sábado, diciembre 15, 2007

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Gerónimo de Praga
ejemplo de Juan XXIII, é instruyó el proceso de este pontífice el año 1417 en Constanza. Murió en el mes de diciembre de 1437.
Alberto, duque de Austria, yerno de Segismundo, se ciñó en un mismo año, ademas de la corona imperial, las de Hungría y Bohemia; de esta suerte la dig­nidad imperial habia pasado á la casa de Austria, que se encontraba ya en el apogeo de su grandeza. Breve en estremo fué el reinado de Alberto, pero muy señalado por los esfuerzos puestos en juego para establecer la paz pública. Convocáronse sucesivamente dos dietas en Nuremberg, en las que se reformó el procedimiento de la córte weslfálica ó vehémica, se decidió que las di­ferencias, ya entre príncipes, ya entre ciudades, se determinasen por austregos ó jueces árbitros; y se di­vidió la Alemania en cuatro, y despues en seis círcu­los, sometidos cada uno á una autoridad superior. En los negocios de la Iglesia, Alberto siguió la marcha de Segismundo, y procedió en todo con un espíritu con­ciliador: ocupóse en proporcionar la paz á Bohemia, donde no le permitieron entrar los calixtinos, y en proteger la Hungría contra los turcos, á cuyo fin ya se preparaba á marchar contra Amurates II invasor de la Bulgaria, cuando se vió atacado de una disentería, enfermedad que estaba diezmando su ejército, de cu­yas resultas murió el 27 de octubre de 1430 en Langendorf.
Congregados los electores á los tres meses de la muerte de Alberto, emitieron sus sufragios primera­mente en favor de Luis, landgrave de Hesse, y mas tarde en el de Federico, duque de Estiria, que titubeó hasta el estremo de no notificar á la dieta su aceptacion en tres meses. Durante este interregno, el cole­gio electoral observó la misma conducta de Alberto II, guardando una posicion neutral en la querella suscitada en el concilio de Basilea por Eugenio IV. Por el contrario, Federico solicitó del papa ratificase su eleccion, y su reinado no fué propiamente de em­perador, sino de duque de Austria, segun los esfuer­zos que hacia, y que anotaban toda su actividad, para engrandecer la casa de Habsburgo, preocupacion continuada que se dejó ya conocer desde sus primeros actos, pues ungido en 1442 en Aquisgran, emprendió una guerra, á cuyo sosten se negaron los príncipes de Alemania, por ser esta querella de interes esclusivo de la casa de Austria, guerra que terminó por una transaccion verificada en 1449, tras una victoria alcanzada por Federico con el auxilio que le prestó Cárlos VII, rey de Francia, mandándole algunas bandas mercenarias.
El emperador quiso despues coronarse en Italia, y no osando solicitar la de Lombardía en Milan, donde estaba madando Francisco Esforcia, marchó en 1452 á recibirla en Roma, así como la corona imperial, de manos del papa Nicolás V. Casó con Leonor, princesa de Portugal, y se encaminó á Nápoles á ver al rey Alfonso, tio de la nueva esposa. De regreso á Alema­nia, se ocupó despues de ratificar el famoso concor­dato germánico, en asegurar perpétuamente para su casa, una preeminencia fija, y erigió en archiducado al Austria el año 1453. Haciéndose general la irrita­ción contra su incuria, que no imponía correctivos ni á los abusos ni á los desórdenes, amenazáronle los electores en 1.457 con la deposicion, y bien pronto tuvo necesidad de disputar la posesion de sus estados hereditarios á Segismundo, su primo, y á su hermano Alberto. En el sitio de Viena, ocasionado por una sedicion de sus habitantes instigados por Alberto, debió su salvacion á Podiebrard, rey de Bohemia. En 1459 Tierry de Isemburgo, disputó el electorado de Magun­—

viernes, diciembre 14, 2007

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toridad á los señores, en una palabra, haciendo gran­gería de todo, y labrando con sus concesiones al papa su propio deshonor, y el envilecimiento del imperio. De regreso á Alemania trató de poner remedio á la confusion que se advertia, pero sustituyendo el impe­rio de la fuerza al del derecho: en consecuencia pu­blicó la famosa Bula de Oro, que constituye la pri­mera ley fundamental del cuerpo de derecho germá­nico (1356), y arreglaba la forma de las elecciones imperiales, consignaba los derechos, privilegios y órden de sucesion de los electores, restringía el derecho de la guerra privada y prohibia las confederaciones, estableciendo ademas otros preceptos que omitimos.
En 1368 emprendió otro viage á Italia á ruego del pontífice Urbano y, en él tuvo ocasion de renovar aquel espíritu de grangería que en otra ocasion ejercitó con tan feliz éxito; él negoció con los señores de Milan, sitió á Siena para entregarla al papa, y despues de derrotado levantó el sitio por 20,000 flo­rines, sacando igualmente otros 100,000 de Pisa y Florencia, y por último, á precio de 300,000 florines vendió á Luca su libertad. Dueño de este cúmulo de riquezas, volvió á pasar los Alpes, y prodigó el oro en Bohemia: porque es forzoso reconocerlo, si Cárlos vendia privilegios á los italianos, cédulas de nobleza á los alemanes, y el derecho de soberanía del imperio al rey de Polonia; si entregaba, para decirlo de una vez, al pillage la Alemania y la Italia, era con el ob­jeto de civilizar, embellecer y hacer grande á la Bo­hemia. El, á fuerza de intrigas y de dinero, adquirió las tierras que poseía en el Nordgau el elector Palati­no, despues la Baja Lusacia, y luego la Silesia; él hizo un pacto en 1364 con los duques de Austria, en virtud del cual las dos casas de Bohemia y Austria se aseguraban recíprocamente la sucesion, cuando faltase varon con derecho á ella. Cárlos IV había arruinado su casa para adquirir el imperio, y arruinaba el impe­rio para elevar su casa.
No queriendo acceder á las instancias que conti­nuamente le hacia Gregorio de que marchase á las cruzadas, se dirigió por el contrario á Francia en 1377, donde fué recibido con magnificencia; pero de vuelta de su viage murió al año siguiente. Habia te­nido la precaucion de hacer elegir en 1376 á su hijo Wenceslao, rey de los romanos, si bien á costa de alzadas cantidades de dinero y de la cesion de mu­chas ciudades imperiales; el asentimiento del pontífi­ce fué pagado con la promulgacion de la Constitucion carolina, que confirmaba y estendia los privilegios del clero.
Sucedió Wenceslao á su padre despues de la muer­te de éste. Oigamos la opinion de Voltaire acerca de este reinado, formulada en pocas palabras. «El reina­do de Cárlos IV, dice, que tantas quejas ha arranca­do, y que todavía es objeto de fuertes acusaciones, es un siglo de oro comparado con la época en que dominó su hijo Wenceslao.» Efectivamente, su vida fué un tejido de desórdenes, de crueldades y de bajezas, y llevándole muy precozmente sus profusiones á una completo ruina, recurrió, como su padre, á la enagenacion de los derechos y ciudades del imperio. Alzase la Bohemia contra él, y no tiene reparo en entregarla á las grandes compañías, á quienes concede por sol­dada todo el botin que puedan recoger; coalíganse las poblaciones del Rhin y de Suabia para poner su libertad á cubierto de los señores que la oprimen, y en 1383 se ven obligados los magistrados de Praga á encerrar á Wenceslao en una prision, pero consigue escapar de ella: en 1395 vende á Juan Galeas Visconti el título de duque de Lombardía, y despues la soberanía de casi todas las ciudades lombardas dependientes del imperio, hasta que cansados los elec­tores de tanta arbitrariedad, se reunen el año 1400 en Francfort y deponen á Wenceslao, nombrando en su lugar á Federico, duque de Brunswick; pero ase­sinado á poco por el conde de Waldeck, otra dieta congregada en Lacustein confirmó la deposicion de Wenceslao y eligió á Roberto, conde palatino del Rhin, contra cuyas determinaciones protestó Wences­lao, conservando el título de emperador hasta su muerte, acaecida en 1419.
No todo el imperio aprobó esta eleccion. Aquisgran se negó á albergar dentro de sus muros á Roberto, por lo que se vió obligado á hacerse coronar en Colo­nia; por su parte las ciudades imperiales no quisieron rendirle homenage, y en el concilio de Pisa ni aun fueron admitidos sus embajadores.
Roberto, escitado por Bonifacio IX, y por los florentinos y lucanos, pasó á Italia con el objeto de apar­tar el Milanesado del poder de Juan Galeas Visconti, pero fué derrotado el año 1401, cerca del lago de Garde, por Facían Caue, general de Visconti: en 1404 se formó una liga para restablecer á Wenceslao en el trono, pero no surtió efecto alguno; en 1409 declaróse Roberto en favor de Gregorio XII, pero esto no le libertó de ser depuesto, asi como su rival Benito, en el concilio congregado en Pisa. Finalmente, en 1410 se organiza una nueva coalicion contra el emperador, pero contuvo su desarrollo la muerte de es­te, cuyo reinado fué una muestra de lo débiles que son los recursos empleados por el talento y la activi­dad, cuando estos se estrellan contra la impotencia do la autoridad imperial.
Tres emperadores como tres pontífices, se dispu­taban su respectiva dominacion: Wenceslao tenia en su favor siempre un partido; Segismundo, hijo de Cárlos IV, la eleccion que había recaido en su perso­na; José de Brandeburgo los sufragios de otra parcia­lidad; pero este cisma imperial terminó muy luego con la muerte de José y la aquiescencia de Wenceslao respecto á la eleccion de su hermano, resultando de aqui el elegir nuevamente en 1411 á Segismundo todos los electores de comun acuerdo. Coronado en Aquisgram dirigióse al concilio de Constanza, y con­denó á la hoguera al heresiarca Juan Huss, que se habia presentado alli en 1415 auxiliado de un salvo-con­ducto, sufriendo la propia suerte al año siguiente su discípulo Gerónimo de Praga; doble suplicio que en­cendió las terribles guerras que asolaron la Bohemia du­rante el reinado de Segismundo, y tomaron el nombre de guerras de los hussitas. Segismundo hizo un viage á Francia é Inglaterra, durante el cual se ligó secreta­mente con Enrique IV, rey de Inglaterra, en contra de la Francia, despues de haber prometido agenciar la reconciliacion de aquel soberano con Cárlos IV de Francia, defraudando de esta manera la fé de los ofre­cimientos con el objeto de recobrar las provincias del reino de Arlés. En 1419 se ciñó la corona de Bohemia por muerte de su hermano Wenceslao: en 1.431 la de hierro en Milan, y en 1433 la de oro en Roma.
Pero en lo que mas fijó su atencion fué en procurar la destruccion del cisma que desolaba la Iglesia, y asi es que concitó á la España en contra de Bene­dicto XIII, que no trataba de imitar, abdicando, el

miércoles, diciembre 12, 2007

Viage ilustrado (Pág. 127)

