lunes, marzo 31, 2008

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la Francia, alianza que deseaba ya hacia veinte y cinco años, y que acababa de estrechar el matrimonio de Luis XVI con la hija de María Teresa, decretó la demolición de la fortalezas belgas, y obligó de ese modo á los holandeses á abandonar el suelo de aquel pais en 1782. Estos se quejaron, mas por el pronto no hubo ningún rompimiento: por último, habiendo sobrevenido otras dificultades, los Estados generales reclamaron el nombramiento de comisarios para terminar las diferencias. Las pretensiones de José II eran muchas; exigía la reposición de los límites de la Flandes al estado que les señaló el convenio de 1664; la demolición de algunas fortalezas, la cesión de diversas localidades disputadas, el pago de cuantiosas sumas que los Estados generales debían por suministros hechos á sus tropas, y por último, la evacuación de Maestricht y del condado de Uroenhoven en el antiguo pais del otro lado del Mosa (mayo de 1784.) Después de largas negociaciones, el emperador hizo entrega á los comisionados holandeses su ultimátum, cuyas principales condiciones eran: la libre navegación del Escalda; libertad de comercio con las Indias, y el derecho de arreglar el arancel de aduanas como le pareciese mas conveniente. A aquel ultimátum siguieron las vias de hecho, y asustados los holandeses con la vista de algunos regimientos alemanes que habían llegado á sus fronteras, inundaron una cantidad considerable de polders belgas. Temiendo entonces la Francia que la Holanda no se echase otra vez en brazos de la Inglaterra, ofreció su mediación. Abriéronse conferencias en Versalles, y un tratado formado en Fontaneibleau el 8 de noviembre de 1785, puso fin á aquellas disensiones. Un artículo de aquel tratado reconoció en las dos potencias el derecho de hacer los reglamentos de comercio que mejor les pareciese, y establecer aduanas y portazgos en sus estados: por otro se declaró que los límites de la Flandes se restablecerían bajo el pie del convenio de 1664; los Estados generales fueron mantenidos en la posesión de tener cerrado el Escalda; y para obtener que José II renunciase todos sus derechos sobre Maestricht, y otras localidades del pais del otro lado del Mosa, se obligaron á pagarle los 10.000,000 de florines convenidos cuando los preliminares, y abandonarle los fuertes Kruyschans, Federico Enrique, Lillo Liefkenhoock.
Las primeras reformas de José II en la administración interior del pais, fueron todas religiosas: citaremos únicamente el decreto de 13 de octubre de 1781 sobre la tolerancia; el de diciembre del mismo año, que prohibía dirigirse á la corte de Roma en solicitud de dispensas, y mandaba a los obispos que las espidiesen; el de 17 de marzo de 1783,que declararaba la intención que tenia el emperador de suprimir ciertos monasterios y destinar sus rentas á un uso mas útil ó interesante, que el que de ellas se habia hecho hasta entonces. Pero la medida que llevó al mas alto punto el descontento del clero, fué el establecimiento del seminario general: el decreto por el cual se creaba, (16 de octubre de 1786) prohibía admitir en lo sucesivo en las órdenes religiosas á los jóvenes que no hubiesen cursado cinco años de teología, en el seminario general de Lobayna, ó en el de Luxemburgo: los seminarios episcopales quedaban suprimidos y convertidos en presbiterios.
Semejantes reformas introducidas bruscamente en un pais que por largo tiempo habia sido teatro de guerras religiosas, debian escitar en él sediciones. Sin embargo, la oposición no llegó á ser realmente formidable, hasta que José II amenazó también al orden civil con un trastorno completo: por un decreto de 1.° de enero de 1787, se sustituyó un solo consejo á los tres colaterales: las provincias, divididas en nueve círculos, debian ser administradas por otros tantos intendentes: las diputaciones permanentes eran suprimidas y reemplazadas por cinco diputados para todo el pais, agregados al consejo de gobierno, que era nombrado, es cierto, por los Estados, pero cuya elección no era válida hasta que fuese ratificada por el mismo gobierno. En cuanto á los Estados, no conservaban mas que el votar los subsidios; la administración de las provincias se les arrancaba para pasarla á manos de los intendentes. La organización judicial, quedaba igualmente, alterada: todos los tribunales existentes, á escepcion de los militares, eran suprimidos y reemplazados por sesenta y cuatro juzgados de primera instancia, dos audiencias de apelación, y un tribunal supremo con residencia en Bruselas, que entendería en los negocios en que hubiese lugar á revisión.
Bien pronto se abrió la Asamblea de los estados de Brabante, que celebraba sus sesiones dos veces al año, en marzo y octubre. Sus primeras sesiones se señalaron por una fuerte oposición, y por su negativa á votar las contribuciones hasta que se derogasen las disposiciones contrarias á la constitución del pais. Un abogado del consejo de Brabante, Enrique Van—der—Noot, que ya se habia dado á conocer por una memoria muy atrevida sobre los derechos del pueblo brabanzon, y los ataques que se les dada en nombre del emperador, contribuyó á organizar en Bruselas compañías de voluntarios, que bien pronto se multiplicaron por toda la Bélgica, y formaron el núcleo de un ejército nacional. En la siguiente legislatura de los Estados de Brabante, el clero y la nobleza no se atrevieron á persistir en su oposición, y concedieron los subsidios, pero el tercer estado los negó, y los Estados de Rainaut siguieron su ejemplo. El emperador quiso emplear la violencia: disolvió los Estados de Hainaut y de Brabante y el consejo de esta última provincia. Entonces llegó á su colmo la exaltación: una multitud de jóvenes empuñaron las armas cerca de Breda, y se pusieron a las órdenes de Van—der—Meersch, coronel belga que se habia distinguido en servicio de la Francia. En un manifiesto publicado el 24 de octubre de 1789, el pueblo brabanzon declaró al emperador José II depuesto de la soberanía del ducado de Brabante, y poco después Van-der-Meersch, consiguió sobre los austriacos una brillante victoria. Entonces los Estados de Flandes decretaron su unión con el Brabante, la destitución del emperador y el levantamiento de un ejército de 20,000 hombres. Los gefes austríacos, poseídos de un terror pánico, huyeron de Bruselas, corrieron á encerrarse en la fortaleza de Namur, y dieron orden á sus tropas para que evacuasen el pais sin disparar un solo tiro. Casi al mismo tiempo los Estados de las provincias que acababan de emanciparse, enviaron representantes á Bruselas para celebrar allí una asamblea general. En ella se decidió que aquellas provincias formarían una confederación con el nombre de Estados Bélgicos Unidos, y que gobernaría el pais un congreso soberano.
Sin embargo, la Bélgica temía no poderle soste—

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dificultad con los stathouders de Holanda, y aun mucho mas ocupados en atacar á la Francia. La índole de esta obra no nos permite indicar las operaciones de todas aquellas guerras: es bien sabido, que cuando Richelieu resolvió destruir el poder de la casa de Austria, dirigió sus principales esfuerzos contra las provincias belgas, y que poco después el Artois y una parte de la Flandes, fueron incorporadas á la monarquía francesa; también son conocidas las rápidas conquistas de Luis XIV, y los tratados que las siguieron. El de los Pirineos, (7 de noviembre de 1659) le adjudicó en el Artois, á Arras, Hesdin, Bapaume, Lila y Lens: en la Flandes, á Gravelinas, Bourbourg y Saint—Venant: en el Hainaut, á Landrecies, Quesnoy, Avesnes, Mariembourg y Fhilippeville: en Luxemburgo; á Thionville, Montmedi y Dampoilliers. La Francia por su parte, devolvió á la España, Iprés, Oudenarde, Dixmude, Furnes, Merville, Menin y Commines. El tratado de Aquisgran, firmado el 2 de mayo de 1668, aseguró á la Francia las conquistas que habia hecho en la Bélgica, es decir, Charleroi, Biuche, Ath, Douai, Tournay, Oudenarde, Lila, Armentieres, Courtray, y Furnes, por la restitución del Franco—Condado. El de Nimega (10 de agosto de 1678) devolvió á la España, Charleroi, Biuche, Ath, Oúdenarde y Courtráy, con sus prebostías, castellanías y
dependencias, pero aseguro á Luis XIV el Franco—Condado, el Cambresis y las ciudades de Valenciennes, Bouchain, Condé, Aire, Saint—Omer y sus dependecias; Iprés con su castellanía, Werwick, Warneton, Poperinga, Bailleul, Cassel, Bavai, Maubenga y sus dependencias. Este estado de cosas fué confirmado con algunas variaciones por el tratado de Ryswik en 1697.
Cuando murió el rey de España Carlos II, (1.° de noviembre de 1700) toda la Europa se coaligó contra Luis XIV, cuyo nieto habia sido instituido heredero universal del monarca difunto. Las sangrientas derrotas de Hochstret, Turin, Ramillies, Oudenarde y Malplaquet, obligaron á la Francia á humillarse, y Luis XIV consintió en una separación definitiva y perpetua de las coronas de Francia y España. Bien pronto la muerte del emperador José I, (1711) que dejó el imperio al archiduque Carlos, pretendiente cuya
causa defendían los aliados, hizo que se escuchasen mas favorablemente las pretensiones de la Francia: por la paz de Utrecht (1713), Luis XIV abandonó algunas
de sus conquistas, y se segregó de la monarquía española á la Bélgica, que fué abandonada al emperador Carlos VI. Este durante un año continuó todavía la guerra contra la Francia, mas por último, fatigado de luchar solo, firmó la paz de Rastadt el 6 de marzo de 1714.
En esta época, á consecuencia de la debilidad y descuidó de los sucesores de Felipe II, la Bélgica se encontraba tan desguarnecida, que la Holanda, para velar por su conservación, ocupaba la mayor parte de sus fortalezas. El emperador se vio obligado á tratar con los Estados generales, estos se proponían dos cosas: asegurar por medio de la Bélgica la defensa dé su territorio, y hacer imposible toda concurrencia comercial por parte de este país. Para conseguir este doble objeto, concluyeron un tratado con el emperador. Consiguieron el derecho de tener guarniciones en Namur, Tournay, Meuin, Furnes, Warneton, Iprés, en el fuerte de Knoqué, y la mitad de la Termonde: el de ocupar é inundar en caso de guerra la parte de la Bélgica, situada entre el Escalda y el Mosa hasta el Demer: el de exigir cada año á título de subsidio, 1.250,000 florines, con hipoteca de las mejores rentas de las provincias; á todo esto es necesario añadir la cesión de una parte de la Gueldres y de la Flandes, la prohibición del paso por el Escalda, y la promesa de no hacer alteraciones en una tarifa recientemente establecida, y muy perjudicial para la Bélgica. Asi es que la publicación de aquel tratado hizo estallar murmullos tan amenazadores, que el emperador y los Estados generales tuvieron que volver á ocuparse de aquella acta: diputados belgas fueron agregados á los plenipotenciarios, pero en último resultado, las únicas modificaciones que pudieron conseguir fué el levantar la hipoteca prometida para seguridad del pago del subsidio, una reducción en la cesión territorial y en el capital de la deuda, (22 de diciembre de 1718.) Continuaron los murmullos, y si no pueden atribuirse esclusivamente al descontento que provocó el tratado de la Barrera las sublevaciones que estallaron, tanto en Malinas como en Bruselas, y que concluyeron con el suplicio del desgraciado Aguesseus, es indudable que contribuyeron mucho á ellas.
A la muerte del emperador Carlos VI, costó mucho trabajo á María Teresa el recoger su herencia; luchó casi sola contra la Francia, la España, la Prusia y la Baviera. Aquella guerra fué la señal de una nueva invasión de la Francia y la Bélgica. Las ciudades de la barrera no opusieron mas que una resistencia muy débil: Luis XV consiguió la victoria de Fontenoy, y continuando sus triunfos el ejército francés se apoderó del Brabante Septentrional y de la Flandes zelandesa. Por fin se firmó la paz en Aquisgran el 18 de octubre de 1748, y la Bélgica quedó reconocida como perteneciente á María Teresa.
La emperatriz dejó á los Estados generales el derecho de poner guarnición en las plazas de la barrera, pero bajo el protesto de que semejantes guarniciones no eran de ninguna utilidad, no tardó en negarse al pago del subsidio convenido, sin embargo, no daba mucha importancia á la conservación de la Bélgica, porque muchas veces consintió en su desmembración; asi es que en 1757, con la esperanza de quitar la Silesia al rey de Prusia, ofreció á la Francia abandonarla, con una legua de territorio á la redonda el fuerte de Knoque, y las ciudades de Chimay, Beaumont, Ostende, Nieuport, Iprés, Furnes, Mons y hasta Tournay. El resto del pais debia darse al infante don Felipe, duque de Parma, con perjuicio del cual, el Austria quería engrandecerse en Italia, asi pues, veinte años mas tarde (1777), con motivo de la sucesión de la Baviera, trató de desarmar la oposición de uno de sus competidores, con la oferta de dos provincias belgas. Sin embargo, el nombre de María Teresa es popular en Bélgica, y la razón es, que su gobierno fué benigno; prudente y favorable al bienestar del pueblo. Fué activamente secundada en sus benéficas miras, por su cuñado el príncipe Carlos de Lorena. Ambos murieron con pocos meses de diferencia en 1780, dejando la Bélgica al emperador José II.
En el año siguiente al de su advenimiento este príncipe visitó aquel pais: resolvió arrancarle del yugo de la Holanda y restituirte su importancia comercial, haciendo libre la navegación del Escalda. Pero aquellos proyectos eran demasiado vastos para el débil emperador, y desgraciadamente, su política llevó impreso el sello de la impaciente impetuosidad y de la ligereza de su carácter: contando con la alianza de

