minos reales, y turbaban la paz pública. En otra ocasion, Ricardo concedió la investidura del Austria al rey de Bohemia, Ottocar, dando termino á sus viages el año 1209, y muriendo en Inglaterra el 1271.
Fué elegido emperador el 1.º de octubre de 1273, Rodolfo, landgrave de Alsacia, hijo de Alberto el Sábio, conde de Habsburgo; esta eleccion fué confirmada al siquiente año por Gregorio X, después que á su vez aseguro a este último en la posesion del exarcado de Rávena, de la marca de Ancona y del ducado de Espoleto. En 1278 tuvo que combatir el emperador á Ottocar rey de Bohemia, duque de Austria, de Carintia y Carniola, por negarse á tributarle homenage. Publicó un decreto proscribiéndolo del imperio, y alcanzo sobre él dos victorias, siendo mas señalada la segunda por haber sido muerto Ottocar, á cuyo hijo entrego Rodolfo la Bohemia quedándose él con el Austria y sus dependencias, con que invistió á su hijo Alberto en 1282, obligando igualmente á los condes de Saboya y Borgoña á convertirse en feudatarios del imperio. Por lo que respecta á Italia, sus ocios no fueron bastantes para pensar con asiento en ella, y al amparo de esta circunstancia, pudieron consolidar su libertad los pueblos de este hermoso pais, terminando por vender á unos los derechos del imperio, y dejar á otros que se apoderasen de ellos: nada tenia de estraño todo esto, cuando su atencion principal estuvo fija en restablecer la tranquilidad de Alemania, consiguiendo libertar á este pais de la horrible anarquía que hubiera concluido por aniquilarlo.
Murió Rodolfo en 1290, despues de haber ensayado en vano medios para lograr la eleccion de su hijo Alberto por rey de los romanos, sin que tuvieran resultados mas prósperos las pretensiones de este una vez muerto su padre, resistencia que tenía su esplicacion en la voluntad que los electores tenian de no proclamar príncipes que les lucieran la ley; al fin, despues de un interregno de diez meses, nombraron á Adolfo de Nassau.
Nacido como el anterior, lejos del trono, no poseia cualidad alguna moral de las que á su predecesor habian mantenido y asegurado en aquel elevado puesto. Con la venta que hizo de su alianza al rey de Inglaterra se acarreó el menosprecio de los grandes del imperio, no menos que con el empleo que dió al precio de esta vergonzosa grangería, que fué despojar de la dominacion de Turingia al legítimo sucesor Federico el Mordido, hijo de Alberto el Desnaturalizado. Tan al estremo llevaron su desprecio, que llegó á producir su deposicion verificada en la dieta de Maguncia en 1298, en tanto que él se hallaba en Turingia ocupado en consolidar su dominacion. Pusiéronle por sucesor á Alberto de Austria, hijo de Rodolfo de Habsburgo, contra quien se encaminó el de Nassau, trabándose entre los dos una batalla en Gelheim, durante la cual, y en lo mas recio de la refriega, Alberto mató con su propia mano á Adolfo.
Una vez desembarazado de su competidor, Alberto hizo una sagaz declaracion, reducida á la renuncia de toda pretension que pudiera abrigar á ceñise la corona imperial; fué elegido la segunda vez, y en una dieta convocada en. Nuremberg, dió á sus hijos Rodolfo, Federico y Leopoldo la investidura del Austria, la Carniola y la Estyria. El papa Bonifacio VIII negó su reconocimiento al nuevo emperador, entre otras causas, por haber asesinado al soberano legitimo, y relajado por el pontífice el juramento de fidelidad que los señores de Alemania prestaban en favor del emperador, tuvieron ya ocasion de volver sus armas contra él; pero á las palabras de Bonifacio trató de oponer las obras, y asi es que aprovechándose de los agravios que Felipe el Hermoso conservaba contra la Santa Sede, trató de asegurar su alianza con el rey de Francia, cayó de improvisto sobre el electorado de Maguncia con un considerable ejército, y tomadas sus principales fortalezas, redujo al elector, su mas formidable enemigo, á solicitar la paz. Entonces Bonifacio entabló con él algunas negociaciones, de las que resultó quebrantar Alberto sus tratados con Felipe el Hermoso, y recompensar la adhesion del pontífice su eleccion con el reconocimiento del principio de que el poder de los reyes y emperadores emanaba del soberano pontífice, y con la promesa de amparar á la Santa Sede contra sus enemigos, cualesquiera que ellos fuesen. Apoyado en semejante oferta, Bonifacio fulminó una escomunion contra Felipe el Hermoso, á quien declaro desposeído de todo derecho á la corona de Francia, dando la investidura de ella á Alberto. En tal estado las cosas, pusieron fin á la querella los legados de Felipe con un acto brutal, que ha llegado á adquirir los honores de la celebridad.