perador á Italia, despues de haber asegurado la pose­sion del reino de Bohemia por medio del matrimonio con la hija de su rey Wenceslao, y de haber firmado un tratado con Federico de Austria.
Encontró aquel hermoso pais desgarrado por los bandos de guelfos y gibelinos: la dominacion de los señores era una completa anarquía, pues todos habian usurpado la autoridad, unos en una poblacion, otros en otra; pero no bien llegado Enrique, cuando todos se vieron obligados á prestarle obediencia, hasta el poderoso Guido de la Torre, de Milan, y en Monza recibió la corona de Lombardía, igualmente que el juramento de los diputados de las ciudades: desde alli fué á hacerse coronar emperador en Roma, y al regre­so combatió con los pisanos contra los florentinos, ter­minando sus dias en 1313 un veneno propinado en una hostia.
Despues de la muerte de Enrique VII, no pudien­do venir á comun acuerdo los electores sobre el nom­bramiento del sucesor, ocasionaron con sus disidencias un interregno de catorce meses, y despues una doble eleccion.
Federico, duque de Austria, hijo del emperador Alberto, fué elegido en Saxenhausen, con un dia de anticipacion á la de Luis de Baviera, que habia me­recido la confianza de otros electores: marchó, pues, contra su rival, en tanto que su hermano atacaba los tres cantones suizos declarados en favor del príncipe bávaro, y el año de 1313 sufrió la sangrienta derrota de Morgarten: no fué mas venturoso Federico; pues quedó vencido y hecho prisionero en 1322 cerca de Muhlder, recobrando la libertad en 1325 y renun­ciando al imperio, siendo tan fiel á su palabra, que rehusó la corona imperial ofrecida para él mas tarde por el papa Juan XXII. Movido Luis de la conducta leal que guardaba su adversario, le guardó las consideraciones amistosas, y arregló con él un tratado, en virtud del cual debian reinar los dos conjuntamen­te; llamado á Brandeburgo para sofocar una revolucion que acababa de estallar contra su hijo Luis, con­fió á su antiguo competidor el gobierno de la Baviera; pero en 1330 murió.
Luis de Baviera, elegido al propio tiempo que el precedente, se desembarazó de su rival del modo que se acaba de decir; pero aun había otro enemigo, ya que no rival, de por medio, á quien era preciso aca­llar. Tal era Santiago de Ossa de Cahors, que ocu­paba a un sazon la silla pontificia bajo el nombre de Juan XXII, de espíritu turbulento, pendenciero y obstinado. En 1323 ordenó á Luis de Baviera desis­tiese en el término de tres meses de ejercer la administracion del imperio, y al año siguiente le declaró contumaz, citándolo y emplazándolo á comparecer ante su presencia, si bien la dieta de Ratisbona de­claró nula esta citacion. Por su parte las facultades de Bolonia y París, los mas eminentes jurisconsultos, los frailes de la órden de Menores, declarados enemigos acérrimos del pontífice, á causa de las persecuciones de que habian sido blanco, se disputaron á porfía la defensa de la causa del emperador; pero, á pesar de todo, Cárlos IV, á la sazon rey de Francia, quedó encargado de la ejecucion de la sentencia, seducido por la promesa de Leopoldo, hermano de Federico de Austria, en la que cifraba su esperanza de la abdica­cion de este último en su favor; todo entonces iba ca­minando á un buen término, Leopoldo venció á Luis en Burgan, pero el mismo espanto que se opoderó de los señores alemanes fué el que causó su declaracion en contra de los franceses, al propio tiempo que Luis concluia con Federico un tratado fraternal de que hemos hecho mérito, fiado en el cual marchó en 1327 á coronarse en Milan, y al año siguiente á Roma, en donde fué recibido con aclamaciones por el bando gibelino, en posesion del poder por aquella época. Declaró á Juan XXII depuesto del pontificado, y nombró en su lugar á Pedro de Corvier, coronado bajo el nombre de Nicolás V; pero de repente se lanzó sobre Roma el bando guelfo, obligando á Luis á abandonar a Roma y á refugiarse en Alemania, despues de haber recorrido casi solo esta distancia. El mal estado de sus negocios activó su diligencia para solicitar la reconciliacion con la córte de Aviñon, pero despues de mil dudas sobre si se someteria á la dura condicion que aquella le imponia de ser depuesto ó abdicar vo­luntariamente, lo hizo asi en efecto en 1333, limitán­dose á pedir la eleccion de su primo Enrique de Ba­viera; pero esta desesperada resolucion encontró gran resistencia en los estados, que no querian ver humillada la autoridad imperial ante la pontificia; por fin la dieta de Rensé declaró en 1338 el imperio inde­pendiente del papa, y la reunida en Francfort confirmó este acuerdo por medio de una pragmatica—sancion: á pesar de este rompimiento nunca perdia Luis la confianza de reconciliarse con el papa, negándose á ello los sucesores de Juan XXII, Benedicto XII y Clemente VI: este último, sobre todo, fué el que volvió á incoar en 1343 los procedimientos contra el empe­rador, fulminó contra él una nueva bula de deposicion, y ordenó á los electores verificasen la eleccion de un nuevo soberano del imperio. Obtemperó tales mandatos la asamblea congregada en Rensé, la cual nombró á Cárlos de Luxemburgo, hijo de Juan, rey de Bohemia; pero desvirtuaron semejante eleccion, proporcionando grandes ventajas á Luis las vergonzo­sas concesiones á que accedió, reducidas á la anula­cion de todos los actos de Luis de Baviera, al aban­dono de la Italia, y finalmente, á no asomarse por las murallas de Roma, sino en la época de su coronacion. Cárlos, despues de haber militado en las filas del ejército francés en la batalla de Crecy, donde murió su padre el rey de Bohemia, volvió á hacerse coronar en Bonn, é hizo grandes esfuerzos para avivar la guer­ra civil, cuando la muerte de Luis, sobrevenida subitamente, lo dejó dueño del trono.
Habia visto el nuevo emperador, antes de afianzarse, nacer sucesivamente diversas oposiciones de parte de los electores, que habian desaprobado lo que en favor de aquel habia recaido, á saber: Eduardo III, rey de Inglaterra, que rehusó el imperio; Federico, margrave de Misnia y landgrave de Turingia; Luis, margrave de Brandeburgo, hijo del último empera­dor, y finalmente, Gunther de Schwarzburgo, el úni­co competidor temible, pero que reducido á una im­potencia conocida de resultas de un veneno que se le habia propinado, vendió sus derechos á Cárlos y mu­rió poco tiempo despues. Erigíase en Roma soberano á la sazon Nicolás Rienzi, el cual pasó del otro lado de los Alpes por las vicisitudes progresivamente desgra­ciadas de la adoracion, la espulsion y la muerte acaecida en l354.
Libre ya Cárlos de rivales en Alemania, fué ungi­do nuevamente en Colonia el 1349, y en 1354 pasó á Italia, y fué á recibir la corona imperial en Roma, vendiendo á su paso la libertad á las ciudades, la au­-

lunes, diciembre 10, 2007

Viage ilustrado (Pág. 126)

minos reales, y turbaban la paz pública. En otra ocasion, Ricardo concedió la investidura del Austria al rey de Bohemia, Ottocar, dando termino á sus viages el año 1209, y muriendo en Inglaterra el 1271.
Fué elegido emperador el 1.º de octubre de 1273, Rodolfo, landgrave de Alsacia, hijo de Alberto el Sábio, conde de Habsburgo; esta eleccion fué confirmada al siquiente año por Gregorio X, después que á su vez aseguro a este último en la posesion del exarcado de Rávena, de la marca de Ancona y del ducado de Espoleto. En 1278 tuvo que combatir el emperador á Ottocar rey de Bohemia, duque de Austria, de Carintia y Carniola, por negarse á tributarle homenage. Pu­blicó un decreto proscribiéndolo del imperio, y alcan­zo sobre él dos victorias, siendo mas señalada la segunda por haber sido muerto Ottocar, á cuyo hijo entrego Rodolfo la Bohemia quedándose él con el Austria y sus dependencias, con que invistió á su hijo Al­berto en 1282, obligando igualmente á los condes de Saboya y Borgoña á convertirse en feudatarios del imperio. Por lo que respecta á Italia, sus ocios no fue­ron bastantes para pensar con asiento en ella, y al amparo de esta circunstancia, pudieron consolidar su libertad los pueblos de este hermoso pais, terminando por vender á unos los derechos del imperio, y dejar á otros que se apoderasen de ellos: nada tenia de estraño todo esto, cuando su atencion principal estuvo fija en restablecer la tranquilidad de Alemania, consi­guiendo libertar á este pais de la horrible anarquía que hubiera concluido por aniquilarlo.
Murió Rodolfo en 1290, despues de haber ensaya­do en vano medios para lograr la eleccion de su hijo Alberto por rey de los romanos, sin que tuvieran re­sultados mas prósperos las pretensiones de este una vez muerto su padre, resistencia que tenía su esplica­cion en la voluntad que los electores tenian de no pro­clamar príncipes que les lucieran la ley; al fin, despues de un interregno de diez meses, nombraron á Adolfo de Nassau.
Nacido como el anterior, lejos del trono, no poseia cualidad alguna moral de las que á su predecesor ha­bian mantenido y asegurado en aquel elevado puesto. Con la venta que hizo de su alianza al rey de Inglaterra se acarreó el menosprecio de los grandes del im­perio, no menos que con el empleo que dió al precio de esta vergonzosa grangería, que fué despojar de la dominacion de Turingia al legítimo sucesor Federi­co el Mordido, hijo de Alberto el Desnaturalizado. Tan al estremo llevaron su desprecio, que llegó á pro­ducir su deposicion verificada en la dieta de Magun­cia en 1298, en tanto que él se hallaba en Turingia ocupado en consolidar su dominacion. Pusiéronle por sucesor á Alberto de Austria, hijo de Rodolfo de Habsburgo, contra quien se encaminó el de Nassau, trabándose entre los dos una batalla en Gelheim, duran­te la cual, y en lo mas recio de la refriega, Alberto mató con su propia mano á Adolfo.
Una vez desembarazado de su competidor, Alber­to hizo una sagaz declaracion, reducida á la renuncia de toda pretension que pudiera abrigar á ceñise la corona imperial; fué elegido la segunda vez, y en una dieta convocada en. Nuremberg, dió á sus hijos Rodol­fo, Federico y Leopoldo la investidura del Austria, la Carniola y la Estyria. El papa Bonifacio VIII negó su reconocimiento al nuevo emperador, entre otras cau­sas, por haber asesinado al soberano legitimo, y rela­jado por el pontífice el juramento de fidelidad que los señores de Alemania prestaban en favor del emperador, tuvieron ya ocasion de volver sus armas contra él; pero á las palabras de Bonifacio trató de oponer las obras, y asi es que aprovechándose de los agravios que Felipe el Hermoso conservaba contra la Santa Sede, trató de asegurar su alianza con el rey de Francia, cayó de improvisto sobre el electorado de Maguncia con un considerable ejército, y tomadas sus principales fortalezas, redujo al elector, su mas formidable enemigo, á solicitar la paz. Entonces Bonifacio entabló con él algunas negociaciones, de las que resultó quebrantar Alberto sus tratados con Felipe el Hermoso, y recompensar la adhesion del pontífice su eleccion con el reconocimiento del principio de que el poder de los reyes y emperadores emanaba del soberano pontífice, y con la promesa de amparar á la Santa Sede contra sus enemigos, cualesquiera que ellos fuesen. Apoyado en semejante oferta, Bonifacio fulminó una escomunion contra Felipe el Hermoso, á quien declaro desposeído de todo derecho á la corona de Francia, dando la investidura de ella á Alberto. En tal estado las cosas, pusieron fin á la querella los legados de Felipe con un acto brutal, que ha llegado á adquirir los honores de la celebridad.
Entretanto Alberto ideaba ensanchar un poder, en cuya posesion habia entrado á fuerza de tantos sinsabores, pero el éxito de este proyecto no coronó sus deseos, puesto que se frustró la espedicion contra Holanda, Zelanda y Frisia; vió, despues de conceder el mando de la Bohemia á su hijo Rodolfo, alzarse la nacion entera contra él, y estando ya á punto de morir, no pudo hacer consentir á los estados en darle por su­cesor á su hijo Federico, y ademas fué derrotado al tratar de imponer su voluntad por la fuerza; empren­dió sin resultados una guerra contra Oton, llamado á ocupar el trono de Hungría, y finalmente se desgra­ciaron todas cuantas tentativas puso en juego para apoderarse de la Misnia y de la Turingia.
Para empeorar mas tan aflictiva posicion, él mismo se creaba nuevos enemigos, pues queriendo formar de la Suiza un principado para uno de sus hijos, la arrojó á todas las consecuencias de una revolucion por medio de un mando despótico, en la confianza de que aquella, si llegaba á estallar, le proporcionaria un pretesto que justificase la opresion que meditaba para aquellos pueblos; pero los cantones de Schwitz, Uri y Unterwald organizaron una liga en Gruth la noche del 17 de octubre de 1307, que produjo la muerte de los tiranos Gesler y Landeberg, la espulsion de los res­tantes y la demolicion de las fortalezas alzadas para refrenarlos. Alberto se dirigió contra ellos, cuando al pasar el rio Reuss, en la Argovia, fué asesinado en 1308 por su sobrino el duque Juan de Suabia, cuyo patri­monio retenia injustamente.
Despues de la muerte de Alberto, Felipe el Hermoso, que en cierto modo tenia sometido el poder pontificio con el hecho de obligar á Clemente V á establecerse en Francia, puso de manifiesto sus pretensiones á la corona imperial, primeramente en su favor y mas tarde en el de su hermano el conde de Valois. Pero recelosos los electores de un poder que absorberia á todos los demas, se pusieron de acuerdo con el papa, y tras siete meses de interregno, nombraron á Enrique de Luxemburgo, príncipe que, si bien de pocas riquezas y poderío, era recomendable, no obstante, por la nobleza de su origen y por las cualida­des que concurrian en su persona. Pasó el nuevo em—

sábado, diciembre 08, 2007

Viage ilustrado (Pág. 125)