sábado, marzo 29, 2008

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ciudad de Tournay: Oudenarde y las provincias walonas autorizaban el regreso de los soldados estrageros, con condición de que la defensa de las plazas se confiaría á las milicias del pais, la división volvía á introducirse entre los confederados; por último, el duque de Alenzon, después de procurar inútilmente apoderarse de algunas plazas, se vio obligado á volverse á Francia. Mientras sucedía todo esto, un burguiñon llamado Baltasar Gerard, fanatizado por el espíritu religioso y seducido por el oro prometido al asesino del príncipe de Orange, le mató de un pistoletazo el 9 de julio de 1584. Gante capituló el mismo año, por manera que ya no quedó á los confederados en toda la Flandes mas que l'Ecluse y Ostende. Demasiado débiles para resistir al duque de Parma, que cada día hacía nuevos progresos, enviaron á Francia á pedir auxilios á Enrique III; pero aquel príncipe les contestó que el estado de su reino, desgarrado entonces por las turbulencias de la liga, no le permitía pensar en los negocios agenos. Entonces volvieron su vista á la Inglaterra. Isabel consintió en enviarles auxilio (1585); pero se les dio á muy subido precio, é hizo que la entregasen muchas ciudades en prenda. Entretanto el duque de Parma continuaba sus conquistas: aprovechando la debilidad de sus enemigos, se atrevió á presentarse al frente de Amberes, que entonces era mirada como inespugnable, y se apoderó de ella después de un sitio que duró cerca de un año. Es probable que hubiera reducido á la obediencia de Felipe II los Países Bajos, ó por lo menos toda la Bélgica, si aquel monarca no le hubiese mandado sostener á los coaligados franceses. Murió en Arras el 2 de diciembre de 1592, á la edad de cuarenta y seis años.
Había designado por su sucesor á Pedro Ernesto, conde de Mansfeld; pero Felipe II no ratificó aquella elección mas que en parte: le agregó al conde de Fuentes y don Esteban de Iberna. Desde entonces se apaciguaron las turbulencias en las provincias belgas, que ayudaron francamente á su gobernador contra las provincias holandesas, que Mauricio, hijo segundo del príncipe de Orange, habia atraído á su causa. Sin embargo, obligado Mansfeld á ocuparse de los asuntos de Francia, no pudo, á pesar de su talento, impedir las conquistas de Mauricio, y vio comprometida varias veces su autoridad por las sediciones promovidas en las tropas, con la irregularidad en el pago de su sueldo. Su administración fué de corta duración: en 1594 le sucedió el archiduque, Ernesto de Austria, principe que solo llevó la disolución á donde era necesaria la prudencia de un consumado diplomático, y que al año siguiente murió á consecuencia de sus escesos á la edad de cuarenta y un años. En la misma época, el duque de Arschot se espatrió voluntariamente y se retiró á los estados venecianos para morir alli libre. Por último, Felipe II, con objeto de calmar la agitación de las provincias holandesas, y quizá también con el de atacar á la Francia por la frontera del Norte, confió el gobierno de los Países Bajos al archiduque Alberto de Austria, que habia dado pruebas de talento cuando fué virey de Portugal.
Para conciliarse la opinión pública, el archiduque Alberto llevó consigo á Felipe Guillelmo, conde de Burén, hijo primogénito del príncipe de Orange, que hacia veinte y ocho años estaba prisionero en España. Pero no era ni la sombra del primer defensor de la libertad de los Países Bajos: adicto á la España y convertido al catolicismo, aquel príncipe no podia ejercer ya ninguna influencia: lo comprendió asi, y se resignó á vivir en la oscuridad.
En fin, después de la paz de Vervins y de la dispersión de la invencible armada, cansado Felipe II de aspirar á un objeto que no podia alcanzar, erigió los Países Bajos en principado independiente de España, que no conservaba ya mas que el dominio directo. La infanta Clara Isabel Eugenia, recibió en dote aquellos paises, y fué prometida al archiduque Alberto. La muerte del rey, acaecida al año siguiente no descompuso su enlace, y después de casados fueron á tomar posesión de sus dominios. Su administración fué dulce y paternal, y ejerció en las costumbres y las leyes una saludable influencia: estableciéronse montes de piedad, revisáronse las costumbres locales, se promulgaron muy buenas leyes, y se mejoró la organización judicial. Pero aquellos resultados fueron lentos, porque Mauricio continuaba siempre una guerra sangrienta y desastrosa. En vano le ofrecían la paz; se negaba á deponer las armas hasta que no fuese reconocida la independencia de la Holanda. Por último, la influencia de la Francia, representada por el presidente Jeannin, y las continuas exigencias del rey de Inglaterra, decidieron á los archiduques á reconocer tanto en su nombre como en el del rey de España, á los Estados generales de las Provincias unidas, como pais, provincias y estados libres, sobre los que nada pretendían, y á concluir con ellos una tregua de doce años por mar y tierra: (tratado de Amberes, 9 de abril de 1609.) Podia creerse que aquella tregua era la precursora y mensagera de una paz sólida y duradera, pero no fué asi, porque habiendo enviado los archiduques á la Haya á su canciller, para invitar á las diez provincias á que se reuniesen á las otras diez en un cuerpo y á las órdenes de un mismo gefe, los Estados generales rechazaron con altanería aquella proposicion, como insultante para su nacionalidad, y para los paises que la habian reconocido, y, volvió á comenzar la guerra, sin que pusiese término á ella la muerte del príncipe Alberto, ocurrida el 13 de julio de 1621. No referiremos, sin embargo, los acontecimientos de aquella guerra, porque su historia es la de la Holanda. Nos contentaremos con decir, que el conde Enrique de Berghes, el duque de Bournonville, y otros señores belgas, cansados de la prolongación de aquellas discordias, formaron el proyecto de establecer en las provincias católicas una república semejante á la de las Provincias unidas. Publicaron un manifiesto, enarbolaron el estandarte de rebelión, pero el duque de Arschot reveló el secreto á la infanta Isabel con la única condición de que perdonase á los conspiradores. Entonces el rey de España, temiendo un levantamiento general en los Paises Bajos, convocó en Bruselas los Estados generales de las provincias católicas, y los autorizó para negociar la paz con las provincias unidas, sin intervención de los españoles.
Al erigir en reino á los Paises Bajos, Felipe II habia estipulado que volverían á incorporarse a la monarquía española, en caso de que los archiduques no dejasen hijos. Asi es que á la muerte de la infanta en 1633, aquellas provincias volvieron á poder de Felipe IV, rey de España, que nombró por gobernador de ellas á su hermano el cardenal—infante.
La historia de Bélgica no ofrece ningún acontecimiento importante en el resto del siglo XVII: sucedíanse los gobernadores en aquel pais, luchando con

jueves, marzo 27, 2008

Viage ilustrado (Pág. 201)

Felipe II

la libertad. Por último, el elector Casimiro, sostenido por la Inglaterra y apoyado por los ganteses, habia conseguido el mando. Era creible que don Juan triunfaría fácilmente de enemigos tan divididos; pero cayó enfermo y murió en su campamento de Bougy el l.° de octubre de 1578. Acusaron á Felipe II de haberle hecho envenenar por envidia y recelos pero semejante acusación no se ha probado suficientemente. Antes de exhalar el último suspiro, don Juan dejó, previa la aprobación real, el gobierno general de los Países Bajos y el mando del ejercito á Alejandro Farnesio, príncipe de Parma, su teniente, que había contribuido eficazmente á la victoria de Gembloux.
Ya no quedaban á la España mas qué las provincias de Luxemburgo, Limburgo y Namur; pero el partido católico se reunió al príncipe de Parma, y poco después el Hainaut, el Artois y la Flandes francesa, es decir, Douai, Lila y Orchies, temiendo la ambición del príncipe de Orange y los ataques que podría dirigir contra la religión, volvieron á entrar en la obediencia de Felipe II con las condiciones siguientes: que solo se conservaría la religión católica: que seria confirmada la Pacificación de Gante: que en el término de seis meses saldrían del país los soldados estrangeros , y que se formada un ejército nacional. Por otra parte, las provincias del Norte, la Holanda, Zelanda, Utrecht, una gran parte de la Frisia, etc., se reunieron y firmaron el 23 de enero de 1579 la Union de Utrecht, que llegó á ser la base constitutiva de la república de las Provincias Unidas.
Sin embargo, el emperador trató de conciliar los diferentes partidos que dividían los Países Bajos: abrióse una asamblea en Colonia, pero no produjo ningún resultado. Entonces el príncipe de Orange, queriendo dar un gran golpe, decidió al archiduque á retirarse: luego reunió en Amberes los Estados de las Provincia Unidas, y les propuso declarar que Felipe II quedaba depuesto de la soberanía de los Paises Bajos, y llamar para reemplazarle al duque de Alenzon. Su elocuencia le hizo alcanzar lo que deseaba: Felipe II contestó á aquella declaración poniendo á precio la cabeza del príncipe de Orange, y mandando al duque de Parma que continuase las hostilidades. Aquel señor estaba entonces ocupado en el sitio de Cambrai: vióse obligado á retirarse á vista del ejército que mandaba el duque de Alenzon, que en gran parlé se componía de calvinistas franceses.
La presencia de aquel príncipe reanimó el ardor de los confederados, mas ningún hecho importante señaló su llegada. Engañado por la reina de Inglaterra, cuya mano deseaba obtener, perdió en viages un tiempo precioso: el duque de Parma se apoderó de la

miércoles, marzo 26, 2008

Viage ilustrado (Pág. 200)