Entretanto Alberto ideaba ensanchar un poder, en cuya posesion habia entrado á fuerza de tantos sinsabores, pero el éxito de este proyecto no coronó sus deseos, puesto que se frustró la espedicion contra Holanda, Zelanda y Frisia; vió, despues de conceder el mando de la Bohemia á su hijo Rodolfo, alzarse la nacion entera contra él, y estando ya á punto de morir, no pudo hacer consentir á los estados en darle por sucesor á su hijo Federico, y ademas fué derrotado al tratar de imponer su voluntad por la fuerza; emprendió sin resultados una guerra contra Oton, llamado á ocupar el trono de Hungría, y finalmente se desgraciaron todas cuantas tentativas puso en juego para apoderarse de la Misnia y de la Turingia.
Para empeorar mas tan aflictiva posicion, él mismo se creaba nuevos enemigos, pues queriendo formar de la Suiza un principado para uno de sus hijos, la arrojó á todas las consecuencias de una revolucion por medio de un mando despótico, en la confianza de que aquella, si llegaba á estallar, le proporcionaria un pretesto que justificase la opresion que meditaba para aquellos pueblos; pero los cantones de Schwitz, Uri y Unterwald organizaron una liga en Gruth la noche del 17 de octubre de 1307, que produjo la muerte de los tiranos Gesler y Landeberg, la espulsion de los restantes y la demolicion de las fortalezas alzadas para refrenarlos. Alberto se dirigió contra ellos, cuando al pasar el rio Reuss, en la Argovia, fué asesinado en 1308 por su sobrino el duque Juan de Suabia, cuyo patrimonio retenia injustamente.
Despues de la muerte de Alberto, Felipe el Hermoso, que en cierto modo tenia sometido el poder pontificio con el hecho de obligar á Clemente V á establecerse en Francia, puso de manifiesto sus pretensiones á la corona imperial, primeramente en su favor y mas tarde en el de su hermano el conde de Valois. Pero recelosos los electores de un poder que absorberia á todos los demas, se pusieron de acuerdo con el papa, y tras siete meses de interregno, nombraron á Enrique de Luxemburgo, príncipe que, si bien de pocas riquezas y poderío, era recomendable, no obstante, por la nobleza de su origen y por las cualidades que concurrian en su persona. Pasó el nuevo em—
Fué elegido emperador el 1.º de octubre de 1273, Rodolfo, landgrave de Alsacia, hijo de Alberto el Sábio, conde de Habsburgo; esta eleccion fué confirmada al siquiente año por Gregorio X, después que á su vez aseguro a este último en la posesion del exarcado de Rávena, de la marca de Ancona y del ducado de Espoleto. En 1278 tuvo que combatir el emperador á Ottocar rey de Bohemia, duque de Austria, de Carintia y Carniola, por negarse á tributarle homenage. Publicó un decreto proscribiéndolo del imperio, y alcanzo sobre él dos victorias, siendo mas señalada la segunda por haber sido muerto Ottocar, á cuyo hijo entrego Rodolfo la Bohemia quedándose él con el Austria y sus dependencias, con que invistió á su hijo Alberto en 1282, obligando igualmente á los condes de Saboya y Borgoña á convertirse en feudatarios del imperio. Por lo que respecta á Italia, sus ocios no fueron bastantes para pensar con asiento en ella, y al amparo de esta circunstancia, pudieron consolidar su libertad los pueblos de este hermoso pais, terminando por vender á unos los derechos del imperio, y dejar á otros que se apoderasen de ellos: nada tenia de estraño todo esto, cuando su atencion principal estuvo fija en restablecer la tranquilidad de Alemania, consiguiendo libertar á este pais de la horrible anarquía que hubiera concluido por aniquilarlo.
Murió Rodolfo en 1290, despues de haber ensayado en vano medios para lograr la eleccion de su hijo Alberto por rey de los romanos, sin que tuvieran resultados mas prósperos las pretensiones de este una vez muerto su padre, resistencia que tenía su esplicacion en la voluntad que los electores tenian de no proclamar príncipes que les lucieran la ley; al fin, despues de un interregno de diez meses, nombraron á Adolfo de Nassau.