Briena, instigado por el papa, queria hacer sobre el reino de Nápoles, y que le fué fácil descubrir, asi como tambien hacer la paz con el papa por medio del tratado de San German firmado en 1230, y despues de prometer una completa amnistía, recibió la absolu­cion de las censuras fulminadas contra él.
Entretanto las poblaciones lombardas se habian coaligado como en tiempo de Federico Barbarroja, y colocándose bajo la proteccion pontificia, teniendo ademas la ventaja de que cabalmente cuando el emperador iba á recurrir á las armas, la rebelion de 1234, que habia promovido su hijo Enrique elegido por él rey de los romanos en 1220, le hizo volver á Alemania, donde despues de vencido lo mandó degradar en la dieta de Maguncia, relegándolo ademas á un castillo de la Pulla, donde murió en 1242. Faltábale al em­perador para poder pasar los Alpes, someter á Fede­rico el Belicoso, duque de Austria, contra quien man­dó al duque de Baviera y al landgrave de Turingia, que fueron destrozados por aquel, obligando tal der­rota al emperador á ponerse á la cabeza de sus tropas, tomando Viena y dejando sitiado al duque en Neus­tadt en 1237. Confió la administracion del ducado á uno de sus lugartenientes, y solamente cuando pasa­dos tres años arregló la paz, fué cuando se entregó á su legítimo poseedor; Federico entonces, libre ya de cuidados por esta parte, se encaminó á Italia.
Hallábase encendida en toda su fuerza en este pais la animosidad entre guelfos y gibelinos; teniendo estos de su parte al emperador, nada roas aguardaban que su llegada para conquistar su ascendiente sobre sus enemigos. Efectivamente, Eccelino, tirano de Padua, sostenido por las tropas imperiales, se apodera de esta cuidad y de la de Vicenzio: el mismo Federico destroza á los milaneses, les quita su carrocio y toma á Mántua; pero entonces sube de punto la ira del pontífice; y lanza sucesivamente dos escomuniones contra Federico, siendo los primeros á dirigirse en contra del emperador los señores de la Marca Trevisana, y formando parte de la liga lombarda Venecia y Génova: todos estos elementos reunidos sirvieron para obligar á Federico á retroceder y marchar á Toscana. Grego­rio IX acababa de morir, siguiéndole muy pronto su sucesor; el emperador se opuso por largo tiempo á la eleccion de un nuevo pontífice; y despues de haberla complicado con graves dificultades, cedió al fin á que aquella recayese en el cardenal Fiesco, que á pesar de haber sido amigo suyo, preveia no habia de tardar mucho en hacerse enemigo, como lo llegó á ser en 1243; efectivamente, el nuevo papa pronunció en el concilio de Lyon en 1245 una sentencia, anatematizando y deponiendo al emperador, al mismo tiempo que sublevaba en contra suya las Dos Sicilias, y hacia elegir en 1246 rey de los romanos al landgrave de Turingia Enrique Raspou, apellidado por el pueblo Rey de los eclesiásticos. Federico habia hecho nombrar en 1237 rey de los romanos á su hijo Conrado, teniendo de singular tal eleccion el haber sido la pri­mera a que acudieron los siete príncipes electores con esclusion de los demas vasallos de importancia: este elegido fué, pues, á quien correspondía combatir á Enrique Raspou, por el cual fué vencido en Suabia, pero del que alcanzó á su vez una victoria decisiva cerca de Ulm, que obligó al Rey de los eclesiásticos á retirarse á toda prisa á Turingia, donde murió en 1247, estableciendo el papa por sucesor á Guillermo, conde de Holanda, coronado en Aquisgran. Reinaba en esta época una completa anarquía en Alemania, y solamen­te por libertarse de sus perniciosos efectos, las poblaciones de mas comercio, situadas á las márgenes del Rhin y en los confines de la Westfalia, organizaron una liga que llegó á adquirir celebridad bajo el nombre de Confederacion del Rhin.
En tanto que Conrado defendia con vigor en Italia la causa de su padre, Federico, dueño de toda la Tos­cana, intentaba arrojar á los guelfos de la Romanía; pero ademas de haberse desgraciado el asedio de Par­ma, fué batido y hecho prisionero su hijo Enzio por los boloñeses, y viéndose ya sin recursos, se retiró á la Pulla, donde murió en 1250.
La muerte de Federico dejó abierto durante el es­pacio de veinte y dos años, un período de turbulencias a que se llamó el grande interregno, causado no por ­la falta de emperadores en Alemania, porque eran mu­chos los que se disputaban la soberanía, sino porque, escluyéndose mútuamente del poder, ninguno ejercia una autoridad real y reconocida. Por una parte, Guillermo IV, presentado frente á frente de Federico por Inocencio IV, hizo confirmar su eleccion despues de la muerte del emperador; por otra, Conrado IV toma­ba el titulo del emperador, y se presentaba á suceder á su padre: el primero alcanzó algunas ventajas sobre su competidor, y éste, considerando mas ventajoso el porvenir de mando que le ofrecía Italia, fué á recoger en 1251 la mas preciosa parte de la herencia de Fe­derico, que era el reino de las Dos Sicilias; pero al si­guiente año murió en la Pulla envenenado, segun se dice, por su hermano Manfredo. Enseñoreado ya Gui­llermo del Norte de la Alemania, quiso fueran respetados por todas partes sus derechos, á los que abría un camino mas estenso y menos dificultoso la muerte de su competidor; pero antes de obligar á los señores alemanes á que reconocieran su autoridad, trató de someter á los frisones, marchando contra ellos en per­sona; pero habiendo quedado detenido en un pantano fué asesinado allí en 1256, sin serle posible ni aun hacer un esfuerzo para defenderse.
Nadie, pues, tenía derecho, ni aun estaba indicado para poder aceptar la corona imperial de Alemania: la vasta herencia abierta en aquel momento debia reco­gerla Conradino, nieto de Federico II; pero ademas de su corta edad de dos años, tenia sobre si una senten­cia del pontífice Alejandro IV, que lo escluia de la sucesion. Imposibilitado el elector de Maguncia por es­tar prisionero en poder del duque de Brunswick, ideó el elector de Colonia vender á un estrangero la corona imperial, recayendo su eleccion en Ricardo de Cornouailles, hermano del rey de Inglaterra: pero no ha­biendo hecho los mismos ofrecimientos á todos los vo­tantes, estalló una escision en la asamblea electoral, de la que resultó depositar sus sufragios los descon­tentos en favor de Alfonso X, rey de Castilla, todo lo cual acaeció en 1257. De entre estos dos, Alfonso X jamás pisó el territorio aleman, limitándose á intimar desde lejos á su competidor el abandono de sus pre­tensiones, y á solicitar la intervencion del pontífice; y el otro iba y venia de Inglaterra á Alemania, llevan­do consigo inmensos caudales y codiciando siempre nuevas riquezas que buscó y halló, logrando dejarlas entregadas á la ávida rapacidad de sus partidarios. Imprimió el sello de la celebridad á uno de sus viages la importante ordenanza, dictada en la dieta de Worms, contra los muchos señores, que exigian peages ilegíti­mos, atacaban la seguridad del comercio y de los ca—

viernes, diciembre 07, 2007

Viage ilustrado (Pág. 124)

muy á pique de ser víctima del furor del conde Witelsbach; estas escisiones no podian menos de producir una guerra, que volvió á encenderse como en tiempo de Gregorio VII, y el quebrantamiento del concordato de Worms por parte de Federico.
Alejandro III, que ocupaba á la sazon la silla de San Pedro, firmó un tratado de alianza con los pue­blos lombardos, y el emperador con fuerzas imponen­tes se dirigió á este país, apoderándose en 1160 de Crema, despues de seis meses de sitio, durante el cual ambos bandos mancharon su historia con inauditas crueldades, y luego que convocó un concilio donde hizo reconocer al antipapa Victor, puso sitio á Milan, que despues de sometida, fué arrasada en 1162.
Atemorizados los demas pueblos con este acto de venganza, fueron reduciéndose á la obediencia; pero en 1164 la rompieron por medio de una liga causada por la opresion ejercida por los podestas, impuestos por el emperador, quien emprendió una nueva espedicion, que estéril en resultados, le obligó en 1166 á otra, en la que, despues de asolar el territorio boloñés, llegó á Roma, donde se hizo coronar nuevamente por el antipapa Pascual, dando por fin la vuelta á Alemania en 1168. Todavía en 1174 pisó la Italia, pero para ser derrotado dos años despues cerca de Coma, en Legnagno, por los milaneses, y forzado á concluir en Venecia una tregua, que seis años des­pues convirtióse en un tratado definitivo de paz firma­do en Constanza, datando de esta época el reconoci­miento de la independencia lombarda, si bien como feudataria nominal del imperio.
En 1189 se encaminó Federico á la Tierra Santa, en donde derrotó por dos veces al sultan de Iconium, tomándole por asalto su capital; pero no pudo prose­guir en sus conquistas, pues llegado á Cilicia, falle­ció bañándose en el Cydnus en el año de 1190; tomó entonces el mando del ejército su segundo hijo Fede­rico, pero siete meses despues halló la muerte ante las murallas de San Juan de Acre.
Enrique, hijo mayor de Federico, proclamado en 1169 rey de los romanos, sucedió á su padre sin dificultad alguna; hallábase casado con Constanza, hija de Rugiero II y tia de Guillermo II, rey de Sicilia, de cuyo reino se encontró heredero el nuevo emperador por haber muerto Guillermo sin descendencia; mar­chó, pues, tanto á tomar posesion de su estado, como para combatir á Tancredo, elegido rey por los sicilia­nos. Coronado en Roma, habiendo tomado muchas ciudades del Mediodía de Italia, vino á desgraciarse ante los muros de Nápoles. Vuelto á Alemania, retuvo prisionero á Ricardo Corazon de Leon, detenido por Leopoldo de Austria, cuando regresaba de la Tierra Santa. Seguidamente dió la vuelta á Sicilia, y mas feliz esta vez en sus empresas, venció al jóven Guillermo, hijo y sucesor de Tancredo, y en 1194 se hizo coronar en Palermo; pero sus crueldades pusieron á los sicilianos en el trance de una revolucion temible, á impulsos de la cual fueron asesinados todos cuantos alemanes habia en la isla, teniendo que partir Enrique á sofocar la rebelion de sus súbditos en 1196; pero al año siguiente le sorprendió la muerte, causada, se­gun la voz pública, por un tósigo que le propinó su esposa Constanza.
Felipe, duque de Suabia, quinto hijo del emperador Federico I, hizo que le dieran despues de la muerte de Enrique VI la tutela del jóven Federico, hijo de esta último: so pretesto de ensanchar la autoridad de su regencia, trabajó por elegirse él mismo rey de los romanos, lo que consiguió en la dieta de Mulhansur. El papa Inocencio III, que no era afecto ni al tío ni al sobrino, no considerando favorable á los intereses de la Santa Sede el que la corona de Sicilia, de que era sucesor Federico, y la imperial es­tuviesen reunidas en una misma cabeza, mandó se procediera á una nueva eleccion, que recayó en Oton de Brunswick, tercer hijo de Enrique el Leon. Ya habia adquirido Felipe algunas ventajas sobre su conmpetidor en 1206, y aun acababa de hacer la paz con el papa, cuando fué asesinado por el conde Palatino de Witelsbach en 1208.
Vencido Oton IV por Felipe, se habia refugiado á Inglaterra, hasta que la muerte de su competidor, acaecida en 1208, lo llamó al país que debía gobernar, siendo reconocido rey en la dieta de Francffort, y en seguida coronado emperador en Roma por la santidad de Inocencio III, á quien prometió desampa­rar los derechos revindicados hasta entonces por los emperadores; pero en 1210, teniendo en poco sus promesas, despues de la toma de Espoleto, Ancona, Perusia y otros pueblos, penetró en la Pulla con intencion de hacer buenos los derechos imperiales sobre el reino de las Dos Sicilias.
Obligado á combatir á su antiguo aliado, comenzó el papa por escomulgarlo y siguió por ponerle frente á frente á Federico II su pupilo, hijo de Enrique VI, de diez y ocho años de edad á la sazon. Oton, ademas de tener que combatir los adversarios que en sus pro­pios estados le habia suscitado la escomunion, hizo surgir nuevas enemistades con las potencias vecinas, y en union con el rey de Inglaterra y el conde de Flandes, se coaligó contra el rey de Francia en 1213. hasta que vencido en 1214 en la batalla de Bouvines y abandonado de sus partidarios pasó oscuramente el resto de sus dias en sus dominios de Brunswick, mu­riendo en 1218.
Encontróse Federico en esta época solo al frente del imperio. Elegido ya por dos veces rey de los ro­manos, quiso le eligieran nuevamente en a dieta reu­nida en Coblenza en 1211. Correspondió á la proteccion que le habia dispensado Inocencio III con las concesiones que le hizo en la constitucion de Egra; y fir­mó ademas un tratado de alianza con Felipe Augusto. En 1220 hizo reconocer por rey de los romanos á su hijo Enrique, y fué coronado emperador por Honorio III, ocupando desde entonces su atencion el resta­blecimiento de la tranquilidad en su reino de Nápoles; libertó igualmente á la Sicilia del dominio de los ára­bes, y despues de hacerles gran número de prisione­ros, formó dos colonias, una en Lucena, en la Capitanata, y otra en Nocera, entre Nápoles y Salerno.
Anheloso Honorio por desembarazarse de Federico, le habia incitado a casarse con Yolanda, hija de Juan de Briena, aguijándolo al propio tiempo para que marchase á la Tierra Santa, para donde se embarcó al fin Federico en Brindis en 1227; pero fué suspen­dido el viage por efecto de una epidemia que diezmó su ejército, y de cuyas consecuencias tampoco se eximió. Irritado con esta dilacion Gregorio IX, suce­sor de Honorio, escomulgó al emperador, quien para acreditar la sinceridad de sus miras apresuró los pre­parativos de marcha; y haciendo escala en la isla de Chipre, entró en Jerusalen en virtud de un tratado concluido con el soldan de Egipto; mas llamóle otra vez á Europa una tentativa que su suegro, Juan de