Don Juan de Austria
sado de los continuos embarazos con que tenia que luchar, murió el 5 de marzo de 1576 sin haber podido cicatrizar las llagas del pais. Dejó el gobierno al conde de Berlaymont, y confirió el mando del ejército al conde de Mansfeld.
El consejo de Estado no hizo caso alguno de las últimas disposiciones del gobernador, y se encargó interinamente del gobierno de la Bélgica. Debíanse á las tropas mas de seis meses de sueldo; la guarnición de Alost se apoderó de aquella población, y declaró que la conservaría hasta que se la pagase lo que se la debia, añadiendo, que si tardaban mucho, marcharia sobre Bruselas. Entonces se supo que Felipe II acababa de nombrar gobernador general de los Países Bajos al infante don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V. Aquella noticia no calmó en nada la exaltación del momento, y los confederados reunidos en Gante firmaron el 8 de noviembre el famoso tratado conocido con el nombre de Pacificación de Gante. Aquel tratado comprendía veinte y cinco artículos, de los que los mas importantes eran en los que los confederados prometían defenderse y socorrerse mutuamente, arrojar del pais á los españoles y demás soldados estrangeros, y reunir los Estados generales para arreglar toda la administración.
Entonces llegó don Juan de Austria; los confederados se negaron á admitirle sino suscribia á ciertas condiciones: por último, después de largas discusiones los estados de Brabante, Gueldres y Utrecht concluyeron el acta conocida con la denominación de Union de Bruselas, con arreglo á las bases de la pacificacion de Gante. Felipe II aceptó aquellas condiciones por el Edicto perpétuo (17 ele febrero de 1577): reconocido don Juan como gobernador general por los estados que componían la Union, fué recibido en todas partes con el mayor entusiasmo: en fin, los españoles, italianos y burguiñones del Franco Condado, fueron despedidos como tropas auxiliares ó estrangeras, espeptuando únicamente á los alemanes y walones considerados como ejército nacional.
Sin embargo, los confederados no habían depuesto definitivamente las armas, y diariamente recibía el gobernador los mas siniestros avisos: en su consecuencia se apoderó por sorpresa del castillo de Namur. Al punto se pronunciaron contra él los Estados, hicieron alianza con el príncipe de Orange, y ofrecieron el gobierno de los Paises Bajos al archiduque Matías, hermano del emperador Rodolfo, quien aceptó: apenas tenia veinte años, pero era su lugarteniente el príncipe de Orange. Sin embargo, fué derrotado cerca de Gembloux por don Juan (31 de enero de 1578) y aquel hecho de armas valió al vencedor muchas plazas importantes: ademas se habia introducido la división entre los confederados, y formado un nuevo partido compuesto en su mayor parte de católicos, á cuya cabeza estaban el conde de Lalaing y el duque de Arschot. Por otra parte, el duque de Alenzon, hermano del rey de Francia Carlos IX, á instancia de algunos nobles walones habia ido á ofrecer su espada á los confederados, y obtenido el título de defensor de

martes, marzo 25, 2008

Viage ilustrado (Pág. 199)

cenicienta, con una escudilla de madera en la cintura y en el sombrero un plato ó una botellita! llevaban pendiente del cuello una medalla, en que se veia la efigie del monarca con esta divisa: Fiel al rey: y por el reverso dos manos entrelazadas con estas palabras: Hasta la mendicidad. Poco después celebraron en número de mas de 2,000 una asamblea en Saint—Troud. La regente les envió al príncipe de Orange y al conde de Egmont, y los recibieron con el grito de Vivan los pordioseros: se mostraron mas exigentes que nunca. Sin embargo, con la promesa que les hizo la regente de convocar en Bruselas para el mes de agosto al consejo de la orden del Toisón de oro, consintieron en retirarse. Pero el pais no recobró por eso la tranquilidad: de Francia, Inglaterra, Alemania y otras partes había acudido una multitud de gente que profesaba la religión reformada, como luteranos, calvinistas y anabaptistas, y su paso iba acompañado de los mayores desórdenes. Fueron profanadas las cosas mas santas, saqueadas las iglesias, y las pinturas y vasos sagrados quemados ó vendidos al mas vil precio: los religiosos tuvieron que abandonar sus conventos, y los prelados fueron asesinados hasta en el mismo altar. Gante, Valenciennes, Tournay y Amberes no tuvieran mejor suerte que las ciudades del Brabante: los rebeldes publicaron que estenderian sus destrozos á Bruselas y que alli, á presencia de la duquesa, saquearían las iglesias y monasterios. Esta quería huir, y costó mucho trabajo el disuadirla. Por último, los inquisidores fueron enviados á España, revocados los edictos contra los hereges, y se decretó la libertad de la predicación y el olvido de lo pasado.
Sin embargo, Felipe II no podía dar crédito á las alarmantes noticias que continuamente recibía: decidido á castigar á toda costa á los rebeldes, levantó un ejército formidable en Alemania, y mandó á la duquesa que redoblase su severidad. Exigióse á los señores un nuevo juramento de fidelidad: solo se abstuvo de hacerle el príncipe de Orange, y se retiró con su familia á su palacio de Dellenbourg. La duquesa mandó poner sitio á Valenciennes, que era la plaza principal de los confederados, la cual fué tomada. Entonces comenzó á apoderarse el desaliento de los insurgentes. Creció este cuando supieron que el duque de Alba estaba en marcha para los Países Bajos á la cabeza de los antiguos tercios españoles, y que iba revestido de los mas amplios poderes. A los pocos dias de su llegada á Bruselas, el duque de Alba convocó un gran consejo, á consecuencia del cual los condes de Egmont y de Hornes fueron presos y conducidos á la ciudadela de Gante. Este primer acto de violencia difundió el terror en el pais: al punto emigraron mas de 20,000 habitantes. No por eso disminuyó su severidad el duque de Alba: hizo formar una lista de cuantos habían adoptado las nuevas doctrinas, ó firmado el compromiso, y luego con el nombre de Consejo de las turbulencias, estableció un tribunal estraordinario, que debía conocer de los escesos cometidos contra la religión y el Estado: el pueblo, siempre enérgico en sus denominaciones, dio á aquel tribunal el epíteto de Blœdrœd, consejo de sangre. En el mes de abril de 1568 se levantaron cadalsos en todas las ciudades: el edificio de Collembourg en donde los confederados se habian reunido varias veces, fué demolido hasta los cimientos: los estados del príncipe de Orange fueron secuestrados y preso su hijo, el conde de Buren, que estudiaba en la universidad de Lobayna. Entonces por todas partes se organizó la revolución: grupos numerosos de gente armada se ocultaban en los bosques, y solo salían de ellos por la noche para cometer los mayores escesos: otros tripulando algunos buques hacían en las costas desembarcos mortíferos, y el nombre de mendigos de mar que habian adoptado esparcia el terror y la consternación. El príncipe de Orange, de acuerdo con los calvinistas franceses, la reina de Inglaterra y los príncipes alemanes, puso en pie cuatro ejércitos: el primero á las órdenes de su hermano, el conde de Nassau, penetró en la Frisia, y cerca de la abadía de Heiligerlée á cinco leguas de Groninga ganó una batalla, en que destruyó casi completamente un ejército español. Aquella victoria hizo olvidar la derrota menos importante que acababan de sufrir los confederados cerca de la ciudad de Dalhem, y reanimó su confianza. Pero el duque de Alba no era hombre que cedía por el primer revés, y resolvió tomar el mando de su ejército; con todo, antes de salir de Bruselas quiso dejar el terror detrás de él: el 1.° de junio de 1568 diez y ocho nobles fueron ejecutados en la plaza mayor de la ciudad, y al dia siguiente en el mismo sitio los condes de Egmont y de Hornes entregaron sus cabezas al hacha del verdugo.
Persuadido de que ante todo era necesario impedir la reunion de los confederados, el duque de Alba marchó contra el ejército del conde de Nassau, le estrechó entre el rio Ems y el mar, y le deshizo completamente el 21 de julio. El príncipe de Orange se apoderó de las ciudades de Tongres y Saint—Troud, pero no pudo obligar á los españoles á que aceptasen la batalla, y habiendo llegado el invierno, tuvo que licenciar sus tropas.
Sin embargo, el duque de Alba, que en su corte se habia jactado de que sacaría de los Países Bajos mas dinero que producia el Perú, exigió á todos los habitantes la centésima parte en metálico del valor de sus bienes, la vigésima por cada enagenacion de los inmuebles, y la décima por cada venta de los muebles. Aquella vez fueron tan enérgicas las quejas, que la España se creyó en el caso de hacer justicia, y envió á los Paises Bajos al duque de Medinaceli con el título de gobernador; pero cuando aquel señor vio el estado angustioso de las provincias, remitió á Felipe II la dimisión del cargo que le habia confiado, y el duque de Alba continuó gobernando todavía un año: hasta el 17 de noviembre de 1573 no fué definitivamente reemplazado. Durante su administración hizo perecer, á manos del verdugo mas de 18,000 personas.
Los primeros actos del nuevo gobernador don Luis de Zúñiga y Requesens fueron enteramente opuestos á los del duque de Alba, cuya estatua, elevada en la plaza pública y construida con los cañones tomados al conde de Nassau, mandó derribar. Abolió en seguida el Consejo de las turbulencias, castigó á las guarniciones rebeldes, suprimió los impuestos onerosos, y publicó una amnisía general. Pero la agitación había sido demasiado grande para que aquellas prudentes medidas pudieran hacerla calmar instantáneamente, y se vio obligado á tomar las armas. Sin embargo, era de esperar que las buenas intenciones del gobernador produjesen su fruto mas pronto ó mas larde, y que los confederados, viendo que les hacian justicia, cesarían de prestar su apoyo á ambiciones personales. Pero Requesens, contristado con aquellos desórdenes, can—

lunes, marzo 24, 2008

Viage ilustrado (Pág. 198)

