martes, diciembre 04, 2007

Viage ilustrado (Pág. 123)

Rodolfo fué muerto por Godofredo de Bullon en 1080.
Al año siguiente pasó Enrique á Italia, y entrando en Roma de sorpresa, se hizo coronar emperador por el antipapa Gilbert, y puso sitio al castillo de Santo Angelo, donde se hallaba Gregorio VII; pero se vió obligado á abandonarlo y huir con precipitacion á Salerno. En 1088 firmó la paz con su nuevo competidor Hermann de Luxemburgo, que renunció á sus pretensiones, y en 1090, tras una nueva expedición á Italia, tuvo el disgustode ver á su hijo Conrado empuñar las armas contra él, nombrando entonces sucesor á su segundo hijo Enrique, quien á su vez levantó traidoramente el estandarte de la rebelion contra su padre, despues de muerto Conrado en 1101. Abandonado el desdichado emperador de todos sus partidarios, huyó teniendo delante á su rebelde hijo, quedando reducido á un estremo tal de miseria, que solicitó por favor una plaza de lector en una iglesia, y todavía se la negaron, lo le preciso a morir de hambre arrojado sobre la gradería del templo, quedando insepultos sus restos mortales.
Sucedió á su padre comenzando su reinado por dos espediciones desgraciadas contra Hungría y Polo­nia en 1109. En 1110 pasó á Italia, en donde su po­sicion con respecto al papa era la misma que la de su padre, puesto que eran iguales las pretensiones recíprocas de conservar y perder el derecho de investidura. Pascual II fué el que trató de conciliarlo todo, proponiendo á Enrique que abandonase aquel derecho y concediéndole en cambio el patronato régio en la parte que dijera relacion á los bienes temporales del clero; pero este remedio de transaccion encontró re­sistencia en los obispos, y ademas contribuyó á entor­pecerlo una contienda entre los soldados, que pro­dujo luchas dentro de Roma; Enrique prendió al papa, sin devolverle la libertad sino á cambio de una bula que satisfaciese los deseos del emperador; pero puede decirse que apenas espedida fué revocada, y en su consecuencia nombró al antipapa Gregorio VIII, sin que se lograse establecer la paz alterada con estos acontecimientos hasta el famoso concordato de Worms acordado en 1122. en virtud del cual renunció Enri­que al derecho de investidura por el báculo y el ani­llo, y Calisto II le otorgó el de conferirla por el cetro ó la vara. Tal fué el término de estas prolongadas y sangrientas contiendas, cuya solucion dejaba por otra parte la cuestion indecisa; tres años despues de verificada esta transaccion falleció Enrique V.
Hallábase fatigada la Alemania por los esfuerzos de la casa Sálica para fundar una monarquia despótica y hereditaria. Muerto Enrique, fueron escluidos sus dos sobrinos Federico, duque de Suabia, y Conrado, duque de Franconia, y se eligió á Lotario, duque de Sajonia: renunció éste á las prerogativas que su predecesor se habia reservado, y solicitó del papa que confirmara su eleccion. Redujéronse sus principales actos á someter en 1132 á su competidor Conrado, que se habia hecho coronar en Lombardia, á ser uno de los defensores de Inocencio II contra los partidarios de Anacleto, y á llevar a cabo en 1137 una espedicion afortunada al Mediodía de Italia contra el duque Rogerio, de vuelta de la cual falleció.
El sufragio de los electores, no muy satisfechos de las concesiones hechas á la Santa Sede por Lotario, recayó en Conrado de Hohenstaufen, príncipe de la casa gibelina, y naturalmente enemigo de la casa guelfa de Sajonia y Baviera. Las contiendas del emperador con Enrique el Soberbio, á quien despojó de sus ducados, originaron las prolongadas guerras, durante las cine entrambos bandos recibieron los nombres que acabamos de citar, gibelino traia su etimolo­gía de Weblingen, castillo perteneciente á la familia de los Hohenstaufen, y guelfo la traia de Welf, título de la antigua casa de Baviera. Los hijos de Enrique el Soberbio pusieron su ahinco en recobrar las posesiones de su padre; Enrique el Leon volvió á apoderarse de Sajonia, pero Welf no pudo recobrar la Baviera.
Conrado no quiso intervenir en los asuntos de Ita­lia, á pesar de lo que provocaban á ello los romanos, constituidos en republica, y sí partió en 1147 á for­mar parte de la cruzada predicada por San Bernardo; en Asia perdió la mejor parte de sus tropas, y en 1148 llegó á la Palestina, volviendo de esta guerra al año siguiente, pero sin fruto. Meditó á su regreso una espedicion contra Rugiero, rey de las Dos Sicilias; pero la muerte atajó la ejecucion de sus proyectos. No te­niendo mas descendientes que un hijo de siete años, antepuso al interes de su hijo el de su casa, y en la hora de la muerte hizo entrega de los ornamentos imperiales á su sobrino Federico de Suabia.
En la asamblea de Francfort confirmaron los elec­tores sin oposicion la eleccion que habia hecho Conrado. Federico ocupó el trono imperial lleno de una ambicion desmesurada, y siempre fija la idea en creerse sucesor de los Césares, consideraba desde esta altura á todos los reyes de la tierra, á quienes apellidaba reyes provinciales, cual si fueran lugartenientes y aun vasallos suyos, y al propio tiempo dirigía sus ambi­ciosas miras hácia Italia, por parecerle patrimonio le­gítimo de los emperadores: no dejaba de favorecer mucho sus tendencias la situacion política de aquel pais, hallándose Milan oprimiendo las demas pobla­ciones de Lombardía, marchando en triunfo á Roma, y restableciendo sobre la cumbre del Capitolio la república romana Arnoldo de Brescia, discípulo de Abelardo, perseguido como él por San Bernardo y condenado á un destierro, y finalmente, hallándose devastadas por las invasiones normandas las comarcas meridionales. Todos los partidos, pues, invocaban el nombre del emperador y reclamaban su auxilio, y acudiendo á este llamamiento general atravesó los Alpes Federico en el año de 1154.
Convocó una dieta en Roncaglia, en la que decla­ró el emperador desposeidos de sus feudos a aquellos de entre sus vasallos que no hubieren pasado una no­che de vigilia á la puerta de su tienda de campaña, y en seguida encaminóse á Roma, tomando de paso á Tortona, y como hallase cerradas las puertas de la ciudad eterna, se hizo coronar en uno de los arrabales por Adriano IV, complacencia que pagó el emperador con la muerte de Arnoldo, que reducido á prision, fué condenado en juicio á la hoguera; pero habiendo tomado el pueblo una actitud sediciosa, Federico se vió en la precision de hacer una retirada, que pudo considerarse como fuga, y con gran trabajo consiguió lle­gar á Alemania.
Nada satisfecho en 1157 con la córte romana, prohibió al clero de sus estados el dirigirse al pontífice ya fuera para la colacion de sus beneficios, ya con otro objeto cualquiera; para querellarse de esta inter­diccion envió Adriano IV un legado, y desprendiéndose al parecer de una espresion que se permitió avan­zar, la dependencia en que consideraba al imperio respecto del pontífice, á titulo de beneficial, estuvo

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