martes, diciembre 04, 2007

Viage ilustrado (Pág. 123)

Rodolfo fué muerto por Godofredo de Bullon en 1080.
Al año siguiente pasó Enrique á Italia, y entrando en Roma de sorpresa, se hizo coronar emperador por el antipapa Gilbert, y puso sitio al castillo de Santo Angelo, donde se hallaba Gregorio VII; pero se vió obligado á abandonarlo y huir con precipitacion á Salerno. En 1088 firmó la paz con su nuevo competidor Hermann de Luxemburgo, que renunció á sus pretensiones, y en 1090, tras una nueva expedición á Italia, tuvo el disgustode ver á su hijo Conrado empuñar las armas contra él, nombrando entonces sucesor á su segundo hijo Enrique, quien á su vez levantó traidoramente el estandarte de la rebelion contra su padre, despues de muerto Conrado en 1101. Abandonado el desdichado emperador de todos sus partidarios, huyó teniendo delante á su rebelde hijo, quedando reducido á un estremo tal de miseria, que solicitó por favor una plaza de lector en una iglesia, y todavía se la negaron, lo le preciso a morir de hambre arrojado sobre la gradería del templo, quedando insepultos sus restos mortales.
Sucedió á su padre comenzando su reinado por dos espediciones desgraciadas contra Hungría y Polo­nia en 1109. En 1110 pasó á Italia, en donde su po­sicion con respecto al papa era la misma que la de su padre, puesto que eran iguales las pretensiones recíprocas de conservar y perder el derecho de investidura. Pascual II fué el que trató de conciliarlo todo, proponiendo á Enrique que abandonase aquel derecho y concediéndole en cambio el patronato régio en la parte que dijera relacion á los bienes temporales del clero; pero este remedio de transaccion encontró re­sistencia en los obispos, y ademas contribuyó á entor­pecerlo una contienda entre los soldados, que pro­dujo luchas dentro de Roma; Enrique prendió al papa, sin devolverle la libertad sino á cambio de una bula que satisfaciese los deseos del emperador; pero puede decirse que apenas espedida fué revocada, y en su consecuencia nombró al antipapa Gregorio VIII, sin que se lograse establecer la paz alterada con estos acontecimientos hasta el famoso concordato de Worms acordado en 1122. en virtud del cual renunció Enri­que al derecho de investidura por el báculo y el ani­llo, y Calisto II le otorgó el de conferirla por el cetro ó la vara. Tal fué el término de estas prolongadas y sangrientas contiendas, cuya solucion dejaba por otra parte la cuestion indecisa; tres años despues de verificada esta transaccion falleció Enrique V.
Hallábase fatigada la Alemania por los esfuerzos de la casa Sálica para fundar una monarquia despótica y hereditaria. Muerto Enrique, fueron escluidos sus dos sobrinos Federico, duque de Suabia, y Conrado, duque de Franconia, y se eligió á Lotario, duque de Sajonia: renunció éste á las prerogativas que su predecesor se habia reservado, y solicitó del papa que confirmara su eleccion. Redujéronse sus principales actos á someter en 1132 á su competidor Conrado, que se habia hecho coronar en Lombardia, á ser uno de los defensores de Inocencio II contra los partidarios de Anacleto, y á llevar a cabo en 1137 una espedicion afortunada al Mediodía de Italia contra el duque Rogerio, de vuelta de la cual falleció.
El sufragio de los electores, no muy satisfechos de las concesiones hechas á la Santa Sede por Lotario, recayó en Conrado de Hohenstaufen, príncipe de la casa gibelina, y naturalmente enemigo de la casa guelfa de Sajonia y Baviera. Las contiendas del emperador con Enrique el Soberbio, á quien despojó de sus ducados, originaron las prolongadas guerras, durante las cine entrambos bandos recibieron los nombres que acabamos de citar, gibelino traia su etimolo­gía de Weblingen, castillo perteneciente á la familia de los Hohenstaufen, y guelfo la traia de Welf, título de la antigua casa de Baviera. Los hijos de Enrique el Soberbio pusieron su ahinco en recobrar las posesiones de su padre; Enrique el Leon volvió á apoderarse de Sajonia, pero Welf no pudo recobrar la Baviera.
Conrado no quiso intervenir en los asuntos de Ita­lia, á pesar de lo que provocaban á ello los romanos, constituidos en republica, y sí partió en 1147 á for­mar parte de la cruzada predicada por San Bernardo; en Asia perdió la mejor parte de sus tropas, y en 1148 llegó á la Palestina, volviendo de esta guerra al año siguiente, pero sin fruto. Meditó á su regreso una espedicion contra Rugiero, rey de las Dos Sicilias; pero la muerte atajó la ejecucion de sus proyectos. No te­niendo mas descendientes que un hijo de siete años, antepuso al interes de su hijo el de su casa, y en la hora de la muerte hizo entrega de los ornamentos imperiales á su sobrino Federico de Suabia.
En la asamblea de Francfort confirmaron los elec­tores sin oposicion la eleccion que habia hecho Conrado. Federico ocupó el trono imperial lleno de una ambicion desmesurada, y siempre fija la idea en creerse sucesor de los Césares, consideraba desde esta altura á todos los reyes de la tierra, á quienes apellidaba reyes provinciales, cual si fueran lugartenientes y aun vasallos suyos, y al propio tiempo dirigía sus ambi­ciosas miras hácia Italia, por parecerle patrimonio le­gítimo de los emperadores: no dejaba de favorecer mucho sus tendencias la situacion política de aquel pais, hallándose Milan oprimiendo las demas pobla­ciones de Lombardía, marchando en triunfo á Roma, y restableciendo sobre la cumbre del Capitolio la república romana Arnoldo de Brescia, discípulo de Abelardo, perseguido como él por San Bernardo y condenado á un destierro, y finalmente, hallándose devastadas por las invasiones normandas las comarcas meridionales. Todos los partidos, pues, invocaban el nombre del emperador y reclamaban su auxilio, y acudiendo á este llamamiento general atravesó los Alpes Federico en el año de 1154.
Convocó una dieta en Roncaglia, en la que decla­ró el emperador desposeidos de sus feudos a aquellos de entre sus vasallos que no hubieren pasado una no­che de vigilia á la puerta de su tienda de campaña, y en seguida encaminóse á Roma, tomando de paso á Tortona, y como hallase cerradas las puertas de la ciudad eterna, se hizo coronar en uno de los arrabales por Adriano IV, complacencia que pagó el emperador con la muerte de Arnoldo, que reducido á prision, fué condenado en juicio á la hoguera; pero habiendo tomado el pueblo una actitud sediciosa, Federico se vió en la precision de hacer una retirada, que pudo considerarse como fuga, y con gran trabajo consiguió lle­gar á Alemania.
Nada satisfecho en 1157 con la córte romana, prohibió al clero de sus estados el dirigirse al pontífice ya fuera para la colacion de sus beneficios, ya con otro objeto cualquiera; para querellarse de esta inter­diccion envió Adriano IV un legado, y desprendiéndose al parecer de una espresion que se permitió avan­zar, la dependencia en que consideraba al imperio respecto del pontífice, á titulo de beneficial, estuvo

domingo, diciembre 02, 2007

Viage ilustrado (Pág. 122)