María de 1477: el emperador entra en la ciudad á la cabeza de 8,000 hombres, hace ahorcar veinte y seis de los principales ciudadanos, proscribe un número mucho mayor, confisca sus bienes, priva á todos los habitantes de sus privilegios, los condena en la multa de 150,000 florines, y obliga al magistrado á que marche en una procesión pública con una cuerda al cuello: por último, mandó construir á espensas de los ganteses una ciudadela que dominase la población.
Cárlos V permaneció poco tiempo en Bélgica: sin embargo, hizo muchos reglamentos y muy sabios para las quiebras y bancarotas, los monopolios, la curia, la jurisdicción eclesiástica y el matrimonio de los nobles sin consentimiento de sus padres. Reunió en Bruselas los Estados del pais para concertarse con ellos acerca de las medidas que con venia tomar contra los hereges, y poco después emprendió el camino de Alemania.
A las turbulencias religiosas que comenzaron a agitar los Paises Bajos, se unió bien pronto una guerra terrible. En 1557 los franceses se apoderaron de Landrecies y de Maubeuge; pero por mas brillante que fuese aquel principio, hasta fines del reinado de Francisco I, la guerra continuó débilmente en la frontera del Norte, sin grandes ventajas por una y otra parte. Deseoso de asegurar á su hijo, Felipe II y la monarquía universal, el emperador le hizo ir á los Paises Bajos: luego reunió los diversos estados, y después de manifestarles que su interés bien entendido estribaba en hallarse siempre reunidos bajo un mismo gefe, les hizo declarar la indivisibilidad perpetua de las provincias: Felipe por su parte juró mantener las franquicias y las libertades del pais: después de lo cual se adoptaron nuevas medidas de rigor contra los protestantes; mas se dejó 1a ejecución á los jueces eclesiásticos, mientras el emperador entablaba negociaciones para el matrimonio de su hijo Felipe con María de Inglaterra.
Los últimos años de Cárlos V fueron marcados por terribles y sangrientas guerras: Hesdin y Therouanne completamente arruinadas, atestiguan la cruel severidad de sus generales. Turbaron también varias revoluciones á los Paises Bajos, y sangre ilustre enrojeció el suelo de aquel pais: en fin, fatigado por la edad, los trabajos y el fastidio, el emperador, en presencia de los Estados generales, entregó en manos de su hijo Felipe II el gobierno de los Paises Bajos el 25 de octubre de 1555.
La abdicación de Cárlos V produjo algunas modificaciones en la administración del pais. Felipe II, que habia heredado la fasta monarquía española al mismo tiempo que las provincias belgas, confió el gobierno de estas últimas al duque Manuel de Saboya, cuyos talentos militares habían brillado estraordinariamente en las guerras anteriores, y que se había distinguido mucho en la batalla de San Quintín (1557). La paz de Cateau Cambresis, firmada el 3 de abril de 1553, dejó indicado el territorio de la Bélgica, y estipuló que por ambas partes se restituyeran las plazas de que se habían apoderado. Felipe II nombró para suceder á Manuel, á Margarita de Parma, hija natural de Cárlos V y muger de Octavio Farnesio, duque de Parma y de Plasencia. La agregó un consejo compuesto de Guillermo de Nassau, el conde de Egmond, el conde de Hornes, Perrenot de Granvelle, Viglius, Zwichem, Aytta y el conde de Berlaymont: luego hizo muchos reglamentos para la administración, y obtuvo del papa autorización para establecer catorce nuevos obispados sufragáneos de Cambray y de Utrecht, que erigió en metropolitanos, y de Malinas, cuyo arzobispo recibió el título de primado de los Paises Bajos: Perrenot de Granvelle, obispo de Arras, fué promovido á esta última dignidad. Estos diferentes reglamentos fueron promulgados durante un viage que Felipe II hizo á los Paises Bajos: este príncipe dejó la Bélgica el 26 de agosto de 1559 para volverse á su reino.
No habia quedado la Bélgica tan tranquila como hubiera deseado verla: entonces la nobleza misma escitaba al pueblo á la rebelión. Sin embargo, al principio no se atrevió á atentar contra el gobierno: acusó á Granvelle, á quien la duquesa acababa de hacer se le confiriese el capelo de cardenal, y que merecía toda su confianza. El Brabante no tenia gobernador particular: los descontentos, con el príncipe de Orange á su cabeza, pidieron que aquella provincia no careciese por mas tiempo de su gefe inmediato: no tenían esperanza de que se proveyese aquel destino en ninguno de los suyos, pero lo que querían era arrancar aquella provincia de la influencia directa del cardenal. Vista la negativa de la duquesa, pidieron que se reuniesen los Estados para deliberar. Contestó que la estaba prohibido convocarlos, y con la esperanza de apaciguarlos reunió el capítulo de los caballeros del Toison de oro: esto era por el contrario fomentar 1a revolución, porque la proporcionaba el medio de organizarse y ponerse de acuerdo. El ataque-comenzó por algunas chanzas que hicieron reir á la regente é incomodaron al cardenal: poco á poco de las burlas pasaron á las acusaciones, y por último, el Cardenal fué llamado de nuevo el 10 de marzo de 1564.
Este era el preludio de acontecimientos mucho mas importantes. Felipe II, en la exaltación de su celo religioso mandó á la duquesa que estableciese en todas partes la Inquisición, y qué publicase las decisiones del concilio de Trento que acababa de celebrarse. Aquella vez los obispos mismos protestaron: sostuvieron que un gran número de aquellas decisiones eran contrarias, no solo á los privilegios del pais, sino á la autoridad real. La duquesa, no atreviéndose á arrostrar el descontento general, escribió á Felipe II, que la mandó continuar. Los murmullos se convirtieron entonces en quejas, y cuando se vio al rey persistir en sus proyectos, cuando la Inquisición atemorizó al pueblo con sus sangrientos horrores, los descontentos, creyendo que era llegado el momento de reclamar con las armas en la mano, se reunieron, primero en número de nueve bajo la presidencia del conde de Brederode, descendiente de los antiguos condes de Holanda, y redactaron el acta conocida con el nombre de Compromiso, que firmaron mas de quinientos señores de los mas poderosos del pais. El 27 de marzo de 1566 se reunieron otra vez en Bruselas, y presentaron en corporación aquel compromiso á Margarita de Parma, que asustada les prometió ocuparse en su pretension. Espidióse inmediatamente la convocatoria para el consejo, y entonces fué cuando el conde de Berlaymont, para reanimar el abatido espíritu de la duquesa, dijo: «¿Cómo, señora, V. A. teme á esos miserables?...» Aquellas imprudentes palabras suministraron á los confederados un grito y una señal para estrechar sus filas: en efecto, bien pronto se los vió recorrer las calles de la ciudad vestidos con una tela

domingo, marzo 23, 2008

Viage ilustrado (Pág. 197)

terra de sangre y de desolación. Un hombre del pueblo, Pierkin Warbeck, se suponia hijo segundo de Eduardo IV: demasiado débil para sostener sus pretensiones, concluyó en Malinas, el 24 de febrero de 1495, un contrato por el que cedia á los archiduques Maximiliano y Felipe sus derechos á la corona de Inglaterra, en el caso en que llegase á morir sin hijos. Al momento la Inglaterra rompió los tratados de comercio que la unían á la Bélgica. Mas habiendo abandonado Maximiliano la causa de Warbeck, se firmó un nuevo tratado de comercio el 12 de febrero de 1496. Estipulóse en él, que el archiduque no toleraria á ningún rebelde inglés, ni en los estados que le pertenecían en propiedad, ni en los que componían la viudedad de la duquesa de Borgoña: que los holandeses, flamencos y zelandeses, tendrían libre la entrada de Calais y de los puertos de Inglaterra, y el derecho de pescar en las costas de aquel pais. Por último, la Inglaterra renunciaba á todos sus derechos sobre los buques de los Países Bajos que naufragasen en aquellos parages. Este tratado tan favorable al comercio belga, no era mas que el preludio del nuevo impulso que iba á tomar. En efecto, los Países Bajos vieron aumentarse sus relaciones con la España y las Indias Orientales, por el doble matrimonio del archiduque Felipe y su hermana Margarita, con Juana y Juan, hijos ambos de Fernando el Católico y de Isabel de Castilla (1496, 1497). Él archiduque Felipe, murió el 25 de setiembre de 1506, en España, á donde había ido á recoger la herencia de Isabel, y recibir la corona;
A su muerte, los Países Bajos fueron devueltos al archiduque Carlos de Austria (mas tarde Carlos V), que nació en el mes de febrero de 1501. Maximiliano reclamó la tutela del joven príncipe, y los Estados se la confiaron. En seguida entregó la administración del pais á su hija Margarita, cuyo gobierno dulce y paternal no fué turbado mas que por la guerra con el Gueldres, cuyo gefe, Cárlos de Egmont, no cesaba de rebelarse: pero en cuanto Cárlos llegó á su mayor edad, Margarita se apresuró á entregarle las riendas del gobierno (1515).
Los primeros años del reinado de este príncipe, fueron tranquilos y felices para la Bélgica; el tratado de Noyon, concluido en 1516, aseguraba la frontera francesa, y el duque de Gueldres, antes tan revoltoso, permanecía pacífico; llamado al imperio, Carlos confió nuevamente la administración de los Países Bajos á su tía Margarita. Formó, para que la ayudase con sus consejos, una junta de que hacian parte los obispos de Lieja y de Utrecht. De aquel consejo particular dependían el de Malinas, el tribunal ó cámara de Holanda, el consejo de Brabante, y los grandes colegios y gobernadores de las provincias. Por lo demás, la Bélgica representó un papel harto insignificante en las sangrientas guerras que en aquella época estallaron entre la Francia y la España. Bajo la sabia administración de Margarita, aquellas provincias gozaron de una calma que no turbó ninguna revuelta ni guerra intestina. Margarita gozaba grande reputación de habilidad, y la merecía en verdad, porque es bien sabido que á ella se debió el tratado de Cambray (1529.) Murió en Malinas el 1.° de diciembre de 1530.
Prometida en 1497 al infante de España, que murió al cabo de algunos meses, se volvió á casar con Filiberto el Hermoso, duque de Saboya, á quien perdió cuatro años después. Carlos V nombró para que sucediese á su tia, á María de Austria, viuda de Luis Jagellon, rey de Hungría.
En aquella época agitaba á la Europa una grande fermentación religiosa: las predicaciones de Lutero y de Calvino les habían grangeado un buen número de sectarios, y la nueva religión hacia diariamente rápidos progresos. Temiendo que aquellas doctrinas no escitasen á la rebelión á sus subditos de los Paises Bajos, á los que se hallaban ya demasiado inclinados, Carlos V desplegó en aquel reino estremada severidad contra las nuevas ideas: nombró dos inquisidores, pero su escesivo celo hizo en los progresos de la reforma el efecto del aceite sobre el fuego: en muchos puntos fueron espulsados los frailes, y la regenta se vio obligada á emplear la violencia para restablecerlos en sus conventos. En Amberes especialmente, ciudad siempre llena de estrangeros atraídos por el comercio, fué en donde la nueva religión contó mayor número de sectarios.
Sin embargo, había vuelto á comenzar la guerra con la Francia, y llamaba hacia aquella parte la atención del emperador. Francisco I había invadido el Artois al frente de un numeroso ejército, y sus tropas victoriosas sitiaban á Hesdin: el peligro era inminente y Carlos V carecía de dinero. Desde el mes de octubre anterior (1537), la reina gobernadora le habia pedido inútilmente á los estados del pais: solo los nobles habían consentido en anticiparía el que necesitaba. Con todo, como el peligro era cada vez mas amenazador, acudió nuevamente á los Estados generales. Los brabanzones pagaron, y con su dinero el conde de Buren tomó las ciudades de Saint-Ló y de Montrevil: los flamencos, holandeses y zelandeses opusieron dificultades, y los ganteses se negaron. Él gobierno hizo prender á los que se encontraban en las provincias sometidas á su dominio: por lo que hace al emperador, no sabia que partido tomar: no podia ceder sin comprometer los recursos ulteriores que esperaba sacar de los Paises Bajos, ni tampoco quería tratar con demasiada severidad á una ciudad, cuyo espíritu revoltoso y temible fuerza conocía muy bien. En semejante perplejidad sometió la decisión de sus diferencias á la sabiduría del gran consejo de Malinas. Los ganteses no quisieron aceptar como arbitro á aquel tribunal, y hasta los presos se negaron á comprar á aquel precio su libertad. Convocóse al ayuntamiento, y aquellos altivos habitantes acordaron empuñar las armas. Era el momento dé renovar el magistrado: opusiéronse los oficios, y declararon que ante todo era necesario que se les hiciese justicia. Avanzaron á mas; propusieren á los vecinos de Brujas, Ipres y otras ciudades inmediatas, que formasen con ellos una asociación armada, y enviaron á Francisco I una embajada declarándose sus subditos. Pero el pundonoroso monarca rechazó con desprecio la alianza de aquella canalla, rebelada contra un miembro de la gran familia de los soberanos, y llegó hasta ofrecer á su rival, con quien antes estaba en guerra, el permiso de atravesar la Francia para castigar á sus subditos rebeldes. El emperador se fia en la palabra del rey, gana á sus consejeros mas íntimos, seduce con un rico regalo á la duquesa de Etampes, su querida, y llega á la frontera, en donde olvida bien pronto las promesas que habia hecho. En vano los ganteses, asustados, piden la paz; en vano citan para escusar su rebelión la carta del conde Guido, de 1296, la del conde Luis de Nevers de 1334, y el gran privilegio de la duquesa

