre de aquellos pueblos que se convirtieron en reino de Soissons, de Metz, y mas tarde en el de Austrasia; y por último, cuando la desmembración del imperio de Carlo—Magno, en la Lotharingia ó reino de Lothario.
En la edad media no existia la Bélgica; el pais de que se ha formado este reino estaba dividido en una multitud de feudos, independientes unos de otros, y que ni aun habian estado siempre unidos por las relaciones de vasallage. Entre estos feudos, citaremos los ducados de Brabante, de Limburgo y Luxemburgo, los condados de Flandes, de Hainaut y de Namur, el obispado de Lieja, el señorío de Malinas y el principado de Slavelot. Vióse á los belgas tomar parte en todas las espediciones de aquellos tiempos caballerescos, combatir en las llanuras de Oriente, y luego, auxiliares unas veces de la Francia y otras de sus enemigos, representar su papel en la lucha de aquel pais con la Inglaterra. A pesar de sus frecuentes guerras civiles se enriquecieron con el comercio y la industria. Felipe el Bueno, duque de Borgoña, los reunió bajo su estenso poderío: solo el obispado de Lieja y el principado de Stavelot tuvieron todavía una existencia separada por espacio de mas de cuatrocientos años. Bajo la dominación burguiñona, la suerte de la Bélgica fué cada vez mas próspera y floreciente: la magnificencia de sus fiestas atraian á ella de todas partes un gran número de caballeros, mientras que la industria y el comercio adquirían una prosperidad siempre creciente. Pero verdaderamente, la historia de este pais no ofrece nada interesante, ni es, en cierto modo, la historia propia de la Bélgica, hasta la época del matrimonio del archiduque Maximiliano con María de Borgoña, hija y única heredera de Carlos el Temerario.
Sabido es como terminó aquel príncipe su azarosa carrera bajo los muros de Nancy, y en qué conflictos se encontró su hija, espuesta simultáneamente á los ataques de Luis XI, y á las insurrecciones de sus mismos vasallos. Solo un marido podia protegerla, y numerosos pretendientes aspiraban á su mano. Su elección recayó en el archiduque Maximiliano. Luis XI, que habia solicitado la mano de María para su hijo, se irritó con aquel enlace, é hizo la guerra al archiduque: pero este último obtuvo ventajas, y por un tratado firmado en Lems el18 de setiembre de 1477, el rey se vio obligado á restituir algunas plazas, entre ellas á Quesnay y Bouchain, y á consentir en la neutralidad de Cambray. María murió de una caida del caballo en el mes de marzo de 1481 ó 1482, y Maximiliano fué reconocido como tutor de sus hijos de corta edad, por los estados de Brabante, Hainaut, Holanda, Zelanda y Namur. Pero los ganteses, á cuya custodia estaban confiados en aquel momento los hijos de María, se opusieron á ratificar aquella elección. Hicieron mas; concluyeron un tratado en Arras, el 23 de diciembre de 1482, contra la voluntad del archiduque, en que se estipuló el matrimonio de Carlos, delfín de Francia, que entonces tenia 12 años, con Margarita, hija de María de Borgoña. El dote de la princesa debían componerle los condados de Artois y de Borgoña, el Auxerrois, Macounais y Charoláis. Maximiliano cedió en un principio á la fuerza: pero al año siguiente folvió á apoderarse del Artois, la Borgoña, el Macounais, el Auxerrois y la castellanía de Bar—sur—Seine. Después de una corta espedicion contra los liejeses y los habitantes de Utrecht, sometió las ciudades de Teuremonde, Audenarde, Brujas y Gande, y fué por último reconocido como tutor de su hijo pero con condición de no sacarle nunca de los Países Bajos. Sin embargo, las turbulencias no se habian apaciguado completamente, porque en el mes de febrero de 1487 o 1488, mientras Maximiliano estaba en Brujas, estallaron con nueva violencia. Corrió la sangre por las calles: el corregidor de la ciudad y otros magistrados, murieron en los suplicios, y Maximiliano, prisionero de los brujeses, no recobró su libertad hasta mayo de 1488, con condiciones muy onerosas para él.
Cuando Felipe, hijo de Maximiliano, llegó á los 20 años de su edad, éste le entregó los estados que pertenecían á su madre, y se retiró á Alemania, en donde debían preocuparle otras atenciones. Felipe comenzó por prestar homenage al rey de Francia por los condados de Flandes y de Artois.
Sin embargo, las provincias belgas no eran las únicas que estaban despedazadas por disensiones intestinas. La guerra de las dos rosas cubria á la Ingla—
(1) Bellum Gallicum, lib. II, cap. III.
(2) Libro XV, cap. XI.
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