de poder, y asi es que volvió á poner á Polonia y Bo­hemia en la calidad de feudatarias del imperio, conseguido lo cual, se dirigió á Italia en 1031.
Lo mismo aqui que en el Norte se ostentó su poder con todo el brillo de que era susceptible, sin que pudiera intimidarle género alguno de resistencia: todos, grandes y pequeños, sintieron el peso del yugo que los oprimia, y ni aun los altares inviolables hasta entonces, sirvieron de seguro asilo esperimentando las consecuencias de la cólera imperial. Heriberto, arzo­bispo de Milan, hizo la prueba, pues tratando de contrariar la voluntad del emperador, fue reducido á prision en el seno de una asamblea. Pavia fué subyu­gada, y Parma, culpable de sedicion demolida en su mayor parte; y no deteniéndose aqui el poderío de os triunfos de Conrado, pasó á Roma á restablecer en su silla á Benito IX, depuesto por los romanos, acto de autoridad que debia desagradar al emperador, tan celoso por la conservacion de su poder. No paro aqui Conrado, sino que avanzando hácia el Sur de Italia destronó á los principes, les puso sucesores, y dió su vuelta á Alemania, donde murió en 1039 Nos ha le­gado un cuerpo de leyes, que es considerado como la primera compilacion de las mas importantes costum­bres feudales.
Por consentimiento unánime sucedió á Conrado su hijo Enrique, elegido rey de Germania desde el año 1026. La situacion del imperio era tranquila en el interior. Enrique poseía cuatro ducados, y solamente la Sajonia y Lorena conservaban príncipes para su go­bierno, de manera que pudo fijar su atencion en sus vecinos, los jurados enemigos del imperio. Comenzó, pues, por subyugar á Britizlao, rey de Bohemia, que habla atacado á su vez al de Polonia; vencido muy luego aquel, se vió obligado á solicitar la paz con las condiciones que se le impusieron, renovando el jura­mento de fidelidad en Ratisbona. La misma desgraciada suerte sufrió Abas, que usurpó al rey Pedro la corona de Hungría, pues tomando á su cargo Enrique la causa del príncipe destronado, fué vencido Abas por los ejércitos del emperador, y el margrave de Austria, obligándose en su consecuencia á hacer cesion á este último de toda la estension del pais comprendida en­tre Kahlenberg y Leytha, y desde esta época (1043) data la influencia del Austria. Al año siguiente rena­ció la guerra, y la muerte de Abas, ocasionada en uno derrota, dejó vacante el trono, en el que fué restablecido Pedro, despues de haberse declarado feudataria de Enrique. Al propio tiempo, Enrique afianzaba la tranquilidad de la Borgoña por medio de su matrimonio con Inés de Poitiers.
Entonces fué cuando pudo dirigir su vista á Italia, comenzando por restablecer el órden en Lombardía, y encaminándose despues á Roma, que era el palen­que donde se disputaban la tiara Benito IX, Silves­tre III y Gregorio VI, á todos los que depuso en el concilio de Sutri, é hizo se eligiera al obispo de Bam­berg bajo el nombre de Clemente II en 1046, quien le coronó emperador el dia de Natividad del mismo año. Todavía dió Enrique la tiara á Dámaso II, Leon IX y Victor II, y murió en Botfelh, asistiéndole en su lecho de muerte Victor II, despues de haberlo coronado emperador Clemente II, segun queda ya indicado.
Seis años de edad contaba á la muerte de su pa­dre Enrique III, hallándose bajo la tutela de su madre, de cuyo cargo fué despojada por Hannon, arzo­bispo de Colonia, y por el duque de Baviera, pero habiendo estos salido á una espedicion á Hungría, Adalberto, arzobispo de Brema, á quien aqullos habian confiado la guarda del regio pupilo, ganando su confianza y lisongeando sus malas inclinaciones, des­truyó completamente la influencia de los primeros. No contento con lanzarlo en la carrera del desorden despertó en él tales ideas de arbitrariedad y de estralimitacion de poder que ellas vinieron a producir las poco justificadas disposiciones de los duques de Baviera y Carinnia y logró inspirar un odio violento contra los sajones, siendo asi que residía en Goslar una de sus ciudades; así que la consecuencia mas in­mediata fué la de no disimular ellos su descontento al verse obligados á sostener los supérfluos gastos de una córte anegada en los placeres y en el desenfreno. Por su parte Enrique no olvidó el usar de rigor contra ellos, y de esta suerte aceleró la revolucion prevista, pero no esperada tan pronto por él, y que cogiéndole desprevenido, le obligó á huir y ceder á las amenazas de los enemigos, siendo el resultado poner en li­bertad á su duque Magnos. Fortuna fué para Enrique el que los sajones no supieran aprovecharse de su po­sicion, pues cometieron mil violencias que les enagenaron las voluntades de muchos príncipes y obispos, y dieron la victoria á Enrique, quien entró en Sajonia con formidable ejército en 1075. Vencedor en Unstrutt, mantuvo en prision á los príncipes confederados y siendo así que iban á sometérsele, repartió sus feu­dos entre sus secuaces, y tampoco desaprovechó la ocasion de hacer reconocer como sucesor a su hijo Conrado, á la sazon de dos años de edad, parecién­dole con esto asemejarse en poderío al que su padre habia disfrutado.
Pero á medida que este poder debia desarrollarse, suscitábanle nuevos enemigos á Enrique su conducta desarreglada, el tratamiento que daba á su esposa Berta, hija del marqués de Suse, la injusticia de sus ministros, la indisciplina de sus tropas y la torpe grangería metálica que hacía del derecho de investi­dura. Este último desafuero, sobre todo, escitó mucho contra él las iras del papa Gregorio VII, que me­ditaba cabalmente en la devolucion á la Iglesia de su primitiva supremacía sobre todo el orbe. Los efectos de su animadversion se dejaron sentir primeramente contra el arzobispo de Brema y muchos obispos que fueron desposeídos, y despues contra cinco de los consejeros del emperador amenazados de escomunion, mandando á Alemania cnatro legados con comision y facultades de impedir la venta de los beneficios. No se cuidó mucho Enrique de los avisos del papa, enva­lentonado como estaba con la victoria adquirida sobre los sajones, y asi es que lo hizo deponer en un conci­lio convocado en Worms, acuerdo á que contestó Gre­gorio con una escomunion fulminada contra el emperador.
Los rayos lanzados desde el Vaticano reanimaron á los enemigos de Enrique, quien ganó por su parte tiempo, aprovechándolo en dirigirse á Canosa á implorar del padre santo la absolucion de la censura lanzada contra él; reunió á sus partidarios, y cuando en 1077 encontró congregados en Forchein á los prínci­pes para proclamar, como lo hicieron, rey de Germa­nia á Rodolfo, duque de Suabia, creyó llegada la ocasion de dirigirse contra aquel competidor, y despues de varias alternativas de triunfos y de reveses venció Enrique en Wolkheim, en la Turingia, donde

jueves, noviembre 29, 2007

Viage ilustrado (Pág. 121)

de sus enemigos, mandándoles asesinar cruelmente en un festín, por cuya barbarie adquirió el sobrenombre de Sanguinario. Desde Roma llevó su ejército á la Calabria, con el objeto de poner la Italia á cubierto de las incursiones de los sarracenos, y apoyar el derecho de su esposa Teofania. Alcanzó repetidas victorias, tomó á Tarento en 982, y sucumbió en una emboscada, en la que fué destrozado su ejército y él mismo hecho prisionero, pero habiendo pasado desapercibido, adquirió la libertad por medio de un rescate; mas cuando se preparaba á la reparacion de semejante con­tratiempo, le sobrevino una enfermedad de cuyas re­sultas murió en Roma.
Al tiempo de morir Oton II, dejó á su hijo menor de edad bajo la tutela de su madre y el arzobispo de Colonia. Enrique el Pendenciero, duque de Baviera, se apoderó del jóven príncipe, y lo condujo á Magdeburgo, pero en vista de la actitud hostil de la noble­za, y en especial del clero, se vió forzado á devolverle á Teofania. Puesta la educacion de este niño en ma­nos del clero, entre el que se hallaba el célebre Gerberto, se resintió mas tarde de ella.
La minoría de Oton III fué turbulenta, ya por las rebeliones de los grandes, ya por las incursiones de los eslavos y dinamarqueses, ya tambien por los levan­tamientos de Italia, donde por otra parte no podían menos de residir Adelaida y Teofanía, abuela y madre respectivamente de Oton.
En el año 996 se dirigió en persona á Roma donde fué coronado por Gregorio y, condenando á la pena de destierro al cónsul Crescencio por los escesos que se permitió con el pontífice Juan XV, pero Gregorio so­licitó y obtuvo su perdon. Solamente tardó en volver el emperador á Italia el tiempo que le costó arrojar á los eslavos del margraviado de Brandeburgo en 997, y hacer una correía por Alemania; su venida produjo la vuelta á Roma de Gregorio que habia sido lanzado de ella por Crescencio, á quien dejándolo sitiado en el muelle de Adriano, empeñó su palabra de salvar la vida si se le presentaba, pero cometió la villanía de faltar á ella decapitándolo en 998. Dirigió una espedicion tan breve como feliz contra los sarracenos en el año de 1001, pero al año siguiente murió envene­nado por la viuda de Crescencio, recibiendo de esta suerte el castigo de sus crueldades.
No habiendo dejado hijos Oton III, Enrique, duque de Baviera, biznieto de Enrique el Pajarero, fué el que conquistó la corona, arrebatándola á todos sus competidores, entre los cuales el mas temible era Hermann, duque de Suabia. Proclamado en Magun­cia, obligó á Hermann, despues de haberlo persegui­do, á solicitar la paz, y sucesivamente activó el reconocimiento de las diferentes partes del imperio, entre ellas Sajonia y Lorena.
En tanto el rey de Polonia había tornado á Craco­via, invadido la Lusacia, y la Misnia, y dádose á re­conocer como duque de Bohemia. Asustado Enrique con semejantes conquistas, solicitó le rindiesen home­nage estos últimos paises, y negándose á ello, le de­claró la guerra; al propio tiempo tuvo que sofocar una rebelion dirigida por el margrave Enrique de Schweinfurth, por su mismo hermano Brunon, y por Ernesto, margrave de Austria, todos los cuales fueron destrozados y obligados á refugiarse en Bohemia.
En el mismo año de 1004 se dirigió Enrique II á Italia, donde había sido aclamado y coronado por rey Arduino, marqués de Ivrea; pero no bien llegado, fue reconocido por rey en una dieta congregada en Roncaglia, cabiendo una parte en este acto al arzobispo de Milan; marchó á Pavía para recibir la corona y lle­gó sin encontrar resistencia alguna, despues de todo lo cual, se encaminó á las fronteras de Alemania para combatir á Boleslao, rey de Polonia, que dueño de la Bohemia, ocupaba una posicion temible. Empeñóse y continuó la guerra con vario éxito, hasta que fué ne­cesaria la intervencion de Enrique en los asuntos de Italia; prometió alli su ayuda á Benito VIII, lanzado de Roma por un partido vigoroso, y al arzobispo de Milan, cuyo territorio asolaba Arduino, reconocido ya por una parte de Lombardía: en suma, despues de ha­ber concertado, en una dieta habida en Groninga, las medidas necesarias para destruir á los eslavos y pola­cos, pasó los Alpes, atravesó la Lombardía sin la me­nor resistencia por parte de Arduino, retirado en sus estados de Ivrea, convocó una dieta en Rancaglia, y entró en Roma en l014, donde fué consagrado em­perador por Benito VIII, á quien habia préviamente restablecido en la silla apostólica. Despues de la cere­monia, volvió á Alemania, recorrió la Borgoña y Lorena y manifestó la resolucion de entrar en una religion monacal, determinacion que contrarió Richard, abad de Saint Vannes de Verdun. No bien desapareció de Italia, cuando ya había vuelto á aparecer Arduino en campaña, pero vencido por el arzobispo de Milan, fué obligado á sufrir la suerte que el emperador habia querido imponerse á si mismo, murió en l015 en el monasterio de Frutare, en el Piamonte.
Vuelto otra vez á Alemania, continuó Enrique la guerra contra Boleslao, que fué terminada en 1018 en virtud de un tratado favorable al rey de Polonia, á pesar de ser á costa de la renuncia de Bohemia. En 1021, el emperador verificó otra espedicion á Ita­lia combatiendo á los griegos en la Pulla, y finalmen­te en 1024 murió en Grone, pueblo de Sajonia, no sin haber agregado al imperio el antiguo reino de Ar­lés en virtud de la adquisicion de la Borgoña cedida por Rodolfo III.
Tras un interregno de dos meses, los estados reu­nidos entre Worms y Maguncia, proclamaron á Con­rado, hijo de Enrique, duque de Franconia, á quien su noble alcurnia hizo llevar el sobrenombre de Sálico. Encaminóse á Italia, no sin haber recorrido las pro­vincias del imperio y hecho elegir y coronar por rey á su hijo Enrique; su objeto al marchar á aquel país era destruir los proyectos que habia de ofrecer la co­rona imperial á Guillermo y, duque de Arquitania, que no tardó mucho renunciar á sus pretensiones, lo cual no evitó el sitio de Pavía puesto por Conrado, y la entrega de Luca, á lo cual siguió su coronacion en Roma como emperador.
Al regresar á Alemania encontró al antiguo parti­do que se había opuesto á su eleccion completamente sublevado en Suabia, Alsacia y Borgoña; asi que convocó una dieta en Ingelheim, donde proscribió por medio de un edicto imperial á Ernesto II, duque de Suabia, que poco tiempo despues murió en el trance de una batalla. Asi como había concedido el ducado de Baviera á su hijo Enrique, asi lo hizo del que de­jaba vacante Ernesto á su hermano Hermann, todavía niño, con lo cual lograba tener á su devocion estos dos paises, agregándose igualmente á la muerte de Rodolfo III, ocurrida en 1032, la Borgoña, cedida por éste á Enrique II. No desaprovechó Conrado tales coyunturas que le proporcionaban un acrecentamiento

miércoles, noviembre 28, 2007

Viage ilustrado (Pág. 120)