sábado, marzo 22, 2008

Viage ilustrado (Pág. 196)

cion masculina en estado de llevar las armas entre los diferentes pueblos que ocupaban el espacio que, según hemos indicado, formaba la Galia Bélgica.
Los bellovacos ocupaban el primer lugar entre estos pueblos por su valor, su influencia y su población: podian poner sobre las armas 100,000 hombres: habian prometido 60,000 escogidos y pedían se les confiara la dirección de la guerra. Los sucssciones, sus vecinos, poseían un territorio muy estenso y fértil: habían tenido por rey á Divitiac, el gefe mas poderoso de la Galia, que á una gran parte de aquellas regiones reunía también el imperio de la Bretaña. Galba era entonces su rey, y le habian conferido el mando de común acuerdo por su equidad y sabiduría. Poseían doce ciudades, y habian prometido 50,000 hombres. Otros tantos daban los nervienses, reputados como los mas bárbaros de aquellos pueblos, y situados en la estremidad de la Bélgica. Los atrebatos suministraban 15,000, los ambienses 10,000, los morinos 25,000, los menapienses 9,000, los cáletos 10,000, los velocasos y veromanduenses el mismo número, los aduáticos 19,000, los condrusos, eburones, cerosienses y pemanienses, comprendidos en la denominación común de germanos, debían enviar 40,000 (1).»
Habiéndose trasladado Augusto á las Galias para consolidar su conquista, dividió la Bélgica en tres partes: el pais que se estendia desde el Escalda hasta el Sena se llamó Bélgica solamente: los demás tomaron los nombres de Germania Superior y Germania Inferior. En cuanto á la Bélgica propiamente dicha, cuya metrópoli parece haber sido Reims, aunque el gobernador residia con frecuencia en Bavay, fué dividida nuevamente en el imperio de Constantino: Ammiano Marcelino es el primer historiador que ha hecho mención de aquella división (2): coloca en la primera parte cuatro ciudades: Tréveris, metrópoli, segunda Roma y residencia de un gran número de emperadores, Metz, Toul y Verdum. La segunda comprende doce: Reims, metrópoli, Soissons, Chalons sur Marne, Noyon, Arras, Cambray, Tournay, Senlis, Beauvais, Amiens, Therouanne y Boloña. Desde entonces los belgas desaparecen de la historia, y ya no vuelve á encontrarse el nombre de aquellos pueblos que se convirtieron en reino de Soissons, de Metz, y mas tarde en el de Austrasia; y por último, cuando la desmembración del imperio de Carlo—Magno, en la Lotharingia ó reino de Lothario.
En la edad media no existia la Bélgica; el pais de que se ha formado este reino estaba dividido en una multitud de feudos, independientes unos de otros, y que ni aun habian estado siempre unidos por las relaciones de vasallage. Entre estos feudos, citaremos los ducados de Brabante, de Limburgo y Luxemburgo, los condados de Flandes, de Hainaut y de Namur, el obispado de Lieja, el señorío de Malinas y el principado de Slavelot. Vióse á los belgas tomar parte en todas las espediciones de aquellos tiempos caballerescos, combatir en las llanuras de Oriente, y luego, auxiliares unas veces de la Francia y otras de sus enemigos, representar su papel en la lucha de aquel pais con la Inglaterra. A pesar de sus frecuentes guerras civiles se enriquecieron con el comercio y la industria. Felipe el Bueno, duque de Borgoña, los reunió bajo su estenso poderío: solo el obispado de Lieja y el principado de Stavelot tuvieron todavía una existencia separada por espacio de mas de cuatrocientos años. Bajo la dominación burguiñona, la suerte de la Bélgica fué cada vez mas próspera y floreciente: la magnificencia de sus fiestas atraian á ella de todas partes un gran número de caballeros, mientras que la industria y el comercio adquirían una prosperidad siempre creciente. Pero verdaderamente, la historia de este pais no ofrece nada interesante, ni es, en cierto modo, la historia propia de la Bélgica, hasta la época del matrimonio del archiduque Maximiliano con María de Borgoña, hija y única heredera de Carlos el Temerario.
Sabido es como terminó aquel príncipe su azarosa carrera bajo los muros de Nancy, y en qué conflictos se encontró su hija, espuesta simultáneamente á los ataques de Luis XI, y á las insurrecciones de sus mismos vasallos. Solo un marido podia protegerla, y numerosos pretendientes aspiraban á su mano. Su elección recayó en el archiduque Maximiliano. Luis XI, que habia solicitado la mano de María para su hijo, se irritó con aquel enlace, é hizo la guerra al archiduque: pero este último obtuvo ventajas, y por un tratado firmado en Lems el18 de setiembre de 1477, el rey se vio obligado á restituir algunas plazas, entre ellas á Quesnay y Bouchain, y á consentir en la neutralidad de Cambray. María murió de una caida del caballo en el mes de marzo de 1481 ó 1482, y Maximiliano fué reconocido como tutor de sus hijos de corta edad, por los estados de Brabante, Hainaut, Holanda, Zelanda y Namur. Pero los ganteses, á cuya custodia estaban confiados en aquel momento los hijos de María, se opusieron á ratificar aquella elección. Hicieron mas; concluyeron un tratado en Arras, el 23 de diciembre de 1482, contra la voluntad del archiduque, en que se estipuló el matrimonio de Carlos, delfín de Francia, que entonces tenia 12 años, con Margarita, hija de María de Borgoña. El dote de la princesa debían componerle los condados de Artois y de Borgoña, el Auxerrois, Macounais y Charoláis. Maximiliano cedió en un principio á la fuerza: pero al año siguiente folvió á apoderarse del Artois, la Borgoña, el Macounais, el Auxerrois y la castellanía de Bar—sur—Seine. Después de una corta espedicion contra los liejeses y los habitantes de Utrecht, sometió las ciudades de Teuremonde, Audenarde, Brujas y Gande, y fué por último reconocido como tutor de su hijo pero con condición de no sacarle nunca de los Países Bajos. Sin embargo, las turbulencias no se habian apaciguado completamente, porque en el mes de febrero de 1487 o 1488, mientras Maximiliano estaba en Brujas, estallaron con nueva violencia. Corrió la sangre por las calles: el corregidor de la ciudad y otros magistrados, murieron en los suplicios, y Maximiliano, prisionero de los brujeses, no recobró su libertad hasta mayo de 1488, con condiciones muy onerosas para él.
Cuando Felipe, hijo de Maximiliano, llegó á los 20 años de su edad, éste le entregó los estados que pertenecían á su madre, y se retiró á Alemania, en donde debían preocuparle otras atenciones. Felipe comenzó por prestar homenage al rey de Francia por los condados de Flandes y de Artois.
Sin embargo, las provincias belgas no eran las únicas que estaban despedazadas por disensiones intestinas. La guerra de las dos rosas cubria á la Ingla—

(1) Bellum Gallicum, lib. II, cap. III.
(2) Libro XV, cap. XI.

viernes, marzo 21, 2008

Viage ilustrado (Pág. 195)

ñana hasta por la noche que penetre libremente el aire en sus habitaciones. Las mugeres dan nombres estravagantes á todos los objetos que componen su trage. Entre los tipos particulares que Mr. Gaulhier—Stirum ha observado y dibujado en esta pequeña ciudad de pescadores, llamamos la atención sobre el guarda nocturno, ó lo que aqui llamamos serenos.
Los hacendados frisones son generalmente ricos; pero, no obstante, viven con la mayor sencillez. Casi todos tienen su carruage, del cual se sirven en el verano. Mr. Gaulhier—Stirum ha tenido la dicha de ver á Hindelopen durante la estación en que esta pequeña ciudad frisona ofrece al estrangero los cuadros mas característicos, es decir, durante el invierno. Ha asistido á las carreras de patines, que se verifican allí todos los años lo mismo que en las demás poblaciones de la Frisia. Una inmensa multitud acude siempre á este grande espectáculo. Es imposible habitar en este pais si no se sabe patinar, á menos que uno no resuelva condenarse á no salir de su habitación. Por esta razón los frisones patinan mejor que andan, y sobresalen estraordinariamente en este arte, que es para ellos mas que una agradable distracción una necesidad absoluta. Es verdad también que les enseñan este género de ejercicio desde su mas tierna infancia, y que le practican sin interrupción hasta que llegan á la edad mas avanzada. No bien los niños tienen la fuerza suficiente para sostenerse, cuando al punto sus padres les atan los patines á los pies y les enseñan á servirse de ellos para mantenerse y pasearse sobre la nieve. Un frison á los diez años de edad puede ya ser maestro en el arte de patinar; pero no llega á la perfección hasta que ha cumplido los veinte años, y pasada esta edad su talento empieza á declinar. A fin de escitar la emulación general se ha instituido por todas partes en la Frisia carreras de patines. «Es de admirar, dice monsieur Gaulhier—Stirum, ver con qué flexibilidad, con qué gracia y con qué rapidez estos individuos tan indolentes, tan pesados en la apariencia recorren en poquísimos minutos ese largo espacio. Es necesario ser testigo de semejante fenómeno para dar crédito á lo que digo.» Las mugeres toman también parte en estas carreras, que sin duda son mas interesantes que la de los hombres: si tienen menos fuerza son mas graciosas. «Asistí á una de estas carreras, dice Mr. Gauhtier—Stirum, y vi adjudicar el premio á una joven de quince años que se había mostrado superior á todas sus rivales, aun cuando era mas joven que todas ellas, y cuyo incomparable talento habia escitado la admiración de una multitud numerosa de espectadores.»
Con esto hemos dado término á la Holanda.

