sábado, diciembre 08, 2007

Viage ilustrado (Pág. 125)

Briena, instigado por el papa, queria hacer sobre el reino de Nápoles, y que le fué fácil descubrir, asi como tambien hacer la paz con el papa por medio del tratado de San German firmado en 1230, y despues de prometer una completa amnistía, recibió la absolu­cion de las censuras fulminadas contra él.
Entretanto las poblaciones lombardas se habian coaligado como en tiempo de Federico Barbarroja, y colocándose bajo la proteccion pontificia, teniendo ademas la ventaja de que cabalmente cuando el emperador iba á recurrir á las armas, la rebelion de 1234, que habia promovido su hijo Enrique elegido por él rey de los romanos en 1220, le hizo volver á Alemania, donde despues de vencido lo mandó degradar en la dieta de Maguncia, relegándolo ademas á un castillo de la Pulla, donde murió en 1242. Faltábale al em­perador para poder pasar los Alpes, someter á Fede­rico el Belicoso, duque de Austria, contra quien man­dó al duque de Baviera y al landgrave de Turingia, que fueron destrozados por aquel, obligando tal der­rota al emperador á ponerse á la cabeza de sus tropas, tomando Viena y dejando sitiado al duque en Neus­tadt en 1237. Confió la administracion del ducado á uno de sus lugartenientes, y solamente cuando pasa­dos tres años arregló la paz, fué cuando se entregó á su legítimo poseedor; Federico entonces, libre ya de cuidados por esta parte, se encaminó á Italia.
Hallábase encendida en toda su fuerza en este pais la animosidad entre guelfos y gibelinos; teniendo estos de su parte al emperador, nada roas aguardaban que su llegada para conquistar su ascendiente sobre sus enemigos. Efectivamente, Eccelino, tirano de Padua, sostenido por las tropas imperiales, se apodera de esta cuidad y de la de Vicenzio: el mismo Federico destroza á los milaneses, les quita su carrocio y toma á Mántua; pero entonces sube de punto la ira del pontífice; y lanza sucesivamente dos escomuniones contra Federico, siendo los primeros á dirigirse en contra del emperador los señores de la Marca Trevisana, y formando parte de la liga lombarda Venecia y Génova: todos estos elementos reunidos sirvieron para obligar á Federico á retroceder y marchar á Toscana. Grego­rio IX acababa de morir, siguiéndole muy pronto su sucesor; el emperador se opuso por largo tiempo á la eleccion de un nuevo pontífice; y despues de haberla complicado con graves dificultades, cedió al fin á que aquella recayese en el cardenal Fiesco, que á pesar de haber sido amigo suyo, preveia no habia de tardar mucho en hacerse enemigo, como lo llegó á ser en 1243; efectivamente, el nuevo papa pronunció en el concilio de Lyon en 1245 una sentencia, anatematizando y deponiendo al emperador, al mismo tiempo que sublevaba en contra suya las Dos Sicilias, y hacia elegir en 1246 rey de los romanos al landgrave de Turingia Enrique Raspou, apellidado por el pueblo Rey de los eclesiásticos. Federico habia hecho nombrar en 1237 rey de los romanos á su hijo Conrado, teniendo de singular tal eleccion el haber sido la pri­mera a que acudieron los siete príncipes electores con esclusion de los demas vasallos de importancia: este elegido fué, pues, á quien correspondía combatir á Enrique Raspou, por el cual fué vencido en Suabia, pero del que alcanzó á su vez una victoria decisiva cerca de Ulm, que obligó al Rey de los eclesiásticos á retirarse á toda prisa á Turingia, donde murió en 1247, estableciendo el papa por sucesor á Guillermo, conde de Holanda, coronado en Aquisgran. Reinaba en esta época una completa anarquía en Alemania, y solamen­te por libertarse de sus perniciosos efectos, las poblaciones de mas comercio, situadas á las márgenes del Rhin y en los confines de la Westfalia, organizaron una liga que llegó á adquirir celebridad bajo el nombre de Confederacion del Rhin.
En tanto que Conrado defendia con vigor en Italia la causa de su padre, Federico, dueño de toda la Tos­cana, intentaba arrojar á los guelfos de la Romanía; pero ademas de haberse desgraciado el asedio de Par­ma, fué batido y hecho prisionero su hijo Enzio por los boloñeses, y viéndose ya sin recursos, se retiró á la Pulla, donde murió en 1250.
La muerte de Federico dejó abierto durante el es­pacio de veinte y dos años, un período de turbulencias a que se llamó el grande interregno, causado no por ­la falta de emperadores en Alemania, porque eran mu­chos los que se disputaban la soberanía, sino porque, escluyéndose mútuamente del poder, ninguno ejercia una autoridad real y reconocida. Por una parte, Guillermo IV, presentado frente á frente de Federico por Inocencio IV, hizo confirmar su eleccion despues de la muerte del emperador; por otra, Conrado IV toma­ba el titulo del emperador, y se presentaba á suceder á su padre: el primero alcanzó algunas ventajas sobre su competidor, y éste, considerando mas ventajoso el porvenir de mando que le ofrecía Italia, fué á recoger en 1251 la mas preciosa parte de la herencia de Fe­derico, que era el reino de las Dos Sicilias; pero al si­guiente año murió en la Pulla envenenado, segun se dice, por su hermano Manfredo. Enseñoreado ya Gui­llermo del Norte de la Alemania, quiso fueran respetados por todas partes sus derechos, á los que abría un camino mas estenso y menos dificultoso la muerte de su competidor; pero antes de obligar á los señores alemanes á que reconocieran su autoridad, trató de someter á los frisones, marchando contra ellos en per­sona; pero habiendo quedado detenido en un pantano fué asesinado allí en 1256, sin serle posible ni aun hacer un esfuerzo para defenderse.
Nadie, pues, tenía derecho, ni aun estaba indicado para poder aceptar la corona imperial de Alemania: la vasta herencia abierta en aquel momento debia reco­gerla Conradino, nieto de Federico II; pero ademas de su corta edad de dos años, tenia sobre si una senten­cia del pontífice Alejandro IV, que lo escluia de la sucesion. Imposibilitado el elector de Maguncia por es­tar prisionero en poder del duque de Brunswick, ideó el elector de Colonia vender á un estrangero la corona imperial, recayendo su eleccion en Ricardo de Cornouailles, hermano del rey de Inglaterra: pero no ha­biendo hecho los mismos ofrecimientos á todos los vo­tantes, estalló una escision en la asamblea electoral, de la que resultó depositar sus sufragios los descon­tentos en favor de Alfonso X, rey de Castilla, todo lo cual acaeció en 1257. De entre estos dos, Alfonso X jamás pisó el territorio aleman, limitándose á intimar desde lejos á su competidor el abandono de sus pre­tensiones, y á solicitar la intervencion del pontífice; y el otro iba y venia de Inglaterra á Alemania, llevan­do consigo inmensos caudales y codiciando siempre nuevas riquezas que buscó y halló, logrando dejarlas entregadas á la ávida rapacidad de sus partidarios. Imprimió el sello de la celebridad á uno de sus viages la importante ordenanza, dictada en la dieta de Worms, contra los muchos señores, que exigian peages ilegíti­mos, atacaban la seguridad del comercio y de los ca—

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