Vista del Tirol tomada en el valle de Meran


no II, para su hijo, y habiéndose negado á esto, saqueó la Pulla y la Calabria, aceptando despues las proposi­ciones del emperador de Occidente Juan Tzimicis con ocasion de haber sido asesinado Niceforo en 970.
Oton el grande murió en el año 973, despues de haber restablecido el imperio de Cárlo—Magno, de haber conquistado para la Alemania el órden y la uni­dad, de haberla puesto al abrigo de las incursiones de los bárbaros; de haber conquistado la Italia y obligado á pagar los gastos ocasionados en la guerra, obteniendo para sí y sus sucesores la facultad de trasmitir a su voluntad la corona de Italia, y el derecho de nombrar el papa, los arzobispos y obispos.
Mucho antes de la muerte de su padre, Oton II, había sido designado como rey de Germania, y coro­nado en Lorena en 961, elegido rey de Italia en 962, y coronado emperador en Roma en 967: no obstante, semejante anticipacion no fué obstáculo para que á la muerte de Oton el Grande dejara de surgir una vio­lenta oposicion. Enrique, duque de Baviera, sublevó contra Oton parte de Alemania, y se hizo coronar en Ratisbona, formando liga con él Dinamarca, Polonia, Bohemia, y los eslavos, pero Oton alcanzó la fortuna de destrozar á sus enemigos, y obligarles á solicitar la paz, desposeyendo á Enrique de su ducado en 976, y enviándolo á un destierro.
En el año 977 Lotario, rey de Francia, pidió al imperio la concesion de la Lorena, no aviniéndose género alguno de transaccion; empéñase con ardor una guerra, y Oton tomó posicion con su ejército en las alturas de Montmartre: al retirarse fué vencido en el paso del Aisne en 980, y precisado á establecer una tregua, y amenazado Lotario por otro lado firmó un tratado que aseguró al imperio la Lorena.
Llamado Oton por Bonifacio VIII paso á Italia, y entró en Roma en el año 981, donde se desembarazó

martes, noviembre 27, 2007

Viage ilustrado (Pág. 119)

zarlos no se habia usado mas que de medios insuficientes; cuando asomaban se les combatia, pero siempre vencedores ó vencidos, dejaban sangrientos vestigios de su tránsito por los pueblos de Alemania Enrique fué el primero que ideó la organizacion de un plan de defensa permanente con el objeto de pre­servar para siempre al imperio de tan temibles inva­siones. Para satisfacer estos proyectos, fundó y fortifi­có algunas ciudades, interesando á una parte de la nobleza para establecer en ellas su domicilio, pudién­dose citar entre las poblaciones muradas las de Geslar, Quedlimburgo, Brandeburgo, Schleswig y otras. Regularizó el servicio militar afiliando bajo sus ban­deras la novena parte de sus vasallos sajones; empleándolos en las fortificaciones de que hablamos poco ha, é imponiendo á los que se dedicaban al cultivo la obligacion de proveer á la subsistencia de los demas, y de una gavilla de insubordinados facinerosos sin gefe ni organizacion, que habian comenzado por ra­teros durante la guerra, y concluido por ser ladrones, consiguió formar escelentes tropas, y con ellas una especie de legion que se acantonó en Merseburgo, habiendo sido mas tarde muy útil al imperio. No olvido el colocar en las fronteras á los margraves (condes de la Marca) con encargo especial de conte­ner las incursiones de los bárbaros. No de otra suerte se crearon á espensas de los eslavos los margraviados de Norte—Sajonia en 926, de Misnia en 929 y de Schleswig en 931.
No tardaron en producir su fruto tan sabias insti­tuciones, palpándose materialmente las consecuencias en la dependencia que se vió obligada la Bohemia á reconocer respecto de Germania y en la destruccion de los proyectos de los húngaros, reducidos á des­truir las fuertes barreras que se les oponian, ensayo peligroso, que pagaron con 40,000 hombres, muer­tos en la batalla de Merseburgo dada en 833.
No satisfecho con defender tan hábilmente sus es­tados, los ensanchaba al propio tiempo, y en 925 aprovechándose de las turbulencias que bajo el reina­do de Cárlos el Simple conmovieron á la Francia, sub­yugó la Lorena, desmembró de sus dominios la Alsa­cia agregándola á la Suabia, y entregando el resto al duque Gisleberto, cuya fidelidad afianzó con otorgar­le en matrimonio por esposa á su hija Gerberga. Des­graciadamente su muerte acaecida en 936, dió en tierra con sus planes, cuando preparaba una espedicion á la Italia.
Oton su hijo, fué elegido y coronado en Aquisgram, inaugurando su reinado con hacer sentir a los grandes de un modo severo el peso y la influencia de su autoridad naciente. Desterró y multó en una dieta congregada en 937 á Everardo, duque de la Francia Rhiniana, por haber talado la Sajonia, pero irritado éste, hizo causa comun con Tasmar, hermano consanguíneo de Oton, alzando la enseña de la rebelion y apoderándose de la fortaleza de Ersburgo; mas persiguiéndolos Oton, fué muerto Tasmar y muchos de sus cómplices condenados á muerte y ejecutados. No de­jaba de la mano la prosecucion del plan de su padre contra los bárbaros, y una nueva batalla en Merseburgo, mas encarnizada que la primera, obligó á los húngaros á contenerse para siempre en sus limites, y por lo que respecta á Bohemia, fué subyugada completamente en 950, vino á ser tributaria de la Alema­nia y á convertirse al culto cristiano.
Una revolucion amagaba la Italia , presa de una completa anarquía; los sarracenos, dueños de las islas Baleares, de Córcega, Cerdeña y Sicilia, pirateaban en las costas de la Península, sin que recordasen los pueblos parapetados en sus muros, que existía un rei­no de Italia; pero los príncipes, aunque escasos en fuerza y valimiento, se disputaban el titulo precario de rey. Hugo fué el primero que lo adquirió en 931, espulsando á Berenguer II, marqués de Ivrea, que se vió obligado á acogerse bajo el amparo de Oton, y es­te lo socorrió hasta el punto de poder penetrar otra vez en Italia, si bien con el disgusto de ver la administracion general del reino en manos de una dieta que confirió el titulo de rey á Lotario, hijo de Hugo; pero no tardó mucho tiempo en morir envenenado, segun dicen por Berenger, prorumpiendo sus viuda Adelaida en las mas amargas quejas dirigidas á Oton.
No dejó éste escapar la ocasion que se le presen­taba de una guerra que podía atraer sobre los príncipes alemanes la corona imperial. Atravesó en 951 los Alpes, sin que le fuese preciso hacer uso de las armas se enseñoreó de aquel país, fué proclamado rey en Pavía, y casó con Adelaida. Volviendo su atencion hácia Alemania las guerras civiles, acordó la paz con Berenguer, que le rindió pleito homenage en Augsburgo, y le hizo cesion de la Marca Trevisana.
Nueve años consumió Oton en sofocar las guerras intestinas, la rebelion de sus hijos, y las incursiones de los húngaros, al fin de los cuales llamado por Juan XII contra Berenger atravesó de nuevo los Alpes, conquistó el Norte de Italia sin resistencia, depuso á Berenger en una dieta, y fué coronado segun­da vez como rey de Italia en Milan; en seguida se adelantó hasta Roma en compañía de la princesa Ade­laida; recibiendo entrambos de mano del mismo Juan XII la corona imperial en 2 de febrero del año 962.
No bien se habia alejado Oton, cuando ya Juan XII arrepentido de cuanto habia hecho, puso ahinco en la próxima vuelta de Berenger, pero prevenido de todo esto Oton, hizo cuanto pudo para que fuera depuesto y nombrado en su lugar Leon VIII en 963, quien prendió á Berenger enviándolo á morir á Alemania.
Juan XII volvió á ocupar el pontificado á su vez, y depuso á su predecesor Leon VIII, pero protegido este por Oton, tuvo semejante amparo la suficiente fuerza para devolverlo á Roma; pero como acababa de morir Juan XII, recayó la cólera del emperador sobre su sucesor Benito V, que fué desposeído y con­ducido á Alemania, reintegrando á su vez á Leon VIII en el puesto que anteriormente habia ocupado.
Pero no duró mucho tiempo esta tranquilidad, pues en 967, nuevas turbulencias que agitaban á Ro­ma hicieron necesaria la presencia de Oton en Italia, á donde había sido llamado. Muerto Leon VIII, le ha­bía sucedido Juan XIII, hechura del emperador, que arrojado por los romanos, se habia refugiado á Campa­nia y solicitado auxilio de los alemanes; pero mientras estos llegaban, aparentó dejarse vencer por el arre­pentimiento de los romanos, volvió á entrar en la ciudad y con el auxilio de Oton ejercitó con sus enemi­gos la mas crueles venganzas.
Oton, dueño del Norte y del centro de Italia, tra­tó de agregar á su dominacion la parte meridional, principiando por recibir homenage de los príncipes de Benevento y Cápua; solicitó de Niceforo Focas, empe­rador de Oriente, la mano de Teofanía, hija de Roma-

domingo, noviembre 25, 2007

Viage ilustrado (Pág. 118)

vamos á ver su historia que no dejará de prestar cier­to interes á nuestros lectores. La historia primitiva de Alemania es dudosa y un tanto fabulosa, por lo cual habremos de tomar el principio de nuestra historia desde que Cárlos el Gordo, caido en el desdeñoso desprecio de los grandes por su incapacidad y vergon­zosa flaqueza, se vió reducido al estremo de ser depuesto por ellos en el año 887 en el seno de una asamblea convocada en Tribur ó Tewer en el territo­rio de Darmstadt: entonces fué cuando se inició la di­vision del imperio carlovingio, grave suceso que pro­dujo terribles convulsiones y costó mucha sangre.
Arnulfo, hijo natural de CarloMagno y sobrino de Cárlos el Gordo, se habia dirigido á la dieta de Tribur con un ejército formidable, y fué proclamado rey de Germania como sucesor de su tio, prestándole el juramento de fidelidad en Ratisbona los señores de Babiera, Sajonia y Francia teutónica. Disfrutando de una posesion pacífica en la Germania allende del Rhin, quiso ensanchar sus estados y procuró con todas veras agregar á su dominacion la Borgoña y la Italia y hacer feudatario al rey de Francia; pero mas prudente hubiera sido que procurase defender la Alema­nia contra sus habituales enemigos los eslavos y los normandos.
En 891 se dirigió contra el ejército normando con el que ya anteriormente habia tenido un encuentro desgraciado junto á Maestrich; pero ahora se mostró mas próspera con él la fortuna, y desbarató á sus ene­migos que estaban acampados á orillas del Dyle. Due­ño entonces de la Lorena, rindiéronle homenage en 893 todos cuantos aspiraban á ceñirse la diadema de Francia. Habíase ocupado el año anterior en perseguir al gefe moravo Zwentebaldo, al que daba el nombre de duque de los eslavos de Bohemia, aunque este se hacia dar el titulo de rey. Arnulfo asoló por espa­cio de un mes la Moravia, y formó alianza con el rey de los búlgaros.
Pero estaba reservado á Italia el satisfacer comple­tamente la realizacion de sus esperanzas, cuyo hori­zonte se le presentaba claro y brillante en 894. Pasó, pues, á esta region en este mismo año, a donde lo ha­bia llamado el rey Beranger, su feudatario, para que lo amparase contra Guido, duque de Espoleto. El rey de Germania tomó á Bérgamo, hizo ahorcar al gober­nador de la plaza, y este acto de severidad le atrajo la rendicion de toda la Lombardía; pero por esta vez no llevó mas adelante sus conquistas. Asi que, regre­so á Alemania, á donde le llamaba el deseo de vengarse de Rodolfo de Borgoña, que habia dado su pro­teccion á Guido, y el titulo de rey de Lorena á su hi­jo Zwentelbaldo. En su tránsito llevó la desolación por la Borgoña que se estiende á la otra parte del Jura, y en seguida convocó un concilio en Tribur. A. instan­cia del pontífice Formoso, que se veia atacado por Guido, atravesó nuevamente los Alpes en el año 895 y merced á una feliz combinacion de circunstancias, se enseñoreó de Roma en el año 896, y fué coronado emperador. Estaba decidido á apoderarse de Espoleto; pero le obligaron á dar la vuelta á Alemania tanto una enfermedad que le aquejaba como el descontento de los señores que lo acompañaban, y fué á morir á Ratisbona á los tres años de haber sido aclamado em­perador.
Sin obstáculo de ninguna clase sucedió á Arnulfo su hijo Luis, aunque solo contaba siete años de edad. En el de 900 fué reconocido rey de Germania con toda solemnidad en Forcheim, y de alli á muy poco proclamado en Thionville rey de Lorena por la mediacion de algunos señores, no muy satisfechos de la dominacion de su hermano natural Zwentalbo, que sorprendido en las márgenes del Mosa, pereció con las dos terceras partes de su ejército. Disensiones in­testinas entre el clero y la aristocracia agitaron la Alemania bajo el reinado de este soberano, que á la vez se vió ostigado por las incursiones de los húngaros. El niño que nada hizo, como llaman á este monarca los cronistas sus contemporáneos, murió en 911, todavía adolescente.
Extinguióse con él la rama alemana de los Carlo­vingios: tan solo habia un varon descendiente de Carlo—Magno, á saber; Cárlos el Simple, rey de Francia, que se hallaba completamente abandonado y des­preciado hasta de sus mismos vasallos. En semejante conflicto, para que no fuese á parar la corona á una persona estraña de todo punto á la familia de Carlo­-Magno, siendo como era hasta entonces ya hereditaria ó electiva, convinieron los señores de Alemania en preceder á la eleccion de rey entre los descendien­tes de Carlo-Magno por línea femenina.
Conrado I, hijo de Conrado de Fritzlar, conde de Franconia y Veterabia, y de Glismonda, hija del em­perador Arnulfo, fué aclamado rey de Germania por renuncia y consejo de Oton, duque de Sajonia. Tan solo tomaron parte los sajones y los franconios en esta eleccion, que escitó la rivalidad de los dos preten­dientes, es á saber, de Arnulfo, duque de Baviera, pretegido por los dos condes de Suabia, y de Enrique, hijo de Oton, quien, despues de la muerte de su pa­dre, quiso sucederle en los ducados de Sajonia y Tu­ringia. Intentaba Conrado arrebatarle esta última pro­vincia, fiando su gobierno á un duque, pero frustra­da la primera tentativa trató de vengarse de esta des­gracia, arrancando de la dominacion de Regnier, du­que de Lorena, alzado tambien contra él, la Alsacia, el canton de Westrich y la ciudad de Utrech, y sin descanso subyugó los condados de Suabia y obligó al duque de Baviera á buscar un refugio en Hungría, Arnulfo, admitido por los habitantes de esta nacion, hizo suya su causa y los guió hácia Alemania. Conra­do se dirigió contra estos nuevos enemigos, y herido en un encuentro, espiró algun tiempo despues en Quedlimburgo.
Muerto Conrado sin descendientes, recordó en sus últimos momentos la generosidad que Oton habia guardado con él, y puso por obra el imitarle, designando para que le sucediera al mismo Enrique de Sa­jonia, hijo de Oton, que se habia alzado contra él. Comisionó á su hermano Everardo para entregarle el cetro real, y en cumplimiento de su encarno, fue a su encuentro y le halló entretenido en comer pájaros, de donde provino el sobrenombre con que se le cono­ce en la historia. Confirmóse en 919 la eleccion de Conrado, verificándose la solemnidad en Fritzlar con intervencion de la grandeza y el pueblo; pero el re­conocimiento no fué unánime, pues se opuseron á él Burkhardo, duque de Suabia, y Arnulfo, duque de Baviera, habiendo sido á Conrado indispensable ape­lar á la fuerza de las armas para reducirlos.
Distinguióse el reinado de Enrique I por la prudencia y gloria de que le rodeó recabando la Alemania de él los mejores resultados. Al comenzar su dominacion encontró el imperio asolado por los húnga­ros, eslavos y bohemios; hasta entonces para recha—