BÉLGICA.
La Bélgica, en otro tiempo parte de los Países Bajos, erigida en reino el 20 de diciembre de 1830 en favor del príncipe de Sajonia Coburgo. Este pequeño reino está limitado al Norte por la Holanda, al Este por la Holanda y la Prusia riniana, y al Sur por la Francia, que la cerca todavía al Oeste con la mar del Norte.
La Bélgica está dividida administrativamente en nueve provincias, á saber: el Brabante Meridional, del cual es capital Bruselas, al mismo tiempo que lo es del reino; la provincia de Amberes, cuya capital es Amberes; la Flandes Oriental, su capital Gante; la Flandes Occidental, que tiene por capital á Brujas; el Hainaut, su capital Mons; la provincia de Namur, de que es capital Namur; la de Liege, que también da nombre á su capital, y el Limburgo belga, cuya capital es Hasselt, y el Luxemburgo belga, del cual lo es Arlon.
Este pais goza de una temperatura dulce y sana, y su suelo presenta una gran variedad de árboles, de prados y de campos. Lo bañan tres rios principales, el Escalda, el Meusa y el Rhin. La industria de los belgas es conocida hace mucho tiempo, y se ejercita particularmente en tules, encages, algodones, tapices, paños, pieles y otros efectos.
El gobierno de la Bélgica es una monarquía constitucional con una cámara de senadores y otra de diputados, y el catolicismo es la religión dominante.
Antes de hablar de las principales ciudades de la Bélgica, digamos algo respecto á su historia, comercio, literatura, etc., etc.
Cuando César fué á hacer la conquista de las Galias, los belgas habitaban el pais que tenia por límites el Rhin, el Océano, el Sena, el Marne y la parte occidental de los Vosgues. Aquella región estuvo en un principio ocupada por los celtas. César dice efectivamente en sus Comentarios: «La mayor parte de los belgas procedía de los germanos, que seducidos por la fertilidad de aquel pais, habian pasado en otro tiempo el Rhin y arrojado de él á los galos (1).» Pero se ignora la época y circunstancias de aquella invasión, y únicamente se sabe que se efectuó mucho tiempo antes de la conquista de las Galias por César: antiquitus transductos, dice este. Los sabios están divididos en dos opiniones en cuanto al origen de los belgas. Mr. Rapsael los hace venir de la laguna Meotides y de la Panonia, ó de la Pequeña Tartaria y Grande Hungría. Mr. de Roches, que tan concienzudamente ha estudiado la historia antigua de los Países Bajos austríacos, los hace descender de los pueblos escíticos. No hablamos aquí sino como una memoria de todos esos antiguos reyes belgas enumerados con esmero por el marqués Fortia de Urban, y de la opinión que hace á los belgas y francos descendientes de los troyanos. Otra cuestión muy difícil de resolver es la época en que las tribus germánicas espulsaron á los celtas de la Bélgica. Mr. Roches opina que aquella espulsion tuvo lugar antes de la espedicion de los galos al Asia Menor, hacia el año 280 de la era vulgar; pero Mr. Schayes, en su interesante historia titulada Los Países Bajos antes y durante la dominación romana, combate esta opinión, y establece que las invasiones de los germanos en la Bélgica se efectuaron entre los años 200 y 130 de la era vulgar. Cuando la conquista de César (58 años antes de Jesucristo), no solo toda la Bélgica actual, sino toda la parte de las Galias inmediata al Rhin, estaba en poder de los germanos y ocupada por los pueblos germánicos designados con los nombres de vénetos, tribocos, vangiones, treviros, menapienses, nervienses, centrones, grudienses, levacienses, pleumoxienses, geldunienses, eburones, cerosienses, condrusienses, sequienses, pemanienses, ambivaritas, bátavos y caninefatos. Todas estas tribus, á escepcion de las tres primeras y las dos últimas, ocupaban algún punto de la Bélgica actual. No entra en nuestro plan el referir minuciosamente la conquista de César; nos contentaremos con estractar de sus Comentarios el cuadro de la pobla—

(1) Bellum Gallicum, lib. II, cap. III.

jueves, marzo 20, 2008

Viage ilustrado (Pág. 194)

cuando. En este pais, donde tanto se ha impreso, y de donde han salido impresores tan distinguidos, no se lee nada; pues los holandeses hacen sus libros como las otras mercancías, es decir, para llevárselos á sus vecinos en cambio de dinero ó de otros objetos. Réstanos para terminar, hablar de Hindelopen.
Si no habéis leido ni oido pronunciar el nombre de Hindelopen, ó si conociéndole ignoráis solamente qué pais ó qué ciudad del globo se designa, no lo busquéis en un diccionario de geografía. Ninguno que sepamos le ha concedido una simple mención. Tomad un mapa de Holanda. En la parte occidental del continente, casi en frente del Marsdiep, canal que forma la entrada del Zuiderzée, entre la estremidad de la Norte—Holanda, donde se eleva la ciudad de Helder y la isla de Texel, encontrareis un terreno casi imperceptible; es Hindelopen, una ciudad de la Frisia, de todas las provincias de Holanda acaso la mas curiosa, y sin contradicción, la menos visitada y la menos conocida. Los viageros no van jamás á ella, pues todos siguen el mismo itinerario. Roterdam, la Haya, Leida, Haarlem, Amsterdam, Utrech, Arnheim. Algunos de los mas curiosos se determinan á llegar solo á la punta septentrional de la Norte—Holanda; de la Frisia, del Oberyssel no hay que hablar una palabra. «Yo también, lo confieso, dice un viagero, y me arrepiento de ello: cuando he visitado la Holanda he cometido la falta imperdonable de no tomar otros caminos que los ya trillados por la multitud.»
La Frisia en sí misma no ofrece ningún carácter particular, pues reúne el de todas las demás provincias de la Holanda, es una inmensa llanura cubierta de verdura y de ciudades, aldeas, quintas ó casas de recreo, surcada de canales y llena de ganadería que guardan los campesinos; pero difiere esencialmente en cuanto á la lengua, la constitución, las tradiciones, el trage, y especialmente en las costumbres de sus habitantes.
«Este pueblo, dice Mr. de Marmier en su Carta sobre la Holanda, refiere que procede de la India. Sabe que sus antepasados han ocupado en otro tiempo vastos dominios, y aunque privado de su poder, ha conservado, no obstante, su espíritu de independencia y su orgullo. Los hombres son generalmente altos y fornidos; las mugeres tienen una estatura mediana, los cabellos rubios y abundantes y los ojos de un azul límpido. En toda la Holanda tienen reputación de hermosas; llevan una mantilla corta que dibuja elegantemente su talle; una especie de gorra cubre su cabeza y la parte posterior del cuello, y dos anchas hojas de oro tapan sus sienes; las mas ricas añaden una diadema de perlas ó de diamantes. Hay también simples aldeanas que llevan el domingo á la iglesia adornos cuyo valor asciende á 8 ó 10,000 reales. Las mas pobres tienen precisión de llevar este adorno. Se sabe que generalmente las sirvientes hacían durante muchos años economías á costa de su trabajo para comprar primero una cinta de plata, y después una de oro. Al ver esta bella raza de la Frisia, á estos hombres de aspecto tan varonil y de formas tan robustas, á éstas mugeres con un andar tan grave y gracioso á la vez, y su diadema en la frente, se comprende que existe en esta gente un sentimiento de orgullo nacional, y se lee con mas interés la leyenda que refiere su origen.»
Cerca de trescientos años antes de Jesucristo, habia, dice la leyenda, en la India, en las riberas del Ganges, una monarquía floreciente, cuya riqueza y prosperidad eran célebres, y se llamaba el reino de la Frisia. Era gobernado por Adel, descendiente de Sem, hijo de Noé. Un hombre llamado Agrammos, de una estraccion oscura, pero ambicioso y atrevido, escitó entre el pueblo una revolución contra su soberano legítimo, le mató y se apoderó de su trono. Adel tenia tres hijos: Frizo, Saxo y Bruno, que fueron desterrados del reino y permanecieron en Grecia. Unos dicen que siendo discípulos de Platón estudiaron la filosofía para consolarse de sus desgracias, y otros, aseguran que habiendo sido soldados, acompañaron á Alejandro en sus espediciones. De cualquier modo que sea, á la muerte del hijo de Filipo hicieron las paces con el usurpador del trono de su padre, y volvieron á entrar en su patria; pero no permanecieron en ella mucho tiempo, pues durante su ausencia habían perdido el favor del pueblo. En su consecuencia resolvieron emigrar de nuevo. Habiendo partido con una flota de veinte y cuatro bageles, se dirigieron hacia un pais del Norte llamado la Germania, del cual habían oido hablar mucho. El viage duró siete años, y por último, el año 312 antes de Jesucristo desembarcaron en la comarca del Zuyderzea en el continente europeo. Esta región estaba casi inundada y ocupada por los suevos. Frizo sometió ó batió á los antiguos poseedores del territorio, levantó diques, fundó ciudades, entre otras la de Stavoren, y puso bajo su dominio todo el Sur de la Holanda, en tanto que sus hermanos pasaban á establecerse, Saxo en la Sajonia, y Bruno en el pais de Brunswick.
De los siete grandes distritos que formaban en otro tiempo el pais de los frisones, no queda mas que la provincia de Frisia con 200,000 habitantes, cuya capital es Leuwarden, que cuenta 17,000 almas.
Los habitantes de Hindelopen no se parecen ya á los otros frisones, como los frisones á los holandeses propiamente dichos. Tienen manías particulares: por eso desde tiempo inmemorial llevan el mismo trage, sin que le hayan cambiado, y según todas las probabilidades no le cambiarán nunca. «El trage de las mugeres, dice Mr. Gauthier—Stirum, á quien copiamos testualmente, es muy estraordinario: tiene mucha analogía con el de las chinas y el de las turcas, y de tal modo participan del uno y del otro, que es imposible decir cual es de estas dos naciones la que ha tenido mas influencia sobre la composición primitiva de este trage. Seria bastante difícil hacer una descripción exacta de él. Nos dispensaremos este trabajo dando un dibujo que presente con verdad lo que nuestra pluma no podría hacer de una manera precisa.» Por el peinado se distingue la soltera de la muger casada; la gorra de la muger casada es mayor, y en cuanto al trage de los hombres es menos estraordinario que el de las mugeres. Llevan largos redingotes de color oscuro, muy anchos y formando una gran cantidad de pliegues. Gastan un pañuelo encarnado ó azul, echado a manera de chal sobre los hombros. Su adorno de cabeza consiste en un sombrero de anchas alas, redondo y bajo de copa.
Los habitantes de ambos sexos de Hindelopen tienen otras costumbres y otras manías, que asi como su trage no pertenece mas que á ellos y á los habitadores de la aldea de Molkwerum. Hablan una lengua que comprenden solamente ellos. Haga el tiempo que haga no encienden lumbre antes del 12 de noviembre; jamás cierran sus puertas durante el dia: lo mismo en el invierno que en el verano dejan desde por la ma—

miércoles, marzo 19, 2008

martes, marzo 18, 2008

Viage ilustrado (Pág. 192)

