miércoles, diciembre 12, 2007

Viage ilustrado (Pág. 127)

perador á Italia, despues de haber asegurado la pose­sion del reino de Bohemia por medio del matrimonio con la hija de su rey Wenceslao, y de haber firmado un tratado con Federico de Austria.
Encontró aquel hermoso pais desgarrado por los bandos de guelfos y gibelinos: la dominacion de los señores era una completa anarquía, pues todos habian usurpado la autoridad, unos en una poblacion, otros en otra; pero no bien llegado Enrique, cuando todos se vieron obligados á prestarle obediencia, hasta el poderoso Guido de la Torre, de Milan, y en Monza recibió la corona de Lombardía, igualmente que el juramento de los diputados de las ciudades: desde alli fué á hacerse coronar emperador en Roma, y al regre­so combatió con los pisanos contra los florentinos, ter­minando sus dias en 1313 un veneno propinado en una hostia.
Despues de la muerte de Enrique VII, no pudien­do venir á comun acuerdo los electores sobre el nom­bramiento del sucesor, ocasionaron con sus disidencias un interregno de catorce meses, y despues una doble eleccion.
Federico, duque de Austria, hijo del emperador Alberto, fué elegido en Saxenhausen, con un dia de anticipacion á la de Luis de Baviera, que habia me­recido la confianza de otros electores: marchó, pues, contra su rival, en tanto que su hermano atacaba los tres cantones suizos declarados en favor del príncipe bávaro, y el año de 1313 sufrió la sangrienta derrota de Morgarten: no fué mas venturoso Federico; pues quedó vencido y hecho prisionero en 1322 cerca de Muhlder, recobrando la libertad en 1325 y renun­ciando al imperio, siendo tan fiel á su palabra, que rehusó la corona imperial ofrecida para él mas tarde por el papa Juan XXII. Movido Luis de la conducta leal que guardaba su adversario, le guardó las consideraciones amistosas, y arregló con él un tratado, en virtud del cual debian reinar los dos conjuntamen­te; llamado á Brandeburgo para sofocar una revolucion que acababa de estallar contra su hijo Luis, con­fió á su antiguo competidor el gobierno de la Baviera; pero en 1330 murió.
Luis de Baviera, elegido al propio tiempo que el precedente, se desembarazó de su rival del modo que se acaba de decir; pero aun había otro enemigo, ya que no rival, de por medio, á quien era preciso aca­llar. Tal era Santiago de Ossa de Cahors, que ocu­paba a un sazon la silla pontificia bajo el nombre de Juan XXII, de espíritu turbulento, pendenciero y obstinado. En 1323 ordenó á Luis de Baviera desis­tiese en el término de tres meses de ejercer la administracion del imperio, y al año siguiente le declaró contumaz, citándolo y emplazándolo á comparecer ante su presencia, si bien la dieta de Ratisbona de­claró nula esta citacion. Por su parte las facultades de Bolonia y París, los mas eminentes jurisconsultos, los frailes de la órden de Menores, declarados enemigos acérrimos del pontífice, á causa de las persecuciones de que habian sido blanco, se disputaron á porfía la defensa de la causa del emperador; pero, á pesar de todo, Cárlos IV, á la sazon rey de Francia, quedó encargado de la ejecucion de la sentencia, seducido por la promesa de Leopoldo, hermano de Federico de Austria, en la que cifraba su esperanza de la abdica­cion de este último en su favor; todo entonces iba ca­minando á un buen término, Leopoldo venció á Luis en Burgan, pero el mismo espanto que se opoderó de los señores alemanes fué el que causó su declaracion en contra de los franceses, al propio tiempo que Luis concluia con Federico un tratado fraternal de que hemos hecho mérito, fiado en el cual marchó en 1327 á coronarse en Milan, y al año siguiente á Roma, en donde fué recibido con aclamaciones por el bando gibelino, en posesion del poder por aquella época. Declaró á Juan XXII depuesto del pontificado, y nombró en su lugar á Pedro de Corvier, coronado bajo el nombre de Nicolás V; pero de repente se lanzó sobre Roma el bando guelfo, obligando á Luis á abandonar a Roma y á refugiarse en Alemania, despues de haber recorrido casi solo esta distancia. El mal estado de sus negocios activó su diligencia para solicitar la reconciliacion con la córte de Aviñon, pero despues de mil dudas sobre si se someteria á la dura condicion que aquella le imponia de ser depuesto ó abdicar vo­luntariamente, lo hizo asi en efecto en 1333, limitán­dose á pedir la eleccion de su primo Enrique de Ba­viera; pero esta desesperada resolucion encontró gran resistencia en los estados, que no querian ver humillada la autoridad imperial ante la pontificia; por fin la dieta de Rensé declaró en 1338 el imperio inde­pendiente del papa, y la reunida en Francfort confirmó este acuerdo por medio de una pragmatica—sancion: á pesar de este rompimiento nunca perdia Luis la confianza de reconciliarse con el papa, negándose á ello los sucesores de Juan XXII, Benedicto XII y Clemente VI: este último, sobre todo, fué el que volvió á incoar en 1343 los procedimientos contra el empe­rador, fulminó contra él una nueva bula de deposicion, y ordenó á los electores verificasen la eleccion de un nuevo soberano del imperio. Obtemperó tales mandatos la asamblea congregada en Rensé, la cual nombró á Cárlos de Luxemburgo, hijo de Juan, rey de Bohemia; pero desvirtuaron semejante eleccion, proporcionando grandes ventajas á Luis las vergonzo­sas concesiones á que accedió, reducidas á la anula­cion de todos los actos de Luis de Baviera, al aban­dono de la Italia, y finalmente, á no asomarse por las murallas de Roma, sino en la época de su coronacion. Cárlos, despues de haber militado en las filas del ejército francés en la batalla de Crecy, donde murió su padre el rey de Bohemia, volvió á hacerse coronar en Bonn, é hizo grandes esfuerzos para avivar la guer­ra civil, cuando la muerte de Luis, sobrevenida subitamente, lo dejó dueño del trono.
Habia visto el nuevo emperador, antes de afianzarse, nacer sucesivamente diversas oposiciones de parte de los electores, que habian desaprobado lo que en favor de aquel habia recaido, á saber: Eduardo III, rey de Inglaterra, que rehusó el imperio; Federico, margrave de Misnia y landgrave de Turingia; Luis, margrave de Brandeburgo, hijo del último empera­dor, y finalmente, Gunther de Schwarzburgo, el úni­co competidor temible, pero que reducido á una im­potencia conocida de resultas de un veneno que se le habia propinado, vendió sus derechos á Cárlos y mu­rió poco tiempo despues. Erigíase en Roma soberano á la sazon Nicolás Rienzi, el cual pasó del otro lado de los Alpes por las vicisitudes progresivamente desgra­ciadas de la adoracion, la espulsion y la muerte acaecida en l354.
Libre ya Cárlos de rivales en Alemania, fué ungi­do nuevamente en Colonia el 1349, y en 1354 pasó á Italia, y fué á recibir la corona imperial en Roma, vendiendo á su paso la libertad á las ciudades, la au­-

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