jueves, noviembre 22, 2007

Viage ilustrado (Pág. 117)

Vista de la plaza de Greven en Viena

CONFEDERACION GERMANICA. — ALEMANIA.


La inmensa estension de este territorio, y el gran papel que ha desempeñado Alemania en los destinos de la historia europea, nos obliga á considerar detenidamente á este pais, y en su consecuencia, antes que analicemos su parte geográfica y sus costumbres

miércoles, noviembre 21, 2007

Viage ilustrado (Pág. 116)

Vista del castillo de Johannisberg en el ducado de Nassau
sus ricos cultivos, sus numerosos ganados, y sobre las colinas que las rodean, las viñas de Menés, de Rupt y de Tokay, cuyos vinos hacen las delicias de las testas coronadas; despues la Transilvania, cuyos tres grandes valles, encajonados en los montes Karpathas encierra tres distintas razas; la Esclavonia, entre la Drave y la Save la Croacia que viene á terminar en los Alpes Julianos, pais medio salvage aun, pero cuyas vigorosas razas dan escelentes soldados; y la Dalmacia, en fin, que desciende hasta las orillas del Adriático.
Buda ú Ofen, á quien un puente sobre el Danubio de 450 metros reune á Pesth, y que segun se dice, debe su nombre á Buda, hermana de Atila, es la capital de la Hungría. Presbourg le arrebató en un tiempo este privilegio; pero José II ha devuelto á Buda la corona imperial y está ciudad ha vuelto á recobrar su antiguo rango. Situada sobre la plataforma de una montaña, ve estenderse á sus pies otra ciudad que el rio recorre. Ademas del palacio del virrey, debe el estrangero visitar en Pesth el museo nacional donde está la bella coleccion de manuscritos del consejero Keller, y todas las riquezas que encierran las galerías le Sankowiez. Buda y Pesth reunidas tienen cerca de 95.000 habitantes.
En el juramento solemne que prestaban los reyes de Hungria, prometian reunir á la corona todas las provincias, que despues de haber sido perdidas, fuesen reconquistadas o recobradas. Cuando en el désmembramiento de la Polonia, Maria Teresa reclamó en nombre de la Hungría los reinos de Gallitzia y de Lo­domesia, les dió, sin embargo, una administracion aparte.
Lemberg, capital de la Gallitzia es una grande y bella ciudad de cerca de 55,000 almas. Sus calles anchas y bien construidas, sus edificios de un estilo noble y elevado la distinguen de la mayor parte de las ciudades polacas, y recuerdan la emigracion de unos griegos que se refugiaron alli en el siglo XIII, y llevaron el gusto de las bellas artes. Todas las religio­nes de Europa tienen en esta ciudad representantes. «Aqui se ve vivir en la mejor armonía, dice un viagero, al arzobispo y al superintendente, al obispo griego, al pontífice armenio y al gran rabino. La sombra de José II parece proteger todavía este pais, y queda aun la misma libertad pública, la misma tole­rancia religiosa.»
En la parte de la Gallitzia que otras veces pertene­cia á la Alta Polonia viven juntos, aunque en constante hostilidad, dos poblaciones igualmente célebres en los cantos populares y en las tradiciones del pais: los mazurakos cuyo baile acompañado de rima es hoy conocido en todas las capitales, y los gorales, especie de montañeses, cuyas luchas con los habitantes de la llanura han sido el objeto de un sangriento drama. Siempre van armados de un hacha que arrojan á mas de cuarenta pasos, sin errar jamás el golpe, y nunca la abandonan ni aun en sus juegos y danzas. Estos va­lientes cazadores acabaron por estorbar á los mazurakos el paso de las gargantas de los Kárpathas; pero la firmeza del gobierno austriaco ha puesto fin á esta rivalidad y dado seguridades á los unos y á los otros.
Las salinas de Bochnia descubiertas en 1351 por Santa Cunegunda, princesa húngara, esposa de Boleslao V y sobre todo las de Wicliczka, abren á la Gallitzia una mina inagotable de riqueza, y son para el viagero el objeto de una curiosa escursion.

martes, noviembre 20, 2007

Viage ilustrado (Pág. 115)

son el Elba y el Moldaw. La Bohemia forma una grande hoya oval, rodeada de montañas cubiertas de bosques, que forman una especie de anfiteatro, y los rayos del sol, concentrándose en lo llano del pais, calientan el aire y lo hacen muy agradable, sano, puro y ligero; pero en las montañas es menos saludable el clima á causa del frio; las aguas son tambien aquí cristalinas y buenas. El terreno es generalmente fér­til en granos, frutas, pastos, azafran y plantas medicinales. El vino que se hace es muy malo, y es muy raro que la uva llegue á estado de madurez; pero en cambio hay escelente cerveza. Los rios y los estanques que hay en gran número, abundan mucho en pescado; los bosques están llenos de caza mayor y menor; en una palabra; este suelo no carece de nada necesario á la vida. Hay tambien minas de hierro, de cobre, de estaño, de plata, y aun de oro, cristal, ágatas, topacios y otras piedras preciosas; pero no son­tan duras ni tan brillantes como en Oriente. Tambien abunda mucho este pais en manantiales de aguas termales. Se han establecido ademas en muchos puntos paradas de monta donde se crian muy buenos caballos; y tienen mucha celebridad las fábricas de cristal, de paños, de lienzos, de papel, de espadas, de cuchillos y de loza.
Praga es la capital de la Bohemia. Es una gran ciudad de mas de tres millas de largo y mas de dos de ancho; pero su poblacion no corresponde á su estension: hay barrios donde se creería uno estar en una aldea. El número de habitantes asciende á 70,000, que viven en cerca de 5,000 casas. El puente que hay sobre el Moldaw tiene 224 metros de longitud, y está construido de anchas piedras labradas, y adornado á derecha é izquierda de estátuas de piedra. La ciudad carece de buenos edificios, y casi todos tienen un aspecto sucio. Pero la situacion de la ciudad es muy buena; el punto de vista que se disfruta desde el puente es magnifico. Las casas forman un anfiteatro muy vasto y de una grande altura; á la derecha se eleva la montaña por encima de las casas hasta el palacio imperial situado magestuosamente en la cima; á la izquierda está cubierta hasta la mitad de jardines y casas de recreo que hacen muy buen efecto, y forman por este lado otro anfiteatro de grande estension. Desde estos jardines se disfruta una soberbia vista por la parte opuesta de la ciudad. En medio del Moldaw, que es ancho, pero que casi siempre lleva muy poca agua, hay dos pequeñas islas llamadas la grande y pequeña Venecia, á donde van los habitantes á pasar muchos dias de campo.
Los bohemios que se dedican al estudio de las artes y las ciencias hacen grandes adelantos, pero no carecen de ingenio ni de industria. Es admirable la­ pasion que tienen por la música: en Praga hay muchas orquestas que igualan á las mejores de Paris en ­la brillantez de la ejecucion, y quizá les sobrepujan en la exactitud y en la armonía. En toda la Alemania se encuentran muchos tocadores de trompa y de harpa que la recorren, y como siempre vuelven á sus casas con mucho dinero, no hay músico alguno de este género que no salga á viajar.
En esta ciudad, como en Viena, hay muchos hombres de letras que se contentan con adornar sus habitaciones de bastos, medallas, grabados y retratos de los mas célebres sabios, pero que no piensan ni escriben nada ellos mismos: su título de hombres de letras les viene solamente de no pertenecer á ninguna corporacion; porque como dice Riesbeck, aqui, como en Viena, cualquiera que no tiene empleo civil ni militar, que ni es profesor, ni sacerdote, ni comerciante, ni obrero, ni criado, es reputado hombre de letras, haya estudiado ó no. Hay, sin embargo, entre ellos algunos hombres verdaderamente sabios.
Los judios forman una parte considerable de la poblacion, contándose hasta 9 ó 10,000 de ellos: tienen artistas y obreros de su religion, y viven en una parte de la ciudad que les está destinada, y que se llama la ciudad de los judíos. Para distinguirse de los cristianos tienen la costumbre de llevar en el brazo un pañuelo amarillo, y desmienten en general por su pobreza el comun proverbio. El célebre astrónomo danés Tycho—Brahé está enterrado en una de las iglesias de Praga.
Los bohemios son una raza de hombres estremadamente fuertes: son hermosos, bien formados, activos, y parecen descender de los croatas, uno de los mejores pueblos de Europa. Su cabeza es un poco gruesa, pero sus anchas espaldas y lo fornido de su cuerpo hacen esta desproporcion menos sensible. Estos son, sin duda, los mejores soldados que tiene el emperador; ellos soportan las fatigas de la guerra por mucho mas tiempo que los demas, y sufren tambien el hambre por un gran espacio de tiempo. Las leyes y costumbres del pais contribuyen mucho á hacerlos propios para la vida del soldado: los colonos viven en una pobreza que los preserva de la molicie y el lujo con mas eficacia que lo haria ninguna ley suntuaria, y por otra parte, el sistema disciplinario que allí domina, los acostumbra á una obediencia sin limites, que es la gran virtud militar de nuestros dias.
Las mugeres bohemias son tan bellas como los hombres, y su carácter tan alegre quizá como el de las francesas: la alegría es en efecto la marca distintiva de este pueblo; pero nada mas triste para el viagero que el espectáculo de esta bella raza de hombres cubiertos apenas de harapos en medio de llanuras las mas ricas.
Ellos aman, sin embargo, este pais donde encuen­tran una esclavitud tanto mas dura, cuanto que les viene de los alemanes á quienes odian. Aunque su in­clinacion los lleva á viajar, vuelven siempre al rincon de sus montañas. Se les encuentra en pequeñas caravanas, traficando en diferentes mercaderías, especialmente en manufacturas de cristal, y van hasta Italia é Inglaterra, y suelen hacer buenas ganancias. Mientras están en país estrangero, viven en comunidad co­mo hermanos, y tienen una confianza los unos en los otros tan exenta de malicia, que los hace pasar por un pueblo inculto, aunque en efecto no lo sea.
En la época en que, convidados al festin del Evangelio por una voz divina é interior, todos los pueblos del antiguo mundo salieron de su retiro para ir á Roma á contemplar la cruz nuevamente plantada sobre la ciudad eterna, una horda devastadora recorria la Europa bajo las órdenes de Atila. Los hunos ó húngaros que le acompañaban pertenecian á una raza medio turca y medio finesa: vencidos en Chalons por Actius y Meroveo, se retiraron hácia las riberas del Theis y del Danubio donde formaron establecimientos y de ellos tomó todo el pais el nombre de Hungría. Para estudiar la Hungría y sus alrededores seria menester recorrer los Karpathas con sus ricas minas de cobre, de plomo, de hierro, de azogue y de oro, las llanuras bañadas por el Theis con sus grandes lagos,