La ciudad de Leeuwarden, capital de la Frisia

domingo, marzo 16, 2008

Viage ilustrado (Pág. 191)

profesores, se anima tan poco en este país á la gente de letras: que el mas célebre autor dramático holandés del principio de este siglo ha muerto en un hospital. Hay motivos para creer que el ingenio no es un ramo de comercio de los que mas producen en Holanda.
Volvamos á Leyda, cuyos alrededores son muy agradables, y cuyos caminos, sombreados de espesos árboles, se hallan muy bien cuidados. Pero las cercanías del Haya atraen mucho mas, porque la naturaleza es aqui todo lo bella que puede serlo en un pais llano. Por todas partes se ven habitaciones encantadoras, unas grandes y cómodas, y otras tan noblemente concebidas y tan magníficamente adornadas que merecerían mas bien el nombre de palacio. El mas escrupuloso aseo brilla hasta en los detalles mas insignificantes, anunciando el bienestar. El Haya está edificada sobre una vasta plataforma, cerrada por fosos. Un gran número de canales encerrados en muelles adornados de tilos, se ven en casi todas las calles, y las que no tienen canales, tienen también tilos en me­dio. Contiene mas de seis mil casas, no comprendiendo aqui los edificios públicos. Nótase que las costumbres son aqui mas cultas, los vestidos mas esmerados, los carruages mas elegantes, y el lujo mayor que en el resto del reino. El Museo, encerrado en el palacio construido por Mauricio de Nassau, contiene mas de cuatrocientos cuadros, obras maestras de las escuelas flamenca y holandesa, y otro museo presenta al pú­blico una considerable colección de curiosidades de la China y del Japón. El Haya, en una palabra, es una de las ciudades ricas y bellas de Europa y sus 50,000 habitantes despliegan tanto lujo y gusto por las artes y las ciencias como los de las capitales europeas de mayor ilustración.
Las tres plazas principales del Brabante Septen­trional son tres plazas de guerra, Berg—op—Zoom, Bris—le—duc y Breda, Midelburgo y Flessinga, en la Zelandia, una por su industria y otra que es patria de Buyter, por su escelente puerto. Por último, cuando se llega á la Holanda Meridional, llama nuestra atención su capital, que es Rotterdam. «Una parte de la ciu­dad, dice Mr. Le Penitre, es espaciosa y tiene una situación agradable; hay canales anchos y profundos, que el flujo y reflujo del Meusa impiden que sean insalubres, y en los cuales se ven anclados los buques mas grandes, delante de los ricos almacenes y tiendas comunicándose unos con otros por infinitos puentes levadizos; en la margen de estos canales. Hay muelles magníficos, ornados de hileras de enormes tilos, y accidentados con altas casas, todo lo cual ofrece un punto de vista delicioso.» Sobre el puente del Meusa en Rotterdan, está la estatua de bronce de Erasmo, que fué un eclesiástico sabio, ingenioso, y sobre todo holandés.
Los holandeses nacen tan á propósito para su pais, y su pais es tan á propósito para ellos, que no se sabe si su naturaleza física y moral es el resultado de la influencia local, ó si la Provincia los ha creado y buscado espresamente para dar realce al pais que habitan. Los hombres ordinariamente son robustos, y rara vez se encuentran figuras cuyas proporciones sean finas y elegantes. Las facciones de los holandeses son pronunciadas, y aunque su tez es estremadamente blanca, no tiene trasparencia ninguna. Sus ojos azules ó grises, y ocultos bajo cejas espesas y negras, no proyectan sino miradas frías, y anuncian una especie de alegría mezclada de reserva. Se distingue en su fisonomía y en sus acciones una especie de metodismo y de recato, é inútilmente se buscarían en sus facciones esa distinguen otras naciones. Aqui el genio popular es grosero, y no tiene mas que una faz, y sin embargo, no carece ni de originalidad ni de ener­gía. Las facciones de las mugeres son mas dulces, y en estremo tranquilas, pero el trage no contribuye á realzar sus gracias. Nosotros hablamos aqui de las mugeres del pueblo, porque en cuanto á las ricas, éstas hacen todo lo que su naturaleza les per­mite para imitar las modas francesas. Su trage consis­te en un simple corsé de tela blanca, cuyo talle corto y cerrado pone en evidencia hasta los contornos. Su peinado es una especie de gorro almidonado, al cual las mugeres del campo añaden un sombrero de paja, que en Rotterdan no tiene alas por detrás, mien­tras que en el Haya és de forma redonda, con alas muy anchas. El trage de los hombres es todavía mas sencillo. El pueblo, al parecer, prefiere el color negro á todos los demás, cosa que nos llama bastante la aten­ción, porque como es sabido, el pueblo se prenda siempre de los colores chillones y abigarrados. Esta circunstancia, por insignificante que á primera vista parezca, puede ya darnos una idea del carácter holandés.
La inmensa, la principal de los holandeses es el dinero, pero no le echemos en cara esta codicia, por­que es una verdadera necesidad, en hombres que no tienen nada en su pais, y que quieren ocupar un lu­gar distinguido entre las naciones; este amor al dine­ro ha hecho su fortuna, los ha llevado al comercio, y les ha proporcionado recursos para ejercitarse en él con tanto lucimiento como probidad. Sobre un terreno ingrato, ó mas bien sobre arenas quitadas al mar ¿qué hubieran podido hacer sin el comercio? ¿Y cómo hubieran podido llevarlo á tan alto grado de esplendor sin esa severa economía que apenas les permite invertir algo de lo que ganan en sus primeras necesidades? Se han enriquecido en medio de las privacio­nes, ó mas bien, por estas privaciones mismas. El mueblage de las casas, en lo general, es tan sencillo como el trage, pero todo se limpia diariamente, y apenas pasa una semana sin que se laven las pare­des, y desocupen las letrinas. Esta limpieza tiene tan risueño aspecto, que muchas veces llega á engañar la miseria del pobre. Es preciso ser muy indigente para no tener la puerta pintada de verde ó de gris, y una cortina de muselina que la tape. La señal mas notable de su aseo, y lo que da la medida del escrupuloso rigor que en esta parte observan, es ver las paredes de la chimenea que no están nunca ni ahumadas ni sucias, pues hay gentes que se pasarían gustosamente, sin fuego por no ver la porquería. A esta limpieza es á la que se dedican constantemente las mugeres; una mu­ger holandesa de la clase vulgar parece no haber na­cido para otra cosa, que para llevarse toda la vida lavando en su casa.
Aunque poco sensibles, los holandeses son buenos esposos y escelentes padres, pues que en ellos la cal­ma y el amor al cumplimiento de los deberes, reemplaza la ternura, y asi es que en el interior de sus casas se observa por lo general, el aspecto de la unión que debe reinar siempre entre el marido, la muger y los hijos. Hacen muy poco ruido. Pensativo, mas bien que reflexivo, el holandés fuma gravemente en pipa, bebe el té y pronuncia algunas palabras de cuando en

martes, marzo 04, 2008

Viage ilustrado (Pág. 190)

9 de setiembre de 1752: entró en esta casa el 19 de julio de 1762, y salió de ella el 29 de abril de 1772, murió junto á Batavia el 13 de febrero de 1823.» Se lee ademas en otra cara del monumento. «Elevado por la gratitud el 9 de setiembre de 1835.»
Al Oeste de Leeuwarden, y cerca de las murallas, se eleva una antigua y enorme torre de ladrillo, que se ve desde tres leguas á la redonda. Según la tradición, hace quinientos años que las aguas del Occéano bañaban esa torre, y que ahora se ha alejado cuatro leguas. Otros monumentos no menos antiguos parecerían probar que en cierta época la mar ocupó en efecto todas las tierras situadas al Oeste y al Norte de la Frisia desde Harlinga hasta mas allá de Leeuwarden. ¿Es definitiva esta conquista del hombre sobre la naturaleza? ¿El mar no volverá jamás á tomar posesión de sus antiguos dominios? Es permitido esperarlo, porque el dique que ahora se estiende por toda la costa de la Frisia, es una de las principales maravillas de la industria romana en general, y de la paciencia holandesa en particular. Asi, la seguridad de los frisones, es completa, y si recordando lo pasado los estrangeros que visitan ese pais artificial se inquietan algunas veces por el porvenir, sus habitantes gozan del presente a su manera, sin temer, al parecer, las eventualidades de mañana.
Cerca de Zrovoll, capital de Over—Issel, vivia en el siglo XV Agustin Tomás A—Kempis, uno de los supuestos autores de la Imitación de Jesucristo. Deventer, en la misma provincia, fué la patria de Gronovio. Zulphen, ciudad importante de la provincia de Gueldra, que formó parte en otro tiempo de la liga anseática, muestra al viagero su ayuntamiento, la iglesia de San Walburgo, con su alta torre, y el palacio de los duques de Gueldra, cuyos sepulcros están en Arnheim, capital hoy día de la provincia. A algunos quilómetros al Mediodía de Arnheim, esta Nimega, célebre por sus dos tratados de paz de 1678 y 1679, y por sus antigüedades, y porque fué patria de Caursio. En Ulrech, fué donde se firmó en 1579 el acta de unión que proclamó la independencia de la república holandesa, y en 1713, el tratado que fundó su marina. Los terciopelos le han valido también un renombre, y mas merecido, porque estos son realmente obra de sus habitantes. ¿Para qué sirven los tratados, cuando el uno destruye al otro? La política pasa y los terciopelos quedan. En la embocadura del Jaon, en el golfo del J. Saardam trae á la memoria un gran recuerdo histórico, es que Pedro el Grande, disfrazado con el nombre de Pedro Mikhaïlof, estuvo aqui como simple carpintero, aprendiendo á construir y fundar una marina. Amsterdan, situada en el fondo del Zuyderzea, en la confluencia del Amstel y del J, es la principal ciudad de la monarquía nerlandesa.
Antes de las últimas guerras era mirada Amsterdan como la ciudad mas comercial de Europa. Su situación no pareció favorable primeramente al comercio de mar, porque el Pampo, qué es preciso atravesar, llegando aqui por el Zuyderzea, no es bastante profundo para los buques grandes, y es preciso esperar al viento de Este ó de Nordeste para pasar el estrecho de Marsdiep, y ganar desde él el mar de Alemania, pero los holandeses encontraron el medio de vencer todos estos obstáculos. Una de las mayores ventajas de Amsterdan es que se comunica fácil y prontamente con las demás ciudades de la Frisia, de la Holanda del Norte, de Over—Issel, y de Gueldra.
La situación de esta plaza es pantanosa, por lo cual se ha tenido cuidado de edificar todas las casas sobre pilares. Es imposible concebir el número de canales, navegables todos, que la atraviesan en su interior. Estos canales favorecen singularmente el comercio, pero aunque agitados interesantemente por el movimiento de las esclusas, cuando el aire está sereno y caliente, exhalan un vapor fétido, dividen la ciudad en noventa islas, que se comunican por doscientos ochenta puentes de piedra ó de madera. Aunque el agua sobra por todas partes, la que es útil para las primeras necesidades de la vida, el aguadulce, falta; es preciso recoger con mucho cuidado la que dan las lluvias en el curso del año, ó bien ir á buscar la de Vecht, pequeño rio que se halla á alguna distancia de la ciudad. Vista por el lado del puerto, Amsterdan tiene la forma de un semicírculo, y por la otra parte se halla rodeada de un baluarte fortificado con veinte y seis bastiones. Su puerto es tan grande que puede contener mas de mil buques. La población de esta ciudad asciende á 220,000 almas y la adornan muchos hermosos edificios. Sus calles, derechas y bien empedradas, tienen buenas aceras; las de Heeren—Grat, y de Keiser—Grat, son magníficas, y el increíble lujo de sus tiendas, nos da á conocer la ciudad que posee hace mucho tiempo el monopolio del comercio del mundo.
Desde Amsterdan se puede ir á Harlem por un canal que tiene cerca de trece quilómetros. Estos viages son sumamente agradables y cómodos, pues de hora en hora parten las barcas, las cuales están muy limpias, y están divididas en dos partes, á saber, una que se llama roof, y otra ruim.
Harlem, célebre por el sitio que sostuvo en 1573 contra el duque de Alba, es la patria de Wouvermans y de Lorenzo Coster, á quienes los holandeses miran como inventor de la imprenta. Leyde es la de Gerardo Door y de Rembrandt.
Leyde es una de las grandes ciudades de Holanda, un brazo del Rhin, que conserva todavía su nombre, la atraviesa, dándole muchos canales que la dividen en cincuenta islas, y va á perderse á cuatro quilómetros en las arenas de Catvick: esto no es mas que un arroyo cuando entra en el Océano. Los sumideros subterráneos de Leyda son mas útiles que los hermosos monumentos, y uno de ellos, de un quilómetro de longitud, recibe bateles en su seno. En esta ciudad es donde se fabrican los mas hermosos paños de Holanda, pero su comercio ha venido muy á menos, y la imprenta no ha vuelto á ser lo que en tiempo de los Elzvin. Su universidad, la mas famosa de las provincias unidas, conserva todavía alguna parte de su reputación. Scaliger, Saumaise, Heinesio, Gravesande y Boërhaave han dado lecciones en esta universidad. La Holanda ha producido muchos sabios célebres, particularmente en la historia y la medicina, pero sus literatos apenas son conocidos, y no podría distinguirse entre ellos un solo hombre de genio, si no tuviesen á Erasmo, caso de que deban contarse como autores nacionales, escritores que han desdeñado la lengua de su patria. Esta lengua de uso reservado é ignorada de las naciones sabias, no está hecha en verdad para seducir á hombres que quisieran ilustrarse, y sobre todo, ser leídos, por lo cual ellos recurren al latín, y la lengua nacional queda en un olvido perfecto. Las obras compuestas en holandés no son realmente mas que para el pueblo, y esceptuando á los

lunes, marzo 03, 2008

Viage ilustrado (Pág. 189)