Nacido como el anterior, lejos del trono, no poseia cualidad alguna moral de las que á su predecesor habian mantenido y asegurado en aquel elevado puesto. Con la venta que hizo de su alianza al rey de Inglaterra se acarreó el menosprecio de los grandes del imperio, no menos que con el empleo que dió al precio de esta vergonzosa grangería, que fué despojar de la dominacion de Turingia al legítimo sucesor Federico el Mordido, hijo de Alberto el Desnaturalizado. Tan al estremo llevaron su desprecio, que llegó á producir su deposicion verificada en la dieta de Maguncia en 1298, en tanto que él se hallaba en Turingia ocupado en consolidar su dominacion. Pusiéronle por sucesor á Alberto de Austria, hijo de Rodolfo de Habsburgo, contra quien se encaminó el de Nassau, trabándose entre los dos una batalla en Gelheim, durante la cual, y en lo mas recio de la refriega, Alberto mató con su propia mano á Adolfo.
Una vez desembarazado de su competidor, Alberto hizo una sagaz declaracion, reducida á la renuncia de toda pretension que pudiera abrigar á ceñise la corona imperial; fué elegido la segunda vez, y en una dieta convocada en. Nuremberg, dió á sus hijos Rodolfo, Federico y Leopoldo la investidura del Austria, la Carniola y la Estyria. El papa Bonifacio VIII negó su reconocimiento al nuevo emperador, entre otras causas, por haber asesinado al soberano legitimo, y relajado por el pontífice el juramento de fidelidad que los señores de Alemania prestaban en favor del emperador, tuvieron ya ocasion de volver sus armas contra él; pero á las palabras de Bonifacio trató de oponer las obras, y asi es que aprovechándose de los agravios que Felipe el Hermoso conservaba contra la Santa Sede, trató de asegurar su alianza con el rey de Francia, cayó de improvisto sobre el electorado de Maguncia con un considerable ejército, y tomadas sus principales fortalezas, redujo al elector, su mas formidable enemigo, á solicitar la paz. Entonces Bonifacio entabló con él algunas negociaciones, de las que resultó quebrantar Alberto sus tratados con Felipe el Hermoso, y recompensar la adhesion del pontífice su eleccion con el reconocimiento del principio de que el poder de los reyes y emperadores emanaba del soberano pontífice, y con la promesa de amparar á la Santa Sede contra sus enemigos, cualesquiera que ellos fuesen. Apoyado en semejante oferta, Bonifacio fulminó una escomunion contra Felipe el Hermoso, á quien declaro desposeído de todo derecho á la corona de Francia, dando la investidura de ella á Alberto. En tal estado las cosas, pusieron fin á la querella los legados de Felipe con un acto brutal, que ha llegado á adquirir los honores de la celebridad.
Entretanto Alberto ideaba ensanchar un poder, en cuya posesion habia entrado á fuerza de tantos sinsabores, pero el éxito de este proyecto no coronó sus deseos, puesto que se frustró la espedicion contra Holanda, Zelanda y Frisia; vió, despues de conceder el mando de la Bohemia á su hijo Rodolfo, alzarse la nacion entera contra él, y estando ya á punto de morir, no pudo hacer consentir á los estados en darle por sucesor á su hijo Federico, y ademas fué derrotado al tratar de imponer su voluntad por la fuerza; emprendió sin resultados una guerra contra Oton, llamado á ocupar el trono de Hungría, y finalmente se desgraciaron todas cuantas tentativas puso en juego para apoderarse de la Misnia y de la Turingia.
Para empeorar mas tan aflictiva posicion, él mismo se creaba nuevos enemigos, pues queriendo formar de la Suiza un principado para uno de sus hijos, la arrojó á todas las consecuencias de una revolucion por medio de un mando despótico, en la confianza de que aquella, si llegaba á estallar, le proporcionaria un pretesto que justificase la opresion que meditaba para aquellos pueblos; pero los cantones de Schwitz, Uri y Unterwald organizaron una liga en Gruth la noche del 17 de octubre de 1307, que produjo la muerte de los tiranos Gesler y Landeberg, la espulsion de los restantes y la demolicion de las fortalezas alzadas para refrenarlos. Alberto se dirigió contra ellos, cuando al pasar el rio Reuss, en la Argovia, fué asesinado en 1308 por su sobrino el duque Juan de Suabia, cuyo patrimonio retenia injustamente.
Despues de la muerte de Alberto, Felipe el Hermoso, que en cierto modo tenia sometido el poder pontificio con el hecho de obligar á Clemente V á establecerse en Francia, puso de manifiesto sus pretensiones á la corona imperial, primeramente en su favor y mas tarde en el de su hermano el conde de Valois. Pero recelosos los electores de un poder que absorberia á todos los demas, se pusieron de acuerdo con el papa, y tras siete meses de interregno, nombraron á Enrique de Luxemburgo, príncipe que, si bien de pocas riquezas y poderío, era recomendable, no obstante, por la nobleza de su origen y por las cualidades que concurrian en su persona. Pasó el nuevo em—
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