lunes, noviembre 19, 2007

Viage ilustrado (Pág. 114)

y los paseos, es casi tan grande como Paris. La pobla­cion asciende á 300 ó 400,000 almas. Apenas hay en esta ciudad ocho edificios dignos de admiracion. El palacio del emperador es un viejo y negro edificio sin belleza ni magestad, una gran masa de piedras com­puesta de siete pisos con el solo objeto de que pudiera contener mucha gente. Es muy de notar tambien que los segundos pisos de todas las casas de la ciudad per­tenecen en cierto modo al emperador, pues en ellos aloja á sus oficiales.
Las mugeres de Viena son bien formadas sin ser de una belleza perfecta; ponen mucho cuidado en su mo­do de andar, en sus movimientos y en su conversacion, y tienen al mismo tiempo bastante viveza. En Viena la única diversion que hay en las comidas, es decir muchas bromas, y es muy raro no encontrar en una casa regularmente acomodada un bufón encargado de hacer reir a la sociedad. El intérvalo que hay de la comida á la cena está casi siempre destinado al paseo ó al teatro.
Por lo demas, todo esto no hace relacion sino á la clase media, que en todos los paises, hablando con propiedad, es el pueblo; pues en cuanto á los grandes, son lo mismo, poco mas ó menos en toda Europa. Lo que los distingue en Alemania es el grande orgullo por sus títulos; nada mas fastuoso que la alta nobleza de Viena, y se puede decir, que la economia es absoluta­mente desconocida á esta clase. La música es el solo arte por el que muestra algun gusto la nobleza, y es menester convenir en que la sabe apreciar. Despues de la Italia, en Alemania es donde la música ha encontrado mas templos. Mozart, Meyerbeer, Weher, Haddel, Mayseder y tantos otros nombres ilustres jus­tifican nuestro aserto.
Para ver el lujo de los trenes en Viena es necesario ir verano á los fuegos artificiales al Prater. El Prater es un bosque de robles y de hayas situado en una isla que forma el Danubio cerca de la ciudad. A la entrada y debajo de los árboles se ven como unas treinta tiendas con sillas y mesas donde se encuentra toda clase de refrescos. A este sitio concurre gente todos los dias; pero como decimos, el Prater no osten­ta toda su brillantez sino en los dias en que hay fue­gos artificiales; cerca de doce mil personas se reunen á comer bajo los árboles; al aproximarse la noche, y una señal dada, todo el mundo se dirige al lugar del espectáculo, que es una gran pradera rodeada de árboles. Enfrente del sitio destinado á los fuegos, hay un magnifico anfiteatro en donde se colocan muchos centenares de señoras, cuyas joyas y frescos y ligeros vestidos forman la vista mas encantadora. Los hombres están entre el anfiteatro y los fuegos, en un par­terre donde se apiñan hasta no poder mas. El Augarten es tambien un sitio de recreo donde concurre tam­bien en el verano la buena sociedad. Es un gran parque situado en la misma isla del Danubio donde está el Prater, pero mas al Este. Tambien hay en Vie­na otros muchos paseos públicos, pero el mas fre­cuentado es el de la muralla, que aunque plenamente espuesto á los ardores del sol, está casi siempre lleno de gente.
El Austria tiene generalmente la apariencia de un pais dichoso; no se ve en ella ese contraste de rique­za y miseria que tanto choca en Hungría; todos los habitantes, escepto los de la capital, gozan de esta dulce medianía que es el fruto de una administracion sabia y moderada. Los proletarios tienen bienes raices, y la nobleza, que goza de un poder judicial su­bordinado, tiene sus derechos marcados.
Si se ha de creer á Riesbeck, la parte meridional del Austria está cubierta de montañas que se elevan por grados desde las orillas del Danubio hasta los con­fines de la Stiria, y sombreada de estensos bosques que se pierden en la gran masa de montañas que se estienden al Sur de la Alemania, atraviesan toda la Stiria, la Carniola, la Carinthia y el Tirol, hasta los Alpes de la Suiza. Los habitantes de esta larga cade­na de montañas se parecen todos; son altos, vigorosos y bien formados. Los habitantes del Tirol se distinguen por su industria. Algunos hacen el comercio de figuras de estuco, las que llevan hasta Holanda; otros se dedican á hacer estátuas de piedra y de madera para las iglesias. A pesar de los bosques y montañas cubiertas de nieve de que está erizado el Tirol, es un pais muy poblado que contiene 900,000 almas.
Los carinthios aventajan á los demas habitantes de estas montañas por su fuerza y alta estatura; ellos, asi como sus caballos, son reputados los mas fuertes de Europa, y jamás se les ve cansados. El pan es de maíz, y este pais produce el mejor acero que se cono­ce, y del que los ingleses se sirven para sus mejores obras: la poblacion es de 400,000 almas; los habitan­tes de la Carinthia, de Goritz y de la Istria austriaca pueden evaluarse en 500,000. La Stiria contiene cer­ca de 70,000 habitantes. Gratz, su capital, es una hermosa ciudad, algunos de cuyos habitantes tienen 30 ó 40,000 florines de renta, y no se puede espresar el escesivo lujo que en ella reina.
Hay mucha mas gente con paperas en la Stiria que en la Carinthia y en el Tirol. Esta es una observacion que se ha hecho en el Valais, la Saboya y en los demas paises en que los habitantes de los valles están mas espuestos á este mal que los que viven en terreno mas elevados. Este efecto debe sin duda atribuirse á las frecuentes variaciones del aire en los terrenos bajos, mientras que en los elevados reina siempre un frío igual. Hay tambien en este país una clase de gen­tes idiotas que no sirven mas que para los trabajos del campo; su número es muy grande, y seguramente el poco cuidado que de ellos se tiene en su juventud contribuye poderosamente á aumentar su estupidez.
La Bohemia está limitada al Norte por la Sajonia, al Este por la Silesia y la Moravia, al Sur por el Aus­tria, y al Oeste por la Baviera, la Franconia y la Misi­nia. Este pais estaba antiguamente habitado por los suevos, pueblo germano, cuando los boienses, pueblo gaulo, despues de haber pasado el Rhin conducidos por su general Sigovese, se establecieron aqui, en el siglo II de la república romana, y le dieron el nombre que conserva de Bohemia, derivado de Boii ó Bojii. Los marcomanos, pueblo germano, arrojaron una parte de estos boienses, y los slavos ó sclavones vinieron á su vez á establecerse en Bohemia en el ses­to ó sétimo siglo, donde han permanecido é introdu­cido su idioma, que aun está en uso, siendo el bohe­mio un dialecto del esclavon.
La Bohemia es uno de los paises mas bellos de Europa. Está rodeada de montañas que forman parte de la antigua selva de Hercynia. La elevacion de su terreno hace que todos los rios que la riegan tengan allí su nacimiento, escepto el Eger, que nace en las montañas de Frehtelberg, en Franconia, y que despues de atravesar la Bohemia de Poniente á Levante, entra en el Elba, en medio del país. Los dos principales ríos

sábado, noviembre 17, 2007

Viage ilustrado (Pág. 113)

Corona de Hungría

inaugurando desde aquel dia una línea de politica de mayor firmeza que la que hasta entonces habia seguido, concluyó por presentar á las cámaras un proyecto de constitucion: esto, no obstante, al partir á Hungría la guarnicion de Viena para castigar en los húngaros el bárbaro asesinato del conde Lamberg, se opusieron tenazmente la guardia nacional y los aldeanos á la salida de dichas tropas, lo que produjo un choque vio­lento, llegando los amotinados hasta el punto de ase­sinar al ministro de la Guerra. Ocultáronse los restan­tes ministros, y la capital de Austria fué presa de la mas desenfrenada demagogia, merced á la cual as­cendió á 600 el número de las víctimas.
»Reunida la dieta, se nombró una comision para que obrase como poder ejecutivo. El emperador, que se habia trasladado á Schoembrun y se dirigia hácia Lintz, despues de haber accedido á la formacion de un nuevo gabinete, fijó su residencia en Olmutz.
»Despues de mil sucesos, cuya enumeracion seria so­bradamente prolija, un suceso tan importante como inesperado vino á sorprender al Austria y á toda la Europa. El emperador Fernando, que habia subido al trono en marzo de 1835 por muerte de Francisco I, y que lleno de buenos instintos y de generosos senti­mientos pudo haber sido un rey capaz de ponerse al frente de la marcha liberal que los sucesos del 48 im­primieron á aquella parte del Norte de Europa que ha regido; el emperador Fernando creyó que otros tiempos y otros principios deben ser personificados por otras personas; acaso se sintió débil para seguir con decision y firmeza en un nuevo sendero político que probablemente afectaria su puritanismo realista, y en ese caso su conducta fué prudente y lógica: compren­dió su posicion respecto de la situacion política de Austria y de la Europa toda, y abdicó solemnemente el 2 de diciembre de 1848 en la persona de su sobrino el actual monarca reinante.»
El Austria, propiamente dicha, el archiducado de Austria, que comprende el ducado de Salzbourg, confina con la Baviera y el Tirol, la Bohemia y la Moravia, la Hungría y la Stiria; parte de esto es la antigua Norica y la Pannonia de los romanos; hermoso pais que baña y divide el Eus, y al que las montañas alternando con verdes valles dan un aspecto el mas romántico.
En este archiducado está Viena, capital de la mo­narquía austriaca y residencia de los emperadores. Está situada á orillas del Viena y de un brazo del Da­nubio. Esta ciudad recuerda aun lo que era Paris en tiempo de los reyes de la segunda raza; conserva to­das sus fortificaciones, que no la hubieran, sin em­bargo, librado de los turcos sin el ausilio de Sobieski. En caso de sitio, la distancia que hay de los arrabales á la ciudad daria una gran ventaja á los sitiadores. Esta distancia, que es muy considerable, deja la ciudad sola en medio con sus tristes murallas. Los ar­rabales son mucho mas agradables que la misma ciudad; el de Leopoldo estaba habitado en otro tiempo por judíos; pero despues los arrojaron de alli, y hoy se encuentran muchos turcos. En el arrabal de Erberg hay una casa que otras veces fué meson, donde el imprudente Ricardo Corazon de Leon fué reconocido, cuando estaba dando vueltas al asador, y preso por el traidor Leopoldo de Austria.
La part.e mas cuidada de las casas de Viena es la cueva donde los habitantes acomodados conservan los mejores vinos del Rhin y de los paises meridionales. Viena no tiene mas que cuatro barrios, pero sus arra­bales son en número de veinte y seis, y la estension de toda la ciudad, inclusos los arrabales, los jardines