Vendedor de queso y manteca de las inmediaciones de Sneck


En medio del patio del hospicio una pirámide de hierro fundido con la incripcion siguiente: «A Jacobo Martin Bajée, miembro del gran consejo de las Indias, bienhechor de este hospicio: nació en Leeuwarden el

domingo, marzo 02, 2008

Viage ilustrado (Pág. 188)

Corredores de canales

ni en las calles no se ven curiosos. En Holanda los negocios no se hacen con ruido, ni tampoco se trabaja en los oficios como en los demás paises. El obrero se dirige lentamente á su trabajo, el comerciante toma con gravedad el camino de la bolsa, y los ociosos se sientan en las tiendas de licores sin gritar ni reir. Nadie hay menos sociable que el holandés. En la mayor parte de las casas hay una cadena de hierro que se estiende todo lo largo de la fachada, y que contiene á los transeúntes á cinco pies de distancia. Las puertas, pintadas y adornadas con un magnífico llamador de cobre, permanecen siempre herméticamente cerradas, y los balcones tienen por la parte interior una cortinilla blanca qué ocupa todo su ancho. Dirían se que eran mansiones desiertas ó habitadas por hombres sumergidos en un sueño fabuloso como los personages de ciertos cuentos de hadas... pero si llega un estrangero, dice Mr. Marmier, no se atendrá al aspecto esterior del pais tratará de penetrar las costumbres domésticas, y en el genio comercial de los holandeses, y de romper esa cubierta, á veces un poco seca y áspera, que encubre tantas cualidades escelentes, y amará la Holanda, y se felicitará y envanecerá de hacerla la justicia que tan rara vez se le concede.
Ademas de los paseos de la muralla, Leeuwarden tiene un hermoso jardín que perteneció en otro tiempo al príncipe de Orange, y de que la ciudad se ha apoderado. Allí durante los calorosos dias del estío, la señoras frisonas se deciden algunas veces á presentar entre los paseantes con su rico trage nacional, y ejecutar incesantes y curiosas maniobras, ya para preservarse del calor del sol con el estraño sombrero con que cubren su cabeza, ya para impedir que se le lleve el viento.
Leeuwarden tiene casa de ayuntamiento, un tribunal, un colegio, tres casas para huérfanos, muchos hospitales, y once iglesias, aunque su población no pasa de 20,000 almas. Pero el único edificio ó establecimiento que merece ser visitado, es su cárcel. Se elogia mucho la sabiduría de sus reglamentos, los buenos resultados obtenidos por la habilidad de los directores, etc. Ademas, ciertos filántropos han demostrado que es la casa de corrección de toda Europa en donde los presos se hallan alojados en unas pequeñas habitaciones, y en donde menos cuesta su alimento. Han llegado á hacerlos vivir casi sin respirar ni comer. Esta cárcel modelo, es con razón una de las curiosidades de la Holanda.
Los huérfanos de Leeuwarden serian quizá sometidos al mismo régimen de los confinados, si uno de los niños criados en el hospicio de aquella ciudad, Jacobo Martin Bajée, que murió en la India sin herederos, no les hubiese dejado en su testamento 350,000 florines. Reconocidos sus compatriotas, le han elevado

sábado, marzo 01, 2008

Viage ilustrado (Pág. 187)

que tenéis hambre y sed, porque aqui está el pan que alimenta, y el aguaque templa la sed.» Imposible es el resistir á tan tierna invitación: se entra, se bebe en el mostrador un vasito de aguardiente, se cambian algunas palabras con la posadera, que siempre es joven y rubia, con los ojos azules, y los labios de color sonrosado: se pasa la vista por las columnas del Diario de Amsterdan, y después el piloto se presenta de repente buscando á sus viageros, é invitándolos con dulzura á que vuelvan, á emprender la marcha. De todas estas escursiones y paradas resulta, que vogando en el treckschuit, se anda en un dia menos camino que si se fuese á pie.
Los canales son, pues, todavía en Frisia, las vias de comunicación mas frecuentadas. Si el viage en treckschuit es lento y monótono, es en cambio poco costoso. Se ancla una milla por un stiver ó dos cuartos, y según dicen los holandeses, es un medio admirable de trasporte. Sin embargo, los canales no son solamente caminos qué enlazan todas las ciudades y aldeas, sino que ademas sirven para dar paso y salida á las aguas, y casi siempre sirven de cercas, vallados y empalizadas. Los principales tienen mas de trescientos pies de ancho, y mas de treinta de profundidad: su fondo, por lo común se encuentra mas elevado que el nivel de las tierras que atraviesan. Asi es, que si uno de sus diques se llega á rebajar ó destruir, todos los terrenos inmediatos quedan inundados. Pero la Frisia debe temer mas al mar que á los canales. Cuando se reflexiona en los peligros que sin cesar la amenazan, causa sorpresa el que sus habitantes no se la hayan abandonado hace mucho tiempo al Océano que se la disputa continuamente, y que quizá concluirá por apoderarse de ella. ¡Qué historia la de esta provincia!
En 1230, por no remontarme mas, una inundación hizo perecer en Holanda 100,000 hombres, de los que 70,000 pertenecían á la Frisia. En 1287, número de las víctimas fué casi tan considerable y repartido en igual proporción. En 1470, la Frisia, perdió en un dia 20,000 de sus habitantes, y en 1570 se repitió el mismo desastre. Aquel año, la mar se elevó once pies sobre el nivel de los diques, cubrió con mas de diez pies de agua las partes elevadas de Frisia, y solo en la provincia de Groninga se tragó 9,000 personas y 70,000 cabezas de ganado. En 1686, volvió á pasar los diques mas de quince pies, destruyó mas de seiscientas casas, y convirtió toda la Frisia en un ancho mar. Una sétima inundación general, la de 25 de abril de 1717, causó todavía mayores estragos: rompió la mayor parte de los diques, y sumergió 12,000 personas, 6,000 caballos y 80,000 carneros y otros animales domésticos.
«La lucha de los elementos no ha cesado, escribía hace poco un viagero inglés: las olas se amontonan y se encrespan como en tiempos pasados sobre las costas de Holanda: los diques mas elevados y construidos por un escelente sistema ceden algunas veces, y á pesar de los millones de florines que su conservación cuesta cada año, este pais siempre en alerta, esperimenta pérdidas enormes. El riesgo que corren las provincias septentrionales, proviene menos de la violencia de un solo viento, que de los ataques sucesivos de muchos. Asi, por ejemplo, las olas del Atlántico ó del mar Polar, que un viento del Noroeste impele delante de sí, vienen á estrellarse contra las costas de la Holanda; pero desviadas por estas costas de su curso primitivo, se dirigen hacia el Sur en donde causan comparativamente poco daño cuando los diques se encuentran en buen estado, á menos que no se acumulen hasta el punto de saltar por encima de ellos: pero si el viento, después de haber soplado con fuerza del Norte ó del Sur, é impelido las olas en el mar del Norte, se vuelve de repente al Oeste, mientras que la corriente es todavía impetuosa en una ú otra de aquellas dos dilecciones primeras el nuevo viento amontona olas sobre olas, y las arrastra á las playas de la Holanda y de la Dinamarca; produce una marea de una altura estraordinaria; hace retroceder los rios Escalda, Mosa, Elba y Eyder, y supera todos los obstáculos humanos; ó bien soplando desde luego del Sur, gira, mas completamente, y reúne por decirlo asi, las aguas en uno de esos vastos remolinos líquidos, producidos como es bien sabido por las tempestades, y soplando en seguida con perseverancia del Noroeste, lleva las corrientes del Atlántico y del mar Polar, con el auxilio de las olas ya embravecidas: entonces desgraciado el Norte de la Holanda, y la Frisia: el Dollarzée, el Lauwerzee y el Zuyderzee se desbordan, y Amsterdam y los frisones tiemblan y quedan consternados.»
Este viagero británico es digno de fé, y ciertamente puede que los frisones tengan miedo cuando se ven amenazados de una inundación: pero en tiempos normales, sea que jamás piensen en los peligros del porvenir, ó que, pensando en ellos tengan la conciencia demasiado tranquila para no inquietarse, no manifiestan ninguna emoción. Seria muy difícil encontrar fisonomías mas placenteras que las de los frisones en general. ¿Con qué calma y gravedad conduce el piloto su treckschuit? y todos aquellos aldeanos ó labradores cuyas barcas cruzan por delante de nosotros ó nos acompañan, y que van á la población inmediata á vender sus quesos y su manteca, principales producciones de la Frisia, están también tan serenos como sus mismos movimientos. Diríase que eran unos autómatas que se mueven por resortes, fabricados por artistas poco hábiles. En todas circunstancias se manifiestan tan económicos de gestos y de palabras, como de su dinero. Pero sobre todo no parece preocuparles esas combinaciones fatales de ciertos vientos y de ciertas corrientes, que podrían en algunas horas trasformar su pais en un vasto mar y sumergir á todos sus habitantes. ¿Es acaso efecto del clima? ¿es imitación? Los mismos animales, los bueyes y caballos, tienen un aspecto tranquilo que choca al viagero menos observador.
Pero como dice el proverbio italiano: ché va piano, va sano: ché va sano, va lontano deslizándonos lo mas suavemente posible por el canal porque navegábamos, llegamos á la capital de la Frisia, la ciudad mas hermosa, rica y fuerte de toda la provincia.
Leeuwarden, ex-residencia del stathouder, y ahora del consejo supremo, está rodeada de murallas con árboles, que sirven de paseo. Vista desde lejos parece construida sobre el verde ramage, pero en lo interior no se diferencia mucho de las demás poblaciones, sino en su estension. Sus casas, como las de todas las ciudades frisonas, son de ladridos pintados, conservados en un estado admirable de limpieza: tiene los mismos andenes de ladrillo, las mismas calles empedradas con losas de granito, los mismos paseos de tilos, los mismos canales, los mismos puentes, los mismos barcos, el mismo silencio y la misma soledad. En los balcones